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06

Eiden Myers

Llego a la escuela más tarde de lo usual —intentando retrasar la jornada que me espera— y me dirigo al salón sin encontrarme con casi nadie por el pasillo. O más bien: ignorando a todos en el pasillo. No me sorprende que Dahna y Carol sean las únicas presentes ni que los otros no hayan llegado todavía. Montón de adolescentes perezosos con alergia a la escuela. Aunque yo no soy tan diferente en ese aspecto.

—Buenos días, Eiden —me saluda la jefa de grupo y yo correspondo con un asentimiento—. ¿Sabes que no puedes andar con gorra en clase, cierto?

No la culpo por hacer su trabajo. Pero tampoco puede culparme si me resulta un poquito irritante.

—No te preocupes, Carol. Cuando comience la clase, no estará. —Y agarrando mi gorra por la visera para hacer otro asentimiento, procedo a sentarme.

Mi puesto se encuentra junto a una de las ventanas. Desde ahí, puedo ver la entrada y parte de sus escaleras también.  Me siento y quedo observando a los demás. Todos jóvenes con diferentes características y pensamientos. Principalmente lo último. He tenido la oportunidad de descubrir a muchos. O el maleficio. A veces pasa sin mi consentimiento. A veces... se sale de control.

Apoyo el codo en la mesa y descanso la mejilla izquierda en la palma de mi mano. Mis ojos caen al instante sobre las cabezas negras que vienen llegando: Don Galante y Karma Andante. Una pareja sin igual. Pero lo único que me sugiere es que el martirio está en cuenta regresiva. Tic tac, tic tac. El reloj en el centro del salón sigue marcando los segundos que me quedan antes de que entre en escena mi "querida" compañera. Aunque está hablando muy a gusto con Dean. Dejaré mis esperanzas en Don Galante para que se siga distrayendo.

—Hellooo! —Volteo a ver y ahí está Teo. Comparado conmigo, él es una fiesta con piernas. Siempre de buen humor... hasta que alguien se meta con él.

—Hola —digo, dejando caer mi espalda en la silla—. ¿Qué tal todo?

—Yo estoy bien, amigo. Pero dime... ¿acaso comiste de esas chimichangas de la vieja Ruth? ¡Te advertí que tenían brujería! A esa señora le hace falta un exorcismo...

Me quedo perplejo al principio. Luego caigo en cuentas de que se refiere a mi supuesta indigestión.

—No comí nada que la señora Ruth hiciera —respondo con obviedad, solo un lunático aceptaría las cosas provenientes de la casa de los espíritus de Greyson—.  Solo fue un malestar provocado por...

¿Por qué cosa? ¿Qué digo?

«¿Habrán sido esas galletas que Trey compró? Sospechaba que estaban vencidas.»

—Las galletas de Trey —completo con disimulo—. Me parece que fueron esas.

—¡Lo sabía! —exclama Teo—. Justo pensé en eso ahora.

Y que lo digas, amigo.

—¿Le dijiste de mi problema a la profesora Méndez? —inquiero para saber si debo ir a la cátedra de los profesores a dar mi mejor discurso.

—Claro, y ni siquiera me pidió papel de médico. Es por tu buena reputación —explica, dándome dos palmaditas en el hombro.

No obstante, ninguna reputación me salvó ayer de la gran plática acerca de hermandad que Trey me dió solo por hacerlo creer que salí para la escuela cuando en realidad me quedé todo el rato en el ático esperando a que se marchara.

—¡Buenos días! —Teo se desvía para saludar a quién sabe quién (no sé como no le cansa ser tan amigable) y yo permanezco inmutable.

Hay muchas cosas que aún no he comprendido sobre Ángel. Y sobre mí mismo. Me parece que nuestro problema es provocado por mí... ¿Pero por qué?

—¡Buenos días, Ángel! —De todos los saludos de Teo, este es el único que me hace prestar atención.

Allí está ella. Con su cabello azabache recogido en una coleta alta, sin aretes o rastros de maquillaje en su rostro pálido. O le gusta ser natural o le da mucha pereza arreglarse demasiado. Apuesto por la última.

—Buenos días, Teo. —Veo de reojo que le sonríe y luego camina en mi dirección—. Y buenos días para ti también, Eiden.

Por su mirada de hielo, apuesto también que ha comenzado la "compartición de pensamientos". ¡Qué maravilla!

—Sigue apostando por lo obvio, Myers —murmura, poniendo su mochila en el espaldar del asiento frente a mí.

¡Oh! ¿Así que me toca sentarme atrás de Karma Andante? Fabuloso. ¿Alguien podría darme una soga?

—¿Podrías mirar a un punto fijo y despejarte un poquito? —Tercera vez que Ángel se voltea y ni siquiera ha comenzado la clase.

—Sugiero que tú también te relajes porque, si sigues así, no podremos ni terminar el día. ¿Está bien, compañera? —Doy dos palmaditas en su hombro que le darán un breve tiempo de paz y ella suspira antes de acomodarse.

Sí, será un día largo...

***

¡Tres clases y sigo vivo! La tercera fue gimnasia, así que tomé una buena distancia de la pequeña "sabelotodo" y nos evité una hora más de incomodidad. Resulta ser que la supuesta conexión se debilita cuando estamos a unos quince metros de distancia.

Desde que la clase acabó y comenzó el recreo no la he visto. ¿A dónde habrá ido esa loca? Pero no es mi problema, no me molestaré en averiguarlo.

—¡Hermanito! —Trey me asalta por la espalda y rodea mis hombros con su brazo.

—¿A qué viene el alboroto? —suelto neutral.

—¡La cuñada, pues!

Hago contacto con sus ojos divertidos y pongo los míos en blanco.

— Trey, tengo muchos problemas ahora como para estar aguantando tus payasadas. —Me suelto de su agarre y camino en dirección a las escaleras.

—Vamos, E, no te estreses —pide detrás de mí—. Ambos sabemos lo que la alteración te provoca.

—Entonces, no me alteres más de lo debido.

—Voy a asumir que tus malas pulgas hoy se deben a que has estado al descubierto con ella. ¿Es incómodo, cierto?

—Hay gatos en la casa —digo casi en un susurro y me volteo para mirarlo fijamente.

—¿En la azotea o en el patio? —cuestiona, sin despegar su mirada de la mía.

—Azotea.

—Será mejor que le avisemos a mamá.

Trey y yo nos alejamos de las escaleras caminando hasta llegar a la otra punta del pasillo.

—¿Qué era? —inquiere cuando nos detenemos.

—Sohan.

—Siempre es ese tipo. —Resopla, negando con la cabeza—. ¿Qué hacía esta vez?

—Anotaba en su cuaderno de "anomalías". —Hago comillas intencionales con los dedos.

—Ya es el colmo, voy a encargarme.

Trey me da la espalda y comienza a caminar con rapidez.

—Oye, oye, tranquilo. —Agarro su brazo y lo detengo—. No puedes ir por la vida golpeando todo lo que te molesta.

—¿Y quién dijo que voy a golpearlo? Se lo quitaré sin que se dé cuenta.

—No, Trey, no lo harás —sentencio con la autoridad que mis trece segundos de nacimiento previo me otorgaron.

—Puedo hacerlo, Eiden —replica con la disposición en su mirada. Pero querer no es suficiente.

—¿Recuerdas lo que pasó la última vez?

Mi hermano se rasca detrás de la nuca, la inseguridad zurca su rostro por un segundo.

—¿Cómo puedes estar seguro de que volverá a ocurrir? —suelta por fin.

—¿Cómo puedes estar seguro de que no?

Mis palabras lo hacen desistir de momento. Trey resopla y se apoya contra la pared.

—Mantén un perfil bajo, ¿ok? —le pido de favor—. No necesitamos más problemas.

—Está bien.

El timbre resuena por todo el lugar y los estudiantes se movilizan rápidamente. Trey se adelanta y yo me quedo deambulando por el pasillo por un instante más.

Veo a Ángel despedirse de la chica que tiene un crush con Trey. ¿Quién diría que mi vecina tiene más amigos en el salón A? Se acerca y me pasa por al lado sin siquiera mirarme. ¿Acaso pretende ignorarme?

Camino detrás de ella hasta que tomamos asiento. No sé cómo pretende ignorarme pero es un intento valiente.

—Buen día, estudiantes. —La profesora de inglés entra con suma elegancia al salón. Ropa de marca, tacones altos, pelo arreglado y uñas postizas perfectamente perfectas. No entiendo el porqué de tanto arreglo si solo viene a impartir clases.

En lo que la instructora refresca los contenidos de la última lección, mi atención se desvía a mi compañera de enfrente. Tiene la coleta casi deshecha y una pose cansada. En cierto punto la compadezco porque sé lo que se siente escuchar los pensamientos de otros en contra de tu voluntad. Me pregunto si escucha todo lo que pienso o solo pequeñas partes. Pero no puedo averiguarlo por mi cuenta. Resulta gracioso que yo sea el más desventajado de los dos. Ángel es la única persona a la que no he podido "acceder" y, en cambio, ella tiene acceso a mí todo el tiempo. Por eso es un "karma andante".

Intento "despejar" mi cabeza como ella me pidió y concentrarme en la lección. Me dedico a leer en silencio como el resto de la clase.

Todo bien hasta que ella comienza a... ¿qué rayos está haciendo?

Sin despegar totalmente la vista del cuaderno, la observo de reojo. Ángel se está echando hacia atrás en el asiento. Cada vez inclinándose más. Su mano empieza también a buscar algo. No obstante, mantiene la vista al frente, como si vigilara a la profesora Fergus. ¿Qué intentas hacer, chica extraña?

A partir de ese momento, todo ocurre muy deprisa: Ángel se echa tanto hacia atrás que pierde el equilibrio. Cae de espaldas al suelo y sus piernas quedan arriba. Su falda se levanta. Mis ojos alcanzan a ver parte del mini short azul que tiene debajo antes de cerrarse. Y siento una mano que agarra con fuerza mi tobillo.

—¡¿Señorita Morelos?! —La profesora Fergus taconea hasta ella desconcertada y la ayuda a ponerse de pie—. ¡¿Qué pasó?!

—Me caí —responde Ángel con simpleza, levantando los hombros inocentemente. El resto del salón ríe por lo bajo.

—¿Se hizo daño? —La maestra parece más asustada que la misma Ángel. Supongo que es por todo el ruido que provocó la silla al caer.

—Lo más fuerte fue el impacto de mi cabeza contra el suelo, pero en lo demás estoy bien —explica, y siento cierta...¿calma?

No, yo no estaría preocupado por alguien que apenas conozco. Me da igual hasta si se parte la cabeza contra la pared. No es mi asunto.

—Lo siento, profesora. —Su voz me hace volver a la realidad—. Por favor, continúe.

Ángel vuelve su silla a su lugar y se sienta. La lección termina unos diez minutos después y el timbre reafirma su final.

Hay entre cinco y ocho minutos de intervalo entre clases. En ese breve tiempo, los alumnos se desordenan o salen. Justo en ese momento, Ángel sale disparada hacia afuera.

No sé porqué pero voy detrás de ella. La persigo hasta que se detiene frente a los baños y voltea a verme. Es la segunda vez que nos vemos aquí. Pero, afortunadamente, es del otro lado.

—Eres insoportable —suelta sin más, con los ojazos verdes clavados en los míos.

—Ok, soy insoportable —repito y asiento con la cabeza.

Ángel, cabreada, acorta la distancia entre nosotros; acercándose hasta quedar cara a cara. Nadie me había mirado con tanta molestia antes.

—¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? ¿Qué hice? ¿Por qué tú? ¿Por qué nosotros? —Las palabras comienzan a dejar su boca de manera rápida y casi incomprensible—. ¡¿Por qué?! ¡¡Me estoy volviendo loca!! No puedo concentrarme en nada. No me dejas concentrarme en nada. No puedo, Eiden... —Ahora, sus ojos se ven desesperados y parecen cristalizarse—. No sé que hacer al respecto. ¡¿Tú puedes hacer algo al respecto?!

Se me queda mirando con expectativa. Yo estoy tan contrariado que no encuentro respuesta.

—¡¿Por qué no haces nada tú?! —Sus manos empujan mi pecho y luego agarran mi camisa—. ¡¡Tú sabes más que yo después de todo!! Arriba, ¡vamos, señor X-Men! ¡¡Muéstrame qué puedes hacer!!

Las palabras de Ángel se atropellan y mezclan en mi cabeza. ¿Estoy enojado? ¿Estoy triste? ¿Cómo se supone que deba reaccionar? Estoy en blanco. Mis ojos no la abandonan. Ella sigue frente a mí, cabizbaja. Sus puños cerrados todavía estrujan mi ropa.

¿He podido hacerle daño a una persona sin notarlo?

Mis manos viajan hasta las suyas y las envuelven, su agarre se deshace y caen. Ángel levanta la cabeza lentamente. Sus ojos son universos independientes, complejos y vastos. Pero en este momento se ven confusos, perdidos.

Hago a un lado los cabellos negros que cubren su rostro, acariciándolo en el acto. Ella permanece inmutable, pero deja caer sus párpados. Mis palmas se detienen sobre su cabeza y me inclino hacia ella. Su pelo huele a frutas. No sé lo que estoy haciendo, pero tampoco lo detengo. Siento que ahora contengo mi respiración. Mis ojos se cierran y mis labios rozan su frente. Imprimo un pequeño beso y me separo lentamente. Ambos abrimos los ojos simultáneamente y conectamos miradas por eternos segundos.

—¡Oigan, ustedes dos!

La voz de Teo nos hace espabilar.

—Los estaba buscando, la clase está a punto de comenzar —agrega. Ángel me echa un vistazo pero yo, incómodo, evito sus ojos.

—Ok, vamos. —Y sin dirigirme palabra, pasa junto a mí para ir detrás de Teo.

No me queda más que seguirlos... pero quisiera que la tierra me tragara en este mismo momento. Es mejor no pensarlo. Es mejor no pensarlo. Es mejor no pensarlo...

N o t a

Besitooooo🙈💓

¿Qué les pareció? Les debo doble actualización antes que se acabe la semana, I know.

Dejen aquí la anécdota de cuando pasaron vergüenza en el aula como Ángel(☞ ͡° ͜ʖ ͡°)☞

No mientan, yo sé que algo les ha pasado. Tengo telepatía.

Eiden: Tu mente no opina lo mismo.

¡Cállate! Me arruinas el suspenso, hombre.

Bueno... ¡nos vemos! O nos leemos XD *le mandan una chancla voladora para que se baje del escenario*. ¡¡No a la violencia!!

Gracias por leer❤️. Cuídense mucho😷

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