38: Sorpresas desagradables.
Jensen y yo entramos en la empresa de Willmatic. Mi vista va directa a Maggie, quien se está mordiendo las uñas al vernos juntos dentro de este espacio. Cuando aparecemos por la puerta viene literalmente corriendo hasta nosotros, puedo observar que está nerviosa. No sé el porqué pero esto me da muy mala espina.
—¡Jensen! Digo... ¡Señor WIlliams! —con los tacones, llega hasta nosotros corriendo como puede— Tengo una noticia que no sé si es mala o es buena —nos dice cogiéndose las manos con nerviosismo.
—¿Qué pasa? —le cuestiona Jensen a mi compañera, quien mira hacia todos los lados.
—Tiene usted una visita que...
—Tutéame —Maggie resopla.
—¡Es Ángelo! Esta en su oficina, dice que quiere hablar con usted y que no se irá sin hacerlo —al instante, Jensen aprieta la mandíbula y aparta a Maggie para coger un paso muy rápido hasta el ascensor.
—¡Señor Williams! —grito, disimulando ante todos, mientras le sigo. Lo único que consigo es que muchas miradas se dirijan a nosotros al ver esta escena. Pero me la suda ahora mismo la oficina entera, Ángelo no debería estar aquí. Entiendo que quiera pedir disculpas, pero... creo que está todo como demasiado reciente.
Logro entrar antes de que las puertas del ascensor se cierren y me pongo frente a él.
—No te preocupes —me dice serio, pero a la vez relajado.
—Jensen, por favor, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir —me mira por unos segundos, serio mientras sus ojos se fijan en los míos.
—Relájate, no voy a hacer nada, Bárbara —lleva su mano a mi mandíbula y suelto el aire contenido. Confío en él y sé que no va a hacer nada. Sé que si lo dice lo cumplirá.
Las puertas del ascensor se abren y me giro para ver a Ángelo plantado en mitad de la oficina. Paso hacia delante en lo que Jensen se coloca a mi altura. Caminamos hasta él y se quedan mirándose durante unos segundos. Bueno, Jensen le mira y Ángelo solo baja sus ojos hasta el suelo.
—¿Qué quieres? —le cuestiona mi acompañante.
—Quiero hablar contigo —contesta Ángelo. Jensen me mira a mí y después devuelve la mirada a el hombre que se acostó con su mujer. Mi acompañante va a la puerta de su oficina, saca la llave y le abre la puerta a Ángelo. Después la cierra y ya no tengo ni idea de lo que pasa ahí dentro. Cotillear en estos momentos me parece de mala educación. Ellos dos deben hablar.
No sé qué hacer. Creo que estoy para darme cabezazos contra la pared ahora mismo. No tengo ni idea de lo que está pasando ahí dentro y... tampoco sé si quiero saberlo. La desesperación me mata y me carcome por dentro. Solo de pensar de la que se puede armar en este momento tiemblo. Sinceramente, lo único que se me ocurre en este momento es coger el móvil y llamar a Jade.
—Hola querida amiga castaña pero que ahora es morena —contesta Jade— ¿Pasa algo?
—Pasa que tu corcho está aquí.
—¿Cómo? —el desconcierto en la voz de Jade hace que asienta con la cabeza como si ella pudiera verme. Definitivamente, soy gilipollas.
—Se ha plantado aquí, diciendo que quiere hablar con Jensen. Y están los dos dentro de la oficina. Si huele a caquita, he sido yo —musito.
—Ese hombre no está bien. Lo ves, tiene cabeza de corcho. Sí es que al final tengo razón en todo —intento no reír con lo que ha exclamado, pero una sonrisilla se me escapa. Lo siento, estoy nerviosa.
—No sé qué querrá, pero hay que tener narices para presentarse aquí después de...
—Darle samba a Carolina en un baño mientras tú Maggie y yo lo grabábamos. Por cierto, me acuerdo de que les dejaste a medias —escucho su risa a través del móvil.
—Cabrona, no me lo recuerdes —le sigo la risa, pues esta vez no lo puedo evitar.
—No te preocupes churri, estarán bien. Jensen puede parecer tonto porque es rubio, pero no es tonto. Los rubios somos muy listos—logra tranquilizarme un poco con sus bromas.
—Yo solo espero que no acaben como la otra vez que se vieron —asumo recordando aquel terrible momento.
—Por lo que me contaste muy bien no acabaron pero... —la puerta se abre y yo despego el teléfono de mi oído.
—Hablamos luego, ya salen —cuelgo sin esperar respuesta.
Ángelo sale de la oficina... con buena cara. Me acerco a él.
—¿Todo bien? —asiente.
—Todo bien. Al menos he podido quedarme... más tranquilo —suspira y aprieta su sien—. Esto parece un poco de película, nunca pensé tener que pedir disculpas por... eso, ya sabes.
—Sí lo sé —carraspeo. Un silencio inunda la sala durante medio minuto. Joder, que incómodo.
—¿Tu amiga sigue aquí en Orielsh? —su pregunta hace que frunza el ceño.
—Claro —él me mira— ¿Por?
—Oh, nada. Simple curiosidad. Solo quería darle las gracias por una cosa —sonríe mirando al suelo—. Espero que nos veamos algún día. Hasta luego, Bárbara —me da un beso en la mejilla y se marcha.
Me quedo mirando el ascensor durante creo que un minuto. Esto ha sido raro. Muy raro. ¿Darle las gracias a Jade? ¿Por qué?
Entro en la oficina, Jensen está ordenando unos papeles. Su mirada se levanta hasta enfocarme a mí y me recorre entera con sus ojos.
—¿Qué te ha dicho? —le pregunto cerrando la puerta.
—Nada. Me ha dicho lo gilipollas que es y que me ha contado que Carolina le ha llamado un huevo de veces, borracha y cagándose en todo.
—Oh, interesante —me encojo de hombros.
Un silencio inunda la sala en lo que él me mira fijamente. Muerde su labio y sonríe. Su mirada recorre mis piernas, pasando por mi cintura. Casi hace que me queme la piel con solo mirarme como lo está haciendo.
—¿Te he dicho lo bien que te sienta esa falda? —sonrío.
—Bueno, si cuenta que esta mañana cuando me la he puesto me la has quitado y hemos acabado con un final muy feliz en la cama, entonces sí —una risita sale de su boca.
—Cierto —deja las hojas en su mesa y se levanta. Me acerco a él, sin quitar la vista de sus ojos.
Cuando estoy lo suficientemente cerca, sus manos van a mis caderas y su boca en busca de mis labios. Rehúyo antes de que logre besarme y me rio. Él sonríe y vuelve a intentarlo, pero le hago lo mismo.
—Pareces un bebé cuando vas a besar —encojo los labios y cierro los ojos, imitándole de forma cómica. Él ríe y se acerca a mí. Esta vez dejo que nuestros labios de junten.
Al principio solo son simples besos, pero los cuerpos cada vez van pidiendo más. Dejo que mi lengua juegue con la suya. Sus manos van bajando cada vez más, mientras yo llevo las mías a su mandíbula.
Su boca pasa de mis labios a mi cuello, dejando besos. Cuando llega allí, una corriente me recorre entera y creo que esto está empezando a subir cada vez mas de tono cuando me levanta y me sienta en su mesa, bruscamente. Antes que nada, va hacia la puerta y pone la cortinita para que no se nos vea. Recordemos que su puerta es transparente. No queremos que nos pillen en pleno desenfrento.
Cuando se acerca a mí, recorre mis muslos con sus manos, acabando en mi trasero. Lo estruja, haciendo que mis caderas choquen con las suyas. Una oleada de calor pasa por todo mi cuerpo.
—¿Aquí? —le sonrío divertida, mientras hago que nuestras miradas queden frente a frente.
—No puedo aguantar —muerde su labio, con su frente sobre la mía. Yo suspiro. Joder, madre mía con Jensen.
Él lleva mi mano a los botones de su camiseta. Divertida, voy desabrochando uno a uno, lentamente, hasta que consigo abrirla y llevo mis manos a su pecho. Su corazón late desenfrenado mientras mi respiración se va acelerando conforme sus manos suben y bajan en mis muslos.
—Ven —me pone de pie y tiro de su cuello para juntar otra vez nuestras bocas. Nos peleamos y acariciamos con ellas, sintiendo todo del otro.
Acabamos tumbados en el mini sofá de su oficina, donde cada vez esto va subiendo más de tono. Mi camisa está desabrochada y su mano acariciando un pecho por encima del sujetador. Me siento encima de él, sabiendo que la falda se ha plegado y que ahora mismo está mucho más arriba de su lugar.
Nuestras frentes se juntan, sus ojos son un completo caos. Las pupilas dilatadas me enfocan mientras yo me acerco a él y muerdo su labio, antes me había quedado con las ganas de ser yo la que realizara tal acción.
Sus manos empiezan a recorrer mis hombros, desde la clavícula hasta mis manos. Su boca se queda en el inicio, dejándome besos húmedos. La camisa se queda tirada en el suelo. Cuando siento las grandes manos de Jensen subiendo por mi espalda, no se me hace sorpresa el sentir el sujetador desabrocharse y caer al sofá, mientras sus labios van directos a mis pechos.
Echo la cabeza para atrás, dejándole más espacio. Los muerde y besa, mientras su erección choca con mi feminidad. Cuando me quiero dar cuenta, estoy buscando placer con mis caderas, pues las muevo sobre él, rozándome con su cuerpo. Aguanto los gemidos mordiéndome el labio, no queremos que la oficina se entere de lo que estamos haciendo.
—Me encanta verte así —murmura sobre mi pecho—, entregada al placer —cierro los ojos. Mis piernas tiemblan de puro deseo. Quiero que me toque.
—Jensen, quiero sentirte —le digo al oído.
Me levanta de las caderas con sus manos, quedo de pie delante de él. Sus manos bajan poco a poco mi falda y deja un beso en mi vientre. Cuando se levanta, instantáneamente le desabrocho el cinturón y el botón, pegándome a él y dejando un beso en su barbilla.
Con sus brazos me tumba en mini-sofá y se acopla en medio de mí. Nuestros labios vuelven a juntarse, dejando que los sentidos vuelen por el aire. Solo oído, tacto, gusto y vista.
Baja mis braguitas y las deja en el suelo. Quedo completamente desnuda en una oficina. Dios mío, nunca imaginé que lo iba a hacer en un lugar como este.
Su bóxer sigue mi ropa interior, veo como comienza a darse placer en lo que separa mis piernas y se agacha para poder besarme. Cuando le siento ahí abajo, solo puedo morderme los labios, soltando un suspiro ahogado. Con su lengua, poco a poco, comienza a hacer que el placer inunde mi cuerpo, mientras suspiro. Pronto, estoy lo suficientemente húmeda, pues se levanta, limpiándose con el dorso de la mano.
Veo como se agacha para sacar un preservativo de la cartera. Desde que estamos juntos, llevamos globitos por todos lados, creo que se ha convertido en nuestro nuevo objeto de la suerte. Varias veces he pensado en tomarme yo anticonceptivas, pero la verdad es que con los efectos secundarios que tienen no creo que lo haga.
Se coloca el preservativo y levanta mis piernas para encajarnos. Cuando le siento entrar poco a poco, una ola de placer me recorre. Le beso y amortiguo el sonido en su boca. Siento su erección por completo dentro de mí, llenándome. Moviendo las caderas esa sensación me vuelve a recorrer entera. Tenía tantas ganas de estar con él que el mundo se me olvida por completo en estos momentos.
No existe nada. Solo nuestros besos, los sonidos y nuestras caderas uniéndose una y otra vez. Esto no es solo sexo, esto es amor. Sus besos me lo demuestran mientras acaricia mis costillas y me besa, desesperado. Mis dedos aprietan su espalda cada vez que nos unimos. Quiero que esto siempre sea así de... perfecto.
—Oh dios Jensen... —gimo al sentirle tan dentro. Es imposible no arquear mi espalda. Él aprovecha, y besa mi pecho, dejando que su lengua me acaricie.
Por más que pueda, nada de esto es sucio. Ni lo será. Es limpio, puro...
—Bárbara —oírle gemir es la mejor canción de este universo. Chocamos una y otra vez.
El sudor nos empapa a los dos, la piel se pega y nuestras bocas no pueden separarse. Llega un momento, donde sale de mí y alza todavía más mis piernas. Esta vez, le siento más dentro cuando se abre paso dentro de mí. Vuelve a arremeter, esta vez más duro.
—Oh joder —le oigo decir.
—Jensen, t-te siento t-tan dentro que... oh —me hace gemir entrando otra vez. Su mano baja a nuestra unión y acaricia mi clítoris al ritmo de sus penetraciones.
—Dios Bárbara, vente conmigo. Vayámonos juntos a ese mundo en el que tú y yo conocemos. Vamos, vente para mí —susurra sobre mis labios mientras coge un ritmo donde le siento por todos los lados.
El aire me falta en los pulmones y noto que no hay suficiente oxígeno para la bocanada de aire que doy. Es imposible que esto pueda ser real. Sí, ha sido rápido. Pero necestiábamos calmar esa necesidad que teníamos dentro (por lo menos yo).
Le beso, gimiendo en su boca. Sabiendo que él llega al orgasmo conmigo, juntos. Muevo mis caderas y hago que la sensación dure un poco más, dejándonos quietos a los dos. Absorbiendo todo. Le miro, nuestros ojos se encuentran y los suyos tienen fuego. Me acerca a él para poder besarme.
Dejo escapar el aire de mis pulmones y me dejo caer por completo en el sofá. Respirando entrecortadamente. Jensen me besa delicadamente en los labios, después sale de mí. Tira el preservativo a la basura y se acerca otra vez a mí para ponerse a mi lado.
—Te quiero Bárbara.
—Y yo, Jensen —sonrío y acuno su cara en mis manos—, te quiero —nos quedamos unos segundos así. Mirándonos y besándonos, disfrutando de este post-sexo que nos encanta. Pero debemos volver a la realidad, estamos en su maldita oficina.
—Será mejor que nos vistamos. A mí me encantaría estar así toda la mañana, pero desgraciadamente no podemos —sonríe y nos levantamos. Me pongo la ropa, sabiendo que ninguno quita la vista del otro.
Cuando los dos ya estamos decentes, me dirijo a la puerta. Acomodo mi pelo en lo que subo la cortina de la puerta y la abro. Me giro para encontrarme a Jensen frente a mí.
—Si alguien hubiera entrado yo... —posa su dedo índice en mi boca.
—Nadie ha entrado y no ha pasado nada. Los arrebatos de pasión nos llevan a esto —ríe, dejando un pico sobre mis labios.
—Te veo luego —miro hacia detrás y compruebo que no haya nadie, después emprendo mi camino hacia donde está mi ecritorio.
Creo que si a la Jeannette de antes le dijera que iba a acabar haciéndolo en una oficina con un afortunado, se habría reído en toda mi cara y me hubiera dicho que dejara la droga de unicornio. Es impresionante como he cambiado desde el principio de todo esto hasta ahora. Y más que cambiaré.
La vida son experiencias, recuerdos, muchas risas y lágrimas. No es otra cosa. Luego tú decides si compartir todo eso con alguien o no. En mi caso era que no. Pero ahora creo que sí. Dios, qué lío llevo.
Pongo mi atención al trabajo que tengo y decido ponerme manos a la obra e ir adelantando un poco las cosas. Tengo que hacer todo el trabajo de una semana entera, y ayer acabé gran parte. El teléfono de mi oficina suena, despistándome de lo que estoy haciendo. Lo cojo y contesto lo típico:
—Oficina de Jensen Williams —digo antes de que alguien diga nada.
—Bárbara, soy yo, Maggie. Dile a Jensen que tiene una llamada muy importante, no me han querido decir de quien, pero es de un hospital —la piel se me pone de gallina.
—Le paso la llamada —hago lo que digo y cuelgo.
Muerdo mis uñas, nerviosa. ¿Le habrá pasado algo a su padre o madre? Tengo un mal presentimiento. No sé el porqué pero eso de un hospital... no me huele nada bien.
Esos lugares no me traen buenos recuerdos. Los odio con toda mi alma. Esas zonas esterilizadas y con olor desagradable me recuerdan a mi madre cuando tenía Alzheimer. No los amo mucho, la verdad, me traen demasiado dolor. Es escucharlos y todo en mí consigue ponerse en alerta
Después de unos minutos, Jensen abre la puerta de su oficina y sale abrochándose su chaqueta de traje. Me levanto disparada y voy detrás de él, quien camina hacia el ascensor.
—¿Está todo bien? —al oírme se gira, dándome la cara.
—Sí, todo va bien cariño —me acerca a él y deja un beso en mis labios, rápido, casi mecánico. Su ceño está fruncido y tiene cara de preocupación.
—¿Seguro? Si necesitas algo puedes decírmelo —por unos segundos solo me mira, con ese temor en sus ojos. Solo los aparta cuando el «Clin» del ascensor se hace sonar.
—No pasa nada, acaba tu jornada y vete a casa a descansar. No sé si podré ir a comer —deja un beso en mi frente y agarra mi cara para ponerme frente a sus ojos—. Te quiero —y así se da la vuelta y se marcha. Le veo desaparecer en lo que las puertas del ascensor se cierran y me quedo ahí plantada.
¿Qué habrá pasado? ¿Será algo de sus padres? Dios, espero que ellos dos estén bien. Esto de no saber las cosas es muy malo.
Decido volver a sentarme y continúo con lo que estaba haciendo antes de estar con Jensen. Me cuesta horrores no imaginar malas situaciones que pueden pasar por la cabeza, pero no creo que ninguna sea tan mala como las que pienso. Por dios, tengo una imaginación demasiado traicionera.
Al llegar la hora de irme, tan solo recojo mi bolso y apago el ordenador. Nada más acabar, cojo el móvil y llamo a Jensen. Me salta el contestador.
«Ahora mismo no puedo contestar al teléfono. Deja tu mensaje y te llamaré en cuanto pueda» suena el típico pitido y empiezo a hablar.
—Hola Jensen, solo quería saber si esta todo bien... bueno... si va todo bien. Llámame en cuanto puedas —acabo y cuelgo. Vuelvo a intentarlo otras dos veces, pero nada. Decido dejarle un mensaje,
«Hey Jensen, sé que la llamada era de un hospital, ¿Está todo bien?
Si necesitas ayuda en algo, solo llámame.
Te quiero, no lo olvides.»
Por unos momentos me quedo mirando la oficina vacía, me doy cuenta de que no la ha cerrado. Entro y al ver el sofá me sonrojo yo sola. Digamos que recuerdos de hace unas horas me vienen a la mente.
Decido llamar a Jade como antes, si no la tuviera creo que ya me habría vuelto loca completamente. Marco el número y al quinto tono me lo coge.
—¡Te he dicho ya con esta tres veces que no! ¡¿Lo pillas?! ¡¡No!!
—Hey, relaja los humos amiga. Soy Jeannette.
—Ostras, lo siento. Tengo que haberte agujereado el tímpano.
—Nah, solo alguna fisura que otra, pero estoy bien —le contesto.
—¿Pasa algo? —me contesta. Está seria.
—¿Quedamos para comer?
—Vale, ¿aviso a Steve?
—Sí. Venir a mi casa y comemos ahí.
—Trato hecho. Te dejo mi chiquiturri, luego hablamos.
—Adiós loca —me lanza un beso por el auricular y cuelga.
Bajo a recepción y veo que Maggie ya está recogiendo, así que me acerco a ella.
—Hola, Maggie —me pongo frente a el mostrador y apoyo mi cabeza sobre mis manos. Ella levanta la vista, enfocándola en mí.
—Hola, ¿ya te vas? —asiento— Yo también.
—He quedado con Madeleine y su hermano para comer.
—Guay, así pasas el rato —me sonríe.
—Había pensado en que tú también vinieras, ¿qué te parece?
—Vale. Hoy estoy un poco plof. Rody me ha llamado y me ha dicho que no podrá venir los días que acordamos —suspira—. Esto es una mierda, cuando él tiene vacaciones yo no puedo.
—No digas eso, seguro que podréis quedar en otro momento. Hay más días que longanizas —le guiño un ojo y ríe. Llega un momento donde cierra los ojos y chasquea la lengua.
—Lo siento, yo aquí contándote mis problemas y tú seguramente mal por lo de la llamada —muerdo mi mejilla interiormente.
—No pasa nada. Jensen me ha dicho que vendrá en cuanto pueda. Además... —me callo al ver a Shasha acercarse. Esa mujer tiene la oreja puesta en todos los lados. Se acerca a nosotras con una falsa sonrisa.
—Hey chicas, ¿interrumpo? —pues bueno, la verdad que sí.
—No, no te preocupes. Nosotras ya nos íbamos —digo.
—Quería preguntaros como fue el viaje —sonrío al recordar Kayatura, Jensen y yo tan juntos y solos. Bendita intimidad.
—Muy bien —le contesta Maggie—, estuvo genial.
—Me han contado que Jensen no hizo ningún trato con Ángelo. Pero si no han negociado, ¿qué hacía el otro aquí? —allá vamos.
—Pues la verdad, no es mi oficio enterarme de eso. Lo siento —sonrío y la cara de "amiga" que tenía Shasha se borra al instante. Lo siento, pero sé que a Maggie varias veces casi le busca la ruina. No puedo ser agradable con ella cuando no lo es con los demás.
—Oh bueno, yo...
—Lo siento, pero nosotras nos tenemos que ir ya, tenemos cosas importantes que hacer —le contesta Maggie agarrando su bolso. Sale del mostrador y cruza su brazo con el mío—. Hasta luego, y suerte con el grano de la frente. Si te pones árbol de té quizá no parecerá que tengas un tercer ojo —abro los ojos.
O sea, ¿Qué?
—¿Dónde está la Maggie reservada y callada que yo conozco? —le digo mientras caminamos hacia la salida.
—Me la he comido, tenía hambre. Además, no existe a otra rubia que le tenga más asco que a esa. Seguro que es de bote, tiene el color castaño por aquí —me señala las entradas y yo me rio.
—Bueno, pues vamos a comer —sonrío.
—Tengo el coche aparcado a una calle de aquí, lo tenía en el taller —saca las llaves y le sigo. El coche de Maggie es rojo, y como no tengo ni idea de coches, no sé qué modelo es. Solo sé que es un Nissan.
Subimos y paramos en un supermercado. Compro las cosas para preparar una ensalada de pasta y también compro frutas para una macedonia de postre. Volvemos al coche y ponemos rumbo en mi casa. Mientras, saco el móvil y vuelvo a llamar a Jensen. No obtengo ninguna respuesta. Le dejo otros mensajes. Ni si quiera ha visto los primeros, pero por si acaso los mando.
Al llegar, nos ponemos manos a la obra a preparar la comida, y mis dos mejores amigos no tardan en llegar. Jade se acerca a mí, me da una palmada en el trasero y un beso en mi mejilla.
—Hola morenaza, ¿me das tu número? —sonrío al oírle.
—Anda, ayúdame en esto —le digo. Unas manos me rodean la cintura y un beso se planta en mi mejilla. Ya sé quien es.
—Hola Bárbara —se ríe en mi oído. Me giro y le abrazo.
—Hola, oso guarroso —le apachurro contra mí y dejo un beso en su mejilla. Por unos segundos me quedo abrazándole mientras a mi lado Jade aliña el cuenco con la ensalada de pasta y Maggie está colocando los cubiertos en la mesa.
—¿Te pasa algo? —me pregunta Jade, llevando la comida a la mesa.
—Sí bueno, a Jensen le han llamado de un hospital y no sé qué ha pasado —me encojo de hombros—. Le he llamado un montón de veces al móvil y le he dejado ya como cuatro o cinco mensajes.
—No te preocupes, verás como será una tontería —me dice Steve, dejando un beso en mi cabeza.
—Va a estar bien. Piensa que las malas noticias son las primeras en llegar —escucho decir a Maggie desde el salón. Jade se queda mirando su teléfono y después rueda los ojos y lo cierra. Está seria. Está muy seria.
—¿Comemos? —digo cambiando de tema. Asienten y nos sentamos a la mesa.
—Vamos —dice Steve.
Comemos tranquilos, hablando de cualquier cosa que se nos pasa por la mente. Bueno, Steve y Maggie hablan. Jade y yo permanecemos cada una en nuestro mundo.
—Bárbara, ¿puedes acompañarme un segundo? Necesito hablar contigo —asiento a la pregunta de Jade y nos levantamos.
Agarra mi brazo me lleva a mi cuarto. Cierra tras nosotras y me mira.
—¿Sabes quién ha aparecido en mi casa después de una semana? —me dice con sus manos en las caderas.
—Pues no.
—Ángelo, ¡Ángelo! ¡El puto corcho! —grita hacia arriba, ¿Ángelo?
—¿Y qué quería?
—Pues me ha agradecido el morreo que le di cuando despertó, que le lanzara a la calle con los calzoncillos puestos y también que potara en su coche —me mira y empiezo a reír a pata suelta— ¡No tiene gracia!
—Jade, ¡sí la tiene! Menuda manera de buenos días —coge un cojín de mi cama y lo lanza contra mí, dándome en toda la cara. Joder, sí que tiene puntería.
—Ahora me dice que le acepte una invitación a cenar. Se las apañó para coger mi número de teléfono esa noche, no para de llamarme y enviarme mensajes.
—¿A cenar? —alzo las cejas divertida— Uhh, has ligado con el corcho —le doy golpecitos y consigo que se ría— ¿Qué le has dicho?
—Que no —abro la boca sorprendida.
—¡¿Por qué?!
—Es un gilipollas y me cae mal, ¿vale? Déjame tenerle asco tranquila —suspira, dando un paso hacia atrás— Además yo tengo mejores cosas que hacer.
—¿Ah sí? —pregunto. Ella asiente— ¿Cómo qué?
—Pues hacer que Robert se divorcie, darte por saco y... regar las plantas que las tengo muy mustias —contesta echándose la melena hacia detrás.
—Vives en un hotel. No tienes plantas Jade, solo una. Y te la cargaste tropezándote con ella —le recuerdo
—¡Pues me compro unas margaritas! Ahora están muy de moda —anuncia nerviosa—. No me cae bien. Es un arrogante, un creído y un imbécil. Encima me dice que va a venir al hotel y en el pasillo me va a cantar la de "sueño contigo" hasta que acepte ir a cenar con él. Sinceramente, tengo menos futuro con él que un enfermo de Parkinson robando panderetas —es imposible no reírme cuando acaba de decir esa frase.
—A lo mejor quiere pedirte disculpas —me encojo de hombros.
—Que se las meta por el culo, no me sirven.
—Ay Jade, eres muy difícil —miro un segundo mi móvil. Ni llamadas ni mensajes ni nada.
—Gracias —sonríe y se acerca a mí— ¿Todavía no has tenido noticias de Jensen?
—No —niego con la cabeza—. No sé que habrá pasado, pero tengo algo aquí —pongo la mano en mi pecho— que me dice que no es nada bueno.
—Venga, pitonisa Marisa, ya verás que no ha pasado absolutamente nada. Relájate, Jeannette.
—Créeme, por más que lo intento es un poco imposible —le contesto.
El resto de la comida se me pasa lento. Miro otra vez el móvil, pero nada.
Mis amigos deciden quedarse a hacerme algo de compañía y logran que me ría un poco. Llega ya la hora de que se vayan, pues cada uno tiene cosas que hacer. Se despiden de mí y le deseo suerte a Jade con Ángelo. Ese chico va detrás de mi amiga y no le importa no disimularlo.
Me paso la tarde viendo la televisión sin verla. O sea, está encendida y todo eso, pero no sé ni de que va lo que estoy viendo. Mi cabeza está en otro sitio alterno al mío.
Cuando oigo unos golpes en la puerta, salgo disparada a abrir. Me encuentro con Jensen, cansado y con olor a hospital. La cara que tiene es un poema.
—Hola, cariño —le doy un beso y me aparto para que pase dentro de casa.
—Hola, Bárbara —"Bárbara". Ya no "cariño". Ignorando eso, pasa dentro y se gira para enfrentarme.
—¿Pasa algo? —le pregunto cuando cierro la puerta.
—Sí Bárbara, pasa y muy grave —frunzo el ceño y mi corazón se acelera.
—¿Qué pasa, tiene que ver con tus padres?
—No —niega y traga saliva, nervioso, mientras pasa las manos por su pelo—, ellos están bien.
—¿Entonces? —el corazón empieza a latirme en los oídos.
—Es Carolina —¿Carolina?
—¿Qué tiene que ver ella con un hospital? —avanzo un poco quedando frente a él.
—Bárbara, Carolina estaba ingresada en el hospital. Ha intentado suicidarse.
***
No olvides dejar la estrellita llena ★ en lugar de vacía ☆. Ayúdame a llevar lejos esta novela.
OS AMO CON TODA LA PATATITA ❤
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