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33: Mi rosa.

Pensamiento de Jensen:

Mentiría si dijera que Bárbara dormida a mi lado no me encanta. Sería el mayor embustero si asumiera que su rostro, en la más absoluta calma mientras está descansando, no podría inspirar a cientos y miles de obras en un lienzo. Su cabeza está apoyada en mi pecho, y son las tres de la mañana. No puedo dejar de pensar en todo lo que siento con ella, en lo que me hace vivir. Estoy enamorado de ella, ¡y cómo me gustaría poder gritarlo al mundo si pudiese! Seguro que, si otras personas vieran mi vida o algo por el estilo, pensarían que estoy traicionando a mi futura exmujer.

No me duele la pérdida de Carolina, me duele la pérdida del tiempo gastado. Jamás diré que ha sido un error, porque al fin y al cabo he aprendido cosas. Pero no nos quisimos bien, nos quisimos mal y tóxicamente. Retándonos, arañándonos, rompiéndonos y haciendo que hasta cogiéramos asco el uno del otro.

Odio las comparaciones y sé que no debería hacerlas porque cada persona es un mundo, pero... con Bárbara nada es así, es fácil. Pero tengo que admitir que siento miedo de pensar que en un futuro nos podemos hacer daño y acabar como hemos terminado Carolina y yo.

Bárbara es alegría, cosa que hace que me enamore más de ella. Su manera de pensar tan alocada consigue hacerme reír y seguirla, loco por volver a sentirme libre. La forma en la que me mira y la que me toca, como si fuera lo único que importa en ese momento. No tener vergüenza para expresar lo que siente, ni para sentir. Es que es ella, y ya está. Me ha arrasado de tal manera, que no me ha dado tiempo ni para pensar.

Dejo un beso en su frente y me levanto de la cama, para pasear por la habitación y quedarme mirando por la ventana. Me giro al oír un carraspeo.

—Jensen... —Bárbara se gira hacia mí y esboza una sonrisa medio dormida, con todo el pelo a un lado de su rostro. Joder, está preciosa— ¿Qué haces ahí?

—No puedo dormir —me dirijo a ella y le doy un beso delicadamente en su frente—, pero tú debes seguir haciéndolo. Venga, cierra esos ojos, dormilona —niega mientras sonríe y agarra de mi camisa. Lleva sus brazos a mi nuca y me besa tan suavemente que creo que voy a derretirme por un segundo.

—Te acompañaré en tu insomnio a las tres de la mañana. Pero me lo vas a tener que recompensar —me mira con sus ojos verdes y, sorprendiéndome, deja un lametazo en el cuello—. Sí es que estas tan bueno que sabes bien —me aparto riendo y me quedo sentado a su lado. Ella apoya su cabeza en mis rodillas y yo le acaricio el pelo. Negro carbón, suave y ligero. Se enreda entre mis dedos para deslizarse suavemente y caer en mi pantalón.

—¿Tienes ganas de volver? —abre un ojo y sonríe.

—No. Solo por Madeleine. Pero creo que si viniera aquí se volvería loca con tanto surfista —en eso coincido. Jamás había conocido una persona tan activa como su amiga, es la persona con las ocurrencias más locas que te puedas imaginar.

—¿La conoces desde mucho? —cuestiono, interesado.

—Desde hace muchísimo. Me tiró un refresco encima y desde ahí surgió la amistad —acaricia mi abdomen por encima de la camiseta— ¿Tú no tienes mejores amigos?

—Oh sí, lo tengo. Pero está en Italia. Es fotógrafo y según tengo entendido, no creo que vuelva muy pronto. Algo ha encontrado allí para no volver.

—¿El amor?

—Puede ser —me encojo de hombros—. O a lo mejor la inspiración.

—Anda ven —abre sus brazos y nos tumbamos, envolviéndonos en un abrazo. Ahora soy yo el que está apoyado encima de su fino camisón blanco.

Acaricia mi pelo, acompasando lentamente su respiración con la mía. Cierro los ojos, mientras ella pasa un dedo de mi nariz a mi frente, delicadamente. Así me quedo completamente dormido.

Cuando abro los ojos, ella está sentada en la cama con el teléfono en las manos. Aun lleva el camisón, puedo observar como su pelo cae por su espalda hasta la cintura.

—Luego te hablo, te quiero cacho capulla —escucho por la línea de teléfono.

—Y yo también, bruta —Bárbara cuelga y se vuelve a tumbar a mi lado. Me ve y sonríe— Buenos días, cariño —me da un beso tras acariciar mi pelo para volver a levantarse. Se dirige al baño y oigo el agua del grifo caer.

Cierro los ojos y vuelvo a dormirme, caigo en un estado en el que duermo y me vuelvo a despertar cada cinco minutos. Odio esto e intento volver a descansar, hasta que el colchón se hunde a mi lado y me llenan la cara de besos.

—¡Venga dormilón! A despertarse —su cuerpo encima del mío me hace abrir los ojos—. Quedan muchos sitios de esta isla por descubrir, y quiero hacerlo a tu lado —me da un beso, mientras entrecierro los ojos y gruño. No me quiero levantar—. Voy a desayunar con Maggie. Dúchate y baja. Cochino. Que hasta aquí me llega la peste —reímos.

Se levanta y puedo ver que lleva unos pantalones cortos, junto con una camiseta rosa de tirantes. Unas sandalias con flecos marrones le acompañan. Y su pelo en dos trenzas de raíz. Esta jodidamente guapa, y brilla. Es preciosa.

Desde su posición me lanza un beso y cierra la puerta, dejándome con las ganas de cogerla y traerla de nuevo a la cama, para hacer de todo menos cosas decentes. SI por algo nos caracterizamos las nuevas parejas es que lo único que nos apetece hacer es tener mucho sexo. O al menos a mí me pasa.

Decido que es la hora de levantarme y me meto a la ducha. Aunque lo quiero evitar, bajo el chorro del agua mi mente sigue pensando. No sé cómo otras personas dicen que olvidan sus pensamientos en la ducha. Yo estoy cantando y bailando dentro con música creyéndome Prince o estoy dándole vueltas al coco y dramatizando todo. Hoy toca la segunda.

No sé qué cara pondrá Carolina cuando sepa que le he descubierto. Mucho menos la de mis padres cuando les cuente todo de golpe. Por supuesto que tengo ojos en la cara y sé que a mi futura exmujer no le caen bien mis progenitores, pero pensé que al menos tendría una relación educada con ellos. Los huevos. Creo que cuando se lo cuente a mi madre me va a bailar el aserejé, pero espero que por lo menos repete que esté con otra persona.

La gente empezará a comentar y en la oficina seré el centro de todo chisme (aparte de serlo ya, soy el jefe). Me importa un bledo, la verdad es que eso es lo mínimo de todo esto.

Salgo de la ducha y voy a la habitación con una toalla enrollada en mi cintura. Miro mi mano en la cual, gracias al sol, brilla el anillo. Me quema. Me arde ahí, puesto, demostrándome que de cierta forma tengo aún un vínculo con una persona que me ha traicionado. Así que me lo quito y lo dejo en la mesita. La marca ha dejado una aureola blanca, que para mí significa libertad. Me divorcié de Carolina la noche en la que me di cuenta de lo ciego e idiota que he sido. Si hay algo que odio con toda mi alma son las mentiras. Es algo que nunca podría perdonar en una relación.

No me arrepiento de nada de lo que ha pasado. Tengo ganas de ser una pareja con Bárbara, sin tener que ir escondiéndonos. Gritándole al mundo que estoy enamorado de ella. Deseo empezar una vida nueva junto a ella, el vivir los primeros meses de nuestra relación y irnos a vivir juntos. Necesito enamorarme y sentir de una puñetera vez eso que te quema el pecho de ganas de ver a esa otra persona, de amor, de pasión. El matrimonio no me importa. Primero quiero disfrutar de mí y de ella, juntos.

Me cambio de ropa, para ponerme una camisa llamativa que compré en el mercadillo al que fui con Bárbara junto con unas bermudas. Después de ponerme colonia y coger mi cartera bajo al buffet del hotel, donde intento divisar a mi rosa y a Maggie.

Por fin, logro encontrarlas. Bárbara me mira, sonríe y con su mano me dice que me acerque para sentarme a su lado. Hago lo que me dice. Si no tengo miedo de demostrar mis muestras de cariño ante el mundo, tampoco lo tengo ante Maggie.

—Hola —las saludo. Mi empleada me mira y sonríe cuando me acerco a Bárbara y dejo un beso en sus labios.

—Buenos días, Jensen. Se te ve animado hoy —asiento.

—Bueno, lo estoy —levanto mis manos y las enseño—. He dejado de ser un hombre casado sentimentalmente. Desde hace ya un buen tiempo—me giro hacia Bárbara y observo como ella sonríe de oreja a oreja. Maggie ríe y da unos pequeños aplausos con sus manos.

—Ay joder, ¡qué monos! —reímos.

En el desayuno, Maggie nos cuenta que hoy va a ir con Rody a una especie de lago, ya que es su día libre. Nos invita, pues según le ha contado el chico es un lugar donde realmente va poca gente y es hermoso. Aceptamos, ¿qué mejor persona para enseñarte una isla que alguien que vive en ella?

Esperamos fuera a Rody, con los bañadores bajo la ropa. Cuando llega, nos saluda con alegría. Es un chico más joven que Maggie, pero no demasiado. Sé que estos dos se traen algo entre manos, se nota a leguas.

Cuando llegamos puedo ver la ilusión en los ojos de Bárbara. Cada paisaje que vemos aquí es para babear y te sientes como un niño pequeño descubriendo un parque de bolas. Creo que estamos en el mismísimo paraíso.

Un lago se llena por la caída de una pequeña cascada, que va avanzando en un río. Mi rosa quita rápido toda su ropa, se queda en un bikini que le sienta como si se lo hubieran cosido encima y se mete corriendo. No hay nadie y puedo verla como nada por el medio, con las dos trenzas a su lado.

Me meto en el agua, soltando una exclamación de sorpresa. No puedo concebir como en una isla donde hace tanto calor el agua puede estar tan sumamente helada. Ella viene nadando a mí cuando me escucha y me rodea con sus manos y piernas.

—¿Vamos bajo la cascada? —asiento y sonríe— Una carrera—se suelta, me empuja hacia atrás y nada hasta allí. Doy unas cuantas brazadas y la agarro del pie.

—Eres una tramposa.

—En el amor y en la guerra todo se vale —reímos y nos besamos. Pero no es un beso tímido, no. Es un beso de lengua, de pasión, de disfrute, con muchas ganas de más... Maggie y Rody chiflan y hacen gestos.

—¡Las guarrerías en la habitación, cochinos! —grita Maggie.

—¡Venga, que tú también tienes hambre! —le contesta mi rosa. Ríen y con ella en brazos me meto más hondo.

Llegamos a la cascada, da un grito cuando el agua nos cae directamente encima, más fría aun de lo que pensábamos. Lo que no sabíamos es que hay una cueva aquí, detrás de la cascada.

—¡Ostras, qué chulo! —exclama, agarrada a mi cuello y mirando hacia todas partes.

—¿Sabes una cosa? —le digo, cerca de ella.

—Sé muchas —una sonrisa se instala en mi boca. Madre mía la cara de gilipollas que debo tener ahora mismo.

—Me encanta verte contenta. Adoro tu risa, Bárbara —por un momento me mira fijamente y puedo ver que por sus ojos se cruza algo, un atisbo de duda que no podría divisar si no conociera tan bien sus gestos. Me consuela que al segundo se recomponga, dibujando una sonrisa brillante en su rostro.

—Tú eres quien me pone así. Tú, Jensen —sus labios se acercan a los míos para dejar un suave beso en ellos.

—Te quiero —esas dos palabras que han salido de mi boca nos dejan completamente parados. Se me han escapado, sinceras. Por un momento, creo que mi cuerpo ha querido soltarlas sin querer retenerlas un segundo más. Porque le quiero. Quiero todo de ella.

Deseo que su sonrisa ilumine todos mis días. Quiero verla feliz. La quiero porque ella es una rosa. Llamativa, te inspira pasión y mucho amor, en ese color rojo que destaca entre todas las demás. Con las espinas, asegurándome que si me paso, sabe defenderse. Le quiero porque es "ella". No hay nada más que decir.

—Yo también te quiero —mi corazón rebosa alegría cuando escucho lo que sale de su boca. Sin poder esperarlo más, me fundo con ella en un beso apasionado. Jugando cada uno con la lengua del otro. Explorando y saboreando. Sus besos son diferentes. Sus besos siempre son paz.

Tras quedar arrugados como pasas decidimos salir del agua. Y nos vamos todos a comer a un puestecito de playa. Allí, Rody nos informa que esta noche van a hacer una noche temática en el hotel. Será de romance tropical. Nos cuenta que esta fiesta se celebra en el hotel cada miércoles.

—No es nada especial. Ponen algunas luces en la orilla que pertenece al hotel, vienen a tocar unos chicos con tambores y hay algo de alcohol. Te lo pasas bien —nos dice mientras conduce al hotel.

—¿A qué hora empieza? —pregunto.

—A las ocho. Podéis cenar e ir a las nueve y media o diez. Está hasta más allá de la madrugada.

—Tenemos que ir —le dice Maggie a Bárbara.

—Vamos —esta se encoje de hombros y se apoya en mí, dejando su cabeza en mi hombro.

Cuando llegamos al hotel, cada uno se va a su habitación a ducharse y cambiarse. Yo camino ya arreglado hacia la habitación de mi rosa, pero al abrir descubro que se ha quedado completamente dormida encima de la cama.

Cierro con cuidado de no despertarla y me quito los zapatos para tumbarme a su lado. Respiro el aroma de su cuello, abrazando su cintura. Ella es mi rosa. Dios, la quiero y no sé como no me había dado cuenta antes. Era algo que ocultaba dentro de mí, no quería dejarlo salir por miedo.

Me quedo dormido con la cabeza apoyada en su hombro, rodeándole con mis brazos. Respirándola. Cuando me despierto, está frente a mí. Mirándome fijamente, sonriendo mientras sus ojos escrutan cada milímetro de mi rostro.

—Pareces un angelito cuando duermes —giro y me pongo encima de ella.

—Pero despierto pierdo las alas —le beso y cuelo mis manos bajo su camisón, subiendo por sus muslos. Acaricio su piel y bajo mi boca a su cuello. Me lanzo a besarlo y lamerlo mientras oigo sus gemiditos que causan que mi pantalón me estorbe.

—Jensen... para. Maggie estará esperándonos. Son las ocho de la tarde —suelto el aire, dándome cuenta de que no podemos hacerle ese desplante a Maggie. Pero tengo que reconocerlo: de buen gusto me quedaría aquí con ella.

Bárbara se viste mientras yo me quedo sentado en el borde de la cama, observándola. Ella deja dos vestidos blancos encima de esta superficie. Se queda observándolos en ropa interior, decidiendo cual ponerse.

Mientras, yo me fijo en sus muslos, tan suaves, con un ligero bronceado. El tanga que lleva hace resaltar sus glúteos. Sus curvas, las que quiero recorrer con mis manos y mi boca consiguen hacer que sonría de medio lado. Vamos Jensen, deja de fijarte en esas cosas. Tengo que apartar la vista y centrarme en mi camisa, acomodándola frente al espejo.

Bajamos y efectivamente Maggie está esperando en la puerta del restaurante del hotel. Cenamos contentos, recordando el viaje en avión, los nervios de Bárbara y lo de esta mañana.

Al terminar vamos a la playa, donde ya de lejos se escuchan los bongos, y tambores. Bárbara va corriendo y se planta en medio de la gente en círculo. La "bruja de la isla" agarra a mi rosa de las manos y se empieza a mover lentamente, enseñándole. Y Bárbara no tarda en seguirle el ritmo. Las dos se mueven entre la gente y bailan. La otra chica la lleva de un lado para otro y no tardan en ser el centro de atención. Cuando la música para, las dos ríen y se chocan la mano, cómplices. Parece que le ha enseñado a bailar como ella.

Es cuando me acerco a Bárbara y veo que se están presentando.

—Soy Bárbara, ¿Y tú?

—Me llamo Sharli. Encantada de conocerte —le sonríe. Perfectamente podemos notar un gran acento en sus palabras—. Tienes una alma muy limpia al momento de bailar. Espero tener el placer de danzar contigo otra noche —la tal Sharli junta sus manos y se inclina frente a mi rosa. Ella, algo sorprendida, hace lo mismo para demostrarle respeto.

—Igualmente. Eres muy buena profesora —sonríen y la chica se despide, para continuar moviéndose al ritmo de la nueva música—. Para ser una bruja es bastante maja —exclama mirándome.

—No todas las brujas son malas —reímos y bailamos juntos. Maggie nos trae alcohol, dos gin-tonics servidos en una gran copa y con limón por los bordes. Rody aparece con más, pero él lleva licores mucho más fuertes. Pronto estamos borrachos perdidos, bailando a la luz del fuego y de la Luna, disfrutando de estas "vacaciones" que hemos inventado.

***

☆=😢

★= Como veo que os gustan las canciones... ¡¡Aserejé ja de je de jebe tu de jebereseibiunouva majavian de bugui an de güididípi!! 👏👏

Holiiiis mi ovejas prechiochas, hermochas, cochitas bonitas 😍

Tengo nono (sueño) y ganas de bailar el asereje.😂

Venga va, voy a ponerme seria.

He estado pensando en subir un video a youtube con todo el amorcito;

¿Qué os parecería?

¿De qué os gustaría que fuera? (He pensado en tips para una buena novela)

¿Lo visitariáis?

OS AMO CON TODA LA PATATITA

(Arriba tenéis el asereje para los/las que no la conozcáis)

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