04
Ángel Morelos
La transmisión de contenidos psíquicos, entre individuos, a través de la mente sin el uso de agentes físicos conocidos se considera: telepatía. Acorde a la Wikipedia. Lo que creo que hace a mi vecino, y compañero de escuela, un telépata. ¿Pero cómo estoy tan segura de que lo sea? No parecía saber que yo escucho su voz, o más bien, sus pensamientos. ¿Acaso soy yo la telépata?
—¡Josh! —lo llamo apenas lo veo pasar frente a mi habitación—. Ven un momento.
—Dime —suelta, despreocupadamente parado en el umbral de la puerta.
—Necesito que te quedes ahí.
Giro mi silla giratoria, valga la redundancia, en dirección a él y entrecierro los ojos.
—¿Para qué? —inquiere extrañado.
—Adivinaré lo que estás pensando ahora.
—¿Ok...? —no parece muy seguro (ni siquiera yo lo estoy), pero acepta de todas maneras.
Josh se ve serio. Su cabello rubio, con corte de calabaza, está un poco rebelde; puede que se los haya revuelto estresado. Sus manos están al lado de su cuerpo. Tiene los ojazos verdes perdidos detrás de mí. Su entrecejo está ligeramente arrugado. ¿Se supone que tengo que oír su pensamiento en mi mente o debería saber lo que piensa por instinto? Ojalá hubiera un tutorial de Youtube sobre esto... o tal vez lo haya, nunca se sabe lo que encuentras allí.
—¿Terminaste? —Josh me saca de mis propios pensamientos y yo asiento.
Iremos con el instinto pues—: Tienes hambre.
—Bueno... estaba pensando en que lo más ordenado de tu habitación es tu cama. Pero fue un buen intento, hermanita.
El enano da media vuelta con intenciones de marcharse, así que yo tomo el cojín que tengo en mi regazo y se lo tiro hacia su espalda. ¡Esta vez sí! Aunque hubiese preferido darle en su carota de malvado Einstein versión miniatura.
Josh se voltea con una mirada de pocos amigos y me saca la lengua.
—¡Calabaza atrevida! —exclamo, y pongo una pierna en el suelo, lista para pararme a atraparlo. Él no espera y sale corriendo hasta su habitación.
La flojera me invade y vuelvo a cruzar esa misma pierna por debajo de la otra sobre mi cómoda silla. Hoy ha sido un día... interesante. Lleno de eventos inesperados y nuevos.
¿Desmayarme tan dramáticamente de la nada? Nunca. Menos en mi primer día. Todos los adultos se quedaron con la explicación de "son los nervios de chica nueva"; pero ese chico y yo sabemos perfectamente el porqué fue.
Eiden, Eiden, Eiden... mi extraño compañero. Es un chico raro. Todavía no logro entender todo lo que pasó en el baño. Aunque una cosa me quedó clara: el toque físico lo detiene por breve tiempo. ¿Cómo voy a dar clases en un salón con él ahí? Supongo que escribiendo con una mano y con la otra apretando su brazo. Pero dudo que a los profesores les haga mucha gracia. ¡Y definitivamente no voy a andar pegada a él todo el santo día! ¡No, señor! Telépatas o no, seguimos siendo desconocidos. No es como si hayamos tenido una presentación cordial en primer lugar, ahora que me detengo a pensar. Todo esto ha sucedido muy rápido.
Culpa suya o mía, debo hacer algo al respecto. Por el bien común. Y para ello, solo necesito hablar con una persona: mi papá.
***
—¡Ángel! —Volteo y me topo con un sonriente Teo agitando su mano. Yo correspondo a su saludo con una sonrisa y espero a que llegue a mi lado.
—Buenos días, Teo. Es la segunda vez que nos encontramos en el pasillo.
—Esto es mejor que nada —agrega y muestra de nuevo sus adorables hoyuelos—. ¿Cómo te sientes? Ayer me diste un buen susto.
—Estoy bien, no te preocupes —contesto, mientras sujeto mi mochila en un hombro—. Lo siento por eso, nunca me había sucedido.
—Bueno, hay una primera vez para todo. —Teo se adelanta un poco y queda frente a mí, caminando en reversa—. ¿Lista para enfrentarte a tu primer día versión 2.0?
—Eso creo —e incluso yo me doy cuenta de lo insegura que sueno—. Teo, me desespera que camines marcha atrás. Te vas a caer.
—Tranquila, no pasa nada. —Y continúa con eso.
—Teo, es que... ¡Teo!
No se cae, pero sí choca con la espalda de otro chico.
—Eiden —suelto sorprendida cuando voltea.
—Trey —añade Teo casi al unísono.
—Punto para el gordito —responde él finalmente y me guiña un ojo.
El parecido me sigue asombrando, pero definitivamente no es Eiden.
—Quedaremos a mano porque mi nombre no es gordito. —La voz de mi compañero molesto me saca de mi pequeño momento de confusión.
—No me parece justo —replica Trey, flexionando su pierna hacia atrás hasta que su mano llega a su pie—. A ti no te sacaron el zapato de un pisotón.
—Ok, perdón. —Teo suspira rendido—. Considéralo como de buena suerte.
—Hecho —dice Trey, y se voltea hacia mí con una sonrisa ladina—. Solo porque me otorgaste la oportunidad de saludar a mi cu... digo, nuestra compañera de salón más reciente.
Me extraña un poco su equivocación, sea lo que sea que fuera a decir primero, pero más el hecho de que quisiera saludarme. ¿Qué trama el gemelo "normal"?
—Cuéntame, Ángel. ¿Has visto a mi querido hermanito hoy?
Yo niego con la cabeza y eso lo hace fruncir el ceño.
—Pensé que lo primero que haría hoy sería verte —expresa, tomándose del mentón, más para él que para mí—. Ya veo que no.
¿Se suponía que Eiden me vería hoy? ¿De qué habla? Desde que me mudé a Greyson solo me encuentro con confusiones. Y yo que pensaba que era un pueblito regular...
—Eiden me mandó un mensaje hace un rato diciendo que lo excusara porque tiene indigestión —el comentario de Teo nos desconcierta a ambos. Y a mí me extraña más que Trey esté confundido. ¿Acaso no viven en la misma casa?
—Eh... Nos vemos luego, chicos. Asegúrense de no llegar tarde a clase. —Trey se despide tan deprisa que apenas entiendo lo que dice. Antes de que podamos replicarle algo, se va corriendo.
—Creía que el raro era Eiden —suelto mientras lo observo desaparecer por el pasillo y Teo me dirige una mirada divertida.
—Los Myers son los seres más complicados que conozco, entenderlos te tomará más de una mañana.
—¿En serio? —No tengo reparo en demostrar mi interés por el tema. Y tampoco pueden culparme—. Parece que tú los conoces bastante bien.
—Bueno... —Teo reanuda el paso y yo lo sigo, escuchándolo mientras prosigue—: Los conozco desde hace años, somos amigos de la infacia. Trey es bastante extrovertido y confiado de sí mismo; y se podría decir que es un gran chico... casi siempre. En lo que a relaciones amorosas respecta, es como un playboy sacado de Netflix.
—No puedo decir que estoy sorprendida. —comento y rio junto con él—. ¿Y Eiden? Si mal no recuerdo, mencionaste que es tu mejor amigo.
—Eiden es como un gran puzzle, o un laberinto interminable. Nunca sabes lo que está pensando exactamente.
—Entiendo —me limito a responder. Porque ciertamente puedo rebatir eso.
Aunque ahora me surge una nueva duda: ¿Teo sabrá algo más "secreto" acerca de los gemelos?
No podría negarlo con certeza porque aún no lo conozco bien. A pesar de que tal vez podría estarlo escondiendo. O puede que no tenga ni idea.
¡Maldición! ¡¿Por qué mi "telepatía" no funciona?!
Ok, debo comenzar a aceptar que no soy la próxima Jean Grey de los X-Men.
Teo se detiene junto a una puerta y me hace un ademán con sus manos para que entre.
—Te doy una cordial bienvenida al salón C. Por segunda vez.
—Gracias. —Le sonrío y paso lentamente, aferrándome a la tira de mi mochila.
Apenas tengo ambos pies adentro y veo a una chica gótica observándome fijamente. Sus ojos claros están delineados con un fuerte rímel negro. Me llama la atención el mechón rosa que tiene en el fleco. Tiene el cabello más corto que yo, pero también es negro.
—Si te quedas mirando por mucho tiempo a Reese, puede que te conviertas en piedra. —El susurro de Teo me da un escalofrío.
—¿Es Medusa o algo así? —replico en el mismo tono, después de haber pasado junto a la tal chica.
—No me arriesgaría a averiguarlo —confiesa.
—Pues yo tampoco.
Si me sentía observada con Eiden, esa Reese lo lleva a otro nivel.
—Mira, Ángel, tienes un puesto vacío por ahí. —Teo señala a un pupitre que se encuentra en la primera columna de asientos (vista de izquierda a derecha). Es el segundo puesto exactamente.
A dos pasos estoy de sentarme cuando mi mochila choca con alguien. No pensé que la mochila en un hombro fuera a causarme problemas pero mira ahora.
«La mochila tiene dos tiras para dos hombros», la voz de mi conciencia con tono de mi padre me regaña.
Inmediatamente, me giro a ver a mi víctima.
—Lo siento... —le digo al chico frente a mí—. Soy nueva.
En serio, tengo que dejar de anunciarlo. No es como si ellos solitos no se dieran cuenta.
—Bueno, nueva, ten más cuidado —espeta, arreglándose sus gafas de negra armadura cuadrada.
—Sí... —agrego apenada, pero luego levanto la cabeza para presentarme—: Soy Ángel Morelos.
—Sohan Chakrabarti —replica él.
—¿Cómo? —Frunzo el ceño al no entenderlo bien.
—En español, Sohan significa "bello". Siéntete libre de llamarme de las dos maneras.
—Ehm... —Me quedo perpleja buscando las palabras adecuadas—. G-Gusto en conocerte, Sohan. —Intento mostrar una sonrisa cordial antes de intentar escapar—. Con tu permiso, iré a sentarme.
Sohan da media vuelta hacia a su puesto y yo sigo al mío. Eso ha sido... interesante. Por decirlo de alguna manera.
El timbre suena y el resto de los alumnos se van sentando. Trey no demora en aparecer y... ¡sorpresa! Se sienta justo a mi lado. Me fijo en que queda otro puesto vacío detrás de mí y ya al frente se sienta una chica con gafas que se ve bastante tranquila.
—Buen día, estudiantes. —El profesor Segal entra con sus libros de Matemáticas en la mano. Nosotros le devolvemos el saludo y él retoma la palabra—: Creo que ya se habrán dado cuenta de que tenemos una nueva alumna en el salón. —Sus palabras hacen que, como si estuviésemos en una película, todos se volteen a verme. Me siento como una rata de laboratorio. Pero las ratas son feas. Me siento como un hámster.
En todo caso, sacudo un poco la mano a modo de saludo y levanto ligeramente las comisuras de mis labios.
—Espero que reciban a Ángel y la hagan sentir bienvenida —agrega, lo cual agradezco, pero ser el centro de atención ya me está estresando.
Antes de que pueda comenzar a pensar que tengo un grano en la frente o comida en el diente, busco con la mirada a Teo y lo encuentro en diagonal a mi derecha. Él me sonríe. Trey también me observa con una expresión amigable y eso me hace sentir más tranquila. Al menos los conozco a ellos.
—Entonces, comenzaremos la clase recordando algunos contenidos.
Y así, comienza una sesión de números y operaciones no necesariamente quirúrgicas.
***
La mañana termina con tranquilidad y la campana suena, anunciando el recreo. Algunos chicos se quedan sentados y la gran mayoría sale. Yo, honestamente, no sé qué hacer.
—¡Ángel! —me llaman desde la puerta. Sonrío al ver que Dean viene en mi dirección.
Trae la camisa del uniforme un poco salida y la corbata floja. Me parece que ha tenido una mañana movida.
—Hola, ¿qué tal todo? —lo saludo. Él agarra una silla para sentarse a mi lado.
—Estaba preparándome para la clase de deporte cuando me acordé de ti y quise venir a ver como te iba todo —explica y se peina su cabello negro con los dedos. Sus increíbles ojos cielo resaltan bastante hoy.
—No te preocupes, todo está bien —respondo en un intento de sonar casual—. Ya sabes, sobreviviendo.
¿Sobreviviendo? Me golpearía la frente por lerda pero Dean me está mirando. Para mi suerte, sonríe.
—¿Te gustaría venir a la práctica de hoy?—Su pregunta me toma por sorpresa—. Es después de clases. El equipo y yo nos estamos preparando para un juego importante y practicamos casi a diario. La sesión no es tan larga. Aunque si no quieres, no hay problema. Es más, olvídalo. No quiero causarte molestias.
—Dean —lo interrumpo. Se ve adorable cuando divaga—. Ahí estaré.
—¿De veras? —Su sonrisa se ensancha y sus ojos se iluminan. Yo vuelto a asentir contagiada con su emoción.
—¡Bombón! —Una chica interviene de la nada, con la mirada clavada en mi amigo—. ¿Qué haces por aquí? ¿Me extrañabas?
La fémina de increíble afro pasa una mano por sus hombros con confianza. Ya la había visto en este salón, se sienta a la derecha de Trey.
—De hecho, Stella, vine a ver a Ángel. —Y con cierta delicadeza y disimulo, Dean toma su mano para dejarla sobre la mesa.
—¿Eres amiga de Dean, chica nueva? —Me dirige la palabra y mirada por primera vez en todo el rato.
—Sí. Pero mi nombre, como presumo que ya escuchaste, es Ángel —le digo, con una amplia sonrisa fresca que mi abuela me enseñó a usar para mantener la cordialidad—. Mucho gusto, Stella.
—Encantadora tu amiguita. —Ella hace como que me ignora y Dean solo asiente sin prestarle mucha atención—. Bueno, nos vemos más tarde. —Stella se agacha un poco y le susurra casi en el oído—: Estaré lista para apoyarte en la práctica de hoy.
Y se marcha, contoneando su falda ciertamente más corta que la mía. Tiene ese aire de superioridad y soberbia que tanto me desagrada. ¿Qué necesidad hay de mirar al resto por encima del hombro?
—No le hagas mucho caso a Stella. Probablemente se siente amenazada porque ha llegado una chica más hermosa que ella al salón.
Todo mi malestar desaparece, reemplazándose por una sonrisa ingenua.
—¿Dijiste que soy hermosa?
—¿Eso dije? Perdón, q-quiero decir, sí. —Dean se arrasca detrás de la nuca con cierto nerviosismo—. Por supuesto.
—¡Líder! —esta vez la conversación es interrumpida por mi vecino: Trey.
El pelinegro junto a mí se levanta y ambos hacen un saludo de manos demasiado complicado para mi gusto.
—¿Qué te trae por aquí? —inquiere mi compañero de salón.
—Solo pasé a saludar a una amiga —le explica, y Trey me da una rápida mirada extrañada—. Pero ya me tengo que ir. Nos vemos luego. —Dean me hace un ademán de despedida tipo militar y se marcha rápidamente.
—¿De dónde lo conoces? —Trey no demora en cuestionarme. Pero lo hace en un tono casual, muy bien disimulado.
—Hace años, fuimos vecinos en Silverfield —respondo porque tampoco es un secreto—. ¿Algún motivo en particular por el que hayas querido saber?
—Ninguno —suelta, acomodando su silla para sentarse y reclinar su espalda—. Solo... el corazón de mi hermano.
¿El corazón de su hermano? ¿De Eiden? ¿Pero qué rayos tiene que ver ahora?
—Oye —llamo su atención nuevamente—, ¿qué es lo que sabes acerca de...?
El dichosísimo timbre interrumpe el cuestionario que iba a hacerle relacionado con anomalías, o mejor dicho, su hermano. Trey me da una sonrisa torcida mientras levanta las cejas.
—Hablamos luego, Ángel. —Y finge ponerle atención a su libreta en lo que el resto se sigue incorporando.
Otra maestra no demora en entrar en escena y comienza una nueva clase.
Te escapaste, Myers, te escapaste.
***
Teo se tomó el almuerzo exclusivamente para enseñarme acerca de los personajes que nos rodean en el aula. Prácticamente aprendí lo necesario de cada uno. La mitad de las cosas ya las olvidé o no las entendí. Algo que aprendí también es que Teo habla bastante.
—¡Viniste! —Dean detiene su juego para saludarme.
—Lo había prometido —replico, acercándome a él—. Me alegra que esta vez no haya tenido que gritarte para que me vieras —bromeo haciendo referencia a nuestro primer encuentro, o más bien, reencuentro.
—Mademoiselle! —Victor llega y me sonríe—. ¿Viniste a ver la práctica?
—Correcto —afirmo.
—Mira, allí está mi hermanastra Orelle. —Volteo a ver y encuentro a una chica sentada en las gradas—. Estoy seguro de que le alegrará tener un poco de compañía.
—Será un placer —agrego y estoy a punto de irme a sentar cuando agrego—:¡Rómpanse una pierna! —Automáticamente, Dean y Víctor me miran confundidos—. D-Digo, buena suerte en su práctica.
Claro, Ángel, decirle a un deportista que se fracture es realmente alentador. Pero bueno, después de otro de mis momentos embarazosos, corro a sentarme junto a esa chica que Victor definió como su hermanastra. Está atenta a la cancha, tanto que no se da cuenta de mi presencia hasta que llego a su lado.
—¡Hola! —la saludo. Sus ojos de un azul oscuro me observan con simpatía—. ¿Eres Orelle?
—Sí —confirma, y enarca una ceja antes de agregar—: ¿mi hermano te dijo que vinieras, cierto?
—Bueno... —vacilo antes de contestar y me siento—. Tampoco puedo negarlo.
—A Victor le preocupa que no tenga muchas amigas con quien pasar el rato. Pero no te sientas obligada a hablarme, ya es amable que te hayas acercado.
—¡Qué va! —exclamo de inmediato—. Apenas conozco gente en esta escuela. Justo entré ayer.
Muy bien, Ángel. Has aprendido a decir que eres nueva de otra manera.
—Bienvenida seas, entonces. —Orelle sonríe. Su cabello rubio está recogido en una larga coleta, es tan claro que la hace ver tierna. Me recuerda a alguna actriz de Hollywood.
—Mi nombre es Ángel —me presento, pero noto que Orelle no me está prestando mucha atención.
El resto del equipo ha llegado y las que supongo son animadoras —sí, Stella se incluye— también. Noto que los azulosos orbes de mi compañera están siguiendo los pasos de cierto jugador.
—¿Interesante el número 9?
—¿Eh? —Me devuelve la mirada, confundida.
—No quería ser indiscreta, pero creo que Trey está recibiendo más atención tuya que cualquier otro. —Mi pequeño comentario provoca un ligero rubor en su rostro.
—Bueno, es... bueno. Jugando. Ya sabes, bueno jugando. —Orelle dirige su vista al suelo y yo sonrío. No soy la única que dice cosas cuestionables.
—¿Te gusta el baloncesto? —opto por cambiar el rumbo de la conversación.
—Me gusta —responde, y su sonrisa no puede confirmarlo más—, aprendí un poco con Victor. Casi siempre vengo a ver al equipo.
—¿Y por qué no te has unido a las animadoras? —inquiero curiosa—. Estoy bastante segura de que ellas están aquí todo el tiempo.
—Lo mío es animar desde lejos —replica casual.
—Tengo el mismo sentimiento —comento y ambas reímos.
Unos botes, pases y canastas después, Dean se ofreció a acompañarme a casa. No tuve la oportunidad de reanudar mi charla con Trey, pero intercambié números con Orelle y me despedí. Ahora, estoy caminando en silencio junto a mi alto compañero. ¿Así se sentirán las hormigas junto a las jirafas?
—Entonces... —Dean da el primer paso para entablar conversación—. ¿Cómo va todo en casa? ¿Tu hermano se está adaptando bien?
—Ya sabes como son los niños: llegan y hacen amigos rápido. No es como nosotros que, mientras más crecemos, más nos cuesta entrar en confianza.
—Tienes razón —dice, con un leve asentimiento de cabeza—. Y me alegra que Josh esté bien. ¿Qué hay de tu padre? Ser el nuevo sheriff debe ser algo duro.
—Bueno, él se toma su trabajo bastante en serio. Últimamente, más de la cuenta...
La conversación comienza a enfriarse, así que opto por cambiar de tema.
—¿Desde hace cuánto juegas baloncesto?
—Desde hace cuatro años.
—¡Vaya! —Me sorprendo porque, cuando lo conocí, no podía ni arrojar con fuerza una pelota—. Y te volviste tan bueno que eres el líder del equipo.
—Bueno, ya lo dijiste, es un equipo. Otra de las cosas que amo del baloncesto es tener a un grupo de personas que cubran tu espalda. Sea afuera o adentro del juego.
—Me parece genial —opino, y luego bromeo—: Creo que me haría mucha falta un equipo de esos ahora.
—Yo tengo tu espalda —replica Dean casi al momento y me le quedo mirando—. Figuradamente. Aunque si te caes, literalmente también.
—Te lo agradezco —digo riendo.
Ambos continuamos caminando de buen humor y luego de unos pasos más nos detenemos.
—Parece que llegamos —agrega Dean con las manos en los bolsillos.
—La compañía ha sido grata —añado antes de caminar hacia la puerta.
—El placer es mío —replica con una reverencia súper cursi.
—Nos vemos mañana. —Me despido de él y entro a casa.
Suelto la mochila en el suelo y de desabrocho algunos botones de la camisa mientras subo las escaleras.
De pronto, escucho unos ruidos y retrocedo mis pasos. Provienen del patio trasero.
Me voy acercando con lentitud y esos ruidos toman forma. Son ladridos. Segundos después, veo a Josh y al perro de los vecinos jugando.
—¡Josh! —Me acerco a él—. ¿Qué hace Bennett aquí?
—Eiden me dejó jugar un poco con él —contesta, sin alejar su atención del can que gira bajo sus órdenes en el suelo.
—¿Eiden? —Me quedo confundida.
—Hola —El saludo que escucho a mis espaldas me hace pegar un brinco del susto. Volteo y me encuentro con él, recostado a la pared junto a la puerta de atrás. ¿Cómo no me percaté de su presencia cuando entré?
—¿No estabas enfermo? —Entrecierro los ojos con desconfianza.
—Estoy mejor —responde, con la vista en el suelo.
Y estoy a punto de creer que en realidad es Trey jugándome una broma cuando...
«¡Rayos! ¿Debería decirle que se le ve parte del sujetador?»
Completamente perpleja, me reviso y una vergüenza tremenda me invade. Cubro mi pecho con ambas manos.
—¡Ahora vuelvo! —Como una ráfaga, voy rumbo a mi habitación y no espero respuesta.
Sí, definitivamente es el hermano telépata en mi casa.
N o t a
X: ¿Crees que nadie se ha percatado?
Yo: ¿De qué?
X: Del defile de portadas que hay en esta historia.
Yo: ¿Desfile? ¿Portadas? ¡Ptss! ¡No, hombre, no!
X: ...
El resto del universo: ...
Ok, olvidando eso XD. ¿Qué les pareció el capítulo? Literalmente, es el capítulo más largo que he escrito.
Fue un capítulo más de Dangel que de Eigel. #SeAceptanNombresMásGenialesParaLosShipsGracias.
¡Comenten lo que quieran! Incluso lo que les gustaría ver jsjsjs.
Agradezco su apoyo(◍•ᴗ•◍)❤ Gracias por leer esta historia.
Cuídense mucho 😷👋
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