Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

40: Corazón herido.

PENSAMIENTO DE JEANNETTE:

Salgo de la oficina y me alegro internamente de que mañana sea domingo y no me toque trabajar, pues no estoy de ánimos. Camino por las calles de Orielsh con unas manoletinas, una simple falda (por supuesto con medias de invierno, estamos en diciembre) y una camisa negra. Digamos que hoy he roto un poco la estética de la oficina ya que no tenía ganas absolutamente de nada, mucho menos de vestirme de forma recatada y con tacones. Que les den.

Sigo caminando, mirando hacia el frente. Giro la cabeza hacia un escaparate y me paro al ver mi reflejo. Estoy horrible. Las ojeras están instaladas en mis ojos, y se me ve en la cara que no tengo ganas de nada. Me siento como si un montón de camiones hubieran pasado por encima de mí, el cansancio me puede. Ni si quiera he podido pegar ojo esta noche, los remordimientos me comían la cabeza de una manera demasiado grave. Me he sentido como la mayor mierda de este mundo.

Llego a casa después de media hora caminando, al menos me ha dado un poco el aire. Abro la puerta y paso dentro lanzando mi bolso al sofá. Cierro con el pie y me voy directa a mi habitación, donde tiro las manoletinas al aire. La cama parece que está gritando mi nombre, así que me dejo caer en ella y me acurruco... en la parte donde siempre duerme Jensen. Huele tanto a él que por un momento creo que me está abrazando por detrás. Si cierro los ojos, podría incluso sentir sus manos sobre mi cintura, mientras mi pelo se mece por su respiración. Pero él está en una habitación de hospital, acompañando a la que todavía es su mujer, porque se ha intentado suicidar después de todo lo que ha pasado.

Sobre Carolina, jamás pensé que iba a ser tan difícil enfrentarme a ella y mucho menos imaginé que llegara a un extremo tan duro. Intentar suicidarse. Nunca habría pensado que llegaría a tal extremo y esto me hace pensar en que he sido realmente egoísta. No sé si es la culpa la que habla, pero me siento muy mal.

Esta noche ha sido imposible. Me comía las uñas y casi los dedos de la ansiedad. Jensen me abrazaba mientras me consolaba, diciendo que no era mi culpa, susurrándome que lo suyo solo había sido la gota que colma el vaso. Pero lo es, es mi culpa. Yo he hecho todo esto y soy la culpable de que una persona quiera quitarse la vida, que quiera tirarla a la basura.

Por un momento temí que Jensen se fuera de mi lado corriendo y se fuera con ella. Sé que suena egoísta, pero mi mente es una traicionera que me lleva a las peores situaciones. Demostrándome que eso no iba a ser así, él permaneció a mi lado por la noche, me abrazó e intentó convencerme de que no era nuestra culpa, mucho menos mía. Me aseguró una y mil veces que no se iría de mi lado. Lo que no sé es lo que pasará con Carolina.

Giro mi cuerpo para el otro lado, intentando disipar mis pensamientos. Tras unos minutos donde permanezco dándole vueltas al tema, cierro los ojos. Dejo que el sueño cierre mis parpados y por fin descanso, agotada a más no poder.

Mis párpados se abren, descubriendo un fondo oscuro a mi alrededor. Un olor nauseabundo se cuela en mis fosas nasales, provocándome una arcada tras otra. Huele a húmedo, a esa sensación agobiante que se pega a tu pecho y te dificulta respirar.

Mareada, consigo poder estabilizarme y enfocar lo que me rodea, haciendo un esfuerzo casi sobrehumano. Giro la cabeza, curiosa de saber dónde me encuentro. Me siento mal, como si hubiera tomado algún calmante fuerte que debilitara mi ser.

Con la poca iluminación que entra por una pequeña ventana descubro que solo hay cuatro paredes de color negro, las cuales dan la sensación de cernirse sobre mi persona, causando un agobio mayor en mí. Estoy en una especie de habitación, solo que esta no tiene puerta. Todo es como de cemento, imposible de atravesar con una patada o algo por el estilo. La ansiedad me come por dentro al pensar que no puedo salir de aquí, que estoy completamente encerrada para el resto de la eternidad.

Me levanto del suelo temblando, sintiendo el frío en mis pies (ya que voy descalza). Camino enfrente de las paredes pasando mis manos lentamente por ellas, intentando encontrar una salida para huir de este lugar. Mis esperanzas no se acaban, no puedo haber entrado en un lugar de salida. No me gusta sentirme encerrada. Lo odio desde muy pequeña.

Acabo frente a una ventana de apenas un palmo de ancho y dos de largo. Salir de aquí va a ser imposible, conforme me voy dando cuenta siento que el corazón se me acelera a sobremanera y comienzo a sudar. No sé cómo voy a conseguir la libertad y eso me asusta mucho. Me echo hacia atrás y paso mis manos por mis brazos desnudos, notando el frío. Me detengo un instante a ver que vestimenta llevo, descubriendo que tan solo llevo un vestido blanco, caído.

Por un momento me fijo algo más en la ventana cuando veo que se mueve. Mis instintos se ponen alerta cuando consigo observar que se está haciendo más pequeña, hasta el punto en el que llega a desaparecer antes de que yo pueda llegar a ella. De la rabia y miedo que llevo conmigo, comienzo a dar puñetazos a la pared. No veo nada, todo está oscuro, ni si quiera sé lo que tengo en frente.

Un golpe en seco hace que me gire asustada. Al ver a alguien en el medio de la sala llevo mis manos a mi boca para no gritar. Quien se suponga que hay ahí en frente me sonríe. Y no, no tengo visión nocturna, es que un rayo de luz cálida (de vete tú a saber dónde) le ilumina únicamente la boca. Mi corazón golpea dentro de mi pecho una y otra vez asustado. Esto no me da buena espina, esa persona está avanzando hacia mí poco a poco, con una sonrisa tética en su boca.

La luz cada vez se va haciendo cada vez más ancha llegando a iluminar también su nariz. Y cuando llega a los ojos llevo las manos a mi boca. Es Carolina. Está frente a mí, sonriendo de forma exagerada.

Por unos segundos la recorro con mis ojos. Un vestido parecido al mío la cubre, su pelo está estropeado, cayéndole por los hombros. Unas lágrimas empiezan a caer desde sus ojos hasta el suelo, haciendo un ruidito al chocar con el suelo. Observo como levanta el puño de su mano y lo abre. Mostrándome que dentro hay una cuchilla.

-Llegas justo a tiempo, querida Bárbara-deja de sonreír y hace un falso puchero.

Instintivamente comienzo a correr hacia ella al imaginarme lo que va a hacer. Pero algo me impide llegar hasta ella, hay una cosa que me impide correr y me impulsa hacia atrás. Cuando llevo mis ojos hacia lo que sea eso, descubro que estoy atada con unas cadenas a la pared. No me puedo mover. Solo puedo observar como ella lleva la cuchilla hacia un brazo suyo.

Grito cuando poco a poco va rasgando su piel. La sangre sale disparada junto con dos gritos. Uno mío...y otro de ella.

-¡Para! -por un momento, Carolina me mira, con la cara empapada en lágrimas- ¡¡Carolina, para por favor!! -ella inclina la cabeza hacia un lado, fijándose en mí- ¡No lo hagas! -sonríe maliciosa y niega efusivamente con la cabeza, como una niña pequeña.

Lleva la cuchilla a su otro brazo, mientras el otro la empapa entera de sangre. Hace presión con la cuchilla y pronto, más líquido rojo cubre su cuerpo. Tiro de las cadenas gritando por intentar llegar a ella. No la odio tanto como para desearle la muerte, por dios, jamás lo haría. No quiero que le pase nada. Nadie en este mundo debería querer quitarse la vida.

Se tambalea un poco, mareada por la cantidad de sangre perdida y la que está perdiendo. Yo peleo con las cadenas, por intentar llegar a ella y salvarla.

Por un momento, una risa sale de su boca. Una risa limpia, sonora e infantil. Y ese sonido resuena una y otra vez justo cuando ella cae al suelo, mareada por toda la sangre que ha perdido. Lleno la sala con un grito que sale de mi garganta al verla así, incluso llego a hacerme daño. Siento mis brazos caer, notando que las cadenas han desaparecido. Y corro hacia Carolina como si el alma me fuera en ello.

Me agacho a su lado y apoyo su cabeza en mis rodillas. Rasgo mi vestido, cogiendo un trozo de tela y atándoselo en la herida. Hago lo mismo con el otro, intentando parar el reguero de sangre que sale de sus muñecas. Sus cortes son en vertical, cosa que me asusta todavía más. Pronto, la tela blanca se vuelve roja y yo me encuentro manchada de sangre, tanto mis piernas como manos y mi cara, pues agobiada llevo las manos a mi rostro.

De repente, sus ojos se abren y se levanta. Agarra la cuchilla y se lanza encima de mí. La risa infantil resuena en toda la sala, cada vez más fuerte. Mi miedo aumenta cuando intento forcejear, pero ahora las cadenas sujetan mis brazos y pies en el suelo. Ella me mira desafiante, mientras las gotas rojas van cayendo en mi cara. Y grito cuando la cuchilla va directa a mi cuello.

-¡¡Bárbara despierta!! -el grito hace que abra los ojos sobresaltada. Jensen está frente a mí, sujetándome de los brazos y sacudiéndome ligeramente. Su rostro parece preocupado, pero estoy tan nerviosa que no me fijo ni en ello.

-Oh dios... -mis manos se dirigen a mi cuello, rogando que no tenga absolutamente nada. Estoy completamente aterrorizada, siento cada fibra de mi cuerpo temblar de puro terror.

Antes de que diga nada, Jensen sube a la cama y me acurruca en su pecho. Intento reprimir los sentimientos que luchan por salir a flor de piel. Con todas mis fuerzas mantengo mis lágrimas retenidas por unos segundos en los que la sangre de ese maldito sueño viene a mi mente. Intento que mi corazón se relaje y deje de golpear mi pecho como si fuera un saco de boxeo. El aire no llega a mis pulmones, siento que me estoy ahogando.

-Ya está cariño... -su mano acaricia mi hombro y deja un beso en mi cabeza. Es cuando me doy cuenta de que me estoy agarrando a su camisa de forma desesperada, la cual se arruga en mi puño. Le suelto despacio, acercándome un poco más a él.

-No... no me dejes sola por favor -musito, dejando mi cabeza sobre su pecho. Absorbiendo su olor consigo sentirme de nuevo en casa, sin sangre ni cuchillas por el medio. Sus brazos me hacen ver que estoy bien, segura en lo cotidiano. Solo así puedo calmarme.

-Estoy aquí. No vas a estar sola -agarra mi cara son sus enormes manos. Mis ojos se encuentran con los suyos-. No vas a estar sola nunca, siempre voy a estar aquí -respiro hondo sin dejar de mirarle. Llevo mis labios junto a los suyos, desesperada por sentir que no se va, que está aquí, conmigo. Casi me dejo el alma en ese beso. Le abrazo con todas mis ganas, dejándome rodear por su cuerpo.

El día de ayer fue horrible, aunque me temo que hoy tampoco va a ser una buena jornada. Mis miedos cada vez se van haciendo más grandes, hasta el punto de soñar con ellos y atormentarme en mis pequeños momentos de paz.

No sé cuánto tiempo estamos así, abrazados, apoyándonos el uno en el otro. Tampoco sé el porqué ambos tenemos miedo, nos aferramos desesperados al otro como si fuera nuestro único bote salvavidas. Solo siento que quiero tener ese bendito "nosotros". No quiero ni busco nada más.

Varios besos más tarde, me levanto mientras Jensen se va a hacer la cena. Ni si quiera sabía que había dormido tanto al punto de ser de noche, pero es lógico, estaba física y mentalmente agotada.

Cojo el pijama y con esto, entro en el cuarto de baño. El agua ardiendo hace que mi mente se despeje por unos minutos, haciéndome olvidar ese maldito sueño. Salgo de la ducha, envuelta en un albornoz y con la piel roja por culpa de la temperatura tan alta, pero no me importa. Por un segundo me mantengo quieta en la alfombra, mientras el vaho sale de mi piel. Me siento como si estuviera en otro mundo, como si algo malo fuera a pasar...

Soy consciente de que la puerta del baño se abre y Jensen pasa por ella. Pero me concentro en salir de mi estado de letanía. Cepillo mi pelo frente al espejo de cuerpo entero. Me fijo en mi rostro. Sigo hecha un desastre. Y me siento tan mal.

Nunca supe mirarme feliz, nunca me vi realmente alegre frente al espejo. Digamos que nunca he podido observarme como yo misma. Siempre he tenido una expresión triste... excepto cuando pensé que todo había acabado y yo estaba con él.

Pero hoy... hoy me veo terrible.

-Por dios, hoy doy asco -detrás de mí, Jensen frunce el ceño.

-¿Por qué dices esas cosas? -me encojo de hombros.

-Solo mírame. Las ojeras parece que se han tragado mis ojos. Mi cara grita que la tape con algo antes de salir a la superficie terrestre -niega con la cabeza y puedo notar su pecho en mi espalda.

-No digas eso, por favor. Eres la persona más hermosa que conozco, por dentro y por fuera. Sabes exactamente como hacer sentir bien a los demás y piensas tan poco en ti misma... Bárbara, nunca he conocido una persona tan alucinante como tú -sus manos van a mi cintura, por encima de la bata que me cubre. Yo le agarro. Nunca había escuchado algo así, menos dirigido a mí.

-Eso lo dices porque te gusto, Jensen.

-Pues precisamente por eso. He sabido ver todas las cosas hermosas que tienes dentro y estoy muy feliz de haberlas descubierto -sonrío, mirándole por el espejo. Lo único que me apetece es sentirme bien, a gusto.

-Te quiero -exclamo, mirándole a los ojos. Su sonrisa se ensancha en ese momento. Las dos palabras me han salido del alma.

Cuando sus manos van recorriendo mi cintura, es cuando me doy cuenta de que esto está dando un vuelco impresionante. Creo que los dos tenemos la misma necesidad de fundirnos en uno y olvidar por unos momentos al resto del planeta. No quiero saber nada de nadie, solo de él y de mí. Sus manos secan mi estómago y mi pecho, mientras yo solo disfruto de vernos en el espejo. Mejor dicho, de verlo a él. Traga saliva cuando baja a mi cadera, y su nuez se mueve. Es demasiado guapo.

-No me gusta que digas que das asco, porque no es cierto -besa mi mejilla y sube un poco sus manos. Hasta llegar al nudo de mi albornoz el cual se va deshaciendo entre sus dedos. Y este cae al suelo, en un absoluto silencio de ambos.

Sus manos recorren mis caderas, desde la parte trasera de la espalda, hasta mi ombligo. Por un momento aparta las manos de mi cuerpo, para llevar todo mi pelo al lado izquierdo y comenzar a besar mi hombro. Me cuesta respirar cuando él comienza a besar mi cuello. Miles de corrientes eléctricas me recorren entera, ya sabe que ese es mi punto débil. Mis manos no saben dónde agarrarse, así que las alzo por encima de mi cabeza y acaricio su pelo, para bajar a su nuca.

Solo quiero sentirle conmigo y hacerme ver que no hay nada de lo que preocuparme. Quiero dejar al mundo a un lado, darme cuenta de que amar no es un pecado y de que solo somos responsables de lo que hagamos entre nosotros. ¿Por qué querer a otra persona tiene que desencadenar tragedias horrendas?

Sus benditas manos vuelven a mi vientre y va subiendo cada vez más, hasta llegar a mis pechos. Los acaricia tomándose su tiempo, lento, haciendo que algunos gemidos salgan de mi boca cuando pellizca suavemente la cima de estos. Muero del deseo que me quema ahora mismo por dentro.

-Escúchate por el amor de dios, eres una puta melodía -llevo mis manos a las suyas para apartarlas. Doy la vuelta sobre mí misma y sin pensarlo dos veces me lanzo a su boca. Me invita, abriéndola, dejando que nuestras lenguas se enreden. Un beso húmedo, de los que no puede acabar en un simple roce de bocas. Jensen me sabe a futuro, a ganas, a cariño y a sexo. Muerdo su labio, justo cuando él intenta besarme. Notando su erección contra mí, llevo allí mi mano y la paso por encima-. Joder, Bárbara -gime.

Sus manos rodean mis muslos y me levanta como si fuera una pluma, caminando hacia la cama, donde se sienta conmigo encima. Con mis manos voy desabrochando cada botón de su camisa mientras él continúa acariciando mis pechos. Involuntariamente, comienzo a mover mis caderas en un instinto de calmar la necesidad que ha aflorado dentro de mí. Llevo mis manos a su pantalón y comienzo a desabrochar su cinturón, en lo que él se quita la camisa. No sé en qué momento esto se ha vuelto tan salvaje, y necesitado, pero ahora mismo es lo último que me importa. Le quiero conmigo, besándome y dejando que por unos minutos solo seamos el yo, sin un contrato donde yo acepto romper su matrimonio y donde por un segundo yo sí me llamo Bárbara Holding.

-Quítatelo -le digo al oído, refiriéndome a las prendas que le quedan en el cuerpo. Él se levanta, mientras yo alcanzo un preservativo de la mesita. Vuelve a mí, trepando por la cama y volviéndome a sentar sobre él.

Le paso el condón, mientras llevo una de mis manos a su erección y comienzo a acariciarle. Jensen suelta una maldición que casi me hacer reír, en lo que consigue qutar el maldito envoltorio y paro para que se pueda poner el preservativo. Las ganas que tengo me pueden entera. Sus manos me levantan mis caderas y me conduce hasta su erección. Siento como entra en mí, acomodándose en mi interior y robándonos un gemido.

-Estamos construidos a medida el uno para el otro -entra por completo, provocando que me arquee. Su dedo índice recorre mi pecho, mientras que con la otra mano me acerca a él para dejar un beso en mis costillas- ¿Lo ves? -gruñe. Vuelve a embestir contra mí, mientras su frente está apoyada en la mía.

-No me sueltes -musito, agarrándome de sus hombros para poder ahondar.

-No lo voy a hacer nunca -gimo mirándole a los ojos cuando el muerde su labio y vuelve a embestir en mi dirección. Siento que el centro del mundo somos nosotros dos.

Con ese apoyo subo y bajo varias veces sobre su erección, mientras su cadera nos ayuda a acercarnos cada vez más a la cima. No nos hace falta más. Nuestras caderas chocan una y otra vez mientras la habitación se llena del sonido de nuestros besos.

Sabemos que esto va a ser rápido, ambos tenemos demasiadas ganas como para aguantar mucho. Pero logramos retrasarlo, cogiendo un ritmo suave que consigue llevarnos a la locura.

-¿Sabes cómo me pone verte encima de mí? -esa pregunta consigue sorprenderme, pero en el buen sentido. Sonrío, mientras continúo moviéndome, buscando nuestro placer. Él aprieta los dientes y gime en mi oído, mientras tengo mis manos entrelazadas en la nuca.

-No lo sé, demuéstramelo -musito, algo curiosa, haciendo que él suelte una risilla (que termina convirtiéndose en gemido).

De repente, Jensen me coge y sale de mí, para colocarme bajo su cuerpo. Sin esperar un solo segundo, abre mis piernas y vuelve a adentrarse. Pero él agarra mis piernas y las coloca en sus hombros, demostrándome que de esta forma es más cómo y conseguimos más placer. Conforme va volviendo a coger ritmo, siento que todo mi cuerpo se inunda de un placer sublime. Agarro las sábanas con mi mano, gimiendo. Cuando abro los ojos, Jensen tiene la mirada fija en mí.

-Por dios, Bárbara -musita, adentrándose en mi cuerpo una y otra vez-. No voy a poder aguantar mucho más, ah -exclama. Sin ninguna vergüenza, llevo una de mis manos a mi intimidad. Me acaricio ante sus ojos, que me observan hambrientos mientras sigue moviendo sus caderas para darme más placer.

Y terminamos, explotando. Echo la cabeza para atrás, soltando un gemido y sintiendo como mi cuerpo comienza a temblar por todas las ondas de placer que me recorren de arriba abajo. Él aprieta mis muslos, sin parar de adentrarse en mí, cada vez más fuerte, más seco, más descoordinado. Sé que acaba cuando se queda quieto y gime con los dientes apretados.

Cae a mi lado. Ambos miramos al techo en lo que nuestras respiraciones se van calmando, intentando que el corazón no nos salga desbocado del pecho. Se levanta para poder tirar el preservativo, para tumbarse a mi lado después. Su mano está sobre mi cintura.

-Quiero que hagamos el amor toda la eternidad Jensen, por favor -no soy yo la que habla, son las hormonas. Giro mi rostro hacia él cuando Jensen hace lo mismo.

-Te aseguro que para mí no será un gran esfuerzo -besa mi mejilla y la acaricia con su mano-. Te quiero -le beso, con una sonrisa en la boca y sabiendo que no se va a ir de mi lado, como me he estado atormentando. Él me quiere y desea estar conmigo.

Me levanto para ir al baño y asearme un poco, sobre todo para poder limpiarme. Coloco mi pijama y salgo, descubriendo que él ha hecho exactamente lo mismo que yo. Se acerca para abrazarme y dejar un beso en mi frente.

-Ahora que ya hemos saciado nuestra hambre carnal, ¿Qué te parece si saciamos el otro tipo de hambre? -ríe en mi oído ante mi expresión.

- Luego podemos volver a saciar la otra.

-Mmm... -me levanto riendo- Desde luego, estás hecho todo un campeón -exclamo, para comenzar a caminar hacia el comedor. Él me sigue, riéndose conmigo.

Salimos a la cocina, y calentamos las verduras que había hecho. Comemos viendo la televisión en la mesa. Mientras intento convencerle de comer un trozo de pimiento (el cual odia con toda su alma), él me rebate diciendo que es la peor verdura que ha existido en la vida.

-Tienes complejo de Sin-Chan, Jensen -escucho su risa, en lo que distingo también el politono de mi móvil- Espérate, Shinnosuke Nohara, ahora vuelvo -le lanzo un trozo y me voy riendo. Gracias a que he dejado la puerta abierta de mi habitación he podido escuchar la música del móvil.

Salgo corriendo para que no cuelguen y logro cogerlo. Cuando el identificador de llamadas me dice que es un número privado, mis instintos se ponen completamente alerta. Un pinchazo recorre mi pecho, haciéndome pararme en seco. Descuelgo.

-¿Si? -contesto con miedo.

-Hola, zorrita. Hace mucho tiempo que no hablaba contigo, ¿eh? -la voz de León riendo traspasa la línea. Unos nervios terribles me hacen sentarme en la cama, agarrándome al cabezal. Hasta el aire me falta cuando voy a contestar.

-¿Qué pasa? ¿Le ha pasado algo a Héctor? -solo de pensarlo... la bilis se me sube a la garganta. Si le llega a pasar algo, yo mataría a León con mis propias manos y juro que no tendría remordimientos.

-Pues mira, te llamo para avisarte que quiero el uno de febrero el dinero. A las doce de la noche. Ni un día más, ni un día menos -empiezo a temblar y asiento inconscientemente. No puedo pensar ahora mismo-. Quedaremos donde tú ya sabes. En el mismo sitio donde os encontré a ti y a él. Más te vale aparecer si quieres volver a verlo.

-León, déjame hablar con él por fav... -y cuelga. Mi mente queda paralizada durante unos segundos. Sin pensarlo dos veces, me voy al calendario del móvil.

El uno de febrero cae miércoles y quedan exactamente cincuenta y tres días. Una ola de frío me recorre entera, haciéndome sentir mal. Quiero vomitar absolutamente todo. Me voy al baño corriendo y lavo mi cara con agua helada. El conjunto de lo que ha pasado, el sueño y la llamada... no me está ayudando en nada.

Solo de imaginarme a Héctor siendo golpeado o sufriendo, me causa un mareo horrible. Tengo tantas ganas de verlo que me duele el alma cada vez que pienso en él. En saber si me están mintiendo y en vez de estar vivo... está muerto.

No puedo evitar correr al retrete para vomitar absolutamente todo. Cierro los ojos con fuerza, notando el sabor asqueroso y amargo que me inunda. Un mareo hace que me agarre a la taza y otro espasmo en mi estómago hace que continúe vomitando. Siento que todo se me remueve por dentro.

-Bárbara, ¿estás bien? -la voz de Jensen al otro lado me sobresalta. Intento contestar, sujetando mi cabeza con la palma de las manos.

-Sí, un segundo -grito a través de la puerta. Cuando más ganas de vomitar vuelven, no puedo evitar las arcadas. Y es cuando él entra.

-Hostias, ¿pero por qué no me has llamado? -paro por un segundo y otro de esos pequeños mareos hace que cierre los ojos. Jensen me ayuda, recogiéndome el pelo, aún húmedo. Su mano acaricia mi espalda lentamente.

-Dios... -apoyo mi cabeza en sus rodillas, mientras él me da un beso en la cabeza. Tiro de la cadena. Siento que el mundo a mi alrededor me oprime, como si me robaran el oxígeno. Me cuesta bastante recuperarme y poder abrir los ojos sin que todo se vaya de lado.

-¿Quieres levantarte? -asiento sin fuerzas. Me ayuda a llegar al lavabo, donde sin preguntarme moja mi cara y mi nuca con la ayuda de una toalla húmeda. Yo cepillo mis dientes varias veces para que este sabor tan asqueroso se vaya.

Camino con su brazo en mi cintura hasta el sofá. Me dejo caer, sentándome. Él se agacha, apoyando sus manos en mis rodillas y me mira.

-¿Qué te pasa, cariño? -le miro a los ojos casi sin fuerzas.

-Es simplemente una mezcla de todo Jensen. No me pasa nada -trago el nudo de mi garganta-. Solo son nervios -sus ojos recorren mi rostro, cerrando un poco sus ojos.

-¿Sabes que me puedes contar lo que sea, verdad? -asiento. No Jensen, no te puedo contar todo. No puedo contarte que eres mi trabajo. No puedo contarte que voy a romperte el corazón y que no te puedo decir nada por riesgo a no cobrar ese maldito dinero. No puedo decirte que no soy Bárbara, que me llamo Jeannette y que mi vida es el mayor desastre sobre la Tierra.

-No hay nada que contar Jensen, estoy bien. Solo son simples... nervios -me encojo de hombros, intentando parecer despreocupada. Él asiente, imagino que creyéndome. Y una sonrisa aparece en su rostro mientras me tiende una mano.

-¿Y si vamos a tomar un helado? -abro los ojos sorprendida.

-¿Hay heladerías abiertas a las diez de la noche y en diciembre? -le pregunto riéndome.

-Bueno, heladerías no creo. Pero supermercados sí, y ahí puedes comprar una tarrina de dos litros -niego divertida y agarro su mano.

-Venga, vamos -me levanto, quedando frente a él. Los dos nos dirigimos al cuarto, donde cada uno se busca algo de ropa-. Al final sí que te gustaron, eh -le guiño un ojo mientras me pongo un jersey de lana.

-No sé cómo he vivido sin probar el helado en toda mi vida. Y la culpable de que ahora me encante, eres tú -suelto una risotada mientras voy a por mis vaqueros. Él trastea por detrás de mí para colocarse un jersey gris. Por lo que veo, lleva unos vaqueros azules, que en cuanto me da la espalda me dan una muy buena vista de su trasero. Muerdo mi labio divertida y continúo con mi tarea de vestirme, intentado no distraerme con Jensen vistiéndose.

Vestidos, arreglados y abrigados con grandes chaquetas salimos a la calle. Jensen aprieta la bolita de mi gorro y yo me rio. Es en estos pequeños gestos en los que de verdad, consigue hacerme ver que le quiero con todo mi corazón. Le agradezco que quiera hacerme olvidar lo que me ha puesto nerviosa, aunque ni siquiera sepa qué me pasa.

-Te queda muy bien -me besa y pasa delante de mí.

-Tus vaqueros también te quedan muy bien, me dejan unas buenas vistas ¿sabes? -Jensen se gira y me saca la lengua. Hago lo mismo y continuamos hasta el coche. Me subo de copiloto, conducimos hasta un supermercado llamado All. Bajamos del coche y caminamos, hasta que la calefacción del supermercado nos golpea, provocando que nos quitemos los abrigos.

Cogemos dos tarrinas de un litro de helado cada uno, yo de pistacho y Jensen de tres chocolates. Subimos otra vez al coche y nos vamos a casa, donde acurrucándonos comemos nuestro helado viendo la película de Troya. Supongo que por unos minutos puedo obtener algo de paz mientras acurrucada en su pecho observo la película.

Mi corazón soporta hasta un cierto límite de sentimientos. Si lo sobrepasas, se rompe en mil pedazos. Y recuperarme cuesta demasiado como para durar solo una vida. Por hoy ya está bien de sufrir. Así que poco a poco, mis ojos se cierran dejándome sin el final de la película.


***

★ Votad y comentad, pequeñas ovejitas. Hacer que este rebaño crezca y se multiplique 😍

OS AMO CON TODA LA PATATITA ❤

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro