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19. Que te perdone Dios.

Nicholas

He pasado casi tres días fuera de Raycott y todo parece exactamente igual a como lo dejé cuando me marché a buscar respuestas. Queda claro que en este pueblo fantasma el tiempo no parece correr. Miro a ambos lados antes de cruzar la calle que divide la iglesia de la panadería. De fondo, en alguna radio antigua de algún pueblerino, suena Mad World de Gary Jules. Giro a la derecha y cruzo la calle, bordeando los árboles casi congelados de la entrada de la iglesia. Entro por la enorme puerta doble de caoba que da acceso al interior de la iglesia, justo en la capilla. Giro sobre mí mismo para observarlo todo con atención. Me dirigido dando grandes zancadas hasta la habitación de Ana, abro la puerta poco a poco pero la cama se encuentra vacía, al igual que el resto de la habitación. Pruebo suerte en la mía, y me encuentro a una chica menuda acurrucada en mi cama mientras abraza algo peludo y negro.

Sonrío al ver el rostro de Ana. El cuerpo peludo de su amigo se remueve y coloca una de sus patas encima del brazo de Ana. Me acerco a ella y acaricio su rostro con amor. La miro y me parece mentira que desee quedarme con ella toda la vida. Es un sentimiento extraño viniendo de mí. Poso la mirada en las perfectas líneas de su cuerpo delgado.

—Hola, hermosa, veo que tuviste un día agitado —digo, dándole un empujoncito al brazo de Ana con gesto divertido.

La veo bostezar y estirarse, para justo después abrir sus ojos verdes y posarlos en mí.

— ¡Nicholas! —grita presa de la emoción y se echa a mis brazos.

Nos abrazamos ante la atenta mirada oscura de un cachorro, uno muy mono que casi dan ganas de abrazarlo. Dirijo mi mirada al perro que ahora ha comenzado a ladrar y a mover la cola.

— ¿Quién tenemos aquí? ¿La has cuidado bien, eh, pequeñajo? —acaricio la cabeza del perro y este pasa su lengua fría por mi mano.

—Se llama Trueno, le puse así porque cuando ladra, resuena en todo el lugar. —Explica Ana, un poco temerosa, pero feliz —. Lo he adoptado, espero que no te moleste.

— ¿Molestarme? No, como me va a molestar esta monada de perro. Me gustan los perros —me hace recordar a Marley, pero es algo que tengo medio superado.

—Nunca esperé ver a un hombre decir la palabra “monada” para referirse a un perro. Es algo nuevo. —Replica burlona y con una sonrisa ladeada en su rostro.

—Seguro tampoco esperaste enamorarte de mí, pero ya vez, nunca hay nada tan imposible, ni tan complicado —quiero besarla, pero me contengo, al menos hasta contarle toda la verdad.

Su sonrisa se hace más grande.

—Te extrañé, mucho —confiesa de repente, tomándome por sorpresa, porque si soy sincero, esperé encontrarla enojada por haberla abandonado en el hospital.

—Yo también te extrañe, Ana —beso su frente y hago una breve pausa para llenarme de valor —. Tengo muchísimas cosas que contarte, y no es nada agradable.

La mirada de ella se oscurece y la desvía hacia el perro.

—Lo sé, y estoy preparada para escucharlo todo, no quiero que seas agradable, no quiero que escondas nada para no herirme, y desde luego, tampoco quiero que minimices las cosas. Quiero que me digas la verdad, toda la maldita verdad que Alisa siempre me ha negada saber.

Asiento con la cabeza y trago el nudo que se me ha formado en la garganta.

— ¿Cómo lo sabes? —me atrevo a preguntarle.

—Alisa ha llamado para intentar mentirme una vez más, pero ya no confío en ella —replica asqueada.

—Bien, me parece estupendo. En cuanto a lo que tengo que contarte, es muy fuerte, Ana, no creo que estés preparada para saberlo —busco en su mirada algo que me indique que siente miedo, pero no detecto nada de eso.

Trueno se ha tirado de cabeza de la cama al suelo, ha lanzado un chillido y después ha salido corriendo fuera de la habitación. Ana sonríe y vuelve a centrar su mirada en mí.

—Lo estoy.

No hay dudas en ella, solo unos ojos verdes oscurecido por la ira. Jugueteo unos segundos con el móvil que sostengo en mi mano derecha. He grabado toda la conversación que he mantenido con su madre para que no pudiera ponerla en mi contra. Sabía que se pondría en contacto con ella, y también sabía que intentaría mentirle.

—Antes de que escuches todo, me gustaría que me dijeras tu nombre verdadero —expreso con seriedad.

La veo fruncir el ceño.

—Anastasia Romanenko, ¿por qué piensas que no es mi nombre verdadero? —su pregunta sonaba más acusatoria. Algo me esconde, lo sé, pero no será nada fácil hacer que me lo cuente.

—Por nada, simple curiosidad. Volviendo al tema de tu madre…

—No es mi madre, ya no. —sentencia muy segura.

—Bueno, de Alisa. Quiero que escuche este audio, no quiero herirte, Ana, pero tienes que saber la verdad. No quiero ser yo el que te mienta —murmuro sin dejar de mirarla.

Ana se acomoda en la cama, toma la mano con la que sostengo el móvil y me lo arrebata de un solo movimiento. Abre la grabadora de voz y selecciona el primer audio. La voz de Alisa comienza a escucharse en el altavoz.

Me siento extraño, una sensación de alivio me invade. Observo a Ana, se encuentra inmersa en la conversación mía y de Alisa. Poco a poco sus ojos se van llenando de lágrimas, pero no detiene el audio, continua escuchando.

— ¿No soy su hija? —pregunta ella, secándose las lágrimas que odia derramar. Aparta el móvil a un lado y me mira llorosa, esperando mi respuesta.

—No, Ana, no eres su hija. Tu verdadera madre se llamaba Angelika Kulik y está muerta, Alisa la asesinó cuando te dio a luz a ti —le cuento, justo como ella me pidió que fuera, crudo y sin censurar nada.

Ana entrelaza los dedos de sus manos. Sus uñas, que alguna vez estuvieron pintadas de azul eléctrico, ahora lucen un tono beige y están mal recortadas. Su pecho sube y baja, preso de la rabia y del llanto.

—No quiero seguir escuchando la estúpida voz de esa criminal, quiero que me lo cuentes tú, por favor —dice en tono derrotado, sigue llorando, pero no igual que antes. El cachorro vuelve pidiendo atención y comienza a chillar al ver que es muy pequeño para subirse a la cama él solo. Lo tomo y lo ayudo a subir, el cual termina acurrucándose entre las piernas de Ana.

—Alisa fue contratada por tu abuela para acabar con la vida de tu madre y la tuya propia, pero terminó adoptándote por lastima, aunque prefiero creer que, en realidad, fue por algo más que se escapa a mi comprensión. Tu padre está vivo, y vive en este mismo pueblo.

Puedo notar la angustia que está sintiendo en este momento, casi la misma que sentí yo cuando esa mujer me contó que mi padre ha sido uno de los culpables de toda la desgracia en la vida de Ana.

— ¿Quién es? Quiero saber su nombre, al igual que el de mi supuesta abuela —no era una petición, era una orden.

—Alisa no me lo ha dicho, pero estuve investigando un poco y se llama Terrence Wilkerson. Tu abuela es Alice Wilkerson. Tu abuela acusó a tu madre por el robo de unas joyas, ella era sirvienta, y sobornó a mi padre, el alcalde Nicholas Connolly, para que testificara en contra de tu madre en la corte.  

— ¿Tu padre? ¿Tienes el mismo nombre de tu padre? —indaga estupefacta.

—Sí, mi padre, y sí, tengo el mismo nombre que él, por desgracia.

La boca de Ana se abre en un “oh”.

—Ana, tu abuela planeo todo, pero Alisa fue la que puso su grano de arena. No solo eso, la señora Alice sabe que te encuentras aquí, pero no te conoce, no sabe que eres su nieta. Siento mucho lo que mi padre hizo, por su culpa tu madre está muerta.

Ana me mira y suspira.

—No, Nicholas, la única culpable de todo es Alisa, ella y solo ella. Quiero vengarme, quiero hacerlo. No puedo permitir que la muerte de mi madre se quede así.

El tono de voz que utiliza me causa escalofríos. Me levanto de su lado y comienzo a pasearme de un lado al otro en la habitación.

—No, Ana, la venganza no es el mejor camino, créeme, se lo que digo.

La miro y parpadeo varias veces, porque no me esperaba que me dijera eso.

—No me importa, Nicholas, necesito hacerlo, de lo contrario no dormiré tranquila sabiendo que Alisa Romanenko aún respira —suelta decidida y sus ojos sueltan chispas.

Mis labios esbozan una sonrisa, porque en el fondo, me alegra saber que ella es casi tan vengativa como yo. Sé que no es el mejor camino, pero solo los buenos siguen el camino decente, y la decencia es algo que no poseo desde hace mucho tiempo.

—Si eso es lo que deseas, no me interpondré en tu camino, Ana —llevo mi mano a la sien y hago un gesto con los dedos como si me estallara la cabeza.

—Por supuesto que no te interpondrás en mi camino, porque tú vas a ayudarme.

La risa escapa de mi pecho y hace eco en la habitación. Esta mujer es increíblemente descarada. Atravieso la corta distancia que nos separa y la abrazo con cuidado. No hay nada en este mundo que no haga por ella.

—Joder, Ana, no tienes filtro. Claro que te ayudaré, pero advierto que mi ayuda no es, ni de cerca, desinteresada. —Digo, agregándole a mi voz un puntito lujurioso.

Ella permanece seria, hasta que una sonrisita hace que su labio ser curve un poco. Aparta la cabeza de mi pecho y me mira.

— ¿Puedes besarme de una maldita vez?

—Estás herida, Ana…

Sus ojos verdes me miran suplicantes y los pone en blanco.

—No tengo los labios heridos, Nicholas, deja el drama y bésame, padre.  

Mi sonrisa se ensancha y la estrecho con más fuerza entre mis brazos.

—No me recuerdes el calvario que viví al verte en esa cama de hospital.

—Nicholas, tú has sido sincero conmigo todo el tiempo, pero yo no. Te mentí —suelta de repente, apartándose de mí, dejando mis brazos desnudos sin su presencia.

Mi ceño se frunce y gruño. La miro, desconcertado con sus palabras. Me dejo caer encima de la cama y paso una mano por mi pelo, apartando un mechón.

—Ahora que sucede, Ana.

Ella se sienta a mi lado, a una distancia prudencial, como si lo que va a decirme causará una reacción en mi exagerada.

—Lo voy a decir exactamente igual como lo hiciste tú conmigo, sin medida y sin rodeos. No quiero más secretos entre nosotros. Nicholas, Alisa fue quien mandó a asesinar a tu hermano Parker. Y no solo eso, nunca te he hablado del verdadero motivo por el que me encuentro en este pueblo de mierda, pero estoy segura que ese dato es irrelevante, aun asi, quiero decirte el motivo —suelta todo hablando deprisa.

—Frena un poco, Ana, hablas muy rápido.

Intento olvidar el dato que acaba de darme.

—Déjame terminar, por favor. Es la única manera que conozco de sacar todo fuera. Nicholas, vine a este pueblo en el culo del mundo para matarte, para cobrar tu vida a cambio de una venganza que ahora sé que es mentira. No quería decírtelo, porque me arrepentí de hacerlo, porque te quiero y eres un hombre justo.

Ana se interrumpe y acaricia a Trueno buscando consuelo. Me levanto y doy un par de pasos hacia atrás, lejos de ella.

—Sé que te cuesta mucho expresar tus sentimientos, Ana, pero no me gustan las bromas de mal gusto. —Digo tragando saliva.

—No te alejes, por favor, no voy a hacerte daño. —Me pide ella con los ojos brillantes.

Algunas lágrimas afloran por mis ojos, pero las aparto con mi mano.

—Ya lo has hecho, Anastasia.

Aprieto mis puños para no hacerlo contra su cuello. No vale la pena. Odio la mentira, odio a Alisa Romanenko y estoy comenzando a odiar a Ana.

—No es así…

—Me utilizaste para cobrar tu venganza —la acuso, acercándome a ella de forma peligrosa —, me utilizaste a pesar de saber toda mi vida, a pesar de todo lo que has vivido conmigo, me utilizaste para saciar tu lujuria y tuviste el descaro de decir que me quieres.

Ella ya no soporta más, me agarra de los brazos y yo la miro. Mis lágrimas empezaron a rodar en silencio, al igual que las de ella. El dolor que siento se clava en mi alma.

—Nicholas, por Dios, no llores, perdóname, por favor. No te utilicé —dice, limpiándome las lágrimas saladas. No hago ni un solo movimiento —. Cometí un error al no haberte dicho todo desde el momento en el que hicimos el amor, pero créeme cuando te digo que te quiero, de verdad te quiero.

—Me utilizaste —digo con decepción —, aprovechaste que me estaba enamorando de ti para obtener ventaja en tu venganza. ¿Qué planeabas? ¿Enamorarme y en nuestra luna de miel clavarme un cuchillo en el pecho? Me mentiste, Anastasia, y yo de estúpido creyendo que lo que teníamos era real.

—Es real, Nicholas, escúchame, por favor. Te amo, te amo tanto que de solo saber que te he lastimado es peor que estar en el infierno.

Sus palabras de amor no me interesan en absoluto.

— ¿Fue el sexo mentira? ¿Te gustó escuchar que te amaba mientras tú te reías de mí? ¡Dime, maldita sea! —pregunto de forma retórica, enojado, dolido, decepcionado.

Anastasia menea la cabeza.

—Escúchame, por favor, te lo iba a contar, te lo juro —coloca sus manos en mis antebrazos, pero se las quito de un manotazo.

—Tu tiempo ha terminado, Anastasia —replico en tono cortante. Me es imposible explicar la punzada que siento en el pecho, el dolor tan grande que experimento. Me siento tan defraudado. La mentira de Anastasia no tiene punto de comparación con la muerte de Parker. Recojo las pocas pertenencias que tengo a la vista y me detengo en la puerta de mi habitación para mirarla por última vez.

—Lo siento tanto. Perdóname…

Por la expresión desolada de Anastasia, puedo corroborar que está arrepentida, pero soy incapaz de sentir empatía por ella. Me siento demasiado dolido por su mentira.

—No, Anastasia, que te perdone Dios…

Replico antes de dejarla en la inmensa oscuridad de la habitación.

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