Pensamiento Número 35
El libre albedrío es, más bien, una cuestión de libre arrogancia. Se habla de este como algo que define a la especie humana. La libre capacidad de elección en un mundo primitivo.
Ya en sí, la palabra "primitivo" me parece jodidamente banal. Una burla hacia la naturaleza. Es tentar el mundo en el que vivimos en base a nuestro complejo de progreso.
No consiento ni comparto que el libre albedrío sea solo del ser humano, porque se ha visto en otros seres vivos. Osos ayudando aves, lobos adoptando cerdos, perros siendo amistosos con gatos, mamás leonas cuidando más tiempo del debido a sus cachorros, elefantes controlando su enojo hacia humanos o delfines tentados a drogarse. La lista que se escribiría si alguien tuviese ganas de redactar cada caso animal, resultaría un best-seller de varias sagas. Todas las criaturas, o una buena parte, pueden elegir. En sus manos está el matar, a donde huir, a quién cuidar, a quien esperar...
Lo que no tienen es, en sí, un intelecto que cree problemas complejos en reflexión a estos. No pueden reflexionar el valor de la acción que están eligiendo. Pese a ello, el punto base sigue siendo la elección, ya que el valor ya es algo que depende solo del ser humano en su propio autosufrimiento con enredos.
A lo que quiero llegar, si has leído los anteriores pensamientos, es que el libre albedrío es un término demasiado libre y poco exacto, sujeto a un carácter dubitativo que nosotros solo fingimos que tienen un significado enfocado en nuestra especie. Esto no es así, lo dudo completamente. Creo que es un término prácticamente hueco y que debe de ser deshechado, pues hace mucho que sabemos que no somos los únicos que elegimos, ni los primeros en sentir.
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