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5: Nariz magullada.

Segundos a lo que a mí se me hacen eternos pasamos ambos con los ojos cerrados, con apenas espacio entre nuestros labios. Noto su respiración que choca con la mía, también siento como Jensen me acerca de la cadera hacia él, quedando completamente pegados., frente con frente. Nuestros pechos chocan por nuestras respiraciones irregulares y siento millones de correcaminos en mi estómago. Con mi nariz acaricio la suya y noto como suelta un suspiro que me eriza toda la piel. Pero de repente siento mucho frío en frente de mí, sobre todo cuando sus manos se van de mi cintura. Muerdo mi labio con todas mis fuerzas para no gritar, a la mierda el primer acercamiento. Abro los ojos, encontrándomelo girado y pasando la mano por su pelo rubio.

—Lo... lo siento —se gira otra vez y deja caer sus brazos a los lados. Cierro mis ojos mientras aprieto más fuerte mis labios entre mis dientes. Lo tenía todo prácticamente hecho y... jode sí, me estaba muriendo por besarle— No... no sé que me ha pasado.

—No...pasa...nada —digo casi sin separar mis labios. Suspiro sonoramente, aún parezco completamente gelatina, aunque el cabreo interior que llevo me puede—. Jensen yo necesito salir. Necesito... salir —mis pulmones ruegan por un poco de aire, algo que logre quitarme el sentimiento de humillación que porto encima. Antes de que pueda irme, su mano se cierra en mi muñeca.

—Créeme, lo deseaba tanto como tú —sus ojos se cierran para coger aire—, pero no puedo. No debería haber pasado —solo con la mirada me transmite tanto remordimiento que no sé como le cabe todo eso dentro. Sé que no me he besado con él, pero ya he dado un paso enorme. Le gusto, le puedo seducir. Casi le beso en el tercer día que nos conocemos, eso es la ostia. Pero el cabreo me consume por dentro.

Me suelto de su agarre y entro en el ascensor. Pierdo de vista su mirada cuando las puertas se cierran y doy una especie de gruñido flipante.

—¡Me cago en todo! —doy una patada a las puertas del ascensor y justo se abren en ese momento, provocando que casi me caiga. Pero creo que mis antepasados fueron familia de Jackie Chan, y puedo ponerme recta al segundo, haciendo el ridículo de parecer que me han dado un calambrazo en el culo. Justo voy a salir de aquí cuando el tacón se me queda enganchado en el huequecito del ascensor y me caigo de morros al suelo, ocasionando un ruido enorme. Siento el suelo en mis rodillas y en mi nariz, haciendo que suelte un alarido cuando choco con él. Intento levantarme, agradezco que un par de manos fuertes me ayuden agarrándome de los brazos. De verdad, me duele todo.

—¿Estás bien? —es uno de los tres hombres trajeados que entraron el otro día en el ascensor en mi momento de euforia. Solo que no me había dado cuenta de sus jodidos ojos grises, de su pelo más negro que el carbón y que está como un queso, ¿esta empresa ha hecho un pacto con los dioses o qué?

—Sí...sí —noto un líquido caliente encima de mi labio, me paso el dedo por ahí y me doy cuenta de que es sangre. Descubro que la sangre viene de mi nariz. Inmediatamente la cubro con mis manos, mientras que aguanto el repelús que me da verla. Temo incluso desmayarme, pues soy de esas personas que no la pueden soportar. Me da mucha impresión.

—¿Segura que estás bien? —pregunta, observándome. No, no lo estoy. La nariz acaba de empezar a martillearme y las rodillas me duelen como el infierno. Cierro los ojos unos segundos, aguantando el dolor que me recorre hasta la cabeza.

—Sí, tranquilo —al momento oigo un grito de una voz familiar.

—¡Bárbara, pero, ¿qué te ha pasado?! —abro los ojos para ver a Maggie, quien viene corriendo y me mira la cara— Ostias, esto... esto no tiene buena pinta —¿Qué? Oh joder, esto no es bueno. Como me haya roto la nariz, la llevamos cruda.

Me suelto del hombre que está jodidamente bueno y voy corriendo hacia el cartel el cual me anuncia los servicios. Nada más entrar me miro en el espejo, casi pego un grito ya que estoy en una mezcla entre Calamardo y la Bruja Avería.

—¡Joder! —parezco Rodolfo el reno. Sí, así, tal cual. Mi nariz está sangrando y roja. Me temo que se pondrá azul y morada dentro de unos días, va a parecer un gusiluz. En la frente llevo un buen chichón que ni si quiera me había dado cuenta de que lo tenía, ya que los martillazos de la nariz me omitían todo el dolor. No sé como voy a arreglar esto, ni si quiera sé si tiene arreglo. Creo que no hay persona que empiece mejor sus días de trabajo que yo. Agradezco cuando Maggie aparece en el baño con unos algodoncillos y algo más.

—Madre mía Bárbara, será mejor que vayas a un médico, a ver si te la has roto o algo —no puedo ir al médico. Tendría que usar mi antigua documentación y no es buena idea ir dejando rastro por ahí. Además, con las falsas documentaciones no aparezco en los registros de ningún hospital. Sería como si no tuviera registro, como si acabara de existir.

—No, créeme que no. Si se me hubiera roto estaría rabiando —exclamo mientras retiro el líquido que gotea de mi nariz.

—¿No te duele? —una pregunta un poco obvia al ver que estoy sangrando.

—Como el infierno —acabo de limpiarme, para después colocar unos algodoncillos dentro de cada orificio de mi nariz—, auch.

—¿Segura que estás bien? —me miro en el espejo después de lavarme. Mi nariz está roja y ahora mismo empieza a hincharse, el chichón está igual. Llevo una cara que no es un poema, es una catástrofe mundial. Parece que me hayan freído a bolsazos. O que haya metido la cara en una batidora.

—Sí —pongo bien mi pelo, ya que está todo enmarañado, como un nido de pajaros. A lo mejor me ponen un huevo y todo.

Tras pasar un rato, retiro los algodones y me alegra comprobar que ya no sale más sangre de mi nariz. Salgo del baño con Maggie detrás y me despido de ella. Necesito estar sola.

Doy vueltas por Willmatic y me topo con un pequeño jardín trasero. Decido ver el lugar y respiro hondo, aunque mi nariz hinchada me duela al hacerlo. Me siento en un pequeño bloque de cemento que sobresale de un parterre, para pensar en todo esto. No sé que narices me ha pasado. Aunque a parte del golpe, en mi situación con Jensen.

No es la primera ni será la última vez que alguien me rechace un beso mío, para mí eso es lo de menos. Tras darle vueltas al coco descubro algo que no debería pensar. Es tan obvio. A mí que los otros me rechazaran al principio me importaba un pimiento. Eran eso, afortunados, trabajo. Algo que hacía por simple obligación Jamás he sentido nada al besar a cualquier afortunado, pero Jensen... a él quería besarle. Lo deseaba. Me moría por ello. Y realmente me cuesta aceptarlo, pero yo... quería besarle. Sin darme un beso ha conseguido que me olvidara el mundo durante unos segundos. Y solo lo conozco de tres días, ¿Esto es normal? Pues sí, hay química. Está esa chispa. Eso que hace que tengamos ganas de vernos. Algo que hace que uno llame la atención del otro. Y aunque me guste sentirlo, debo crearme una barrera y ser inmune.

Lo que no me había dado cuenta es que Jensen está sentado en uno de los dos pequeños bancos que hay. Por suerte todavía no me ha visto, ya que un árbol tapa la mayoría de su figura. Soy lo suficientemente valiente como para coger algo de coraje, y caminar hacia él para sentarme a su lado.

—¿Pensando? —le pregunto. Gira hacia mí, demostrándome que él también está dándole vueltas al coco. Aunque al verme, su expresión cambia de una sonrisa triste a cara de preocupación.

—¿Qué te ha pasado? —se levanta y me mira, es cuando caigo en la cuenta de que mi nariz no colabora mucho con mi aspecto—, ¿te encuentras bien? —cuestiona, agarrando mi barbilla. No me esperaba verlo tan cerca.

—Digamos que he estrenado ya el ascensor —suspiro, riendo—. Un consejo, si vas con tacones no lo metas en el huequecito que hay allí —reímos los dos.

—Si yo algún día llevo tacones hazme una foto, será un día para rememorarlo —exclama haciéndome reír— ¿Quieres ir al médico? —niego con la cabeza.

—De verdad que no pasa nada, esto mañana está solucionado —sonrío y llevo mi mano a la nariz. Quiero creérmelo hasta yo—, tan solo duele un poco —muevo la mano, restándole importancia.

—Bueno, si ves que te duele mucho dímelo, te puedes tomar un día libre —me giro hacia él.

¿Y decían que tenía mal carácter? No llevo ni una semana aquí y ya está dándome días libres. Cuando lleve un mes me veo siendo la directora de la empresa, madre mía.

—Bueno... de momento estoy bien —miro hacia otro lado que no sean sus ojos, porque sinceramente me dan ganas de tirarme a sus labios. Me he quedado con todas las ganas de besarle y cada vez que lo recuerdo...los impulsos crecen.

—Siento lo de antes —vuelvo mi mirada a él y veo como agacha la cabeza para después mirarme con un gesto diferente en su rostro. Es como si fuera una mezcla de arrepentimiento y deseo. Sentimientos que jamás deberían ir cogidos de la mano.

Muerdo mi labio pensativa, mientras que retiro un mechón de pelo que está frente a mi rostro. Luego recuerdo el golpe que me he dado y emito una mueca de dolor. Joder, es que soy tonta. Es una mierda, todo es una mierda. Que haya rechazado nuestro beso me sabe muy mal, me he quedado con todas las ganas.

—No te preocupes —sonrío— tan solo ha sido un accidente, a cualquiera le puede pasar —justo cuando voy a girarme su mano se dirige a mi mejilla y apoya su frente en la mía. Su gesto me sorprende, provocando que mi corazón empiece a latir como un loco. Quizá el arrepentimiento que he visto no era del tipo que yo pensaba.

—No sabes las ganas que tengo ahora mismo de besarte, de morder tu labio y probar a que sabes —fuegos artificiales se instalan en mí y creo que se han evaporado absolutamente todos mis sentidos. Parezco un pobre cervatillo asustado, tiemblo como un flan. Ay dios, este hombre es más inesperado...

—Je-Jensen... —pronuncio en un susurro.

—Me encanta que me llames por mi nombre. Suena tan bien en tu boca... —respira hondo— ¿Me provocará la misma sensación besarte que oír salir mi nombre de esa boquita? ¿Será más intensa? —Jooooder. Su voz grave consigue me que agarre a él, sus palabras no ayudan mucho a que razone como una persona completamente normal. Siendo sincera, de lo único que tengo ganas es de darle el beso de su vida. Trago saliva, mirándole a los ojos quienes me observan con tanto fuego que me queman. Al separarnos, siento tanto frío que de lo único que soy capaz es de cubrirme con mis propios brazos.

—Creo...creo que voy a subir a la oficina. Nos vemos allí —le miro a los ojos y sonrío como puedo. Me tiemblan hasta las comisuras de la boca. Como puedo, camino hasta la salida para entrar a la empresa. Después de otro viajecito en ascensor, por fin estoy sentada en mi silla y organizando todo. Me centro en llenarme de tareas para no pensar en lo que ha pasado antes.

Veo entrar al rubio, saliendo del ascensor y topando mi mirada con la suya, para sonreír tímidamente. Con mi mano le indico que se acerque a mi escritorio, donde le entrego unas hojas con todo, absolutamente todo, apuntado. Él los mira serio, frunciendo el ceño.

—¿Me necesitarás esta tarde para la reunión de O'Hallans music? —pregunto, apoyando el codo sobre la mesa y la cabeza sobre mi mano. Pestañeo y le miro.

—No, no es necesario. Aunque si quieres, puedes venir a acompañarme —levanta la vista de los papeles y me observa a mí, expectante de mi respuesta.

—Pues la verdad, si no es necesario permíteme que esta tarde no acuda a esa reunión. Tengo previsto reencontrarme con un viejo amigo —al decirlo, me siento como una mentirosa, pero la sonrisilla que me sale es por la cara que él pone. A alguien le va a crecer la nariz.

—Entonces no te espero esta tarde —exclama serio, ¿quién se acaba de volver más seco que una pasa? Ah sí, Jensen.

—Te lo agradezco —exclamo, cogiendo el bolígrafo y fingiendo prestar atención a todas mis notas. No es malo demostrarle que yo también puedo acabar encontrando a alguien porque, pues tengo vida privada fuera de esta empresa. Solo levanto la vista cuando oigo la puerta de su oficina cerrarse tras de si.

Vuelvo a fijarme en arreglar en absolutamente todos los asuntos, reuniones y documentos que tengo pendientes. Nada la mega Jeannette no pueda arreglar, soy una superwoman que puede estar en todos los asuntos que me proponga. Al llegar la hora del almuerzo, bajo a recepción, donde me encuentro con Maggie quien viene de frente con una sonrisilla en la boca y una cajita en las manos.

—Me he escapado un momentito a comprar unos cupcakes que están de muerte. Y he cogido para dos —levanta y baja varias veces con una sonrisa de oreja a oreja. Le devuelvo el gesto para agarrar la caja, tengo unas ganas de zampármelos que no lo sabe nadie.

—Te acabas de convertir en mi persona favorita de toda la oficina —exclamo mientras vamos a la sala de cafetería de esta planta. Varias personas toman algo frente a la máquina expendedor y otros están sentados en las mesas que hay por la sala. Otros apuran las galletitas que ha traído alguien, en un pequeño círculo.

Nos sentamos en una mesa, donde dejamos los cupcakes y voy yo a conseguir algún zumo para beber. Uno de piña para ella y otro de zanahoria y naranja para mí. Adoro estas bebidas, aunque los naturales les ganan por goleada.

Las miradas que me echan cuando me agacho a coger los zumos de la máquina me revuelven todas las entrañas. Los idiotas que tengo al lado me silban porque... me han visto el culo. Con mi carácter, me levanto, abro mi zumo y me voy al imbécil que he pillado silbando. Y antes de que diga nada, le lanzo todo el contenido a la cara.

—Te puedes meter los silbidos por el culo, gilipollas —le escupo con rabia, dándole la cara.

—Lo... lo siento —exclama retirando el líquido de alrededor de sus ojos. Los compañeros se ríen de él. Doy media vuelta y vuelvo para irme a otra máquina expendedora para después volver a la mesa con mi amiga morena. Esta tiene un cupcake en la boca y me mira con los ojos abiertos.

—Joder Bárbara, eres la bomba —exclama tragando un trozo de la magdalena decorada.

—Odio que me traten como su fuera un cacho de carne, menuda falta de respeto —exclamo mientras agarro un pastelito y doy un mordisco. Casi se me ponen los ojos en blanco de lo bueno que está. Al abrirlos, me topo con la sonrisa de Maggie. Nuestra atención se lleva hasta Shasha quien pasa por delante de nosotras y nos echa una mirada que prácticamente consigue que nos atraviese con láser—Asquerosa... —se me escapa el murmullo. Tapo mi boca con las dos manos y mi compañera empieza a reírse ante la palabra que he soltado.

—¡Qué fina! Yo le hubiera soltado algo peor a esa perra del inframundo... —exclama mientras vuelve a morder su comida. Esa chica siempre quiere ser más que todo el mundo. Tiene más poco sentido de la empatía que otra cosa.

—Hola, ¿te encuentras mejor? —trago el cacho de cupcake y cojo una servilleta para pasarla por mis labios. Me giro al oír esa voz y me encuentro con el chico que me ayudó a levantarme cuando me he caído. Mira que ya me ha visto en unas fachas...bonitas. Pero quiero ahorrarle un trauma más al pobre.

—Sí. La verdad es que me duele menos de lo que pensaba —me tienen que dar un Óscar un día de estos. Pero en la mano eh, que no me lo lancen. Bastante desgracia tengo ya en mi cara con la nariz.

—Bueno, me alegro... —sonríe. No sabe como me llamo. Me quedo embobada mirándole, pero Maggie me pisa el pie bajo la mesa y yo pego un bote, al darme cuenta que estoy pareciendo una idiota. O sea, lo que soy. Pero recordad: A veces hay que ocultarlo.

—Bárbara —exclamo, revelándole mi falso nombre. Le tiendo la mano lo más rápido que puedo, intentando parecer algo más normal.

—Santiago —me estrecha la mano y sonríe. Otro hombre grita su nombre y este asiente—. Me tengo que ir. Ya nos veremos por la empresa —asiento—. Espero que te mejores —me guiña un ojo, para después dedicarme una sonrisita que a cualquiera le hubiera evaporado las bragas. Por suerte, yo las llevo bien puestas y con un candado de cinco cerraduras. De todas maneras, me deleito con su figura caminando hacia los compañeros.

—Encontrarse eso por la empresa te da una energía que ni las Belvita —musita Maggie, dándole un bocado al cupcake que retira la mitad de su contenido.

—Estoy de acuerdo contigo —asiento mientras acabo con lo poco que queda del mío.

—Parece que dios, los astros y todo el universo se unieron para crear eso —me dice, señalando con la cabeza a Santiago.

—¿Te gusta? —exclamo elevando una ceja.

—A ver, el chico está... está bien potente —achica los ojos—. Pero no me gusta en plan —levanta las manos y las coloca en sus mejillas—; Ay, que me he enamorao.

—A mí me gustan más los rubios —agarro otro pastelito y lo llevo hasta mi boca.

—Para mí el color da igual, con lo que tengo manías es con la forma de la boca. Me gusta que sea de estas redonditas, y sobretodo quiero que tenga más culo que yo —rio al escucharla—. Adoro los chicos culones.

Al terminar, cada una se dirige a su puesto. Jensen sigue metido en su oficina, y desde aquí puedo escuchar que tiene música puesta. Más no puedo reconocer de quien es la canción, aunque sea realmente bonita. Paso el día liada con todo, harta de tanto papel y de tantas mierdas de compromisos. Hasta que por fin, llega la hora de irme. Me acerco a su oficina, por la puerta transparente le observo rellenando papeles muy concentrado en lo que hace. Me dejo a mí misma contemplarle un rato, viendo como pasa una mano por su pelo rubio. El jodido es muy guapo, como un dios. Creo que ya lo he dicho, pero si lo vierais, me daríais la razón.

La música sigue sonando y la misma voz, pero es otra canción del mismo cantante o grupo. Doy unos golpecitos en la puerta, por suerte se gira hacia mí. Le señalo el reloj, él lo mira y asiente para despedirme con su mano. Hago lo mismo para después dirigirme a mi casa.

Al llegar, no hago gran cosa. Solo como algo para después de un tiempo agarrar una botella y rellenarla de agua. Puedo lograr llegar al gimnasio que me ha recomendado Maggie, y nada más pagar (con la tarjeta de Josh) puedo entrar a hacer algo de ejercicio. Me siento bien yendo al gimnasio solo cuando me apetece y no todos los días como hacía anteriormente. Hago un buen recorrido entre las máquinas de las salas, para después de unas dos horas apestar a cerdo sudado. Pero como odio las duchas de los gimnasios, regreso a casa corriendo con la botella de agua en mano.

Me meto bajo la ducha, donde dejo que mis músculos descansen. Ahora mismo me siento como poco a poco mi cuerpo se va relajando, y me permito quedarme bajo el agua más tiempo de lo normal. Tras salir y vestirme, decido sentarme en el sofá, poniéndome una crema en la nariz y en el chichón para bajar la inflamación. Agarro un libro y me acomodo en el respaldo.

Como es nuevo, en la soledad lo abro y acerco el libro a mi nariz. Respirar el olor a libro completamente nuevo me hace cerrar los ojos y todo. Adoro este olor con toda mi alma. Mi momento se rompe cuando escucho el timbre de la casa sonar. Me cago en todo lo cagable.

—¡Voy! —grito mientras dejo el libro encima de la mesa de café que hay delante del sofá. Desdoblo mis piernas y camino hacia la puerta, la cual abro. Me sorprende cuando Josh me sonríe al retirarla, pero tengo que admitir que no me agrada mucho su visita.

—Ostras morena, te han dejado la cara como un poema —su risa llega a mis oídos. Como no, me encanta que me recuerden lo bonita que está mi cara con un chichón y una nariz hecha polvo—. Anda mira, rima y todo —me aparto y con la mano le indico que pase a su propio piso, evitando no quitarle la ilusión de que esa rima, no es rima.

—Me he tropezado en un ascensor y me he caído de morros, no es para tanto —le contesto, cerrando la puerta detrás de él y rodando los ojos.

—Veo que estas simpática hoy, ¿eh? —camina hacia al sofá, donde sin ningún pudor se deja caer en él. después me observa, y echa una ojeada al libro que he dejado anteriormente.

—No es mi día —musito, sentándome al lado girándome para mirarle de frente. Buena panorámica tiene que tener de mi chichón. Me siento, literalmente, como un unicornio.

—¿Algún avance? —deja el libro en la mesa, pero se queda igual de esparramado en los cojines del sofá. Al fin y al cabo, es su casa.

—Bueno, algo —se incorpora y me mira, interesado en lo que le cuento—. He conseguido un primer acercamiento, pero es demasiado pronto como para saber si le gusto. Ya he conseguido demasiado en tan solo tres días.

—Si no le gustas es que está ciego —exclama con una sonrisa, mirándome de arriba abajo. Tengo que admitir que me da muchísimo repelús que haga ese gesto, pero lo dejo pasar porque al fin y al cabo él y yo sabemos que no va a existir ningún tipo de relación entre nosotros.

—No es eso, a lo mejor él de verdad ama a Carolina —contesto sincera. La carcajada de Josh llega a mis oídos.

—Carolina solo fue un pasatiempo en su vida Jeannette, créeme cuando te digo que él no la ama —me mira fijamente—. Además, ella tampoco lo ha querido en su puñetera vida. Solo le interesa el dinero, cuanto más tenga, mejor para ella.

—A cambio de ti, ¿o me equivoco? —elevo mi ceja. Cuando su sonrisa se borra sé que he dado justo en el clavo. Acabo de hurgar en toda la herida que por lo que parece, sigue abierta. Puedo poner la mano en el fuego asegurando que Josh sigue enamorado de Carolina.

—No. Yo ya no siento nada por esa... por Carolina —claro, y yo sigo chupándome el dedo cuando voy a dormir. Bueno, a veces, inconscientemente, lo hago.

—Lo que yo no sé es, ¿qué tiene esa chica?. Parece súper antipática, y siento decírtelo así, pero no me recibió muy bien —el recuerdo de nuestra "presentación" no es muy agradable en mi memoria—. Cuando nos presentamos me echó cada mirada y cada indirecta que madre de dios.

—Bueno, en gran parte no es agradable con las mujeres que estén cerca de algo que ella considera "suyo". Pero también es hermosa y logró que me enamorara de ella para después dejarme tirado por ese... —la palabra "ese" resuena en mis oídos.

—Ese no idiota, se llama Jensen —exclamo mirándole a los ojos. Hasta que me doy cuenta de lo que acabo de hacer.

—Oh wow, ¿Desde cuando lo defiendes tanto? —eleva las cejas, en un gesto de sorpresa— No pensaba que le ibas a coger tanto cariño en tan poco tiempo —sus ojos se fijan en mí, sin apartarlos ni un segundo. Carraspeo, intentando disimular lo que acaba de ocurrir.

—No le tengo ningún amor ni cariño, solo que odio que no se dirijan a las personas por su nombre, Josh —vaya excusa más mala por dios, ni yo me lo he creído. Su mano va a mi barbilla, levantándola para hacerme mirarlo fijamente. Suelto el aire tensamente, mientras que veo como su gesto comienza a tornarse serio. Esboza una sonrisa irónica, la cual me hace ponerme muy nerviosa.

—Pues tendrás que relajarte conmigo, morena —sus ojos me reflejan más allá del resentimiento. Josh tiene tanto odio que le carcome por dentro, le están matando las ganas de venganza.

Creo que el único sentimiento que puedo sentir hacia Josh es lástima. Tiene tanto odio dentro de él que me da lástima de la vida tan triste que tiene que tener, con tanto rencor dentro de su alma. Josh es una persona que solo deja pasar el tiempo sin vivirlo. 

***



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