10
Ángel Morelos
—¡Porque yo ni me sé el nombre de esa chica! —responde finalmente—. ¿Cómo le puedo dar consejos si ni siquiera sé sus gustos?
—¡Pues entra ahí y pregúntale! —exigo y lo empujo hasta la puerta de la habitación.
—¿Crees que puedes obligarme? —suelta con su típico tonito molesto y voltea a verme con la mirada de hielo.
—¿Vas a ponerme una demanda? —imito su voz y él pone los ojos en blanco.
Aprovecho y toco rápidamente la puerta. Entonces se vuelve a voltear con... ¿pánico en el rostro? Eiden intenta escapar pero yo apoyo mis dos brazos contra la pared y lo aprisiono entre ellos.
Ambos comenzamos un intensa lucha de miradas que se ve interrumpida por la puerta abriéndose.
—¡Hey, enano! —Le sonrio, despegando mi brazo derecho para mantener más distancia de mi compañero de clase.
—¿Acabaste? —Josh le pregunta al chico junto a mí y este asiente.
Mi hermano lo agarra de la manga para volver a entrar y Eiden, a su vez, me toma a mí por la muñeca.
Terminamos entrando todos en el cuarto.
—Mi hermana no —le dice, sin dirigirme la mirada.
No sé si sentirme ofendida.
—Tu hermana está preocupada por ti y estará dispuesta a apoyarte en cualquier circunstancia.
Sus palabras se escuchan peculiarmente sinceras, pero sé que no quiere quedarse aquí solo con el enano así que ni hago mucho caso.
—Bueno, está bien...
Josh suspira dándose por vencido y pasa entre nosotros para cerrar la puerta. Luego, toma asiento en la cama.
—No me duele el estómago —confiesa cabizbajo.
Eiden y yo intercambiamos miradas.
—Es que... —sus palabras comienzan a disminuir el tono y ser incomprensibles.
—Puedes decirlo, Josh —intento animarlo.
Él toma un momento para revolverse el cabello y respirar hondo. Vaya que esto se vuelve incómodo.
—Es Rosly.
Pestañeo dos veces y vuelvo a mirar a Eiden, quien solo levanta los hombros con el mismo desconcierto.
Más incómodo aún.
—¿Y quién es Rosly?
—Una chica de mi salón —me responde, con la mirada en el suelo.
¡A mi hermano le gusta una chica! ¡Ah! ¡Lo dijo! ¡Qué emoción!
Eiden se aclara la garganta para sacarme de mi estado de euforia interna y me hace señas con los ojos para que continúe. Se ve gracioso, pero no debo reír en este momento.
—¿Has pensado en decirle que te gusta?
Como si la última palabra sonara igual que "fuego", Josh se despega del asiento y camina alrededor de la habitación.
—¡¿Estás loca?! —Me mira con los ojos casi apunto de salirse—. ¡¿Cómo puedes decirle eso a alguien que conoces de hace unos días?!
—Bueno, abres la boca y dejas que las cuerdas vocales se encargen de decir: "me gustas".
Ambos chicos me miran severos.
—Las personas, a veces, deberían dejar de hacer un gran lío por todo y simplemente hacer lo que los hace felices.
Y me sorprende que yo misma lo diga, porque es un consejo que he intentado seguir por mucho tiempo sin éxito.
—No puedo hacer eso, hermana —Josh se niega rotundamente—. La razón por la que traje a Eiden en primer lugar fue para que me dijera como hacer que me... "des-guste".
—¿Qué? —soltamos al unísono.
—Estoy seguro que será mejor así. ¿Cierto, Eiden?
Él mira a Josh con los ojos de plato y luego se gira hacia mí. Lo fulmino con la mirada para que ni se le ocurra acceder.
—¿Qué tal si... intentas ser su amigo?
Mi hermano se agarra del mentón, parece considerarlo.
—No lo creo.
—¿Por qué? —intervengo impaciente.
—Ella es popular y linda. Siempre está rodeada de amigos. Probablemente ni sepa que existo. Es mejor dejarlo de esa manera.
—¡Josh! —Me levanto y le jalo la oreja.
—¡Eiden, ayúdame! —pide y este me agarra de la cintura para separarme del enano.
—¿También quieres morir? —le suelto a su improvisado guardaespaldas sin una gota de gracia y él levanta las manos en señal de paz mientras retrocede unos pasos.
—¿Y esto por qué ahora? —se queja mi hermano en lo que se soba la oreja.
—Eres el niño más inteligente, divertido y lindo que he visto. No lo digo por ser tu hermana. Si no eres capaz de notarlo entonces yo te daré mil jalones de oreja hasta que lo entiendas. Estoy segura de que Rosly dirá lo mismo si le das la oportunidad de conocerte.
Josh se queda en silencio por unos instantes. Luego levanta la vista y agrega con una mueca—: ¿De verdad me darás mil jalones?
Quiero reír pero me contengo.
—Por supuesto.
—¿Pero qué puedo hacer yo para atraer su atención? —lanza la pregunta al aire con los brazos extendidos dramáticamente.
—Bueno, Josh, podrías ser su amigo sin presentarte directamente.
Ambos pasamos la atención a Eiden. Me sorprende que haya tomado partido.
—¿Cómo? —mi hermano inquiere lo que yo también me pregunto.
—¿Has oído sobre los amigos secretos? —Josh niega y él prosigue—: Son amigos que te mandan cartas o regalos, pero no revelan su identidad.
—¿Ah, sí?
—Yo creo que es una gran idea, hermano.
La calabaza vuelve a caminar en círculos por el lugar y después se gira hacia nosotros.
—Creo... que sí podría hacer eso.
Una sonrisa aparece en mi rostro enseguida.
—¡Así se habla, calabaza! —Y me acerco para sacudir sus cabellos.
—¡Cariño! ¡Eiden! ¿Están aquí?
Nos vemos interrumpidos por los llamados de mi abuela del otro lado.
—¡Sí! —me encargo de responder—. ¡Ahora vamos!
—Nos vemos, amigo —Eiden se despide de Josh y este hace lo mismo.
Una vez afuera, nos vemos sometidos ante la mirada inspectora de Ana Morelos. Eiden ni siquiera demora y se apresura a la sala. Yo le sigo.
—Aquí está —le dice mi abuela mientras le pasa el pastel en una caja.
—Gracias, señora Morelos.
—Te acompaño a la salida —informo y él se limita a asentir.
Caminamos en silencio, aunque no es incómodo, y luego abro la puerta para que salga.
—Oye, Eiden —lo detengo antes de que se vaya.
—¿Qué?
—Gracias por ayudarme con mi hermano hoy.
—No hay problema. —Y me parece ver una pequeña sonrisa en su rostro.
Tal vez son imaginaciones mías.
—Adiós, Ángel.
Es la primera vez que lo escucho decir mi nombre de una manera... ¿casual? Como si nos conociésemos de siempre.
—Nos vemos, Eiden.
Y me quedo observándolo mientras se marcha, hasta que desaparece.
***
Estoy en mi vieja escuela. No hay nadie en el pasillo. Camino rápidamente, inquieta. Mi cabello choca contra mis brazos. Está suelto y me llega hasta la cintura. Me apresuro buscando algo, o alguien. Pero siento que me tropiezo. Pierdo el equilibrio y no caigo solo porque una mano me sujeta.
Vuelvo mi posición y levanto la vista.
—¿Qué estás haciendo aquí, Eiden?
Lleva su gorra y una ropa negra que le combina. Me dirige una mirada inmutable, desinteresado.
—Podría preguntarte lo mismo, Morelos. Aunque no me hace falta.
—¿Qué estás diciendo? —inquiero ceñuda—. ¿Me lees la mente ahora o qué?
Una sonrisa, llena de sorna y malicia, es lo que obtengo como respuesta.
Siento un escalofrío recorrerme por la espalda. Trago grueso.
—¿Cómo?
—Nunca serás como ella.
De pronto, todo a nuestro alrededor comienza a derrumbarse; cayendo en un extraño vacío oscuro que solo no nos engulle todavía.
—Deja de engañarte. Lo sabes en el fondo. Eres débil.
Mis ojos se pierden mirando alrededor y el pánico me invade. No quiero caer.
A Eiden no parece afectarle. No se mueve. Cuando el suelo bajo nuestros pies también desciende, me sorprende no haber caído. En ese instante, el chico frente a mí se aproxima y me susurra—: Y estás haciendo todo lo que hipócritamente negaste.
Y me empuja.
—¡¡No!!
Me despierto de un sobresalto. Mi pecho sube y baja con rapidez. Alejo las sábanas y me levanto. Abro la ventana y dejo que el viento frío de la madrugada golpee mi rostro.
—Solo fue un sueño, Ángel —murmuro por lo bajo.
Tomo el teléfono en la mesita y chequeo la hora. Son las cinco de la mañana.
Me calma ver la calle vacía y la tranquilidad que refleja. No hay ruido. La luz de la habitación de mi vecino está apagada, tampoco es que no me lo esperase.
Pretendo cerrar la ventana cuando veo algo que me inquieta.
—¿Quién demonios sale a correr a las cinco de la mañana en Greyson?
Ni siquiera puedo ocultar la perplejidad en mi voz. Y más cuando esa persona parece ser un chico y lleva una sudadera negra con capucha. ¿Será... ?
Agarro un vestido del clóset y me quito el pijama tan rápido que casi me caigo. Corro al baño, me echo agua en la cara y me cepillo los dientes para evitar un homicidio por aliento mañanero. ¿El cabello? Apenas me paso la mano para ajustarlo. Me deslizo por la baranda de las escaleras, ingenuamente pensando que voy agilizar algo. Esta vez si me caigo. Ahogo el quejido que quiero soltar por el daño que me hecho en el trasero.
Eso me pasa por chistosa.
Tomo las llaves de la cocina y saco solo la de la puerta del llavero. Abro despacio, intentando que se oiga lo menos posible de mi escapada, y vuelvo a cerrar una vez afuera. Meto la llave en mi sostén porque no tengo bolsillos. Clásico.
La tranquilidad del lugar ahora se siente perturbadora desde aquí abajo.
Es que no sé en qué momento me voy a encontrar a alguien más y probablemente me dé un susto mortal.
Pero bueno, aún así continúo.
No veo a nadie ni oigo nada. ¿Por qué no le llamé para verificar que fuese él en primer lugar?
—Ay, rayos... —suspiro decepcionada cuando palmeo mis costados (al parecer, aún no comprendo que no tengo bolsillos) y me doy cuenta de que dejé mi teléfono en el cuarto. Cosas de gente medio-dormida.
Reconsidero mi estancia aquí afuera y me decido a volver. Solo me detengo abruptamente cuando escucho unos pasos a mis espaldas.
«¿Ángel?»
Y volteo. El encapuchado y yo sostenemos el contacto visual con perplejidad. Él se quita los audífonos mientras mantiene el entrecejo arrugado y yo sonrio. Creo que lo hago porque en los momentos incómodos me da risa todo.
—¿Q-Qué haces afuera tan temprano?
—Podría preguntarte lo mismo, Morelos.
Son las palabras que dijo en mi sueño, pero al mismo tiempo son diferentes. Esta versión de Eiden agitado y confundido me inspira más tranquilidad.
¿Por qué lo soñaría tan... maligno?
—Eso no es una respuesta, Myers.
—¿Si sabes que estoy corriendo para qué lo preguntas? Hablas demasiado.
—Tú también.
—¿En serio? —Su ceja derecha se eleva con incredulidad.
—Sí, solo que para ti mismo.
Y su semblante cambia. Parece molesto.
—Ya me voy.
Mi vecino vuelve a ponerse los auriculares y reanuda su trote. Cuando pasa por mi lado salgo detrás suyo.
—¡Espérame!
Pero sabe Dios a qué volumen tiene la música que continúa su marcha sin detenerse. Es más rápido que yo.
Con mis cortas piernitas voy siguiéndolo un buen trecho hasta que pasamos por un lugar que me corta el aliento. Y también me da una propulsión increíble que me hace alcanzarlo llamada: miedo.
—¡¿Pero qué haces, loca?! —se queja de inmediato, producto al enganchón que me di a sus hombros, obligándolo a detenerse.
—¿Eso qué es?
Eiden desactiva la canción que venía escuchando y me mira aún molesto.
—Una casa fuera de servicio.
Mi ceño se frunce al instante.
—¿O sea que es la típica casa abandonada y tenebrosa que hay en los pueblos?
—Ángel —su tono de suaviza, probablemente intentando mantenerse cordial—, es solo una casa en donde no vive nadie actualmente y está a falta de mantenimiento. Nada más.
—¡Vamos, Eiden! Esos árboles le dan un aspecto lúgubre y tal parece que un fantasma saldrá en cualquier segundo.
—Como sea.
Adiós a lo cordial. Eiden me vuelve a dar la espalda.
«Qué ideas más tontas tiene.»
Sin embargo, sujeto su manga. No se me va a escapar de nuevo.
—¿Qué pretendes?
Me mira de arriba a abajo como descifrando mis motivos.
—¿Vamos? —propongo, mostrando lo que mi hermano llamaría "una cara de perrito timador".
—No voy a irrumpir en propiedad privada.
—¡Dijiste que está abandonada!
—Eso lo dijiste tú. Además, ¿quién sabe si algún vagabundo está adentro?
Esa idea no me hace mucha gracia, la verdad. Pero la curiosidad me sigue superando.
—¿Aunque sea me acompañarías a acercarme?
Eiden se queda en silencio, e incluso hay un rarito silencio mental, lo cual no debería parecerme raro pero... somos nosotros, los anormales.
—¿Si lo hago me dejas tranquilo?
Yo asiento repetidamente con la cabeza y él suspira rendido.
—Vamos.
Dejo que vaya adelante porque, aunque deseo averiguar, no soy tan valiente.
La casa no es tan grande, sin embargo, llama la atención la madera negra que compone la estructura y los grandes árboles que la cubren. No se nota tanto de lejos. Pero es imponente. La casa tiene presencia de por sí. No sé cómo explicarlo con exactitud.
—¿Estamos lo suficientemente cerca? —cuestiona mi frustrado acompañante cuando llegamos a la cerca que la rodea. Yo me adelanto hacia la puerta de esta y cuando la toco...
—¡Joder! —Retrocedo de un brinco cuando se abre sola.
—¿Miedo a los fantasmas, Ángel?
Es como si quisiese burlarse, pero aún así se mantiene serio.
—¿Y tú?
«Solo a algunos vivos.»
Entonces, lentamente camino hacia la puerta de la casa.
—¿Qué haces? —me susurra.
—¿Entrar?
Sigo caminando, ignorando sus quejas.
—Deberíamos irnos.
—¿Miedo a los fantasmas, Myers?
—Hablo en serio.
—Ay, ya. Solo es un momento, no sé porque...
Y un sonido, unos pasos que aplastan las hojas secas que cayeron de esos retorcidos árboles a nuestras espaldas, interrumpen. Cuando volteo...
—Oh, Dios mío.
N o t a
I'M BACK BITCHES
¿Me extrañaron? ಡ ͜ ʖ ಡ
Sí, ya era hora de actualizar estooo.
¿Qué les pareció? No hay taaantas cosas interesantes, I know. Pero bueno, sorry :")
Y también lamento la demora ༎ຶ‿༎ຶ he tenido mis problemitas.
Todos sus comentarios son bienvenidos. Gracias por leer esta historia, su apoyo significa mucho para mí❤️.
¡Viene una sorpresita! Nos vemos en el próximo capítulo ;)
Cuídense mucho😷👋
XOXO.
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