🏹6-Venganza🏹
Fecha de publicación:10/1/24
-Entonces, estos son sus nombres-murmuré. Killer sonrió.
-¿Quieres que los mate?
Su pregunta sonó justa ya que en los últimos días nuestros apodos habían cambiado, el había sido el cazador mientras yo ahora me ocuparía de la venganza.
-No, decidí hacerlo yo-sentencié.
-Que extraño, tus manos no se manchan de sangre, hace cuanto-meditó la respuesta-, dos años.
-No, desde que le rompí la nariz -señalé al chico en la foto-, y ahora voy a romper más que su nariz.
-Te importa la chica, ¿eh?
-¿Alguién ha tocado a tu sobrina?-pum, un golpe en las mismas bolas. Su sobrina tenía ocho años a sí que su obsesión por ella lo hacía todo un pedófilo, ¿le importaba?, no mucho.
-Que lo intenten-gruñó-, Ángel es una niña, si, pero sigue siendo MÍA-recalcó.
-Algún día tendrán que saber la una de la otra.
-Algún día-murmuró, bebiéndose el whisky de su vaso de golpe.
El día pasó lento, demasiado. Mi mariposa seguía descansado y eso aunque era poco calmaba un poco mis ansias de matar a esos tres.
Bajé al sótano después de asegurarme de que mariposa estuviese bien. Le había ordenado a María preparar su desayuno favorito y también un baño.
Recordando como me había visto mientras me masturbaba llegué ante los desgraciados. Primero me encargaría de ellos y luego de darle placer a mi pequeña mujercita.
-Señores-me dirigí a nadie en particular.
Los tres niños colgaban del techo, encadenados por ambas manos y con los pies abiertos en tijeras.
Desnudos y consientes, muy consientes.
-Libéranos-rogaba uno de los tres, no sé cual.
-Liberarlos, malditamente no. Voy a divertirme con ustedes tanto que rogaran que los mate.
-Tengo dinero-gimió otro y me la juego que era el pelirrojo, ya que sus brazos rotos debían dolerle como la mierda.
-Si yo también.
Abrí mi estuche de tortura buscando algo adecuado para el primero, el niño bonito que se escapó aquel día.
Me encontré con dos pinsas kelly, las agarré a ambas y sonreí. Me dirigí hacia su cuerpo y sin alargarlo más pellizqué cada tetilla con una pinza.
El grito aterrador fue demasiado cutre y eso que apenas comenzaba con uno.
Regresé a la mesa en donde tenía el estuche y saqué la navaja de mi padre, una hoja perfecta y filosa.
Me acerqué al rubio y una sonrisa maquiavélica apareció en mi rostro.
<esto voy a disfrurarlo>
Coloqué la navaja en su clavícula, presionando solo un poco hasta ver el hilo de sangre salir y entonces sin ejercer mucha presión fui deslizándola hasta su abdomen en donde la clavé de golpe y de seguro perforando algun órgano. Estaba seguro.
El grito no tardó en llegar, sus lágrimas salían a la par de sus suplicas y los mocos de su nariz.
-Al parecer no eres tan macho ahora, verdad.
Giré la navaja en su interior y su cuerpo se agitó en espasmos dolorosos. La sangre comenzó a gotear de una forma impresionante.
Saqué la navaja de su cuerpo y la dirigí a su polla, una mierda de polla. La arranqué de cuajo. El grito del rubio lleno mis oídos diciéndome que iba por buen camino.
Volví a poner la punta de la navaja donde había hecho el primer corte pero esta vez la enterré con fuerza y sin perder tiempo abrí su abdomen como un puerco. Eso era lo que era. Un cerdo.
Las tripas acalleron al suelo al igual que la sangre que pronto se hizo un charco mientras la vida abandonaba sus ojos.
Me giré hacia el pelirrojo quién con un rostro desencajafo entre el asco y el dolor me miro.
-No te preocupes, la tuya no será menos.
-Por favor-suplicó. Una arqueada vino después y acabó vomitando mi suelo.
-Viste lo que era mío, entonces -me acerqué con la misma navaja, se había convertido en mi arma favorita hasta ahora-, tendrás que dejar de ver lo que no es tuyo-formulé primero y luego clavé la punta filosa en su ojo derecho.
El pelirrojo grito de dolor.
-¿Oh, te duele?-hablé, fingiendo compasión.
Saqué la navaja y con ella el ojo del tipo que autoseguido tomé en mis manos y reventé en la misma.
-Por...favor-balbuceó. La sangre goteando por toda su cara.
-¿Te detuviste cuando ella lo pidió?-pregunté pero ya sabía la respuesta -, lo siento mucho.
Clave la navaja esta vez en su otro ojo y ahí la dejé.
Me alejé de él y fui hasta la mesa, tomé la sierra de mano y regresé con el pelirrojo.
-Tampoco volverás a tocar a una mujer sin su consentimiento -encendí la sierra y primero fui a por su brazo izquierdo. Su cuerpo se balanceó hacia el otro lado y no perdí tiempo, corté el otro brazo y el cuerpo cayó al suelo, desangrándose.
A los pocos minutos dejó de retorserse.
Saque la navaja con el globo ocular y se la mostré al niño bonito.
-Tu destino no será menos.
-Yo no le hice nada-jadeo. De sus tetillas goteaba sangre.
-Lo sé, por eso morirás más rápido.
Me acerqué a él y jalé las pinzas. Gritó. Más sangre.
Mi telefonó sonó con un mensaje de María. Conocía el contenido sin ir a leerlo.
-Después de todo tienes suerte-me reí.
Llevé la navaja a su cuello y corté su garganta.
Mi mariposa estaba despierta.
Después de ducharme y limpiarme bien bajé para encontrarme con María. Ava seguía ocupando mi habitación así que yo me estaba quedando en la de invitados.
-¿Que está haciendo?-le pregunté, mientras removía el arroz de mi plato
-Se qué esta despierta porque escuché sus pasos dentro de la habitación.
-Bien-dejé la cuchara eb la mesa y me levanté. Salí de la cocina y fui directo al salón en donde tengo el único recuerdo bonito de mi infancia, el piano de papá.
Me senté en el piano recordando su música mientras llevaba mis manos a las teclas y comenzaba a tocar.
No se cuanto tiempo estuve tocando pero se que fue bastante al observar que ya no había claridad. No me importaba, cuando tocaba en este piano era como si liberara mi alma de ese peso que arrastro desde pequeño.
Sentí su presencia al instante en que su olor llegó a mí, sabía que era ella así que la invité a pasar y a escuchar las notas nuevas que la harían arder en mi infierno.
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