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Episodio 8. Mariposas de papel


—No es suficiente— aseguró Hatty Nimson, observando desde un punto de la gran sala de la Catedral Negra al juez, que permanecía sentado en el trono que recientemente recibió. Muerte rara vez se movía de su sitio, y cuando algunos blights de apariencia humana le visitaban, entablaba charlas extrañamente fluidas, pero sin una sola expresión en su rostro ensangrentado. El dios recolector de almas ahora aconsejaba a sus "súbditos" sobre la forma en la que debían proceder para traer más polillas al reino de Nim, pero para el príncipe pelirrojo, eso resultaba inaceptable.


—Tenemos órdenes, Odio. No me hagas repetirlas, ya bastante dolor de cabeza me da el asunto— aseguró Pereza, quien parecía derretirse sobre la mesa de juntas, sosteniendo en una de sus manos un vaso con vodka— ¿Qué no puedes estar tranquilo tan sólo cuidando al tipo?—


—No fui creado para ser niñera de ese imbécil— masculló Odio, apretando ambos puños— nací para gobernar el reino de nuestro padre oscuro y regir sobre estas basuras irreverentes que ahora lo siguen. Solo sirve para sellar almas, no tiene una pizca de maldad en su corazón, será cuestión de tiempo antes de que reaccione, ¿Por qué tengo que lamerle el culo ahora? ¿Por qué tengo que bajar mi cabeza y llamarle "Majestad"? ¿Qué tiene de majestuoso este tipo? ¡Míralo! Ni siquiera sabía combatir en el pasado, llegó con su rostro de mariquita dando lástimas tan solo por una estupidez sentimental—


—Ir en contra de él es hacer enfadar al señor Nim— reiteró Pereza, poniéndose en pie para encarar al pelirrojo— no pienso respaldar tu trasero cuando se entere que algo tramas en contra del nuevo rey, además— afiló la mirada— el resto del universo no tiene la culpa de que carezcas de un corazón. Tu insensibilidad es tu problema, hermano—


—¿Crees que un simple pecado capital tiene voz o voto frente al Gran Destructor, "hermano"?— cuestionó Hatty con aire confiado, esbozando una sonrisa siniestra. Su mano de pronto se hundió dentro del pecho del ajeno y lentamente apretó el corazón del contrario, sofocándole— eres tan reemplazable como cualquier otro. Lo viste en Ira y Gula, apenas pasaron horas y ya teníamos nuevos compañeros, así que... ¿por qué te crees tan importante?...— lentamente se inclinó para hablarle al oído, aprovechando la posición para morderle ligeramente la punta de la oreja, provocando un escalofrío en Pereza — los dioses creados directamente por Nim e Ithis no moriremos con tanta facilidad como ustedes, almas recicladas con objetivos tan frágiles como lo fueron sus vidas humanas... así que no quieras hacerte el interesante conmigo. Contigo o sin ti cerca, tengo algunas cosas en mente. Pero te conviene más seguirme—


Encontrar a Muerte no era la prioridad de los habitantes de Ithis, Vida lo sabía de antemano. A pesar de que el dios oscuro representaba la segunda deidad más importante, cada dios debía ocuparse de sus asuntos, por lo que el Benefactor no tendría el apoyo necesario para avanzar tan rápido como deseaba. No obstante, localizar al juez se convirtió en un reto y el príncipe se vio en la necesidad de armar un equipo de "rescate".


Normalmente era fácil verlo, bastando con acercarse a algún sitio donde una vida recientemente se hubiera desprendido de su cuerpo físico. Muerte acostumbraba aparecer entre las sombras, y bastaba un roce de sus dedos para atrapar el alma en turno y poner su marca. Algunas veces charlaba con las polillas, más por formalidad que por interés, y después las despachaba apresuradamente a fin de continuar su camino. En otras ocasiones, tan solo recolectaba el alma y le daba un pase directo al siguiente juicio, sin detenerse a analizar la razón del fallecimiento. El juez era neutral y dejaba que la decisión final fuera elegida por Ithis o por Nim.


Sin embargo, la comitiva que buscaba al recolector de almas descubrió algo alarmante.


—Vida, no deberías estar aquí. Se el peso emocional que estas tolerando justo ahora...— comentó Sabiduría, quien permanecía de pie sobre el techo de un edificio, observando hacia un cementerio muy grande que se localizaba en el centro de la ciudad donde se encontraba junto a Vida y a Locura. Pero el Benefactor negó sutilmente con un movimiento de cabeza y se mantuvo atento a lo que acontecía.


Llevaban varias semanas recorriendo el mundo, cualquier país que se les viniera a la mente era bueno. En esa ocasión en particular, una explosión provocada por un chispazo cobró la vida de diez personas apenas dos días atrás, y las deidades esperaban ver llegar al juez en cualquier instante. En semanas anteriores la ausencia de Muerte los desconcertaba, y no se explicaban que pasaba con las polillas de alma, mismas que extrañamente desaparecían sin dejar rastro. Tenían la esperanza de que el dios oscuro apareciera esta ocasión, por lo que esperaron pacientemente, incluso si Vida sentía que el corazón estremecía.


Los familiares de las víctimas acordaron enterrar a sus muertos en el mismo camposanto, a fin de rendirles homenaje los próximos años, todos juntos. Fue así como las carrozas funerarias llegaron una tras otra, y sobre los féretros las almas mariposa ya revoloteaban, esperando el pase que les llevaría al siguiente nivel existencial. Familiares y amigos sollozaban constantemente, llenando el ambiente de todo el dolor que podían acumular, y la preocupación de Sabiduría crecía exponencialmente al notar que el príncipe tragaba saliva. Pero los ojos de Vida escudriñaban la zona, casi ajenos a todo el duelo, atento a cada cuerpo que se trasladaba a su último sitio de descanso. Muerte no estaba por ninguna parte. Temía que no se presentara y que esas almas se convirtieran en fantasmas destinados a penar para siempre, hasta que una energía extraña provocó que su cuerpo se preparara casi al instante.


Allis Aquilae está vibrando dentro de mí... hay bligths muy cerca...— susurró el Benefactor para alertar a sus compañeros. Locura utilizó su oído, tratando de escuchar venir al enemigo, logrando detectar el sonido de un portal abriéndose, y pronto sus dedos apuntaron hacía un sitio específico en el cementerio. De las sombras formadas por los árboles distribuidos en el terreno, surgieron los seres conocidos como "Parcas", que recordaban claramente a las estampillas que los humanos crearon a lo largo de la historia haciendo referencia a la muerte. Entes sombríos, compuestos por un esqueleto que carecía de piernas y que emergían del manto que las cubría desde la cabeza y hasta terminar en punta, donde deberían existir pies. En sus manos sostenían guadañas de diversos tamaños y se trasladaban levitando muy cerca del suelo de la necrópolis, sin tocarlo. Parecían hienas, rodeando el cortejo fúnebre por todos los flancos posibles, contándose en total diez Parcas. Todas se acercaron al mismo tiempo, con movimientos suaves parecidos a los de un tiburón que nadara en torno a su presa. Imponentes, horribles e incapaces de hablar, las Parcas elevaron sus respectivas armas, y ante las miradas de los dioses de luz, cortaron por la mitad a todas las polillas.


—Ni siquiera las juzgaron...— balbuceó Locura, quien se llevó una mano a los labios, incapaz de apartar la mirada.


—Las Parcas son sirvientes de Nim, ¡son centinelas del reino debajo de lo bajo! ¡No es posible que estén presentes tomando el lugar de Muerte! Vida, tenemos que hablar con Ithis al respecto— el dios de cabellos dorados estaba exasperado. Caminó de un lado a otro en el edificio, mirando impotente como los suplentes del juez se retiraban cómodamente, volviendo a las sombras de donde salieron y dejando que las polillas recién atacadas agonizaran en suelo santo, incapaces de volar a Ithis. Vida bajó de un salto el edificio y corrió entre las criptas hasta llegar al sitio de la reciente masacre, cayendo de rodillas ante los insectos malheridos. Sus manos temblaban cuando recogió a las que apenas se podían mover y las observó con dolor, incapaz de contener el llanto. Trató de usar su poder para regenerarlas, pero le fue imposible hacer algo por ellas, y lentamente los pedazos de alma se fueron convirtiendo en polvo dorado, que se desvaneció entre los dedos del Benefactor, hasta desaparecer en el viento.


Vida estaba profundamente conmocionado. Apretó los puños y volvió a revisar los alrededores, pero no había ninguna señal de la presencia de Muerte. Los familiares de las víctimas aún caminaban entre las tumbas recién cubiertas, y las oraciones que susurraban herían profundamente al pequeño creador.


—Ellos ya no pueden escucharlos... maldición... no se verán nunca más porque sus familiares dejaron de existir... ya no recen por favor... no hay nadie a quien dirigir sus palabras...—balbuceó apretándose ambas manos en el rostro, por lo que Sabiduría acudió en su auxilio, llevándoselo de nuevo al reino de luz.


La audiencia con el Padre Creador fue casi inmediata. En cuestión de dos días, dioses y sirvientes se encontraban reunidos en la Gran Sala Estelar, donde Vida se puso en pie, para llamar a Ithis. Pocas veces se convocaba al padre, y en casi todas las ocasiones fue por algo malo. El príncipe sentía vergüenza al respecto, sabiendo que la razón de la tragedia actual residía entre sus piernas, pero no podía permitirse el ignorar los hechos. Los labios del joven de piel verde se abrieron, emitiendo un canto muy sutil y angelical. Esa copla pudo entonarse desde la garganta de Musa, pero todos esperaban ansiosos la oportunidad de escuchar a Vida, pues solo cuando se trataba de llamar a Ithis el Benefactor ofrecía al oído un sonido tan hermoso que llenaba el corazón de emoción, superando por mucho el talento natural del dios de la inspiración. El resto de los presentes se inclinaron con la frente hasta el suelo y mientras Vida cantaba en una lengua que solo Ithis y él conocían, las nubes sobre sus cabezas se abrieron lentamente, revelando una luz cegadora que obligó al Benefactor a parpadear varias veces para soportarla. De esa abertura bajó una escalera, formada por peldaños cristalinos con brillos tornasol y en el inicio de la misma, la figura del Gran Padre Creador apareció. La inmensidad de Ithis jamás dejaría de sorprender a Vida y su rostro carente de facciones permitía ver un rincón del universo en cada parpadeo.


Ithis respondió de la misma manera, con un susurro que recordaba los cantos gregorianos de la antigüedad. Al igual que Nim, el Creador tomó una forma humana, pero el vestía completamente de blanco y poseía un par de hermosas alas que recordaban la figura de los arcángeles. Breves y enormes, las alas bajaron para convertirse en la capa que protegería la espalda del padre, cerrándose al frente con un broche que simulaba dos alas de oro cruzándose en las puntas, mientras el padre bajaba la escalinata con parsimonia. Su rostro era idéntico al de Nim, un ángel inmaculado de sonrisa gentil, y ojos ambarinos. Pero las facciones tendían a ser más delicadas, tan blancas e inmaculadas como las de las esculturas griegas. Al igual que el Destructor, poseía dos orejas en punta, mismas que lucían pendientes idénticos al que usaba Vida en las festividades, sólo que con cristales completamente transparentes. Pero sus cabellos, recogidos en una media coleta, poseían un baño de oro puro y resplandeciente.


En cuanto llegó ante el pequeño creador, no dudó en deslizar ambas manos debajo de los brazos de Vida y lo levantó, provocando que el joven de piel verde ruborizara. Era una costumbre de parte de su padre, ya que la diferencia de alturas le hacía parecer siempre un niño, pero por parte de Ithis podría suponerse que se convirtió en una costumbre que jamás cambiaría. Algunas risas moderadas se escucharon por parte del resto de los dioses y una vez que el joven fue devuelto al suelo, el Alto Señor Creador deslizó sus dedos en las mejillas de su primer hijo, mirándolo a los ojos.


—Siempre he deseado que las visitas de todos ustedes sean más amenas y no enmarcadas en sufrimiento, Vida— comentó el varón rubio, extendiendo sus caricias unos minutos.


—Lamento que sea de esta manera, Padre. Pero te necesitamos tanto ahora mismo— confesó el menor, sus palabras tenían la angustia bien marcada en cada frase— las vi ser destrozadas... vi sus alas desvanecerse entre mis dedos...—


—Lo sé hijo mío, lo sé bien. Me temía que esto pasara algún día, en mis sueños rogaba que fuera una posibilidad que nunca se cumpliera— aseguró el Creador, invitando a todos a elevar la mirada. En la Sala Estelar las nubes servían de asiento, por lo que los asistentes encontrarían sitio para acomodarse sin problema alguno. Ithis ocupó lugar en un trono dispuesto, formado únicamente por plumas gigantes, probablemente de él mismo. Fue entonces que Sabiduría se puso en pie, y después de una reverencia, tomó la palabra.


—Las Parcas han aparecido, Padre. Jamás en toda la historia del planeta Tierra se les había visto trabajando por su cuenta, por lo que recuerdo, ellas solo estaban al servicio de Nim. ¿Por qué entonces se tomaron la molestia de destruir almas?—


—Eso es porque Nim debe haber cedido su control a Muerte— confesó el creador, provocando revuelo en la audiencia— como bien lo has dicho, las Parcas son fieles sirvientes y protectores de Nim. Fueron moldeadas para proteger el reino de las sombras, y jamás podrán sustituir a Muerte. Las Parcas no pueden juzgar, ya que carecen de sentido común, pero tienen un olfato incomparable. Son capaces de encontrar almas sin marcar y si no perciben el aroma de la maldad en ellas, las destruirán. Ellas solo buscan material que sirva para alimentar a Nim, así que las almas que vieron ser destrozadas, eran seres puros que merecían llegar ante mí. Eso las hace sumamente peligrosas, ya que destruirán todo lo que no les sirva, negándole la oportunidad a las almas puras de renacer. Y eso los incluye a ustedes, a todos ustedes— indicó, mirando de reojo a los sirvientes— Eso es inconcebible— aseguró Ithis, poniéndose en pie para extender su mano ante la audiencia. Entre sus dedos una espada emergió, y Vida por unos instantes recordó la primera vez que sus ojos contemplaron esa estampa. Su padre estaba decidido a tomar cartas en el asunto e involucrar a todos los seres del reino para resolverlo — cada dios que se encuentre con una Parca, intentará destruirla, sin excepción. Mientras ellas estén en la tierra, Muerte no vendrá. Nim lo está ocultando por alguna razón, pero es necesario para que las almas puedan tomar un camino adecuado, así que es una orden: las Parcas deben ser destruidas a toda costa—


Los dioses vitorearon emocionados al ver al creador tan motivado y enseguida tomaron cartas en el asunto, retirándose a toda prisa. Si bien no todos tenían la capacidad de enfrentar a un enemigo en combate, podían servir como ojos extra para ubicar a los espectros y de esa manera comunicárselo al guerrero de luz más cercano. Vida lamentó que la reunión con su padre fuera tan breve, y el hecho de que Sabiduría lo acaparara al final de la visita fue contraproducente, por lo que el Benefactor se retiró, perdiendo la oportunidad de hablar un poco más con Ithis.


Antes de volver a su hogar, decidió hacer una pequeña escala. El mausoleo que servía como hogar de Muerte permanecía cerrado y ahora los hermosos jardines que rodeaban el patio lleno de tumbas estaban descuidados y llenos de maleza. La puerta se abrió con el roce de los dedos de Vida, único capaz de recorrer esos pasillos sin que el sello de protección del lugar lo repeliera. Como lo esperaba, los verdaderos sirvientes del juez estaban en casa, sentados en la sala común, en completo silencio. En el momento que el dios oscuro perdió la gracia de Ithis, también dejó atrás a sus sirvientes, quienes ahora eran incapaces de moverse sin sentir a su amo. Vida los inspeccionó pero ninguno reaccionaba a cualquier estímulo, su posición rígida indicaba que llevaban meses así y eso preocupó al Benefactor aún más.


—En verdad estas usando a las Parcas...¿por qué... Muerte...?— El príncipe siguió caminando, observando a detalle cada rincón del hogar abandonado. Era increíble descubrir tanta belleza en torno a la muerte que el tanto odiaba, no a su representante si no al concepto por sí mismo. Algo tan inevitable, tan trágico y horrible, en manos de Muerte se convertía en poesía. Los rostros marmolados de las esculturas que decoraban la mansión eran hermosos y al tocarlos, Vida comenzó a sentir mareos, hasta que se vio obligado a recargarse contra la estatua de un ángel que lloraba. Las imágenes que acudieron a su cabeza no parecían tener orden alguno, pero en cada fracción de recuerdo, Muerte aparecía llorando. Sus ojos se hinchaban al marcar algunas mariposas, las acariciaba, susurraba palabras de consuelo o de perdón y después las dejaba continuar su camino, para luego derrumbarse y sollozar junto al cadáver vacío que quedaba ante él. Los ojos del Benefactor no daban crédito a lo que estaba descubriendo, esos recuerdos incompletos le mostraban una parte del juez que no esperaba, sensibilidad, dolor, angustia, empatía.


Vida salió a toda prisa del mausoleo, pero esta vez no emitió una promesa. La última vez que prometió algo todo salió muy mal, por lo que ahora estaba decidido a confrontar la situación esperando que sus decisiones inmediatas fueran las adecuadas. Sus pasos le llevaron directo a la residencia de Amor, pero la diosa no estaba dispuesta a cooperar como el esperaba.


—¿Dime porque tengo que ayudarte?— espetó la joven piel de chocolate, quien permanecía con los brazos cruzados y un gesto de molestia pocas veces visto en su rostro — Muerte ha sacrificado mucho por ti desde que te conoce, y sin embargo volviste a fallarle. Vino a llorar conmigo cuando todo esto comenzó, estaba inconsolable pero aun así aseguraba que te amaba. Todo tiene un límite, Vida. Incluso para ti que eres el favorito de nuestro padre. Lo estaré buscando, pero no para tu beneficio, quiero que lo sepas—


—Me parece injusto que me trates de esta manera, sabiendo que yo...—


—¡Incluso cuando sabías que él te amaba, le fallaste antes!— exclamó cada vez más enfadada, provocando que el príncipe retrocediera dos pasos— si realmente quieres pagarle algo de lo que le debes, encuéntralo y pídele perdón, incluso si no sabes por qué te disculpas. Es lo mínimo que podrías hacer por un corazón roto que ni yo seré capaz de reparar—


—El... ¿Muerte...que tanto me amaba?— insistió Vida, logrando que la joven por fin bajara un poco la guardia.


—Más que a nada en el basto universo que nos rodea. Siglo tras siglo, te ha amado en cada uno de tus pasos, de tus creaciones, de tus suspiros. Sonríe mejor cuando piensa en ti, y piensa en ti casi todo el tiempo. Decidió sufrir tu primer olvido y se puso en la punta del cañón tan sólo para que nadie te lastimara en el proceso. A sangrado por ti, ha llorado por ti, se ha olvidado de sí mismo solo por ti. No soy capaz de imaginar la cantidad de dolor que semejante sacrificio podría generar. Si se fue, es para no volver. Yo preferiría que no lo hiciera, que recuperara su ritmo de trabajo para mantener el balance universal, pero que no volviera a Ithis. No mereces que el vuelva a ti—


Las personas esperan que la diosa del amor este llena de bondad, transmita felicidad y la oportunidad de encontrar la pareja ideal. Pero Vida experimentó todo, menos eso. Las palabras de la deidad fueron hirientes, como si un odio auténtico se expresara entre líneas. Era de esperarse. No obstante, el príncipe no pensaba detenerse por eso.


Al salir del recinto de la joven, el pequeño creador se topó de frente con Locura, casi derribándolo. El albino miró con curiosidad al Benefactor y luego lo arrastró de un brazo para alejarse del recinto de Amor, a toda prisa.


—Hey, hey, espera, ¿A dónde me llevas?— cuestionó Vida, confundido.


—Vas a pedirme algo, ¿no es así? Estaba buscándote, las voces me dijeron que me necesitabas— aseguró el moreno.


—Oh, es verdad. Olvidé que son muy chismosas— bromeó con desgano el joven de piel verde, frotándose un poco el cuello—


—No te la voy a chupar, si eso pretendes, Sabiduría me mataría. Aunque... si tuvieras algún lugar secreto, nadie se enteraría...—


—Eres un enfermo cuando te lo propones— gruñó el mayor, ocupándose de darle un golpe con los nudillos sobre la cabeza para luego jalarlo de las ropas y susurrarle al oído—vas a estar cerca de mi cada vez que busquemos a las Parcas, siempre, ¿entendido? Y cuando llegue el momento en que necesite de tus poderes, los usarás sobre mí sin preguntar, bastará con una mirada y sabrás entonces que es la señal, sin cuestionarme, no importa si Sabiduría se opone—


—¿Estás loco acaso? Sabes bien que no tengo control sobre mis dones...eso sería...—


—No estoy loco, pero necesitaré estarlo muy pronto—


La campaña "Pateen el culo de la Parca" (nombre otorgado por Locura) inició de inmediato. Vida, Sabiduría, Locura, Musa, Vanidad y Fortuna estaban a la cabeza de la comitiva, junto con todos sus sirvientes, pero la fuerza de ataque residía en los puños de Vida, Locura y Vanidad. La singular triada inició la búsqueda, y no tardaron en encontrar al objetivo. Sin embargo, este era demasiado escurridizo. Al igual que Muerte, las Parcas no hacían ruido al aparecer, sólo podían ser detectadas por la esencia de Nim impregnada en sus cuerpos. En varias ocasiones, los dioses se lanzaban al ataque, quedándose con las manos vacías cuando los espectros se esfumaban con facilidad en la sombra de un vaso, de un árbol, de un ave que pasaba por el sitio. Abundaban en cualquier punto del planeta, como una plaga creciente que seguía destrozando polillas y llevándose a las almas dignas de los colmillos de Nim.


La caza se extendió por semanas, hasta que una oportunidad auténtica llegó. Una parca, misma que se presentó ante el cuerpo de un chico recientemente apuñalado en un callejón cerrado, justo detrás de un estadio de futbol, se quedó atrapada entre el grupo de deidades que la interceptaron. Los dioses lograron llamar la atención de su presa, sin embargo, la escasa luz disponible auguraba otro fracaso. De pronto un enorme reflector se volteó hacia el punto donde se encontraban, y con su luz blanca artificial iluminó todo el callejón, desvaneciendo cualquier sombra disponible que estuviera cerca del espectro. Locura era el autor de ese arrebato, reía emocionado buscando el modo de atar el reflector, saboreando los gritos lúgubres de la presa en turno, que se retorcía ante la inmensa cantidad de luz que le cegaba. La Parca comenzó a tirar golpes con su guadaña sin mirar hacia donde, de forma errática y muy furiosa, por lo que las deidades tuvieron que retroceder un poco. Pero en el momento que estuvo al descubierto, y cuando Musa se ofreció para sostener la gigantesca luz, Locura se lanzó desde su posición para luego enterrar de lleno una de sus "garras" directo en el pecho del sirviente oscuro. El golpe fue certero, cargado de toda la brutalidad que el dios de la demencia poseía en combate, logrando quebrar la estructura ósea de su víctima y de paso, hacer estallar el núcleo que la mantenía con vida.


La explosión provocó que todo a dos calles a su alrededor cimbrara. Locura terminó estampado contra las paredes del estadio, y a pesar de que escupía algo de sangre, sonrió muy orgulloso al ver como el espíritu del Nim poco a poco se desvanecía hasta no quedar nada. Sabiduría acudió alarmado en su ayuda, pero el albino estaba tan eufórico que solo podía reír y señalar hacia el punto donde permanecía el joven asesinado, su polilla y la huella negra de lo que alguna vez fuera una Parca. La polilla fue recuperada por Vida, quien le regaló una marca especial, provisional, para ayudarla a volar directo hacia Ithis.


En su trono, Muerte estremeció de golpe, llevándose una mano al pecho y aferrándose las ropas, como si algo en su interior le doliera profundamente. Los ojos de Hatty Nimson no ignoraron esos gestos, pero cuando se disponía a abordar al juez, uno de sus sirvientes se acercó para darle las "buenas noticias". Al escuchar el aviso, la sonrisa del pelirrojo se amplió tanto que parecía intentar falsearse la quijada y sus orbes negras por un momento alcanzaron el brillo de una flama.


—"Justo lo que necesitaba... es tiempo de deshacerme de ti, Muerte..."— pensó el dios del odio, dirigiéndose a toda prisa ante su rey, al que reverenció cauteloso. Muerte lucía más pálido de lo normal y necesitó jadear un poco para recuperar el aliento, solo así pudo atender las palabras de su centinela.


—¿Qué es lo que tienes que decirme, hermano?—


—Muy malas noticias, su Majestad— aseguró el pelirrojo, con falsa benevolencia— una de las Parcas fue destruida por el dios de la Vida, apenas hace unos minutos. Me reportan que ha organizado un grupo para destruir a todos nuestros sirvientes, blights y Parcas por igual. Tiene como objetivo recabar todas las almas mariposa para llevarlas a Ithis y dejar a Nim sin suministro, aprovechando la ausencia del recolector de almas—


—Las Parcas han estado trabajando bien hasta ahora, ¿acaso no están mandando su cuota a Ithis como deberían?— cuestionó el juez con aire altivo, quien desconocía la incapacidad de sus nuevos sirvientes para trasladar almas. Hatty esbozó una sonrisa moderada, tratando de ser discreto ante la excitación que sentía al ver su plan avanzando.


—Así es su Majestad, cada Parca ha hecho lo suyo, pero tal parece que la ambición del Benefactor no tiene límite. Él y otros dioses más las cazan día y noche, entorpecen sus labores, las obligan a huir y en el peor de los casos, encontraron el modo de destruirlas. Imperdonable de verdad—


—Llama a Pereza y a dos pecados capitales más y vayan a investigar el porqué de las acciones de Vida, y que la mitad de las Parcas vuelvan a Nim. No podemos permitirnos que destruyan tan valiosos guardianes, los protectores de este reino deben seguir siendo abundantes— ordenó Muerte, pero el pelirrojo negó con la cabeza, llevándose una mano al pecho para inclinarse nuevamente ante su rey.


—Me temo que eso no es posible, mi lord. Ninguno de los pecados capitales es capaz de hacerle frente a los dioses de Ithis, debido a su inexperiencia y falta de poder. Yo no puedo comandar a las Parcas, pues ellas solo le obedecen a usted. Además, se me dio la orden de estar a su servicio, de acompañarlo día y noche para atender sus necesidades. Me he convertido en su centinela y si llegara a abandonar mi deber, Nim me castigaría. Esta situación debe resolverla usted en persona, con gusto seré su escudo mientras buscamos una audiencia con el Benefactor— confesó Odio.


—Nim ordenó que no saliera del Nim—espetó Muerte con irritación, ya que no gustaba estar sentado todo el día esperando noticias— dijo que tenía que regir el reino debajo de lo bajo y guiar a todas sus tropas, aconsejarlas cuando lo requieran—


—¿Desde cuándo un rey recibe órdenes?— susurró Odio, elevando lentamente la mirada para encontrarse con los orbes negros del juez —¿acaso no es su deber proteger el bienestar de las Parcas? ¿Qué pasará si Vida destruye otra más? Nuestro balance se perdería y el reino de Ithis gobernaría sobre la tierra, pisoteando las viejas tradiciones y promesas que han perdurado por siglos. ¿Qué hará entonces, su Majestad?...—


Muerte mantuvo un silencio sepulcral varios minutos. Las palabras del pelirrojo parecían encajarse en su cabeza, obligándolo a decidir . Fue así como el oscuro se puso de pie y extendió una mano, llamando a Memento Mori por fin. La guadaña se había tornado completamente negra, desde la punta de su filo hasta la base y la calavera que sostenía la hoz recordaba la silueta de un dragón, no de un humano.


—Juzgaré a Vida entonces— confesó el rey, encaminándose hacia la superficie, con Hatty pisándole los talones — no puedo permitir que nuestro reino se debilite, el balance es un acuerdo milenario y ningún dios debería intentar romperlo. Vida lo sabe de antemano, como pudo atreverse a levantar su mano en contra de nuestras valiosas Parcas. Cobraré con su sangre esta ofensa— declaró Muerte, y esta vez no necesitó cruzar el Río de Lágrimas para volver a la dimensión neutral. Hatty Nimson utilizó las sombras para trasladar no sólo a su rey, sino también a una cantidad considerable de blights que servirían como distracción.


El choque de reyes encontraría oportunidad mientras Vida y sus compañeros recorrían un accidente de tren. Toneladas de fierros retorcidos ardían, junto con los cuerpos de los viajeros infortunados que en él se trasladaban, debido a que un riel estaba averiado y nadie tenía conocimiento de ello. Las víctimas contaban un total de veintisiete y nuevamente las deidades de Ithis aguardaban la llegada de las Parcas. Locura se adelantó, como en las últimas excursiones, al ver a uno de los espectros brotar de las sombras de los vagones, pero cuando elevó sus garras para destrozarlo, una lanza le atravesó el vientre, provocando que el albino gimiera de dolor y retrocediera. La Parca volvió por donde vino, y en su lugar el dios del odio emergió lentamente. Su sonrisa era tan malévola que Vanidad estremeció, colocándose detrás del Benefactor, el cual apretaba los puños muy enfadado.


—Oh, querido y viejo hermano traidor, debe doler mucho en verdad ¿no es así?— comentó el pelirrojo con sorna, haciendo girar la lanza dentro de vientre ajeno, hasta que la arrancó con un movimiento brusco, liberando a Locura por fin. El moreno retrocedió apresurado, hasta alcanzar a Sabiduría, quien lo auxilió de inmediato— no te preocupes, viejo hermano, te recuperarás en unos minutos. O tal vez horas, si tu cuerpo ya no sabe asimilar la esencia del Nim que acabo de inyectar en esta lanza—


—¿Qué estás haciendo aquí, Odio?—gruñó el príncipe, permitiendo que Alis Aquilae se desplegara en su cuerpo, como advertencia— solo un estúpido se atrevería a enfrentarnos solo...—


—Vine de excursión seguramente, pequeño creador— masculló entre dientes, extendiendo una de sus manos para señalar a Vida— eres más egoísta de lo que creía, ¿acaso solo tu tienes el derecho de pasear bajo la cálida caricia del sol? Ahhh, y dicen que nosotros somos los malos. Vamos, juguemos un poco, Benefactor— de las sombras más cercanas emergieron blights en grandes cantidades, la mayoría pequeños pero realmente molestos. Vida no tardó en usar su cañón de plasma para reducirlos a cenizas e incluso Vanidad se puso en acción para detenerlos.


El platillo fuerte se manifestó cuando el combate estaba en su punto. Los orbes esmeraldas de Vida vieron a Muerte aparecer por un costado del vagón en llamas, posando sus pies desnudos sobre los fierros ardientes y por momentos, caminando pausadamente entre la hierba seca que rodeaba los bordes de los rieles. La capa que llevaba sobre los hombros ondeaba delicadamente, como si el viento jugara con ella a discreción, dando la impresión de que el oscuro avanzaba en cámara lenta. El rey de la noche se descubrió la cabeza  y el manto que lo cubría desapareció, dejando ver su nuevo atuendo, aunque no trajera botas como acostumbraba. Muerte llamó a las mariposas para colocar su marca, como en antaño, pero esta vez las acarició con cuidado, asegurándose de que algunas se elevaran, directo al reino de luz. Sabiduría advirtió la presencia de la corona, e incluso Vanidad vio con horror la forma en que la sangre escurría desde la cabeza del dios oscuro mientras este se inclinaba para alcanzar las polillas, una por una, derramando su sangre gota a gota.


—¡Muerte!— exclamó el príncipe, pero el aludido no volteó— ¡MUERTE!— insistió, pero cuando intentó acercarse, Hatty se le cruzó en el camino, apuntando la punta de su báculo contra el cuello del joven de piel verde, mientras este le colocaba la punta del cañon de plasma en la frente —quítate de mi camino, Nimson, este asunto no es contigo—


—Soy su guardián ahora— presionó el pelirrojo, relamiéndose los labios—en el Nim las cosas se han puesto muy buenas desde que nos gobierna—


—¿Gobernar...?—


—¿Qué? ¿Pensaste que sólo tú tenías derecho a tener un reino? ¿Acaso no vez su hermosa corona llena de magnolias?— dijo entre murmullos el pelirrojo, pero solo estaba distrayendo al Benefactor. Vida sintió que se entumecía, y cuando cayó en cuenta del error, Odio ya le estaba pisando la sombra. Paralizado, observó en silencio como su atacante caminaba cómodamente sobre la unión de la sombra de ambos, hasta estar frente a frente. La mano del pelirrojo se hundió dentro del pecho de Vida, y sus uñas se enterraron profundo en el corazón del pequeño creador, infectándolo con su poder— ahora, escupe todo lo que quieras decir...te otorgo la libertad del egoísmo, el odio guardado en tu interior puede salir mjjjj...—


Los blights que quedaban reaccionaron ante el crujir de los dedos de Nimson y corrieron hasta desaparecer de la escena. Vida vomitó una sustancia negra y sentía como el veneno de Hatty le recorría las entrañas, pero extrañamente, sonrió.


—¿De qué demonios te ríes?— preguntó el pelirrojo cuando se apartó un poco, y fue en ese instante en el que la vista del rey del día se cruzó con la mirada de Locura. El albino apartó a Sabiduría de un empujón y asintió con la cabeza, emprendió carrera y ante la mirada atónita de todos, enterró su puño en la espalda del Benefactor, provocando que su poder entrara (literalmente) de golpe dentro del cuerpo del joven de piel verde.


—No me haré responsable de las consecuencias de esto, Vida...ahora verás las cosas de otra manera— masculló Locura, quien se derrumbó nuevamente ya que la herida de la lanza seguía escociéndole las entrañas. Sabiduría estalló colérico, arremetió contra Locura pero este logró atraparle por ambos brazos, para contenerlo.


—¡¿Qué demonios sucede?! ¡¿Por qué hiciste eso?!— exigió saber el rubio, pero los ojos de Locura estaban fijos en el pequeño creador, quien se puso de pie lentamente, moviendo la cabeza a un lado y a otro para tronarse el cuello. Se limpió la sangre de los labios con el borde la camisa y cuando Odio quiso abordarlo de nuevo, un disparo certero de su cañón de plasma dejó fuera de combate al pelirrojo. El poder del odio y la locura combinados quemaron toda duda e inhibición presente en el corazón del Benefactor, y nuevamente disparó, esta vez en contra de Muerte.


No lo tendría tan fácil.


El juez usó sus sombras para protegerse de forma efectiva, y para cuando el muro negro desapareció, la mirada del rey del Nim estaba fija en su atacante, tal como lo deseaba Vida. Por un momento se observaron mutuamente. Memento Mori estaba tensada entre los dedos del oscuro, mientras que Alis Aquilae cargaba sobre el hombro del joven de ojos esmeralda, como si estuviera esperando el momento indicado. Sus labios fueron los que decidieron dar el primer golpe.


—Te estuve esperando, maldito cobarde, porque tenía algo que decirte antes de que te escondieras en tu madriguera—


—No tengo nada que hablar con nadie del reino de Ithis— espetó Muerte, elevando la mirada con una carga de indiferencia que pesaba.


—No dije que fuera una opción— el cañón volvió a dispararse, pero el juez lo esquivó con gran habilidad. Era evidente que Vida hablaba en serio. La distancia se acortó entre ambos, hasta que el filo de la guadaña se interpuso, evitando que el Benefactor diera un paso más— me negaste el derecho de decirte la verdad de lo que pienso, ¿Quién te crees que eres?—


—Alguien que olvidó todo sobre mí no merece ser escuchado— insistió Muerte. La corona comenzó a crecer y esta vez las espinas perforaron tan profundo que dibujaron gestos de dolor en el rostro del juez.


—Ya sé por qué te olvidé—aseguró el joven de piel verde, haciendo desaparecer su cañón tan solo para comenzar a caminar alrededor de Muerte, con las manos detrás de la cintura— ¿para qué necesitaría recordar a un asesino, después de todo? Un ser que vivió todo este tiempo de la buena voluntad de mi padre, mendigando una pizca de atención, mostrándose débil para que todos sintieran compasión y voltearan a verte y dijeran "¡Oh, pobre criatura tan patética! ¡Nos necesita tanto!"—


—No necesito escucharte, yo...— la sangre escurría tanto que uno de los ojos del juez se nubló y apenas si podía ver a su oponente, mismo que atrapó la guadaña con ambas manos para retenerlo.


—Nadie quisiera recordar a un malnacido que sólo existe para destruir todo lo que toca, aquel que trae dolor y desespero a donde quiera que vaya, la huella de la destrucción, la sombra del fin, la terrible realidad. Eres detestable, lo peor que puede existir, una basura siniestra que se regodea en el sufrimiento y finge empatía para no ser descubierto. Eres un cáncer que jamás debió existir...Muerte... eres un maldito asesino disfrazado de perro ovejero—


—Cállate...no es verdad lo que dices...no...yo jamás quise esto...—


—¡Maldito mentiroso! ¡No sabes cuánto te odio!— exclamó el Benefactor, esta vez usando sus puños para arremeter contra el juez. La guadaña se interpuso entre los peligrosos golpes, apenas logrando contener cada puñetazo, debido a la debilidad que venía resintiendo por el constante sangrado, pero Vida cada vez golpeaba con más fuerza— siempre paseándote entre nosotros con tu cara del chico autosuficiente que no necesitaba de nadie, llorando, gritando, exigiendo, cuando en realidad jamás mereciste nada de nosotros, jamás mereciste nada de Ithis—


—Entonces...¿por qué?... ¿Por qué me trataste con tanta gentileza...por qué no me dejaste en paz cuando te lo pedí?— poco a poco los orbes del juez iban perdiendo su coloración negra, el brillo dorado se esforzaba en asomarse nuevamente, pero el poder del Nim se aferraba al corazón dolido del dios oscuro, que apenas podía soportar el terrible dolor que las espinas en su cabeza le provocaban— ¿por qué...me permitiste amarte?...¿por qué?—


—¿Quién en su sano juicio amaría a alguien como tú?— respondió Vida, con un gesto de asco en su rostro ensombrecido por el odio— Debo de haber estado muy desesperado para siquiera tocarte de otra manera que no fuera para destruirte... eres repulsivo, denigrante... eres una basura decorada con satín y perfume de jazmín... eres una tumba viviente, hermoso por fuera pero por dentro...—


—No te atrevas a decirlo— gruñó el juez, apretando los dientes mientras sus manos temblaban en los bordes de la guadaña—


—Completamente...—


—No, no lo digas...—


—Podrido por dentro...—


—¡¡¡BASTA!!!!—


La carne crujió cuando la guadaña resbaló, enterrando su filo curvo directamente en el pecho del Benefactor. Muerte había cerrado los ojos, empujando ambos brazos hacia el frente con todas sus fuerzas, provocando que el arma resbalara entre las manos de Vida hasta encontrar un lugar dentro del tórax de Vida. Sabiduría trató de auxiliarlo, pero los cúmulos de esencia del Nim que el cuerpo de Muerte liberaba eran como una valla tóxica que no permitía acercarse a nadie, incluso a los sirvientes del príncipe, quienes revolotearon cuando sintieron al dios herido, incapaces de salvarlo. En ese momento, la corona sobre la cabeza del juez resbaló, liberándolo por fin de la prisión mental que Nim le había sembrado. Entre sus brazos yacía Vida, y poco a poco el corazón del juez comenzó a abrirse de nuevo.


Sus dedos largos y afilados se deslizaron en la mejilla de Vida, quien sonrió débilmente, observándolo. Los labios del rey de la noche temblaron violentamente y auténticas lágrimas cristalinas se mezclaron con las marcas de sangre en su mejilla, mientras una de sus manos sostenía con fuerza el cuerpo del Benefactor, cuando retiró la guadaña, provocándole el doble del daño recibido. El príncipe gimió ahogado, saboreando su propia sangre, y en ese momento, ambos se aislaron del mundo por completo.


Vida ahora se veía así mismo de pie, y ante él, una puerta dorada esperaba. Muerte se veía como siempre, y con mucha pena extendió su mano para entregarle una llave al recién llegado, invitándolo a abrir la puerta.


—Muerte, tu...—


—Sólo una fracción de mí, en realidad. Una que yo mismo no puedo ver. Soy el "San Pedro" que todos los que pasan por aquí encuentran, y esto es la supuesta "Puerta al cielo"; cuando el camino lleva a Nim, es una puerta de hierro oxidada. Ahora entra, lo que buscabas lo has conseguido. El problema será regresar. No puedo ayudarte, yo sólo soy un guía que transporta almas, y nada más— aquella figura desapareció cuando Vida traspasó su puerta y la llave se hizo polvo una vez que la tranquera quedó cerrada. En el interior, Vida sonrió emocionado. Tal como lo imaginaba (y con la ayuda de muchos libros revisados durante semanas) ahí estaban sus recuerdos. Miles de cuadros montados en las enormes paredes que le rodeaban, mostraban fotografías de milenios de existencia, y en gran parte de ellos Muerte estaba presente. Sus dedos rozaron el cuadro más próximo, percatándose de que tenía una gruesa capa de hielo adherida, lo que evitaba que recuperara los recuerdos, por lo que hizo una mueca de molestia.


—Ahora que los he encontrado, no puedo recuperarlos tampoco, que demonios...—farfulló, pero al observar al fondo de la sala, logró divisar una mesita dorada, sobre la cual descansaba una flor de cempasúchil. El pequeño creador se acercó con cautela, reconociéndola. No dudó en tomarla entre sus manos y comenzar a despedazarla, y una vez que estuvo destrozada hizo nacer entre sus manos una magnolia, misma que colocó donde antes estaba la flor amarilla. El hielo en los cuadros comenzó a resquebrajarse hasta que una oleada de trozos se derrumbó a los pies del Benefactor, liberando por fin todos sus recuerdos. Cada imagen comenzó a girar alrededor de su dueño, como un torbellino inmenso en el que Vida no lograba ver nada claro, hasta que comenzaron a impactarse contra su cuerpo, enterrándose dentro de su piel uno a uno, golpeando al caballero por todas direcciones. Cada impacto abría la mente del primer dios, mostrándole con toda claridad aquello que había perdido: la primera vez que se topó con el juez, el día que le obsequiaron el pendiente del que alguna vez no sabía nada. El primer beso, aquel día en que nadaron bajo el puente roto, las promesas, las ilusiones, las sonrisas llenas de amor de su querido dios del final perpetuo. Y cuando ese torrente de memorias se detuvo, recordó la última promesa, enmarcada por la sonrisa cálida de un ser que estaba dispuesto a darlo todo por él.


—"Cuando todo esto termine, quiero hablar contigo... quiero verte a los ojos y decirte todo lo que mi corazón guarda para ti. Muerte, no debes llorar ahora, estoy bien y estaré mucho mejor..." eso fue lo que te dije... y lo que quería decirte era...— balbuceó con una sonrisa boba en los labios, tocando las paredes vacías, donde los recuerdos se volvieron a dibujar, pero esta vez, más claros y vivos que nunca —era imposible que te olvidara, Muerte...jamás olvidaría tanto amor...debo volver, tengo que volver...¡QUIERO VOLVER!— gritó con todas sus fuerzas, y pronto todo comenzó a brillar, hasta cegarlo por completo.


Cuando el Benefactor abrió los ojos de nuevo, ahí estaba ese rostro teñido de líneas carmesí, que le sostenía una mano, misma que apretaba contra una mejilla mientras lloraba amargamente. Las tibias lágrimas ya habían manchado el rostro de Vida, y los ojos del juez estaban velados por el dolor de creer perdido al príncipe, lo que llenó de alivio al dios. El dolor en el pecho era extrañamente reconfortante, recordándole que seguía vivo y que estaba de nuevo en el reino medio. No dudó en extender una mano, para atrapar al dios oscuro por el cuello y obligarlo a inclinarse, para apagar su llanto con un beso de tintes demandantes. Al principio Muerte se asustó un poco, pero poco a poco sus orbes doradas enjugaron lágrimas de felicidad.


—No usaste a Memento Mori...—susurró el pequeño creador, deslizando sus dedos entre los cabellos del menor— ¿acaso sabías que esto pasaría?—


Muerte asintió, apretando los labios en el intento de contener el llanto.


—Siempre haces locuras, idiota...yo...jamás podría, preferiría destruirme a mí mismo antes de llegar tan lejos...le arrebaté la guadaña a una de las Parcas—


—Duele mucho— bromeó el Benefactor, llevándose una mano al pecho. La mancha de sangre era enorme— pero duele más saberse amado y no recordarlo—


—¿De verdad... lo recuerdas todo?— preguntó ansioso el juez. Hatty gritaba improperios mientras Vanidad lo mantenía bien atado, pero cualquier voz ajena a la pareja real apenas si era audible.


—Hasta el olor de las rosas impregnadas en tu piel cuando te hacía el amor— confesó el príncipe, en un tono tan bajo que nadie fue capaz de entender por qué Muerte se ruborizaba— te lo dije antes y te lo diré nuevamente... yo jamás te volvería a olvidar...—



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Lamento la tardanza mis queridas avecillas del Nim!! QOQ La inspiración se me fue por la coladera, pero estoy de vuelta! Gracias por seguir aquí :'D les adoro! Saludos desde México ;D

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