Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

46: ¿Para siempre?

Si rellenáis la estrellita estaría muy agradecida.

PUEDE PROVOCAR ATAQUES CARDÍACOS.

***

Subo al avión, libre de cualquier maleta ya que ha sido facturada. He superado el peso máximo y es normal, me ha faltado llevarme los cajones vacíos de la ropa. Dentro del abultado equipaje estaba toda la ropa de verano, más todos los "por si acaso". No sé si he hecho bien dejándome el plumífero de la cama pero... no creo que en una isla tropical haga mucho calor. Imaginad al nivel que he llegado.

Volviendo a la realidad, un azafato me indica mi asiento al lado de Jensen. Así que me dejo caer, cogiendo todo el aire que puedo. No soy muy conocida por amar los aviones y cada vez que me subo a uno todos los riesgos me vienen a la mente. Ha sido una mala idea ver en YouTube aterrizajes forzosos.

—¿Crees que puedas aguantar dos viajes más sin arrancar el asiento? —me pregunta Jensen, con una mueca de diversión. Achico mis ojos, para mirarle fijamente.

—Eres malvado —susurro, algo melodramática. Su risa no tarda en llegar a mis oídos, mientras yo vuelvo mi vista al frente y cojo todo el aire que puedo.

Su mano agarra la mía, la cual sujeta nerviosa el reposabrazos. Instintivamente me relajo al sentir su tacto, es como un calmante para mi persona. Los nudillos ya se me estaban coloreando de blanco.

—Tranquila. Relájate, Bárbara, estoy aquí —sí, sé que esto parece una escena pegajosa y dramática, a lo final de Titanic. Pero es que siento puro pánico. Solo de pensar que estamos a no sé cuantos kilómetros de distancia de poder poner mi pie en el suelo... me dan ganas de vomitar. Encima el cielo parece que no da tregua, pues está tronando.

Oh diosito mío, que no me estrelle como un mosquito estampado. Por favor.

Cuando por la megafonía anuncian que vamos a despegar, me faltan manos para atarme el cinturón como una bala y cerrar los ojos. Siento como las luces se apagan, pues poca luminosidad que atraviesa mis párpados se apaga. Poco a poco subimos, acercándonos cada vez más al espacio y adentrándonos en esas tormentosas nubes.

El vuelo coge estabilidad, con lo que todas las luces se vuelven a encender y yo dejo de tiritar un poco. Tan solo un poco. El botoncito del cinturón se apaga, anunciando que podemos desabrocharnos, más yo me lo dejo puesto por si... bueno, no sé el porqué, pero me da igual, el caso es que me lo dejo puesto.

Las turbulencias no tardan mucho en llegar, así que todos aquellos que han decidido levantar el trasero del asiento, vuelven a colocarlo junto con el cinturón. Acaban de decir que debemos ponérnoslos por los movimientos bruscos que está provocando la tormenta sobre el avión. Mis uñas se clavan cada vez más en la tela acolchada cada vez que este trasto infernal se sacude.

—¡Oh dios Jensen, no quiero morir! —agarro su mano y la aprieto fuerte, colocándola en mis labios. Él aguanta un quejido cuando le suelto, pues me acabo de dar cuenta de que le estaba apretando demasiado. Le miro a los ojos, mientras mi chico aguanta una carcajada.

—Bárbara, ¿quieres un calmante? —ahora mismo me parecen las palabras más bonitas de este universo. Asiento, efusiva, para verle sacar su cartera junto con unas pastillas.

Inmediatamente lo agarro, y saco una para tragármela a palo seco. Sin agua ni nada. Sobra decir que comienzo a toser como una loca, de tal manera que no me extrañaría que las babas le llegaran hasta al de delante. Creo que se me acaba de salir un pulmón y medio.

Gracias a los golpecitos en la espalda de mi acompañante y de la botella de agua que me ofrece, puedo volver a la poca tranquilidad que tengo dentro de un avión. A miles de kilómetros de un suelo firme. En el cual, me puedo estrellar y quedar echa completamente a cachitos. Vamos, que vuelvo a concentrarme en mis nervios y no en morir por tragar una pastilla sin agua.

Poco a poco, noto como el calmante va haciendo su efecto, pues quedo completamente dormida en el brazo de Jensen. Tan solo me despierto limpiándome la baba cuando él me avisa que la comida ha llegado. Tras comerme una sopa que no estaban muy allá (y levantarme a hacer pis unas cuatro veces), me vuelvo a quedar completamente dormida. Al final el vuelo se me pasa volando. Anda, "se me pasa volando", ¡Qué bueno! ¿No?... bueno, que no me entero prácticamente de las turbulencias.

Una mano agarra mi hombro y lo agita ligeramente. Estiro los brazos y me topo con algo blandito, lo cual palpo. Frunzo el ceño, ya que en mi imaginación es Jensen quien está a mi lado en nuestra cama y él no tiene este tacto tan... extraño. Abro los ojos de golpe, topándome con que él no suele llevar un uniforme negro y tampoco un gorrito del mismo color. Lo más importante, él no tiene el pecho tan grande.

—¡Disculpe! —si. Le estaba tocando las tetas a una azafata. Cuando me doy cuenta de ello, aparto las manos inmediatamente. La chica me mira con los ojos completamente abiertos, yo tan solo soy capaz de ponerme completamente roja— Estaba dormida y no sabía que... —le miro mientras boqueo una y otra vez. De repente comienza a reír, soltando carcajadas que llaman la atención de todo el mundo. Incluso logran despertar a Jensen, quien estaba apoyado sobre mi cabeza completamente dormido.

—¿Qué pasa? —pregunta mi chico, mientras frota sus ojos y parpadea varias veces. Ahora mismo querría que la tierra me tragara y que me escupiera ya en la habitación del hotel. O mejor aún, en mi casa comiendo nutella.

***

Las carcajadas de Jensen me llegan, aún estando él detrás de mí. Arrastro la maleta con los labios fruncidos, mientras que camino lo más rápido posible que mis piernas me dejan. Su mano agarra mi muñeca, lo que provoca que me pare en seco y me gire a mirarle.

—No te enfades, Bárbara —sus ojos me observan mientras dibuja una sonrisa en sus ojos, de paso enjuaga las lagrimillas que se le salen por los ojos. Suelta mi muñeca en lo que yo me cruzo de brazos y le miro fijamente—. Prometo que no me rio más —arqueo una ceja, para acercarme más a él. Aguanta su risa, pero finalmente acaba explotando en una carcajada y prácticamente duchándome de babas. Aunque tengo que admitir que al escucharle yo también me río.

Como dos idiotas enamorados caminamos por el aeropuerto, notando la diferencia del clima. Con una camiseta de tirantes y unos pantalones cortos tengo un calor que me aso más que un pollo. La mañana en Kayatura es muy, muy, MUY calurosa. Y digo mañana porque son las siete y media, es de día y hace un sol terrible.

Un taxi nos recoge, me ayudan a meter la maleta que pesa un montón. En el coche, apoyo la cabeza en el hombro de mi chico mientras pasamos por las preciosas playas que nos rodean, mientras el reflejo del Sol se plasma en el agua y reluce como si miles de luciérnagas estuvieran sobre ella. Las hojas de las palmeras se mecen con la suave brisa y abro un poco la ventanilla para sentirla golpear mi rostro. Oh dios, extrañaba muchísimo esta isla.

Un poco aturdida por el efecto del calmante, me cuesta darme cuenta de que ya hemos llegado al hotel. Al mismísimo hotel donde nos hospedamos la primera vez que vinimos a Kayatura. Bajo emocionada del taxi, para correr como una loca hacia el maletero. Jensen me sigue como puede, se acerca para ayudarme con tantísima bolsa. Tras mi insistencia, logro conseguir que paguemos el taxi a medias, pues creo que ya se ha lucido bastante con pagar todo el hotel y seguramente las comidas. Aunque tengo que admitir que he usado la tarjeta de Josh. Bueno, para eso me la dio.

Entramos, emocionados y cogidos de la mano como dos locos, trotando como si fuésemos caballos. El hotel parece que reluce, pues todo sigue tan pulcro como lo recordaba. Estiro un poco el cuello, donde puedo ver la entrada de la terraza donde bailamos tan pegados como pudimos. Ahora de día, los camareros ya tienen toda la terraza limpia para la próxima fiesta.

—Vayamos a que nos den la tarjeta —las palabras de Jensen me hacen volver la vista hacia él y asentir para caminar hasta la recepción.

Un hombre mayor nos entrega nuestra tarjetita y nos coloca la pulsera del "todo incluido". Yo solo puedo abrir los ojos de par en par y mirar a mi acompañante. No tenía que haberse gastado tanto en esto, sé que vale lo suyo porque este hotel no es nada barato. Las cinco estrellas lo demuestran.

—¿En serio? ¿Todo incluido? —miro a sus ojos verdes, mientras que ambos ya estamos en el ascensor junto con las maletas. Él solo se encoje de hombros— No quiero que te gastes tanto en mí Jensen, me siento... como una sugar baby, y eso no me gusta.

—Bárbara, escúchame —sus manos van a mi cara—. Este es un regalo. Tu regalo de navidad. Como regalo espero que no me lo rechaces, porque para mí el dinero son simples números. Y si con esos simples números puedo conseguir que ambos lo pasemos bien, no me importaría gastarlos todos. Es mi decisión —resoplo, para que él después deposite un casto beso en mis labios—. Además, yo no soy un sugardady. Esos viejos pederastas no se parecen en nada a mí —rio al escucharle, pues la verdad es que tiene toda la razón.

Intentando comprenderle, camino hasta nuestra habitación, la cual es la que hospedaba él la primera vez que vinimos aquí. Al abrirla, el olor a hotel inunda mis fosas nasales. Sí, para mí al igual que hay olor a hospital o panadería, los hoteles también tienen. Y es un olor agradable, a limpio y fresco.

Me obligo a mí misma a sacar todas las cosas de la maleta y colgarlas en el armario, pues mi cuerpo grita por lanzarme a la cama y quedarme ahí toda la vida. Jensen, una cama y yo. Me parece una idea magnifica. Tan magnifica que al sostener una camisa entre mis manos doy una ojeadita a la cama porque se me cruza por la mente hacer esa idea real. Pero cuando veo la ropa amontonada y embutida como una morcilla en mi maleta me recuerdo que tengo que hacerlo. A la pobre solo le falta la cuerda para ser una morcilla de Burgos.

Jensen está ocupando la otra mitad del armario, colgando todas sus camisetas y algunos vaqueros. La perfección con la que lo hace me sorprende muchísimo. O sea, claro que sé que es muy limpio (y que cocina mejor que yo), pero este hombre no para de sorprenderme.

—Tranquilo placha man, no hay arrugas a la vista —exclamo cuando extiende un vaquero corto en una percha, mirándolo al detalle. Su risa llega hasta mis oídos—. Eres un don perfecto.

—Siempre me ha gustado tenerlo todo perfecto —elevo las cejas y le miro fijamente, mientras coloco un vestidito en una percha. Su sonrisa se hace más ancha y yo solo niego con la cabeza divertida.

Es un hombre muy independiente. Hasta la noche en la que se vino a mi casa completamente derrumbado le tuve que convencer para que se quedara en mi casa. Y no me arrepentiré nunca de eso. Adoro despertarme por la mañana y verle enredado en las sábanas que anteriormente hemos deshecho juntos.

—Me parece genial, porque las arrugas viven conmigo desde tiempos inmemorables —contesto, resoplando en lo que voy guardando más perchas en el inmenso armario. Al final, Jensen acaba antes que yo, y me ayuda a guardar la ropa que me queda. Mi maleta era tan grande que perfectamente se podía pensar que dentro llevaba otra maleta rellena de maquillaje, ropa, cosas de aseo, cremas, más maquillaje...

Termino doblando un pantalón, me pongo un bikini por si las moscas y entonces sí, me tiro a la cama en plancha. Reboto en el colchón y vuelvo a caer, mientras cierro los ojos dejándome morir un poquito entre algodones. Unas manos grandes se deslizan desde mis rodillas hasta mis muslos y me levantan de golpe provocando que de un grito enorme. Muevo mis brazos nerviosa hasta encontrar el cuello de Jensen, donde me agarro. Apoyo mi cabeza en el hueco de su cuello y me agarro con todas las fuerzas mientras una risa nerviosa sale de mi boca.

—Eso sí que no. Acabamos de llegar Bárbara —se para en seco, para colocar su cara delante de la mía—. De todas las cosas que se pueden hacer en una cama, dormir va a ser la última que vamos a hacer esta noche —una sonrisa socarrona se instala en mi boca.

Elevo y bajo las cejas varias veces, mostrándole que no estoy pensando como una buena princesita que digamos. Pero la mueca que él me muestra me dice que está pensando exactamente lo mismo que yo.

—Me parece muy buena idea que sea... —cojo aire— la última.

—Vale ya porque si no... —aspira todo el aire que puede y lo deja ir mientras cierra los ojos—. Si no, no vamos a salir de aquí, así que —vuelve a abrir los ojos mientras que yo junto las cejas—, vamos, venga.

Por fin vuelvo a estar de pie y mis manos van a parar a su trasero. Lo aprieto y le doy una nalgada para después caminar riéndome, ante su risa. En la puerta, un cachete me llega por su parte y después por fin salimos hacia el ascensor. Estamos un poco idiotas, sí, pero somos unos idiotas enamorados.

Al bajar, el caos de gente que se ha desatado es enorme. Miro mi reloj, para ver cuanto hemos tardado entre llegar y guardar todas las prendas. Descubro que ahora son las ocho y media. Ha pasado una hora entera desde que hemos salido del aeropuerto. Y la verdad, no tengo ni idea de donde me lleva cogida de la mano. Pero me dejo llevar como las olas del mar.

Jensen me arrastra hasta el mostrador de recepción, donde una chica le da unas llaves. Desde ya, empiezo a sospechar. Salimos del hotel y caminamos hasta el parking. En él, Jensen se para frente a un coche negro, y mira su móvil.

—Cariño, estamos ante nuestro coche. El que llevaremos estas vacaciones —alzo las dos cejas y lo miro. Oh no.

—¿Has alquilado un coche? —él asiente, para después sacar las llaves y apretar un botoncito. Los faros del auto se encienden y se apagan, mostrando que ahora mismo está abierto.

—¿Subes? —resoplo. Pero antes que pueda decir algo, un dedo suyo se coloca frente a mis labios— Bárbara, vamos, por favor —le miro a los ojos y acepto por la ilusión que brilla en ellos. Al fin y al cabo, tengo que aprovechar todos los momentos que pueda con él.

Subo al todoterreno, como copiloto. El olor a nuevo invade todo, respiro hondo para disfrutar de esta sensación. Después, recorro el interior. Una pantalla ocupa el salpicadero, rápidamente comienza a pulsarla. Una música comienza a sonar en el coche, y puedo reconocerla al segundo. Message in a bottle de The Police inunda la estancia, mientras yo me fijo en lo que Jensen escribe en el GPS. Pronto descubro que vamos a la cala Hitchia. No sé ni donde está, ni tampoco como es, pero no será un mal lugar si estamos juntos.

La carretera nos recibe, mientras rodamos por los caminos que dan a la costa. De repente, giramos hacia la derecha, apartándonos del camino por donde todos los coches van. Nos hemos metido en un camino de tierra donde no hay ni un solo coche.

—¿Estás seguro de que es por aquí? —pregunto algo nerviosa. No quiero perderme el primer día que paso en esta isla en mis vacaciones.

—Eso pone en el cacharro —su contestación no me relaja mucho que digamos. Hasta que, por fin, tras media hora de viaje, aparcamos frente a una cala donde no hay absolutamente nadie. Mis ojos se abren de par en par, pues es preciosa. La arena es tan o más blanca que la nieve, y el agua se ve completamente azul.

Pronto estoy dejando la ropa en la arena y dejando a la vista el bikini que Steve me regaló. Sí, Jensen vuelve a resoplar cuando lo ve, igual que la primera vez.

Corriendo, me meto en el agua salada, la cual me recibe templada. Nado hasta que me llega por el cuello, y me giro para mirar a la orilla. Mi chico me mira con una sonrisa desde allí y yo le devuelvo el gesto. Muerdo mis labios cuando desliza su camisa fuera de él y deja ver su pecho. Algo marcado, sexy y tan masculino que temo ponerme a babear. Dando brazadas llega hasta donde estoy. Sus brazos rodean mis muslos y nos hundimos en el agua para besarnos. No puedo desear más en este día.

Pasamos todo el día dentro del agua, lanzándonos desde unas piedras enormes. Por suerte, logro no caer en plancha, aunque las plantas de los pies me escuecen por el choque con el agua. Nos vamos hasta llegar a un paseo marítimo, así que decidimos comer algo de marisco en un restaurante con vistas al mar.

Tenía mucha hambre, ya que ni si quiera hemos desayunado porque esta mañana ninguno de los dos tenía apetito, pero ahora nos comíamos hasta las lapas de las rocas. Tras esto, subimos al coche ya completamente reventados. Me duelen músculos que ni si quiera sabía que tenía. Por culpa del agua del mar, tengo el pelo completamente enmarañado, más duro que el estropajo de la abuela Pepa.

Así que nada más llegar, me meto a la ducha en lo que Jensen baja a hacer no sé qué. Pronto el agua templada logra que me relaje un poco. Camino fuera de la ducha, para después salir a la habitación y encontrarme con que Jensen todavía no ha llegado. Seco mi pelo y me deshago del albornoz (que por supuesto es mío), para dejarlo caer el suelo y buscar algo de ropa cómoda. Agarro una camiseta de Jensen. Me dejo caer en la cama, esperando a que él aparezca, pero hace un buen rato que se ha ido y todavía no ha vuelto. Al final, el cansancio me vence, y cierro los ojos, dejándome llevar por el jet lag que me acaba de pegar. Ni si quiera soy consciente de todo lo que duermo, solo... me dejo llevar.

Me levanto, esta vez poco aturdida. Miro alrededor, para ver donde estoy. Pero mi subconsciente no reconoce el escenario en el cual me encuentro. Es una casa grande, muy luminosa y toda blanca. Hay muebles antiguos, pero combinan a la perfección con este ambiente de... paz.

Observo a mi alrededor, viendo todo como brilla. Incluso parece que tenga vida propia. El suelo es de un mármol blanco, las paredes están todas decoradas con cuadros y espejos. Es así como puedo observar mi reflejo. Llevo un vestido blanco que reluce, que hace destacar mi piel a gritos. El pelo me cae como cascadas, ondulado por mi espalda. La curiosidad es que no lo llevo negro, sino que tengo el pelo de mi color real. Marrón chocolate. Ese color tan oscuro, pero no llega a ser negro. Ese que me teñí porque... me veía la misma cara que mi madre.

Dejo de mirarme para prestar atención a unas puertas que tengo delante de mí. Por supuesto, también son de un color claro. Las acaricio con la palma de mi mano, notando el tacto a madera barnizada. No me lo pienso dos veces, agarro el picaporte y las abro juntas hacia afuera. Lo que me recibe hace que mi sonrisa se amplíe como nunca antes.

Un campo de rosas blancas se abre ante mí, con el adorno de un cielo completamente azul. El ambiente me envuelve, con un sentimiento de ilusión, como cuando a un niño le dan un caramelo. Me agacho a una y a otra rosa, para olerlas. Agarro una y la llevo a mi nariz para respirar todo lo profundo que puedo. Sé que este olor me gusta, pues me transmite un sentimiento de alegría y pureza. Se graba en mi mente, de manera que creo que jamás se irá de ahí. Ha quedado completamente tatuado.

Pronto levanto la vista para encontrarme con Jensen frente a mí, vestido completamente de blanco. La sonrisa que me regala me derrita aún más el alma si se puede, para hacerme imitar su gesto. Camino descalza sobre la tierra, hasta llegar a él. Pronto sus manos viajan a mi cintura. Nuestros ojos conectan, hasta tal punto que todo lo demás no obtiene mi atención. Lo único que logro ve ahora es un solo campo de rosas blancas rodeándonos, pues la casa ha desaparecido.

—Te amo —musita, cada vez más cerca de mis labios. Mi corazón golpea mi pecho, a tal punto que es lo único que logro escuchar.

—Te amo —le contesto, antes de juntar nuestros labios y dejarme ir en el beso más sincero que jamás he dado.

Abro los ojos de golpe, para darme cuenta de la poca luz entra ya por la ventana, pues es completamente de noche. Me levanto, con mi pelo ya seco. Miro a mi alrededor para observar que Jensen no está tumbado a mi lado. De repente, la puerta del baño se abre, dejando que salga una nube de vapor. Oh, y también algo que llama mucho más mi atención. Jensen, vestidito con una camisa de mangas cortas y unos vaqueritos negros. La sonrisa que se pinta en mi cara le hace imitarme. Decido ponerme de pie y acercarme a él, para enredar mis brazos en su cuello y dejar un corto beso en sus labios.

—Estás muy guapo —dejo un beso en su nariz— ¿Vas a caminar por la isla y a dejar a todas las Kayaturienses sin habla? —una risilla sale de su boca mientras yo tan solo le miro a los ojos.

—Vamos, no voy —alzo las cejas sorprendida.

—¿Dónde vamos?

—Vamos a la playa, donde una magnífica cena y una excelente compañía musical nos esperan. El hotel ha organizado una de esas noches temáticas y creo que deberíamos ir —asiento, para después dejar otro beso en su boca. El tono de llamada de Jensen irrumpe en la habitación, llevando nuestra atención al móvil que hay encima de la mesita. Efectivamente, le están llamando.

—Ve a cogerlo —le digo, para que él asienta. Se va al balcón, con el aparato pegado en la oreja. Es justo cuando decido hacer magia con algo de ropa y maquillaje y arreglarme.

Saco del armario un vestido naranja, con una falda vaporosa y cortita que llega por medio muslo. Dos cintas se atan en mi cuello, cubriendo mis pechos ya que no llevo sujetador. Lo sobrante del lazo que llevo en el cuello cae hasta mitad de mi espalda, acariciándome y haciendo cosquillas cada vez que me muevo. Y después solo me preocupo por el maquillaje. Algo sutil y natural, junto con el pelo medio recogido. Justo cuando me coloco unas sandalias que se sujetan solo con tiras (así puedo quitármelas en la playa) Jensen sale del balcón, colgando el teléfono. Bueno, al levantarme, él fija toda su mirada en mí.

—Estás... —coge aire y sonríe— impresionante.

—Gracias, guapo —le guiño un ojo y saco la lengua a la vez, para después soltar una risilla. Jensen pasa las manos por su pelo y después por su nuca. Hasta se ha puesto nervioso.

—¿Nos vamos? —me pregunta, levantando su mano a mi alcance.

—Al fin del mundo —agarro la mano que me tiende y camino a su lado, más segura de lo que jamás podré estar,

Llegamos tras unos minutos al lugar donde Jensen me decía. Frente a mí tengo un chiringuito enorme en la orilla de la playa, donde hay una pista y en distintas mesas la gente cena. Parejas, amigos, simples personas que rellenan esta estancia para hacerla más especial. Todo está decorando con adornos redondos que cuelgan del techo y pequeñas bombillitas que hacen que todo brille más. Junto con la oscuridad de la noche es precioso.

—Joder Jensen, esto es impresionante —exclamo cuando entramos. Él me sonríe y puedo notar que aún sigue nervioso, pero no tengo ni idea del porqué. ¿Le habrán dicho algo malo por teléfono?

Un camarero nos dirige a una mesa que está justo frente a la pista. Está decorada con un centro de mesa de velitas y algunas flores. Es todo tan tropical que simplemente... me encanta. Y la comida que nos sirven esta para comerse hasta el plato. No sé qué salsa le ponen aquí a todo, pero joder, está de muerte. Más en toda la cena mi chico no prueba casi bocado mientras yo me siento fatal por comer tantísimo mientras me mira. Como dicen, la confianza da asco, y en este caso tan solo un poquitín. Al final a Jensen se le acaba cayendo hasta la copa al suelo, por suerte ni se mancha ni se corta. Y soy yo la que decide que nos levantemos a bailar para liberar un poco esos nervios que lleva encima.

Una banda comienza a tocar distintos bongos y timbales, y sobra para que media sala se anime a bailar, incluida yo. Me muevo al ritmo de la música (gracias a los pasos que Jade me enseñó una vez) y rio junto con mi chico por la cantidad de gente que se mueve tan diferente a nuestra tierra. Así va pasando canción tras canción, hasta que los pies me duelen a morir.

Por fin parece que dan algo de tregua y colocan la canción lenta de "All of me", esa canción que le saca el lado más romántico hasta al ser más insensible del mundo entero. Sí, tan solo hace falta una mirada cómplice con Jensen para bailarla completamente pegados. Con su boca en mi oído y su respiración haciéndome cosquillas en el cuello.

—Nunca pensé que acabaríamos así de pegados —me dice, para después rodearme un poco más con sus brazos, y acercarme a él—, ni que pudiera llegar a sentir tanto en tan poco tiempo —aparto por un momento mi cabeza, para quedar completamente frente a él.

—Ya ves lo que es el destino, a veces nos da sorpresas que jamás esperaríamos —sonrío, para dejar que me deje un beso en la nariz.

—Y vaya que sorprendió —su exclamación me hace sonreír de oreja a oreja, pero esta se borra cuando él nos para en mitad de la pista.

—¿Qué haces? —exclamo, mirándole extrañada. Y oh joder, menuda pregunta más tonta acabo de hacer.

—La verdad, creo que estoy cometiendo una locura —su risa irónica me da una pequeña pista de lo que está planeando. Pero mi cerebro se colapsa durante unos segundos cuando sigue hablando—. Pero eso es lo nuestro, nuestra marca. Un loco soñador y una locura que apareció como un torbellino y... lo hizo todo hermoso. Lo convirtió en paz. Esa locura trajo la cordura a mi vida. Y esa eres tú —comienzo a ponerme nerviosa y a la vez me entran ganas de tirarme a sus brazos y comérmelo a besos. Pero joder, que cuando se arrodilla juro que ahí sí que me da un paro cardíaco.

—¿Qué... qué estás haciendo? —musito, mientras la gente comienza a girarse.

—Un día llegué a pensar que el amor no existía. Que tan solo la comodidad de sentir compañía era suficiente. Y llegaste tú, hacerme volverme loco de tantos sentimientos. Esa explosión que consiguió darme vida. Te amo Bárbara y eso no es un secreto. Y quiero amarte completamente. No creo que vayamos rápido porque en este tiempo me has demostrado mucho más que personas que llevaban años a mi lado. —Lleva su mano hasta su bolsillo dentro de la camisa, y de ahí saca una cajita. Oh joder, la mueca que tengo que haber puesto tiene que haber sido flipante. Las lágrimas comienzan a amenazar, pues sinceramente no puedo evitarlas.

Entonces, me mira. Nunca me habían mirado así, demostrándome que soy su mundo entero. Sus ojos me dicen tantas cosas, tan bonitas todas y sinceras. Siento que todo el mundo desaparece.

—Mi rosa... —abre la cajita, para mostrarme un anillo de oro con un pequeño diamantito que lo corona. Mis ojos vuelven a los suyos, mientras el planeta entero se me viene encima junto con las respiraciones aguantadas de todos los de alrededor. La mía ni si quiera pueda sentirla— ¿Quieres casarte conmigo?

Mentiría si dijera que lo primero que se me viene a la cabeza es una respuesta. Antes que eso, cruzan demasiadas cosas por mi mente. Pero soy Jeannette y es inevitable que pueda dejar de hacer cosas por sentir. Lo amo. Así que con el corazón en mano le contesto:

—Sí Jensen, me quiero casar contigo.

¿Qué seríamos sin cometer esas pequeñas locuras de la vida? Ya te lo digo yo: nada.




***

Ahora sí, chauu

Os amo con toda la patatita ❤

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro