47: Montañas rusas.
No olvides rellenar la estrellita :) .
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Jamás me voy a hartar de hacer las cosas sin pensar, de tomar decisiones en las cuales guía el corazón, sin dejar al cerebro ser partícipe. Aquellas que suelto por inercia propia, en las que las palabras pelean por salir de mi boca. Porque, seamos sincero, nunca voy a dejar de ser yo misma.
Toda la situación de seguir siendo una loca por naturaleza me ha llevado a que en estos momentos lleve un anillo en mi mano. Me voy a casar. Me voy a casar joder, acabo de hacerle a una persona la promesa de estar con ella hasta que el amor nos persiga. Y esa persona es Jensen, a quien se supone que tengo que hundir y dejar en la mismísima miseria. Al que tengo que destruir y dejar simplemente... vacío. Cualquiera pensaría: "Oh joder, menudo marrón". Con razón, yo sola me estoy ahogando en el vaso de agua.
Sé que mi decisión puede sonar inmadura, infantil, ilógica e incluso idiota. Pero es mi decisión. Y si la tomé fue por algo. Algo muy sencillo, amor. Cuatro letras que lo significan todo entre él y yo. Si puedo hacerle sentir feliz ahora, ¿por qué no debería hacerlo?
Por eso he decidido ser egoísta por una vez en toda mi vida. Vivir engañada en una burbuja de cristal, aislada de la verdad y de todas las consecuencias que habrá cuando esa burbuja simplemente se rompa. He disfrutado todos los días con Jensen, besándonos y amándonos cuantas veces nos apetecía. He reído con él y he planeado cosas que sé que jamás llegarán. Se convertirán en simples planes que se difuminarán con la rabia y el odio que está próximo por venir.
Hemos hecho el amor todas las veces que hemos podido, a besos húmedos y piel sudorosa, desgarrándonos el alma de tanto amor y pasión juntas. Por una vez he sido egoísta, al decidir vivir mis últimos días con él, ya que en cuanto volvamos y firme ese divorcio, todo se va a acabar. Ya sé cómo ocurrirá, una llamada de Josh y yo simplemente tendré que desaparecer. Borrar todas las pistas que tenga con él y hacer como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera conocido al amor de mi vida.
Sentada en la cama del hotel observo la pequeña joya en mi dedo, mientras giro la cabeza y sonrío al ver el rostro de Jensen relajado, dormido con ese gesto de tranquilidad que hasta logra transmitir algo de paz a mi persona.
Después de pasar la noche enredados en las sábanas y entre besos, sigo exhausta de emociones. La cálida luz entra en la habitación y me giro para observar la hora en el reloj digital que hay en la pared, el cual marca que son las ocho y cinco de la mañana. No hago más que mirar la joya una y otra vez, mientras la giro sobre mi dedo.
—¿Le estás dando vueltas? —la voz de Jensen me hace volver a girar, para observar que ya tiene los ojos abiertos. Sonrío abiertamente y niego con la cabeza, colándome dentro de la sábana de nuevo.
—Tan solo analizo las cosas que han pasado en tan poco tiempo —suelto todo el aire que estaba conteniendo, frente a su rostro. Mi mano viaja hasta su mejilla y la suya a mi cintura. No llevamos absolutamente nada, así que entrelazar las piernas de ambos consigue ponerme la piel de gallina—. Es todo muy... intenso —suspiro y me cubro con la única sábana que tenemos. Anoche tuvimos que quitar todo lo demás porque aquí por las noches hace un calor abrasador. No es como por la mañana, cuando corre una ligera brisa. Además, nosotros estamos acostumbrados a otro tipo de temperaturas más frías y aquí prácticamente nos achicharramos vivos.
—Lo sé, ha pasado todo muy deprisa. —murmura, mientras su rostro se acerca al mío. Pronto, deposita un suave beso en mi nariz— ¿Tienes miedo? —la pregunta que formula logra sorprenderme. Jensen le ha dado justo en el blanco.
—No es miedo, solo... es una ilusión tan grande que hasta me asusta —sonrío, sincerarme hablar con él ayuda muchísimo a que me relaje un poco. Su mano viaja hacia mi mandíbula, me acerca a él para juntar nuestros labios. Me fundo como mantequilla en ese beso, lleno de caricias. Su lengua juega con la mía, acariciándola y dejándome un sabor dulce en mi boca.
Los labios de Jensen son muy suaves, al igual que con sus dientes muerde los míos para exigir más de este beso. Las manos viajan hasta su pelo, para enredarme en los mechones que cada vez son más largos, y acercarle todavía más a mi boca. Por su parte recibo caricias en mis muslos, los cuales están enredados entre los suyos. Acabamos separándonos por falta de aire.
—¿Sabes qué? Tus sorpresas no han acabado aquí —mis ojos se abren de par en par, para hacer que me reincorpore en la cama, cubriendo mi pecho con la sábana blanca.
—¿Más sorpresas? —su sonrisa traviesa me hace ponerme ya más nerviosa de lo que estaba. Ya no se me ocurre nada más que él pueda hacer, pero por supuesto siempre logra sorprenderme con algo que ni se me había pasado por la cabeza.
—Espero que te guste la aventura —su risa causa que le mire fijamente.
¿Qué habrá hecho esta vez?
***
Bueno. Estoy dudando entre saltar de la ilusión, potar de nervios o correr y esconderme en un baño. Sí, recuerdo que cuando todavía estudiaba en el instituto, hubo un baño que fue mi refugio. De hecho, era mi favorito porque era el único que siempre estaba limpio, no tenía ni una pintada en las paredes. Aunque de eso ya me encargué yo.
Cada vez que tenía ganas de que el mundo se acabara, ocasionado por los problemas con mi madre, me metía en ese baño. Cogía mis auriculares, ponía la canción de "Earth song" y escribía miles de frases en las paredes con un rotulador. Parece que a la limpiadora le gustaba el árbol con oraciones que yo estaba creando, pues jamás anunció a el departamento de dirección que lo borraran (al igual que hacía con todas las pintadas de los demás baños). Era mi pequeño refugio de paz. Creo que cada uno tenemos un sitio donde podemos ser un poco nosotros mismos, donde está nuestro pequeño remanso de paz. En mi caso, era ese baño.
Por eso, ahora mismo desearía estar en ese pequeño huequecito. Nunca había visitado un parque de atracciones, ni una montaña rusa tan grande e impetuosa que... me he cagado encima de miedo (obviamente, es ironía. Mis braguitas ahora mismo están muy limpias).
—¿Qué te parece? —Jensen me rodea por los hombros mientras yo veo esa atrocidad de montaña correr por las vías a una velocidad horrible. Si tengo miedo a los aviones, no sé qué voy a sentir cuando tenga puesto el culo en un asiento mortal de esos. Creo que se me saldrá el corazón y de paso un pulmón y medio.
—Tengo miedo —su carcajada pronto llega a mis oídos. Me giro, para observar la gran cola que tenemos a nuestra espalda—. Jensen, vámonos, creo que si me subo me va a dar algo —le agarro del brazo, pero él tira en sentido contrario.
—De eso nada, si vas a un parque de atracciones lo que tienes que hacer es subirte en la atracción más grande de todas. Si no, no tiene gracia —la mueca de pánico que se instala en mi cara debe ser un poema. Seguro que en la siguiente tanda de gente que sube pasamos nosotros y yo me arrepiento mucho muchísimo. Me tiembla todo.
—Dios, no me quiero subir —niego con la cabeza, pero Jensen me abraza y deja un beso en mi cabeza. Es muy alto el jodido. Y eso que yo de bajita no tengo nada.
—Venga, verás cómo te gusta. Luego vas a pedirme que repitamos una y otra vez —eleva y baja las cejas varias veces, con una sonrisilla pilla en la boca. Oh sí, claro que he pillado que lo ha dicho con un segundo sentido.
Me rio, ya que las adolescentes que tenemos detrás están cuchicheando porque por supuesto acaban de escuchar a mi chico. Pero bien que no dejan de mirarlo, y es normal. A mí no me molesta que miren a Jensen ni que babeen con él, al fin y al cabo, él mismo ha decidido estar conmigo.
—Mente sucia —suelto, para agarrarme a la barra al ver que el siguiente carricoche ya ésta aquí. Por las caras que llevan los que están subidos no parece que lo hayan pasado muy mal. Pero tengo pánico.
La valla de delante se abre y la gente va pasando, hasta que llega nuestro turno y yo me quedo clavada en el suelo. Me acabo de dar cuenta de que los asientos no tienen cinturones. Ni nada donde agarrarse. Tan solo una especie de brazo que te coge la cadera. Prácticamente llevas medio cuerpo al aire.
—Yo ahí no me subo —tiro de la mano enlazada que tengo con mi chico y él se pone frente a mí.
—Vamos Bárbara, es solo una atracción. Te lo vas a pasar bien, confía en mí —le miro. Hace un puchero, a lo que yo resoplo. Temblando, llego a la plataforma y ambos nos sentamos juntos. Coloco el dispositivo de seguridad para no salir volando y entrelazo mi mano con la de él.
Un hombre pasa por delante nuestro y comprueba que todo este correcto. Empuja el pequeño brazo mecánico de mi cadera hacia abajo, a tal punto que temo no poder respirar.
Pronto, un pitido nos pone alerta. De repente, el suelo debajo de nuestros pies desaparece. Es cuando esto comienza a hacer un ruido como de velocidad, y a mí me cae una gota de sudor frío por la frente.
Esto comienza rápido, pero de repente frena y comienza a subir poco a poco una enorme cuesta que, aunque no quiera, me incita a mirar hacia abajo. Las personas cada vez parecen cada vez más pequeñas, al punto que casi las veo como hormiguitas.
—Oh joder, ¿dónde me has metido Jensen? —él me aprieta la mano, y después se gira para mirarme.
—¿Te digo un truco? —suelta con una sonrisa.
—¡¿Qué?! —grito más nerviosa todavía al ver que llega el final de la cúspide, y se para durante unos segundos para que observemos.
—¡Suelta todas las palabrotas que quieras! —comienzo a buscar con mis manos donde agarrarme, pero sorpresa, no tengo donde. Al final opto por agarrar lo que sujeta mi cintura y cojo todo el aire que puedo. Ya estamos a punto de bajar.
—¡¡Jensen, te voy a.... !! —y por supuesto mi voz se pierde por el tremendo grito que doy al salir esto disparado. La velocidad que lleva provoca que ni si quiera escuche mi voz.
La sensación que provoca es rara. Todo me sube a la garganta y se disuelve como un torbellino de... cosquillas. Y sí, en mitad de la bajada comienzo a reírme como una posesa. Alzo los brazos sin miedo cuando sube y vuelve a bajar disfrutando de la sensación de adrenalina. Me encantan estas sensaciones.
Jensen por otra parte, agarra mi mano y grita conmigo. Los dos reímos porque a causa de la velocidad la piel se nos echa para atrás y parecemos algo raro. Pero es la mar de divertido.
Y no hago más que lamentarme cuando todo se frena, anunciado que ya se ha acabado el viaje de la atracción. Grito de emoción, pues me ha encantado, bajo cuando el soporte se afloja y se quita el solo, para volver a aparecer el suelo. Me lanzo a los brazos de Jensen, la euforia me ha podido.
—¡Qué pasada! ¡Esto es alucinante! —grito, para agarrarme a su brazo y caminar por el túnel de la salida.
—La que no quería subir... —le doy un empujoncito a lo que él me contesta con una risa, y no es el único que ríe. Las mismas adolescentes que había detrás nuestro en la cola han subido en el mismo momento que nosotros y ahora las llevamos detrás al bajar.
Caminamos por todo el recinto del parque, hasta llegar a una atracción de agua. Son una especie de donuts que se adentran en una montaña, y se supone que al otro lado hay unas impresionantes vistas al mar desde una altura razonable.
Ambos nos colamos en un donuts completamente solos. Esto va avanzando por un pequeño riachuelo hasta entrar dentro de todas las rocas de una montaña. Unas pequeñas luces es lo único que alumbra el túnel, mientras yo observo hacia todas partes. El brazo de Jensen rodea mis hombros, pues acaba de colocarse a mi lado. Me giro hacia él con una sonrisa, me lo encuentro con el mismo gesto.
Tras darnos un beso, la luz se hace de repente en toda la estancia. Es porque hemos salido a las vistas, y joder que son impresionantes. El agua clarísima de Kayatura casi hasta te desvela el fondo de arena. Incluso parece que el mar centellea a causa del choque de los rayos del sol con el agua. Esto es alucinante.
—Creo que jamás me voy a cansar de mirar el mar de esta isla —las palabras de mi chico me sorprenden, pero la verdad, estoy de acuerdo con él.
—Yo creo que tampoco —le contesto, para apoyar mi cabeza en su hombro. Pronto nuestras manos acaban juntas mientras nuestras miradas conectan. Una sonrisa cómplice se nos escapa a los dos.
—Somos unos cursis —rio.
—Vamos a hacer que los de nuestro alrededor poten arcoíris —su sonrisa está realmente cerca de mi boca, mientras que yo solo soy capaz de soltar una risotada por el comentario que ha dicho.
—Pues que poten todo el arcoíris que quieran —me acerco a sus labios, y acabamos el viajecito en donuts con el broche dorado de un beso. Las vistas... bueno las vistas pasan a segundo plano.
Lo siguiente que hacemos es comer en un pequeño restaurante del parque el cual está ambientado en un cabaret. Hay muchísimas bailarinas y bailarines vestidos con corsés, mientras todos comemos en diferentes mesas enfocadas cara al escenario. Hay tantas boas y tantas luces rojas que todo llama mi atención. No sé ni donde mirar.
Una chica sube al escenario y canta rasgando su voz, de tal manera que consigue ponerme los pelos de punta. Sí, muchas bailarinas se acercan a bailar frente a nosotros, incluso le dejan una boa enredada al cuello, la cual me acaba poniendo a mí. Pero, al fin y al cabo, me lo paso pipa. No hay nada más feliz que juntar una hamburguesa bien buena junto con una buena música y un espectáculo precioso.
Al acabar, no se nos ocurre otra cosa que subirnos a una montaña rusa que da más vueltas que una peonza. El pobre de Jensen acaba vomitando nada más bajar. Siento la misma lástima por mi chico que por el seto en el que ha tenido que soltar todo. Mi estómago no hace más que dar vueltas, y el seto de al lado comienza a ser tentador, pero logro estabilizarme sentada en un banco mientras que Jensen a mi lado coge todo el aire que puede.
—Me parece que las montañas rusas por hoy han acabado —exclama mirándome. Pero una arcada sale de mi boca, mientras mi mirada va directa a los baños que tenemos en frente.
—Creo que necesito ir al baño. Urge —me levanto corriendo y cubro mi boca con la mano. El tiempo justo para llegar a un cubículo y soltar toda la comida que llevaba dentro.
Cojo y me enjuago la boca todas las veces que puedo y más, para más tarde visitar una tienda de suvenires con él. Por suerte, encuentro la típica bolsita que lleva el cepillo de dientes con la pasta.
Tras lavarnos los dientes y quitarnos este sabor tan sumamente asqueroso, decidimos tomar algo para que el estómago tenga un poco de tregua. Una limonada nos sienta la mar de bien y así podemos continuar nuestra expedición por el parque.
Subimos en una atracción de agua, mientras nos quitamos la ropa fuera para dejar a la vista el bañador que llevamos debajo de la ropa cada uno. La atracción es una barca que sube una especie de colina y luego baja a toda velocidad, para que toda el agua que has levantado te caiga encima. Hasta pasa por debajo de una cascada artificial.
Bueno, el grito que doy al bajar es impresionante, y la cara de Jensen también. La foto que te echan justo cuando estás bajando la revela y la guarda en su mochila. Estamos completamente empapados, el vestidito que llevo puesto se me pega a causa de la humedad de la piel.
Subimos a una especie de lanzadera, la cual te sube a tomar por saco, desde donde puedes observar absolutamente todo el parque de atracciones. Luego, cuando estás arriba del todo, te deja caer como una pluma. Creo que con la bajada que acabamos de pegar se me ha secado hasta el pelo.
Decidimos pasear un poco por la cantidad de tiendas que hay, hasta incluso acabo subida en un carrusel. Jensen me echa varias fotos subida en un caballito y con la lengua sacada.
Competimos los dos para ver quien logra derribar una torre de latas con una pelota, con mi puntería no puedo lograr mucho. Él me gana, pero compensándome me regala el peluche gigante de flamenco que hay como premio. Me lo llevo, enredado en el cuello mientras mastico un enorme algodón de azúcar. Voy muy campante por el parque, como una niña con un caramelo. Me lo he pasado genial.
Acabamos el día subiéndonos en un trenecito que recorre todo el parque y que nos deja en el final. Ya de noche, salimos del parque y nos recibe las mismas fuentes que he visto al principio, junto con el mismo río. En este, comienzan a hacer un espectáculo con luces y los chorros de agua y mi chico y yo nos colocamos a primera fila para verlo.
—¿Te lo has pasado bien? —me pregunta, lo que causa que me gire a él. Paso mi mano por su cintura para acercarlo a mí.
—Me lo he pasado genial. Ha sido un día perfecto —nos miramos fijamente el uno al otro, sonriéndonos. Sus manos agarran mi derecha y observa el anillo que anoche puso en mi dedo.
—Todos los días juntos son perfectos —besa la mano donde está la joya, para después subir las manos hasta mi mandíbula y juntar nuestras bocas. El mismo torbellino que el primer día se desata en mi estómago, haciendo que sienta que vuelo. Muevo mis labios sobre los suyos, mientras su lengua se cuela en mi boca. Los suspiros no tardan en llegar cuando cuelo mis manos en los mechones de su pelo rubio. Acabamos esto con una sonrisa radiante en boca de cada uno.
—Perdonad que os interrumpa —nos giramos a la tenue voz que nos llama, y descubrimos a una chica rubia, con gafas. Es bajita y lleva una cámara colgando—, es que os he hecho unas fotos y... bueno eso, que si os importa. Siento haberlo hecho sin vuestro consentimiento, pero os he visto y prácticamente he visto el escenario perfecto —enseguida se pone roja, mientras cada vez baja más la voz. Le sonrío y me coloco a su lado.
—¿Me dejas verlas? —pregunto, a lo que ella me asiente antes de subirse las gafas. Me tiende la cámara y una a una va pasando las fotos que nos ha echado. Y oh joder, con las luces por detrás ha quedado de maravilla— Son muy buenas, es impresionante... —musito, con los ojos abiertos de par en par. Jensen ésta a mi costado, observando también las fotografías.
—Están muy bien echadas, la escena es preciosa —la chica se sonroja todavía más, y dibuja una tímida sonrisilla mientras nos mira.
—Si queréis puedo enviároslas —asiento mientras miro a Jensen—, solo necesito un correo electrónico —tras aceptar y darle el correo de Jensen, volvemos a emprender el viaje hasta el coche de alquiler que tenemos en el aparcamiento.
—Esa chica me suena de algo... —murmura Jensen, para después mirarme. Vamos cogidos de la cintura el uno al otro.
—¿La conoces?
—Es que no sé dónde la he visto antes, pero su cara me suena de algo y no sé de qué... —se queda pensativo mientras abre el coche y subimos para después atarnos.
—¿Algún ligue del pasado? —ríe, para después mirarme.
—No, la recordaría —mete la llave y da al contacto—. Creo que la he visto en alguna revista o algo así... —abro los ojos sorprendida.
—No sé, parecía muy tímida como para salir en una revista —aunque bueno, es normal ponerse más roja que un tomate frente a Jensen. Bien la comprendo. Aunque esta opinión decido guardarla para mí solita.
—No lo sé. Ya lo descubriremos —se encoje de hombros y arranca.
Rodamos hasta el hotel, donde caminamos directos al bufete por la cantidad de hambre que tenemos los dos. La comida ha acabado en un seto y en el baño y el desayuno era lo único que llevábamos Estoy que me como hasta las piedras.
El dulce aroma de un filete en salsa me llama, y acabo comiéndome dos. Acompaño todo con una ensalada de césar y me quedo muy, muy satisfecha.
—Creo que la mejor forma de conquistarte es darte de comer —suelto una carcajada ante la expresión de Jensen.
—A mí se me puede hacer muy feliz de maneras muy fáciles —suelto, esta vez con doble intención. Enseguida lo capta, pues alza las cejas y pone esa expresión lobuna en su cara que solo significa una cosa.
Alzo mi pie por debajo de la mesa, y rozo su pierna con mis dedos. Inmediatamente veo como traga saliva con dificultad, y se levanta como si le corriera prisa.
—¿Nos vamos? —susurra, con tal tono de voz que capto enseguida lo que quiere.
—Sí —sonrío y me levanto de la silla, para ir con él a la habitación.
***
☆= Eva se pone triste y lentamente se retira a su rincón de llorar.
★= Bailo la canción de los gorilas, el sarandonga y de paso también tiro confeti. Hagas lo que hagas, con confeti queda mejor 😉
BUEEEEEEENO... me váis a matar un poquito porque siento que os hago sufrir demasiado. Pero bueno, me amáis y yo os amo.
OS AMO CON TODA LA PATATITA :)
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