Y de todos los colores que había en el mundo, el suyo estaba lleno de alegría y dicha pero, era nublado por la densa agonía, del sabor acido de la perdida y la hipocresía.

¿Cuántos habrán caminado sobre su cuerpo? Y roto los sueños que cargaba en su abrigo. Es que nunca paramos nuestras pisadas cuando estamos corriendo, y cuando volteas, sólo ves un millón de cristales rotos de todos aquellos a los que has pisoteado en el camino.

Me pregunto ¿cuáles son los sueños que he pisado? ¿A quién sus ilusiones he quebrado? Y en mi egoísmo humano, lo único que hago es preguntarme ¿Habrán sido tan importantes como los míos?

El sabor frio de la perdida, no se compara con la naturaleza del color negro de la oscuridad y el vacio, así es como quedan las personas sin sueños, así es como se reflejan los espejos rotos en el piso de los sueños.

Un festival de cristales rotos, un montón de colores regados en el piso, entre la sangre de aquellos que intentaron salvarlos y llevarlos consigo, entre la infinidad de colores que se mezclan y alteran la realidad de lo que alguna vez podrían haber sido.