Episodio 10. Problemas de paternidad y estupideces varias.
—En el día doceavo mes del año en curso, tiempo de los humanos, y varios millones de años y días que no pienso mencionar ahora mismo, tiempo nuestro, celebramos el segundo juicio impartido a un dios en el reino de lo Alto, territorio de Ithis. El acusado responder al nombre de Muerte, guardián de las almas después del fallecimiento, guía de los desafortunados, consejero de dioses, protector del balance entre la vida y la muerte, señor de la noche, juez de las ánimas, regente de todas las secciones actuales del Nim, cuidador de las Parcas, dirigente de los siete pecados capitales, actual rey del reino debajo de lo Bajo, hijo legítimo del Gran Señor Destructor, marcador de las esencias de vida perdidas, el que no camina, el silente, el inesperado, el imparcial, el...—
—¡Carajo, ya sabemos quién es! ¡Sólo te faltó decir que es madre de dragones!— interrumpió Locura con gran enfado, mientras permanecía sentado en primera fila, comiendo palomitas con Psique y Eros a sus costados. Una enciclopedia de anatomía salió volando desde el estrado donde se encontraba Sabiduría, quien no toleraba sus constantes interrupciones. Las Parcas no se movieron de sitio, después de todo, las rosetas de maíz eran demasiado buenas y Nim, quien se encontraba presente, les permitía comer todo lo que pudieran mientras permanecían ahí.
—El padre de dragones es Vida, y los dragones se extinguieron hace varios miles de años; pero no lo estoy presentando a él, así que te agradecería que cerraras la boca. Los señores de la Creación y la Destrucción están aquí presentes y merecen todo nuestro respeto. Además, a pesar de que estas en libertad, eres sospechoso de confabular a favor del acusado, así que por favor, mantén el pico cerrado— respondió irritado Sabiduría, empujando ligeramente sus gafas por la parte media, para luego retomar la guía del juicio, escrita por él mismo— el acusado aquí presente, decidió comparecer ante nosotros por sus crímenes. El Alto Señor Creador, Ithis, abogará por los intereses de toda la creación afectada. El Alto Señor Destructor, Nim, también es sospechoso de ser responsable directo de los crímenes del acusado, desde el inicio del problema—
—Lo único que los protege de mi ira, por ahora, es la promesa de palabra que le hice a Ithis respecto de no pulverizarlos con un suspiro. Recomiendo que no agoten mi paciencia con palabrería barata. Ni siquiera sé por qué acepté presentarme, después de todo, nadie se atrevería a destruir a Muerte, por el simple hecho de ser mi hijo— aseguró el padre oscuro, quien permanecía cruzado de brazos al costado izquierdo del estrado, apenas a unos milímetros de la posición de Sabiduría. El rubio tragó saliva al escuchar la voz cavernosa ajena, sintiendo un escalofrío que le recorrió el espinazo. Muerte permanecía sentado al centro de la reunión, de espaldas al público, con los brazos encadenados a la silla por la parte trasera, y cada vez que Nim hacía un gesto, el menor temblaba también. Vida observaba con impotencia, sentado junto a Ithis.
Pero algo en el rostro de su padre tenía preocupado al pequeño creador. Los orbes dorados de Ithis permanecían fijos en el rostro de Muerte, y en varias ocasiones frunció el entrecejo al escuchar los cargos, como si las acciones del juez no resultaran un asunto de gravedad que el alto padre deseara juzgar.
—El total de almas perdidas se contabilizó en diecisiete trillones, en todos los niveles. Desde plantas hasta mamíferos, desde aves hasta organismos unicelulares, cada alma que fue juzgada por las Parcas sin control terminó destrozada de forma injusta y sin la oportunidad de renacer, convirtiéndose en polvo cósmico. Se le acusa al dios de la Muerte no sólo por retirarse del territorio de Ithis sin permiso previo, si no por gobernar el Nim de forma equívoca, ignorando el balance universal establecido desde la creación misma. También fueron finados un total de setecientos Aves y cien cupidos, por lo que se le hace responsable de esas muertes innecesarias, al no establecer un control sobre el flujo de los blights en la tierra, obligando a los sirvientes a intervenir hasta encontrar la perdición. También se le atribuye la inesperada huída del rehén, Dios del Odio, Hatty Nimson, quien se encontraba bajo la protección de la diosa Médico. ¿Cómo se considera el acusado ante estos cargos?— cuestionó de pronto Sabiduría, elevando la mirada con serenidad hacia Muerte.
El juez lo estaba observando, pero apenas abrió la boca, Ithis interrumpió de inmediato.
—Muerte es inocente— aseguró el Creador, provocando cuchicheos en la sala. Nim estaba realmente molesto, pero su rostro no mostró ningún gesto. Tan solo su mirada de orbes negros escudriñó el rostro del padre supremo, quien no se dignó a dirigirle ni un suspiro.
—¡Orden, orden en la sala, por favor!... Padre, Alto Señor Creador, usted no puede abogar por el acusado, le pido modere sus comentarios y permita que Muerte...—intentó intervenir Sabiduría, pero el Creador le ganaba la palabra sin problemas.
—El también es mi hijo ¿Cómo podría permitir que le hicieran daño alguno?—
—El estatus de hijo adoptivo en esta situación no es suficiente para defenderlo mi señor...—aclaró el dios sabio, ajustándose la corbata al sentir la creciente ira en Nim a su costado.
—Muerte es mi hijo legítimo... siempre lo ha sido...—confesó el Creador, logrando que todos en la sala se quedaran helados, incluyendo a Vida, a quien se le caía la quijada de sorpresa, observando cuando su padre se ponía en pie. Los pasos de Ithis siempre eran calmos, y su larga capa blanca y dorado dejaba un rastro de polvo de estrellas y plumas, por lo que el suelo que recorría se impregnaba de su esencia divina. Pero antes de que los dedos tocaran el rostro del juez, Nim se le cruzó en el camino, extendiendo un brazo para detener su andar, justo a la altura del cuello del Creador, apretándolo con fuerza. Los dioses no daban crédito a lo que veían, pero nadie se atrevía a intervenir. Vida tenía las uñas enterradas en su silla, sin embargo, el miedo que Nim infundía calaba hasta los huesos. Ithis, por su parte, tan sólo suspiró, retrayendo sus dedos hasta descansarlos sobre el pecho— ¿vas a negarlo ahora, Nim?—
—Por milenios he permitido que lo conserves. Júzgalo, exílialo de tu reino y me lo llevaré enseguida. Su lugar no es contigo, Ithis. Muerte me pertenece... Muerte es mi primogénito y siempre lo será, no tienes derecho...—
—Mi sangre le corre en las venas, al igual que la tuya. Es tan tuyo como mío, ¿cómo te atreves a pedirme eso?— aseguró el Creador, mirando de reojo al Destructor, quien parecía gruñirle en silencio— lo traje conmigo porque tu ibas a darle una vida miserable...fue mi carne quien alimentó sus huesos, fue mi calor el que lo mantuvo con vida, fueron mis hijos quienes lo han protegido todo este tiempo. Permití que volviera a ti y lo coronaste, cuando lo que necesitaba era una palabra de aliento, no un nuevo trabajo. El necesitaba ser escuchado, y jugaste con su corazón nuevamente...no lo mereces— afirmó Ithis, con los ojos llenos de indiferencia, como jamás lo habían visto sus creaciones. Sabiduría tenía ambas manos sobre los labios, y nuevamente, Locura elevó la voz, desde la parte trasera del recinto.
—¡Por todos los astros! ¡Muerte nació de un embarazo prohibido y Vida se ha estado follando a su hermano desde que tenemos memoria! ¡Sexo incestuoso!—
—¡Voy a matarte ahora mismo Locura! Muerte fue moldeado como nosotros, los embarazos fueron inventados por Vida mucho tiempo después, ¡idiota!— exclamó Sabiduría, cada vez más avergonzado por la actitud irreverente de su pareja, pero Ithis negó con la cabeza, ocupándose de apartar el brazo que le amenazaba, tan solo con dos dedos, hasta que Nim se reacomodó, mirándolo de frente.
—Hice lo correcto al sacar a Muerte de tu reino, Ithis— aseguró el Destructor, con un toque de cinismo en sus palabras—siempre te empeñaste en tratarlo como un sirviente más— aseguró Nim, señalando a su igual— Bloqueaste el poder que yo le otorgué para recibir el mismo respeto que ese tapón de alberca al que llamas hijo. Vida siempre ha tenido más de lo que merece, cuando bien sabes que Muerte también debía ser reconocido y alabado. No será más la sombra de tus creaciones. En el Nim será un rey y tendrá la corona que merece, ese ha sido mi deseo desde el inicio, esa es la razón por la que tu y yo no funcionamos. Quiero a mi hijo de vuelta, y me lo llevaré ahora mismo— aseguró el Destructor. Pero en el momento que le dio la espalda al creador, la guadaña de Muerte se le cruzó en el camino. Ithis la sostenía con firmeza, apretando su filo contra el cuello del padre oscuro. Los presentes en la sala deseaban desaparecer lo más pronto posible, pero nadie se movió de su sitio— tu atrevimiento no tiene límites, Ithis... estás jugando con fuego...—
—Muerte fue formado por ambos. Tomaste mi carne y con ella moldeaste su estructura física. Ofreciste una fracción de tu infinidad para que tuviera un espíritu propio. Se pertenece a sí mismo, y decidió permanecer junto a mi hijo por convicción propia. Ahora no me digas que deseas conservarlo, cuando hiciste todo lo posible para deshacerte de él en el pasado, a costa de su felicidad. Incluso te atreviste a lastimar a mi primogénito de forma humillante. ¿Creíste que te cedería a Muerte bajo estas condiciones?— gruñó Ithis, apretando aún más fuerte la guadaña contra la piel ajena. Vida intentó intervenir, pero Musa le salió al paso, evitando que se acercara. Era una disputa que ninguno de los presentes podría arreglar, a excepción de los involucrados.
—Había pasado algo de tiempo desde la última vez que te vi tan enfadado— respondió con una sonrisa burlona el oscuro, mirando de reojo al creador, quien había heredado a Vida la misma rabieta de frustración que ahora le adornaba el rostro— ¿a qué quieres jugar ahora? Sabes bien que no te atreverías a hacerme daño, aún si lo desearas. Jamás te atreviste, a pesar de que mis hijos han fastidiado a los tuyos desde que los formé, ni siquiera así te apartaste de tu trono para intervenir—
—Discúlpame por ser fiel a mis promesas, yo si se lo que significa el proclamar algo y perdurarlo. A mí no se me olvidó que hicimos una promesa, Nim. Prometimos que nos respetaríamos, que gobernaríamos de manera justa y sin generar consecuencias fuera de nuestro alcance. Prometimos hacer todo juntos, ¿recuerdas acaso?—
—La rompiste en cuanto decidiste atender a ese chiquillo llorón que creaste sin consultarme— gruñó el oscuro, mirando de reojo a Vida. Era evidente que lo odiaba.
—¿Celoso de un "chiquillo"?¿Ese es tu concepto de madurez celestial? Sigues siendo imposible, Nim— respondió Ithis con fastidio, desvaneciendo la guadaña para empujar sin cuidado al oscuro, alejándolo de Muerte— no te lo llevarás, es mío ahora y lo protegeré de ti y de quien sea—
—Somos el principio y el fin de todo, idiota. No es como si alguien más viniera a decirme lo que tengo que ser, aparte de un irritante y presumido ser supremo como tú— aseguró el padre oscuro, cruzándose de brazos— tendré que desmembrarte si es necesario, Muerte se va conmigo—
—¡Se queda en Ithis!—
—¡Gobernará el Nim, como lo he proclamado, y no existe fuerza en este vasto universo que pueda evitarlo!—
—¡Permanecerá a mi lado para siempre, porque su hogar esta aquí, en el reino Alto, donde se le trata con dignidad y respeto!—
—¡Ahora es un criminal y tus hijos quieren juzgarlo! ¡Les arrancaría la cabeza antes que dejar que le tocaran un solo cabello!—
—¡YA ES SUFICIENTE!— exclamó de pronto el juez, quien permanecía atado a la silla en la que descansaba detrás de Ithis. Sus lágrimas eran perlas heladas que goteaban sobre sus piernas, ya que se había inclinado casi hasta rozarse las rodillas con los mechones de cabello que le pendían sobre las orejas— ¡Ya no puedo más, yo no pedí pertenecerle a nadie más que a Vida!— gritó con más fuerzas, jadeando un poco al sentir que el aire se le escapaba de los pulmones demasiado rápido, debido al cúmulo de emociones que se le amontonaban por dentro— yo solo quería existir para él, acompañarlo, hacerlo feliz cada día de su existencia, admirar sus creaciones, tener una familia junto a todos los dioses...¿acaso fui demasiado pretencioso? ¿acaso no hice bien mi trabajo todo este tiempo? ¡Yo solo quería intentar ser feliz y creí que lo había logrado!... Quiero escuchar mi sentencia, es todo lo que quiero saber. Vida lo dijo y probablemente tenía toda la razón...— los labios del juez temblaban, pero no dudó en elevar la mirada y toparse con los gentiles ojos verdes de su inspiración divina. Vida negaba una y otra vez, rogando en silencio que se quedara callado, pero Muerte estaba en su límite. El recolector de almas apretó con suavidad los labios, para luego proseguir— "si no funcionó antes, no funcionará nunca"... esas fueron las palabras que me obligaron a escapar de Ithis... de todos ustedes... que me obligaron a escapar de ti—
—Pero Muerte, yo...—el joven de piel verde aferró sus dedos al borde del estrado, poniéndose de pie de un salto, pero el dios oscuro se liberó con facilidad de las cadenas que le ataban a la silla, para elevar un brazo, a modo de negativa.
—Esto no funcionará jamás, incluso si ya me has recordado. Mira todo lo que provocó el amor que te tengo. Soy un destructor, como mi padre... nací para arrancarle la vida a todo lo que mis dedos acaricien, y no precisamente hablamos de una muerte física o una separación de alma y cuerpo. Existen muchas formas de morir sin dejar de respirar. Y desgraciadamente, por mi culpa, tu las has experimentado todas...ya no puedo con esto, Vida...solo...déjame atrás...—
Los padres de todo escucharon en un silencio sepulcral aquella confesión. Los orbes dorados de Sabiduría dirigieron su mirada al suelo, como si sintiera responsable de cualquier cosa mencionada. Vida tenía un nudo en la garganta, completamente atorado, y fue incapaz de responder. El resto de la audiencia respetó el silencio y para cuando Muerte se desvaneció en el viento, alejándose completamente de aquel recinto, Vida dio un salto al aire y lo persiguió, transportándose a toda prisa, dejando el juicio a la mitad. Durante unos minutos los presentes se quedaron pasmados, hasta que el dios sabio se derrumbó sobre su silla, cual estrella en el fondo marino, exhalando pesado y completamente aliviado.
—Señores, lo hicieron excelente, un aplauso para ustedes mismos, por favor— dijo de pronto Ithis, para sorpresa de su igual, quien no entendía absolutamente nada de lo que pasaba. Las parcas movieron sus colas fantasmales al escuchar el alboroto e incluso Locura aplaudía emocionado. Nim azotó el puño contra una columna cercana, provocando que se resquebrajara, para así expresar su ira, pero Ithis volvió sobre sus pasos, tan solo para tomar el rostro del destructor entre sus dedos y frotarle las mejillas— por favor, cálmate. Todo esto era parte de un plan estructurado por mi y era necesario que estuvieras aquí—
—Suéltame, Ithis— gruñó el Destructor— ¿acaso no es suficiente para ti el estarme humillando enfrente de estos seres indignos? Me sacaste de mi letargo tan sólo para burlarte y encima arrebatarme a mi hijo nuevamente, ¿crees que voy a perdonarte? Ahora se ha ido y seguramente no querrá volver a mi lado. Mereces, como mínima retribución hacia mí, que destruya a dos o tres de tus dioses—
—Fue corriendo detrás de él— susurró el Creador, acariciando delicadamente los largos cabellos negros del contrario. Nim percibió el universo en expansión contenido dentro de los ojos de oro de Ithis, obligándose a desviar mirada un poco— ¿tan difícil es aceptar que nuestros dioses se necesitan uno al otro? Este juicio falso se pensó encaminado a unirlos nuevamente. No tenía otro propósito, nadie iba a lastimar a Muerte. ¿Tan difícil es aceptar que tu hijo merece ser feliz?—
—Vida solo le ha traído amargura...¿Quién me asegura que Muerte estará a salvo junto a ese enano montaperros?— gruñó de nuevo el oscuro, provocando una pequeña risa en su contraparte. Pero poco a poco su aura se fue relajando, obligándose a cruzarse de brazos nuevamente— está bien, está bien...No procederé en contra del Tarzán de macetas ese, ahhh....—
—Nim...¿es necesario que seas tan agresivo con Vida?— cuestionó Ithis, negando con la cabeza al escuchar los apelativos denigrantes en contra de su hijo—
—No es agresividad. Tu leñador de bonsais con síndrome de superioridad invertida no me ha hecho nada malo. Nada aparte de quitarme el amor y respeto de mi primogénito— replicó el Destructor. Al mirar de reojo, recordó que discutían en público, por lo que chasqueó los dedos para llamar a las Parcas y poco a poco fue retomando su forma real, aún en versión pequeña. Su voz se convirtió en un eco cavernoso y en el momento que sus sirvientes desaparecieron dentro de su sombra, se dirigió al Creador, observándolo con ese rostro vacío donde solo se dibujaba el universo— volveré por mi hijo algún día. Debes estar preparado entonces, Ithis. No vuelvas a llamarme para tus juegos ridículos...por ahora, tienes mi solemne palabra de que no le causaré más daños a los tuyos. Al menos no por un breve periodo de tiempo. Bueno, tal vez moleste de vez en cuando a Enanuel, digo, a Vida—
—Nim...—el Creador se llevó una mano al rostro, reprobando por completo las palabras del Destructor, pero lo último que vio de este fue el agujero negro en el que desapareció junto con sus Parcas.
Locura lucía muy serio, frotándose la barbilla con la manga de su larga camisa de fuerza, por lo que Sabiduría le dio alcance, preocupado. Rogaba que el joven albino no se deprimiera nuevamente por la ausencia de sus queridas Parcas, pero parecía que sus gestos estaban más concentrados en otra cosa.
—¿Descubriste algo importante?— cuestionó el rubio, llamando la atención de su amante albino.
—Los apodos del señor Nim son bastante ingeniosos. Pero se limitó demasiado. Pudo haber mencionado algo como "Jinete de gatos" o "El bistec"—
—Por todos los astros, ¿¡sólo en eso pensabas!?— reclamó el sabio cada vez más exasperado, pero ahora tenía dudas— ¿y por qué "el bistec", que clase de apodo es ese?—
—Porque Vida es un pedazo de buey—
—¡NO SE POR QUÉ ME MOLESTO EN PREGUNTAR!—
—¡Espera! También pudo haber sido el buzo de pecera—
—Es suficiente—
—Aunque en esta época pudimos haberle dicho "El arbolito de navidad"—
—¿Lo dices por lo verde?— cuestionó Sabiduría, desconcertado.
—No— respondió Locura, con una amplia sonrisa— lo digo porque, debido al ataque de Nim, básicamente tenía las bolas de adorno—
—¿Quieres morir pronto, no es así?—
—O incluso podríamos decirle "La almorrana"—
—¿La almorrana?—
—Sí, porque está en-ano jajajaja...¡no, no, con el mazo no!— Locura no tuvo más remedio que correr fuera del recinto, mientras el resto de los dioses observaban como un aura destructiva rodeaba a Sabiduría, quien lo perseguía con un enorme mazo lleno de picos afilados. Todos sabían bien como terminaría eso.
Ithis encaminó sus pasos hacia un balcón, desde donde se podían ver los grandes cúmulos de nubes que rodeaban su reino, mismas que tenían la capacidad de permitirle ver cualquier parte del universo. Eran pantallas gigantes que habrían el mundo ante los ojos del Creador, desde cualquier punto de Ithis y nada se escapaba a la vista de los ojos del Padre Supremo. Y entre ellas, en un pequeño cúmulo, logró ver a su hijo Vida, deslizándose entre las dimensiones a toda prisa, desesperado por alcanzar a Muerte. El Creador suspiró aliviado, puesto que sabía dónde se encontraba su segundo hijo y esperaba que una vez reunidos, ambos encontraran el camino de vuelta a casa, juntos. Musa se acercó para hacerle compañía, pero no pudo guardarse una pregunta que se le venía atorando en el pecho desde el inicio del falso juicio, por lo que se expresó luego de una reverencia ante el Padre de todo.
—Señor, mi corazón no está tranquilo ahora mismo, puesto que, a pesar de que las cosas han procedido según tus deseos, existe un punto que no termino de entender—
—Habla, hijo mío. Me complace que tengas la confianza de dirigirte a mí, como pocas veces lo haces—
—Soy indigno, querido padre— aseguró Musa, volviendo a inclinarse— y quiero que sepas que no es mi deseo el contrariarte. Tan solo me preguntaba... ¿por qué Muerte ha sido perdonado por ti? ¿Acaso Guerra, en su momento, no merecía la misma oportunidad? ¿En qué punto me he perdido al entender tus razones?—cuestionó el dios de la inspiración, sosteniendo una copa de vino entre sus dedos, con toda la elegancia que le caracterizaba. Ithis sonrió levemente, puesto que sabía que cualquiera de sus hijos le preguntaría al respecto, aunque en realidad imaginaba que la primera en reclamar sería Vanidad.
—Las situaciones fueron completamente distintas, hijo mío. Muerte es víctima de las circunstancias, y lo es aún más por que el mismísimo Destructor fue quien comenzó todo este revuelo. Guerra, por otro lado, era autor directo de toda la destrucción que provocó. Incluso hoy, después de tantos años de seguir sellado, el poder de guerra se sigue expandiendo gracias a que sus "dones" quedaron anidados en el corazón humano. Las nuevas generaciones siguen haciendo honores a ese dios, y por eso mismo debe permanecer en la jaula que Vida creó para él. Todo lo que el escape de Muerte provocó, no es ni la quinta parte de las almas que Guerra destruyó en su momento. Es un tema muy poco hablado, porque todos sabemos que los efectos de él perdurarán, se seguirán expandiendo más y más— por un momento Ithis dejó escapar un suspiro, pensando en todas las almas que justo en ese instante se estaban liberando de sus cuerpos muertos en los campos de batalla. Ya eran siglos de ver a los humanos combatir, destrozarse mutuamente y destrozar su medio ambiente y todo lo que los rodeaba. Era como si Guerra estuviera presente junto a ellos todo el tiempo, una venganza silenciosa que se libraba en cada batalla, a cambio de mantener prisionero al dios.
Sin embargo, los ojos del Creador seguían contemplando con agrado el camino de Vida, quien sabía bien dónde encontrar a Muerte.
En la Tierra, el rey de la noche intentaba ocultarse ni más ni menos que en el centro del Polo Norte, el punto más frío de la zona. A pesar de que odiaba el frío con todo su oscuro ser, existía una razón específica por la que escapaba a ese sitio: las estrellas. Si, tal cual, el dios se sentía enormemente tranquilo cuando podía contemplar las constelaciones con sus propios ojos, y que mejor manera de hacerlo que mirando el cielo, recostado sobre una gruesa capa de nieve a 50 grados bajo cero. El cielo nocturno del lugar era un manto inmenso e infinito, atiborrado de lo que Muerte llamaba "luciérnagas celestes". No importaba para donde mirara, las luces nocturnas se distribuían por todas partes, dejando ver incluso las nebulosas cósmicas y coronado por el lento vaivén de las auroras boreales que aparecían regularmente, encantando el corazón del juez una y otra vez. Incluso las lágrimas en ese clima extremo eran tan solo una sensación breve que apenas salían de los ojos, se esfumaban debido al fuerte viento que azotaba el cuerpo de la deidad oscura, incapaz de moverle de su sitio.
Para cuando se sintió más tranquilo, sonrió levemente al descubrir un puñado de estrellas más brillantes que el resto, mismas que le recordaban a los ojos de Vida, por sus peculiares brillos de tonos verdes. Lo que no esperaba, es que de pronto el rostro del pequeño Creador le eclipsara la vista, al asomarse desde arriba. Al principio el juez se asustó, pero cuando entendió que no estaba imaginandolo, intentó ponerse en pie para huir. Sin embargo, el chico estrella no tardó en caerle encima, valiéndose de sus poderes para hacer crecer raíces debajo del recolector de almas, logrando atraparlo tanto de pies como de manos.
—Tu poder aquí no tiene el mismo efecto Vida... comenzarán a secarse debido a las bajas temperaturas y podré quebrarlas dentro de muy poco tiempo...¿qué pretendes? ¿vas a juzgarme aquí mismo acaso?— reclamó el oscuro, apartando la mirada lo mejor que podía, mientras descansaba la cabeza sobre la suave nieve. No tenía intenciones de forcejear, pero sin duda necesitaba escapar lo más pronto posible— a pesar de que tu padre organizó ese juicio para ayudarme, sabes bien que debes impartir justicia sobre aquellos que rompemos el equilibrio... ¿Qué harás al respecto?—
—Ithis también es tu padre, ahora lo sabemos todos...¿pretendes ir en su contra sabiendo eso?—
—No pertenezco a ningún sitio, ni a Ithis ni a Nim. Soy la parte media de todo, el mensajero, el protector, no soy ni espada ni escudo...¡no soy nadie, Vida, entiende!...no puedo más con todas estas confusiones...libérame y déjame en paz, te lo ruego—
—¿Me escucharás si te libero? Sin correr, sin prisas, sin enfados, tan solo...¿me escucharás?— cuestionó el rey del día, mirando fijamente los orbes dorados de su igual. Muerte no estaba seguro, pero asintió, con los labios un poco apretados y el corazón latiéndole con todas sus fuerzas dentro del pecho. La cercanía del pequeño creador era demasiada, y a pesar del frío, la tibia piel del dios contrario era tan suave y reconfortante, que sentía deseos de llorar nuevamente. Las raíces que lo aprisionaban se desvanecieron en la nieve y para cuando el juez pudo incorporarse hasta quedar sentado, sus mejillas se tornaron rojas al descubrir que Vida sostenía entre sus dedos el diario que había confiado a Sabiduría antes de volver al Nim.
—Tu...¿cómo? ¿Sabiduría te lo dió? ¡¿por qué?! Entrégalo ahora mismo Vida, eso...eso es personal, ¡dámelo!— exigió el oscuro, pero Vida alejó aquellas páginas del alcance ajeno antes de que lograra arrebatárselo, atrapando al juez por la cintura aprovechando su nueva cercanía, para obligarlo a derrumbarse sobre su pecho. Era una posición incómoda, pero era mejor que tenerlo atado. Muerte sintió que el rostro se le congestionaba, por lo que ocultó sus gestos entre la camisa del joven de piel verde, apretando una de sus manos contra la nieve
—¿no lo entiendes Vida?Esto no va a funcionar...¿Por qué no lo dejamos de una vez por todas?... Ya me recuerdas, no necesitas ese diario...d-devuélvelo... no me hagas sentir más miserable de lo que ya me siento...—
—Lo he leído muchas veces desde que lo obtuve. Probablemente me lo sé de memoria ahora. Así que...¿estás dispuesto a escuchar lo que pienso?— preguntó con un toque dulcificado en sus palabras el príncipe, logrando que el juez sollozara sobre su regazo en silencio. Era doloroso ver qué Muerte se quebrara nuevamente, pero para el Benefactor, resultaba necesario. Lentamente sumió su nariz entre la melena negro y dorado de su querido dios, lo acurrucó lo mejor posible y abrió el diario en la primera página que encontró sosteniendo el librillo por la parte media con su dedos, a fin de evitar que se cerrara. Muerte asintió a pesar de que tenía miedo de escuchar sus propios escritos, y se aferró aún más a la forma pequeña y fornida de Vida, como si fuera la última vez que pudiera tocarlo de esa manera.
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¡Lamento la demora! QOQ waaaa no tengo pretexto lo seeeee, >____< quiero retomar mi ritmo semanal, me esforzaré, lo prometooo :'D gracias por seguir leyendo!! ;D saludos desde México~~
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