10. Sed de venganza.
Nicholas
Los ojos verdes de Ana relucen en la oscuridad de la noche. También le brillan cuando se enfada y cuando está nerviosa se opacan y el coloboma en su iris se oscurece mucho más al punto de casi pasar inadvertido. Acaricio sus mejillas con suma delicadeza y me aparto un poco para observarla mejor.
—Creo que estoy soñando —digo, sentado a su lado con mis ojos azules fijos en los de ella.
Ana es bastante atractiva, no solo por su altura, casi metro setenta, ni por sus ojos, sino por todo el conjunto: su rostro armonioso, los hoyuelos que aparecen cuando sonríe, su mandíbula perfilada y un cuerpo digno de bailarina exótica capaz de llevar al pecado a cualquiera.
—No lo estás —responde ella, girando su cabeza para observar otro punto lejano fuera de mi alcance —. ¿En qué momento hemos acabado asi?
Una de mis cejas se eleva.
—En el momento exacto en el que entraste en mi vida como un huracán categoría seis —murmuro, y una sonrisita picara asoma a mis labios.
Ana pone los ojos en blanco y también sonríe.
—En la escala Saffir-Simpson son cinco categorías para los huracanes, no seis —rebate Ana y su sonrisa se esfuma de su rostro de repente.
—Lo sé, pero tú serías la sexta categoría, y, por supuesto, la más peligrosa. ¿No ves como terminaron estos tipejos? —susurro en su oído, logrando que vuelva a sonreír abiertamente.
La vuelvo a besar y me quedo a medio camino cuando el dichoso móvil comienza a sonar, interrumpiendo nuestro momento. Me planteo no responder, pero Ana tiene otro plan.
—Deberías contestar, debe ser algo importante —musita suspirando y alejándose por completo de mis brazos.
Gruñendo, agarro el dichoso móvil y contesto sin siquiera mirar el nombre de la persona que llama.
— ¿Quién cojones es? ¿Acaso no vio que hora es, pedazo de mierda? —mascullo enojado por la interrupción.
Un quejido se cuela por el altavoz del móvil, hasta que una voz femenina se atreve a pronunciar alguna palabra.
—Señor Connolly, soy Samara —enseguida me pongo de pie y presto toda mi atención en la chica que me habla del otro lado de la línea. La preocupación se instaura en mí sin poder evitarlo —. Lo llamo porque… su hermano… —expulsa el aire que estaba conteniendo y se llena de valor para continuar hablando —. Su hermano Parker…
— ¿Qué pasa con Parker, Samara? Habla de una buena vez —la insto irritado y ansioso.
—Ha desaparecido, su hermano ha desaparecido —confiesa por fin.
El mundo se me viene abajo en solo unos segundos. Siento que las manos se me vuelven gelatinas y casi no puedo sostener el móvil. Ana me mira expectante pero no dice nada, se mantiene en su lugar. La última conversación que tuve con Parker me viene a la mente, tensa, hiriente y cargada de frustración. Pero trato de sobreponerme a todo eso y me las arreglo para preguntarle a Samara qué ha sucedido.
— ¿Cómo? Dime que es una broma, Samara, dímelo —le exijo, tratando de no perder los estribos y gritarle.
—Señor Connolly, hace tres días que su hermano no está, lo hemos buscado sin obtener resultado alguno, la policía ya no sabe dónde buscar —relata Samara nerviosa.
— ¿Me estás diciendo que Parker lleva tres putos días desaparecido y yo me entero ahora? Samara, te va a faltar calle para correr cuando vuelva a Kansas, y sí, es una amenaza —respondo, sin atisbo de duda.
—Señor Connolly yo…
—Tu único trabajo era cuidar de él, lo arruinaste Samara, y ahora yo arruinaré tu vida —para estas alturas Ana ya se encuentra de pie a mi lado y me pide por señas que me calme, pero no lo voy a hacer.
Pongo fin a la llama sintiendo unas enormes ganas de estrangular a alguien, pateo el cuerpo inerte de uno de los tipos que Ana asesinó de un balazo y grito de rabia. No la miro, no quiero hacerlo por miedo a que vea otra versión de mí, una más vengativa y llena de odio. Esto no puede estar sucediendo, no ahora que habíamos encontrado un punto de estabilidad a nuestra relación.
Me alejo de ella a pasos certeros y gigantes, no la necesito cerca ahora mismo. Estoy fuera de mí y no quiero inmiscuirla a ella sin tener la culpa de nada. Siento sus pasos detrás de mí, siguiéndome, pero no me habla, solo se mantiene en espera de que comparta con ella mi angustia. Detengo mi marcha cuando el recuerdo del cuerpo de mi madre cayendo del noveno piso de aquel edificio vuelve a instaurarse en mi sistema. Aprieto los puños y termino echándome al suelo a llorar como cuando tenía cinco años y un niño me había pegado un chicle en mi libreta de versos favorita. Me hago un ovillo en el suelo de tierra y Ana se me acerca y me abraza, solo me abraza. Lo agradezco en silencio, pero me mantengo estático en mi lugar. Los recuerdos son como flechas de fuego: silenciosos, rápidos, y de efecto fulminante. Puedes esquivarlos por un tiempo, pero tarde o temprano acaban alcanzándote y matándote.
—Nicholas, habla conmigo —me pide Ana entre susurros. Parece tan afectada como yo.
Niego con la cabeza y tomo de nuevo el móvil entre mis manos ya más estables. Marco el número de Esmond y este contesta a los segundos.
—Parker ha desaparecido, voy a regresar —sentencio apenas escucho la voz de mi jefe. No es una petición, solo se lo comunico para que no le tome de sorpresa mi regreso a Kansas.
—No puedes hacerlo, Nicholas, lo siento mucho pero tienes una misión que cumplir —me comunica —. Podemos gestionar la búsqueda de Parker, pero tú no puedes volver aquí, al menos no antes de terminar tu misión.
—Maldito malnacido, es mi hermano y haré lo que me salga de los cojones para encontrarlo, aunque para eso sea perseguido por toda la CIA —declaro colgándole la llamada sin darle tiempo a responder absolutamente nada.
Deslizo mi mano por mi rostro, frustrado y al borde de un colapso mental. Miro a la chica a mi lado, ella también me está mirando mientras sacude la cabeza en negación y coloca una de sus manos en mi rostro.
—Ve, ellos no tienen por qué enterarse —dice de golpe, tomándome por sorpresa y logrando que frunza el ceño —. Yo me quedaré aquí y vigilaré de cerca todos los movimientos extraños que note en este pueblo infernal
La observo estupefacto, sin poder creer sus palabras. Me está pidiendo que deje mi misión y vaya a buscar a mi hermano, a cambie de ella ocupar mi lugar para que mis jefes no sospechen. Me ruborizo de la emoción, jamás nadie ha hecho nada por mí, y de pronto llega esta chica media loca y sin casi conocerme es capaz de poner en riesgo su vida por mí y por mi hermano.
Como acto reflejo tomo su rostro entre mis manos y la beso con pasión. Es imposible que pueda controlar los latidos acelerados de mi corazón, es más, ni siquiera quiero intentarlo. La boca femenina se abre para recibir mis besos, unos ardientes y profundos besos. Meto mi lengua en su boca y pego su cuerpo mucho más al mío. Ana rodea mi cuello con sus brazos y casi siento los latidos de su corazón en sincronía con el mío.
—Prometo volver a terminar esto —susurro entre besos.
Ella sonríe débilmente y se aparta un poco de mi para poder respirar.
—Claro que sí, Padre. Ahora ve, no pierdas más tiempo, tu hermano te necesita —su petición es tan firme que hace que me ponga de pie listo para regresas a Kansas y dar con el paradero de Parker.
—Parker… él…
No termino la frase porque Ana me interrumpe. Mi intención era contarle lo sucedido.
—Ya lo sé, escuché todo. Vete, yo me ocupo de todo esto y de tu tapadera.
Asiento con la cabeza y le sonrío agradecido. Salgo corriendo a buscar a mi hermano, lo único que me queda en el mundo.
Seis horas más tarde…
Mientras mi respiración se compensa, mis pies se niegan a dar un paso más. El edificio moderno del Murray Memorial Center yace frente a mi imponente, como siempre, pero esta vez me causa inquietud entrar en él. El solo hecho de saber que Parker ya no se encuentra entre sus paredes me causa un escalofrió terrorífico. A cada paso que doy mis miedos se hacen más grandes y aprieto los puños para calmar mi ira.
«Samara no tiene la culpa, Samara no tiene la culpa» me repito una y otra vez, evitando acabar con la vida de la joven. Soy capaz de hacerlo, claro que sí. Todo el que se atreva a poner un solo dedo encima de mi hermano es persona muerta.
— ¿Dónde cojones está Parker? Exijo una explicación ahora mismo antes de que vuele este puto edificio por los aires — reclamo tratando de controlarme.
La recepcionista me mira asustada y los dos policías que se encuentran a su lado tocan su pistola en su cinturón, listos para utilizarla si llego a hacer un solo movimiento en falso.
— ¿Nicholas Connolly? —me pregunta uno de los polis, asiento y lo miro desafiante —. Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos, señor, aun no encontramos rastro de su hermano.
Suspiro y termino de enojarme mucho más ante la incompetencia de esta gente. Acaricio el puente de mi nariz, hundido.
— ¿Parker lleva setenta y dos horas desaparecido y usted me dice que no tiene ni un solo rastro de él? —el tipo baja la cabeza al suelo y la mueve en negación —. No sé para qué pierdo mi tiempo con ustedes, son todos unos inútiles.
Dicho esto, doy media vuelta hacia la salida del edificio y salgo de él. Camino cabizbajo mientras varias lágrimas corren por mis mejillas. Tengo que ser fuerte, por Parker, pero soy un ser humano y también soy lo único que mi hermano tiene. Seco mis lágrimas y me doy cuenta que estaba tan perdido en mis pensamientos que llevo varias cuadras caminando y ya el edificio del hospital psiquiátrico ni siquiera se ve a mi alrededor. Observo el cartel con el nombre de la calle al otro lado de la acera: Mirror Street. No sé dónde me encuentro, no soy muy asiduo a frecuentar los alrededores del hospital, las veces que vengo a visitar a Parker voy directo a mi destino sin mirar nada más. Me aseguro de llevar mi arma encima, por si tengo que usarla en territorio desconocido. A pesar de que Kansas es un lugar tranquilo, también abunda de vez en cuando la violencia y los ajustes de cuentas que terminan en asesinatos y cuerpos tirados en los latones de basura.
Camino varios pasos más y la desolación del lugar me eriza la piel. Mis ojos se dirigen a varios latones de basura cerca de un edificio seguido de una fosa. Me acerco al lugar y el olor a carne descompuesta llega a mi nariz, causándome asco. El pequeño y sucio riachuelo que corre por la fosa tiene el agua casi negra, como si corriera carbón líquido en vez de agua. Desde un rincón oscuro de la fosa, percibo varios bultos en su extremo. Por un momento pienso que es basura, pero cuando me acerco un poco más me doy cuenta que es un cuerpo humano enredado en varias sábanas blancas.
Enseguida me viene Parker a la mente. Cruzo la distancia que me separa del cuerpo en silencio y rogando porque no sea él y solo sea un vagabundo. Miro a mi alrededor para ver si alguien está cerca, no hay nadie. Es de madrugada, es normal que no haya nadie en la calle a estas horas. Este barrio no parece muy tranquilo que digamos. Termino de acercarme al cuerpo y me llevo una mano a la boca cuando de refilón noto varias hebras de cabello negro que sobresalen de entre las sábanas.
—No, no, no, Parker no —sacudo la cabeza y me agacho hasta el cuerpo. Desenredo las sabanas de él y llevo mi mano a la boca. Mi mundo termina de derrumbarse sin posibilidad de volverse a construir.
El cadáver de Parker casi en descomposición yace en el interior de la fosa. Sus ojitos están muy abiertos y rojos. El cabello tiene varias ramas secas de algún árbol y tiene todo el cuerpo lleno de moretones y suciedad. Me es imposible contener las lágrimas, es mi hermano joder, mi puto hermano. Primero Marley y ahora él. Abrazo el cadáver de Parker y lo llevo a mi regazo como si aún estuviera vivo.
— ¡Parker! ¡No! —grito desesperado. Sé que está muerto, que no va a volver a mí, pero aun asi me aferro a la idea de que pueda despertar y solo sea una pesadilla —. ¡Hermanito, háblame, soy yo, Nick!
La gente suele decir que cuando pasa algo traumático el mundo se ralentiza para que puedas verlo todo a cámara lenta, es cierto, y es una putada de mil demonios. Ningún dolor se asemeja a perder a un ser querido, mucho menos un niño de nueve años, un inocente. Me aferro al cuerpo descompuesto de mi hermano y cierro sus ojitos mientras mis lágrimas caen encima de su cara.
— ¡Mírame! ¡Parker, mírame, por favor! —le grito desesperado.
No puedo pensar con claridad, pero observo el agujero de bala en su corazón, con salida. Alguien le disparó, la muerte de Parker no fue un accidente, alguien lo mató y ese alguien pagará por ello. Vuelvo a abrazar el cuerpo de mi hermano y lloro como un niño pequeño.
Lo único que atino es a llamar a Ana. No puedo soportar nada de esto, es demasiado para mí y necesito escuchar su voz para darme fuerzas. Ella es mi única fortaleza ahora mismo. Al segundo timbre contesta preocupada.
—Nicholas, ¿tu hermano está bien? —pregunta.
Seco algunas de mis lágrimas.
—Ana, está… está muerto, Parker está muerto joder —anuncio casi sin poder hablar.
Los suspiros de Ana se escapan por el altavoz. Está tan perturbada como yo.
—Nicholas, yo… lo siento. Estoy aquí para ti, mantén la calma y no cometas ninguna estupidez, por favor —me pide en súplica.
Niego con la cabeza, no porque no vaya a cometer ninguna estupidez, sino porque no voy a pasar página y dejar todo asi, claro que no.
—No, Ana, a partir de hoy mi misión ha cambiado, los que le hicieron esto a Parker la van a pagar con sangre, y no pienso parar ni por ti, ni por nadie —sentencio convencido de mis palabras. Cuelgo dejando a Ana con la palabra en la boca, ya escuché lo que necesitaba escuchar de ella.
Entrecierro los ojos al ver una bala debajo del cuerpo de Parker, parece ser una 57 subsónica de un arma AR57, mayormente es utilizada por los carteles de drogas, pero está al alcance de cualquier ciudadano, la tomo y la guardo en el bolsillo de mi chaqueta para luego mandarla a analizar. Si descubro que el cartel de La Serpiente está detrás de esto, las calles de Raycott se teñirán de sangre y no quedará nadie vivo.
A partir de ahora mi misión será una cacería de asesinos. No mostraré piedad para los tipos que han derramado la sangre de mi hermano. Caerá uno a uno.
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