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05

Entro a mi cuarto envuelta en mi manto de vergüenza y cierro la puerta de un tirón. ¿Qué hace Eiden aquí en primer lugar?

Termino de desabrochar mi camisa y me quito la falda en menos de 5 segundos. Abro el escaparate y tomo el primer vestido que veo. Porque son fáciles de poner. Bajo las escaleras con rapidez y luzco mi bata rosada junto a las medias largas y tenis de la escuela. ¿Me veo extraña? Obvio, pero no me importa.

—Oye, Josh. —Vuelvo al patio trasero y la atención de ambos chicos cae sobre mí—. ¿Podrías disculparnos un momento?

Cruzo miradas con Eiden, me mira confundido.

—Claro —responde mi hermano, que al fin y al cabo, está más enfocado en Bennett que en mí.

A continuación, y antes de que comience a "escucharlo" otra vez, agarro a ese extraño chico castaño del brazo y lo llevo a adentro.

Nos detenemos en la sala. Porque no quiero que nadie nos oiga.

—Oye. —Lo suelto y me siento en el sofá junto a él—. ¿Qué rayos?

—¿Qué de qué?

—¿Qué haces aquí? —especifico—. Y no me mientas. No creo que te vaya a funcionar.

Eiden resopla y un «Qué molesta es» se cuela en no precisamente mis oídos.

—Créeme, tú eres aún más molesto.

Él me dirige sus ojos irritados y tenemos una corta batalla de miradas hasta que la desvía para decir—: Estaba paseando a Bennett cuando tu hermano nos vió por la ventana. Quiso jugar y yo lo dejé —explica, sonando creíble—. ¿Cuál es el problema?

—Ese no es el problema. Yo quiero que me digas si soy la razón por la que no fuiste a la escuela hoy. Porque eso que dijo Teo sobre tu indigestión no me lo trago.

«¿Y todavía preguntas?», en mi mente, Eiden suena más cínico.

—¡Lo sabía!

—Estoy comenzando a odiar esto —suelta, más para él que para mí.

—No más que yo —replico.

—¿En serio? —Su tono se iguala con el sarcástico de sus pensamientos.

—Bueno... —lo reconsidero brevemente—, puede que sientas que estoy violando tu privacidad. ¡Pero tu violas la mía primero! Declaro que es una situación jodida para los dos.

—Mmmm... —toma unos segundos para agregar—: demasiadas violaciones para mi gusto.

—¿Qué debería hacer entonces?

—¿Variar con sinónimos?

—¡Arg! —Me frustro—. Tú pareces saber... no, tú sabes más de esto que yo. ¡Exijo que me expliques qué carajo es todo esto porque no estoy loca! Y me asusta que los locos también digan eso. Pero sé que no lo estoy... ¿verdad?

Eiden suaviza su expresión y sus ojos muestran algo más humano que solo indiferencia.

—Ángel —pronuncia mi nombre con delicadeza—. Si en verdad deseas saber lo que sé, debes prometerme tu silencio. No es seguro que nadie, aparte de nosotros, lo sepa.

Yo me enderezo en el asiento y respondo—: Estoy de acuerdo.

—Bien. Pero no tendremos esta conversación aquí.

—¿En dónde?

Eiden saca su teléfono y le dedica una rápida mirada.

—Ven al parque a las seis. En ese horario está casi desolado. ¿Sabes dónde es?

—Sí, no te preocupes. —Luego de oír mi respuesta, Eiden se levanta dispuesto a irse—. Esto... ¿podrías darme tu número? No me malinterpretes. Es en caso de emergencia.

Él me mira y juro verlo dudar, pero accede.

—Bien, para emergencias.

Abro mis contactos y tecleo el número que me dicta. Acto seguido, me levanto para seguirlo hasta el patio trasero.

—Lo siento, amigo. Pero es hora de irnos.

—¿Tan pronto? —Josh muestra decepción ante el anuncio de Eiden. Al menos no fui yo quien lo hizo esta vez.

—Tenemos tarea que hacer.

¡Ptss! Claro. Mentiroso.

—Adiós, Bennett —mi hermano se despide de su perrote compañero con un fuerte abrazo y una tremenda cara de velorio. Solo le faltan las lágrimas.

—Vamos, calabaza, otro día jugarán. No seas dramático.

—Tu hermana tiene razón.

«Pero qué ruda es», otra de las cosas que he aprendido de la mente de mi vecino es que la mayoría de las personas no dicen lo que creen realmente.

—No te preocupes —agrega, dándole una palmadita en el hombro.

—Está bien —asiente Josh finalmente.

Y me dirigo con él a acompañar a nuestros vecinos hasta afuera. Eiden y yo cruzamos miradas por última vez antes de cerrar la puerta.

Es increíble lo rápido que me he metido en un rollo tan estrambótico.

—¿Dónde está papá, Josh? Y no te dije antes porque el vecino estaba, pero no deberías abrirle la puerta a desconocidos solo porque traigan a un perro bonito.

—No es un desconocido —rebate, frunciendo los labios—. Y ya me disculpó por aquel día. Es agradable.

Abro la boca para añadir algo más pero la cierro de inmediato. ¿Qué hacen los Myers para ganarse a este niño?

Tiene que ser Bennett.

—Papá me recogió y tuvo que irse por algo —contesta, levantando los hombros con inocencia.

¿En serio, papá?

—Bueno, jovencito, vete a lavar las manos si quieres que te prepare un sándwich. ¿Tienes hambre, no?

—Tu predicción es correcta esta vez. —Josh sonríe y se va al lavabo.

***

Después de ducharme, me puse unos shorts y una blusa azul strapless. Papá aún no ha llegado, así que le dejé una nota en el refrigerador y me fui con Josh a casa de la abuela. Es mejor que esté allí bajo supervisión que solo. Sigue teniendo ocho años de todos modos.

—¿Pero a dónde vas tú, Ángel? —inquiere mi abuela desde la cocina.

—Voy al parque a ver a... una amiga. La conocí hoy en la escuela. Prometo que será rápido.

Orelle y yo apenas nos conocemos y ya la estoy usando como excusa. Soy una gran amiga.

—Llámame si lo necesitas, estaremos aquí.

—Lo sé —asiento y le lanzo un beso—. ¡Te quiero!

Voy caminando tan rápido al parque que mis converses parecen tener propulsores. Esto me dejará unos buenos dolores, pero estoy ansiosa. Debí haberme tomado una pastilla.

Justo como Eiden predijo, el parque está desolado. Camino por la cancha abierta de baloncesto y entre los bancos. ¿Dónde se habrá metido ese chico?

De pronto, algo me jala hacia atrás de un tirón. Intento gritar pero mi boca se encuentra cubierta. Muerdo la mano de quien me aprisiona y volteo a mirar mientras se queja.

—¿Eiden? —Frunzo el ceño confundida y luego le propicio un manotazo—. ¡¿Estás loco o qué te pasa?!

—¡Arg! —gruñe presionando el dedo que le mordí—. ¡Silencio, mujer!

—¿Por qué? —cuestiono más bajo.

—¿No que me leías la mente? —Enarca una ceja.

—Supongo que nuestro pequeño contacto lo ha anulado de momento.

Eiden me hace un ademán para que me acerque. Estamos sentados detrás de unos arbustos como dos espías.

—Siempre hay alguien por ahí. —Su susurro me eriza la piel, el tono es más grave de lo normal.

Me alejo, devolviendo la distancia prudente entre nosotros, y confieso—: Bueno, ya me estás asustando.

—Solo soy precavido.

—Entonces... ¿hablarás de una vez?

Eiden se coloca frente a mí con las piernas cruzadas como un indio. Y me mira con esos orbes avellana directamente a los ojos.

Antes de que mi voz pueda salir para replicarle, la suya llega primero.

«¿Me oyes?»

Me sorprendo, hago un leve asentimiento para que prosiga.

«No sé porqué o cómo es que esto sucede. Tampoco sé porqué es específicamente entre nosotros. Pero te contaré algo sobre mí que tal vez te ayude a realizar tus propias hipótesis.»

Sus pensamientos se reproducen en mi cabeza como si salieran de sus propios labios. Fuertes y claros. Vuelvo a asentir para que continúe.

«Puedo leer, o escuchar, como prefieras decirle, pensamientos ajenos. Es una capacidad que tengo desde que era pequeño. Y no puedes decírselo a nadie a menos que quieras que yo sea una atracción de circo o la rata de algún laboratorio.»

Abro de golpe la boca y no puedo cerrarla. La cubro con mis manos aún sorprendida.

—¡¿A cualquiera?!

Eiden, que sigue mirándome fijo, se torna serio y me mira más severo.

«Eso creo, pero tampoco lo grites

Y una gran duda me surge al momento.

—¿Incluso a mí? —cuestiono más bajo, temiendo un poco la respuesta.

Él desvía la mirada.

«No. Es la primera vez que mis pensamientos son compartidos con alguien más y no soy capaz de leer los suyos.»

Siento que todo esto le genera tanta incertidumbre como a mí. El miedo a lo desconocido. Toco su hombro, llamando su atención, y elevo las comisuras de mis labios en una pequeña sonrisa.

—Lo resolveremos.

***

—Sana y salva —dice Eiden cuando paramos frente a la casa de mi abuela—. ¿No fue tan peligroso hablar con el vecino raro, cierto?

—No creo que seas raro. —Rio, él me dedica una mirada junto a un «Vamos, no mientas».

Suelto una carcajada en respuesta a mi total hipocresía y veo que... ¿sonríe?

—¡Sabes sonreír! —exclamo con una impresión que hasta parece ridícula. Pero es la primera vez que veo a Eiden mostrar aunque sea el fantasma de una sonrisa.

Su cara se torna seria de inmediato y su índice toca mi hombro discretamente. Justo como hizo durante todo el camino de regreso.

—Espero que tengas una buena noche. Nos vemos mañana.

—Eiden...

Sale corriendo más veloz que los jugadores del equipo de baloncesto de la escuela. Se aleja contundentemente, para que no lo descubra seguro.

—Adorable —suelto. Y me sorprendo a mí misma con una sonrisa en el rostro. ¿Qué rayos?

Sacudo la cabeza y toco la puerta. La abuela me recibe con una mirada extraña.

—¿Tengo algo en la cara, nana? —inquiero ceñuda mientras entro.

—¿Una amiga, nietecita?

Oh. El nietecita indica puro cinismo.

—Me encontré con el vecino de camino y se ofreció a acompañarme —me excuso con rapidez y me dirigo al baño a lavarme las manos.

—¡Oh! —la escucho exclamar en cuanto cierro la puerta—. ¿Ya te llevas con los gemelos? —La abuela no muestra intenciones de abandonar la plática, así que se queda afuera junto al umbral—. Cuidado con Trey. Es un encanto, pero no creo que sea para ti.

—Fue Eiden quien me acompañó.

—¿En serio? —Su voz detona asombro—. Vaya, nunca lo hubiera imaginado.

Me seco las manos con una toalla y salgo.

—¿Por qué? ¿Qué es lo que tiene?

—No tiene nada, cariño. Es que nunca había visto a Eiden con otra chica aparte de su madre. Si se le puede llamar chica todavía.

—¡Abuela! —suelto con una carcajada.

—Sabes que no todos envejecen tan favorablemente.

Me encanta la faceta segura de la señora Ana.

—Claro, ninguno como tú. —Sonrío mientras ella deposita un beso en mi mejilla.

—Qué dulce mi nieta. Pero ahora que ya te lavaste, ve a comer con tu hermano al comedor.

—A sus órdenes. —Hago un saludo militar antes de irme y le saco una sonrisa.

Mientras ceno, recuerdo el "nos vemos mañana" de mi vecino y compañero de clases. Y no tengo la menor idea de qué pasará cuando eso suceda. ¿Compartir salón con Eiden y su pequeña "voz astral interior"? Voy a volverme loca.

¿No podría darme una indigestión a mí también?

—¿Todo bien con la comida? —Mi abuela interrumpe mi debate mental, mirándome expectante.

—Todo está genial, no te preocupes —disimulo y continúo desgustando el pollo.

—Es que tienes una cara, Ángel —comenta.

—Nada, no es nada —niego de nuevo y se va la cocina.

Pero tú ni te imaginas abuela...


N o t a

¡Holaaaa por aquí! ¿Todo bien? ¿Entendieron algo?

Mencioné aquí si se quedó perdido➡️

Aunque probablemente no vaya a aclararle nada xD. Porque explicaré todo mejor a medida que la trama siga avanzando.

¿Qué les pareció el capítulo de hoy? ¿Les agrada la dinámica del Eigel?

Los comentarios son bienvenidos, los leeré con gusto.

Cuídense mucho😷 ¡Gracias por leer esta historia!❣️




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