01
—¡Y beberá mi sangre! ¡Y beberás mi amoooor! ¡Nada impedirá que te...
—¡Urraca! —Mi hermano irrumpe abruptamente en mi habitación, deteniendo mi sesión de karaoke con David Bisbal y mi cepillo-fono—. ¡Me van a sangrar los oídos por tu culpa!
—¡Cállate, enano! —grito ofendida y le lanzo el cepillo que tengo en la mano por la cabeza. O al menos eso intento (bendita puntería, ni le roza).
Josh le da una rápida mirada a mi cuarto.
Hay cajas por todo el suelo, ropa apilada en la cama que me hace sentir que estoy en el vídeo de Spring Day de BTS. Y sin mencionar que yo estoy en calcetas sobre el colchón, apoyada sobre dicha pila.
—No sé si eres más mala cantando, lanzando u organizando —se mofa a mis costillas.
¡Insolente, renacuajo!
Me bajo de la cama para propiciarle un manotazo en el hombro.
—¡Me dolió! —se queja con una mueca. No es como si le hubiera pegado tan fuerte, mi fuerza no es nada comparada con la de nana.
—Así aprendes a no burlarte de tu hermana mayor.
Josh voltea los ojos mientras se sigue sobando el hombro.
—Como sea, papá dice que se retrasará y que te toca hacer el almuerzo.
—¿Acabamos de llegar y él ya está estancado en el trabajo? —No puedo ocultar mi perplejidad.
—Bueno, ya sabes como es —agrega mi hermano, quien sabe tan bien como yo que papá suele dedicarle más tiempo a su vida laboral que a la familiar—. Estaré en mi habitación.
—Voy a hacerle una visita rápida a la abuela —le informo antes de que salga—. Me llevo el teléfono por si acaso. Cerraré la entrada con llave, ¿ok?
—¿Y si hay un incendio? —Se voltea hacia mí, consternado—. ¿Cómo salgo?
—Por la ventana —respondo simplemente.
—¿Y si me fracturo una pierna al caer?
—Sobrevivirás con un yeso por un tiempo —vuelvo a contestar, mientras me pongo unas deportivas y me amarro el cabello con una liga.
—¿Y si la ventana se atora y las llamas me rodean? —Josh realmente no tiene intención de detener su interrogatorio.
A veces quisiera apagarlo con un botón.
—¿Y si vienes conmigo a almorzar con la abuela y te callas tu paranoica bocota?
—Iré por mi chamarra.
Y así, el pedante de mi hermano sale de mi cuarto de una vez.
¿Quién le ha enseñado a ser tan desconfiado?
Y, sobretodo, ¿chamarra? Yo tengo un calor que me ahogo. Ese niño está enfermo.
Le doy un último vistazo a mi habitación. ¡Odio tener que ordenarlo todo desde el principio! Pero ya seguiré luego.
Apago la luz y cierro la puerta. Bajo las escaleras y ya Josh se encuentra esperándome junto a la puerta. Trae un suéter amarrado a la cintura que grita por todos lados: "¿y si me da frío?". Mi hermano —en estos aspectos— parece un abuelo.
—Vamos, pequeño anciano. —Josh entorna los ojos para mirarme y le sonrío burlona.
Me aseguro de dejar la casa cerrada y comenzamos a caminar.
Greyson todavía me parece un simple pueblo, como cualquier otro. Asumo que es porque apenas llegamos ayer en la noche y no he tenido tiempo para explorarlo. Ahora, mientras camino, puedo decir que se ve bastante limpio.
No he conocido a mis vecinos todavía, pero su casa se ve bien. El césped del jardín está bien cuidado y el columpio para dos en la entrada le da un toque familiar.
El barrio está lleno de hogares con arquitecturas diferentes. Modernas, victorianas. Sé un poco de ello porque al enano de Josh le fascina la materia. Admito que sabe bastante para su edad.
—¿Cuánto falta para llegar con la abuela? —la voz cuestionante de mi hermano me saca de mis pensamientos.
—¿Eh?
—No me digas que estamos caminando sin rumbo —agrega, con cierta molestia y decepción adornando su tono.
—Pensaba en ir a su casa. Pero a juzgar por la hora, debe estar todavía en su tienda. Tranquilo, no estamos caminando sin rumbo. —Mis palabras lo animan—. Estamos rumbo a encontrar a alguien que nos indique direcciones. —Y luego lo vuelven a decepcionar.
—Eres un caso perdido —suelta, entornando los ojos de nuevo, negando con la cabeza.
—¿Y por qué tengo que ser yo la que tenga la dirección de la tienda de la abuela? —me defiendo.
—¡Porque eres la hermana mayor! —replica con obviedad. Y el enano tiene un punto válido—. Voy a llamar a papá.
Josh saca su móvil de teclitas —que papá le dió para emergencias y parece de juguete—, y ese cacharro sí que llama.
—¡No lo hagas! —Cierro la tapa de su teléfono antes de que pueda marcar—. Caminemos un poco más, ¿sí? Lo resolveremos.
Lo último que me falta es un regaño de papá por irresponsable.
Josh accede a regañadientes y continúa andando a mi lado. Unos pasos después, veo un parque a la derecha. ¡Hay dos chicos allá! Estoy segura de que podrán indicarnos.
—Vamos, calabaza. —Ese apodo se lo puse por su cabello, tiene un corte de hongo que le cubre la cabeza como casco. A él no le agrada ese nombre, pero es lo que se busca por decirme urraca.
Ni que cantara tan mal.
—¿Podrás manejarlo? —cuestiona Josh, a medida que nos acercamos a los muchachos que juegan baloncesto.
—¿De qué hablas? —replico, sin mirarlo.
—Solo espero que no te atragantes con tu propia saliva cuando hables —comenta con una tranquilidad chocante—. Ya sabes, la primera impresión importa.
—¡Cállate y quédate detrás de mí!
Lo último que me falta es que mi hermano me eche nervios. No es la gran cosa. Solo voy a hacer una pregunta.
—Hola —anuncio, para que me noten. Pero ha sido todo lo contrario, porque ellos ni se inmutan.
—Dilo más alto —susurra Josh y luego se aleja dos pasos de mí.
—¡Buenas tardes! —Esta vez sí se detienen y fijan su atención en mí.
Creo que era más fácil cuando no me miraban.
—Hola, ¿eres de por aquí? —cuestiona uno de los chicos. Tiene un rostro jovial, su altura y tez me hacen recordar a Michael Jordan.
—No, acabamos de mudarnos. —Señalo a mi hermano y él se limita a saludar agitando su mano.
—¿Qué podemos hacer por ti? —inquiere el otro. Me quedo un poco perpleja, no sé si se debe a lo atractivo que es o a lo extremadamente familiar que se me hace.
—¿N-Nos conocemos? —Aclaro mi garganta y maldigo internamente por ese tartamudeo.
—No sé decirte pero... —me extiende su mano—. Dean Patterson.
Como si él hubiese agarrado un martillo en la feria y golpeado mi cerebro en la punta, los recuerdos me llegan.
—¿Dean Patterson? ¿Hijo de Lilia Patterson?
—Es mi madre —confirma, usando la mano que me extendió para peinarse su mata oscura de cabello—. ¿Cómo sabes?
—¡Éramos vecinos en Silverfield! —Sonrío—. Josh no había nacido todavía.
—¿De veras? —Dean parece sorprendido, yo vuelvo a asentir emocionada por la coincidencia.
—¡Soy Ángel! —revelo mi nombre, ya que no muestra signos de acordarse—. Teníamos como siete años cuando te mudaste, tú me enseñaste a montar bici. ¿Recuerdas?
—¡La pequeña Morelos! —Al fin reacciona—. ¡Con las coletas y las rodillas raspadas! —Se ríe—. Sí que te caías.
Ahora los dos expectadores —que se habían mantenido en silencio— se unen también a la burla contra mí.
—Ok, bueno, tal vez tenía un profesor muy malo —contraataco picada.
—Solo bromeo, Ángel, tranquila —dice, mostrando una sonrisa un poco más sincera. Ahora sí se parece al pequeño Dean amable que conocí.
Sigue teniendo unos ojos celestes preciosos —claro, Ángel, no se va a comprar otros—, y su cabello negro está desordenado rebeldemente como solía estarlo, solo que tiene un poco más. Su rostro se ha tornado maduro y más masculino, rastros de sudor lo adornan (por el deporte seguramente). Ha crecido demasiado bien.
—¿Tenías una razón para venir hasta acá, no? —su misma voz es la que me sorprende.
Me sonrojo como si me hubiese pillado pensando en lo guapo que se ha vuelto.
—Sí. —Aclaro mi garganta antes de proseguir. Segunda vez que me hace falta hacer esto—. Estamos buscando la pastelería "Abuelita Morelos".
El nombre con que mi abuela bautizó su tienda no es muy original. Pero es tierno, de cierta manera.
—Solo tienen que seguir recto y unas dos cuadras después la encontrarán —responde rápidamente el amigo de Dean.
—¡Gracias! —Sonrío—. ¿Cuál es tu nombre?
—Victor —replica, extendiéndome su mano—, Victor Larousse.
—¡Oh! —me asombro—. ¿Eres francés?
Estrecho su mano y él asiente sonriente.
—Parlez-vous français? —inquiere Victor, con una pronunciación tan buena que le da hasta un aire sexy.
—Oui, monsieur, plus ou moins —contesto, no tan bien como él pero entendible. Victor muestra su sonrisa encantadora de nuevo.
—Ok, ya me perdí —interviene Dean con cara de confusión y Victor suspira negando con la cabeza; es algo así como: "siempre lo mismo contigo".
—No es nada. —Rio—. Gracias por su ayuda, lamento haber interrumpido su juego.
—Nunca es una pérdida cuando te interrumpe una chica bonita —agrega el de ojos celestes poniendo entonación de orador de iglesia.
Yo solo rio de nuevo y tomo la mano de Josh para irnos.
—¡Nos vemos! —les digo, los chicos nos despiden igual y pronto vuelven a lo suyo.
Greyson parece ahora un pueblo limpio y con gente amable —y guapa, pues—; va mejorando en puntaje.
—¡No corras, enano! —grito cuando mi hermano se libera de mí y va toda carrera por la acera. Sí que debe tener hambre ese pequeño.
Todo está perfecto hasta que un chico sale de la tienda y la calabaza-McQueen arremete contra él con todo su dinamismo. Incluso le tumba la caja que traía en las manos.
—¡Josh! —apresuro el paso hasta llegar a él—. ¿Estás bien?
El enano problemático asiente y yo pongo mi atención en la otra persona.
¿Pero dónde está?
Volteo y noto que, mientras yo me preocupaba por Josh, él había recogido su caja y seguido su camino como si nada.
—Espere —adelanto mis pasos.
El chico es más alto que yo, su gorra tiene la vicera bien abajo. ¿Intenta pasar desapercibido?
Tan pronto como toco su hombro para detenerlo, siento una corriente eléctrica a través de mi brazo.
«¿Por qué no me dejas en paz?»
Lo suelto de un sobresalto y me asusto.¿Le he oído hablar o ha sido cosa mía?
El chico, finalmente, sí se detiene y gira; quedamos frente a frente. Mi estatura me posibilita mirar su rostro encondido debajo de la vicera. Sus ojos pardos me miran directamente. Me causan una sensación extraña.
—Lo siento —es lo único que atino a decir.
«¿Por qué?», siento la voz de nuevo.
¿Cómo? ¿Ha sido él? ¿Cuándo ha movido los labios?
Este chico parece de mi edad, pero mantiene un rostro inexpresivo. Duro. Parecería que me está juzgando... o analizando.
—Mi hermanito chocó contigo y quiero disculparme por él —explico de todas maneras.
No esperaba ver lo siguiente, sin embargo, su cara se desfigura totalmente. Sus cejas casi pueden tocarse, su boca se abre ligeramente —como si quisiera decir algo— e incluso baja la caja que sostiene, sin soltarla. Se ve muy confundido.
Hasta yo estoy frunciendo el ceño ahora mismo.
«¿Cómo?»
¡Ahí está de nuevo! ¡Esa voz!
—¿Eres alguna especie de ventrílocuo?
Suena tonto, pero es lo único que se me ocurre. No puedo estar loca.
Súbitamente, el chico sale corriendo.
—¡Espera! —lo llamo de inmediato.
Sin intenciones de volver, se pierde en la esquina. Quién sabe a dónde.
—Qué muchacho tan raro —musito perpleja. Entonces, me vienen a la mente sus ojos avellana. Es un tipo de ojos marrones tan inusual como hermoso. Los suyos... tienen algo especial. No sé como explicarlo.
—¡Ángel! —volteo ante el llamado. Mi abuela ha salido de su pastelería y está contemplándome con una gran sonrisa.
—Hola, abuela, ¿cómo estás? —la saludo y deposito un beso en su mejilla.
—Muy bien, cielo, no me esperaba su visita. —Cuando entro, veo a Josh comiendo un bizcocho detrás del mostrador.
—¡¡Cielito!! —La abuela se adelanta y le propicia un manotazo que casi lo hace tirar el dulce—. ¿Qué fue lo que te dije? —su voz conserva su dulzura, pero se nota lo enojado.
Y es que detrás del rostro añejo y afable, del delantal rosa y los apodos cariñosos, se encuentra una ex-boxeadora. Puedo leer la expresión de Josh ahora e identificar que el "golpecito" de la nana le ha dejado secuelas.
—Lo siento, abu —masculla con una mueca, mientras deja el bizcocho en el mostrador y soba su mano.
—En fin —se voltea hacia mí—, ¿qué ibas a decirme?
—¿Tienes algo que le puedas dar a tus pobres nietos? —cuestiono inocentemente y ella se echa a reír.
—¿Su padre está en el trabajo de nuevo? —Yo asiento y rodeo el mostrador para ponerme junto a Josh. Agarro el bizcocho que dejó y termino de comerlo.
—Ángel —pronuncia con dureza.
—Lo siento... —mascullo apenada. Nunca debo molestar a mi abuela por el bien de la humanidad. Y de mi condición física. Pero tengo hambre.
—Están de suerte, muchachos. Tengo una buena ración de espaguetis en casa que pueden ir y calentar. Yo debo quedarme en la tienda hasta que Karen, mi asistenta, terminé su horario de almuerzo. —Nana saca unas llaves del bolsillo de su falda larga y me las extiende—. Cuídense por el camino, aunque aquí raramente se ve alguna agresión.
Limpio, ordenado, pintoresco y tranquilo pueblito de Greyson. Interesante.
—Vámonos, calabaza. —Josh se baja del asiento que ocupa frente a la caja registradora y me sigue hasta la puerta.
—¡Adiós, abuela! —decimos al unísono y ella nos lanza un beso.
—Oye, Josh, ¿tienes mucha hambre? —inquiero mientras vamos de camino.
—¿Por qué crees que tomé ese bizcocho, listilla? —Odio cuando hace eso. ¿Quién le enseñó a usar el sarcasmo?
—Me alegra que la abuela haya usado sus movimientos contigo. —Josh me saca la lengua y continúa caminando.
—Renacuajo maleducado —digo molesta y le doy un pequeño jalón a su oreja. Basta con eso para que ponga cara de sufrimiento—. Tampoco puedes andar corriendo por ahí sin fijarte. Casi estropeas la compra de aquel chico.
Aunque raro, había sido víctima.
—Al menos te posibilité que conocieras a otro chico —su respuesta, tan serena y natural, me deja boquiabierta.
—¿Pero qué impresión tienes de mí, Josh? —Lo miro desconcertada—. ¡Ni que fuera una hombreriega!
—Supuse que querrías tener un novio, ya que en nuestro antiguo barrio no habían muchos partidos. —No puedo creer que acaba de llamarle "partidos" a los chicos—. Dicen que las mujeres jóvenes disfrutan de la compañía de un hombre que las cuide y mime.
—Josh, ¿en dónde aprendiste esas cosas? —Aparento estar calmada. Pero no es así.
—De las revistas que dejas en el baño.
¡Genial! Ahora tengo que quitarlas porque mi hermano, en vez de agarrar el shampoo y ver sus instrucciones, se pone a leer las columnas de chismes y tips para relaciones cuando le da diarrea. Sencillamente fascinante.
—Solo... no compartas con más nadie estas cosas, ¿ok? No se supone que sepas eso —intento hacerle entender—. Mira, Josh, la cuestión es que debes decir cosas que entiendas. ¿Tú entiendes eso que me acabas de decir?
—No entiendo la necesidad de tener a alguien que las proteja. ¿No pueden ir a aprender karate o boxeo? —Yo suspiro y rodeo sus hombros con mi brazo.
—Claro, enano sabiondo. —Sacudo sus cabellos juguetonamente y me lanza una mirada fea—. Pero si te vuelvo a ver con mis revistas, voy a entrar a tu cuarto a jugar con tus piezas.
—¡No! —salta de inmediato—. ¡Con mis piezas no!
—Entonces, mis revistas tampoco. ¿Trato?
—Ok.
Y continuamos hasta llegar a casa de la abuela.
***
—Voy a calentar los espaguetis —le aviso a mi hermano mientras saco el recipiente que los contiene del refrigerador—. Puedes sentarte a ver la tele entre tanto.
Josh acata y me deja en la cocina. Estoy marcando el tiempo en el microondas cuando siento un ruido.
—Calabaza, ¿escuchaste eso?
—¿Qué cosa? —inquiere desde la sala. Probablemente el sonido del televisor lo haya opacado para él. Pero sé que escuché algo.
—Nada, solo quédate ahí —le digo a mi hermano y tomo una espátula que hay encima de la meseta.
Camino sigilosamente hacia la puerta cuando otro ruido me sorprende. Alguien o algo está golpeando la puerta sin cesar.
¿No que en Greyson no pasaba nada? ¡¿Entonces por qué estoy cagada?!
Le pido al karma que no me lleve tan recio y me sigo acercando, aferrada a mi arma plástica (debí haber agarrado una sartén como la Rapunzel de Disney). Los golpes se detienen por un momento y escucho... ¿jadeos?
«Perro loco»
¡La voz! ¡Es la misma voz de antes!
Me precipito a abrir la puerta y...
—¡¡Aaaah!! —grito.
Pierdo completamente el equilibrio y caigo de trasero en el suelo.
Ese algo que me empujó ahora me está lamiendo la cara.
—¡¿Pero qué?! —Giro mi rostro a la derecha y siento el cosquilleo en la mejilla—. No hagas eso. —Rio—. Hace cosquillas.
Las lamidas cesan y por fin puedo abrir los ojos.
—¡Bennett! ¡Tranquilo!
Hay un chico frente a mí sujetando al lanudo San Bernardo que se estaba dando gusto dejando su baba en mi rostro. Y hay una sola cosa en él que me hace pensar que ya lo conozco: sus ojos avellana.
—Discúlpalo, por favor —dice. ¡Y está moviendo los labios!—. Es un perro loco.—agrega, y ahora me sonríe.
¿Qué demonios está pasando?
N o t a
¡Holaaa! ¿Les ha gustado el primer capítulo? 😁
Han tenido la oportunidad de conocer al elenco principal. Pero no está completo todavía.
¿Alguien piensa que a Ángel le falta un tornillo por oír voces?
¿Y quién piensa que el chico misterioso es bipolar?
¿Alguna posible fan de Dean o Victor😏? Yo sí xD
Pero sé que ya son fans de Josh. La calabaza es in-odiable (~ ̄³ ̄)~ Jsjsjsjs
¡Muchas gracias por leer!😘❤️ Voten o comenten si esta historia los ha intrigado y quieren conocer más acerca del limpio y nada peligroso (XD) Greyson.
Pd.1: Canción que cantaba la loquita de Ángel al principio del capítulo porque me encanta esa canción xD.
Pd.2: Victor dice: "¿Hablas francés?" y Ángel responde: "Sí, señor, más o menos".
Nos vemos en una próxima actualización. Cuídense mucho😷👋.
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