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39: Sin ella.

PENSAMIENTO DE HÉCTOR:


Abro los ojos y noto el típico dolor en mis brazos, el mismo que desgraciadamente se ha hecho común en mí. Estar atado durante tantas horas me debilita, hace que me duela incluso mover los hombros o el pecho. El olor a humedad ya no me da arcadas, no me ha quedado otro remedio que acostumbrarme a esa podredumbre. La espalda me duele horrores de dormir en un colchón tan destartalado. Bajo de él y quedo sentado en el suelo. El frío cala por mis huesos, provocándome un escalofrío que me recorre entero.

La puerta se abre para dejarme ver al matón de turno. Trae una bandeja en las manos de orangután y lleva una camiseta negra como de seis tallas menos, junto con unos pantalones del mismo color. A este le conozco, es el calvo que siempre le acompaña.

—Buenos días —parado en la puerta me observa. Se acerca a mí sin apartar la mirada, solo para parecer que no tiene miedo. Si me pudiera desatar, veríamos si iba a mirar así—. Vaya, hoy te ha comido la lengua el gato —sus asquerosos dientes se hacen ver, dejándome con las ganas de darle un puñetazo en toda la cara al imbécil de delante. Me señala la bandeja, donde descansa un poco de pan y un tazón de leche— Agáchate y come, rata asquerosa —sus ojos transmiten diversión. Es un cabrón de mucho cuidado.

Muerto de hambre, agacho la cabeza y logro coger algo de leche a sorbos. Por supuesto, no la desaprovecho y bebo. Vuelvo a hacer lo mismo, pero esta vez me levanto con liquido dentro de mi boca. Le miro, esta frente a mí. Antes de que diga nada, escupo todo el contenido de mi boca en su cara. Sonrío al ver como se levanta y se pasa las manos por el rostro para intentar limpiarse. Jódete, imbécil.

—¿Te crees muy listo, pedazo de rata? —llega hasta mí y me agarra del pelo para darme un puñetazo en la nariz. Sin fuerzas, caigo redondo al suelo, mientras la sangre resbala por mi rostro.

—No te ensañes con él —al oír esa voz me giro para ver al mayor cabrón del mundo. A León—, lo quiero vivo al menos hasta que la zorra me de él dinero. No siento necesidad de tener un cadáver más sobre mi conciencia, menos aún el suyo, ¿verdad, querido Héctor? —ríe y se acerca a mí. Tira de mi pelo hacia detrás y su cara queda a muy pocos centímetros de la mía—. Pero más te vale que no te pases, rata de mierda. Puede que algún día me canse y te convierta en un fiambre, ¿me oyes? —suelta mi cabeza bruscamente y yo me quedo tumbado en el suelo. No puedo ni moverme. No tengo fuerza.

—¿Todavía no la ha llamado para fijar una fecha? —escucho la conversación entre el gilipollas de la comida y León.

—A eso he venido —me muevo para conseguir ver como marca un número de teléfono, y sonríe—. Hola, zorrita. Hace mucho tiempo que no hablaba contigo, ¿eh? —León pasa su mano por la barbilla, para después soltar una carcajada— Pues mira, te llamo para avisarte que quiero el uno de febrero el dinero. A las doce de la noche. Ni un día más, ni un día menos —escucho como habla, sabiendo que es ella la que responde. Ella. Jeannette—. Quedaremos donde tú ya sabes. En el mismo sitio donde os encontré a ti y a él. Más te vale aparecer si quieres volver a verlo —y quita el teléfono de su oído. Me quedo aquí tumbado, a ver si me dejan ya tranquilo.

—Aquí te quedas, rata —el grandullón y León se van de la habitación, dejándome solo otra vez. Al menos no tengo que verles la cara al par de imbéciles.

Mi mente divaga por ahí, y va al pensamiento que siempre tengo. Jeannette. No sé si podrá reunir el dinero, es demasiado como para ganarlo en tan poco tiempo. Pero por supuesto prefiero que me maten antes a mí que a ella, es todo cuanto tengo. Necesito verla y saber que todo está bien. No sé si aguantaré más dentro de este maldito zulo y quiero quedarme tranquilo de saber que a ella no le pase absolutamente nada, es completamente todo lo que tengo. Sin ella yo no viviría.

No creo que resista mucho más, pues esto me puede. Solo quiero aguantar hasta poder abrazarla y sentirla entre mis brazos. A salvo. Tranquila. De ahí en adelante solo quiero seguir por ayudarla, pero con llegar a verla una sola vez soy feliz.

No pido mucho más.

Llevo tanto tiempo aquí dentro, que creo que me matarán en cuanto me entreguen a Jeannette. Esos ojos verdes que me llenan de alegría. Siempre he creído que era la niña más bonita de la Tierra.

Solo quiero ser feliz.

***

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