44: Nochebuena.
El invierno es una época a la que todos clasificamos como helada. Es aquella estación fría en la que tienes que llevar tantas camisas interiores y tantos jerséis que no puedes ni levantar los brazos, esa en la que la nariz y las manos se te pelaban, dejando pequeñas heridas que deben ser curadas con cremas. Se llevan gorros y bufandas, por la baja temperatura en las orejas y el temor a coger un catarro. Prácticamente, en invierno, solo deseas ponerte delante de una estufa (preferiblemente de leña) y hacerte una buena taza de café calentito que pueda elevar un poco la temperatura de tu cuerpo. Pues bien, yo tengo algo de diferente en todo aquello. A mí en invierno, se me derrite el corazón.
Recuerdo con mucha añoranza que mi madre no era de aquellas que te hacían galletas con glaseado o de las que se preocupaban por tejer una bufanda de lana para mí. Yo me ponía toda la ropa posible para que pudiera darme algo de calor. Pero sí que celebrábamos juntas las fiestas. Todos los años, aunque me dijera que Papá Noel y los Reyes Magos no existían, recogía un poco de dinero (el cual no se gastaba en máquinas y alcohol) para llevarme a una juguetería del pueblo donde todo era algo asequible. Y yo elegía lo que quisiera, sin pasarme del presupuesto. Después íbamos a por un chocolate caliente y nos lo bebíamos sentadas en aquella plaza que tantos niños corrían felices con chucherías en las manos, para felicitarnos la navidad la una a la otra. Más tarde, regresábamos a casa y todo volvía a la cruda realidad. Aquella en la que mamá desaparecía durante el día volvía completamente borracha para que la acostara y me musitara uno de sus <Te quiero, esto no va a pasar más. Te lo prometo>.
A mí, se me derretía el corazón en navidad solo por ese recuerdo. Y sobre todo ahora, mientras camino cogida de la mano con Jensen por la avenida. Ya hace una semana después de aquella visita por parte de Carolina. Jensen ya está moviendo todos los trámites de divorcio, pero claramente son fiestas, y la gente no trabajaba. Con suerte, para enero, seguro ya estará todo listo.
Día veinticuatro de diciembre, intento encontrar algún regalo para Jade y Steve, quienes vienen a cenar esta noche junto con Maggie y Rody. Los de ellos ya los tengo, pero por desgracia no he podido encontrar nada que me guste para mis dos mejores amigos. He estado muy ocupada estas tardes, con trabajo hasta por encima de las cejas. Los ratos libres los pasaba demasiado entretenida con Jensen en mi cama, en el coche, en la encimera, en el baño... El amor, que realmente ayuda a entrar en calor en invierno. Cuando comienzas con una pareja lo único que apetece es estar bajo unas sábanas todo el día.
—¿Tienes una idea de lo que vas a comprarles? —me pregunta Jensen, mientras que yo niego con la cabeza. Los bordes de mi bufanda se mueven junto con mi gesto. Esta semana las temperaturas han descendido de una manera brutal. Ya no puedo salir sin tres camisas, las botas, la chaqueta y mi bufanda. Por otra parte, mi chico (sí, mi chico) lleva un gorro de color gris junto con un chaquetón que le llega por las rodillas. Aunque realmente me interesa más lo que lleva debajo...
—Realmente no tengo ni idea. Seguro acabaré comprando dos colonias cutres y un par de bragas para Jade —musito. Odio hacer regalos porque nunca se me han dado bien. Además, realmente no estoy como para gastar dinero. Aunque el otro día hice horas extras y sé que lo que hoy me gaste lo voy a cubrir por completo. Incluso más.
—Mujer, al menos las bragas las usará —exclama con una sonrisa. Si no las tiene quitadas mientras está con Robert...
—Todavía no me has dicho lo que les has comprado tú. Ni si quiera me has dejado verlo —achico mis ojos—. Eres muy cruel —su carcajada llega a mis oídos.
—No te lo voy a decir —veo como se acerca a mi boca, parándose en la acera—, mucho menos el tuyo —deja un beso en mis labios para dejarme plantada como un pino. Rápidamente me vuelvo a agarrar de su brazo.
—El tuyo tampoco lo vas a saber hasta esta noche —aprieto mi boca—. Yo también sé hacer chantaje —una sonrisita traviesa se dibuja en mi rostro, provocándole una risa muy graciosa. De repente, me señala algo detrás de mí.
—Mira, quizá ahí puedas encontrar algo —giro la cabeza ver lo que él indica con su dedo y abro la boca cuando leo las palabras "Sex Shop". Vuelvo la vista a él, le saco el dedo de en medio, para después seguir caminando mientras escucho su risa detrás de mí.
Por fin, tras dos horas y pico, logro encontrar algo para Steve que creo que le gustará. Y Jade seguro se pone a gritar como una loca, ya que he logrado encontrar un vestido rebajado, de el estilo que a ella le encantan. Sí, es de la marca de Paulo Magneti, pero siendo Jensen su amigo también no han hecho otro descuento.
Llego a casa, donde me quito tanta capa de ropa, me dejo sin el chaquetón y sin bufanda. Cambio mis botas por unas pantuflas para después ir al comedor, encontrándome a Jensen echándole un tronquito al fuego que acaba de encender. Agarro mi móvil, para abrir el grupo que tengo junto con mis mejores amigos.
<¡Espero que estéis listos para esta noche! Por cierto, pichoncitos míos ¿Alguien me acompaña a la reunión con Josh mañana?> Steve es el primero en contestarme.
<Oso guarroso: Buf... yo tengo un compromiso. Pero haré un hueco para ti, morena. ¿Acaso te da miedo ir con tu contacto? 😨>
<No me gusta mucho estar sola con él. Realmente, Josh no me inspira demasiada confianza 😥. Ven a por mí a las seis.>
<Madeleine la guapa: Por mi parte va a ser imposibooooool. Tengo cita mañana con Robert 😝, pero te puede acompañar el fallo de condón que tengo como hermano.>
<Oso guarroso: Cállate que tu fuiste una marcha atrás mal hecha 👉👌>
<Madeleine la guapa: Más quisieras. A mí me adoraban desde antes de nacer. Más que a la virgen. 👼>
<Oso guarroso: Tú de virgen tienes lo que yo de calvo.😑>
<Madeleine la guapa: Tú tienes de idiota lo que yo de guapa, osea demasiado 💁>
<Oso guarroso: Te recuerdo que somos familia, se me habrá pegado de ti.>
<Madeleine la guapa: Además, yo te veo entradas. Hay que comprar un crece pelo lo antes posible hermanito, o no sabremos distinguirte con una bola de billar 😊. Tú naciste antes que yo, así que has salido con la idiotez como dote.>
<Oso guarroso: Más quisieras 🖕>
<¡Oye! Callaros ya. La que requiere atención aquí soy yo. 👉👩>
<Oso guarroso: Para ti te doy todo ❤.>
<Aw 😍>
<Madeleine la guapa: Ven aquí, yo te doy atención 🌚 Llou jus wona atensiooon 🎶>
<🌚 Ábreme la puerta, ya he llegado.>
<Oso guarroso: Pervertidas... 😵>
<Habló al que lo pillaron con Molly a 4.. 😂>
<Madeleine la guapa: Celoso. Jódete, me quiere más a mí 😆>
<Oso guarroso: Perdona, pero yo soy su oso.>
<Madeleine la guapa: Pirdini piri yi siy si isi. Una merdi bien guapi 😉. Y yo su mejor amiga. Bes fried forevah broder' 💪 La sista.>
Cierro el chat para dejarles seguir discutiendo por cualquier chorrada. Dejo el móvil en la encimera y levanto la vista para toparme con Jensen. Frota sus manos frente a él y se acerca a mí.
—Hace un frío que pela —rodea mi cintura con sus brazos y deja un beso en mi frente. Sus ojos quedan en frente de los míos, demostrándome lo verdes que pueden llegar a ser.
—Lo sé —vuelvo a juntar nuestros labios, sacando los míos como un patito. Después, espachurro sus mejillas y me rio al ver que parece un pez. Cuando sonríe no puedo aguantar la carcajada que sale de mi boca. Realmente está gracioso.
—Mmm... quiero mimitos —sonrío ya que dar mimitos es la manera para decirnos que nos apetece algo que son unos amores algo diferentes. Sin ropa.
—Hemos estado todos los días dándonos mimitos Jensen —sonrío para juntar nuestros labios otra vez. La sonrisa que se dibuja en mi rostro solo consigue que él continúe sobre mis labios.
—Pero hoy quiero mimitos, besos, caricias... —susurra en mi oído. Asiento cuando él me coge en brazos y me lleva frente a la chimenea.
Nos sentamos, yo encima de él mientras su cadera está enrollada en mis piernas. A la luz de las llamas, le beso tantas ganas que temo consumirme en ese beso. Tras él siguen muchos más, junto con caricias. Pero mirarle a los ojos... me consume el alma.
Camino hacia la cocina, en cierta parte medio huyendo del lobo que tengo como novio. Allí me preparo un café bien calentito. Junto con la taza de "No tengo el chichi para farolillos" me vuelvo a colocar con Jensen frente a la estufa. Él me hace hueco para que me siente entre sus piernas, apoyando mi espalda en su pecho.
Doy un trago a la taza, para sentir la temperatura caliente del café descender por mi garganta. Después, paso la taza a Jensen, quien repite mi gesto y deja la taza a un lado nuestro. Él cuela las manos debajo de la manta por la que me he cubierto.
—¿Sabes qué? —echo la cabeza hacia detrás para poder mirarle, mientras niego— Yo... llegué a pensar que mi felicidad sería cuando alcanzara el éxito empresarial, cuando estuviera casado y tuviera tanto dinero como para pudrirme en él —traga saliva mientras me acurruco un poco más entre sus brazos—. Que imbécil. Desde que supe lo que es tenerte a mi lado es cuando conocí el sentimiento de felicidad —un beso es depositado en mi cabeza mientras... el corazón se me cae a los pies. Cierro los ojos, mientras pronuncio con angustia las siguientes palabras.
—Hemos creado nuestro propio refugio, el cual empieza por nosotros y acaba en nuestra cama. Pasando por los sentimientos y por nuestro corazón —me giro hacia su cara, mientras no puedo abandonar el inmenso malestar que siento. Serán las primeras y últimas navidades que voy a pasar a su lado. Cuando todo se arregle él me va a odiar. Agarro su mandíbula mientras junto nuestras frentes—. Te amo. Te amo tanto que no sé cómo me puede caber tanto dentro —dejo un beso en su frente y me coloco para poder mirarle a los ojos.
—Yo te amo. He aprendido a amarte y eso ya no se olvida —sonrío triste. Más intento hacer todo a un lado, no quiero amargarme el pensamiento con que pasará después. Quiero vivir el presente, borrando el pasado y olvidando el futuro. Aunque en la práctica no sea tan fácil.
—Es como ir en bicicleta —ríe al escuchar mi comentario. Las chispas de la llama se reflejan en sus pupilas, como pequeños destellos que llaman mi atención por completo—. Debemos ir preparando todo. Son las ocho, sabes que no tardarán en venir —musito mientras acaricio mi nariz con la suya.
A regañadientes nos levantamos y comenzamos a preparar las cosas de esta noche. Coloco un mantel de color rojo en la mesa (la cual hemos ampliado por los laterales) para después decorarla con servilletas doradas y poner lo cubiertos encima. Jensen se ocupa de la cena, pues se le da mejor la cocina que a mí. Realmente, nosotros no comemos pavo ni pollo ni nada de esos rollos. Con unas gambas, unos langostinos y algo más de marisco sé que cenaremos muy a gusto.
Mientras él continúa preparando todo para ponerlo al fuego, yo me decido por sacar las botellas que se beberán esta noche.
—Vamos a beber más que cuando se celebran una comunión y una boda juntas —exclamo. Él me sonríe desde la cocina.
—¿Desde cuándo esas celebraciones se juntan? —pregunta mientras maneja algo en la cocina.
—No tengo ni idea, pero seguro se bebe tanto que meas alcohol durante un mes —asumo. El timbre suena y emocionada como una cría, abro la puerta de casa. Me encuentro con Maggie y Rody, quienes vienen cogidos de la mano.
—¡Hola, chica guapa de oficina! —la frase que suelta con tanta emoción me sorprende por el hecho de que no se haya ahogado al decirla corriendo. Viene con una chaqueta, mientras que Rody parece... un pollo mantudo. Solo le falta castañear con los dientes.
—¿Te ocurre algo? —pregunto, ignorando el saludo de Maggie. Realmente no tiene buen aspecto.
—N-No, solo m-me tengo que aco-costumbrar al cl-clima. Hace much-cho frío —realmente siento pena por él. Recuero que en Kayatura hacia un calor que hasta las uñas se te despegaban de los pies. El cambio de temperatura en pleno diciembre se nota lo suyo.
—Anda pasad, está la chimenea encendida —me hago a un lado, para ver como el compañero de mi amiga casi sale corriendo hacia la estufa. Ella solo se encoje de hombros y pasa para darme un beso en la mejilla.
Poco a poco, tras copas de vino por el medio, van llegando todos. Jade, como de costumbre, con su entrada triunfal y Steve rodando los ojos.
—¡Perra, te he echado de menos! —como siempre, se tira a mis brazos. Me da un lametazo en mi mejilla, lo cual provoca que la empuje.
—¡Cerda, qué asco! —exclamo mientras paso la mano por mi moflete, llevándome algo de las babas de Jade en mi mano. Después se lo restriego por el hombro, mientras que su risa y la de los demás llenan el comedor. Steve viene detrás, observando con una sonrisa lo que la cochina de mi mejor amiga ha hecho.
—¿Dónde te ha chupado? —pregunta. Señalo mi mejilla derecha y coloco la izquierda para que más tarde él deposite un beso ahí. Tras ello, otro lametazo cruza mi mejilla. Le arreo una colleja y me voy corriendo al baño. Pedazo de guarros.
—¡Podéis meteros la lengua por donde yo sé! —exclamo para cerrar la puerta tras de mí. Lavo unas cinco veces mi cara e incluso froto con jabón. Estos cerdos me la tienen que pagar de alguna manera.
Camino hasta el comedor, donde me encuentro con todos mirando como Rody prepara una salsa para las gambas.
—En mi isla las cocinamos con Txotki, que es esta salsa. Da un sabor delicioso al marisco. No hay mesa en la que no falte un tarro con la salsa —el cuenco con una cosa viscosa de color marrón caca es tendida hacia Maggie—. Prueba —los ojos de Rody la miran con una sonrisilla de lado. Mi amiga por su parte moja el dedo en la salsa y después lo lleva a su boca.
—Uuuhhh —murmuro junto con Steve, como si fuera una escena algo caliente. Realmente la mirada entre ellos dos es algo intensa.
—Oh por favor, idos a un hotel —exclama Jade dándose la vuelta. La carcajada de Jensen se hace presente. Ella va directamente a mi reproductor de música y lo conecta a su móvil. Por supuesto, algo de salsa se hace oír por toda la casa.
Jade se vuelve hacia nosotros, para empezar a bailar al ritmo de "Ahora quién" de Marc Anthony. Realmente Jade sabe moverse, lo que provoca que todos la animemos. Mi amiga anima a Maggie a bailar con ella, más esta se niega.
—Si bailo yo, te cago toda la gracia —le dice con una copa de champán en la mano. Hoy Maggie brilla, una sonrisa está instalada en su rostro desde que la he visto. Dirige la mirada hacia Rody, quien sonríe al ver el gesto que le ha regalado la chica por la cual ha cruzado un océano entero. Recuerdo el día que vino a la empresa, con un ramo de flores. A ella casi le da un paro cardíaco al verlo. Pienso que estos dos van a acabar muy enamorados. Aunque se lleven unos cinco años, parece que van muy enserio.
—Pues me llevo a esta obra de arte—agarra mi mano para después bailar conmigo mientras yo intento seguirle los pasos. Creedme que bailar con unas pantuflas no es muy cómodo, así que las lanzo a tomar por saco para bailar con ella. Pero por supuesto, a su lado parezco un pato mareado.
Me retiro, en lo que ella continúa bailando con Jensen para irme con Steve. Está algo serio, mientras mira su teléfono y teclea con el ceño fruncido. Me acerco a él y coloco mi mano frente a su pantalla.
—Maleducado, estas en nochebuena conmigo, ¡deja el móvil! —levanta la vista al escucharme. Me dedica una sonrisa y coge su móvil para bloquearlo. Suspira, algo afligido— ¿Eso que significa? —le pregunto.
—¿El qué? —me pregunta arqueando una ceja.
—Esto —suspiro exageradamente, mientras levanto un lateral de mi labio hacia arriba. Una risa sale de su boca para después darme un empujoncito.
—Significa que necesito encontrar un trabajo —exclama. Asiento, le entiendo perfectamente.
—Bueno, encontrarás seguro —exclamo. Me tiro a abrazarle, de tal manera que hasta le sorprendo.
—Con lo que Jade gane podemos acabar de pagar la deuda del todo, junto con los intereses —me separo de él y le miro—. Al menos sé que tengo algo de dinero para después mantenernos hasta que podamos encontrar algo de trabajo —al menos me alegro de que tengan sus pequeños ahorros.
—Eso es muy bueno, Steve —sus ojos se fijan en los míos para dibujar una sonrisa en su boca—. Me alegro de que tengas al menos algo de terreno seguro.
—¿Y tú? —da un trago a su copa— ¿Tú que piensas hacer después de él? —trago saliva. Ahí está la pregunta del millón. La herida en la que hurgar, pero que aún sangra.
—Yo... iré a por Héctor —contesto—. Me buscaré la vida. Haré lo que sea después. Pero con él. Es lo único que me importa —Steve asiente mientras yo me encojo de hombros y aparto la mirada—. Sé que me va a doler cuando me separe de Jensen —dirijo la mirada hacia mi chico, para verlo bailar junto con Rody, Jade y hasta con Maggie. La que no quería bailar. Su sonrisa se amplía. Él es feliz. Ahora es feliz. Conmigo—, pero a mí... a mí me voy a desgarrar yo misma. Quizá el algún día logre volver a enamorarse y pueda olvidarme —vuelvo la vista hacia mi amigo, mientras agarro todo el aire posible que mis pulmones pueden guardar—, pero yo no. Es él Steve. Sé que Jensen es el amor de mi vida. Lo sé. En este tiempo, lo he sabido, pero no lo he querido aceptar. Es él —suelto todo el aire, mientras cierro los ojos. Los brazos de Steve me rodean.
—Volverás a vivir. Yo lo sé —deja un beso en mi mejilla para después agarrar mi mano— Venga, vamos —tira de mi mano para llevarme hasta todos ellos, quienes bailan cantando.
Me acerco a Jensen, para rodearle por el cuello y bailar junto a él hasta que la canción se acaba. Veo como mi amiga vuelve a dirigirse a su móvil cuando ya no suena nada por los altavoces.
—Ahora verás que cacho lista de música he preparado para esta noche —coloca su dedo en la pantalla, para que por los altavoces comience a sonar "Tengo un tractor amarillo". Casi escupo el champán de mi boca al verla reírse como una loca, para colocarse a bailar de nuevo.
La noche se pasa entre música, cenar y volver a la música. Entre copas y copas de todo lo que pillamos acabamos un poco piripis. Al abrir su regalo, Jade pega un grito del milenio al encontrar un vestido azul corto, con dos tiras que se atan en el cuello para que cubra el pecho. Paulo prácticamente me la ha regalado al pensarse que era para mí.
—¡Hostia, dios mío que me muero! —grita. Sé que lo va a adorar con todo su corazón, pues ella ama ese tipo de vestidos. Por la expresión que tiene, hasta temo que le haga un altar y se arrodille ante la prenda que sujeta entre sus manos.
En cambio, Steve agarra el regalo que le tiendo y lo menea para escuchar que hay dentro. Después, lo desenvuelve sin romperlo, cosa que provoca que Jade se lance y rompa el papel.
—Me estás poniendo nerviosa. El papel de regalo está para romperlo, no para desdoblarlo señorito don perfecto.
Él abre la caja, descubriendo una camisa con unos osos estampados. Su carcajada llega hasta mí, así que me acerco para sonreírle.
—Feliz navidad, oso guarroso —le doy un beso en la mejilla. Vuelvo con Jensen, para darle un beso en los labios. A Maggie le he regalado una taza junto con un collar y a su acompañante una colonia.
La noche sigue su trascurso normal, para acabar despidiendo a todos mis amigos algo piripis. Giro, apoyada sobre la puerta de madera que me separa del exterior, para conectar mis ojos con los de Jensen. Me acerco a él para quedar en frente.
—Llegó la hora de nuestros regalos —me dice. Asiento ante sus ojos, para darle un beso después. Ambos nos vamos a la habitación, donde nos miramos frente a los pies de la cama.
Es entonces cuando le demuestro mi regalo, dejándole con los ojos llenos de pasión.
Deslizo por mi cuerpo los vaqueros, y me quito el jersey junto con la camiseta que llevo debajo. Sus ojos se abren de par en par cuando ven que llevo un conjunto de lencería completamente rojo. Unas ligas llegan desde mi sujetador, pasando mi estómago, hasta la parte inferior roja, con algo de encaje. Sobrepasan esta parte de la prenda, y llegan hasta mis muslos. Sus ojos me recorren de arriba a abajo, mientras traga con dificultad.
—Joder... —exclama. Muevo mi melena a el lado izquierdo de mi cuello y me acerco a él. Su mano va directa a mi estómago, y con su dedo índice recorre la liga para acabar en la copa de mi pecho derecho. Llevo mis manos a su nuca, acercándome a sus labios. Pero me detengo en unos milímetros, justo cuando su aliento se junta con el mío.
—Feliz navidad —sonrío ante él para acercarle a mi boca de golpe, uniendo nuestros labios. Sabe al champán dulce que hemos bebido anteriormente. Él, con su boca caliente y suave, tira de mi labio inferior para después colar su lengua en mi boca. Acaricia mis caderas, sus manos frías hacen contraste con mi piel ardiendo. Suelto un gemidito cuando me acerca a él de golpe, para después succionar mi lengua. Gimo en su boca cuando la suelta y la pasa por mis labios, como si estuviera borrando algún resto de comida.
—Eres deliciosa —murmura al separarse de mí. Llevo mis manos a su jersey, para levantarlo por su cuerpo. Él me ayuda a quitarle la prenda, y la lanzo a alguna parte de la habitación.
Me quedo mirándole, ese pecho que tanto me gusta, con algo de vello rubio. Le acaricio con ambas manos, desde sus pectorales hasta su ombligo. Al igual que sus manos en mis caderas, las mías enfrían su piel caliente. El pecho sube y baja, algo alterado. Amplío mi mano en el lugar donde está su corazón, sintiendo los latidos fuertes y acelerados.
—Feliz navidad —me contesta, para agarrar mis muslos y levantarlos. Sorprendida, me agarro de su cuello para no caerme. Para más sorpresa mía, no me deja en la cama, sinó que me conduce por el comedor hasta depositarme en la alfombra, frente a la estufa.
Me deja tumbada, y abre mis piernas para colocarse en medio. Siento el inicio de una erección en mi entrepierna, y gimo cuando la frota contra esta. Su vaquero fricciona con la tela de mis braguitas, y me hace suspirar. Vuelve a hacerlo, cada vez más excitado mientras no aparta la vista de mí. El roce es tan magnífico, que abro más las piernas y le dejo colocarse mejor.
Sus manos van a las ligas, junto con su boca. Por el borde, lame la parte inferior de mi estómago y va subiendo hasta mi pecho, mientras no para de friccionar nuestras caderas. Las desata, librándolas de la parte inferior del conjunto, y las deja caer a ambos lados. Sus manos las recorren y van hasta mi espalda. Me levanto un poco, para dejarle desabrochar mi sujetador. Pronto, queda a un lado nuestro.
Sube su boca desde mi estómago hasta uno de mis pechos, y lo lame provocando que se eleve poco a poco. Sopla sobre él, para volver a acercar su boca y morderlo. Me arqueo, clavando mis manos en su espalda. Repite el proceso con mi otro pecho, mientras sigue estimulando el anterior con su mano.
—Este regalo es realmente sabroso —dice sobre mi montículo elevado. Llevo mis manos a su cinturón, el cual desabrocho lentamente ante sus ojos. Con mis manos, bajo sus pantalones. Pero se tiene que levantar para quitárselos del todo, junto con los bóxer. Verle frente a mí completamente desnudo es una delicia.
Sonrío cuando se acerca a mí, y acaricio su pecho hasta llegar a su espalda. Su figura se amolda a la mía. Él recorre la línea de mi ropa interior con sus dedos, para después deshacerse de ella. Se coloca entre mis piernas, las cuales flexiono para dejarle espacio. No hace falta nada más. Solo él y yo, junto con esa pasión que nos desborda en cada gesto. Encajamos. Estamos hechos para ser el uno del otro.
Le siento entrar, mientras él busca mis manos para entrelazarlas. Pronto, gemimos cuando llega tan dentro como puede. El con los dientes apretados. Yo echando la cabeza hacia detrás y expulsando todo el aire que tengo.
Junto nuestras frentes, mientras que sus manos están en mis muslos, enrollándolos en su cadera. Sale de mí, para volver a entrar segundos después. Gimo frente a su boca, mirándole a los ojos. Le siento por todos los lados, entrando y saliendo mientras coge un ritmo que me hace delirar. Lentamente se desliza uno. Dos. Tres. Siete veces dentro de mí. Le siento resbalar mientras no separo su cara de la mía. Gimo frente a él cuando vuelve a entrar tan lento que tengo ganas hasta de revolverme. Vuelve a juntar nuestras manos por encima de mi cabeza mientras no para de empujar dentro de mí. Sus labios se juntan con los míos, mientras nuestras caderas chocan una y otra vez, arrancándonos gemidos que se ahogan en la boca del otro.
En un momento, hace un movimiento circular con sus caderas, haciéndome gemir cuando roza ese punto.
—¿Te gusta? —pregunta en un gemido.
—Sí —contesto extasiada. Vuelve a hacerlo, y echo la cabeza para atrás al soltar un gemido.
—¿Así? —vuelve a repetirla y le agarro de la nuca.
—¡Sí, sí! —suspiro. Continúa en ese movimiento, para rozar ese punto que consigue que pierda la cabeza.
Su mano baja hasta mi entrepierna, donde siento como acaricia mis ingles. Noto sus dedos en mi clítoris, y ahogo un gritito en su boca cuando comienza a acariciarlo. Aumenta el ritmo, ayudándome a sentir una corriente eléctrica que recorre mi espina dorsal. Dejo que el orgasmo me recorra mientras desmadejada siento sus dedos en mi clítoris y sus caderas golpetear con las mías. Absorbo todo lo que queda de este gran clímax y veo como sale de mí para venirse fuera mientras llevo mi mano a su miembro y le acaricio.
Pronto, ambos nos levantamos para ir a la ducha y lavarnos.
***
¡Os amo con toda la patatita! :)
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