03
Eiden Myers
Delgada, como una paleta de caramelo. Pelo tan negro que no puedes ver donde comienza, pero sí donde termina, es corto y disparejo. Sus ojos son verde esmeralda, expresivos y curiosos, estoy seguro que guardan miles de preguntas. Es unos centímetros más baja que yo, pero logro verme pequeño junto a ella. No presenta ninguna malformación o rasgo fuera de lo común. No hay tentáculos ni piel azul. Su rostro está perfilado correctamente. Físicamente no hay nada que la haga... diferente.
Entonces, ¿por qué me pasa esto?
Revisar su expediente escolar tampoco me arrojó gran cosa: nacida en la ciudad de Silverfield, trasladada para acá con su padre y hermano luego del ascenso del primero a jefe de policía de Greyson. A su abuela la conozco de antes, reside aquí desde hace años y su pastelería es muy popular. Su madre falleció hace ocho años. No tiene antecedentes penales ni nada sospechoso, aparentemente.
Es bastante frustrante.
—¿El brillante Eiden Myers saltándose la clase? —La voz de mi hermano me sorprende. Yo solo le dirigo una mirada cansada y él ocupa asiento junto a mí.
—No es como si fueran a extrañarme —respondo, levantando los hombros—. Además, el profesor Segal se fue con Ángel.
—¡Oh! Ya entiendo. —Una sonrisa torcida aparece en su rostro—. Estabas aquí pensando en ella.
—¿Y? —inquiero suspicaz, enarcando una ceja.
—¿Acaso no lo sabes? —replica, haciendo el bailecito raro con las cejas.
—Tu mente encabeza la lista de lugares a donde no quiero entrar, así que mejor olvídalo. —Me levanto de la banca y camino gradas abajo.
«¡A Eiden le gusta una chica! ¡A Eiden le gusta una chica!»
—¡Lo estás haciendo a propósito! —Retrocedo mis pasos y le agarro la oreja.
—¡Sabía que entrarías! —se burla, estallando de la risa. Sé perfectamente que puede liberarse de mi agarre, pero aún así espera a que lo haga yo mismo. Sabe que se lo merece.
—¿Qué te causa tanta gracia, Trey? —pregunto molesto, soltándolo para volver a sentarme. Me quedo mirando por unos segundos como se agarra de su estómago y limpia una lagrimita que se le escapa del ojo derecho. Increíble.
—Nada, nada —responde finalmente, tomando un respiro antes de sentarse a mi derecha—. Escuché que se desmayó cuando te vió, literalmente. No sé tú, hermano, pero ni siquiera yo he tenido ese impacto en las chicas.
—Cállate, Trey —escupo y volteo los ojos hastiado—. Lo que me pasa con esa chica no tiene nada que ver con atracción o romance.
—Claro, estás molesto porque con ella eres "normal". —Me quedo en silencio, limitándome a mirarlo de reojo—. ¡Pues bienvenido a mi mundo, Eiden!
—Trey —me enfrento a su cara, tan idéntica a la mía y a la vez tan distinta—, no es lo que quise decir, yo...
—Te entiendo, hermano —me interrumpe con su típico tono relajado y una sonrisa pequeña—. Solo bromeaba. Aunque me sorprende que hayas hecho algo amable por una desconocida. Y más una como ella. ¿Te dolió mucho llevarla hasta la enfermería?
—¿Me estás diciendo egoísta o ingenuo? —Entrecierro los ojos para mirarlo.
—¿No deberías saberlo tú? —contrataca, como siempre, ambiguo.
—¡Trey! —protesto.
—Solo ve allá y encárala —ordena, poniéndose de pie—. Te irá bien. Tienes este rostro —se señala a sí mismo—, es infalible.
—Presumido. —Resoplo de inmediato.
—Cobarde. —Él tampoco puede quedarse callado.
—Mujeriego engañoso —añado, y me paro también para quedar cara a cara.
—Mujeriego sí, pero engañoso no —rectifica, como si hubiera algo de lo que estar orgulloso en esa sentencia—. Sabes que hablo claro.
—Cuando te conviene —agrego a su oración y le doy la espalda con la intención de marcharme—. Eres una pérdida de tiempo, ya me voy.
—Una pérdida de tiempo con un gran carisma y un aura tremendamente encantadora —vuelve a decir.
A veces, me pregunto si tiene un botón para apagarlo
—Ok, Trey, lo lograste. —Me volteo por última vez, rendido—. Me estoy yendo a la enfermería con tal de no escucharte alardear de tus conquistas o cuantas abdominales tienes marcadas.
Ahora sí estoy a punto de salir cuando lo oigo decir—: ¡Tengo seis!
Y salgo del gimnasio tirando la puerta en el proceso. Ese chico es peor que un grano en el trasero. Lo único que he logrado con este rostro son cachetadas de chicas despechadas. Ellas sí que no esperan el: "¡Hola! Te equivocaste, yo soy el hermano gemelo". Aunque una vez lo aclaré... salió peor. Bueno, la cosa está en que es mi eterno grano en el trasero y hay que soportarlo.
Voy caminando por el pasillo, ya que es horario de clases no hay más nadie excepto yo; lo cual es mucho mejor. No me gusta andar en grandes multitudes, por buenas razones.
—¡Myers! —la enfermera Nuñez me saluda a unas cuatro puertas de la enfermería—. Tú vienes muy reservado. Debes ser Eiden.
Simplemente asiento ante su deducción. Una menos a quien aclarar mi identidad.
—¿Vienes a ver a la señorita Morelos?
—No, solo iba a la dirección a preguntar algo —miento, sabiendo que ese es el otro lugar que queda de camino—. Pero... ¿ella está mejor?
Solo pregunto por pura curiosidad y cortesía. Obviamente.
—Sí, ya está despierta. Su padre no debe tardar en llegar.
«No creo que pueda seguir aguantando.»
—Bueno, gracias, señora Nuñez. Tenga un buen día —me despido de ella y prácticamente sale corriendo. Sí que se está orinando.
Continúo hasta llegar a la enfermería y me detengo cerca de la puerta, porque escucho voces adentro.
—Muchas gracias, Dean, de verdad.
—¿Por esto? —suelta él.
Y con razón. ¿Qué hizo él? Yo soy el que tiene que ponerse tres parches en la espalda.
—Eres mi amiga, no podía quedarme tranquilo si no te veía.
¿Amiga de Patterson, eh?
—Estoy bien, no te preocupes. El profesor Segal fue a llamar a mi papá y no debe tardar en llegar —explica, noto que su tono relajado es un poco... ¿fingido?—. ¿No tienes clase, Dean?
—Sí, solo que el equipo de baloncesto estaba en una reunión con el entrenador hace unos minutos y esa es mi excusa para llegar tarde a la clase. No te preocupes.
Deportistas: perfectos e intocables.
—No quiero robarte más tiempo. Ve. Estoy perfectamente.
¿Es imaginación mía o estás botando a Patterson a propósito, Ángel?
—Bueno... —Me asomo un poco y veo a Don Galante tecleando algo en un celular—. Te dejo mi número. Siéntete libre de llamarme cuando quieras.
—Gracias, Dean. —Ángel le sonríe. Tal vez le gusta. Su sonrisa no parece actuada. ¿Pero cómo voy a saber? Es por eso que estoy aquí en primer lugar. Para "saber".
Escucho pasos acercándose y me escondo en el cuarto del concerje —que queda al lado—, veo a Patterson salir. No tengo nada contra él en específico. Solo que no quiero que me vea y me asocie con Ángel. Tengo suficiente con el espectáculo que di cuando andaba con ella en brazos por el pasillo. Aunque creo que la mayoría de los estudiantes creyeron que era Trey, "el grandioso Casanova".
—Sé que estás aquí —la escucho decir, y me da tal susto que por poco me choco contra el estante de los productos.
¿Hablas conmigo, chica nueva?
—Claro que hablo contigo —su voz suena más fuerte. Está saliendo de la enfermería—, seas quien seas.
¿Qué?
—¿Por qué haces esto? —Su silueta se refleja en el cristal polarizado de la puerta. Yo la veo, ella no a mí—. ¿Cuál es tu motivo para atormentarme?
Lo mismo digo, Ángel.
—¿De dónde me conoces? ¿Por qué intentas enloquecerme?
Sigo pudiendo preguntarte eso también.
—¿Cómo haces para meterte en mi cabeza?
Espera, ¿meterme en qué?
—No te hagas el tonto, Eiden —suena fría. Incluso su expresión molesta de perfil, se ve dura. Como si me fuera a golpear en el minuto en que saliera de este cuartito—. ¿Ese es tu nombre, cierto?
Trago grueso. Pero... ¿yo qué hice en primer lugar?
—No me preguntes qué haces cuando ya lo sabes.
Un momento, ¿acaso... me está oyendo?
—¿Hay otra persona con quién hablas aparte de mí o qué? Te oigo desde el momento en que nos vimos en la pastelería.
Un escalofrío me asalta por la espalda. Ella me oye. Saberlo solo me hace sentir... nervioso. Mis pensamientos están revueltos. Ninguna idea se forma con claridad. Me paso la mano por la cabeza, peinándome el cabello con los dedos. No me estoy sintiendo muy bien. Comienzo a retroceder torpemente y me golpeo la espalda con unos trapeadores. Hacen ruido al caer.
De pronto, veo el rostro de Ángel frente al cristal. Como si me estuviera mirando directamente. Está a punto de abrir cuando...
—¡Hija! —la voz de su padre la hace desviar la atención—. ¿Estás bien? ¿Qué te pasó?
Veo al señor Morelos abrazarla y luego se van de regreso a la enfermería, seguidos de la enfermera Nuñez y del profesor Segal.
¿Qué ha sido todo eso?
Ya que cerraron la puerta, aprovecho la oportunidad para salir. Asomo la cabeza y, sin moros en la costa, camino rápidamente rumbo al salón. Corro cuando me alejo un poco más.
¿Cómo es posible? ¿Cómo lo hace? ¿Por qué cree que yo lo hago? ¡Precisamente el problema es que yo no hago nada!
La mente es lo más grandioso que posee el ser humano. Tan enigmática como poderosa, puede hacernos más fuertes o... más débiles, dependiendo de su estado. Una mente ofuscada como la mía ahora no sirve de mucho. Y eso es terrible para alguien como yo.
«Esos chicos me van a enloquecer.», es una fémina, voz adulta.
«¿Creerá que mi nuevo color de cabello es lindo?», una voz suave de chica.
«Debo entrenar para el próximo partido o el entrenador me dejará en la banca.», una voz preocupada de chico.
«Qué aburrido. Quiero que la clase acabe.», otra voz de chico, obstinada.
«Creo que el profesor usa peluca.», una voz chillona de muchacha.
Huyo. Corro. Intento escapar de cada uno. Miles de voces se mezclan en mi cabeza. Pero no son "voces", son los pensamientos de cada uno. Y es esa jaqueca que está ocurriendo de nuevo. Pensé que la había controlado. Ahora veo que me equivoqué.
Abro la puerta del baño y la cierro detrás de mí. Presiono mis sienes con ambas manos mientras respiro pesadamente. Apoyo mi espalda contra la pared y me siento en el suelo.
Duele. Siento que mi cerebro explotará en cualquier minuto. Trato de coordinar mi respiración para calmarme. Tiene que pasar. Tiene que pasar...
—¿Eiden?
Su voz... Está del otro lado.
—¿Eiden, estás ahí? —vuelve a tomar palabra.
¡¿Qué hace ella aquí?!
—Vine a hablar contigo.
—Solo... —hago mi mayor esfuerzo por hacer funcionar mis cuerdas vocales y decirle—: vete.
Todas esas voces siguen acosando mi mente. Pero ya no oigo la suya. Creo que se ha marchado cuando siento que la puerta se abre.
—Eiden —pronuncia mi nombre con suavidad. Siento su mirada sobre mí—. ¿Qué te ocurre?
—Déjame solo —murmuro apenas. Hablar y soportar la cacofonía dentro de mi mente toma demasiado de mí.
—No —niega firme. Y se agacha a mi lado. Súbitamente, acerca una de sus manos y acaricia mi frente.
Su toque es cuidadoso, breve, su palma percibe mi piel y yo su calor. Se aleja lentamente después de unos tres segundos. Pestañeo repetidas veces, bajo las manos —colocándolas a mis costados— y le dirijo la mirada por primera vez en todo el rato. Se ha detenido. Las voces... no están.
—¿Qué hiciste? —inquiero confundido.
—Comprobar si tenías fiebre. Lo cual no creo.
—No me refiero a eso, Ángel. —Y veo que se sorprende. Tal vez, porque es la primera vez que digo su nombre en voz alta. Que por cierto, es ridículo, es un nombre de varón.
—Mi nombre es lindo —habla de repente—. Y no tengo nombre de varón. Algunos varones tienen mi nombre.
Ok, eso se ha oido aún más ridículo. Pero... ¿acaba de leer...? ¡¿Me lee la mente?!
—¡Eiden, para! —Sostiene su cabeza y, con su mano, aprieta mi brazo. Tiene una mueca de dolor en su rostro.
—¿Yo qué hice? —cuestiono, más perplejo todavía.
—¡Deja de poner tu voz en mi cabeza! —Sus grandes ojos esmeralda me miran con algo que no había visto antes... súplica. Con desesperación—. ¡Es insoportable!
¿Pero cómo es posible? ¡Ella es la que se está metiendo en mi cabeza!
—¡No sé de qué estás hablando y sea lo que sea no sé cómo detenerlo! —replico de una vez, sin esperar que lo entienda pero creo que estamos igual de confundidos.
—Te detuviste —dice. Su apretón en mi brazo se deshace—. No puedo... escucharte.
—¿Eres sorda?
—No. —Si las miradas mataran, yo estaría frito ahora mismo—. Tú eres telépata.
Aguanto la respiración y hago un esfuerzo por mantener mis ojos dentro de mi cara. Ella me acaba de...
—Es una hipótesis. —Y vuelvo a respirar—. Yo no sé el porqué de todo esto.
—¡Ángel! —la voz de su padre afuera nos sorprende, de mala manera. Ambos nos miramos como buscando una solución—. ¿Estás ahí?
—Rápido, Eiden —susurra—. Métete en un cubículo.
Sin tiempo que perder, corro a esconderme. ¿Qué haría yo, un lunes, explicándole al sheriff por qué estoy a solas con su hija en un baño?
—Sí, papá —responde ella, poniéndose de pie y estirándose el uniforme.
—¿Qué haces en el baño de chicos, cariño?
Buena pregunta, señor Morelos.
—Nada... —Ángel abre la puerta y solo puedo verla de espaldas. Lo que si puedo observar es la cara confusa de su papá cuando agrega—: Es que me equivoqué de baño. Pero no te preocupes, aquí no hay nadie.
La pequeña chica nueva lo agarra del brazo y se lo lleva quién sabe a dónde. Exhalo aliviado y voy saliendo poco a poco de mi escondite.
Y así, van dos veces que me escondo hoy. Felicitaciones, Eiden, has batido un nuevo récord.
***
La escuela continuó pacíficamente. Sin Ángel, pude tomarme un respiro para reflexionar acerca de todo esto.
—¿Que ella hizo qué? —suelta Trey, después de que le contara toda la historia más reciente.
—Ya te dije. Fue muy extraño. —Abro el frigorífico y tomo un jugo de naranja antes de cerrarlo.
—Que interesante, hermano... —comenta, tomándose de la barbilla y entornando los ojos.
—Dios mío, ¿en qué estás pensando? Y no me digas que lo averigüe porque el cerebro por poco se me fríe hoy —advierto mientras me doy un sorbo a mi bebida.
—Deberías ser su novio.
Y escupo lo que tomé. Afortunadamente, estoy frente al fregadero y no hay daños colaterales en mi ropa.
—¡¿Estás demente?! —Le dirijo una mirada que transmite esas mismas palabras.
—Si fueses su novio, podrías tocarla cuando quisieras.
Y automáticamente le suelto un—: Pervertido.
—¡No de esa forma, tonto! —Le da la vuelta a la isla de la cocina y me pega en el hombro—. Según me dijiste, algo pasó y esa conexión mental se detuvo con el toque. Entonces, me refiero a: andar de la mano, acariciar su rostro, besar...
—¿Besar a quién? —lo interrumpo frunciendo el ceño.
—Besarla a ella.
—Ni loco. —Niego con la cabeza—. Apenas la conozco.
—Bueno, Eiden, ¿qué vas a hacer? Ángel está en nuestro salón. Va a pasarse el santo día escuchando lo que te pasa por la cabeza y después no te quejes si ella se irrita y la toma contigo.
En parte, Trey lleva razón. Ella terminará tomándola conmigo.
—Voy a hacer lo que cualquier persona haría.
—¿Cualquier persona o cualquier persona que lee mentes y no puede leer la de una sola persona porque esa misma persona se la lee a ella?
—¡Arg! —Me giro a verlo frustrado—. ¡Déjame hablar! Voy a enseñarla a controlar su poder.
—¿Y cómo estás tan seguro de que ella es la que te lee la mente y no eres tú quien dejas que te la lea? —He de admitir que, mi hermano, tiene momentos de conocimiento cósmico ilimitado.
—No estoy seguro de nada —digo honestamente—. Pero aprovecharé ese tiempo para averiguarlo.
—¡Oooh! —Trey comienza a emitir diversos ruidos con su boca—. ¡Eiden va a tener novia!
—¡Qué no!
Y así discutimos un rato.
No sé que está pasando ni tampoco porqué es entre nosotros. Mi habilidad para leer pensamientos ajenos siempre ha sido un misterio para mí. Tal vez Ángel pueda traeme algunas respuestas. O algunos problemas.
Pero debo intentar para descubrirlo... ¿cierto?
N o t a
¿Entienden la pronunciación de todos los nombres? Comenten si algún nombre o apellido les causa duda. Muchas veces leemos y no sabemos pronunciar el nombre de ciertos personajes, sé como es xD.
Pero bueeeeno, capítulo tres narrado por Eiden Myers. ¿Qué les pareció? Quiero que, a medida que avance esta historia, puedan llegar a conocerlo mejor y comprender ciertas cosas que hace.
¿Fans de Ángel?
¿Fans de Eiden?
¿Fans de Don galante?
¿Fans de Josh?
Ok, tengo que dejar de citarlo XDDDDD. Pero es mi niño precioso así que...¯\_(ツ)_/¯
Me he demorado un poco más en subir este capítulo porque, en mi país (Cuba), están habiendo diferentes problemas y entre ellos está la conexión a Internet. Hoy es que he logrado conectarme. Espero no demorar mucho para el siguiente.
Nos vemos en una próxima actualización <( ̄︶ ̄)>
Cuídense mucho😷👋
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