26: Bésame cuando...
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***
El tiempo va pasando... sin ningún avance. Los primeros días después de estar en el restaurante fueron bonitos. Aprovechábamos cualquier momento para poder vernos, besarnos y hablar un poco. Es que con solo mirarle a los ojos, volvía a vivir. Y más cuando reconocí, para mí misma, que estoy enamorada de sus ojos, de su tacto, de su corazón, de su manía de rascarse la nuca, de la manera en la cual frunce el ceño, de los pequeños hoyuelos que se le forman al verme, de sus besos, de sus manos grandes, de sus abrazos que hacen que me sienta protegida, de que me diga que está loco por mí... estoy enamorada hasta las trancas. Sé que muchos pensaran: "¿En tan poco tiempo?", pues sí. Te puedes enamorar en una mirada, en un beso, en una semana o en veinte, en un año o en un instante. El amor no tiene horarios ni forma de presentarse. Solo viene, llama a tu puerta o la abre directamente. Uno no puede elegir de quien se enamora.
Igual que tiene sus bajones y eso es lo que pasó tres días después. Estaba muy distante y tenía la cabeza en otro sitio. Parecía abstracto al mundo, como si su mente rodara por pensamientos una y otra vez.
Uno de esos días entré para preguntarle que le pasaba, pero cortante y mirando a la nada me dijo:
—Bárbara, hoy no es el día. No estoy de humor y de verdad creo que no puedo más —me quedé parada en la puerta. Ni si quiera me dio oportunidad de ir y decirle que quería hablar, quería saber que le preocupaba.
Así que no me di por rendida. Solo fui capaz de sentarme frente a él, cogerle la mano y preguntarle que le pasaba. Para solo obtener un <Nada, no me pasa nada. Por favor, ve a tu sitio, necesito que hagas unas cosas>.
Así hasta hoy. Tan solo algunos <Hola, ¿qué tal el día?> y ya está.
No sé qué narices le pasa tanto a él mismo como conmigo. Tan solo me hizo caso el día que le propuse cambiar la fiesta de la empresa de día, el 1 era jueves, así que la gente no podría divertirse tanto como si fuera sábado. Así que asintió y llamo a la empresa que organizaba todo para cambiarla al 3. Tras eso, hola, adiós y Bárbara arréglame esto o aquello. También me habló para decirme que Jade está invitada a la fiesta. Bueno, no "Jade" si no "Madeleine", e insistió en que invitara a "mi otro amigo", pero Steve ya no está aquí, se ha ido porque ya ha acabado con su afortunada. HA decidido ir con su madre unos días y darle el dinero que a podido recoger.
Hoy, día 2 de diciembre estoy en mi hora del almuerzo. Compro un café para mí en la cafetería donde paso cada mañana. El chico joven del mostrador me sonríe y me entrega mi bebida. Le devuelvo la sonrisa con un <Gracias> y me voy.
Pues sí, he decidido tomarme en mi oficina el café porque estaré más tranquila. En cuanto salgo del ascensor, algo duro choca contra mí, haciendo que el café caiga sobre eso. Y está ardiendo.
—¡La hostia! —cuando oigo su voz, mis piernas empiezan a temblar. Le he tirado un café ardiendo a Jensen. Le he tirado un café hirviendo a mi jefe.
Él se separa de mí y lleva las manos a su pecho, para después ir dentro de su oficina y yo, lógicamente, le sigo. Va soltando quejidos y es normal, le he chuscarrado el pecho.
—Lo siento Jensen, yo no te he visto y...
—Me cago en todo, lo que escuece —le veo poner una mueca de dolor y empieza a quitarse la camisa junto con la corbata. Mis mejillas al segundo se ponen más rojas que un tomate, así que solo soy capaz de apartar la mirada.
—Ahora vengo —salgo de aquí y cojo unas toallitas que siempre llevo en el bolso (sí, toallitas por si me baja), me meto en el baño y las empapo en agua.
Me meto dentro de la oficina y mientras él se termina de quitar el último botón me acerco. Se deshace de la camisa y yo apoyo la toallita empapada en su pecho, para pasarla por donde se ha quemado. Una mueca de alivio se le ve reflejada, así que sonrío tímidamente.
—La camisa te ha salvado de quemarte entero —él me mira serio. Sin decirme nada—, demos gracias a no andar como Tarzán por ahí, sino te hubiera dolido mucho más te lo aseguro —pasa un minuto. Nada. No dice absolutamente nada— ¿Vas a estar así mucho rato?
—¿Qué quieres que te diga? Me has calcinado.
—Pero no ha sido queriendo —le miro a los ojos y levanto las cejas—. Además, ha sido culpa tuya por entrar tan bruscamente, eres muy bruto.
—Ahora será culpa mía que me tires un café ardiendo encima... —ruedo los ojos y le miro. Y una risa sale de mi boca— ¿Ahora te hace gracia? —musita, con el gesto contrariado.
—Parecemos dos críos pequeños, Jensen —él me mira y acaba riendo también.
—Lo siento, el café también me ha evaporado las neuronas.
—Eso parece —me encojo de hombros.
—Ese era el momento en el que tú decías que no, que yo soy muy listo cuando quiero —chasquea la lengua y yo le doy un mini empujoncito. Pero soy tan tonta que le empujo del pecho— ¡Joder! —se queja.
—Lo-lo siento —tapo mi boca y evito soltar una carcajada. Gracias idiotez por hacerme vivir momentos como este, muchísimas gracias.
Hasta ahora no me he dado cuenta de que todavía no he quitado la mano de su pecho. Solo en el momento en el que los dos miramos la mano y la retiro rápidamente.
—Menos mal que siempre tengo una camisa —se va a una pequeña estantería y de un cajón saca una camisa blanca, prácticamente idéntica a la anterior.
—Qué pena, yo pensaba que ibas a ir por ahí sin camiseta —hago un puchero— una lástima... —él sonríe y me lanza la camisa— ¡Hey! —cojo la camisa y salgo al marco de la puerta— ¡Ahora por lanzármela te has quedado sin ella!
—¡Bárbara ni se te ocurra! —Jensen corre hacia mí e intenta quitarme la camisa de las manos, así que la pongo tras mi espalda. Él aun así, lleva sus manos detrás y reímos—. Dame la camisa.
—No quiero —musito, mientras sus brazos me rodean, intentando alcanzar la bendita prenda.
—¿Ah no? Pues me la vas a tener que dar —sonríe y se acerca todavía más a mí. Ahora ya no le escuece eh.
—¿Y quién me dice que te la de? —le tiento.
—Yo —sigue riendo.
—Tú no vales —me libro de él y corro como una niña pequeña a su oficina, para sentarme en su silla. Él se acerca— Hola señorita Holding, soy el señor Jensen Williams, estoy amargado y tengo cara de estreñido —encojo mis labios y pongo cara de enfadada— Hum... —gruño.
Él ríe y niega con la cabeza, para ponerse de puntillas y cerrar la puerta.
—Hola señor Williams, yo... —habla con voz de pito, enreda un dedo en su pelo como si lo estuviera acariciando y muerde su labio exageradamente— yo vengo a presentarme al puesto de secretaria, tengo mucho carácter, doy tortazos como churros y soy muy impulsiva.
—¡Yo no soy impulsiva! —me acerco a él riendo.
—Ni yo estoy estreñido. Mi tránsito es perfecto, Bárbara —le saco el dedo del medio y camino hacia la trituradora.
—¿No te parece que tendrás calor con la camisa? Si quieres le hago unos arreglos y queda bien fresquita. Eso sí, tendremos que montarla como un puzle —le miro y levanto las cejas. Me siento mala, y me encanta hacer la payasa.
—Ni se te ocurra —se acerca riendo a mí y cuando llega me rodea de la cintura, para acercarme a él. Así me quita la camisa y se la pone.
Por un momento me pierdo mirando sus ojos, que brillan mirándome y siento que me recorre el rostro, hasta acariciar desde mi sien hasta mi mandíbula con su mano, que queda posada en mi barbilla. Su dedo pulgar recorre mis labios, provocando que los abra, para expulsar poco a poco el aire que estoy conteniendo. Baja hasta mi cuello y vuelve a subir, haciendo que se me ponga la piel de gallina, el cuello es mi punto débil. Pero dejo de pensar en todo eso cuando Jensen, mi Jensen, apoya su cabeza en mi pecho y me abraza, ¿qué le pasa?
—Jensen... —me siento en su escritorio y apoyo su cabeza en mi pecho, mientras él sigue abrazado a mi cintura. Me tomo el atrevimiento de levantar su cabeza y hacer que me mire. Sus ojos están cubiertos por unas pequeñas ojeras— ¿Qué te pasa?
—No puedo más —me vuelve a abrazar—, he tenido algunos problemas con mi familia y como siempre con Carolina. Ella volvió, discutimos otra vez y al final se ha vuelto a instalar en nuestra casa —cierro los puños detrás de él al oír que ella ha vuelto a su casa. Suya, de los dos.
—Yo... no sé qué decirte —evito mirarle a los ojos y el chasquea la lengua. No quiero saber sobre su matrimonio, pero sé que son cosas que me tocará oír.
—Soy un imbécil, solo se me ocurre a mí contarte los problemas de mi matrimonio —no puedo evitar sonreír tímidamente y volverle a mirar.
—Sí, eres un poquito imbécil, pero solo un poquito —me abrazo a él. Enredo mi mano en el pelo rubio que está más largo, en este tiempo le ha crecido bastante—. Eres un greñas, seguro que hace un montón que no te cortas el pelo —sonríe y se hunde en mi cuello.
—Pues sí, no he tenido ni ánimo ni tiempo. Junto con los nuevos inversores, reuniones y citas con empresas no he podido. Además creo que solo me quedan tres trajes que puedo usar, una de las sirvientas de mi casa se ha liado con la lavadora y ha lavado mis trajes junto con una camiseta roja que destiñe. Ahora son trajes con manchas rosas —una bombilla se enciende en mi mente y sonrío al imaginar la idea en mi cabeza.
—Oye Jensen —le digo entusiasmada.
—¿Mhhn? —pregunta, con la nariz en mi cuello.
—¿Tienes esta tarde libre?
—Sí —se separa lo suficiente para mirarme a los ojos— ¿Pasa algo?
—¿Y si te vienes conmigo a comprarte ropa y cortarte las greñas que llevas por pelo? —le pregunto inclinando la cabeza hacia un lado— A mí lo que más me recompone cuando estoy plof es pasar una tarde de chicas... pero creo que pintarse las uñas no va contigo —le saco la lengua y muerde su labio divertido. Al verlo así tan ojeroso y con ese pelo solo se me ha ocurrido eso, ¿qué hago yo cuando me siento como la mierda? Mi proceso de quitar, rellenar y tapar. Una tarde de chicas.
—Bueno —llena su pecho de aire y después lo suelta—, me parece de maravilla.
—Perfecto —doy unos aplausos y un gritito de emoción— ¡Nos lo vamos a pasar de muerte, tía! —Jensen me saca el dedo de en medio y se separa de mí para bajarme del escritorio.
Muy contenta me voy hacia mi mesa para seguir con mi trabajo, emocionada. También quedo con Josh y le envío un mensaje, tanto por correo como por Whatsapp. Él me contesta con un guiño y un "perfecto, morena". Parece que al final va a acabar bien el día.
Jensen sale de su oficina y se pone frente a mí, con un folio entre sus manos.
—Necesito que un coche pase a por el señor Ángelo Schortsianitis —asiento y me pongo en contacto con los de transporte, y tras dejarle la dirección y el lugar cuelgo.
—Listo.
—Ese señor tiene millones por un tubo —habló el que se limpia el culo con billetes de quinientos...— y muchísimos contactos. Si pudiéramos... —se acerca a mi lado y se arrodilla un poco para quedar a mi altura, que estoy sentada— Si pudiéramos hacer negocios con él, la empresa ampliaría de ganancias y de producción. Podríamos incluso abrir una sucursal nueva, Bárbara.
—Bueno, no creo que ese hombre tan importante venga aquí solo por una fiesta Jensen. Lo más seguro es que quiera hacer negocios contigo —musito, soltando lo obvio. Los empresarios no se mueven porque sí.
—Él contactó conmigo y me ha dicho que quiere ver si le interesa hacer negocios con nosotros, de hecho llevará un mes aquí, dice que le gusta Orielsh para hacer nuevos tratos y crecer en sus aportaciones. Yo estoy que me tiro de los pelos —musita, agarrando un boli de mi escritorio y tachando algo de la hoja que lleva en las manos.
—Pues no lo hagas, yo creo que has tenido suficiente con que yo te queme —le miro sonríe.
—Si me lo llegas a echar más abajo, me dejas sin descendencia —bromea, alzando la mirada.
—No te hubiera venido mal, eso por no hablarme en todos estos días —levanto la cabeza y le saco la lengua.
—Menuda justicia, yo dejo de hablarte por unos días y tú me churrascas al amigo y me dejas sin Jensencitos y Jensencitas —no puedo evitar reír. Y por un momento, la imagen de un niño con sus ojos se me viene a la mente. Desde luego, sus hijos van a ser hermosos.
—Es justo, tu "amigo" cobra las consecuencias—me encojo de hombros. Otra vez parecemos niños pequeños.
—Lo siento —le miro a los ojos y él sonríe tristemente—. No he tenido unos buenos días como puedes ver, prácticamente ni duermo —eso sí que es verdad, tiene más ojeras que Jade cuando se engancha a una serie.
—Me pensaré esas disculpas —le sonrío. Claro que esta perdonado, yo también he tenido mis malos días y semanas. Sobre todo la semana pasada, cuando mi amiga regla vino a visitarme. Jade cobró mi mala leche, acabó hasta con un cubo de agua encima. Y ya conocemos a Jade, así que me la devolvió echándome una garrafa de ocho litros encima. Después nos reconciliamos con un abrazo y nos pusimos a hablar por Skype con Steve. Me quedé un poco despagada al saber que está a un viaje de una hora en avión de nosotras. Ya no podré abrazar más a mi oso guarroso, hasta que acabe con Jensen y quedemos en algún sitio.
Sí que es verdad que yo cuando acabe quiero desvincularme de todos, pero no de mis amigos. Jade y Steve son como mis hermanos, han estado ahí siempre, sin importar hora, día o mes. Y por eso los amo, porque me han secado las lágrimas y cuando no han podido, me han hecho cambiarlas por lágrimas de tanto reír. No sé que haría sin mi oso guarroso y sin mi loca de remate.
—Bueno, con eso, de momento, me sobra —sonrío y le lanzo un beso, el cual él hace como que coge y mete en su bolsillo. Esto me parece demasiado cursi hasta a mí, "la asocial de mierda ahora medianamente socializada".
Supongo que es lo que hay, la gente cambia, el mundo gira y Jade sigue estando loca. Es el paso del tiempo. El ciclo sin fin, como en el rey León.
—¡Jensen! —le llamo animada antes de que entre en su oficina— No olvides pasar por mí esta tarde, tenemos una tarde de chicas pendiente.
—Claro que sí, cari —se "mueve" su inexistente melena y entra a la oficina riendo. Al menos he conseguido alegrarle un poco el día, o eso creo.
Definitivamente, quiero alejar a Jensen de Carolina. Aparte de que estoy enamorada de él, ella no lo merece. Sé que dejó a Josh plantado por Jensen y lo hizo por dinero. Ahora, a saber con quien se estaba morreando el otro día, como para adivinarlo. Pero pongo la mano en el fuego que es por algún chico con más dinero que Jensen, y no me quemo. Por mí genial, así lo único que hace es ayudarme en mi trabajo y en mi tema sentimental. Con que no le ponga una mano encima al hombre que quiero, yo soy feliz. Lo único que los une es una simple alianza.
Por otra parte, le envío un mensaje a Jade anunciándole que tengo plan con Jensen, a lo que ella contesta con un:
— «De acuerdo, pásatelo bien con el bomboncito de vainilla y haz muchas travesuras, pero travesuras de las de verdad. Quiero que tengas que reponer el colchón. Yo tengo ocupado a mi afortunado, el pobre ahora mismo me está lamiendo la suela del zapato y yo he pisado una mierda aposta. Me encanta hacerle sufrir, ¿Le preparo unos macarrones con espaguetis y lo hago sufrir más? »— ruedo los ojos y le contesto.
—«Estas como una chota, querida Jade. Pero te amo. Me amas. Nos amamos. Punto. Besos, loca de remate» sonrío y lo envío. Al minuto me contesta.
—«¿¿Besos?? ¡¿Cómo que besos?! Morreo con apretón de culo y palmada incluida» —niego divertida y le contesto.
—«Morreo con apretón de culo y palmada incluida. Pero de las que escuecen» —y tras eso cierro el móvil. Al levantar la vista, veo que el ascensor se abre. Y la alegría que me transmite ver a Carolina frente a mí me hace querer dar saltos de alegría, sobre una sola pata (nótese la evidente ironía).
—Buenos días —me saluda. Y en su voz puedo notar que esta... ¿nerviosa?—, voy a hablar con Jensen, que nadie le moleste, por favor —asiento por no llevarle la contraria y se mete en la oficina. Solo oigo voces hablando. Lástima que no pueda poner la oreja.
Me concentro en mi trabajo, pero justo cuando estoy en mitad de él, Carolina sale por la puerta... desesperada. Mira hacia todos lados y se pasa las manos varias veces por la falda azul marina, demostrándome que le sudan las manos. Sujeta su bolso con fuerza en la mano derecha y se mete al ascensor para desaparecer, ¿qué le pasará? No voy a decir que le tengo lástima ni pena, porque para nadie es un secreto que Carolina no me cae bien. Pero nada bien. Es de esas personas a las que les deseas una almorrana en el culo, de las que duelen. Hay que admitir que me interesa muchísimo que es lo que le pone tan mal (hasta el punto de saludarme, fíjate) porque eso puede significar un punto débil para poder atacar por ahí y tener una posibilidad de romper todo un poco más.
Mi trabajo es así, siempre tienes que recordar que eres una perra sin sentimientos. Pero los míos no han podido contenerse, y han salido todos disparados como fuegos artificiales.
Continúo enfrascada en mi trabajo (el de secretaria, no el de perra sin sentimientos) con tal de olvidarme de todo mi alrededor. Y quizá ese sea el problema de muchas personas, en las cuales me incluyo, de que nos metemos en el trabajo demasiado, cosa que no debemos hacer. Pero mi vida gira entorno a mi trabajo.
Tan solo "despierto" cuando la alarma del móvil suena, anunciándome que ya es hora de que me vaya a casa. Así que me levanto, toco la puerta de Jensen y le digo que me voy.
—Ya ha acabado mi jornada —él me sonríe, dejando de teclear en su ordenador—, te veo esta tarde, come-secretarias —le guiño un ojo, a lo que él ríe. Después salgo, pues si me quedo un rato más voy a acabar haciendo cosas muy indecentes con él. No hay algo que me guste más que escuchar su bendita risa.
Al salir, veo por primera vez a Maggie en todo el día, pues por la mañana no estaba en su sitio y cuando he entrado con el café tampoco estaba. Así que decido ir a saludarla, la cual me contesta con una sonrisa de oreja a oreja. Maggie me anunció hace poco que tiene pareja, el chico con el cual quedó, y me confesó que es socio de Jensen. Mañana le conoceré y ella está súper feliz.
—¡Hola desde el mundo de luz y color de Maggie! —canturrea cuando me acerco. Por encima del escritorio se arrima y me da dos besos, para después mirarme y sonreír—, hoy a ti te ha ido bien el día. Mírate —me agarra la cara con una mano y me acerca a ella— ¡Menuda cara de tontita me llevas!
—¡Maggie! —me separo de ella y me acerco un poco— Solo he quedado con Jensen esta tarde, no es para tanto.
—¡¡Oh dios!! —ella sale de su sitio y se acerca a mí— Eso quiere decir que esta tarde va a arder Troya en tu habitación. O en el salón, o en la cocina, o en el baño...
—Maggie...
—¿En el cuarto de la colada se podrá? Nunca he oído yo eso...
—¡Bárbara llamando a Maggie! —le chasqueo los dedos delante de su cara y vuelve la vista a mí— No pienso tener relaciones con Jensen acaso que no esté completamente libre, divorciado.
—Jo... —chasquea la lengua— yo quería saber si el regañadientes era pasional —ríe y vuelve detrás—. Me encanta vuestra relación, es como una telenovela pero en directo.
—Definitivamente no estoy rodeada de personas normales —me encojo de hombros y ella sonríe—. Te veo mañana, aún tengo que comer y cambiarme —dejo un beso en su mejilla y me encamino hacia la puerta.
Me voy de la oficina para meterme en el taxi y volver a casa. Nada más llegar, levanto una pierna y después la otra, para lanzar los zapatos de tacón lejos de mis pequeños y preciosos pies magullados. Sujeto mi pelo con una goma y me meto en la cocina para hacerme una ensalada. Simplemente me apetece. Sentarme en el sofá con el plato de comida y ver la televisión se ha convertido en mi rutina prácticamente diaria ahora, son manías que luego cuestan de quitar, pero esta no es mala.
Tras comer, decido ponerme unos jeans negros, junto con un jersey de lana color crema. Lo acompaño con una bufanda del mismo color. Repaso mi maquillaje y me voy al salón a esperarle, mientras lavo lo que he ensuciado y reviso mi correo electrónico y mi cuenta del banco.
Todo parece ir bien, ya he recibido mi salario de Willmatic, donde tengo que admitir que casi se me salen los ojos al ver lo que cobro. Con esto podré conseguir el dinero todavía más rápido.
El timbre de mi casa suena, haciendo que me levante disparatada y descalza a la entrada. Abro y una sonrisa se instala en mi rostro al segundo de verle con una camisa azul clara (con su cuello desabrochado) y unos vaqueros oscuros. Es raro verlo sin el traje, pero está para comérselo.
—Buenas tardes —me sonríe.
—Y que lo digas... —le guiño un ojo y le dejo pasar. No sin antes darle una palmada en el culo cuando pasa, lo que causa que de un respingo y me haga reír.
—Wow, a eso yo lo llamo deseo.
—Jensen, los vaqueros te sientan demasiado bien —cierro la puerta y me acerco a él.
—No soy al único —me rodea con sus manos por mi cintura y deja un beso en mi frente. Y también me da una palmada, provocándome una risa bastante escandalosa.
—¡Oye! —me quejo.
—¿Tú sí y yo no?
—Ya conoces mi manera de hacer justicia —me encojo de hombros y le hago reír—. Voy a ponerme los zapatos y nos vamos. Creo que te va a crecer un nido de pájaros en la cabeza —me separo riéndome y me coloco los tacones que se han quedado frente al sofá.
Me subo a mis stilettos, mientras descubro a Jensen sin apartar la mirada de mí.
—Todavía no sé como te puedes poner esos edificios que llevas por zapatos, pero madre mía, merecen la pena, ¿no te duelen?
—No, estoy acostumbrada a llevarlos todos los días —cojo mi bolso y la chaqueta negra.
Salimos fuera y me abre la puerta de su coche para que entre, para segundos más tarde ocupar él el sitio del conductor.
—¿Dónde iremos a comprar ropa? —le pregunto.
—Iremos a Magneti, donde trabaja mi diseñador —asiento.
Canturreo en el coche hasta que veo que nos paramos frente a una gran tienda, en la cual muchísimos dependientes atienden a cada cliente. Jensen se va a hablar con un hombre mientras yo le echo un ojo, casi me caigo y culo al ver el precio de un pantalón. Vale la mitad de lo que yo cobro al mes. Mis ojos se abren cuando veo una falda y sus tres ceros siguiéndole.
—La puta hostia... —exclamo soltando la falda por si la rompo.
—¿Puedo ayudarle en algo? —una dependienta se acerca a mí con una sonrisa, así que me toca disimular.
—No, solo estaba... mirando —carraspeo y miro hacia los lados. Una mano se posa en mi cintura.
—Ven, pasaremos con él a un sitio más privado —Jensen me agarra de la mano y me conduce a un ascensor. Cuando subimos, otra dependienta nos acompaña a un cuarto blanco, iluminado por la luz blanca artificial y un gran espejo delante, junto con un probador al lado—. Siéntate si quieres —me dirijo al mini sofá y justo aparece un hombre vestido con un traje y con deportivas. Lleva una bufanda y un reloj en cada mano.
—Buenas tardes —nos sonríe y se dirige a Jensen para darle la mano. Yo me levanto para ofrecerle la mía, la cual besa— Soy Paulo Magneti, bella dama.
—Encantada, yo soy Bárbara Holding—me sonríe y se acerca a Jensen.
—¿En qué te puedo ayudar, Jensen?
—Necesito ropa, quiero trajes nuevos. Tampoco me vendría mal comprar algo de ropa cotidiana.
—Bueno, vamos a por ello —el hombre se acerca a él y saca varios trajes que no quiero mirar la etiqueta. Se la da a Jensen y cuando él sale del probador tengo que aguantar las bragas en su sitio y la boca bien encajada. MADRE, MIA, DEL, AMOR, HERMOSO.
—Estás jodidamente impresionante —me sale cuando se pone frente al espejo. Un traje gris claro se ciñe a su figura, mientras el pantalón me deja un agradable vista de su trasero. La camiseta de debajo la lleva desabrochada y deja ver un poco sus clavículas. Cuando dejo de darle un repaso con la mirada me doy cuenta de lo que he soltado— Perdón —tapo mi boca, causando que Paulo ría.
—No te preocupes, me gusta que seas tan sincera —me guiña un ojo y yo sonrío. Ya me cae bien.
—Bueno, en ese caso te anuncio que estas muy apuesto —una sonrisa aparece en el reflejo del espejo.
—Me lo llevo —le anuncia a Paul. Casi estoy a punto de besarle los pies al tal Paul por crear tal traje tan jodidamente hermoso y hacer que me deleite la vista cada día que lo vea con él en la oficina.
—Vale, miremos más —le entrega otro azul marino y un poco más recto, casi me desmayo al verlo salir. Creo que sus padres deben ser dioses del olimpo para crear semejante dios griego.
—Puf, madre mía —me abanico y los dos sueltan una carcajada.
—Este te queda de lujo Jensen, las secretarias se van a caer de culo cuando te vean —le indica Paul mientras le arregla el cuello de la chaqueta.
—Este también —aplaudo y doy un gritito de emoción, me siento como una triunfadora y todavía no sé porque.
Y así acabamos con un montón de trajes bajo el brazo de Jensen, un montón de conjuntos cotidianos y zapatos y cinturones por un tubo. A partir de hoy voy a tener que llevar un abanico en el bolso para cuando lo vea, ¡Qué digo abanico, necesitaré una bolsa de hielo!
Tarde caigo en la cuenta de los comentarios que he soltado delante de un diseñador que conoce a Jensen... y seguramente sepa que está casado. Así que mientras está cobrando doy un salto al recordarlo y le agarro del brazo.
—¡La he liado pero buena! —Jensen frunce el ceño y me mira.
—¿Por?
—¡Por los piropos de antes! Va a saber que tú y yo no solo somos jefe-secretaria.
—No te preocupes por eso —me coge de la mano y suelto un suspiro— Paul es mi mejor amigo, y yo le he contado sobre ti muchas cosas. Él no dirá nada —con razón se llevaban tan bien.
—¿Estás seguro?
—Mucho. Relájate y disfruta, es nuestra tarde —deja un beso en mi frente y regresa a la caja. Yo muerdo mis uñas nerviosa, en realidad todavía no sé si será el momento justo para que Carolina se entere.
—Hola señorita Holding —Paul aparece frente a mí sacándome de mis pensamientos.
—Bárbara, por favor —le sonrío.
—En ese caso para ti también soy Paul —no es un secreto como me recorre de arriba a abajo con la mirada— Jensen me ha hablado mucho de ti, pero no pensaba que ibas a ser incluso más bella de lo que él me habló —coge mi mano y me da una vuelta sin que pueda evitarlo, ¿qué quiere este?
—Ahm... bien —creo que me lo nota en la cara lo incómoda que estoy porque me suelta la mano y me indica con la mano que me calme.
—Tranquila, no soy un pervertido, solo te observo. Solo me sorprende que no seas modelo, eres muy guapa y tienes el cuerpo muy hermoso.
—No entro en los estándares de modelo, tengo más peso que ellas aunque no sea muy grande —me calmo cuando me dice eso. Al menos sé que no voy a tener un acosador que sea el mejor amigo de mi... ¿De mi qué?
—Pero tienes curvas, y un culo precioso si me permites decírtelo. Tu cintura es ancha pero delgada, cualquier cosa que te pongas te quedará bien —me encojo de hombros.
—No creo que una pecera en la cabeza me quede bien, pero si tú dices que todo me quedaría bien —inclino la cabeza y él ríe.
—Toma —saca una tarjeta de su chaqueta y me la entrega— si algún día te apetece ser modelo de mi marca, estás invitada —por un momento siento ilusión y por el otro se me apaga. Nunca podré hacerlo.
—Bueno, gracias —cojo su tarjeta. Un Jensen con muchas bolsas me da un beso en la mejilla.
—¿Nos vamos? —Paul sonríe al verlo y yo me derrito al ver como a Jensen no le da vergüenza dar muestras de cariño delante de él.
—Ve tú mientras, ahora te alcanzo —asiente y tras despedirse de Paul se va—. Estoy encantada de conocerte —le tiendo mi mano y él la agarra. Y no me da de improvisto las palabras que susurra.
—Me encanta ver a mi amigo así, sigue haciendo lo que sea que le haces. Líbralo de esa zorra asquerosa de Carolina —me sorprendo al escuchar eso y me quedo con la boca abierta.
—Lo... lo haré —le sonrío y me voy, ¿todo el mundo odia a Carolina? Normal. Es una asquerosa. Subo al coche soltando un suspiro de alivio.
—Próximo destino del recorrido siete, cinco, siete con destino peluquería despegará dentro de un minuto —Jensen imita la voz de un avión tapándose la nariz.
—Estas muy mal eh —reímos juntos. Me encanta escuchar sus carcajadas. Es como si me cantaran alguna canción bonita al oído.
—Venga, átate, o lo haré yo.
—¿Ahora también eres sadomasoquista? Esa parte no la conozco de ti —traviesa coloco la mano en su muslo haciendo que se remueva—, todavía.
—Ahora sí, despegue de emergencia —arranca el coche y muerdo mi labio para no reír.
Rodamos por las calles hasta quedar frente a un salón de belleza solo de hombres. Cuando entro y veo como la peluquera maneja las tijeras en el pelo de un chico casi estoy a punto de creer que es una ninja.
Jensen se sienta en una silla y yo prefiero quedarme fuera mientras ojeo algunas revistas, para llevarme la alegría (Si, LA ALEGRÍA ) al verlo salir con el pelo corto (aunque aún podría enroscar mis manos en el) y bien arreglado.
—Ya está, ¿Qué te parece? —le agarro del brazo y le arrastro hasta el coche, donde al subir me tiro sobre él y le beso. Hago lo que he tenido ganas de hacer durante todo este tiempo. Sentir su sabor de siempre, el que hace que me sienta bien, cómoda y como en casa. Sabe a él. Solo cuando creo que mis pulmones no aguantaran más me separo de él.
—¿Te vale como respuesta?
—Me vale, me vale —sonríe para volver a besarme... y para ir subiendo su mano desde mi rodilla hasta mi muslo, acomodándome encima de él. Acariciando lo que entre el pantalón y la camiseta dejan al descubierto y por debajo mi espalda. Sus manos calientes hacen contacto con mi piel fría, haciendo que se me escape un sonidito que parece alegrarle, porque se acerva a mí para absorberlo en un beso. Suerte que los cristales son polarizados. Pronto parece que la cordura le vuelve y hace que disminuya los besos y las caricias, así que decido volver a mi sitio.
Jensen conduce hasta mi casa y baja junto a mí, quedándose en la puerta. Yo solo soy capaz de coger aire y soltarlo lentamente. Todo esto me decepciona mucho, por él y por mí.
Por él por no querer seguir, pero por mi mala suerte le entiendo. Está casado. Pero es un matrimonio falso que me muero por gritarle a la cara, aunque no sea el momento.
Por mí porque juré no enamorarme nunca más, juré no hacerlo de un afortunado y aquí estoy, hasta las trancas por Jensen Williams. Y decepcionada porque ansío más de Jensen, y por un lado me decepciona ansiarlo.
Descompuesta por dentro me giro hacia él y busco las palabras para hablar.
—Sinceramente te invitaría a pasar a casa porque tú y yo estamos llegando a nuestro límite de fuerza de voluntad —una sonrisa triste se implanta en su cara—, pero sé que ni tú ni yo estamos preparados aún.
—Lo siento —rasca su nuca.
—No lo hagas, solo... —niego con la cabeza evitando que una lágrima de decepción salga de mí. No quiero ser tan débil, pero esto me duele— Solo quiero que la próxima vez que me beses sea para darme todo Jensen, absolutamente todo —le miro a los ojos y le abrazo—. Bésame cuando estés listo de dejar a todo atrás, a tu matrimonio y a Carolina. Bésame cuando estés listo para empezar una relación conmigo.
Por intentar arreglarle su día, he arruinado el mío. Y eso no puede ser.
***
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