Pensamiento Número 52
Entre las pláticas entre hombres y mujeres, se aborda la temática deportiva con una clara ironía y agravio contra el deporte femenino por parte de los hombres. No solo hablando por sus espectadores, si quiera por aquellas ramas por donde se inquiere su importancia: sino por una supuesta falta de deportividad femenina, de agresividad, de capacidad equiparable a la masculina.
Hombres y mujeres somos distintos; eso es un hecho. Los hombres tienen ventajas físicas que las mujeres no (de la misma manera, las mujeres tienen ventajas físicas que los hombres no). Pero más allá de eso, se cuestiona cuál es el valor de difundir contenido de un sexo "más débil". Comparando fuerzas e impactos corporales. ¿Acaso hay relación entre ello y el deporte?.
No, no la hay. El deporte no se marca por la fuerza; sino por el esfuerzo máximo que el cuerpo de nuestra especie nos puede permitir. El deporte es la mayor expresión del cuerpo, no la danza de la mera fortaleza. Es saltar tan alto que imites un grillo, que corras tan rápido que apenas te puedan seguir con la mirada, o que nades con esmero para superar un delfín.
Empero, eso es solo la punta. Indagando más en las profundidades de este Iceberg, entendemos que el deporte es suficientemente respetuoso y glorioso, cuando, sin lograr la mayor musculatura posible de nuestra especie, logras la máxima musculatura posible de tu cuerpo. Logras pulir tu organismo no porque nadie más llegase: sino porque solo pudiste tú llegar. Nadie más tenía el control de tu masa corporal, y aún así tuviste éxito en que se exponga a su límite.
El deporte nos obliga a ser todo lo que podemos ser individualmente, no biológicamente. El valor del ejercicio está en lo que podemos conseguir con nuestros límites: marcarlos y resaltarlos.
Si el deporte solo fue por la fuerza, entonces ¿por qué no hacemos que osos, venados, caballos o hasta máquinas participen en estos?¿Si, al final, todas estas criaturas pueden ejercer más fuerza, por qué no podemos encantarnos solo por ellos?. E incluso sorprende que, tras crearse carreras de caballos, sigamos con atletas corriendo en una pista; y más inexplicable es ver carreras de caballos en un mundo con carreras de coches, ¿dónde está la diversión?.
La diversión es lo máximo que logra cada uno. Nos encanta ver que tanto logra correr un caballo, una persona, y un automóvil en una pista por sí mismos. No interesa mezclarlos al ser distintas categorías; al tener sus propios esfuerzos que hacer por separado. Porque medir si un caballo se esfuerza más que un hombre y, viéndolo así, merezca más respeto ¿no es al final, el mismo sinsentido que se arremete contra las mujeres?.
Cuando un veo un partido masculino, no quiero ver solo hombres. Cuando veo un partido femenino, no quiero solo ver "mujeres"; quiero que sangren, suden y se raspen. Que sientan en sus pies y en cada tensión de la pierna el momento y me lo transmitan. Deseo saber y recordar qué puedo hacer. O más aún, que somos únicamente papeleo y política. Anhelo tener la sensación del aire deslizándose entre mis extremidades...anhelo libertad en la manifestación de todo lo que mi cuerpo puede liberar.
Así, de esta manera, tengo interés en el deporte femenino por ser su mayor grito de batalla, que seguirá creciendo con los años. Cada vez más crecerá la demanda, las ganas...y tal vez se entienda que burlarnos del esfuerzo ajeno no tiene sentido; solo nos denigra. No es cuestión de quien puede tener más musculatura, sino que todos disfrutamos del viento y compartimos el dolor. Además de admirar que hagan lo que pocos se atreven.
Nunca será más importante quién lucha con la mayor fuerza, sino quienes están luchando.
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