Caminaba de noche por la ciudad de Mythos untando peligrosa, pero a la vez única y encantadora.

Ojalá fuera tan encantadora como peligrosa, caminaba o más bien corría hasta intentar llegar a un lugar seguro, si es que había.

Cerré la puerta con un portazo detrás de mí y llegué a lo que le llamaba hogar. Una casa vieja con personas viejas y a la vez te hacía sentir viejo estar en ese lugar

—Hola, cariño— dijo la abuela Laura al ver mi llegada.

Le sonreí y caminé hasta la habitación, llena de polvo y con dos camas, es el suelo, o más bien un pequeño amarrado de telas cosido con hilo viejo.

Me moví hasta la esquina para luego abrazar mis piernas, e intentar calmarme. La puerta se abrió suavemente por Oliver, quien saludó débilmente con la manose sentó a mi lado y pasó una vieja cobija por mis hombros.

— Tiemblas —dijo suavemente.

—Y no es de frío —le afirmé con un hilo de voz.

Miré su rostro que estaba lleno de polvo, el cual se limpió rápidamente, para que no lo viera

—¿Estás bien?— le sonreí, pero me quedé callada.

Recordé el momento en que corría por las calles con cuidado de que no me vieran y las palabras se reproducían en mi mente:

"Una chica joven y guapa, qué linda mercancía".

Me quedé dormida tratando de calmarme hasta que golpes y gritos me despertaron. Oliver ya no estaba a mi lado, pero entró de golpe con una expresión asustada y las manos temblorosas.

—Escóndete, ¡ahora! — me jalo de los brazos con fuerza, asaltándome con él.Todo estaba confuso, mis movimientos torpes hasta que la bestia se asomó por la puerta.

Un hombre mayor apareció de golpe frente a nosotros; mis ideas se aclararon. Oliver me ocultó detrás de él, pero el hombre lo apartó con un puñetazo en el rostro, haciendo que cayera al suelo.

El miedo se apoderó de mí mientras gritaba el nombre de Oliver y el hombre me arrastraba junto con él. En un mundo donde no importa; ni la ley de igualdad, ni la ley, ni la moral, una ciudad llamada Mythos alejada de un mundo normal.

El hombre me lanzó sobre la camioneta, mis piernas temblorosas lo intentaron golpear, pero la fuerza de una niña de 15 años no era muy buena.

Donde no importa qué eres, solo hay dos opciones: o vives o mueres, tratado de vivir una vida normal.

Se abalanzó sobre mí, intentando quitarme la ropa con su fuerza bruta. Mis pequeñas manos le causaban heridas leves, las cuales ignoraba.

Mafia, o más bien monstruos corruptos a los cuales no le importa la vida de los demás, son los que controlan un mundo despiadado.

Donde la mayoría no es considerada seres vivos, sino una modesta mercancía que sirve para cualquier idea que pase por sus cabezas

Me tomó, sin importarle, mis gritos y mis súplicas; todo fue tan aterrador que lo único que recordé fueron mis gritos de fondo y la asquerosa sensación de sus manos tocando mi cuerpo.