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Episodio 4. Eros: El poder del katsudon.


Ciertamente el plan de Sabiduría era determinante para que Vida pudiera tener una búsqueda adecuada y sin líos (como su visita con Dionisio). Pero no tomó en cuenta un pequeño detalle: se habían bebido un vino tocado por el pecado de la Lujuria. Un sueño profundo muy parecido a la embriaguez derribó por completo al Sabio , a Locura y por supuesto, a nuestro infortunado protagonista del pene dormido, quien no fue capaz de soportarlo y terminó noqueado.


Ante semejante lío, tanto los Playbots de Sabiduría como los Aves de Vida, se dieron a la tarea de informar a todo el reino de Ithis que tres dioses estaban fuera de combate por tiempo indeterminado, a fin de que el resto se ocupara de las tareas correspondientes, hasta donde sus capacidades les permitieran.


Pero Amor tenía una labor que no pudo soportar ni un día más. Apenas una semana después de que Vida fuera noqueado por el vino encantado, la diosa corazón cayó rendida de cansancio, pues invertir su energía para mantener dormido al Juez era mucho más exigente de lo que imaginaba. Lo que ella no sabía, es que "Memento Mori", el arma predilecta de Muerte, estuvo drenándole la vitalidad todo ese tiempo, a modo de defensa, hasta que el rey de la noche fue capaz de abrir los ojos en cuanto se vio liberado de los encantos de Amor.


Al principio no tenía idea de donde se encontraba. La vista aún le era borrosa cuando trató de incorporarse, pero el roce de sus dedos con el suave almohadón debajo de su cuerpo le reveló su situación fácilmente. Necesitó algo de tiempo antes de poder estar completamente despierto, incluso al ponerse de pie se sentía mareado, como si cadenas imaginarias le tuvieran apresado y trataran de mantenerlo adherido al enorme cojín en forma de corazón en el cual se quedó dibujada su figura luego de permanecer tantos días en reposo. Pero Muerte no podía mantenerse en ese sitio por más tiempo. Encontró a la diosa Amor tendida en sus aposentos, muy sonriente y bien abrazada de un peluche en forma de esqueleto que Muerte le regaló mucho tiempo atrás, cuando aprendió a coser y bordar en la época medieval. No pudo evitar sonreír ante la imagen tan tierna, y se inclinó para susurrar un "gracias" en el oído de la joven. Una vez que la cubrió con un cobertor, se encaminó a salir del rosado hogar de la diosa, encontrándose tan bien con sus sirvientes. La mayoría cayeron en un sueño profundo, aunque de manera aparatosa en el lugar donde se encontraban, por lo que estaban tiradas en el suelo por todo el recinto. Muerte se vio en la necesidad de recoger sirviente por sirviente y recostarlas en sitios más adecuados, todas alrededor de Amor.


Era una imagen bastante divertida el ver al juez haciendo malabares, intentando cargar a cada voluptuosa dama al servicio de la diosa. Llevarlas en brazos era imposible, por lo que se trasladaba entre las sombras, para aparecer debajo de ellas, de modo que pudiera emerger y levantarlas sobre su espalda. Pero el oscuro terminaba tan curvado, que parecía una "C" recostada, caminando a pasos torpes, tambaleando. Todos los dioses poseían fuerza sobrehumana, pero Muerte jamás había cargado a nadie, así que llevar féminas a cuestas le resultó temerario.


Ya le dolía la espalda cuando salió del recinto y fue informado por un Ave sobre la situación de Vida. El corazón del juez estremeció al enterarse de las hazañas de su gran amor, y de los temores que le aquejaban, por lo que se sintió profundamente culpable. ¿Cómo era posible que Vida se dejara llevar por semejantes dudas? Los sirvientes eran seres muy simples y sus mentes abiertas y carentes de malicia los convertían en los recipientes perfectos para obtener información que Muerte pudo leer fácilmente de un asistente de Vida. Pero no cualquiera podía acceder a esos secretos. El vínculo el príncipe y el juez era el ingrediente secreto para que Muerte tuviera semejante capacidad, y de esa manera, tomara la decisión de continuar la búsqueda por su cuenta, antes de que su atolondrada pareja se hiciera más daño.


Sabiduría estaba equivocado en una cosa: los pecados capitales tenían más poder de lo que se imaginaba. Tal vez Lujuria no era el adecuado para encontrar una respuesta, debido a su breve disposición y promiscuidad, pero existían más blights humanizados que podían ser consultados bajo el filo de la guadaña de Muerte. La tarea era muy simple, ya que el segundo dios acogido por Ithis resultaba ser el más popular en el Nim (después de Hatty Nimson, el dios del Odio y autoproclamado príncipe del mundo debajo de lo bajo, el Nim) por lo que no necesitaría mucho esfuerzo para encontrar alguna pista que le llevara a alguno de los pecados capitales. O eso pensaba.


En el momento que su divinidad se hizo presente en el reino humano, se dio cuenta del caos mundial que suponía la ausencia de tres dioses. El reino de Nim estaba en su apogeo, causando estragos por todas partes. Sin embargo, los blights comenzaron a ocultarse, asustados por la presencia del juez, en cuanto este blandió su arma para combatir el mal del mundo. Cada vez que intentaba acercarse a alguno, este huía despavorido, temiendo que la famosa guadaña de la Muerte le cobrara lo que le quedaba de miserable existencia, complicando así la tarea de Muerte.


Pasaron días mientras el oscuro recorría infinidad de  ciudades, incluso en un par de ocasiones fue atacado, por lo que se detuvo una tarde para tomar asiento en una banca ubicada en el centro de Sochi, una pequeña ciudad rusa. Sin embargo, su atención fue captada cuando las grandes pantallas de un centro comercial comenzaron a proyectar un anuncio sobre competencias de patinaje sobre hielo, el Gran Prix, que definiría al campeón mundial de los últimos tres años esa misma noche. El protagonista de aquel espectacular se le hacía increíblemente familiar, pero de un solo vistazo no lograba recordar donde vio ese rostro antes. O tal vez no era el rostro, si no la expresión en el mismo.


"El pentacampeón, Viktor Nikiforov, por segundo año consecutivo se presenta como entrenador de su único y talentoso alumno, Katsuki Yuri, un japonés que aparentemente salía del fracaso, pero que desde el año pasado levantó su popularidad gracias a su concepto sobre el "Amor" ¡No te lo puedes perder, 9 en punto en las instalaciones del Hall! ¡Apoya a tu competidor favorito por internet!"—


Muerte afiló la mirada, con una expresión de astío en el rostro. Pero pronto su atención fue captada por el mismo hombre que aparecía en el espectacular, el caballero ruso de cabellos platinados que parecía muy sonriente ante las cámaras. Sus ojos azules poseían un gesto amables  y tomó asiento junto al dios oscuro, pero en cuanto se giró a mirar al juez, Muerte se quedó helado.


—Wow, sigues siendo tan glamuroso hermano, en verdad siento envidia desde hace tantos siglos—


—Pero que dem... ¿cómo es posible que un simple humano pueda dirigirse a mí de esta manera? ¿quién eres tú?— masculló entre dientes el juez, quien ya extendía sigilosamente una de sus manos, desplegando largas líneas de energía oscura.


—Calma, no es necesario que llames a Memento Mori, no vine a buscar pelea— susurró el entrenador, para luego dejarle ver al contrario la forma en que sus ojos se oscurecían por completo— en la antigüedad tenía el cabello largo...no he cambiado tanto, ¿sabes?—


—Esto... no puede ser posible... ¿Gula?— comentó boquiabierto el segundo dios, mientras el hombre de cabellos plateados asentía, sonriendo emocionado al saberse recordado.


—Me gustaba más cuando me llamabas Psique en la antigüedad— replicó luego de un suspiro pesado, asintiendo.


—Pero tú fuiste...—


—¿Asesinado? No realmente. No está en la naturaleza del dios de la vida el destruir. Tuve suerte a decir verdad, después de la primera gran guerra entre los dioses, pensé que realmente iba a morir...— la sonrisa del pentacampeón se amplió ligeramente, elevando la mirada al cielo cubierto de nubes, que auguraba una fuerte nevada esa noche de competencia. Lo recordaba todo claramente.


En el pasado, muchos siglos atrás, Psique había nacido hembra, y se presumía que era la más hermosa de todas. Hija menor de un rey de antaño, opacaba con su belleza a todas sus hermanas gracias al largo cabello plateado que heredó de su madre, y siempre se le miraba en banquetes, donde sus múltiples pretendientes la llenaban de regalos, de ofrendas en distintas formas y de mucha comida. Psique se regodeaba feliz entre tanta abundancia, y siempre pedía más y más, hasta que los pretendientes eran incapaces de complacerla o se veían superados por algún pretendiente nuevo con más solvencia y recursos que llamaran la atención de la joven doncella insaciable. Pero un mal día, ni siquiera su belleza fue suficiente para sobreponerse a la muerte. 



El palacio donde vivía fue atacado y reducido a cenizas, y Psique fue testigo de cómo todo lo que creía propio era saqueado, destrozado o quemado, al igual que su familia. Pero sus ojos solo tenían atención para todos esos regalos que jamás volvería a ver. Enfurecida, forcejeó contra sus captores, e incluso logró darle muerte a uno, provocando así la ira del resto, quienes la asesinaron de forma despiadada. Su alma estaba completamente manchada por una vida incorrecta y un final miserable, y cuando volvió a estar consiente de sí misma, se encontraba de pie, dentro la antesala del recinto sagrado de Nim, donde el Gran Padre Destructor se presentaría a devorar las almas destinadas en ofrenda para él, todas enviadas gracias al juicio de Muerte.


Había cientos de almas conglomeradas a su alrededor, todos estaban confundidos, gritaban, lloraban, con sus mentes perdidas en el momento de su muerte. Pero Psique solo pensaba en una sola cosa: comer. Era increíble que un alma fuera capaz de conservar esa sensación en sus entrañas, puesto que físicamente ya no poseía órganos que requirieran sustento. Comenzó a caminar de forma errática, solicitando una migaja de pan a todo el que volteaba a verla, pero nadie le atendía. Caminó y caminó, incapaz de calcular si eran días, horas o minutos los que transcurrían dentro de esa singular jaula divina; lo único que paseaba por su mente, era saciar esa extraña sensación de hambre que crecía a cada instante. Ya no poseía joyas, ni ropas de telas finas y bordadas a mano. No sentía los labios, que antes se decoraba con el néctar de las flores del gran jardín que poseía un Palacio que apenas si era capaz de recordar en sus pensamientos. Nada le pertenecía, más que la angustia de intentar llevarse algo a su boca inexistente.


Pero pronto sus pensamientos y debilidades se esfumaron al toparse de frente con un ser increíblemente hermoso. Aquel varón pasaba haciendo guardia en el recinto, portaba una armadura muy similar a la de los romanos, solo que completamente negra, al igual que sus enormes alas que en pares, se contaban seis. Un arcángel sin duda, de largos cabellos negros y una mirada siniestra. Serio, firme, elegante, fue llamado por uno de sus iguales y entonces Psique supo su nombre: Eros. Esa mirada completamente negra se vio sorprendida al descubrir a la joven, y el hermoso pecado capital de la Ira se dejó llevar por la belleza de la dama que lo observaba en silencio. ¿Cómo era posible que un ser tan bello estuviera atrapado y condenado a ser devorado por el Padre de la oscuridad? ¿Qué clase de vida podría haber manchado un alma aparentemente tan pura?


La conexión fue instantánea. Eros apartó a Psique del grupo y la llevó ante Nim, poco antes de que este acudiera a devorar su ofrenda. El arcángel de la Ira exigió que se le diera un cuerpo a la mujer y un lugar como blight desarrollado en las filas del Gran Destructor, pero era imposible que ocultara sus intenciones amorosas, por lo que Nim se mostró molesto al respecto. Sólo que el Gran Destructor no perdería semejante oportunidad para darles una lección a todos en su reino. Extendió su mano colosal y tomó esa insignificante alma con dos dedos, con sumo cuidado. Los ojos de Eros fueron testigo del momento en que la carne y el hueso volvieron a conformar la estructura de aquel ser anhelado, sólo que ahora poseía una identidad masculina, rebosante de belleza. Cuando Psique fue depositado de vuelta al suelo portaba la misma armadura que Eros, y entonces el arcángel oscuro entendió su gran error.


—¡Pero Padre...!—


—Él es Psique, el dios de la Gula, un pecado capital más a la lista. Lo llevarás a la guerra en contra de Esparta para probar sus capacidades, y lo entrenarás adecuadamente. Solicitaste que le diera una nueva vida, y así lo he hecho. Ahora estas en deuda conmigo, vayan y cumplan mi voluntad— decretó el coloso, quien se retiró a continuar su inusual banquete, dejándolos solos, con un Psique tan confundido, que en el inicio parecía asustado y renuente.


—Yo vi cuando Vida perforó el pecho de Eros y el tuyo al mismo tiempo... cómo olvidar esa noche— interrumpió Muerte, quien se encontraba un poco incómodo al hablar al respecto.


—Oh, por supuesto. Alis Aquilae es terrible al igual que su portador. Indudablemente es el primer dios, incluso hoy a pesar de que tengo este cuerpo prestado, puedo sentir el escozor de la herida en mi pecho— comentó Viktor con una sonrisa vaga en sus labios, para luego ponerse en pie y extender su mano hacia el juez —anda, mi aprendiz estará presentando su última participación dentro de dos horas, no puedo consumir más tiempo del que ya no poseo, ven conmigo— indicó el albino, pero al ver que su compañero no aceptaba, agregó algo más —cuando termine el evento, te diré lo que quieres saber respecto al problema del Benefactor. Todo el Nim lo sabe, no existe alguna otra razón por la que pudieras buscar a los pecados capitales, así que no pierdes nada, hermano—


Muerte se puso en pie de inmediato y siguió a pasos cortos al dios de la gula, quien no tardó en ocultar sus cabellos con una gorra oscura y su rostro con una gran bufanda gruesa. El juez podía caminar tranquilamente entre los humanos, confiado de que ninguno de estos podía mirarlo ni sentirlo. Una vez que llegaron cerca de la pista congelada, observó a los seis finalistas que ya practicaban algunos saltos, a modo de calentamiento. Pronto, uno de ellos, un chico japonés de estatura media y complexión delgada, se acercó a zancadas hasta que fue capaz de alcanzar a Viktor, y apenas salió de la pista, se colgó del cuello de este, para obtener el abrazo anhelado que tanto necesitaba desde hacía horas.


—¡Victoru!— exclamó inseguro. Irónicamente fueron pocos los que voltearon a mirar la escena, puesto que ya era bastante común desde que la singular pareja no declarada se conocía. Los ojos ámbar de Muerte se mantuvieron fijos en ambas personalidades, pero por un instante se percató de que las pupilas del recién llegado eran tan negras como las de un blight, y en un parpadeo, esos ojos curiosos parecían normales. Sin embargo, el hecho de que el japonés pudiera verlo, era inaudito —Victoru... ¿Quién es esa persona tan alta?— preguntó con inocencia, separándose tímidamente del entrenador, mientras este hacía algunos ademanes para que el juez le siguiera la corriente.


—¿Ah? ¿El? P-pues... ¡es el amigo que viene desde Australia! El que diseñó mis trajes juveniles —


—¿Diseñador? ¿Australia? Pero si parece tan... no parece de Australia, Victoru — el menor se vio obligado a quitarse las gafas y frotarse los ojos un par de veces, pero definitivamente estaba mirando bien.


—Vamos, vamos, no te fijes en esos detalles. Salúdalo y continuemos con el calentamiento, muy pronto podrás portar tu merecida medalla de oro— apuró Nikiforov, quien tomó de los hombros al azabache y lo empujó suavemente hasta llevarlo ante Muerte. El chico extendió su mano algo tembloroso, pero en el momento que su mano se entrelazó con la del dios oscuro, Katsuki retrocedió casi empujando a su entrenador, retrayendo la mano y observándolo con algo de temor. Viktor le reprendió de inmediato, al encontrar descortés su forma de actuar, pero el japonés pronto se disculpó, inclinándose a medio cuerpo en una reverencia — ¿Qué pasa, Yuri? ¿Acaso no te he dicho que es un amigo?—


—L-Lo siento de verdad...el es... es...— balbuceo un instante, pero pronto recuperó la calma, frotándose un poco el borde de la mano— es tan frío...jamás imaginé que una persona de Australia conservara una piel tan helada...yo...volveré a la pista, un gusto en conocerle señor, espero mi presentación sea de su agrado también, pondré todo mi esfuerzo en cada movimiento— prometió el chico, para después continuar su rutina, pero Muerte tenía muchas dudas que se alimentaban cada segundo que pasaba. El japonés definitivamente le daba mala espina.


—Tengo que suponer que él es "Eros", ¿no es así?— cuestionó el juez, quien afiló la mirada en cuanto el chico se alejó a toda prisa, siguiendo a detalle cada uno de sus movimientos— no es posible que se muevan de esta manera tan libre y pública, ¿Qué ha pasado con ustedes? ¿Desde cuándo volvieron a ser humanos?— exigió saber. Cada minuto que pasaba junto a Nikiforov, más preguntas tenía y menos respuestas lograba.


—En Esparta, Alis Aquilae desprendió el alma de Eros cuando fuimos atacados. Jeh, en realidad, el golpe era para mí, pero Eros interpuso su cuerpo para evitar que me hirieran, y ambos resultamos afectados. Lo mío fue superficial, a pesar del fuerte impacto. Pero Eros literalmente murió— el albino parecía perturbado tan solo con recordarlo, pero recuperó la compostura tan solo con un suspiro. Recargó ambos brazos en el borde de los límites de la pista y siguió con sus ojos azules las piruetas que su pupilo hacía — Nim lo sabía, y por eso pidió que me llevaran al campo de batalla. Quería deshacerse de mi y demostrarle a todos sus súbditos que nadie tiene derecho a nada proveniente del padre oscuro. El deseaba que nosotros escarmentáramos gracias a nuestra osadía. Fue así como el alma de Eros ha renacido una y otra vez desde entonces. No fuiste capaz de sellarla, porque no te dio oportunidad de que la marcaras. Su dolor y furia eran tantas, que se obligó a renacer, incapaz de regresar a su cuerpo original, al cual le estalló el corazón esa noche. Y lo he perseguido, una y otra vez, encontrándome en su camino y viéndolo morir, incapaz de recordar su verdadero yo. Porque cada vez que renace, olvida todo y vuelve a empezar, conoces bien ese dolor querido hermano, lo viviste con el padre de todo— aseguró Viktor, quien pudo ver en la expresión de su interlocutor la sombra de los recuerdos amargos al respecto — el problema, es que esta es mi última oportunidad para intentar llevar su alma de vuelta al Nim, y devolverlo a su cuerpo, que con el paso de los siglos logró regenerarse...—

—¿Eso tiene que ver con la razón por la que habitas un cuerpo que no te pertenece?— cuestionó Muerte, mirando de soslayo al hombre de piel marfilada.

—Así es...—Nikiforov hizo un par de señales con las manos, indicándole a su aprendiz que debía llevar más velocidad en una de sus rotaciones. El chico asintió con un gesto de astucia en su rostro, retomó camino y justo como se le indicó, saltó en el momento justo, dedicándole a su entrenador un axel triple tan perfectamente ejecutado, que el público presente aplaudió de emoción— hice un contrato con el dueño de este cuerpo, el día que decidió suicidarse. Este par se conoció hace dos años , en una competencia donde Yuri perdió de forma vergonzosa. Viktor se convirtió en pentacampeón pero tenía problemas emocionales muy fuertes. El rechazo de su familia debido a su condición homosexual, la presión de estar en la recta final de su carrera ya que la edad no le jugaba bien, y el hecho de que Yuri lo olvidara luego de creer que había encontrado su alma gemela esa noche... Nikiforov estaba muy confundido, creyó que no era importante para nadie, ni siquiera para el lindo japonés que le entregó su pureza con una sonrisa angelical— nuevamente el entrenador hizo otro par de indicaciones, y fue el momento en que se anunció el próximo inicio de la competencia final, por lo que los patinadores abandonaron la pista, dirigiéndose a los vestidores para poder colocarse los respectivos atuendos que lucirían una hora después.

—Jamás había escuchado que un pecado capital hiciera un trato con un humano...eso...Nim nunca perdonaría semejante ofensa, Gula, ¿sabes las consecuencias que traerá sobre ti cuando vuelvas con el Gran Padre Destructor?— el juez estaba preocupado. Estaba convencido de que el ruso no tenía maldad en su alma, y que sus esfuerzos serían mermados por la imparable maldad de Nim.

—Jeehh... como te dije, esta es mi última oportunidad. Yo ya había descubierto que Yuri Katsuki poseía el alma de Eros, y en cuanto lo vi enamorado de Viktor, decidí seguir a este hombre. Cuando me percaté de que pretendía lanzarse a un lago helado, le ofrecí este trato. Su alma fue ofrendada a Nim, a cambio de que yo hiciera feliz a Yuri Katsuki, de que lograra conquistar su corazón y formara un "felices para siempre" que él no pudo concretrar. Soy lo peor ¿sabes? Mi necesidad de tener a Eros a mi lado me llevó a aprovecharme de un débil y confuso humano, pero ahora, tengo que cumplir esa promesa. Mi alma es una existencia reciclada, yo no soy como tu y como el resto de los pecados capitales. Nací del capricho de Eros, y como tal, con el paso del tiempo mis fuerzas estan mermando. Invertí más de la mitad de mi poder en desprenderme de mi cuerpo original, para habitar en este...—

—¿Morirás como Viktor Nikiforov...?—

—Eres tan listo, querido hermano—

—¡Pero Eros esta aquí! ¡Si mueres, nunca serán felices en la eternidad, como lo anhelabas!—

—Pero será libre— respondió el albino, con lágrimas en los ojos, tan claras y cristalinas como el hielo en la pista— jamás volverá a sentir dolor, ni se sentirá solo cuando vuelva al Nim. Se equivocó conmigo, desperdició el favor de Nim y por mi culpa terminó en esta situación. Me queda solo esta vida, sabes bien que si hacemos tratos con los humanos, estamos obligados a cumplir el contrato, o nos desvaneceremos. Pero Nikiforov no me dijo que estaba enfermo, este cuerpo no durará muchos años, ahora entiendo la prisa por desaparecer... sólo quiero liberar el alma de Eros, necesito que me recuerde antes de morir...ahora, ven conmigo, la competencia está por comenzar—

Luego de la hora prometida, el público estalló en aplausos cuando los finalistas entraron a la pista, para saludar y lucirse unos minutos antes de la presentación principal. Figuras de todo el mundo danzaron sobre el hielo, uno tras otro, presentando acrobacias peligrosas, giros a gran velocidad y la belleza de un ave en vuelo en cada ademán que lograban formar con todo su cuerpo. Un lenguaje que Muerte no conocía, y que disfrutó minuto a minuto, emocionándose, alterándose, sintiendo pena cada vez que había algún fallo o que uno de los chicos caía sobre el hielo de forma precipitada. Tantos milenios sobre sus hombros, y Muerte seguía admirado de la forma en que Vida podía sorprenderlo a través de sus creaciones.

Por fin llegó el turno de Yuri Katsuki, quien entró a escena portando un traje negro. "Eros" resultó ser el nombre del fondo musical que lo acompañaría, y Viktor se mordía una mano en el momento justo que el caballero japonés se situó en el centro, para poder comenzar. Un movimiento suave y un beso lanzado al aire, pero mirando a Nikiforov, fueron suficiente demostración para que Muerte se convenciera de que Ira estaba dentro de esa persona. El sonido del violín remarcaba el contoneo de esas caderas moderadas, y el despliegue de pasos de baile sobre el hielo resultó increíble. El público aplaudía, vitoreaba, rechiflaba, y el japonés con más emoción lucía su programa corto, siempre buscando el momento en el que podía voltear a ver a su entrenador. Que decir de su programa completo, apenas unas horas después de la primera presentación. A pesar del cansancio, Katsuki lucía radiante, vistiendo un traje de gala que brillaba tanto como sus ojos enamorados. Muerte no era capaz de entender la importancia de dos argollas doradas, que se unían una y otra vez cuando los amantes se tomaban las manos, e incluso estaba seguro de que vio un beso fugaz entre ellos, antes de que Yuri volviera a la pista.

Viktor estaba conmovido. El juez permanecía en silencio, y podía sentir el palpitar de Memento Mori, reacción que sólo mostraba cuando un alma próxima a morir se encontraba cerca. ¿Acaso su presencia nuevamente estaba mermando una vida, en este caso, la de Viktor?. Deseaba retirarse, pero el albino le aseguró que tenía la respuesta al problema del Benefactor. No podía apartarse, la razón de su presencia ahí era por salvar a Vida, así que la decisión era evidente.

Katsuki Yuri ganó la medalla de oro gracias a su programa llamado "Yuri on Ice", luego de alcanzar un perfecto cuádruple, al igual que su legendario entrenador. Viktor jamás había llorado tanto en su vida, y se le veía abrazando con emoción a su pupilo, mientras la prensa se amontonaba alrededor de ambos para llenarlos de preguntas y buscar la mejor nota.

Muerte esperó pacientemente en los vestidores hasta que por fin ambas figuras lograron llegar a salvo. Guardó silencio al estar seguro de que los amantes no declarados encontraron el momento adecuado para besarse, pero Nikiforov sabía que los esperaban, así que se vio obligado a detenerse.

—Yuri, quiero hablar largo y tendido sobre nosotros... cuando lleguemos a casa te diré cosas importantes, cosas para nuestro futuro— aseguró el albino, revolviendo el cabello japonés un poco para contagiar su alegría— dame un minuto, ¿está bien? Debo despedir a mi amigo, anda, ve a cambiarte— El chico no parecía muy convencido, pero obedeció como era de esperarse. Se retiró la medalla para guardarla adecuadamente y vio a su entrenador alejarse, hasta dar la vuelta junto a unos estantes para encontrarse con Muerte. El juez seguía allí, y dedicó un pequeño saludo al elevar su mano.

—Lamento la espera, todo esto es... abrumador, emocionante. Lo he vivido paso a paso y es imposible que no lo celebre. Pero sé que no viniste a esto, en otras circunstancias, probablemente estaríamos combatiendo— bromeó el ruso.

—Ciertamente no es como lo esperaba. Pero de alguna forma, lamento que sea así. Supongo que puedo hacer una excepción esta vez y evitar el confrontamiento, si de esta forma puedes alcanzar tu objetivo, Gula—

—Psique, Viktor, cualquier cosa menos Gula, por favor— rogó con una sonrisa, para luego regalarle un apretón de manos al oscuro —gracias por comprenderme, Muerte...de verdad me iré en paz, jeh, aunque no aspiro a convertirme en una estrella, y mi alma no puede ser reciclada una vez que Nim la ha tocado...—

—Le pediré al Padre Creador que escriba tu nombre en oro, en el libro de la existencia, lo prometo— aseguró el juez, con una sonrisa gentil en los labios. Viktor nuevamente estaba llorando, y agradeció la promesa con la mejor de sus sonrisas. Parecía imposible que un hombre pudiera ser tan hermoso. Pronto se frotó las mejillas con ambas manos para calmarse, y bajó la voz un poco.

—El responsable del problema con Vida es... ¡NGHH!—

—¡PSIQUE! ¡Pero que....! No puede ser...—

Los ojos dorados del dios de la muerte fueron testigos mudos de como cinco afiladas agujas negras traspasaron el pecho de Viktor, hasta elevarlo lo suficiente como para separarlo del suelo unos centímetros. El entrenador vomitó sangre casi al instante, seguía vivo, pero era imposible articular palabra debido al dolor. Cuando el ruso logró girar un poco el rostro para poder ver al autor de semejante ataque, no podía creerlo.

—¿Y...u...r..i...?—

—Shhh... Victoru, no hables, todo pasará muy pronto. El dolor es superable...—susurró el menor, quien nuevamente portaba su traje negro y mantenía el brazo extendido. Eran sus uñas las que crecieron como dagas afiladas, y conforme recuperaron su tamaño natural, atrajeron el cuerpo tembloroso del ruso, hasta tomarlo entre sus brazos. Nikiforov no podía hablar más. Estaba convulsionando, sangrando a borbotones mientras miraba de reojo al dios de la Muerte, quien ya había tomado su forma definitiva para atacar. Pero Viktor negó una y otra vez, para detenerlo. El Hall comenzó a temblar desde sus cimientos. La tierra estaba resquebrajándose y las vigas de acero pendulaban sobre sus bases, provocando que la gente que permanecía en el recinto comenzara a correr para salvar su vida. Ira estaba despierto, y su poder era tanto que la piel del cuerpo que lo albergaba comenzó a desprenderse.

—¡Basta! ¡Si el muere ahora...!—

—¡No permitiré que obtengas la respuesta a la cura de Vida, maldito!— exclamó Katsuki, desplegando una voz dual que ensordecía— recordé todo en cuanto te saludé esta tarde, y ahora se bien que ese maldito dios fue el responsable de que Psique y yo nos separaramos tanto tiempo, ¡no mereces consideración alguna, traidor, ni tu ni la basura a la que sirves!—

—No sabes lo que dices, ¡tengo que explicarte, estas cometiendo un error!— insistió Muerte, quien sostenía al guadaña con firmeza, esperando lo peor.

—Ni tú, ni padre Nim, ni nadie puede entender lo que he sufrido...—balbuceó el japonés, quien buscó la mirada llorosa de Nikiforov, para posar sus labios sobre los ajenos, manchándose con su sangre. Sin saberlo, la vida de quien más amaba estaba casi extinta— lo llevaré al Nim conmigo... volveremos a nuestros cuerpos, me presentaré ante Padre y después, subiremos a Ithis para terminar el trabajo que no pudimos cumplir hace tanto tiempo, conocerás el verdadero dolor, traidor de mierda... ¡esa es mi promesa! Pagarás con tu sangre todo lo que Vida nos ha quitado—

El fuerte temblor provocó que los techos se vinieran abajo, pero Muerte estaba seguro de que Eros arrastró a Psique antes de ser alcanzados. Las noticias al día siguiente tenían una nota en común: Tragedia en el Gran Prix ruso, terrible derrumbe e incendio consumen el Hall hasta los cimientos. Ciento cincuenta víctimas se contaron, entre ellos, el medallista de oro, Katsuki Yuri y su entrenador, el pentacampeón Viktor Nikiforov, quienes murieron calcinados en los vestidores. De ellos, solo se recuperaron algunas pertenencias personales y la medalla de oro que el japonés llevaba al cuello. El luto embargó a todo el mundo deportivo, los honores a las dos estrellas caídas perduraron por días, pero Muerte solo se había llevado entre sus dedos 148 almas. No era capaz de comprender por que Psique sonreía con tanta felicidad, incluso en el momento de perder la vida. ¿Cómo podía estar tan emocionado si su periodo junto a Eros terminaba en ese instante?

Con ese pensamiento y después de juzgar todas las almas, volvió a casa. Su Palacio, el gran Mausoleo de Ithis, era tan lúgubre como siempre, y sus sirvientes se retiraron el sombrero apenas se percataron de la presencia ajena. Un baño de burbujas esperaba para él, así como pétalos de rosa, crisantemo, gladiola, lilium, margarita y cempaxúchitl; todos en color blanco a excepción del último. El aroma de las flores, tan delicado y puro, le recordaba siempre a Vida, a quien deseaba ver con todas sus fuerzas en ese momento. Pero tenía que ser paciente. El Benefactor permanecía dormido, era como si el destino los obligara a separarse una y otra vez, y de alguna manera esas coincidencias las odiaba.

Cuanta soledad sentía en ese instante. Se abrazó a sí mismo, y a pesar de que el agua en el que se lavaba estaba hirviendo, su pecho padecía nuevamente el terrible frío del que estuvo escapando antes de pertenecerle a Vida. ¿Acaso ese era el frío de la soledad, el hielo en el alma que había olvidado? Fue inevitable que las lágrimas le rodaran en las mejillas, y tenía en la mente los ojos azules de Psique, la forma intensa en que su mirada seguía insistentemente a Eros en la pista, y la felicidad con la que saltaba una y otra vez, simulando la rutina del japonés, para animarlo.

¿Cuántas veces hizo algo similar por Vida? ¿Desde cuándo no se miraban con esa emoción, o se recibían con un abrazo cargado de amor que terminara en un beso tímido? No se quejaba de la actividad sexual que ambos disfrutaban (de hecho era la parte favorita de Muerte en esa relación) pero incluso cuando se metió las manos entre las piernas en ese instante, nada sucedió. Su piel, sus labios, sus ojos, todo anhelaba a Vida. Poco a poco se deslizó dentro de la bañera, sacando ambos pies en el otro extremo para descansar. Al final, no encontró nada de provecho para mejorar la salud de su pareja, pero de algo estaba seguro: cuando encontrara la solución, le pediría disculpas al príncipe y compensaría el dolor causado con todo su esfuerzo, para volver a enamorarlo como la primera vez.


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¡Hello!! Gracias por seguir leyendo esta historia. Los personajes utilizados en este episodio corresponden a Katsuki Yuri y Viktor Nikiforov, de la serie Yuri On Ice. No he olvidado a todos los dioses mencionados en el capítulo anterior, ¡muchas gracias por su ayuda! :D Saludos desde México eue

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