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8: Suaves labios que probar.

Doy golpecitos con el bolígrafo en la mesa. Estoy nerviosa. Recalco, muy nerviosa. No sé como se tomará Jensen que vaya acompañada de el "queso" de Santiago, sinceramente espero que le repateé de tal manera que necesite más de mí. Quiero que se dé cuenta que no siempre estaré disponible para que ocurra algo entre nosotros, para que se note que puedo conquistar a quien me dé la realmente la gana. Necesito que vea que se está privando de algo que puede ser lo que él busca.

Miro hacia la oficina y lo veo sentado, observando la pantalla de su ordenador. Como si supiera que lo estoy haciendo dirige su mirada hacia mí, y los dos sonreímos. Pero aparto la mirada antes de que pueda pensar algo más.

Tengo cita con un centro de estética, donde me van a peinar y maquillar. Entramos ayer Jade y yo para informarnos, y la verdad, son una pasada. Josh ya está informado de todo y me ha dicho que gaste lo que vea conveniente en mi imagen. La maquilladora me ha enseñado varios trabajos y la verdad sabe contrastar muy bien los colores.

Estas cosas siempre me han dado algo de miedo. Si te pones en buenas manos, todo saldrá genial. Pero si no, acabarás pareciendo una puerta. Me ha costado encontrar a alguien que lo hiciera bien y que además tuviera hueco.

Pero estoy muy contenta, porque sé que todo va a salir bien. El vestido es precioso, cosa que me encanta. Siempre he adorado la moda, aunque ahora ya no tenga la ilusión que tenía de pequeña por conjuntar la ropa. Lo adoraba. Era mi momento favorito del día.

Miro la hora y me doy cuenta de que mi turno ha acabado, así que cojo mi bolso y apago el ordenador. Me levanto y toco la puerta de la oficina, para como cada día avisarle de mi partida.

—Jensen, yo me voy ya. He acabado mi jornada —él asiente y me mira.

—¿Ya tienes todo preparado para esta tarde? —pregunta elevando la vista de sus cosas y fijándose en mí.

—Sí, y al chico también —le guiño un ojo y él sonríe forzosamente. Le acabo de dar un golpe en sus narices—. Te veo luego —asiente y salgo de su oficina triunfante. Me siento como si hubiera ganado unas olimpiadas.

Subo al ascensor y las puertas se abren en la planta doce, dejándome ver a una Maggie completamente roja, pero de furia. Las puertas se cierran y permanece callada hasta que suelta un gruñido.

—¡Esa tía es subnormal! —se gira hacia mí— ¡El tinte le ha afectado a la cabeza o algo!

—¿Se puede saber que te pasa? Respira hondo, te va a entrar algo —ella infla su pecho de aire y después lo suelta poco a poco.

—La muy... —empieza.

—Zorra —acabo su frase.

—Lleva tres días dando...

—Por el culo.

—Con que quiere que le cambie el...

—Jodido.

—Sitio —me mira y ríe—. A ti tu madre no te ha lavado la boca con Fairy —niego y rio también.

—Yo era más de comerme collejas —contesto haciéndole reír—. Bueno ¿Y qué pasa? —le hago memoria— ¿No quieres cambiarte de sitio?

—A mí me da igual. Pero me ha hecho mover hasta al señor Williams para luego decir que no, que se queda en su sitio. Además me manda a mi llamar a los empresarios que tiene que avisar ella porque hay juntas —me da miedo hasta acercarme, parece que va a arrancar los botones del ascensor con la boca.

—Esa tía es tonta... —exclamo con la boca aplanada.

—Pero de cojones —sonríe—. Ya te he dicho que el tinte rubio le ha carbonizado el cerebro. Si es que tenía... —una idea cruza mi mente, y la corto para poder hablar.

—¿Por qué no hablas con Jensen sobre ella? —escupo inmediatamente lo que me rondaba por la cabeza.

—Ya lo he hecho. Pero Shasha le cae bien a Carolina. Y por mucho que llore, chille o pataleé, no va a hacer absolutamente nada —gruñe—. Parece que la Barbie lo lleva con una correa todo el día —muerdo mi labio para no decirle que en los dos casi besos que nos hemos dado no parecen de muchas ataduras.

—Bueno... —suspiro— tú déjame eso a mí, ya verás —sonrío y salimos del ascensor.

—Yo te digo que no podrás hacer nada, ese hombre es el más cabezota sobre la Tierra —levanto una ceja y sonrío al recordar lo de ayer—. Además, estoy muy bien en mi sitio, no me quiero cambiar. Seguro que me tocaría uno peor.

—Ajá...

—Bueno, me tengo que ir ya —me para en seco y me da dos besos—, que pases un buen día —guiña un ojo y se va. Bueno... buen día no sé. Pero buena noche, lo más probable. Quiero ver la cara de Jensen al verme entrar con Santiago, y vestida para que se caiga de culo. Tengo muchísimas ganas.

Nada más llegar a casa me quito los tacones y entro en la ducha por segunda vez. Acabo comiendo en el sofá y vistiéndome para ir a que me maquillen. En el camino, le envío mi dirección a Santiago, para que venga a recogerme. Entro en el centro de estética, para ver como las personas que están trabajando se giran a mirarme. El chico que ayer nos dio la información me sonríe y deja lo que está ordenando para acercarse a mí.

—Hola, ¿pasas? —me señala una silla donde en frente hay un espejo.

—Oh, vale —asiento.

—Era maquillaje y pelo, ¿no? —me pregunta mientras me acompaña hasta la silla.

—Sí, tengo un cóctel esta noche —me siento, pero continúo mirándole por el espejo.

—¿Has traído la foto de lo que te vas a poner? —me pregunta con una sonrisa. Asiento y saco el móvil para enseñarle el vestido y los tacones. Ambos van a juego— Oh dios, te vas a ver deslumbrante con esto. Vas a provocar desmayos hoy —me dice mientras amplía la foto con la boca abierta.

—Eso es lo que quiero. Que les llegue la baba al suelo —su risa llega a mis oídos.

—Pues conmigo, eso lo tienes asegurado —me sonríe—. Voy a hacerte brillar, más aún, porque déjame decirte que eres hermosa —le sonrío—. Ahora, vamos allá.

El chico deja que mis ojos verdes resalten como nunca, mientras que aumenta las formas de mi cara. Cuando ha dicho que voy a brillar, tenía razón. Parece que tenga luz propia. Creo que si cierro los ojos, doy aire, de las pedazo pestañas que tengo. Mi pelo está completamente rizado, cogido de un lado de la cabeza por un adorno muy sutil, con algunos diamantitos. Los labios color vino sé que van a conquistar a más de uno. Me despido de él con dos besos y me voy a mi casa, a colocarme el vestido.

Al llegar, voy directa a la habitación donde me visto y me pongo los tacones. Al mirarme en el espejo reconozco que este vestido saca curvas que ni si quiera sabía que tenía. Sobretodo resalta mi espalda y mi cadera, haciéndome un culo de infarto.

Hacia tanto tiempo que no me veía tan bonita que hasta me emociono. Y caigo en al cuenta de que he sobrepuesto muchísimo mi vida a mí misma, pero es lo que hay. Con todo lo que estoy viviendo, he dejado todas mis aficiones de lado, incluso la moda. Pero es que la ilusión se ha ido de mí.

Agarro mi bolso, metiendo las llaves, el móvil, el falso DNI y unos tampones por si las moscas. Cuando suena el timbre, una sonrisa se instala en mi rostro, pues espero que sea Santiago.

—Hostia putísma, al final me voy a acabar liando contigo de verdad —la voz de Jade llega a mis oídos. Abro mis ojos y me aparto, no la esperaba en mi casa.

—¿Y eso que estás aquí? —le doy un cachete en el trasero cuando pasa y cierro la puerta.

—No me iba a perder verte así, la hostia Jeannette, estas impresionante —me mira de arriba a abajo y después a los ojos. Sé que ha venido por algo más, así que llevo una mano a mi cadera y elevo mi ceja izquierda. Ella muerde su labio—. Vaaaaale, también quería cenar aquí. Hoy no había nada que me apeteciera del hotel, solo esas pechugas que haces tú con esa salsita tan rica... —rueda los ojos mientras yo sonrío. Pillada. Como si yo no la conociera casi.

—Tienes suerte, hice hace poco por si me apetecía. Puedes coger algo de carne de la nevera y el tupper con la salsa —Jade da un saltito acompañado de algunos grititos de emoción para después irse corriendo a mi cocina. Es como una cría pequeña, pero la quiero tal y como es. Como si fuera mi hermana.

Esta comienza a hacerse la cena en lo que yo me retoco un poco todo y me acabo de arreglar colocando una loción en mis hombros y piernas que hagan que brilllen aún más. Cuando salgo, veo como Jade entra en mi habitación y se tira a mi cama.

—¿Sabes que me voy a quedar a dormir verdad? —exclama con la cara hundida en la almohada. Lo suponía. Cuando Jade come, enseguida tiene que tumbarse para dormir como una marmota.

—Lo sé, coge algo de mi armario y a sobar. A mí me van a buscar en nada —ella levanta la cabeza de la almohada y me mira.

—¿Le podré echar un vistazo al maromo? —exclama con las cejas alzadas y una sonrisa en el rostro. Agarro un cojín y lo lanzo a su cabeza.

—A dormir —le digo. Vuelve a lanzármelo, pero lo esquivo corriendo mientras voy al comedor. Al escuchar el timbre, rezo porque a Jade no salga y haga una de las suyas con Santiago. Voy a la puerta, con bolso en mano, para abrirla y encontrarme de frente a mi queso.

—Joder... —veo a Santiago abrir los ojos de par en par, fallándole la voz al final de la oración. Veo como afloja un poco su corbata—. Estás impresionante... —me mira de arriba a abajo— Pensaba que más era imposible pero... o sea que eres preciosa y... —niega con la cabeza resoplando mientras una carcajada sale de mi boca— Estás impresionante —compartimos una sonrisa tímida. Me dedico a echarle un ojo, comprobando que él va realmente guapo. Lleva traje gris oscuro, a juego con una camiseta blanca. La chaqueta es del mismo color que los pantalones grises ¿Que si me gusta el queso?, me encanta.

—Tú también estas muy guapo —levanto una ceja y él saca una rosa de detrás suyo, para ofrecérmela con una miradita de esas típicas. Oh, no, yo soy dura y conmigo no funcionan—. Gracias —le doy un beso en la mejilla, llevándome una sorpresa cuando él deja uno en mi cuello en el mismo movimiento.

Subimos a su coche y gracias al GPS llegamos al gran edificio de cristal donde se va a celebrar el cóctel. Al aparcar, Santiago y yo nos dirigimos al edificio de cristal, donde un salón muy acogedor nos recibe. Una chica vestida con un traje negro muy ajustado nos invita a pasar en el ascensor.

—Bienvenidos, el cóctel es en la última planta —nos sonríe cordialmente.

Subimos y nada más abrirse las puertas del ascensor todas las vistas tanto de hombres como de mujeres se dirigen a nosotros. Distingo a Lana por su pelo ros. Lleva un traje negro nada más verme viene hacia mí con la boca abierta.

—¡Pero qué guapa que estás! —me abraza y yo sonrío, ella deja un mechón rosado de su pelo tras su oreja y me sonríe.

—Gracias —nos separamos—, ¿qué tal sientan los cien años? —cuestiono con una sonrisa.

—Genial —eleva las comisuras de su boca y después mira a mi acompañante.

—Él es Santiago, compañero mío de trabajo —Santiago besa la mano de la chica peli-rosa y se posiciona a mi lado, rodeando mi cintura con su brazo.

—Encantada. Veo que vas muy bien acompañada, eh —Lana me guiña un ojo y después lleva la vista a un camarero, el cual parece estar discutiendo con Mich, la otra jefa de la revista—. Pasarlo bien, tengo que resolver unos asuntos, si os falta algo, hablad conmigo o con Mich —se despide para marcharse mesando su melena rosa. Desaparece de nuestra vista y un camarero nos ofrece una copa de champán.

—Salud —Santiago levanta la copa y yo le imito, para después darle un trago. El champán desciende por mi garganta y sonrío ante la mirada del queso, la cual puedo ver que busca más allá que mirarme.

Las puertas del ascensor se abren y no puedo evitar desviar mi vista hacia allí, lo que veo me gusta. Jensen va con un traje negro, una corbata del mismo color y una camiseta blanca de seda. Las piernas me tiemblan con solo mirarlo. Está realmente apuesto.

Pero hay algo que no me gusta. Carolina, con un vestido verde botella, va sujeta de su brazo, levantando la cabeza como si fuera más que todos nosotros. Entran en el salón, caminando serios hacia la gente. Él parece buscar algo con la mirada, pues recorre con la vista el sitio. Pero de repente mira a mi acompañante, y creo que por poco más no le sale humo por las orejas. Hasta que la posa en mí, para quedarse completamente parado.

Puedo ver como su mirada me recorre desde mis largos tacones, siguiendo por la abertura de mi vestido, la cual deja ver mi pierna completa. Siento como si con su mirada acariciara mi piel y se me pone la piel de gallina. Sigue subiendo hasta mi escote y llega a mis labios. Sonrío para provocarle, y creo que lo consigo, pues su nuez se mueve de arriba a abajo. Le observo disimuladamente, él hace lo mismo.

—Creo que será mejor que vayamos a saludar —me dice Santiago. Asiento y rodeada de su brazo me abro camino hasta mi afortunado, quien sonríe cada vez más conforme me voy acercando. En cambio a su acompañante, toda expresión de alegría se esfuma cuando aparezco en su campo de visión.

—¿Bárbara? —pregunta en tono chillón.

—La misma —sonrío egocéntrica.

—Hola —me saluda Jensen. Coge mi mano y la lleva a sus labios, para depositar un beso sobre ella. Sonrío, contenta de que se atreva a tener tal muestra delante de todos. Carolina me mira con cara de asco, pero ese gesto me lo paso por donde yo sé. Santiago le da la mano a Jensen y yo a Carolina. Ella se abraza al brazo de Jensen y le da un beso en los labios. Mi estómago se revuelve y por un momento creo que voy a vomitar. Menudo rato más incómodo.

—Disculpad, tengo que ir a hacer una cosa —les digo a todos, mientras me retiro para caminar por la sala. Nada más ver a un camarero con una bandeja dejo la copa encima y me dirijo al baño. Por fin lo encuentro y me retoco un poco el maquillaje, para después lavarme las manos ya que me he mojado con un poco de champán.

Salgo otra vez y veo que Carolina ya va sola y está tomando una copa de champán mirando el salón con cara de asco. Paso por su lado y ella se ríe. Que no le dé una ostia es de milagro, porque se la está ganando.

—Podrías haberte puesto algo menos ostentoso —me giro hacia ella—. No te queda muy bien —sonríe como una idiota. Lo que le quedaría muy bien a ella es mi puño en su puñetera boca ahora mismo.

—Los cumplidos de Santiago y la mirada de tu marido no creo que digan lo mismo, querida —sonrío arrogante y ella borra su sonrisa. Menudo zasca.

—Maleducada —deja la copa en una mesa y desaparece de mi vista. Me ha salido del alma lo que he dicho. Su cara me confirma que lo que soltado le escuece, pero me importa lo que viene siendo una mierda.

Mi queso se cruza con ella y la muy estúpida choca su hombro con el de él, para después decirle que se aparte de manera seria y cabreada.

—¿Qué le pasa? —me dice cuando ya se ha alejado lo suficiente como para que no le oiga.

—Está amargada, déjala —ríe y yo también. Se acerca a mi oído y respiro su perfume.

—¿Quieres que te enseñe algo? —me pregunta al oído. Asiento y él me coge de la mano. Si pide todo así, todos le darán absolutamente lo que salga de esa boca. Se mete por una puerta de emergencias y luego por otra que no pone absolutamente nada. Nada más abrirla la boca se me cae a los pies. El mar cubre toda la vista, y en él se refleja la Luna llena. El sitio es bastante amplio, incluso más a la derecha hay una persona que no puedo distinguir, ya que la luz nos da de pleno a nosotros. Una pequeña corriente de aire me mueve el pelo, depositándolo en mi cara. Santiago lleva su mano hasta ese rebelde mechón para después retirarlo delicadamente. Sonrío como una idiota y miro las vistas. Me abrazo a mí misma, pues una brisa hace que tena un poco de frío. Pero al momento una chaqueta calentita se posa sobre mí. Me giro hacia mi queso y le sonrío.

—Gracias —veo como imita mi gesto y posa sus manos en mi cintura. Me acerca tan lentamente a él que casi no me doy cuenta de cuando estoy rodeada por sus brazos. Su rostro está a muy poco espacio del mío, sus ojos marrones brillan como nunca esta noche. Y sus labios a milímetros de los míos se ven muy apetecibles. Acorta la distancia de repente, chocando nuestras bocas. Mueve sus labios sobre los míos, demostrándome que son cálidos y suaves. Sabe perfectamente las teclas que debe tocar para dar un buen beso. Sin saber que estoy haciendo le sigo el rollo, hasta que me separo de él y caigo en cuenta de que le he besado. Oigo unos pasos detrás de nosotros y la puerta cerrarse. Me giro para ya no ver a la silueta. Él ríe.

—Me parece que a alguien no le gustan que se besen cerca suyo —reímos los dos y me abraza—. Será mejor que entremos dentro, te vas a congelar —me dice mientras frota sus manos en mis hombros. Eso me suena un poco imposible teniéndolo al lado, pero descubro que sí que puede pasar. Estoy completamente helada... y me siento realmente mal. No debería haberle besado. Siento como si no hubiera hecho algo bien, como si lo hubiera hecho por inercia. Igualmente, tras un rato estamos otra vez al salón.

Logro ver a Jensen con Carolina. Él me mira serio (probablemente porque Santiago sujeta mi mano) y rodea a Carolina de la cintura. Hago una mueca divertida porque sé que está intentando ponerme celosa y no lo consigue. La noche pasa rápida. La gente habla, Santiago me cuenta cosas y Lana da un discurso. La verdad, me alegro bastante cuando me encuentro en la puerta de mi casa, y me despido de mi acompañante con un beso en la mejilla. Por supuesto no pienso invitarle a pasar a mi casa, no pienso acostarme con él. Además, Jade está en casa dormida como una marmota en mi cama, pues cuando llego a la habitación está tumbada con un pijama mío de conejitos.

Me desmaquillo y coloco algo de ropa cómoda. Luego me dispongo a descansar, más unos ojos verdes me persiguen toda la noche. Jensen no sale de mi cabeza en ningún momento y el beso con Santiago tampoco. No es que no quisiera dárselo pero... tampoco ers mi objetivo.

Entro en mi oficina con una gran sonrisa por las tonterías de Maggie, y me topo con un Jensen serio, apoyado en mi escritorio. Sus ojos me recorren, para volver a mi mirada. Aún serio, está realmente guapo.

—Pasa conmigo a la oficina —la sonrisa se me borra. Lo primero que me cruza por la mente es que me va a echar, lo gordo es que no entiendo el porqué. Toma buenos días por la mañana.

—Voy... —dejo mi bolso y me quito la chaqueta para entrar con él en su cubículo. Los nervios me carcomen realmente por dentro. Le veo echar el pestillo y abrir la cortinita. Pasea por la oficina hasta sentarse en su silla y con la mano me indica que me siente en el sofá de en frente. Ay mierda, que me va a echar.

—Mira yo... yo no he hecho nada malo. Tan solo me he defendido contra Carolina y... —eleva una mano en el aire en señal que guarde silencio.

—No es por eso —murmura.

—¿Y por qué es? —ahora sí que tengo curiosidad. Se levanta y yo también. Pero me sorprende ver que me coge de la mano y me pega a él.

—¡¿Se puede saber qué coño te pasa?! —le digo un poco alto.

—¿Que qué me pasa? —antes de lo que me da tiempo a parpadear le veo acercarse a mí y siento como me besa en apenas décimas de segundos.

Con los ojos abiertos de par en par, noto como mueve su boca sobre la mía mientras que sus manos van a mi cintura. Agarro su nuca, atrayéndole todavía más si se puede. Sentir como me acaricia los labios solo provoca que cierre mis ojos para poder dedicarme más a disfrutar de este bendito roce. Es tan delicioso que tengo que aguantar un gemidito que amenaza con salir de mi boca. Siento fuegos artificiales dentro de mí, una maldita traca en el estómago. Y quiero más, mucho más.

Al separarnos, agarra mi labio inferior con su boca, y el sonido sale disparado sin que yo pueda hacer nada. Sus ojos se abren, mirándome fijamente. La pasión desborda en sus pupilas dilatadas. Y por el gruñido que sale de su boca cuando soy yo la que nos junta, me demuestra que no lo esté pasando mal. Su lengua entra en busca de la mía, mientras yo llevo mis manos a su suave pelo rubio. Nos acariciamos, peleamos y nos enredamos en nuestras bocas, mientras sus manos se agarran a mi cintura y suben hasta mi espalda. Pero al final, nos tenemos que separar a regañadientes por falta de aire. Nada más abrir mis ojos, veo sus labios rojos e hinchados.

—¿Él también te besó así? 

***


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