9: Micolor.
Le empujo lejos de mí. ¿Esto es en serio?, acaba de cagar todo el ambiente que teníamos los dos. No me lo puedo creer.
—¿Quién es él? —le pregunto aún sabiendo la respuesta. Tenía que haberme fijado mejor en la figura de la otra noche. Ahora sé perfectamente que se trata de Jensen. Él ríe sarcástico y pasa un dedo por sus labios, los cuales hace unos segundos han estados sobre los míos.
—Sabes muy bien que hablo de Santiago —levanta la vista hacia mí y niega con la cabeza—, estaba en la misma terraza que vosotros —aplano mis labios, y le enfrento a los ojos.
—Ah —me encojo de hombros pareciendo no estar preocupada. Y no lo estoy, yo hago lo que a mí me parezca cuando y como quiera.
—¿Ah...? —me imita poniéndose serio. Oh dios, ¿puedo oler celos? Sí, a kilómetros.
—Mira Jensen —me acerco a él para quedar tan solo a unos milímetros—, yo puedo ir con quien me dé la gana porque, ¿sabes qué? —coloco mis brazos en jarra—; Tú y yo no somos nada. Absolutamente nada. No tengo pareja, y no le debo explicaciones de nada a nadie —aprieta su mandíbula y nuestros ojos conectan. De verde a verde—. Podrías haber tenido algo conmigo desde el puñetero día que puse un pie en esta empresa, pero prefieres a una mujer que no te quiere, te desprecia, te trata como un objeto. Y ni si quiera te das cuenta que está contigo por el dinero. Esa mujer no te merece —pongo una mano en su pecho, que se infla de aire al sentir mi contacto. Aún podemos transformar todo este aire incómodo en simplemente... pasión—, no te hace sentir lo que yo te hago sentir —me acerco a él con intenciones de darle un beso, pero cuando él cierra los ojos, tan solo agarro su labio inferior, lo dejo ir y paso la lengua por encima. Este bendito roce es tan magnifico que deseo no separarme de su boca—. Tú no amas a esa mujer y lo sé por el simple hecho de estar celoso porque me he dado un simple beso con Santiago. Me has besado Jensen, me has besado como nadie lo ha hecho en toda mi vida. Sé lo que sientes por mí, porque yo también lo hago, no tengo ningún reparo en admitirlo —le agarro de la corbata y dejo que nuestras narices se rocen. Mirándonos fijamente a sus ojos color verde clarito, los cuales me llevan completamente de cabeza estos días. Sus manos viajan a mi cintura y caminamos unos pasos hacia atrás cuando choco con el escritorio. Me sienta sobre esta superficie y tras mirarme furtivamente me besa—. Lo ves, tú no la amas —le digo entre beso y beso. Siento que mi cuerpo entero se relaja y ansia más. Mis manos se deshacen de su chaqueta, al igual que él me deshace la coleta que me había hecho esta mañana. Sus manos se cuelan bajo mi camiseta blanca, y las pasea por mi estómago, acariciando todo a su recorrido.
Su tacto cálido y suave hace que se me erice la piel. Entonces como si cayera en cuenta de lo que está haciendo, se separa de mí y se gira para pasarse la mano por el pelo nervioso. Cuando me mira, a mí no se me ocurre otra cosa que estallar en carcajadas. Si se viera, me entendería.
—¿De qué te ríes? —me dice aguantando una sonrisa por mi escandalosa manera de reír. No puedo ni hablar porque sigo riéndome, ahora tirada en el sofá. Le señalo— ¿De mí? —niego con la cabeza y señalo mis labios, después a él. Entonces parece que cae en la cuenta y pasa una mano por sus labios, al verla manchada de pintalabios también ríe.
—Debo parecer el payaso de Micolor —efectivamente. Parece un pato. Aunque seguramente yo este peor.
Viene hacia mí y me levanta para abrazarme por la cintura, mientras deja un simple beso en mi cuello.
—Te hace mucha gracia, ¿eh? —afirma. Asiento divertida. En tan solo unos minutos hemos pasado de la pasión a discutir para volver a la pasión y ahora a la risa. Toma huracán de emociones.
—Sí —le contesto. Ríe. Me mira a los ojos y no puedo evitar ruborizarme. ¿Qué me pasa?
—Ahora tú pareces Heidi —le doy un empujón en el hombro y él se carcajea. Pero no me suelta.
—Por tu culpa —le digo poniendo morritos y bajando las cejas.
—Si haces eso más veces haré que el pintalabios esté por toda nuestra cara —me besa fugazmente, consiguiendo hacer que ponga una sonrisa tonta. Joder, no sabe nadie lo feliz que estoy de estar ahora mismo así con él. ¡Nos hemos besado!
—No suena mal... —muerdo el lóbulo de su oreja, susurrando cerca de su oído consiguiendo que sus manos me acerquen todavía más a él.
—Pero nada mal —me da un beso en la comisura que consigue ponerme la piel de gallina. Y después, para arreglarse se separa de mí.
Cojo mi goma del pelo que está sobre el escritorio, él recoge su chaqueta del suelo y se la coloca, como si aquí no hubiera pasado nada. Como si no hubieran sido real los besos, ni las ansias por conocernos más a fondo. Tan solo me dispongo a abrir la cortinita, girarme, guiñarle un ojo, abrir el pestillo y salir. Por supuesto tomando una gran bocanada de aire justo al salir de su oficina.
Me siento en mi preciosa silla en frente de escritorio y sujeto mi cabeza entre las mano. No me puedo creer lo que me acaba de pasar. He experimentado realmente todas las emociones que hacía años que no sentía. Por dios, he sentido las ganas de llegar donde fuera sin siquiera importar nada. Como si de verdad yo...lo estuviera haciendo por mis propios deseos. Se siente tan bien y extraño a la vez que no sé qué pensar.
—Ya está, ya le has besado —digo para mis adentros para apartar todo pensamiento de mí—. Ahora, supéralo —y me lo creo, asintiendo. O eso quiero creer.
El día lo paso planeando todos sus eventos y reuniones (como siempre) y de paso le echo alguna que otra ojeada a alguna tienda online. Ojos que no ven, sueldo que no te quitan. La alarma de mi móvil suena, indicando que mi jornada laboral ha llegado a su fin. Me levanto y me despido de él a través de la puerta de cristal, tan solo con la mano. No me atrevo a entrar. Siento toda la vergüenza que debería haber tenido al principio justamente ahora, cuando ya he cruzado la gran barrera entre nosotros dos. A buenas horas me llegan estas ideas.
Me meto en el ascensor y cuando bajo me encuentro con que Maggie ya se ha ido, así que me dispongo a coger un taxi e ir a mi casa. Una llamada me saca de mi estado de trance en el taxi, justo cuando estaba canturreando una de las miles de canciones pop que siempre salen en la radio. Creo que era de Dua Lipa, pero no estoy seguro.
—¡Hola Barbarita hermosa! —alcanzo a oír la voz de mi mejor amiga a través de la línea de teléfono.
—Hola Barbie —me río de ella. Odia que la llamen Barbie, así que lo hago única y exclusivamente por pincharla.
—Te voy a dar un sopapo vía satélite si me vuelves a llamar así, avisada quedas, eh —me la puedo imaginar señalándome con el dedo—. A lo que iba, voy a tu casa ahora mismo —oigo un sonido raro—. Llevo un tupper con comida para compensarte que anoche alimentaras a esta pobre desfavorecida sin tu salsa secreta —me dice susurrando.
—Entonces eres bienvenida —la oigo reír.
—Nos vemos allí —contesta con ilusión.
—Allí nos vemos —le contesto lo mismo, pero al revés. Ella ríe y cuelgo.
Jade cada día está más loca. Cuando llego a casa me deshago de los tacones y me pongo mi súper pijama de una vaquita. Tengo la granja de Pin y Pon en forma de pijamas. El timbre suena y abro la puerta, para ver como un manojo de pelo rubio se tira encima de mí a espachurrarme, ni que no me hubiera visto desde hace mil años.
—¡¡OH, JEANNETTE, CUANTO TIEMPO SIN VERTE!! —Jade me aprieta demasiado. Tanto que creo que las pechugas me van a salir por la boca, y no específicamente las que tengo en la nevera. Me coge de los hombros y me separa bruscamente de ella, para después mirarme de arriba a abajo— Estas más delgada, ¡tienes que comer más! —ruedo los ojos con una sonrisa.
—Estuve contigo ayer Jade, y estoy igual de peso —mi amiga ríe y saca un tupper (peleando un poco) de su enorme bolso. Ahí cabe un elefante, es como el bolsillo de Doraemon; un pozo sin fondo.
—¡Adivina que hay para comer! —me sacude la fiambrera en la cara. Por lo que veo, algo con tomate, ya que es todo rojo. Y también huele a tomate.
—¿Macarrones? —alzo una ceja.
—Algo así... —se encoge de hombros.
—Mmm... ¿Espaguetis? —barajo en diferentes opciones más, pero realmente no se me ocurre otra cosa que lleve ese tipo de tomate, y que lo haya cocinado Jade. No es ningún secreto que nuestro don no es la cocina.
—Algo así... —la hago pasar y cierro la puerta. Las opciones se me han acabado.
—¿Me vas a decir ya lo que traes? —ella asiente y va a la isla de la cocina. Abre el tupper y con la mano me dice que me acerque.
—¡Macarrones con espaguetis! —me asomo al recipiente para comprobar que mi amiga no está tan loca como para meter espaguetis y macarrones en una comida. Y llego a la conclusión de que no está loca, no, esta como un cencerro. Ha mezclado los dos tipo de pasta, y tiene una pinta un poco bastante extraña.
—¡¿En serio?! —estallo en un montón de carcajadas y ella también.
—¿Qué pasa? —me pregunta como si tal cosa— No quedaban suficientes macarrones para las dos, ni tampoco suficientes espaguetis, así que ¿Qué le vamos a hacer? —saco dos platos y tenedores junto con dos vasos—. Por cierto, los cociné ayer aquí, por si ves que no te quedan. Yo no tengo cocina en el hotel —lo sabía. Realmente lo sabía. Jade es una ladrona de comida.
—Al ataque se ha dicho —le digo con el tenedor en mano.
Comemos los Jacarrontis (que es como ha bautizado Jade a su nueva mezcla de comida) y nos echamos algunas risas. Dejamos los platos en el fregadero y nos sentamos como indias en la alfombra. Ella se pinta las uñas mientras que yo dejo que se sequen las mías, las cuales he cubierto de color rojo.
—¿Qué tal con tu afortunado? —le pregunto mientras lamo un helado que tenía en la nevera. Ella me mira y sonríe.
—Muy, muy bien...
—¿Tan agradable es?
—Es una pasada de tío. Guapo, buena persona, rico y además... —acaba de pintarse el dedo gordo y me mira— Trisca como un dios —el helado se me va para un lado y empiezo a toser como una loca. Si muero ahora, quiero que sepan que fue por culpa de una rubia.
—¡¿Te lo has tirado?! —asiente triunfante cogiéndome el helado y dándole ella un lametazo— ¡La madre que te parió!
—Encarna —le doy una colleja y la miro.
—Pero que fuerte, mira si eres una perra mala, que ni me cuentas como ha sido —ella ríe y se pone más cómoda.
—Ha sido flipante. Tú no sabes lo que carga ese. Además, lo usa muy bien —reímos y nos disponemos a enchufar la tele, pues sé que si no Jade me dará muchos detalles — ¿Algún avance con Jensen, el rubio que no tiene ricitos de oro? —asiento. Ella de un bote se planta frente a mí— ¿Te lo has tirado? ¡No me jodas que has sido tan cabrona como yo y te lo has callado! —exclama moviendo las manos excesivamente.
—¡No, por dios Jade! Sabes que yo nunca me acuesto con mis afortunados —y es verdad. Normalmente tan solo un par de besos, y les digo que si se separan de su mujer yo estaré con ellos. Para luego ser todo mentira. Me callo el decirle que por lo de esta mañana, ganas no nos faltaban—. La cosa no ha pasado más allá de unos besos y... me da que va a ser difícil —contesto.
—Ya me extrañaba a mí... —se vuelve a sentar— Yo solo quiero disfrutar el tiempo, y si tiene que ser con Robert, pues que sea con él —asiento, dándole la razón— y eso me da miedo —carraspeo. Sé exactamente lo que va a decir a continuación.
—Sí, te entiendo... —le contesto. Y realmente, lo hago.
—Es tan buena persona que... me sabe mal romper su corazón —la expresión de Jade cambia a una más decaída.
—Y a mí —asumo—, su matrimonio me importa un bledo, porque está con una que agüita la niña. Más amargada y le nace el pelo a lo punky —ríe y yo continúo—. Pero su corazón... me sabe muy mal. En realidad es una buena persona y creo que algo le tuvo que pasar para que le pasara eso con Josh... —tal vez el motivo más grande que existe en este mundo. El amor, que consigue hacer al más duro de todos un simple osito de peluche, al igual que puede hacer que una persona cambie y no vuelva a abrirse a nadie jamás.
—No sé —se encoje de hombros.
—Tengo ganas de acabar este caso para arrancarlo de raíz y ya no saber nada más —la miro— con este ya tengo el dinero reunido para él, lo necesita de verdad... —ella me abraza.
—Ya verás, podrás con esto. Y cuando se acabe, voy a echar de menos no estar tan juntas como ahora —pone un puchero.
—Y yo —se me escapan unas lagrimitas y después sonrío. Tengo tanto miedo al futuro que ni yo misma puedo controlarlo.
—Bah, ahora coge tu bolso y vamos a ponernos monas. Mañana es sábado y no trabajamos, así que venga. Vamos a dedicarnos a cuidarnos, que si no lo hacemos nosotras mismas no lo va a hacer nadie —eso es justamente lo que hacemos.
Pasar la tarde viendo tutoriales de maquillaje, intentarlos y que a mi parece que me hayan dado un puñetazo en los ojos y que Jade parezca una modelo de Vogue, se nos hace divertido. Al final acaba maquillándome ella, con unos ojos ahumados y la piel radiante que el counturing y el iluminador me permiten. Selecciono un vestido azul eléctrico y ajustado que me va por la mitad del muslo, junto con unos tacones negros de infarto. Dejo que mi pelo negro y liso caiga por la espalda y le presto uno de mis vestidos a Jade. A la muy cabrona le quedan mejor que a mí. Salimos y llamamos un taxi para que nos deje en un pub el cual Jade conoce. Y parece que es bastante famosillo. Al entrar atraemos algunas miradas, así que vamos directas a la barra.
Dejo que mi rubia amiga pida lo que quiera por las dos y me fijo en que el pub está bastante lleno. Incluso me encuentro con Maggie. Y también con una mirada verde que me pone los pelos de punta. Parece que hoy ha decidido robarme todos y cada uno de mis pensamientos.
***
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