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2: Vida nueva, trabajo nuevo.

—Así que Jeannette, ¿verdad? —cuestiona Josh, que es como se llama el señor Hamilton. Agarra su vaso de la mesa y le da un trago al café. Estamos en una cafetería, hablando y presentándonos un poco. Por un momento odio que el mismo día que descubrimos a nuestros jefes sea el que ya conocemos a los afortunados.

—Sí.

—¿Has trabajado alguna vez más de breaker? —asiento.

—Varias veces. Han sido de unas cuantas semanas porque los casos eran bastante fáciles. Espero que este sea igual.

—Bueno, ya somos dos los que esperamos eso —me contesta con una sonrisa cínica en la boca. Hay algo en él que no me termina de gustar.

Josh abre su maletín, de donde saca muchos papeles y varias tarjetas. Incluso un móvil de última tecnología. Seguro que hasta tiene flash por la parte de delante.

Pone todo esto delante de mí, para que le eche un ojo. Veo mi foto, la misma que usan para la empresa.

—Es tu nueva documentación, el pasaporte, tu tarjeta sanitaria, tu currículo y tu carnet de conducir. También el número, contraseña y libreta de tu nueva cuenta bancaria y las tarjetas que podrás utilizar mientras estás trabajando para mí. Ah, y el teléfono. Te lo puedes quedar ya para ti incluso cuando no trabajes conmigo. Tómalo como un regalo —trago saliva, de verdad no sé de donde sacan todo esto. Aunque se nota a leguas que tiene dinero—. Sobre tu estancia ya hablamos más adelante, tengo que hacer un par de llamadas.

—Como quieras —respondo, guardando todo en mi bolso. No sin antes mirar mi nombre falso—. "Bárbara Holding" —leo. Así que ahora me llamo así. Por lo menos tengo un apellido más bonito.

—Así es —exclama, justo antes de que comencemos a hablar un poco más sobre mi nuevo afortunado.

—¿Te importa que te pregunte por qué quieres que rompa este matrimonio? —cuestiono, sin paños calientes. Voy directa, porque la verdad me interesa mucho este tema. Me sorprende que el sonría de lado y se eche hacia delante, negando con la cabeza.

—Yo iba a casarme con una mujer que se llama Carolina. Y justo cuando faltaban apenas unas semanas, la encontré en la cama con tu querido afortunado —auch, eso me ha dolido hasta a mí—. Ahora Carolina es la mujer del imbécil de Jensen Williams. Lo único que quiero es hacerles sufrir como me hicieron a mí —no sé qué decir. La verdad, opto por callar y aceptar a irnos a la empresa de Willmatic.

Jensen, como anteriormente me han mencionado, es el dueño del sistema informático Willmatic, el sistema que siempre ha tenido mucho éxito. Es rico, por lo que vi también es guapo y por lo que me dice Josh, no le guarda mucha simpatía (obviamente). Muero de ganas de conocerle y verlo en persona, solo para ver si realmente tiene el mismo aspecto que en la foto, también para saber si tiene ese carácter tan arrogante como el que me imagino.

Ahora, subida en el coche para ir a su empresa, los nervios me carcomen.

—¿Estás nerviosa? —Josh aparta por un momento la vista de la carretera y me mira. Sus ojos marrones tienen como una aureola por fuera de un color miel. Son muy bonitos.

—No —sonrío y suelto el aire contenido—, no es la primera vez que lo hago, podré con ello —él sonríe con la vista al frente. Este hombre... tiene algo que no me termina de gustar. Es como que le veo demasiado odio dentro de él.

—Tienes que tener cuidado de no dar tus datos verdaderos, tan solo tu edad —si doy mis datos, cuando desaparezca después de romper su matrimonio y enamorarlo, me podría meter en un buen lío. No debo dar jamás mi información personal, acaso que no sea la falsa.

—Lo sé. —asiento.

—Ahí tienes todo lo que necesitas presentarle. Eres Bárbara Holding y estas aquí buscando trabajo como secretaria. En el currículum pone como que has trabajado conmigo en mi empresa de informática. También tienes una carta de recomendación mía. Él, nada más vea que eres buena y vienes del enemigo, te va a coger —frunzo el ceño, ya que eso no tiene mucha lógica.

—¿No pensará que soy cómplice? —pregunto. Si sabe que voy de parte de Josh puede que me tire con una patada en el culo nada más verme.

—No, no eres el primer empleado que me roba. Si te pregunta el porqué te fuiste, dile que no me tenías el mismo "cariño" que te tenía yo, así todavía pondrá más interés, ¿Me has entendido? —me trago la respuesta de decirle <Por supuesto, no soy idiota>. A veces soy demasiado bruja... y me alegro un poco de ello.

—Está bien —sonrío falsamente mientras vuelvo mi atención a lo más interesante que me parece ahora mismo, la carretera. Me permito echarle más de una ojeada a Josh mientras conduce. Es un hombre bastante atractivo, con pelo castaño y una nariz definida. Su mentón parece estar diseñado de forma cuadrada, cosa que no desagrada.

Si la mujer le engañó, no sería por su aspecto. Aunque hay que reconocer que Williams no tiene nada que envidiarle, ni mucho menos.

—¿Soy muy divertido? —exclama, haciéndome ver que me ha pillado. Y se ve que algo de Jade se me pegó anoche en cuanto le contesto.

—En realidad, eres muy serio. Pero jamás he tenido que trabajar para alguien como tú, tan joven —suelto sin pensar.

—La vida a veces juega malas pasadas, y si no haces justicia por tu mano no esperes que ocurra solita. Eso son solo falsas verdades —exclama. Me sorprendo, pues no pensaba que alguien tan sumamente recto hable de esa manera. Creo que Josh guarda demasiado resentimiento interiormente y eso no es bueno—. Ya hemos llegado —dejo de cotillear para ver que estamos metidos en un callejón. Mi gesto se contrae, ¿esto es Willmatic, el contenedor de enfrente?—. Sigue recto y gira la esquina, te toparás con el edificio —dice, como si me hubiera leído la mente—. Suerte, aunque... —sus ojos me recorren entera, para después acercarse a milímetros de mi boca. Me mira fijamente, permitiéndome observar como sus pupilas se dilatan— no creo que la necesites —me echo para atrás instintivamente, dándome un golpe con la ventana del coche. La risa de Josh se hace presente en el coche y yo abro la puerta, ya que mi creencia de que es serio se ha ido más allá de la vía del tren. Desde luego, no pierde el tiempo, ahora sí que me da repulsión su actitud.

—Gracias —salgo disparada del coche. No me gusta tener a alguien que acabo de conocer tan cerca de mi cara, y eso me ha impresionado bastante. Ya no sé con que idea quedarme sobre la personalidad de Josh, cosa que no me gusta.

Retirando todos esos comederos de cabezas, sigo todo recto como él me ha indicado y nada más girar la esquina veo un gran edificio moderno con las letras "Willmatic". Sale y entra bastante gente, así que me escabullo entre todas las personas para entrar.

—Joder, esto es enorme —una gran sala me recibe, todo el mundo camina para algún lado y algunos se toman un café frente a una máquina expendedora. Hay varios stands en la sala, y varias aperturas a lo que supongo que serán más salas. La verdad, yo no tendría suficiente cabeza como para llenar de tantos muebles una sala como esta de enorme, y que además quede tan bien. Todo parece estar puesto meticulosamente.

Veo la recepción y voy directa, donde una chica de mi edad está mirando unos papeles. El pelo castaño está recogido en una coleta, y la camisa blanca que lleva destaca sobre su piel oscura.

—Hola —ella levanta la cabeza de sus papeles y me observa de arriba a abajo. Una sonrisa pinta su rostro, destacando sus labios gruesos—, vengo por el puesto de secretaria que ofrecen, ¿podría indicarme dónde es? —le devuelvo la sonrisa, ella asiente enérgicamente.

—Claro —me señala hacia su espalda—, suba a la planta número doce. Allí se hacen las entrevistas hoy. Pregunte en el mostrador que hay ahí y se lo indicarán —asiento. La chica vuelve a sonreír.

—Muchas gracias.

—De nada, y mucha suerte —llevo mi trasero hasta el ascensor, donde mentalmente me preparo para lo que estoy a punto de hacer. Seguramente tenga la entrevista con algún trabajador o trabajadora de confianza, así que tengo que ganarme a quien sea. No puedo meter la pata ahora. Aprieto decidida el piso número doce y veo como las puertas se cierran. En el espejo, compruebo mi maquillaje —y pongo algunas caras en el espejo— para que todo vaya perfecto. No quiero tener un moco en la nariz mientras hablo, eso sería asqueroso. Aguanto un poco más los cinco pisos que me quedan hasta que por fin, las puertas se abren. Recobro mi postura recta y alzo la cabeza.

Como la chica de recepción me ha indicado, nada más llegar veo el mostrador de en medio donde una rubia con cara un poco seria atiende a varias mujeres y hombres que hay hablándole. Temo que todas y todos vengan a por el puesto. Tuerzo mi boca, no me gusta tener contrincantes a la hora de acceder a un trabajo. Más vale que todo lo que ha dicho Josh sea verdad y no me quede sin el puesto, sin afortunado y sin dinero. Necesito pagar la deuda y poder librarle, saber si él está bien. Camino a paso seguro hasta el mostrador justo cuando la última persona le pregunta.

—Hola buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? —la sonrisa más falsa que he podido ver en mi vida se pinta en los labios fucsias de la mujer rubia.

—Vengo por la entrevista a secretaria para el señor Williams —contesto. Su sonrisa se borra y asiente.

—Como todos —rueda los ojos. Me señala a las personas que hay de pie frente a una salita. Realmente, esta mujer está siendo maleducada. Como si ella no hubiera tenido que hacer lo mismo para tener el culo puesto en un puesto en esta empresa— ¿Me podría enseñar sus papeles un momento por favor? —asiento no muy conforme y los deposito en el escritorio. Ella lo coge con desgana y lo observa, soltando algunos "Aja" y otros "Mhm, interesante" que me hacen tener ganas de meterle el pintalabios rosa en la boca. Pero de repente, abre los ojos y me mira.

Después al currículum. Otra vez a mí. Al currículum. Y a mí. Realmente me está poniendo nerviosa. Agarra la carta de recomendación y la observa, pero cuando ve el nombre de Josh su boca se abre.

—¿Me permite un segundo? —me dice señalando los papeles. Como si no los hubiera observado y toqueteado ya lo suficiente. Creo que sus huellas dactilares están por toda la hoja. Solo faltaría que hubiera dibujado un bigote junto con unos cuernos en mi foto.

—Claro —sonrío tan falsa como ella. Solo que a mí no se me da muy bien esto de fingir, seguramente parezco un caballo ahora mismo.

La mujer sale de su puesto, contoneándose como si todos los ojos estuvieran puestos en ella, para ir a otra mujer mejor vestida que ella y que parece que tiene un puesto con más mando aquí. La segunda abre la boca y sonríe agarrando mis papeles, y va directa al teléfono. Parece que le ha tocado la lotería o que hubiera descubierto la isla del tesoro. Al momento cuelga y asiente a la rubia, la cual vuelve hacia mí junto con el contoneo de caderas exagerado y con los morros sacados.

—Usted hará la entrevista directamente con el señor Williams señorita, le interesa bastante para el puesto —sus ojos me vuelven a recorrer de arriba a abajo, pero la alegría que llevo dentro me consume de tal manera que esta vez sí que sonrío con ganas. Ese puesto ya lo tengo casi ganado.

—Está bien —asiento, ¡toma yo, joder!, ahora me falta ganármelo a él.

—Suba a la última planta, allí estará él esperándola —suspiro pensando en lo que me toca ahora. Bien que lo vi en una foto, pero tengo ganas de ver si esa imagen realmente le hace justicia o el fotógrafo que la tomó hizo demasiado photoshop.

—Está bien, muchas gracias —giro sobre mí misma y vuelvo al lugar que más conozco de esta empresa, el ascensor. Miro los botones, pulsando el último de todos. Una vez más, compruebo que todo esté en su sitio en relación con mi aspecto y cuando veo que las puertas se van a abrir me coloco para dar la cara a quien esté detrás. Que es otra mujer, quien está de pie mirándome.

A su espalda hay una puerta transparente que por lo que veo da a una oficina blanca. Un poco más adelante de su posición hay un escritorio negro de madera bastante grande. El sofá que hay apoyado en la pared de enfrente parece que te invita a sentarte, tiene pinta de ser blandito. Bastantes cuadros adornan la estancia aunque la puedo encontrar vacía comparándola con todas las demás salas, como muy simple.

—Pase, señorita. El señor Williams la espera —la mujer me saca de mis pensamientos haciéndome fijar mi vista en ella. Esta me sonríe y me abre la puerta transparente, ofreciéndome que pase dentro de esa oficina. Cojo aire y camino haciendo sonar mis tacones hasta la puerta. Al entrar, me fijo en que esta oficina sí que está bien decorada. Casi me caigo de culo al entrar, jamás he visto un lugar tan sumamente...ordenado. Me da miedo hasta poner un pie y ensuciarlo.

Mi vista recae en el hombre que hay sentado en el enorme escritorio también de madera y negro. Entonces sí que creo que me voy a caer de culo, pero de verdad. Él me dedica una sonrisa que resalta unos labios finos, y se levanta. Obviamente mis ojos van a ver sus largas piernas, las cuales hacen que me saque bastante altura. Y eso que voy con tacones.

Su pelo rubio oscuro está perfectamente arreglado, pareciendo desordenado. Tiene un rastro de barba rubia en el mentón, haciéndome sonreír. Me gustan los hombres con algo de barba. Sus ojos no dejan de enfocarme, dejándome ver que son tan verdes como dos prados de pasto.

La hostia que si es guapo, está para mojar en leche. Y como una idiota sigo clavada en la entrada, así que cuando salgo de mi estado de babia doy unos pasos hacia él, mostrando la seguridad que tengo en mí misma. Siempre con la cabeza alzada, pase lo que pase.

—Buenos días, señor Williams —extiendo mi mano derecha sin dejar de mirar sus ojos, quienes hacen lo mismo que he hecho yo en él; Mirarme completamente entera—, soy Bárbara Holding.

—Encantado señorita Holding —le doy un apretón cuando nuestras manos se juntan. Después, él me señala con la palma de la mano el sillón que hay frente a su escritorio—, siéntese por favor —asiento, viendo como él ocupa el lugar de al lado— ¿Me permite? —señala los papeles que llevo en mi mano. Asiento y sonrío para ver como él me devuelve el gesto sincero. Le entrego los papeles mientras no aparta la mirada de mí.

Definitivamente, es el afortunado más atractivo que he tenido. Me fijo en su gesto serio mientras mira mis papeles, como unas pequeñas arruguitas se forman entre sus cejas y como saca los morritos. Tengo que aguantar una risilla para no cagarla ya, es muy guapo.

—Es usted muy interesante —vaya que sí. Su vista se levanta y me enfoca— ¿Así que fue secretaria del señor Hamilton?

—Así es —retiro un mechón de pelo rebelde que se pone frente a los ojos. En estos momentos pienso que debería haber llevado el pelo recogido, pues me molesta mucho que el pelo se me vaya a la cara al estar concentrada—. Tengo la suficiente capacidad para este puesto así también como poseo mucha paciencia y unos grandes dotes de aprendizaje.

—¿Y qué pasó? ¿La despidió? —sonrío, ahí le hemos dado. Parece que Jensen no pierde tiempo. Pasa la lengua por sus labios, haciéndome mirar ahí. Mis instintos me hacen entreabrir mi boca. Por supuesto, él se da cuenta, cosa que no me importa. Quiero que sepa que me interesa, que quiero algo con él.

—No me despidió señor Williams, me fui yo —su ceja derecha se inclina hacia arriba, mostrándome una duda por su parte. Apuesto que tendrá muchas más.

—¿Puedo saber por qué? —muerdo mi labio, y cuando le miro le pillo observándolos. Así que sonrío para que se dé cuenta de que lo he pillado. Y sus ojos recaen en los míos con vergüenza.

—Digamos que yo no sentía el mismo afecto que él me tenía. Me fui y él lo menos que pudo hacer por mí, fue esa carta de recomendación —elevo las cejas y suspiro—. A mí me interesan otro tipo de hombres —le miro directa, y cruzo mis piernas para apoyar mi codo sobre una de ellas. Lo recorro con la mirada, pasando por su pelo rubio. Veo como levanta una ceja, porque claramente se ha dado cuenta que no me importa un bledo que me vea mirándolo. Un amago de sonrisa sale de su boca—. Pero eso a usted imagino que no le interesa —suelta una risa amarga.

—Es muy misteriosa, señorita Holding —muerdo mi labio aguantando una carcajada. No lo sabe bien. Vuelve los ojos a las hojas de currículum, para leerlos frente a mí—. Tiene muy buenos estudios, y una experiencia en una empresa igual de grande que Willmatic —sus ojos se topan con los míos, de tal manera y con tal carga que hasta me entra un escalofrío—. No le encuentro ninguna pega señorita Holding, y eso me gusta —sonrío mientras paso la lengua por mis labios rojos. Se me han secado y todo, este hombre me pone demasiado nerviosa cuando me mira.

Es entonces cuando empieza la entrevista ya más profesional, preguntándome cosas sobre como llevar el puesto en el que espero ocupar. Nada que no pueda hacer, no es la primera vez que trabajo como esto. Sé coordinar absolutamente todo, los papeles, las reuniones, la gente con demasiados aires (y no me refiero a los cuescos)... Pero lo que más tengo es ganas de empezar. Aprendo rápido.

—La veo con muchas ganas de empezar, Holding —exclama, devolviéndome mis papeles.

—Llámeme Bárbara por favor, ya que por lo que supongo nos vamos a ver muchos días más —inclino mi cabeza hacia un lado— ¿O me equivoco? —su sonrisa se hace presente.

—No te equivocas —sonrío cuando se levanta, mientras yo lo imito. Aliso la falda de mi vestido, odio las arruguitas que se forman cuando te sientas. Bueno, odio todo tipo de arrugas en la ropa. Pero odio planchar— Bienvenida a la empresa Willmatic Bárbara, espero que esta sea una gran experiencia para todos —me tiende su mano. Yo le devuelvo el gesto, llenando mis pulmones de aire y soltándolo poco a poco.

—Créame, lo será —asiente, mientras me quedo embobada en sus ojos. Parece que el tiempo se detiene cuando nos miramos, de tal manera que si no llega a soltar mi mano después de un buen rato, no me doy ni cuenta. Retiro mi pelo detrás de la oreja, ya que se ha vuelto a colocar delante de mi cara.

La puerta de su oficina se abre de golpe, haciéndome apartar mis ojos de él y llevarlos hasta quien sea que haya entrado. Me sorprendo cuando una mujer rubia aparece en la estancia con unas cuantas bolsas en sus manos. Su gesto cambia al verme aquí, tornándose en uno más serio.

—Buenos días —saluda seca. Se acerca a Jensen y delante de mis narices deja un pico en sus labios—, pensaba que estabas solo —sus ojos se quedan fijos en los míos, demostrándome que no le hace mucha gracia que esté aquí dentro— ¿Y tú eres...? —elevo las cejas al ver lo amable que es conmigo. Supura amor por cada poro de su piel, ¿Verdad?

—Soy la señorita Bárbara Holding —no le tiendo la mano porque no veo el mismo gesto de su parte y no voy a quedarme con la mano tendida como una idiota.

—Es mi nueva secretaria, la acabo de contratar —la Barbie Malibú me mira de arriba a abajo, como su tuviera una enfermedad infecciosa o algo. Y es entonces cuando sí levanta su mano, tras una mirada algo extraña con Jensen.

—Encantada, yo soy Carolina Williams, esposa de Jensen —acepto su mano, pero la retiro en cuanto puedo. A ver si la que me pega algo es ella, la mala ostia quizá. Yo ya tengo suficiente con la mía propia.

—Carol, ¿Me dejas un momento con la señorita Holding? Necesito arreglar unos papeles con ella —me alegro internamente de que esta mujer se largue de la oficina. Es evidente que con las miradas que me ha echado, no le caigo muy bien. Y eso me hace no tener muchas ganas de verla. Se nota a leguas que no le hace gracia que yo sea la secretaria de su marido, y cuando llegue al final de esto y descubra quien soy todavía le gustaré menos.

—Claro mi amor —tras mirarme de una manera bastante desagradable, lleva una de sus manos a la mandíbula de Jensen y le gira la cara para acercarlo a sus labios y besarle. Aparto la mirada, sintiéndome como un monigote aquí en medio. Hasta que Jensen la aparta de él y ella se marcha con una sonrisa. El aire es un poco incómodo cuando ella se marcha, pero solo sonrío porque me acaba de demostrar que tiene miedo de mí, de lo que pueda hacer.

—Necesito tu número de cuenta bancaria, y darle de alta en la seguridad social, pero mañana mismo podrás empezar a trabajar —rompe el silencio. Yo asiento, pues ya sé en que consiste todo esto.

—Mi número de cuenta bancaria está apuntado ahí, señor Williams —vuelvo a tornar el aire en algo más entre él y yo, acercándome un poco y mirándole fijamente, sintiendo sus dos ojazos verdes mirarme con intriga—. Por si lo necesita le puedo dar mi número de teléfono, por las emergencias —muerdo mi labio, provocándole con la mirada una sonrisita que me deja ver sus dientes. Aish, odio ponerme en bandeja. Pero si quieres progresar aquí, a veces hay que hacerlo. Tengo que decir que personalmente nunca he sido yo la que ha buscado a alguien o ha intentado seducir a las únicas dos "parejas" que tuve. En este trabajo, todo cambia.

Jensen camina hasta su escritorio y lo rodea. Es irresistible no poder llevar mis ojos a esa gran obra de arte que tiene al final de la espalda. Un trasero que me dice que lo pellizque, o mejor, me lo grita. Achaco todo este subidón a mis hormonas, las cuales tengo que frenar para no salir de aquí disparada. Agarra una tarjetita de un recipiente donde tiene muchas de esas, y camina hacia mí para entregármela.

—Este es mi número de teléfono —observo la tarjeta donde las letras "Jensen Williams" y su número de teléfono aparecen. También su correo electrónico. Internamente estoy dando botes de alegría. Levanto la vista—, para emergencias —los dos compartimos una sonrisa cómplice. Una risita se escapa de mis labios, que le hace reír—. Será un placer trabajar contigo Bárbara —me guiña un ojo, provocando que eleve mis cejas. Pero no soy una chica de las que se sonrojan.

—Lo mismo digo, señor Williams —le miro de arriba a abajo, sin ningún disimulo. Después le guiño un ojo, devolviéndole el gesto. Giro sobre mis tacones, encaminándome a la salida. La sorpresa me la llevo cuando al ir a abrir la puerta, su brazo me sujeta la superficie de cristal que me separa del escritorio que he visto a la entrada. Dirijo mis ojos a los suyos, para regalarle una sonrisa de oreja a oreja que me nace sola— Muchas gracias.

—Espero verte mañana a las nueve Bárbara. Que pases un buen día —desde luego con verle ya me ha alegrado el resto del día. Estoy para bailar sobre un pie.

Entro en el ascensor, girándome y viendo que él está apoyado en el marco de la puerta de su oficina, mirándome. Yo, más contenta que un ocho, espero a que las puertas se cierren para quedarme con el máximo tiempo posible con su imagen en mis pupilas.

Al cerrarse las puertas, un sentimiento de euforia me inunda entera. Quiero saltar, volar, gritar, ¡lo conseguí!

Pensaba que con este hombre iba a ser todo más difícil pero, ¿Quién lo diría? Ha habido algo. Química. Chispas.

—¡Olé! —murmuro mientras hago un mini baile frente al espejo y vuelvo a mi postura recta. La euforia me ha podido. Ahora mismo creo que puedo hasta con un búfalo de frente. Bueno... puede que me haya pasado, ¡pero no me importa!

Por muy estirados, ricos, guapos, agradables que sean los hombres, absolutamente todos son iguales para mí. Al menos sí lo son todos los que me han tocado en esta empresa.

Las puertas se abren sorprendiéndome. Me deja ver a tres hombres trajeados que me miran de arriba a abajo y comparten susurros entre ellos. Ruedo los ojos al imaginar en que narices están pensando. Por fin puedo salir a la planta baja, para pasar por delante de recepción. La chica de antes me saluda con un asentimiento de cabeza y yo hago lo mismo. Creo que con ella entablaré una amistad, es muy simpática.

Llamo a un taxi cuando salgo de la empresa, hasta llegar al hotel donde estamos alojadas. En unas horas han habido demasiadas emociones extrañas. Subo hasta mi querida habitación, la que me está llamando a gritos para que me tumbe en la cama. Y por supuesto, no voy a ser tan maleducada, así que me lanzo a ella como si de la ballena asesina se tratara. Encojo los labios cuando me doy cuenta que tengo que hacer solo una obligación más antes de tomarme el día libre. Cojo el móvil y busco el contacto de Josh para llamarlo, tengo que informarle de como me ha ido. Ahora mi lista de contactos ha ampliado a tres. ¿Cuánta vida social, no?

—Hola morena, ¿cómo te ha ido? —oigo la voz de mi contacto por el altavoz, mientras yo meso mi pelo desparramado sobre la cama. Ruedo los ojos a que se tome esas confianzas para llamarme "morena". Solo Steve me llama así, me gustaría que solo él siguiera apodándome así.

—Adivina quien es la próxima secretaria del gran empresario Jensen Williams —le oigo reír al otro lado de la línea—. Te doy una pista, tiene el pelo negro, los ojos verdes, su nombre empieza por "Jea" y acaba por "nnette" —intento ser algo simpática por lo menos para tener una relación cordial.

—Me encanta que los planes salgan bien —suspiro. No es al único. Lo que más deseo es acabar con todo esto de una vez y eso que solo acabo de empezar.

—Lo mismo digo —contesto.

—Por cierto, ahora que estás dentro de la empresa trabajando, necesitarás un apartamento. Tiene que creer que vives aquí —una risa amarga sale de mi boca, ¿Cree que voy a conseguir un sitio así, en un plis plas?

—¿Y de dónde saco yo ahora un apartamento? —pienso en voz alta.

—Ya lo tienes morena —¿qué? A este se le ha ido la olla.

—¿Cómo? —exclamo, no entiendo absolutamente nada de lo que me quiere decir. Y eso que hablamos la misma lengua.

—Tengo un chalet registrado con el nombre de una prima lejana mía. Puedes vivir ahí, esta deshabitado. Nos vemos esta tarde, te llevo allí y te doy las llaves —me sorprendo, pues esto demuestra que Josh se ha preparado esto a la perfección. La verdad, lo prefiero así.

—Oh...vale —cuelgo. Aquí se sacan los apartamentos de debajo de los sobacos, ¿o qué? No lo entiendo.

No sé porque necesitan tanto, si lo único por lo que en realidad deberían preocuparse las personas es por vivir felices. No por conseguir venganzas y dinero. Al fin y al cabo, todos acabamos en un hoyo o en cenizas y lo único que te vas a llevar contigo son las buenas experiencias vividas. Toda la cantidad que tienen de dinero les falta de felicidad. Aunque yo tenga una gran cantidad que he ido ahorrando para poder pagar el rescate, no tengo ni una pizca de felicidad. Soy prácticamente un claro ejemplo.

Retiro mis tacones haciendo que emitan un ruido al chocar con el suelo. Vuelvo a tumbarme y hago unos minutos el vago, rodando como una croqueta. Mi mente piensa en Jade, sobre como le ha ido "la cosa". Pienso que a lo mejor sigue reunida con su afortunado, así que me limito a cambiarme de ropa a unos vaqueros y una camiseta suelta roja, junto con sandalias a juego. Antes amaba la moda, ahora bajo el estado en el que estoy me conformo con algo que quede bien. Y es algo triste, pues de verdad que me ha apasionado toda la vida. Siempre he soñado con tener mi propia marca de ropa, ver y sentir las telas, diseñar a mi gusto... pero los sueños, sueños son.

Arreglada, me preparo para ir a comer algo fuera del hotel, ya que tenemos media pensión contratada. La otra nos la tenemos que pagar nosotros.

Llamo un taxi y le digo que me deje en los grandes almacenes de Orielsh. Sí, tampoco tengo coche, pues aunque mi sueño fuera que me regalaran alguno cuando cumplía la mayoría de edad, la economía de mi familia era escasa.

Al llegar al lugar me fijo en el lugar, es incluso más grande de lo que imaginaba. Bastantes personas caminan por todos lados, sujetando un montón de bolsas con nombres de tiendas de ropa. Me dedico a pasear por las tiendas, e incluso he acabado comprando unas faldas y dos blusas diferentes. Por supuesto, como todos mis gastos deben estar cubiertos por Josh (más que nada porque necesito el dinero), paso la tarjeta que él me ha entregado. Necesito ropa nueva para este trabajo, aunque si por mi fuera iría en las zapatillas de ovejitas de Jade.

Camino por los escaparates sin mirarlos, solo que al pasar por uno, un olor a comida inunda mis fosas nasales. Vuelvo hacia detrás como un cangrejo, para ver el gran letrero de un restaurante chino. Directamente entro sin pensarlo. Me siento en una silla y pido un refresco en lo que hojeo la carta y me deleito con más olor a comida.

Mi móvil comienza a sonar, y al mirar el identificador descubro que no tengo registrado este número en mi lista de contactos de tres personas. Una gota de sudor fría me recorre entera al pensar que puede ser alguien de los secuestradores. Pero sin pensarlo, lo cojo.

—¿Diga? —contesto con la voz algo temblorosa.

—Oh amiga. Este sí es guapo —reconozco la voz de mi mejor amiga a través de la línea de teléfono, doy un gran suspiro. Al menos sé que de momento no ocurre nada de lo que tenga que preocuparme seriamente. Se ve que le han dado un nuevo móvil, como a mí.

—No tenía tu nuevo número guardado. Casi he estado a punto de decir "Bárbara Holding al habla" —reímos. Disimulo un poco los nervios en lo que me relajo al ver que no pasa nada, solo es la loca de Jade. Pero una loca confiable.

—Yo soy la señorita Madeleine Gómez, que pega como el culo, pero bueno —rio—. Mi cliente está para comérselo amiga mía, con patatas o sin patatas, da lo mismo. Es muy guapote, pero le falta un poco de culo —sonrío al recordar a Jensen. A él no le falta. De echo, podía darme un poquitín a mí.

—Pues te informo que el mío tiene un trasero bien redondito y rechonchete, de esos que piden a gritos que lo espachurres y... —paro al ver como el camarero del restaurante me mira raro mientras espera a que le diga lo que quiero comer. La mirada tan maligna que me echa me hace querer esconderme de la vergüenza— Estoy esperando a una persona —le anuncio. Él refunfuña algo en su idioma y se marcha, observándome con cara rara. Vuelvo a colocar mi móvil en la oreja cuando se va—. Un camarero me acaba de pillar hablando de culos. Creo que me ha llamado idiota en su idioma—le cuento a Jade. Oigo una carcajada por el auricular—. La tuya por si acaso —murmuro hacia él, cosa que le hace reír más a mi amiga.

—¿Dónde has ido a comer?

—A un restaurante chino del centro comercial —contesto para después darle un trago a mi bebida.

—En diez minutos me planto allí. Te quiero, perrinchi —oigo un beso y me cuelga. Que haría yo sin esta loca...

Decido esperar a Jade y no pedir hasta que no llegue, así que bebo poco a poco para aguantar. Prefiero esperar a que Jade decida hacer acto de presencia. Deseo que no sea muy tarde, estoy por comerme hasta la mesa. Me alegro cuando una chica alta y rubia aparece y viene corriendo a abrazarme.

—¡Qué guapa! —Jade me abraza y se sienta en frente. Observo que se mira hacia los lados y se acerca un poco a mí por encima de la mesa. Obvio la respuesta de decirle que sigo igual de guapa que esta mañana cuando nos hemos levantado y arreglado. Pero así es ella— Bueno, cuéntame, ¿qué tal el rubito, eh?

—Me lo ha puesto en bandeja —retiro mi pelo hacia atrás con mi mano, hoy está más cansino de lo normal—. Estás ante la secretaria del señor Jensen Williams —un gritito sale de su boca. Me ha sonado igual que cuando le piso el pie.

—Pues alégrate amiga, no eres la única que hoy ha tenido suerte. Gracias al señor Brooks se supone que trabajo en su revista, quiero hacer un artículo sobre la empresa de Robert. Como no, también sobre él. Solo que voy a hacer la entrevista más a fondo —ríe contagiándome su carcajada.

—Eres la leche Jade.

—Oh, lo sé —aparta su pelo hacia detrás dando un golpe de melena— ¿Por qué Josh quiere romper el matrimonio de Jensen?

—La mujer que está con Jensen antes fue prometida de Josh —su boca se abre en una "O", mientras sacude la mano.

—Ostia que calladito se lo tenía —exclama dando un golpe a la mesa—. Pues el mío simplemente quiere cobrarse una antigua venganza del pasado.

—Todo son venganzas, no saben vivir tranquilos —exclamo. Mi amiga asiente y me roba la carta de las manos.

—Tengo tanta hambre que me comería a un orangután. Estoy por chupar un bolso de piel, a ver a que sabe —rio en una escandalosa carcajada que hace que todo el mundo se dé la vuelta— Nah, en verdad no me gusta convertir a los pobres animales en accesorios. Eso es demasiado cruel —resopla—. Aún recuerdo el bolso que me regaló mi primer afortunado, de piel, ¿te acuerdas?

—Sí, me acuerdo —sonrío—. Te tiraste una semana llorando —asiente haciendo una mueca triste—. Lo entiendo, la verdad.

—Yo tampoco —suelta aire, para después fijar la vista en el camarero que aparece por un lateral. Nos atiende, apuntando unos deliciosos tallarines salteados con gambas, pollo al limón y arroz tres delicias. Solo de pensarlo se me hace la boca completamente agua. Por fin, él desaparece y podemos continuar con nuestra charla tan interesante.

—¿Sabes qué? —le pregunto a Jade— Voy a tener apartamento para mi solita —levanto las cejas y el vaso con algo de refresco. Jade da un gritito y me pellizca el brazo.

—¡Siempre tienes suerte, cacho putiña! —cierro los ojos y sonrío elevando los ojos— A mí me pagan hospedaje en el hotel "Camarote azul" hasta que acabe con el corazoncito de Robert.

—¡¡Y luego dices que soy yo la que tiene suerte!! —todo el mundo se vuelve a girar ante mi grito. Murmuro unas disculpas ante la gente que me mira con algo de curiosidad y más cortada que una cebolla rallada vuelvo mi vista a la rubia. El hotel que ella dice es un hotel de lujo que es bastante conocido por aquí. Jade va a pasar la mejor estancia de su vida allí— ¿Me acompañarás a ver el chalet? —murmuro más bajito.

—No lo dudes —nuestras miradas son intervenidas por el delicioso plato de arroz que es depositado en la mesa. Ambas cogemos el tenedor y cuchillo, para después mirarnos con una sonrisa lobuna—. Al ataqueeer —murmura, al estilo de Chiquito de la Calzada.

***


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