Pensamiento Número 25
La falsedad del amor adulto hacia un niño tiene tantos problemas que, inclusive, pensé lo exageradamente obvio que podría ser afirmarlo. De momento, tenemos la cabeza por encima de las nubes, no mirando al suelo avergozandos de la discriminación hacia mayores con gustos hacia infantes. Por los dioses, que nunca lleguemos a la mesa a un maldito debate serio entre políticos o una maldita asamblea con una mesa redonda establecida sobre la legislación de pedofilia. Que no sería el fin de la humanidad, sino el fin de la razón y el respeto a lo que fuimos.
No obstante, me veo obligado a tener que dar una discusión agresiva actualmente por escuchar de la existencia de asociaciones como la nefasta Nambla, cuya mera mención hace subir por mi garganta un profundo rechazo. Si esto empieza a empujar desde abajo, ¿qué pasará cuándo lleguen a arriba? Ya los zoofilicos han logrado algo en cuanto a sus gustos, ¿qué dice ahora que los del tema en cuestión, no ganarán algo, o ganarán todo lo que se proponen?
No creo en una era de deteriodo, pero sí en el deteriodo en cada era. Quiero decir, que siempre hay aspectos en los que se retrocede por mera asunción de moralismo o mutuo respeto, suponiendo a la larga la abertura a ideas tan enfermizas como la pedofilia.
¿Pero qué debo hablar que no se haya dicho sobre este abuso a menores? No es tanto lo que se ha dicho, sino cómo se ha dicho. El método por el que se descalifica esta inmoralidad.
Siempre que pienso en la moral, no creo que exista una moralidad como tal, pero sí normas morales permanentes. Todas unas normas morales basadas en un verdadero respeto de cuerpo, en el que no se aflige daño cualquiera a ningún ser vivo, salvo cuando es imposible no hacerlo. Es decir, que mientras no hieras a otros, entonces vivimos moralmente bien. Pues, al abusar de otra persona, no solo dañas a otros sino a tu propio corazón.
Y es que ¿qué hay más inmoral que la pedofilia? Es profanación de inocencia, hostigamiento a un frágil cuerpo y manipulación de una mente. Esto lo sabe la mayoría. Pero, dado que incluso si tocamos el lado psicológico, moral y biológico no obtenemos una respuesta que sea totalizante para los pedófilos, me veo en la obligación de dar una tesis filosófica. No porque no sea claro, sino porque veo necesario un remate.
Dudo en lo absoluto que diga algo que otro no haya podido decir, pero, en cualquier caso, mejor decirlo que suponer siempre que alguien ya lo ha dicho. Para este asunto, me enfocare en desacreditar la pedofilia con una indagación que trasciende barreras. Estas "barreras" no hablan sobre el amor posible en cualquier cosa, sino el interés humano en un mismo espíritu: estoy hablando del amor mutuo.
El amor tiene demasiadas incógnitas problemáticas en su definición. Yo suelo guiarme por la problemática platónica hasta cierto punto, pues me suele indicar variadas cosas. Entre ellas, que hay que discernir los tipos de amor. El amor familiar, fraternal, paternal, de pareja, de amistad, al arte, a la cocina...en definitiva, que mucho de lo que llamamos bajo otro nombre es, esencialmente, amor. Sin embargo, el que importaría en este tema es el amor de pareja. Si bien existen romances poliamorosos, el que concierne a la mayoría de la población mundial es el romance entre dos. Este romance, esta relación, se fomenta realmente con un mutuo conocimiento. El verdadero amor es aquel en el que se habla con las acciones, se entiende todo con movimientos y gestos...se comprende lo que cada uno siente y se expresa. Un amor de verdad es aquel que puede desvelar el alma al otro, sin importar el físico o no. Anhelas la mente, el ser verdadero, y no lo que su cuerpo proyecta. Afirmo que el amor es, en pocas palabras, la cercanía entre dos almas a profundidad, el conocimiento mayor del otro.
¿Puede ser melosa mi descripción? Lo es, pero resulta ser más clara desde mi punto de vista. Detallé el amor de forma perfecta, aunque lo cierto es que no es perfecto. Se basa en lo más cercano a ese pensamiento, en conocer todo lo bueno y malo de alguien y, pese a todo, quererlo.
Con lo ya escrito, desplazó totalmente el supuesto "amor" de un pedofilo. Un menor, en definitiva, no se puede conocer en su totalidad por el mero hecho de que está en crecimiento. Un menor está en constante formación, sin nada fijo en sus sustancia. No se conoce cuál será su potencia. Así que, querer insinuar amar a profundidad un infante sin tal profundidad es solo una excusa. Los pedofilos, en su ansia, ocultan sus intenciones con palabras bonitas. Cualquier persona cuerda les quitaría el crédito de inmediato incluso con """"""palabras bonitas""""", así que, como dije, es obvio que no tienen la razón en ese sentido. Y ya habiendo dejado claro que esas palabras bonitas no son más que artificios para no verse tan malos, dejaré claro sus intenciones, por más obvias que sean: satisfacer sus fantasías sexuales. Son entes que tildo de demoníacos, pues su manifestación es solo un juego perverso para sus gustos sexuales. Quieren apropiarse de lo que siempre ha sido inocente y, en ello, encuentran dicha emoción adversa a todo pensamiento. Quieren a los niños y niñas por su depravado gusto carnal, no por un patético sentimiento amoroso del que nunca, teniendo en cuenta lo que es el amor, se acercarán.
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