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42: Ignorancia.

Los lunes nunca son buenos, sobre todo cuando son lluviosos y hace muchísimo frío. Nunca me ha gustado la lluvia porque siento que siempre lleva con ella todos los problemas que puedas imaginar. Además, ha estado presente en los peores momentos de mi vida. Cuando murió mi madre, llovió. Cuando me arrancaron a Héctor de los brazos, llovió. Mi madre decía que el agua sanaba el alma. Yo tuve fe, de pequeña, de que esta misma la sanara a ella. Tuve fe de que un día como aquel, nos convertiríamos en una familia feliz. Pero nunca, jamás, se me cumplió el deseo. 

Me despierto por el sonido de la alarma y al abrir los ojos tengo a Jensen frente a mí, completamente dormido. Apago el incesante sonido y me cubro con el plumífero, hace un frio terrible. Los mechones rubios de mi chico se esparcen por la almohada. Respira plácidamente mientras yo me quedo embobada viendo como su pecho se eleva y baja una y otra vez. Adoro estos pequeños momentos en los que puedo observarle a mi antojo, en los que puedo darme cuenta de cuanto amo tenerle a mi lado.

—Jensen —dejo un beso en su nariz, haciendo que poco a poco abra sus ojos—, cariño despierta, ya es la hora —expulsa aire lentamente. Su mano, por debajo de todas las mantas, se dirige a mi cintura.

—¿Y si nos quedamos unos minutos más? —me atrae hacia él, causando que una risita infantil salga de mí— A mí me apetece otro tipo de despertar —su boca no tarda absolutamente nada en juntarse con la mía y provocar que nuestras lenguas se junten.

—¿No tuviste suficiente anoche?

—De ti nunca tengo suficiente. Quiero hacerte el amor todos los días de mi vida —su exclamación consigue hacerme sonreír.

—Al ritmo que vas, lo estás cumpliendo —bromeo, riéndome yo sola de lo que he dicho. Él me agarra y me coloca sobre él, para comenzar el día de una forma maravillosa.

Lo hacemos, suave, despacio, disfrutando el estar juntos y el sentirnos libres de poder hacer lo que deseemos. Las yemas de sus dedos se clavan en mi piel, mientras sus labios la recorren. Yo araño su espalda, llegando con él a nuestro límite, dejando que me arrastre a esa maravillosa vorágine de placer a la que solo él y yo podemos llegar.

Ahora, estar tumbados en la cama juntos es algo que últimamente me es muy normal, pero aún no me lo creo.

—¿Sabes qué, Bárbara? —me pregunta, mientras estoy posada sobre su pecho.

—¿Qué?

—Voy a decir algo de lo que me arrepentiré por haberlo dicho en voz alta, siento que es muy ñoño —eso me hace observarle.

—Bueno, a ver —paso la lengua por mis labios y me giro para darle la cara. Le miro a los ojos y él lleva su mano a mi mejilla, donde posa la mano y me mira fijamente.

—Eres la locura que ha puesto cordura a mi vida —musita, acaba sonriendo. Nos quedamos mirando durante unos segundos, en los que pienso que no puedo sentirme más llena sentimentalmente. Dentro de mí, pienso que le amo tanto y me va a doler de una forma descomunal el perderle. Hasta que nos empezamos a reír como dos idiotas— Vale sí, es muy cursi —me levanto de la cama para entrar al baño, en lo que él posa su antebrazo sobre sus ojos.

La ducha elimina el olor a Jensen que tanto me gusta, pero es lo que hay. Salgo enrollada en una toalla, para después secar mi pelo. Voy al cuarto con la toalla y me encuentro con la cama hecha y la habitación solitaria. Me visto, con unos simples vaqueros largos y un jersey rojo de lana. Junto todo esto con unos tacones rojos y apruebo mi reflejo, que me devuelve una imagen sólida y decente.

Salgo a la cocina-comedor-sala de estar y le veo fregando un vaso. Supongo que acaba de desayunar.

—¿Vas a ducharte? —cuestiono mientras me acerco a él y le abrazo por la espalda.

—Sí —se gira y me besa. Aparta los ojos de mi vista y pasa la mano por su pelo.

—¿Te pasa algo?

—No solo... me estoy recuperando —reímos y me acerco a su boca para darle un beso corto, aunque sé que tiene algo que le está atormentando. Entiendo que ahora no quiera hablar y preocuparme, Jensen lo menos que quiere es hacerme daño.

—Venga, ves a ducharte o llegaremos tarde —asiente y se va. Me quedo mirándole mientras camina hacia mi habitación. Sé que me está ocultando algo, pero no tardaré mucho en sonsacárselo. Ahora no es el momento.

Desayuno algo de cereales acompañado de frutas. Termino de comer y me meto en el cuarto, buscando mi bolsito de Pucca el cual contiene todo mi maquillaje. Al encontrarlo, me coloco frente al espejo junto con el eyeliner. Voy a intentar hacerlo. La puerta del baño se abre, mostrándome un Jensen con camisa desabrochada y pantalones negros.

Casi se me hace costumbre verlo salir de mi baño, después de una ducha. Casi. Me concentro en el maquillaje, y en que la línea no se me vaya a tomar por saco.

—Bárbara —su voz me llama.

—¿Mhmm? —musito, concentrada en tener cuidado al hacer el rabillo del eyeliner. Intento que siga la línea hasta donde acaba mi ceja.

—He estado pensando en algo —consigo hacerme el ojo izquierdo bien, así que voy a por el derecho.

—¿El qué? —pregunto mientras vuelvo a mojar el pincelito en tinta. Y me fijo bien para que me salga igual que el otro.

—Bueno, tú y yo somos... hemos pasado mucho.... —suspira— Quiero que el mundo ya nos reconozca como pareja —la raya del eyeliner se me va hasta la frente. Ale, ya se lo he "sonsacado". Esto es lo que tanto pensaba y lo que me había ocultado algo.

—¿C-Cómo pareja? —trago el nudo de mi garganta. Sí, ya sé que la confianza la tenemos y que nos conocemos bastante el uno del otro. Pero el paso de ir diciéndole a todos que "Bárbara y Jensen son pareja", acojona, pero mucho. Aunque sé que es lo que debo hacer, pero... prefiero que todo pase entre nosotros.

—Sí, ¿qué más da ya? —sus manos rodean mi cintura mientras yo me quedo estática. Sabía que este momento iba a llegar pero, ¿por qué me da tantísimo miedo?— Hoy por la tarde tengo la cita con el abogado para ir terminando las condiciones del divorcio. Carolina ya no es nada.

—Jensen ella... —escuchar su nombre es suficiente como para ponerme nerviosa.

—Ella es una mujer que debe olvidarme. Y lo sabe —por un momento, mirándole a los ojos, siento que tiene muy zanjado ese tema. Pero, dentro de mí, sigo teniendo la duda en si siente algo más que simple cordialidad hacia ella.

—La verdad yo... prefiero esperar a que te divorcies —es lo único que se me ha ocurrido. En ese entonces, yo habré desaparecido y Jensen no tendrá que lidiar con que todo el mundo sepa que estamos juntos. Será más sencillo y hará menos daño. Qué mal tener que pensar así.

—¿Por qué?

—Porque sí. Quiero sentirme cómoda cuando diga que somos pareja, y no una perra que le ha robado el sitio a Carolina —escupo antes de que me ponga más nerviosa.

—Eso no es verdad, no sois un coche o un objeto que se coloca y se cambia —me mira serio.

—Y lo sé, pero los sentimientos son traicioneros. Solo es esperar un poco y ya gritarlo si quieres —el suspira—. Hasta que el divorcio se haga definitivo y te prometo que lo haremos oficial, delante de todo el mundo —así Josh estará más seguro de que he hecho el trabajo que tengo pendiente— ¿Cómo se lo contarás a tus padres? —ahí ya sí que me cago patas para arriba.

—Creo que mi madre se lo huele. Supongo que se nos notaba a kilómetros —asiento, con una sonrisa. Lucía es una mujer alucinante— ¿Y los tuyos? Nunca me has hablado de tu familia. Solo la vez que tuviste problemas con ellos y bueno, te echaste a llorar —ahora sí que la hemos cagado, pero bien, ¡¿no pude poner otra excusa?!

—Pues yo... —cojo aire— Yo no tengo familia. Por eso lloré. Recordé a mi madre, solo eso —cojo una toallita y limpio la raya de mi frente. Froto enérgicamente sin darme cuenta de que estoy siendo demasiado brusca—. Ella... ella era adicta al juego y después al alcohol. Murió por alzhéimer, tuve que estar cuidándola sola durante varios años. He tenido que enfrentar muchas cosas a las que una niña no debería hacerlo. De mi padre es mejor no hablar —como por ejemplo tener que robar alcohol porque mi madre me lo pedía llorando. Yo era pequeña, no sabía lo que hacía. Pero que medio barrio te trate como una ladrona no es el mejor ambiente que hay. También me discriminaban demasiado, era "la hija de la borracha".

Los brazos de Jensen me rodean. La verdad, este gesto me reconforta. Recordar estas cosas no me hace bien, a veces me vuelvo a sentir como una cría y tengo ganas de hacerme un ovillo en la cama y llorar hasta dormirme de agotamiento.

—Si alguna vez necesitas hablar, ten por seguro que mis brazos te recibirán —me sorprendo. Normalmente la gente te dice algo como "lo siento" o "pobrecita". Una vez más, Jensen me demuestra porqué estoy enamorada de él. Es un ser magnífico.

—Te quiero —me giro para hacer contacto entre nuestros ojos.

—Yo también te quiero —se acerca a mí dejando un suave beso en mis labios. Me quita la toallita de la mano y me limpia la raya que me cruza hasta la frente, haciéndome reír—. Aún con la cara rallada, te sigo amando de la misma forma —sonrío ante sus palabras. Sé que debo tener una cara tremenda de tonta enamorada, pero es lo que él me provoca.

El reloj que tengo en mi mesita de noche me indica que vamos a llegar tarde si no salimos ya, cosa que me entristece. Por mí, me quedaba todo el día con él en mi casa, haciendo cosas muy indecentes y disfrutando de nuestra compañía.

—Tenemos que irnos, vamos a llegar tarde.

—Soy el jefe, llegaremos cuando nos plazca —me guiña un ojo y yo me vuelvo al espejo para poder acabar bien la línea de maquillaje. Cuando lo consigo, me pongo mi pintalabios rojo y salgo de casa con Jensen.

Ahora tardamos mucho menos gracias a ir con su coche y no tener que ir en bus o caminando, con eso no había contado. Por este "extra" de tiempo, nos sobra para ir a la cafetería de todos los días para coger mi café y el de Maggie.

Entro en la oficina con Jensen a mi lado y con los dos cafés en mano. Todo el personal de la primera planta nos mira al entrar juntos y yo... creo que voy a vomitar de tanta presión. Siento como me observan entera, desde la primera hebra de mi pelo hasta los pies.

Localizo a Maggie detrás de su escritorio, esta me guiña un ojo y viene hacia nosotros.

—Me vas a volver adicta al café —dice cuando le entrego su vaso. Ella me da el dinero y tras decirle cincuenta veces que no hace falta, al final me lo quedo.

—Tengo que ir a arreglar unas cosas, Bárbara —me giro hacia Jensen.

—Oh, vale —asiento—. Si necesitas algo, llámame —la sonrisa que pinta en su cara me hace sonreír como una idiota. Los dos estamos con las mismas ganas de darnos un beso, pero no podemos.

—Está bien —mira hacia los lados y después marcha por la puerta, guiñándome un ojo mientras nadie se da cuenta. Estar con él son como un montón de explosiones sentimentales dentro de mí.

—Amiga, estás enamorada hasta las trancas —exclama Maggie a mi lado, sonriéndome—. Te has enamorado, pero bien eh.

—Y que miedo tengo —exclamo sin pensarlo. Su mano se apoya en mi hombro.

—No lo tengas. No estás haciendo nada malo Bárbara. Los sentimientos no se pueden acorralar —y tras esto, se marcha a su sitio. Si no quería hoy comerme la cabeza, me parece que he fracasado en mi intento.

Subo al ascensor y espero que las puertas se cierren, mientras que miro mi móvil ya que tengo un mensaje de Jensen.

<No sé si a ti te ha pasado, pero mis labios rogaban por cubrir los tuyos.>

Y sí, una sonrisa como una idiota se instala en mi cara. Por dios, claro que me ha pasado. Lo he sentido en propia carne, queriendo hacer ese contacto que tanto hemos deseado. Esto que se llama amor atonta un huevo, tanto que me pego un susto cuando alguien entra en el ascensor antes de que las puertas se cierren. Casi toco el techo y todo del bote que he dado.

—Joder, casi me dejan escachuflado —levanto la vista para ver a Santiago. La "conversación" telefónica del otro día me viene a la mente y tengo que aguantarme la risa. Es algo raro escuchar gemir a tu compañero de trabajo y luego intentar ponerle buena cara.

—Seguro que sí —me rio, bromeando internamente conmigo misma.

—¿Cómo vas? —me pregunta en lo que se acomoda a mi lado. Yo me encojo de hombros divertida.

—Muy bien, ¿y tú? ¿Alguna novedad? —él me mira.

—No, nada nuevo —asiento y elevo las cejas. Él me mira extrañado y yo suelto una carcajada.

—Santiago, es que no sé cómo decirte esto —muerdo mi labio.

—¿El qué? —cojo aire y con una sonrisa comienzo a hablar.

—El otro día me llamaste sin querer... —comienzo intentando aguantar la risa. Él me sonríe ampliamente.

—¿Por eso te ríes? No me daría cuenta —niego con la cabeza.

—Me llamaste mientras estabas con una chica y estabas... —como me entra la risa, pongo mi mano derecha en un puño y con la palma de la otra le doy unos golpes. Él me mira extrañado al principio, pero después se pone rojo.

—No me jodas que me escuchaste echando un polvo —se tapa la cara con las manos y se ríe. Asiento—. Dios...

—Se oía hasta sin poner el altavoz, Santiago —las puertas se abren en su piso. Él se queda hasta que se cierran, supongo que me acompañará hasta mi oficina.

—Lo siento Bárbara, le daría sin querer o yo que sé —me mira a los ojos y después los aparta riendo—. Es que no puedo ni mirarte, la hostia —reímos.

—No te preocupes Santiago, supongo que a todos nos han ocurrido cosas un tanto vergonzosas. Además, eso es algo natural —le digo con una sonrisa—. Me alegro de que hayas encontrado a alguien.

—No, no es nadie. De hecho, es solo... —ladeo la cabeza mientras él abre y cierra la boca varias veces— Es solo el lío de una noche —abro los ojos sorprendida. Creo que es lo que menos me esperaba.

—Oh yo... Lo siento... O no porque... —intento explicarme, pero no me viene nada— Bueno no sé si me entiendes —no sé ni que decirle.

—Sí, te entiendo —las puertas se vuelven a abrir en mi oficina y agradezco que sea ahora. Quiero salir de aquí. Me asfixia este aire extraño que se ha creado en el ascensor.

—Esto es incómodo —exclamo.

—Mucho —me contesta. Salgo del ascensor (mirando que el tacón no se me quede clavado como la otra vez) y giro sobre mí misma. Sus ojos están fijos en los míos con un reflejo de... ¿pena?

—Hasta luego —le sonrío. La mirada de Santiago baja hasta sus pies mientras yo carraspeo.

—Adiós —contesta devolviéndome el gesto. Más tarde, desaparece tras las puertas de metal. Lo agradezco internamente.

Vamos a ver, Santiago es un hombre muy guapo. Sé que yo le he gustado y admito que tenía atracción física por él. Pero nada más. No soy capaz de verlo como mi pareja, solo como compañero de trabajo. De esos de "¿tienes un pañuelo?" o "¿me traes un café cuando vuelvas?". Nada más. Pero me sorprende que tenga ligues de una sola noche. Nunca lo he visto mujeriego. Vamos a aceptarlo, todos los tíos tienen ligues de una noche, al igual que las mujeres. Joder, hasta yo he tenido. Pero de él me sorprende. Simplemente eso. Prefería vivir en la dulce ignorancia en la que la única que tiene relaciones eres tú misma, porque las imágenes inundan la mente de una. Y claro, la dejan traumatizada. "Tocada del ala" diría Jade.

Y con mi comedero de cabeza particular, me siento en mi escritorio y enciendo el ordenador. Voy resolviendo algunas cosas de la empresa, quedando hasta las narices de todo pero más contenta que un ocho al saber que ya tengo casi todo bajo control.

Cuando las puertas del ascensor se abren, un rubio cañón de la leche sale de dentro. Jensen está jodidamente guapo con traje. Y sin él también, está mejor. Me levanto para ir a besarle, cuando de repente un pinchazo cruza mi estómago, haciéndome doblarme del dolor. El quejido que sale de mi boca hace que Jensen venga corriendo.

—¿Qué te pasa? —respiro hondo cuando siento que el pinchazo va desapareciendo poco a poco.

—No es nada —suspiro. Justo, en ese bendito momento, siento algo extraño entre mis muslos. Abro los ojos y suspiro al darme cuenta de lo que es. Mierda—. Espera, voy al baño —agarro mi bolso y camino hacia el servicio. Cuando llego, cierro la puerta. Por supuesto, me acaba de bajar la regla. Menos mal que siempre llevo un repuesto de ropa interior en una bolsita, dentro del bolso.

De ahí los mareos, las náuseas y el pinchazo que me ha dado. Casi me cago encima al pensar que podía estar embarazada. Pero no me cuadraba, ya que Jensen y yo siempre usamos protección.

Salgo del servicio, sintiendo que los pinchazos van a continuar durante el día. Él está apoyado en mi escritorio, esperándome.

—¿Estás bien? —asiento.

—No te preocupes Jensen, solo... me ha bajado —él asiente. Se acerca a mí y me besa en la frente.

—¿Quieres algo caliente? ¿Necesitas algo? —sonrío al pensar el doble sentido. Dios, esto me supera.

—No, no te preocupes. Ahora me tomo algo para el dolor y se me pasa —sus labios son acariciados por esa lengua que me vuelve loca.

—¿Crees que un beso puede ayudarte algo? —muerdo mi labio divertida.

—No sé, prueba a ver —su sonrisa se acerca a mi boca. Nos fundimos en un beso muy apasionado. Tan solo bocas. Lenguas. Saliva. Un amasijo de caricias con labios. Tanto en tan poco. Me separo y cuando abro los ojos me topo con los suyos. Verdes y brillantes— Parece que sí ha arreglado algo.

—Me alegro de poder ayudarte —sonríe. Su mano acaricia mi cadera por encima del pantalón y deja un beso en mi nariz.

—Anda, tira a trabajar —me acerco a sus labios para darle un beso fugaz y volver a mi sitio. Por mala suerte, el trabajo no se volatiliza como el Espetec. Lástima.

Aguanto un poco más yendo para aquí y para allá en la oficina, hasta que me toca ir a preguntarle a Shasha si puede darme los papeles de todos aquellos informes que ha redactado. La condenada no contesta a la línea del fijo.

—Lo siento, Shasha ahora mismo no está en su puesto —me contesta una chica a través de la línea.

—Bueno, gracias —suspiro mientras cuelgo. Pues nada, me toca ir a buscarla.

Me levanto, soltando un quejido. Tener la regla a veces es un infierno. Mientras otras ni se enteran yo a veces creo que me muero de dolor.

El ascensor me conduce hasta la planta de Shasha y me sorprende toparme con Maggie en uno de los stands.

—Hey, ¿Qué haces aquí? —le pregunto haciendo que levante su mirada.

—Vengo a por unas solicitudes, ¿y tú?

—Buscando a tu mejor amiga —sonrío señalando con la cabeza el puesto vacío de Shasha.

—La he visto antes, creo que iba a la pequeña salita que tienen de cafetería —me señala el pasillo—. Todo recto y a la derecha. No suele haber nadie, pero supongo que querrá un café o algo. Ah, y dale esto a Jensen —me entrega una carpetita de color azul.

—Gracias, guapa —le doy un beso en la mejilla y con mi carpeta marcho hasta esa sala. Agradezco a Maggie que me dijera donde estaba, porque aún no conozco parte del edificio. Solo mi planta y un poquito todas las demás. Pero muy poquito. Tengo que hacer tours. Willtours. Me río de la gilipollez que acabo de soltar mentalmente, de tal manera que algunos se giran a mirarme con una cara... una ya no se puede reír a gusto.

Llego a la salita y me encuentro la puerta cerrada, así que abro y creo que veo algo que no debería de ver. Shasha le da una bofetada a Santiago que le deja con la cara de lado. Esa mejilla no tardará en ponerse roja.

—Eres el mayor imbécil que ha pisado la tierra en siglos —suelta la rubia. Una lágrima le cruza la mejilla—. Ojalá no me hubiera acostado contigo —es entonces cuando me doy cuenta de que la chica del teléfono es ella. Shasha y Santiago se han acostado. Por lo que parece, para ella no era solo sexo.

Santiago la mira, con una cara de no saber que hacer. Ella seca sus lágrimas. Y a mí se me resbala la carpeta de las manos, causando que los dos se giren hacia mí del ruido. Me quedo plantada, mirándolos. Como si nada, recojo la carpeta y coloco bien mi melena.

—Shasha, necesito u-unos papeles que-e... Yo-o necesito que me des unos papeles —ella me mira y asiente. Santiago él pasa por mi lado con la mandíbula apretada y las manos cerradas.

Yo me quedo plantada, viendo como Shasha da media vuelta y comienza a llorar. Como no, yo siempre tengo que estar en medio de todos los líos.

***

Si, sigo vivita y coleando.

Se que hace MUCHO, muchísimo que no subía capítulo. Y esto pasó por motivos personales :(

OS AMO CON TODA LA PATATITA.❤

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