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🏹18-Una metida de pata de las grandes🏹

Fecha de publicación:19/8/34

Me desperté con un fuerte dolor de cabeza, la garganta reseca y un olor desconocido en el aire. Arrugué los ojos por unos segundos antes de abrirlos completamente y encontrarme con el sol de la mañana.

Mierda, ¿cuanto dormí?

Un jadeo suave hizo que me incorporara encontrándome con los risos rubios de Ravena.

Mierda, mierda y màs mierda.

Uno a uno los recuerdos de anoche fueron llegando a mi mente en pequeños flashes hasta detenerse de nuevo en el presente.

Asqueado de mi mismo me levanté sin siquiera molestarme por que se despertará y salí de la habitación.

¿Tan siquiera usamos condón?

La pregunta vino a mi mente y sentí ganas de vomitar.

Llegué hasta la sala sorprendiéndome con que Bruno me esperaba sentado en es sofá de una sola plaza. Con un vaso de mi licor caro en una mano y un puro en la otra.

Parecía el puto capo incluso más que yo.

-¿Te divertiste anoche?

-No sé de que hablas?

-Sabía que ella caería a tus pies, pero no calculaba con que fuera tan rápido.

-Estaba borracho.

-Eso no lo justifica-se limitó a decir. Se llevó el puro a la boca y luego dejó salir el humo aspirado, con demasiada suavidez.

-Lo hiciste a propósito, ¿por qué?.

-Es rusa-asentí-, su padre es un mafioso reconocido, vende las mejores armas y tiene contratos con peces gordos, un hijo de ella sería el pase perfecto. De nada.

-Así que me utilizaste para tus propios beneficios.

-Por el bien de los dos Axel, tanto tú como yo saldrémos beneficiados.

-Estas loco, no tenemos la artillería suficiente. Si su padre decide atacarnos con que mierdas nos defenderemos.

-Por eso he planeado esto, solo asegúrate de que ella te dé un hijo, ya después la encierras en una torre y listo.

Arrugué el seño aguantando el dolor de cabeza y las ganas de golpearlo.

Se bebió el contenido de vaso de un solo trago y dejo caer el puro. Lo piso al segundo con la suela del zapato y sonrió hacia mí, esta vez con superioridad.

-Eres el rey del tablero Axel...-caminò hacia la puerta de salida y agarro la gabardina negra del perchero, se la puso y dándome la espalda continuó-, pero sigue siendo eso, una ficha más del juego. Buenas noches.

Abrió la puerta y se fue dejándome solo.

Regresé a la habitación encontrándome con que Ravena aún seguía donde la deje. El muy hijo de puta de seguro la había drogado tan fuerte como si ella fuese un elefante.

Me acerqué a ella y sentándome en la cama observé su silueta, su piel era blanca pero de ese blanco que te hace creer que es una muñeca de porcelana y que podría romperse en cualquier momento, sus rizos rubios enredados por toda la almohada me recordaron al amanecer mas hermoso que había visto jamás.

¿Cómo se suponía que iba a romper algo tan frágil y delicado?

-¿Ravena?

Se removió quejándose de seguro por la noche que pasamos.

-Ravena, necesitas comer algo para reponer fuerzas.

No emitió sonido alguno y me pregunté entonces como esta chica que estaba aquí había sido la misma que me había tumbado en la lona de combate.

Resignado sabiendo que no se iba a levantar entré al baño para ducharme. Estando al menos por media hora debajo de la ducha cuando sentí el estruendo de algo rompiéndose. Me envolví la mitad del cuerpo con una toalla y salí con rapídez hacia la habitación.

-¿Qué mierdas haces?

-¿Qué me hiciste tú?-masculló, lanzándome el jarrón que tenía en las manos.

-Mierda-maldecí cuando casi el jarrón me golpea en la cabeza-, ¡loca!-grité

-Esto es estar enfermo-levantó la otra mano en la cual sostenía una peluca castaña oscura.

-Joder-exalé deseperado- por eso creí que eras mi mariposa-murmuré entre dientes-, no tengo nada que ver en esto, tienes que saber que nunca estuve de acuerdo con...-de repente el reloj de la mesita voló sobre mí cabeza y la peluca castaña cayo delante de mis pies.

-Mi padre los va a matar.

-Calmate por dios, mujer-pedí, levantando las manos en busca de mi defensa

-¿Qué droga me dieron?

-Ni siquiera yo sé, cálmate ¿si?-pedí

-¿Usamos protección al menos?

Negué

-Dios que irresponsables-exclamó, enterrando su cara en ambas manos-, ¿que voy hacer si salgo embarazada?.

<ese es el objetivo>-pensé

-¿Quieres ducharte o algo para comer?

-Quiero irme a casa -sollozó.

Me acerqué a ella, observando como se hacía más y más frágil con cada lágrima.

-Lo siento Ravena-ella levantó la cabeza, asustada-, pero de aquí no sales.

MESES DESPUÉS

-¿Es necesario que yo vaya?

-Por supuesto que sí-aseguró él, con demasiada calma y eso hizo que mi sexto sentido se encendiese-, estarán los inversionistas de todas esas empresas que estamos intentando obtener.

-Bien, solo busco quien vigile a Ravena y nos vamos.

Llegamos al antro que tantos recuerdos me traía. Donde la conocí por primera vez y donde decidí que sería mía. Ella estaba en un lugar mejor y yo, yo estaba aquí martirizándome con la idea de que ahora ella estuviera a mi lado si no me hubiese ido.

Entré al antro y me dirigí automáticamente a la última mesa Vip, no necesitaba toda esa gente amontonada, asquerosa y sudada en cima de mí. Una chica curvy linea, vestida con tan poquita ropa que de seguro no hacía diferencia si se la quitaba o no me ofreció un trago.

Asentí con la cabeza y seguí observando a mi alrededor.

Las luces comenzaban a caerme mal y el bullicio me estaba aficciando. Ya había decidido irme cuando de pronto la ví. No era ella, lo sabía bien pero que dios me perdonase si no pudiese pasar por su doble.

Misma complexión fisica, color de ojos, su cabello, la intensidad con la que su mirada se reflejaba bajo la máscara negra y púrpura en forma de mariposa.

-Mierda

Mi polla se endureció al instante y me maldije por eso, no me estaba pasando esto a mi-pensé.

Continué observándola mientras sus caderas se seguían moviendo al compás de la música y de pronto sentí la rabia corromperme al ver como los hombres le arrojaban billetes.

Levanté mi mano para llamar la atención de la mesera la cual se acercó con rapídez.

-¿Qué puedo ofrecerle?

-Esa chica de cabello castaño que esta bailando ahora, ¿su nombre?

La mesera miró hacia la pista alumbrada de rojo y sonrío.

-Es Scarlett, nuestra mejor bailarina.

-Quiero conocerla.

-Señor, Scarlett solo baila, no hace otro tipo de servicios.

Saqué mi arma de repente y le apunté sin juicio a la sien.

-Quiero verla, a solas.

-Veré...-tartamudeo-, veré que puedo hacer, señor.

Con el rabo entre las piernas corrió hacia la pista alcanzando a la chica en su última nota. Esta se agachó para escuchar lo que la mesera decía, miró unos segundos hacia mi y luego asintió.

La mesera llegó corriendo hacia mí casi con la lengua afuera.

-Sígame por favor.

Bebí del vaso bar el último trago de esta noche. Alcé mi muñeca a la vista de mis ojos y observé la hora en el reloj dorado regalo de navidad del abuelo. Tres horas, llevo esperándola, tres putas horas y ni siquiera a mandado a nadie para que me diga si la sigo esperando o no.

Decidido a irme me levanté a medias del sofá cuando el sonido de un click me hizo mirar hacia la puerta.

-Perdona la tardanza, unos borrachos no querían irse.

Su voz, joder. Es exquisitamente sensual y melodiosa.

Ahora que la tenía más cerca podía observar mejor su belleza. Aún seguía con la máscara negra puesta y ahora de cerca el otro color parecía más bien como rojo vino pero eso no impedía que viese lo hermosa que era.

Llevaba un vestido corto negro sin mangas y unas medias de igual color pero transparentes.

-No hay problema.

Me ajusté el traje y volví a sentarme.

-No eres cliente frecuente-asentí-, conozco a casi todos y a tí es la primera vez que te veo.

-Es cierto.

Ella caminó hasta el sofá tomando enseguida asiento a mi lado.

-¿Puedes quitarte la máscara?

Negó

-Es una de mis reglas.

-¿Tienes otras?

-Si


Scarlett

Era la primera vez que lo veía, después de tanto tiempo un hombre de porte elegante no podía significar muchas cosas, solo negocio oscuro y peligroso. Tantos años huyendo de lo mismo y aquí estaba mi destino frente a mis ojos, nuevamente, enfundado en un traje Armani de tres piezas.

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