El amor, no tiene edad, no tiene tiempo, no tiene momento.
Al menos así lo veía ella, al menos así lo aceptaba él.

Joven capricho el que ha tenido, al querer a alguien 7 años menor.

Sus risas me llenan de aliento, de satisfacción; me cambian el día.

Su mirada tan dulce, trasmite todo lo que nunca pude imaginar; me fascina.

Su seguridad por saber lo que quiere; siento que esto es para toda la vida.

Frases vagas inundaban su mente, la vida le dio el privilegio de encontrar a su amor correspondido. No podía dejar de mirarlo, de pensarlo, de imaginar la posesión absoluta de ese individuo.

Te voy a cuidar ya te lo he dicho, mencionaba constantemente; viviendo a sus 17 años un mágico cuento de hadas, donde sería felíz por toda la eternidad.

Por fin llegó el día, los instantes se convivieron en segundos, cortos segundos que restaban para ir a una mejor vida. Un cálido abrazo fue el que marcó paso a la historia más bella.

Líquido espeso cubre las manos de un ser satisfecho, cuya mente desquiciada no siempre jugó a su favor. Alma inocente aquella, del cual sus risas no eran más que llantos, en la que su mirada dulce no expresaba más que pánico, del cual su actitud no era más que miedo y terror ante tal personaje; personaje que con un abrazo sediento de amor lo envío a el otro mundo, acabando con todos esos hermosos momentos de sufrimiento.