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14

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Ángel Morelos

Una vez dentro, recorro el camino hasta la sala de estar, la cual está decorada con globos y un cartel que pone "Feliz Cumpleaños" con patrón de telarañas (se nota el esfuerzo de alguien por hacer la casa divertida). Teo se encuentra hablando con una mujer bajita de pelo castaño oscuro rizado, quien por el parecido indica ser su mamá. Las otras personas presentes son Dahna y Carol que están jugando ajedrez... ¿no se les ocurrió algo mejor?

—¡Pórtense bien, muchachos! —dice la señora González antes de marcharse con prisa. A través de la ventana se puede ver como se aleja en un auto con el padre de Teo.

—¿Sucedió algo? —Trey se nos adelanta en preguntar.

—Parece que mi tío ha tenido un accidente de camino a Greyson.

—¿En serio? —suelto perpleja—. ¿Y está grave?

—Dice mi madre que solo tiene unas fracturas leves y que está consciente.

—Qué bien —agrego con alivio. Hablar de accidentes siempre me pone incómoda.

—¿Qué quieres hacer, Teo? —Orelle hace un cambio de tema y atrae la atención—. Después de todo, eres el anfitrión aquí.

—No lo sé...

El timbre nos interrumpe, Trey se va a abrir.

—¡Muchachos! —el cálido saludo que emite mi vecino me hace retroceder para echar un vistazo.

Dean y Víctor hacen su aparición estelar vistiendo de... Bueno, no estoy segura de qué son, parece que Víctor es Holmes y Dean es una especie de Watson extravagante.

—¡Ángel! —Dean se aproxima a mí con una sonrisa, admito que se ve bastante atractivo con ese traje—. Qué gusto que estés aquí. Te ves increíble.

—Gracias, tú igual —contesto con algo de vergüenza—. ¿De qué es el disfraz?

—Arsenio Lupin, mademoiselle —su respuesta viene acompañada de una reverencia y una sonrisa pícara.

No tengo la menor idea acerca del personaje, pero su presentación me hace sonreír.

—¿Acaso alguien estuvo tomando clases de francés?

—Es un buen alumno, Caperucita —interviene Víctor en su lugar.

—Me alegra que al final pudiesen venir —dice Trey—. Esto ya estaba medio muerto.

—Hubiésemos venido antes, sin embargo, nos costó un poco de trabajo salir de las garras de Stella. Ella también está dando una fiesta de Halloween y alguien le había prometido ir... —Víctor pausa su explicación para dirigirle una mirada no tan discreta a "Lupin".

—Ella es increíblemente insistente —se excusa Dean de inmediato—. ¿Lo saben, cierto?

Al parecer Stella no tiene muy buena reputación que digamos a juzgar por los ojos comprensivos en este momento.

—¿Bailamos, Sherlock?

La encargada del salón C, que no sé cuándo dejó su partida con Dahna, aparece de la nada y delante de Víctor con una mirada... intensa.

—¿Ok? —contesta el susodicho un poco confundido a su vez.

Los invitados comienzan a dispersarse por la casa. Trey pasa por mi lado y lo detengo sujetando la manga de su disfraz. ¿Ya dije que se ve divertidísimo vestido así?

—¿A dónde vas con esa cara, Pennywise? —No pierdo la oportunidad para molestarlo un poquito.

—Me voy a quitar esta cosa antes de que otra persona me vea así y termine de fallecer por sobredosis de vergüenza.

Su cara seria y su maquillaje alegre hacen un contraste épico. No puedo aguantar las ganas de reír.

—¡Pero te ves guapo!

—¿De verdad? —suelta con sarcasmo—. ¿Tan guapo que se te va a salir un moco de la risa?

Al final lo dejo ir porque no puedo soportar mis propias carcajadas. Orelle se acerca extrañada y me extiende un vaso con refresco.

—Pareces divertirte.

La Cenicienta a mi lado me habla con un tono que no había tomado antes para dirigírseme.

—¿Detecto celos en el aire o es mi impresión?

Su cara se enrojece y cambia de inmediato.

—¡Qué va! ¡Cómo crees!

—El payaso fue a cambiarse —le explico—. El traje le estaba dando alergia.

—¿Alergia? —repite con preocupación—. ¿Y está muy mal?

—¡Es una forma de hablar! —Rio ante la credulidad de mi acompañante—.  No le pasa nada al chico.

—¡Ah! Vale. Entiendo. Claro. Todo bien.

No sé si me está convenciendo a mí o a sí misma. Tomo un sorbo de refresco en lo que termina su verborrea.

—¿Sabes dónde está la cocina, Orelle?

—Está allá —contesta, apuntando con la mano.

—Ah, gracias.

Termino de beber lo que queda y al llegar a la cocina dejo el vaso en el fregadero. La encimera está llena de bolsas de caramelos y platos con otros snacks preparados, Teo no mentía respecto a la cantidad.

Estoy a punto a marcharme cuando comienzo a escuchar una canción; es distinta a la que están poniendo en la sala. Dirijo mis pasos hacia la puerta en la cocina que da al patio trasero. Al abrir me doy cuenta de que el espacio es pequeño y tiene varios arbustos alrededor. Me confunde no ver a nadie y que la música siga. ¿Habrán dejado una bocina en los arbustos?

Me acerco para revisar. En cuanto asomo la cabeza mis ojos se encuentran con unas cuencas blancas que me arrancan un grito. Retrocedo tan deprisa que termino cayendo sentada. Del arbusto sale una persona que rápidamente viene hacia mí.

—¡Soy yo! —dice, mientras se quita unos auriculares—. Tranquila, Ángel.

Todavía estoy un poco atontada en el suelo. La calavera de ojos blancos me ayuda a levantarme.

—¿Te hiciste mucho daño? —pregunta aún sosteniéndome.

El disfraz no termina de cubrir a quien está debajo, ya lo sé muy bien.

—No, solo me pegué en el trasero —respondo, soltando su mano para distancia—. Me diste un susto de muerte, Eiden.

Y de la nada comienza a reírse. ¡Se está riendo!

—¿De qué te ríes, malvado? —Su risa es contagiosa.

—Es que de muerte vengo vestido.

Y como si fuésemos otras personas o conocidos de siempre, reímos a la par.

Luego de unos segundos, respiro hondo para apaciguar la risilla tonta que me invadió e intento proseguir—: ¿De dónde sacaste esos pupilentes? Impresionan un poco.

—La verdad solo me puse este disfraz porque...

—Perdiste una apuesta con Teo —termino la frase por él. Su expresión se torna seria.

—¿Me estás leyendo la mente?

—¡No, no! —niego agitando las manos—.  Tu hermano mencionó algo parecido.

—Entiendo. —Asiente con la cabeza—. Entre el payaso y el esqueleto creo que salí ganando, aunque ninguno escapó del maquillaje.

A diferencia de Trey, Eiden tiene la cara pintada de negro con el diseño de calavera en blanco. Lo que más permite reconocerlo es el cabello castaño que sobresale de la capucha de su sudadera.

—¿Y por qué está aquí afuera, señor Muerte?

—No me gustan los lugares concurridos, Caperucita.

¿Por qué suena tan bien ese apodo saliendo de él? Bueno, bueno, Ángel...

Desvío la mirada y alejo los pensamientos inútiles antes de continuar—: ¿Llamas a eso concurrido?

Sabe que tengo razón, así que elige otra respuesta—: No tendría mucho que hacer adentro.

—Podrías comer.

—Podría —repite, inclinando la cabeza como quien considera.

Nuestra plática termina cuando un bullicio nos distrae. No pierdo tiempo en entrar para averiguar. 

—¿Dónde te habías metido? —Orelle se apresura en venir hacia mí con una expresión seria.

—¿Qué es lo que sucede?

—Resulta ser que Stella no pudo mantener a Dean en su fiesta y decidió traer la fiesta a Dean.

—¿Quieres decir que...?

—¡La casa está llena de gente!

Doy un rápido vistazo alrededor y me percato de que ya ni siquiera estamos solas en la cocina. Personas desconocidas para mí circulan por la casa como si nada.

—¡¿Está la escuela entera aquí o qué?! —me veo obligada a gritar porque la música suena muy fuerte.

—¡Más o menos! —la voz aguda de Orelle ensordece aún más que el mismo audio.

Es inevitable que mi primer pensamiento sea que este barullo no le va a hacer mucha gracia a la señora González cuando regrese.

—¡Busquemos a Teo! —le digo.

—¡¿El qué?!

Agarro el brazo de la sorda Cenicienta y me abro camino entre los adolescentes fiesteros que bailan y se atraviesan.

—¡Teo! —comienzo a llamarlo—. ¡Teo!

—¡Mira! —Orelle llama mi atención hacia el sofá, en donde se encuentra el pirata de cumpleaños.

—¡Teo! —me acerco a él y casi al instante un olor a alcohol me golpea la nariz—. ¡¿Estás borracho?!

—¡Chicas! —Intenta levantarse, pero por falta de equilibrio vuelve a tumbarse—. ¡Q-Qué gu-gusto!

—¡¿Cómo terminaste así?!

La respuesta es un tanto obvia. La verdadera pregunta es ¡¿cómo diablos se emborrachó tan rápido?!

—¡Unas princesas tenían bebidas de coloooores!

Si esta no fuese una situación delicada, me estuviese riendo de su actitud vacilona. Sí que se parece a Jack Sparrow ahora.

Mi amiga rubia se pone frente a él e intenta ser de muleta para levantarlo.

—¡Cenicieeenta! —Una sonrisa ingenua atraviesa su cara casi toda cubierta por la peluca—. ¿Tú también trajiste algo de beber?

Orelle deja caer a Teo en el sofá y me mira sin gracia alguna antes de articular—: Necesitamos ayuda.

Observo a mi alrededor otra vez buscando caras conocidas. ¿Dónde se meten cuando se necesitan? A quien único veo es a la causante de este embrollo, desfilando su modelito de Cleopatra.

—¡Hey, tú! —la llamo, pero como no parece escucharme la agarro del brazo y la atraigo hacia nosotros.

Stella me dedica una mirada de arriba a abajo un tanto grosera.

—¿Cuál es tu problema, pequeña?

¿Me acaba de decir pequeña? ¿A mí? ¿A mi 1.63?

—¡¿Mi problema?! —escupo indignada—. ¡¿Qué hace toda esta gente aquí?! ¡¿No podías con todos en casa?! ¡Sácalos por donde mismo los entraste!

—¡¿Y quién te has creído tú para darme órdenes, chiquilla?!

—¡Alguien que no anda detrás de un chico que ni siquiera quiere verla!

Stella no pierde tiempo y me empuja. Al no estar preparada, pierdo el equilibrio y caigo en el suelo. ¡Segundo golpe en el trasero de la noche!

—¡Ahora verás!

Con un impulso primitivo me levanto y jalo su cabello rizado. Cuando nuestras miradas se encuentran le digo—: ¡¿Ya no me ves tan pequeña, verdad?!

—¡¡Loca!!

Stella y yo comenzamos a forcejear hasta que Orelle la aparta y alguien más me abraza por detrás, llevándome a rastras hacia la entrada.

—¡¡Suéltame!! —chillo molesta y me remuevo hasta que me libera. Volteo más cabreada todavía.

—Cálmate, fiera —dice, mirándome con sus bonitos ojos avellana.

—Te desapareces por un montón de días y ahora te presentas como si nada, ¡y encima de eso me tengo que calmar!

Al parecer la molestia en mí no desaparece, se transforma.

—Vale, entiendo que estés enojada.

—¡¿Enojada yo?! —Abro los ojos de par en par—. ¡Ni siquiera me hagas ir por ese camino!

Nos quedamos unos minutos en silencio. Yo porque espero a que me diga cualquier cosa con tal de seguir discutiendo y él que se queda callado solo porque sí y continúa observándome, como se me analizara.

—¿Qué me ves? —suelto, irritada hasta por ese simple hecho.

Eiden sonríe sin despegar los labios y camina lentamente hasta acortar la distancia. Me quedo paralizada cuando se acerca a mi oreja y susurra—: Te ves linda cuando estás furiosa.

¿Enojo? ¿Qué es? ¿Se come?

Seis palabras que me han dejado en un estado entre atontada y perpleja... ¿estaré drogada?

—¡Oye! —la voz de Orelle me devuelve a la realidad—. ¿Ya te calmaste?

—S-Sí, claro —contesto torpemente.

—Bien, porque tenemos a un cumpleañero borracho y a mucha gente que sacar.

—¿Qué pasó con Stella? —pregunto intrigada.

—Se acomodó el cabello y se marchó bastante molesta. Pero pienso que le venía bien esa sacudida.

Sin duda, no fue mi momento más digno.

—Buscaré a Trey para ver si calma los ánimos —avisa Eiden, pero lo interrumpo.

—Tengo una idea.

***

Era de esperarse que después de desconectar el equipo de música se escuchara la reacción decepcionada del público. Sin el permiso del dueño de la casa (porque está como que fuera de servicio), me subo sobre una silla para gritar—: ¡La fiesta terminó por hoy!

Mi comunicado parece haber funcionado, pero todo avanza muy lento para mi gusto.

Bajo de mi pedestal y conecto de nuevo el equipo de música para vincularlo a mi teléfono. Procedo a abrir la aplicación de tonos que en mi vida iría a usar, según dije en el pasado cuando Josh la instaló, y reproduzco el de la sirena de policía. Es impresionante como la velocidad de evacuación aumenta con este pequeño detalle.

—¡Ángel! —llama Orelle que entra corriendo—. ¿Tu gran idea era llamar a la policía?

Cuando ya todos los invitados/no invitados se retiran, o al menos la mayoría, apago el equipo y le contesto a mi compañera—: Más bien, fingir que lo hice.

—Sí que estás loca —agrega riendo.

—Me lo dicen bastante seguido.

Eiden, Dean y Víctor entran a la casa también y se quedan contemplando a Teo, quien está tirado roncando en el sofá.

—¿Se puede saber dónde diablos estaban ustedes? —cuestiono a los dos aparecidos.

—Yo estaba con una señorita, afuera —comienza a explicar Víctor.

—Y yo nunca me fui realmente, solo me mezclé con la multitud.

—¿En serio? —Le dedico una mirada a Dean levantando la ceja—. ¿Entonces dónde estabas cuando por poco dejo calva a tu novia?

—¿Qué? —sueltan ambos al unísono.

El timbre suena, dos veces. Automáticamente intercambiamos miradas sorprendidas que solo tienen detrás un pensamiento: ¿Llegó la señora González?

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