32: Mar.
Si ves algún error, comenta. Te recomiendo que leas con música 😉
Dedicado a agusrousseaux.
***
Arrugo mi nariz cuando siento algo en ella molestarme, pues me provoca cosquillas. Esto me ocurre otra vez, después otra, y otra...
Abro los ojos incómoda, topándome con una imagen que se me queda grabada en la mente para el resto de mi eternidad de lo hermosa que es. Siendo sincera, hacía mucho tiempo que quería experimentar lo que estoy viviendo ahora. Me siento en una vorágine, donde todo lo que deseaba parece que se va cumpliendo.
Jensen está frente a mí, con una sonrisa de oreja a oreja. Él sol alumbra a contraluz desde el balcón. Su pelo rubio cae en mechones por la almohada, mientras con su enorme brazo me tiene agarrada, muy cerca de él. Tan cerca que solo se echa para delante y roza su nariz con la mía. Ya se me está haciendo normal esta costumbre que tiene de hacerlo, esas pequeñas muestras de cariño que consiguen derretir mi corazón. Lo de anoche fue... indescriptible.
Obviando nuestra primera vez juntos, le siguieron otras dos de gemidos, mucho sudor y besos que nos despertaron en mitad de la noche. No puedo olvidar la sensación de su piel contra la mía, mientras que me llenaba de besos y caricias. Tengo un cúmulo de tantas cosas bonitas dentro de mí que solo puedo sonreír de oreja a oreja como una tonta.
—Buenos días —su voz ha sonado más ronca que de costumbre. Me remuevo un poco y él quita el brazo. Como no quiero que lo aparte, lo vuelvo a coger y lo coloco como estaba.
—Créeme que sí son buenos días —perfectamente puedo notar su cuerpo desnudo, que hace contacto con el mío. Por un momento, me levanto y me voy al baño, pues tengo mis necesidades y quiero lavarme los dientes antes de darle el beso de su vida. Todos y todas sabemos que el aliento al despertarnos no es el mejor del mundo. Cuando acabo, vuelvo a la cama, donde él me espera observándome de arriba abajo.
Al acomodarme ya, agarro sus mejillas con mis manos y dejo un beso en su boca. El sabor a hierbabuena de Jensen me invade mientras su mano acaricia mi muslo, que sobresale entre nuestras piernas enredadas.
—Yo sé cómo mejorar nuestro día —musita. Su mano comienza a acariciar mi muslo derecho de forma ascendente, hasta llegar a mi cintura. Ese contacto me parece tan íntimo y bonito que no puedo evitar sonreír.
—¿Ah, sí? Pues debe demostrármelo, señor Williams —exclamo, haciéndome un poco la interesante. Escucho su risa, la cual choca con mi cuello, antes de que sus labios comiencen a hacer contacto con esa zona.
Unos golpes en mi puerta nos hacen separarnos, mientras por un instinto reflejo siento que mi corazón se acelera por miedo a que nos vean. Debo quitarme eso de la mente ya, ahora no importa que nos descubran. Y sí, eso se siente muy bien.
—Espérate aquí —le digo. Me levanto, arrastro la sábana conmigo y abro lo suficiente la puerta como para asomar la cabeza. Quien me recibe es Maggie, vestida, arreglada y muy perfumada.
—Buenos días. Anda que avisaste ayer que no ibas a venir a cenar —muerdo mi labio y río.
—Es que no pude. Tuve un inconveniente —le señalo la habitación con mis ojos y abro un poco para que vea que estoy enrollada en una sábana. Ella abre los ojos, me señala la habitación y mueve los labios para no hacer ruido, simulando decir «¿Jensen?». Asiento y Maggie da un saltito, sonriendo.
—Bueno va, te lo perdono. Estaré por abajo —me da un beso y se va contenta. No sin antes, murmurar un «Déjalo seco». Suelto una carcajada y cierro la puerta, dándome la vuelta.
—¿Se ha ido? —Jensen se ha levantado y lleva el pantalón puesto, para mi absoluta desgracia. Asiento, con algo de tristeza en mi interior.
Me acerco a él como una niña pequeña y me pongo de puntillas para darle un beso. Sin tacones pierdo altura y el jodido es un gigante. Cuando quita el aguante de mi mano y deja caer la sábana que me cubre, me rio y me dejo abrazar por su cuerpo.
—Jensen, me están esperando —me rio mientras mi pecho hace contacto con el suyo y me besa por toda la cara—. Además, tengo que ducharme. Huelo a cochinadas.
—Mmm, pues yo creo que hueles muy bien... —pasa su nariz por mi cuello, provocando que el vello de esa zona se erice. Joder con Jensen, sabe tocar todas las malditas teclas— ¿Me ducho contigo?
—Sabes que si lo haces no voy a ir a desayunar tampoco. Tengo hambre, yo como algo más que secretarias, ¿sabes? —ríe ante mi expresión, pero lo he dicho con total sinceridad.
—Está bien. Te veo abajo —muerde mi labio y se separa de mí. Me agacho y cojo la sábana para cubrirme, no sé qué me pasa, pero ahora mismo necesito taparme un poco. Cuando se coloca la camiseta, se acerca otra vez a mí para darme un beso. Con una sonrisa abre la puerta y se va.
Me meto en el baño y me meto en la súper ducha. Dejo que el agua a temperatura natural me lave, llevándose el olor a cochinadas que antes le he dicho a Jensen. Es normal, cuando dos personas tienen mucho sexo luego la habitación huele un poquito a vida.
Voy a la habitación al terminar, para así poder vestirme. Decido ponerme un vestido blanco, ibicenco. Tiene algunos encajes en la parte del pecho y en la zona ceñida de la cintura. Me hace vuelo y es fresquito, así que me termino de decidir y lo acabo de rematar con unas sandalias blanquitas muy monas.
Cuando me miro al espejo, no puedo evitar sonreír. Después de hace mucho tiempo, me siento bien. Hacía tiempo que no miraba tan escrupulosamente la ropa y... yo antes amaba la moda. De hecho, he diseñado toda mi vida, desde bien pequeñita. Aunque, por situaciones del destino, nunca he podido formarme y desarrollarme dentro de ese mundo. Los cursos son muy caros, además no existía ninguna carrera o grado cerca de donde yo vivía para poder estudiar algo como eso.
Olvidándome de mis penas, dejo mi pelo secar y agarro mi bolsito marrón con flecos. Para salir más feliz que una perdiz, pues en mi cabeza solo está la imagen de que voy a volver a ver a Jensen después de todo lo que hemos hecho.
Al levantar la vista ya en el vestíbulo del hotel, me topo con un Jensen en bermudas y una camiseta blanca, ceñida a su cuerpo. Verlo así se me hace raro, pero esta que te mueres. Es imposible no mirarlo y no recordarlo como lo vi ayer a los pies de mi cama, desnudo, con el pelo revuelto, pareciendo el mismísimo dios del sexo mientras empuj... Sonrío. Tengo la mente más perversa que nadie. Oh no, Jade es peor que yo.
Él me mira y sonríe, cuando me acerco deja un beso en mi boca que me sabe a que desea mucho más. Esto de no escondernos se siente tan jodidamente impresionante que no me lo puedo ni creer. Ahora mismo estoy muy feliz, flotando en una nebulosa de corazones y de unicornios corriendo encima de arcoíris. Sí, os doy permiso para vomitar.
—Eres preciosa —me dice mirándome a los ojos.
—No, que va, solo... —paso mi mano por su brazo— He pasado muy buena noche —ríe. Se separa de mí cuando Maggie llega de fuera, sonriendo. Sé que ha sido un acto reflejo, pues pronto vuelve a agarrar mi mano.
—¡Madre mía! ¡Por la mañana la playa está preciosa! —se acerca a mí y me abraza. Le doy un beso en la mejilla— Buenos días, señor Williams—saluda a Jensen, tendiéndole la mano.
—Maggie, aquí llámame Jensen —le guiña un ojo y esta abre los ojos sorprendida. Él echa a caminar delante de nosotras, hacia el comedor del hotel.
—Menuda alegría, me lo has hecho hasta más majo —susurra ella disimuladamente en el oído, mientras me da un empujoncito. Ruedo mis ojos divertida y me doy cuenta de que estamos muy cerquita de la comida, pues el olor maravilloso viene a mis fosas nasales.
Me vuelvo loca, cogiendo cosas de aquí y de allá, el desayuno de frutas que acabo comiendo me sienta a las mil maravillas después de la noche tan movidita que he pasado. Un buen café después, ya estoy lista para volver a enfrentar el día.
—Como podéis imaginar, los planes han cambiado —anuncia Jensen bebiendo de su café. Mi compañera y yo nos miramos, las dos sin una pizca de asombro. Esto se veía venir—. No voy a hacer negocios con Ángelo. Así que como la semana ya está pagada... tomárosla como un descanso —Maggie abre los ojos como platos.
—Entonces... ¿podemos hacer lo que queramos? —Jensen asiente. Ella me mira, suplicando como un cachorrito. Le coloco la mano en la cabeza.
—Eres libre, querida Magdalena. Puedes ir a explorar la isla sin mí —mi amiga quita mi mano de su cabeza y me abraza.
—Te amo hasta el infinito y más allá —tras darme un beso se va corriendo. Ella quiere explorar la isla, lo entiendo. Pero mis planes ahora no van más allá de tener a Jensen todo el día.
—¿No te vas con ella? —me pregunta mi acompañante.
—Me mataría de tanto viaje —rio—, yo prefiero las calas, las playas, los jardines, una habitación y a ti desnudo... —acaricio su pierna por debajo de la mesa con mi pie y él ríe.
—Creo que podemos hacer una mezcla. Cala, comer y luego una habitación y yo desnudo, ¿qué te parece? —me encojo de hombros.
—Me apetece. Al final, el orden de los factores no altera el producto —me encojo de hombros fingiendo inocencia.
—¿Y cuál es el producto?
—Tú y yo donde sea, pero gimiendo —mi respuesta consigue hacer que él se sorprenda. Vaya, parece que a veces soy muy directa.
—Pues entonces, bienvenido sea ese resultado —alza una ceja divertido, y sin decir nada más, nos levantamos. Cogemos cada uno su bañador de las habitaciones (sí, tengo bañador, no bikini) y nos subimos en un taxi. Jensen parece haber estado averiguando algo por internet, pues le da una dirección que obviamente no conozco.
Nos deja en una especie de cala, donde hay algunas personas paseando y chiringuitos. Al llegar a la arena, quito mi vestido, dejando ver mi bañador negro. La parte de arriba va unida a la de abajo por unas simples tiras en mi vientre que se unen con unos círculos dorados. Este bañador me lo regaló Steve y tiene el gusto de un puto dios.
Cuando me quito las zapatillas y me giro, me veo a Jensen mirándome. Entera, sin ningún tipo de vergüenza.
—Joder, cómo te sienta... —resopla. Me acerco a él corriendo y hago los honores de levantar su camisa y quitársela. El bañador ya lo lleva puesto. Acaricio su pecho con mis manos mientras me pongo de puntillas y le doy un beso—. Al agua patos —me levanta, cogiéndome en brazos y llevándome hacia el mar, mientras no puedo parar de reír. Hasta que el agua prácticamente nos llega por el pecho, así que nos agachamos para estar más hundidos.
Sigo rodeando su cuerpo con mis manos y nos hundimos juntos en el agua. Con los ojos cerrados encuentro sus labios y le beso bajo el agua. Al subir, todo mi pelo está en mi cara, así que lo retiro con una mano. Además, no ha sido una buena idea eso de meter la cabeza en agua salada porque mis ojos ahora pican un montón.
—Ay dios, que fría —me pego a su cuerpo y él ríe—. Dame calor, grrr —él ríe más y me besa, con sus manos en mi cintura.
Nos tiramos en el agua un buen rato, haciendo el idiota, hasta acabar como unas pasas. Dos señoras pasan con una especie de flotador a pedales, en el momento en el que sus manos agarran mi trasero al besarle. Nos dicen que la llama a nuestra edad sigue viva, pero que le bajemos un poco la potencia. Rio al escucharlas y me pego más a él. ¡Pero qué señoras más cotillas!
Salgo del agua y me dejo secar en unas rocas mientras él a mi lado, hace círculos en mi estómago, por los huecos de mi bañador. Por un momento creo que soy una diosa y todo, aquí tirada en el culo del mundo con el hombre más delicioso del planeta a mi lado, mientras el sol broncea un poco mi piel. Cuando mi bañador está lo suficiente seco, coloco el vestido encima y me pongo las sandalias.
Decidimos ir al pueblo de al lado, en el que están haciendo una especie de mercadillo. Un montón de pulseras, collares y vestidos nos rodean. Acaboobservando mil abalorios hechos a mano, de madera. Compramos un helado, con el que la chica me regala un adorno de flor natural, pues se ha dado cuenta de que somos turistas.
Pero cuando Jensen está mirando unos collares, se da cuenta de que sigo llevando el del delfín. No duda ni un segundo en llevar la mano en mi cuello y acariciarlo.
—Lo sigues llevando —sonríe.
—No me lo quito —le digo mientras coloco la mano sobre la suya—, me trae suerte —le sonrío. Mucho rato después, decidimos ir a comer ya al hotel, así que cogemos un taxi para estar de vuelta lo más pronto posible. No queremos que nos cierren el buffet.
La comida de aquí está muy rica y es muy diferente a la que estoy acostumbrada. Me pierdo, probando todas esas cosas que nunca en mi vida había saboreado. Saben jugar con las salsas y hacen las carnes de mil maneras. Algunos platos tienen nombres muy extraños, casi impronunciables para mí.
Aunque, tengo que reconocer que lo que más me ha gustado de todo el menú, es el postre. Y no, no me refiero a una comida en sí. Me refiero al momento en el que Jensen y yo entramos en mi habitación y cerramos con pestillo.
Quito su ropa nerviosa, porque le sobra toda y porque necesito tenerle a mi lado de una forma más "carnal". Con tirar de la cinta de mi cuello, el vestido cae a mis pies. El bañador no dura muchos segundos puestos en mi cuerpo, cosa que agradezco.
En menos que canta un gallo estoy dentro de la ducha, con agua templada y las manos de Jensen recorriéndome entera. Se frotan en mi cintura subiendo hasta mis pechos, arrancándome un gemido ante este contacto que me enciende.
—¿Prefieres aquí o en la cama? —esas palabras consiguen que una sonrisa se instale en mi boca. Me giro hacia él, mientras el agua va cayendo sobre nosotros y gotea por su rostro hasta su barbilla. Me dejo deleitarme de verle desnudo, levanto una de mis manos y las paso por su abdomen.
No, Jensen no es un chico de gimnasio que entrene todos los días. Pero está muy bien definido y puedo notar la firmeza de su piel bajo mi palma. Sus ojos no se apartan de los míos, me cercioro cuando vuelvo a mirarle.
—Prefiero la cama —observo la sonrisa lobuna que dibuja en su rostro.
—Pues no atrasemos más lo inevitable —musita, antes de acercarse a mí y agarrar mi nuca para acercarme a su rostro. Invade mis labios de forma inmediata, deshaciéndome en un beso desesperado que solo grita una palabra: deseo. Es ferviente y apasionado, somos un manojo de lenguas que se enredan y se deshacen en un contacto tan húmedo como glorioso.
Desliza sus manos por encima de mí, hasta llegar al champú. Me quedo algo sorprendida cuando me da la vuelta y comienza a enjabonar mi pelo.
—Pe-pero... —musito, algo confundida.
—Primero vamos a lavarnos, quiero disfrutar de deslizar mis manos por todo tu cuerpo —acepto, dejando que sus manos me froten y luego aclaren mi melena.
Nos lavamos cada uno, pero en el momento de frotar mi cuerpo son sus manos las que lo hacen. Pasa por mis pechos, por mi cuello y espalda, dejando un ligero masaje que consigue sacarme más de un suspiro. Pronto, el agua caliente deshace a mi cuerpo del jabón y me ocupo yo de enjabonar todo el cuerpo de mi acompañante. Sus ojos me observan mientras me deleito de esa piel ligeramente bronceada. Los músculos de su cuerpo se estremecen conforme paso por ellos y de mientras el agua los va limpiando.
Mis manos cada vez van más abajo en su figura. Bajan más, y más, y más... hasta que llego a esa parte de su anatomía que todos sabemos. Muerdo mi labio divertida y acaricio su erección, robándole un gemido ronco. Me encanta saber que puedo provocar en él lo que quiera, que puedo hacerle gemir y estremecerse (tal y como él hace conmigo). Adoro verle con los dientes apretados, con la cabeza ligeramente echada hacia atrás. Pero gracias a las caricias que le dedico no puede aguantar la tensión y suelta otro gemido, cosa que consigue acelerar las pulsaciones de mi pobre corazón. Escuchar sus suspiros, los mismos que provoco yo, consiguen que mi cuerpo se revolucione.
Le sigo acariciando lentamente, haciendo que muerda su labio. Sus manos se deslizan mi cuerpo y me da la vuelta, mientras que una de sus manos se cuela en mi intimidad para dar unos suaves toques sobre mi clítoris. De tener la visión de antes estoy comenzando a humedecerme, pero aún me falta un poco.
—Creo que es hora de irnos a la cama —musito, dejando escapar una risilla que acaba en gemido cuando siento una caricia en esa terminación nerviosa que tanto placer me regala.
—No puedo estar más de acuerdo contigo —exclama, liberando a mi cuerpo de sus manos y saliendo de la ducha tras de mí.
Tras secarnos lo mínimo, caemos desnudos en la cama, donde acabamos lo que hemos empezado en la ducha. Las gotas de agua aún permanecen sobre nuestros cuerpos. Poco importa eso cuando separa mis piernas, abriéndome para colocarse en medio.
Su boca va directa a mi pecho derecho, para succionarlo y dejarlo ir en un ligero sonido que llena la habitación. Después pasa una y otra vez su lengua por encima de él, mientras mis manos se dirigen a su pelo. Libera mi pezón de nuevo, para ir al otro y repetir el delicioso proceso. Cada gemido que sale de mi boca es una pequeña ramaleada de placer que se reparte por mi cuerpo.
Una de sus manos baja hasta mi intimidad, con sus dedos comprueba que efectivamente estoy bastante húmeda gracias a la atención que le ha regalado a mi cuerpo. Después sube hacia mi clítoris y lo acaricia en pequeños círculos que me hacen querer cerrar las piernas, pero no puedo porque él está en el medio.
—Jensen, hazlo ya —musito, antes de que un gemido salga de mi boca. Él se separa de mí un segundo, para colocarse un preservativo. De un solo intento entra dentro de mí, pues estoy mucho más húmeda que antes, cuando estaba en la ducha.
Gimo y echo la cabeza hacia atrás, mientras su cabeza se coloca en mi hombro. Puedo escuchar todas las maldiciones y los suspiros que da, sus caderas cogen un ritmo delicioso que consigue revolucionarnos a los dos. Por un momento, se incorpora de rodillas, ancla mis caderas a la cama y sus estocadas consiguen que agarre las sábanas con mi puño. Una, dos, tres, diez estocadas que hace que casi ponga los ojos en blanco. Rozar ese punto dentro de mí que tanto disfrute me da.
—¿Te gusta? —se agacha para besarme y asiento, mostrándole que me encanta. Sabe cómo moverse para lograr el máximo placer para los dos.
—Sí, sí —muerdo mi labio y me arqueo. Le siento por todos los putos lados.
Araño su espalda y grito cuando le siento salir por completo de mí y volver a entrar. De repente, para. Coge mis caderas y las baja a los pies de la cama, arrastrándome en esa distancia. Él está de pie, abre mis piernas, alza mis caderas y empieza a moverse lentamente, torturándome. Quiero llorar cuando ese cosquilleo se apaga y se hace cada vez más lento, más placentero y ramificado por todo mi cuerpo. Hasta que comienza a aumentar cada vez más el ritmo, demostrándome que realmente puede llegar a ser muy pasional.
—No voy a aguantar más Jensen... —musito.
—Tócate, por favor. Quiero verte —su exclamación ahora mismo me parece un cántico de los cielos. Así que dirijo mis manos hacia mi intimidad, para poder acariciarme. Es demasiado, yo no puedo aguantar más. Empiezo a temblar, una sensación eléctrica comienza en mi vientre. El orgasmo me recorre desde ahí abajo hasta la última hebra de mi pelo. Él me acompaña, gritando, maldiciendo y moviéndose.
—¡Jensen! —grito cuando llego con él a tocar el puto cielo. Absorbe todo de mí cuando me besa mientras el orgasmo nos recorre enteros.
—Bárbara —saboreamos los últimos segundos de este orgasmo tan rápido, mientras se vacía dentro de mí. Mirándonos, con los ojos bien abiertos, disfrutando de este enlace tan sumamente maravilloso.
Caemos los dos rendidos y me echo boca arriba en la cama, respirando con dificultad. Él se dirige a tirar el preservativo, para volver a la cama y tumbarse a mi lado. Ambos ladeamos la cabeza, mirándonos mientras nuestros pechos suben y bajan. No podemos evitar sonreír como dos idiotas. Con Jensen, no es solo sexo. Con él, es más, es tantas cosas que no sé cómo explicarlo.
Me meto bajo la sábana y el me acompaña, uno de sus brazos me lleva a su lado, acomodándome en su pecho. Deslizo mi mano por su piel, respirando hondo.
—Me encanta estar entre tus brazos —musito. Se gira de lado y me besa, suavemente. Después se refugia en mi cuello, colocándose sobre mí.
—A mí en tu cuello, huele a ti —mi pelo húmedo se pega a mi espalda. Pero ahora mismo me importa en absoluto—. Me quedaría contigo en esta isla. Los dos solos. Aprendiendo a amarnos —abro los ojos, ¿estoy aprendiendo a amarle?
—Aprendiendo a amarnos... —repito, silenciosa. Acaricia mi rostro, mientras me siento algo perdida. La gran duda viene a mi mente, queriendo robarme este momento de intimidad. No puedo alejar esos malditos pensamientos intrusivos que quieren robarme estos pedacitos de felicidad— Jensen... sé que este no es el mejor momento para hablarlo, pero ¿qué harás cuando lleguemos a Orielsh?
—Lo primero; hablar con Carolina. Lo segundo; pedir el divorcio. Y lo tercero; contratar un abogado —suspiro. Cada vez se va acercando más el momento... de decirle adiós. Dentro de mí espero que ese proceso tarde mucho, pero a la vez poco para ir a rescatar a Héctor. Es una contradicción que no puedo evitar sentir, la vida no se cansa de darme una de cal y otra de arena.
—Me parece de acuerdo —tardo unos segundos en darme cuenta de que lo que acabo de decir no tiene sentido, pues los nervios me han traicionado. Me rio y él también por la burrada que he dicho. Por lo menos he podido romper este momento tan tenso que se había creado entre nosotros.
—Escúchame, Bárbara —se sienta frente a mí, yo hago lo mismo, cogiendo la sábana conmigo. Jensen me sube a horcajadas sobre él—, no tienes que sufrir por eso. Yo no la amo. Yo quiero estar contigo, conocerte más y ser libre de poder hacer lo que quiera.
—Lo sé, cariño —retiro un mechón de pelo húmedo de su cara y me acerco a sus labios, quedándome a milímetros—. Intentaremos ser felices —le sonrío. Ojalá pudiera cumplir lo que digo. Ojalá no tuviera un futuro escrito, el mismo que me repito una y otra vez para intentar no hacerme ilusiones.
Pasamos la tarde abrazados, mirándonos y hablando entre nosotros. Incluso da el suficiente tiempo como para hacer el amor lentamente. Conmigo sobre él, sentados, mordiéndole el hombro mientras sus manos rodean mi cintura.
Si digo que no siento nada por Jensen, sería la mentirosa más grande del planeta. Me gusta tanto y estoy tan enamorada de él... que me aterra. Sé que el momento en el que tenga que decirle adiós voy a despedirme de una gran parte de mí, la cual no conocía y que ha crecido poco a poco a su lado. Y con algo de tristeza le veo marchar de mi habitación, pues una llamada urgente le hace ir
Me cambio y me dirijo a la habitación de mi amiga, a ver si tengo suerte y puedo hablar con ella un momento. Necesito contarle todo estoy saber cómo va, además de pedirle disculpas porque siento que la he dejado sola.
Toco a la puerta y nada, no obteniendo ninguna contestación. Vuelvo a tocar y nada, nadie me contesta.
—¿Estás ahí, Maggie? —abro. Ojalá no hubiera entrado para verla muy entregada al botones del hotel. Madre santísima— Perdón —cierro de golpe y me voy corriendo como una cría a mi habitación, además no puedo evitar reír.
Parece que en este viaje todos lo estamos pasando muy bien, aunque después de este encontronazo, de verdad necesito hablar con una amiga. Una video llamada por Skype de Jade hace que me ponga feliz. Se va a poner contenta de todo esto.
—¡Hola Jade!
—¡Suertuda de mierda! ¿Qué tal en el caribe? ¿Ya te ha pellizcado un pezón algún cangrejo? —como la echaba de menos.
—No, por suerte todavía no —rio—. Tengo que contarte algo muy, muy fuerte.
—¿Me siento? ¿Me tumbo?
—Túmbate —y por el teléfono puedo ver como hace lo que digo. Chasqueo la lengua y empiezo—. El otro día estaba con Jensen en la habitación y estábamos pues en el proceso de...
—De calenturientarse, ¿verdad? —levanta las cejas divertida. Desde luego, sus invenciones a veces son de lo más originales.
—Ajá. Y bueno. En el último momento, cuando ya casi... eso... se levantó y empezó a sentirse culpable.
—¡Puto bombón de vainilla! ¡Es que es tonto el pobre! —se sienta y espachurra un cojín.
—¡Jade, déjame acabar! —suspiro— Le enseñe los videos de Carolina. Bajó y casi se arma la de dios aquí. Por cierto, borra ya ese vídeo.
—Oh dios, ¡ojalá haber estado ahí! Ángelo solo es un puto con un culo bonito. Nada más. En cuanto al vídeo, lo borré en cuanto te lo envié. Pero bueno, ¿y qué más...? —me mira.
—Y bueno, subimos y... pasó.
—¡AHHH, SOPOTAMADRE DIOOS! —empieza a saltar por encima de la cama como una loca. Hasta se le cae el teléfono— Ya me estas contando todo, ¡¡todo!! —y sí. La pongo al día. Pero es que esta chica hace cada pregunta que vaya tela. Me hace jurar mil veces que la llamaré mañana o pasado y que le contaré más cosas. Cuelgo despidiéndome de ella con un beso y me dejo caer en la cama.
Miro un folleto del hotel que hay encima de mi mesilla y me doy cuenta de que hoy van a hacer un espectáculo con fuego en la playa, cosa que puede ser realmente interesante. Quedan dos horas para que empiece, así que para matar tiempo me decido a maquillarme, pero lo más mínimo. Me calzo otras sandalias y me bajo al hall del hotel.
Con la pulserita del "todo incluido" que llevo, pido una coca cola y me voy fuera, a la terraza.
A veces, necesito mis momentos sola, pero no demasiado porque comienzo a darle vueltas a todo lo mío. Así que para quedarme en la habitación, prefiero salir y ver a la gente mientras estoy sentada en esta maravillosa terraza. En esta isla, los momentos solos se hacen todavía más bonitos. El atardecer lo veo sentada en una piedra, frente al mar. Mientras, pienso en todo lo que estoy viviendo. Él secuestrado, yo enamorada, Jade más loca cada día, Jensen abriéndose paso en mi corazón... muchas cosas en tan poco tiempo. Muchísimas.
Tan solo tengo que acabar esto, romperle el corazón e irme a por Héctor. Todavía me duele el alma no tenerle a mi lado, como solía hacer. A él le encantaría estar sentado conmigo. Echo de menos sus abrazos. Que me mire ilusionado con sus ojos grises, mientras los mechones negros como el carbón le cubren los ojos.
Suspiro y limpio una lágrima. La última que voy a derramar por hoy, porque quiero permitirme el estar bien y no tener que sentirme tan sumamente derrotada. Cumpliré todo lo que debo hacer y dejaré mis sentimientos a un lado. Solo cuando todo esto acabe, yo seré feliz.
Me levanto, miro al Sol tras el mar y sonrío, respirando hondo. Al mirar la hora me doy cuenta de que el espectáculo que antes había nombrado está a punto de empezar, así que me dispongo a caminar hacia el lugar donde se va a realizar. En el camino, chequeo mi móvil, pero no encuentro un solo mensaje de Jensen.
Me encuentro con Maggie cuando llego al lugar de la exhibición, quien me saluda avergonzada. A su lado está el botones, alias, su nueva conquista. Descubro que el chico se llama Rody y que ahora mismo está de descanso, así que ha decidido acompañar a mi amiga.
En la arena, muchas personas juegan hacen malabares con una especie de antorchas, las cuales arden con fuego en los vértices. Una chica morena se planta en medio en el mismo momento en el que una música empieza a sonar mientras ella baila. Pero cuando digo bailar me refiero a bailar de forma muy profesional y característica. Creo que todas las personas a mi alrededor se acaban de poner bizcos al verla. Menea las caderas de un lado a otro como si nada, haciendo que la falda larga se agite una y otra vez. Hasta yo me quedo embobada mirándola.
Su mirada esta puesta en unos ojos. Concretamente en chico blanco como la nieve con pelo castaño y ojos azules. Normal, hasta yo le miraría. Con mi sexto sentido puedo saber que entre estos dos hay algo. Viendo cómo se miran y cómo se mueve ella entre las personas haciendo malabares con fuego, logro captar una sonrisa entre ambos, que no significa cordialidad.
Una mano se posa en mi cintura y un beso en mi mejilla. Instintivamente me encojo, pero veo que es Jensen. Le sonrío, pero no puedo apartar la vista de ella, mientras baila una y otra vez, cada vez más rápido y con más ritmo.
El número a oscuras es todavía más imponente cuando empiezan a tirar el fuego por los aires y hacen que cierre los ojos varias veces, asustada. Cuando acaba, la chica se despide juntando sus manos y sonriendo. Y se va, sin dejar de mirar al otro chico, el cual va tras ella.
—¿Sabéis lo que cuentan de ella? —nos dice Rody.
—No —me giro y le miro.
—Dicen que cada vez que baila lleva un nuevo hombre a su alcoba —su acento se marca en cada palabra—. Ella selecciona los hombres con la mirada, y después los atrae bailando. Dicen que es bruja y que con sus caderas emboba a cualquiera —frunzo el ceño—, es como la bruja de la isla.
—En nuestra ciudad tenemos a las viejas por la noche del tarot y aquí una que se mueve como dios. Vaya diferencia de culturas —exclama Maggie, haciendo reír tanto a mí como a Jensen.
—Será mejor que vayamos a cenar. Voy a terminar cazando yo un cangrejo —todos me miran, mientras comienzo a caminar, con mi mano entrelazada con Jensen. Rody continúa con su trabajo mientras nosotros nos sentamos a cenar, pues a él sí que le toca servir con los demás.
Cuando Jensen se levanta para ir al baño, Maggie me cuenta que ese chico tiene veinticinco años, que tiene un cuerpo de infarto bajo el uniforme y que le encanta. Le digo que disfrute mientras pueda de estas "vacaciones" y cuando nos queremos dar cuenta, Jensen ya está otra vez sentado. Por desgracia, no nos ha dado tiempo a cotillear todo lo que queremos.
Nos vamos, directos a mi habitación. Nos besamos y acariciamos lentamente. Mirándonos a los ojos, sin acabar de creernos que estemos juntos. Sin interrupciones, ni obstáculos, ni nadie que nos moleste. En nuestro mundo, donde solo existimos nosotros dos.
Y me quedo dormida en sus brazos y en su pecho. En nuestro mundo.
***
Hello, it's me.
Estoy viendo muchiiiisimas ovejitas nuevas en este mes. Much@s me abrís direct, y por supuesto ¡Contesto tod@s! 😍 Por favor, si eres una ovejita ¡Háblame!: historias_love30
En instagram estoy subiendo un especial de UNA NOVELA DE TRES CAPÍTULOS, ¡Corre y lee la descripción!
Por último, quiero decir que estot suuper triste por la muerte de nuestro gladiator, Pablo Ruiz. Mi pésame a la familia, ser muy fuertes 😭 SIEMPRE FUERTE 💪
OS AMO CON TODA LA PATATITA ❤
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