Cheerleader
Decidí tomarme un tiempo para mí esta mañana, pero a medio camino coincidí misteriosamente, con Jamie en un lugar donde venden juegos de video. El chico estaba solo, sin su compañera fiel, y lo único que hacía era revisar juego por juego en la sección de Xbox 360; quizá trataba de comprarse uno nuevo, o de ver cuál era el más conveniente para él, qué sé yo. Después de eso, lo acompañé a comprarse unos nachos en un establecimiento que había cerca, pero como me era tan grata y agradable su compañía, decidí quedarme con él lo más que pudiera (o al menos hasta que la mamá de Alejandra le entregara unos papeles, puesto que después de eso se iría al arcade). Y ahora aquí, sentados en las gradas de la pista de hielo, comienzo a preocuparme por el frío que invade poco a poco mis brazos y piernas.
—¿Puedo... hacerte una pregunta? —inquiere, al cabo de unos segundos de silencio.
La verdad es que con Jamie no se puede estar en silencio; este chico habla mucho, y sus temas son divertidos y entretenidos. Desde que lo saludé, no hemos parado de hablar. Resulta que es súper genial y muy buen conocedor de animes y videojuegos, me ha hablado de tantos que hasta ya he creado mi propia lista de los próximos que quiero jugar.
—Claro —me encojo de hombros.
—¿Cómo... fue que conociste a Joana? —habla con voz tímida.
Al principio, la pregunta me sorprende, pero decido no darle mucho drama y me enfoco a tranquilizarme y responder de una manera sincera a su pregunta.
—Fue hace cerca de ocho o nueve años —sonrío un poco—. Nueve años con dos semanas, para ser precisos. Vine con mi mamá un par de días a Madrid, y ella quería meterme a clases de verano...
Recuerdo que cuando entré al edificio, todo molesto, me senté en un sillón de espera y me crucé de brazos para demostrar mi indignación ante la idea de pasar la mayor parte de mí verano en una escuela aprendiendo matemáticas y cosas que no me interesaban en lo mínimo. Entonces, cuando miré hacia la barra de las secretarias, noté a una señora con un traje de color azul marino (o morado, no recuerdo) de cabello negro y largo. Al principio, creí que era de esas personas tipo asistentes que tenían las personas con mucho dinero, pero al bajar mi mirada un poco, noté a una pequeña niña de pie junto a ella, delgada y vistiendo falda con suéteres y zapatos muy lindos. Tenía el cabello agarrado en una coleta de caballo y unos lentes que le adornaban el rostro a la perfección. Era muy linda.
Cuando la vi, me quedé en blanco. Sus grandes y redondos ojos me cautivaron, al igual que su brillante y sedoso cabello. Incluso recuerdo que, cuando se percató de que la miraba, no dijo nada; sólo me sonrió y me dijo hola con su mano de manera discreta para que su mamá no le dijera nada.
Y con eso tuve para enamorarme de ella.
—La conocí ahí, en esos pequeños cursos de matemáticas que hacen —lo miro a los ojos, y noto que irradian un distintivo brillo—. Fue la primera amiga que hice. Poco a poco ella se encargaría de ayudarme a hacer mis propios amigos varones —sonrío un tanto nostálgico, perdiendo mi mirada al frente de nuevo—. Es, algo de lo más bonito que me haya podido suceder.
Porque incluso en estos nueve años de vagas convivencias, yo sólo ansiaba los momentos de que llegaran días festivos para que Joana pudiera venir a Madrid y pasar ratos geniales con ella. Cada vez que la veía, más hermosa era para mí, hasta que llegó un momento donde su belleza ya no me sorprendía, sino que me acostumbré a ella porque caí en cuenta de que era así, pura y atractiva.
Cuando menos lo pienso, comienzo a sentir una sensación extraña en mi cuello, por lo que carraspeo un poco y decido cambiar de tema con lo primero que se me viene a la cabeza;
—¿Y tú cómo conociste a Alejandra?
—Hm —piensa—. Es una historia muy larga...
Miro el gran reloj electrónico de la pared para caer en cuenta de que tenemos todo el tiempo del mundo.
—No tenemos prisa —me encojo de hombros.
Sonríe aliviado y fija su vista al frente para inspirarse mejor.
—También fue en la escuela —inicia—, elementary school. En medio de una pelea.
Me vuelvo de golpe.
—¿Qué? —grito un tanto atónito—. ¿Estás de coña?
—Unos sujetos me estaban molestando —explica, al tiempo que se acomoda las gafas—, querían quitarme unos comics de Marvel que tenía. Y Alejandra llegó de la nada...
Rayos. Todo este tiempo tuve la idea de que esa chica era incapaz de matar una mosca.
—Ya la había conocido antes —continúa—. Ella era la niña nueva del salón, y era muy callada y seria. Su cabello era la novedad; you know, curly hair.
—Sí.
—Me gustaba verla; en su libreta de matemáticas tenía dibujos de pokemones, y conocía muchos juegos de Nintendo —ríe de manera nerviosa—. Constantemente nos hablaba en español, y pocos le entendían. Era muy reservada, y, seria y, callada.
¿Era?
—De hecho, la veía quedarse hasta tarde en la escuela, y la veía constantemente rondando por la zona.
—¿La seguías?
—¿As you do with Joana?
...
—N-no —suelto nervioso, desviando mi mirada—. Eso es completamente diferente.
—Claro —ríe unos breves segundos, haciendo que mis mejillas se enciendan al rojo vivo. Luego, carraspea y prosigue con su historia—. Yo iba a clases de francés en las tardes, y, ella constantemente se la pasaba paseando en la escuela. No fue hasta después que comprendí que era porque Sandra salía tarde del trabajo.
—Y ella se quedaba esperándola.
—Así es —se acomoda las gafas—. Entonces, yo sólo, la veía, a distancia. Para mí era algo nuevo, sobre todo porque venían de México. Y a mí me encanta México. Y es que su cabello era... something crazy and new... Y había algo en ella que me hacía querer conocerla más.
—Te gustaba —afirmo.
A Jamie le gusta Alejandra. Eso es más que obvio.
—Al principio, cuando la conocí... Yes. I did —mira al suelo, con una sonrisa melancólica—. Porque era diferente, y, era súper genial. Pero al paso del tiempo, me negué a quererla. Es mi mejor amiga pero, nunca podrá pasar nada entre ella y yo. We're different. Y, no es del tipo de chica que es para mí. Siento como si yo no fuera para ella, ni ella para mí.
¿Qué tipo de chica sería la ideal para Jamie? Una inteligente, con sentido del humor, tierna, amable y gentil, como él. Alguien bajita, y que sepa cocinar bien, que le guste leer cómics y pasar noches viendo episodios de la guerra de las galaxias.
—Somos mejores amigos, y —se encoge de hombros—, he visto que cosas malas pasan cuando los mejores amigos se enamoran.
Tiene razón. Los mejores amigos sueles gustarse y enamorarse, pero, si el amor no es correspondido, la relación se deteriora. Y lo único que puedes hacer para evitar la vergüenza del rechazo, es continuar, olvidando lo que un día fueron, y lo que nunca fueron.
—Besides —ríe nervioso—. No es bueno tocar temas de esos con ella. She'll punch you in the face.
—Creí que era pasiva.
—¡Oh, she is! —ríe un poco—, es más tranquila que las noches de Madrid.
Hmp. ¡Entonces no es para nada pasiva y calmada!
—Terminó con la ropa llena de tierra y la cara un poco dirty, pero me regresó mis comics y me demostró una increíble capacidad de protection —suspira un poco—. Somos mejores amigos desde entonces.
—¿Alejandra suele ser muy ruda? —pregunto.
Su personalidad suele ser a veces agresiva, e impulsiva muchas veces. ¡Volteó mi cama conmigo encima! Y me ha empujado varias veces de manera muy fuerte.
—No, no mucho —se encoge de hombros—. Pero tiene mucha fuerza. Que su estatura no te engañe.
A pesar de que fue una historia que aclaró ciertos puntos de duda que tenía, todavía tengo otras cuestiones. Si Joana solía presumirme tanto esta relación, es porque hay algo más de trasfondo.
—¿Entonces cuántos años llevan de amigos?
—Hmm —comienza a contar con los dedos—. Siete años, creo. En San Leandro. Fui su translator un tiempo en lo que se acoplaba al sistema.
—¿En dónde estaban?
—California —se le ilumina el rostro—. Vivíamos ahí. Yo nací ahí.
—¡Eso mola mucho! —me emociono—. ¿Naciste en... San Leonardo?
Lanza una risa que se me hace graciosa.
—No, no —aclara—. Nací en Dublin —al percatarse de mi cara extraña, prosigue—; Ireland?
—¡Aaah! —exclamo, recordando la ciudad—. Ya, ya. ¡Claro! —me emociono todavía más—. Siempre he querido ir ahí, Sobre todo a mirar los castillos.
De pronto, un mensaje le llega. Lo revisa y me hace una seña con la cabeza para seguirlo.
—Sólo recogeré unos papeles que mi mamá me pidió y listo —dice, comenzando a avanzar hasta las escaleras que conducen a la entrada de la pista de hielo—. No demoraremos mucho.
—Okey...
Por alguna extraña razón, Jamie me ha dejado intrigado con respecto a su vida. Necesito saber más sobre él, y no por que quiera ser entrometido o algo así, sino porque de verdad este chico tiene algo especial. Quizá Alejandra pueda darme algunos detalles sobre ello; quiero suponer que sabe mucho del tema.
Cuando bajamos las escaleras y nos adentramos a la entrada principal de la pista de hielo, una señora saluda de manera cortés a Jamie, dejándole pasar por una pequeña puerta junto a la ventanilla de recepción. Él se adentra como si nada, como si fuera su casa o algo así, mientras que yo me escabullo algo tímido y penoso por un lado suyo. Entramos a una oficina donde hay pequeños cubículos, y en uno de esos, está sentada la señora Sandra revisando unas cosas en su ordenador.
—Hola —saludamos Jamie y yo al unísono.
Jamie se agacha para abrocharse la agujeta mientras que Sandra y yo hablamos.
—Hola —responde ella, mezclando el tono con uno de pregunta cuando se percata de mi existencia —¿Cómo están? —se incorpora para saludarnos—. Rubius, ¿qué haces aquí?
—Acompaño a Jamie —indico, encogiéndome de hombros.
—¿Ya se van a larcade?
Me cuesta un segundo procesar lo que me quiso decir, pero cuando lo capto, sonrío.
—Yo iré a mi casa después —señalo un punto perdido en la habitación—, sólo, acompaño a Jamie.
—Ya —sonríe de manera linda.
Cuando el chico logra incorporarse, se acerca a ella y ambos comienzan a charlar. Me quedo de pie justo donde estoy de manera un tanto incómoda, meciéndome discretamente hacia un lado y otro. En el escritorio de Sandra hay pequeñas velas aromáticas, varias libretas, hojas blancas y marca textos de colores, un par de clips en desorden y un computador. En la pared está colocada una placa de corcho con papeles e imágenes.
Cuando me acerco dos pasos a ver qué curiosidades hay (porque suelo ser algo fisgón a veces), me encuentro con una sorpresa que me hace ahogar un grito y salir de ahí a toda velocidad.
¡OMG!
(ʘ言ʘ╬)
Cuando llego al arcade, no me molesto en revisar quién está con Alejandra y quién no, por lo que irrumpo en el lugar y me adentro en su búsqueda.
Voy casi corriendo, y no pasa más de un minuto cuando doy con ella; está con Jamie y con otros dos sujetos que no son Francisco ni Rafael. Son más altos y parecen de esos estudiantes elegantes que van a colegios caros con novias que tienen autos rosados y que usan chalecos y suéteres en los hombros con un ridículo peinado. Estoy tan molesto que simplemente camino a ellos y comienzo a escuchar parte de su conversación.
—Espero que encuentres a alguien con quien hacer equipo pronto.
—Es difícil encontrar a alguien que sea compatible con tu... —la examina de manera un poco desagradable—. Nivel.
Me armo de valor y decido hacer algo, o que me haga lucir bien, o que probablemente termine haciéndome lucir como alguien muy tonto.
—¡Alejandra! —grito, colocándome frente a ellos. Luego, hago exactamente la misma reverencia de petición que hizo conmigo—. ¡Sé mi compañera de equipo!
Tragarme el orgullo se siente como piedras filosas y rasposas recorriendo mi cuello.
Todos me miran perplejos, incluso Ale. Es un poco cansado estar en esta posición, por lo que comienzo a valorar aquella vez que lo hizo tanto rato afuera de mi casa. Es incómodo para la espalda y para las piernas; pobres japoneses.
—¿Disculpa?
—Por favor —añado con algo de dolor, al tiempo que inclino mi cabeza un poco hacia arriba para verle a los ojos.
—¿Quién eres tú?
Rompo mi posición y me enderezo para comenzar a gritarles mi nombre, pero Ale se me adelanta.
—Mi compañero —responde, al tiempo que me pone una mano frente a mí de manera discreta para calmarme.
Ambos sujetos nos lanzan una mirada extraña, sonríen un poco de manera complacida y luego se miran mutuamente.
—Qué alegría —dice uno que tiene el cabello negro—. Nos veremos entonces.
Dan media vuelta y salen caminando con todo el estilo del mundo. ¿Qué hacen ellos aquí? Deberían estar en un Starbucks o en un club de golf viendo a las chicas pasar.
—Eso fue extraño —añade Jamie.
—Un poco, sí —admito. Alejandra da media vuelta, pero alcanzo a detenerla del brazo—. ¿Estás bien? —hablo en voz baja y cuidadosa.
Tiene la mirada perdida, pero con ese mismo toque de seriedad que siempre tiene.
—¿A qué vino eso? —cuestiona en voz apenas eludible, sacudiendo su brazo sin fuerza.
—Soy amigo de Jamie, ¿no? —expreso, sonriendo un poco—, y por tanto, tuyo.
Se queda callada, mirándome a los ojos, y por primera vez desde que la conocí, noto un peculiar brillo emanando de ellos. ¿Esto es lo que se siente tener una nueva amiga?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro