Sola.
A veces le gustaba imaginar que no estaba sola, que miraba a su alrededor y estaba completamente rodeada de gente.
Había personas de todo tipo: hombres, mujeres, altos, bajos, guapos, feos…
De vez en cuando incluso hablaba con ellos.
Algunos no le caían muy bien, pero con otros llegó a trabar una fuerte y sólida amistad; siempre contaba con esas personas a la hora de tomar alguna decisión.
Llegó a enamorarse de uno de ellos. Jugaba a imaginarse a un muchacho moreno cada vez que se asomaba a la ventana y observaba las calles vacías. En su mente, él la miraba y sonreía. Y justo después subía corriendo a buscarla, la cogía en brazos y ambos huían. Lejos.
Ella nunca olvidará los besos, las caricias y los susurros que nunca existieron. Tampoco los ojos de él, verdes y brillantes, apasionados.
La verdad es que nunca le quiso poner nombre, ¿por qué iba a hacerlo?
Al fin y al cabo él no era real, como tampoco lo eran los demás.
Ella estaba sola.
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