Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

19: Sustos.

Por puta suerte del destino, la puerta queda medio abierta y se engancha con la cortina que anteriormente yo había bajado. Doy las gracias al cielo y a todos los santos. Parece que por lo menos tengo algo de suerte.

—¿Qué pasa aquí?, se ha atascado con la cortina —la voz de Santiago se hace paso en la habitación, sorprendiéndonos y causando que nos separemos. Mientras Jensen abre los ojos y se pone nervioso, yo le señalo el sillón. Inmediatamente corre hacia allí mientras camino tranquila hacia la puerta, deslizando la cortinilla para que se abra del todo.

Dejando que Santiago pueda entrar, comprobando que efectivamente no ha visto nada de lo que ha ocurrido aquí dentro.

—Hola —le sonrío y él se queda sorprendida al verme. Sé que el gesto que tiene es porque se huele algo, pero mi actitud y ver a Jensen sentado en su sillón le hace borrar la duda.

—¿A la próxima puede tocar a la puerta, señor Ibáñez? —le pide este, con un gesto serio. Casi nos pilla. Y sí, ha sido un poco maleducado al no llamar, porque eso es algo básico cuando vas a entrar en una estancia.

—Sí, sí... lo... lo siento —niega con la cabeza y se acerca al escritorio de Jensen, donde deposita unos papeles y le tira una mirada que mantiene un par de segundos tensos—. Aquí tiene, señor Williams.

Uy, uy, uy... Huele un poco demasiado a testosterona por aquí ¿No?

Odio, ODIO, con toda mi alma que se miren así, como "dos machos de pelo en el pecho". Lo que yo traduzco en "idiota de cabeza hueca que no saben comportarse", vamos. No me gusta que Santiago se crea con el derecho de echar esas miraditas por algo muy sencillo: No somos nada, mucho menos pareja. Y aunque lo fuéramos, tampoco tendría el derecho de incomodarme de esta manera.

Casi estoy a punto de dar una voltereta lateral y después dar una palmada para que dejen de "competir" con las miradas. Pero no puedo. Esta puta falda no me deja moverme, me siento como un clip de Playmobil con ella. Sí, creo que oficialmente esta falda me está pequeña. Solo tengo ganas de quitármela ya.

—Si me disculpáis, tengo una comida esperándome —por fin, los dos dejan de mirarse así para enfocarme a mí. Yo salgo de ahí, dando la vuelta y escuchando mis tacones repicotear en el mármol.

Cojo mi bolso y me voy al ascensor, justo cuando Santiago también sube para acompañarme. Al cerrarse las puertas una tensión cruza el ambiente. Es él quien comienza a hablar, suspirando.

—Bárbara, no quiero sonar ni posesivo ni nada de eso, pero no es bueno que vayas con Jensen —me giro hacia él, mirándole. No me gusta que me diga eso porque él no es nadie para decirme con quien debo y no debo ir. Yo ya soy mayorcita para saber con quien me meto.

—¿Qué? —agarro mi bolso mientras doy un paso hacia él.

—Que ese tío no me gusta. Puede que yo trabaje para él porque sí, es un puto crack en los negocios. Pero no te aconsejo que te metas con él en temas más... íntimos. Puedes salir muy perjudicada, creo que no es una buena persona —¿alguien está celoso o me lo parece a mí?

—Santiago, creo que te estás equivocando, yo no tengo absolutamente nada con él. No sé de donde puedes sacar esas cosas —aish. Se me da demasiado bien mentir.

—Yo solo te digo que puedes llegar a salir muy mal parada si te juntas con él, ese hombre no es para ti. Empezando porque está casado. —Empezando también porque yo tengo que romper su puto matrimonio. Vamos, literalmente me tengo que pasar sus palabras por el forro.

—Ya lo sé, por algo llamo a Carolina "Señora Williams". Y te vuelvo a repetir que te estas equivocando conmigo. —No lo digo por Jensen, lo digo porque yo no necesito a nadie que vaya detrás de mí pendiente de lo que hago.

—No, sé perfectamente de lo que hablo. Recuerda que es un matrimonio Bárbara, solo te estoy aconsejando —¿los consejos se suelen dar con cara seria y casi tirando humo por las orejas?

—Que me haya dado uno o dos besos contigo no significa que tengas derecho a ir dándome consejitos, Santiago. Además, te recuerdo que me estás incomodando —las puertas del ascensor se abren y procuro no meter el tacón como me pasó la otra vez—. Adiós, que tengas una buena tarde —y justo cuando doy un paso «¡RAS!»—. Mierda —susurro cuando me doy cuenta de que la falda se me ha abierto por un lateral.

Definitivamente, este ascensor o me odia, o está maldito. Me ha echado un mal de ojo que no veas, seguro que por el bailecito que hice dentro de él. Lo traumé.

—¿Necesitas ayu...? —le corto, levantando la palma de mi mano derecha.

—Te voy a ser sincera. No. Ahora mismo no quiero tu ayuda. Así que por favor, sigue con lo que ibas a hacer, que yo sola podré arreglar esto, gracias —él, con un gesto serio, resopla y se va. Giro mi cabeza hacia recepción pero al no ver a Maggie me doy cuenta de que posiblemente ya se haya ido, así que voy al baño, agarrando las dos partes de tela de mi falda.

Al llegar cojo el móvil para llamar a mi mejor amigo, quien después de dos tonos descuelga. Necesito ayuda, no voy a poder volver caminando al hotel.

—Hola —dice Steve.

Osito, tengo un problemita —suspiro, observando como el corte se hace cada vez más grande si camino sin sujetarlo—. Se me ha rajado la falda por un lado, así que no puedo ir andando porque me quedo en bragas en mitad de la acera, ¿puedes venir a por mí y llevarme al hotel? Así después vamos al restaurante —le ruego, mientras intento mantener las zonas de tela en su sitio. Solo faltaría eso para estrenarme en la empresa, que todo el mundo me viera las bragas. Al menos, espero haber elegido algunas sin agujeros. Por favor.

—Trato hecho, envíame la dirección en un mensaje y voy para allá, me has pillado yendo al aparcamiento —le agradezco y salgo fuera, tapándome como puedo la falda. Le envío la dirección y me contesta con un:

<Tranquila, Súper Gustín estará dentro de cinco minutos al rescate. La oficina donde trabajo está muy cerca. Salvaré a todos los humanos de ver el culo de mi amiga>.

El cual contesto con un emoticono sacando el dedo de medio. Seguro que el muy idiota se está riendo de mí en este mismo momento, me lo puedo imaginar perfectamente.

La falda está tan sumamente abierta que al andar va crujiendo y abriéndose más. Como he dicho, si sigo andando, me voy a quedar en bragas, porque es tan fina que se rompe por todos los lados. Eso es lo que pasa cuando te pones una prenda que has usado demasiado.

Camino hacia la salida, intentando cubrirme con el bolso (el cual agradezco sus grandes dimensiones). Pero justo en ese momento, Jensen me llama desde el ascensor. ESE ascensor. Puto ascensor. Mierda. Me quedo quieta, esperando a que venga.

—Hey —finjo una sonrisa. Solo me faltaría que se me rompiera delante de él, desde luego le revelaría muchas cosas que no quiero revelarle. No ahora. Más tarde ya no digo que no...

—Hola, ¿Tú crees que...? —mira hacia los lados y ve a Shasha, mirando "disimuladamente". Así que baja la voz— ¿Tú crees que se ha dado cuenta?

—No, no se ha dado cuenta. Pero si se da, no pasa nada. Santiago no es nadie, y no puede hacer nada —musito, intentando juntar los pedazos de tela. Y lo digo realmente convencida.

—En eso tienes razón. —suspira— ¿Te pasa algo? —que media oficina está a punto de verme el culo. Porque justamente hoy no llevo medias, y he elegido las bragas más discretitas; rosas con una mariquita.

—No, solo... estoy cansada —rio falsamente, intentado recuperar una postura normal. Lo que esto causa que note un "crack" que me asegura que la prenda se está rompiendo más. Me quedo estática.

—¿Segura? —asiento, intentando no moverme demasiado. Por favor, que aguante la falda. Le sonrío a Jensen, coloreándome por la situación. Es que de verdad, me tiene que pasar todo a mí— No sabes las ganas que tengo de besarte cada vez que te sonrojas y me miras con esos ojos —susurra. Yo sonrío.

—Yo también sé jugar a esto, eh —me pongo de puntillas para llegar a su oído y entonces le susurro—. Ahora mismo, me muero por morder tu labio, enredar mis manos en tu pelo y tirar de él ¿Qué te provocará eso? ¿Suspirarás? Quiero que me beses, que tu boca se una con la mía... —Jensen pone una mano en mi hombro en señal de que pare.

—Un día de estos me vas a matar, Bárbara —salimos a la calle (yo dando pasitos pequeños ante su extraña mirada) y es entonces cuando oímos un silbido.

Al girarme veo a Steve que me saluda con la mano mientras sonríe pícaro y empieza a andar hacia mí. En mi cabeza unos rayos de sol y un canto angelical le acompañan en su manera de caminar como en "Los vigilantes de la playa". Mi salvación.

—Hola —se acerca a mí y le doy un beso en la mejilla, pues no puedo abrazarle, me da miedo de que se rompa más la falda y se vea el principio de mi ropa interior.

—Hola, oso guarroso —ríe. Su mirada detrás de mí me hace darme cuenta de que Jensen sigue ahí clavado y que no se ha ido.

—¿Nos vamos ya, morena? —Jensen aprieta su mandíbula y veo como Steve aguanta una carcajada, mientras posa una mano en mi cintura. Cabrón. Lo está haciendo a posta.

—Sí, vamos —me giro a Jensen y al ver que no hay nadie poniendo los ojos en nosotros le doy un beso en la mejilla, furtivo—. Te veo mañana —doy la vuelta y con pasitos cortitos llego al coche de Steve, quien sé que está aguantando una gran carcajada al verme así.

Definitivamente, cuando me siento en el asiento del coche, mi falda se rasga todavía más. A penas la sujetan tres dedos de tela porque sí, ya se ve mi ropa interior.

—Dios, si no llegas me quedo en bolas delante de él.

—¿Es tu afortunado? —asiento y el resopla— Si fuera gay, me lo tiraba.

—Pero prefieres a Molly, y de una manera que no pienso repetir —pone el coche en marcha al mismo tiempo que escucho su risotada resonar.

Cuando en mi cuarto de baño me pongo los pantalones ya puedo respirar tranquila. También me cambio el calzado a unas Vans negras. La falda ya había tenido una larga y prospera vida. Ahora ya sí que no va a servir para nada.

Salgo y vamos al restaurante, donde Jade nos espera ya tomándose un refresco.
Pedimos una botella de agua y nos sentamos, no sin antes darle dos besos a mi amiga rubia.

—¿Qué es eso? ¿Es una Barbie? ¿Es una Bratz? —Steve sabe que odia que traten como a una muñeca a Jade. Y no me extraña nada su contestación.

—No, es tu gracia, que por desgracia no la encuentro —mi amigo suelta una carcajada que hace que la gente se gire y se sienta acomoda con aire despreocupado. A veces me encantaría ser un poco como él, así living la vida loca. No sé. Es como que se la suda todo.

—Me vas a echar de menos —le contesta a su hermana, alzando las cejas.

—Aunque me duela admitirlo, es verdad. Pero mirándolo por el lado bueno, ya no te tengo pegado al culo todo el día —exclama esta, guardando el móvil que anteriormente tenía en las manos.

—Ahora tienes a otro ahí pegado... —Steve bebe agua y Jade le levanta el vaso con la mano, haciendo que el agua se desborde por toda su cara y al toser, más agua salga por la nariz.

—¿Qué vais a pedir para comer? —digo, como si no hubiera pasado nada. A fin de cuentas, estoy acostumbrada a que ellos dos sean así. No los puedo imaginar teniendo una conversación formal.

—Yo voy a pedir unos tallarines que llevan una salsa que es casi imposible de pronunciar. Pero están más buenos que una gota de agua en el desierto —exclama mi amiga.

—Me apunto —cierro la carta y la dejo sobre la mesa.

—Yo pediré lo mismo —Steve se encoje de hombros e imita mi gesto con su carta.

—¿Tu afortunada ya ha firmado el divorcio? —pregunta Jade a su hermano.

—Ha adelantado el proceso, creo que es pasado mañana o al otro —le contesta este, justo cuando un camarero nos trae el agua y las copas.

—Joder, si que te tiene ganas —me sirvo en mi propio vaso y bebo tranquila.

—Una vez que lo pruebas, te vuelves adicto a Gustín —rio, mientras que Jade rueda los ojos. Murmura un "cacho burro" que solo yo soy capaz de oír.

—Y luego yo era la tonta de la familia —exclama, señalando a su hermano (quien le saca el dedo de en medio) y mirándome a mí.

—¿Tenéis planes para este fin de semana? —cuestiono. Steve resopla y Jade sonríe.

—He quedado —exclama ella, mientras sonríe y junta sus manos.

—Yo tengo que arreglar todo ya —le miro a él. Adiós esperanzas de quedar este fin de semana.

—Bueno. Yo también tengo plan. Morirme del aburrimiento en mi puta casa que ni si quiera es mía —resoplo y me apoyo en la mesa.

—Es verdad, mañana te dan las llaves, ¿no? —pregunta Steve.

—Josh me ha dicho que ya podré volver a casa —anuncio, volviendo a recolocarme en la silla.

—Guay, ¿no? —no Steve, no es guay. Para nada guay.

—Sí... —musito, intentando convencer lo máximo posible.

La camarera aparece y tras hacerle ojitos a Steve, vuelve por donde ha venido. Comemos tranquilos (todo lo que se pueda estar, pues estos dos pelean como dos críos pequeños) y triste me dirijo a mi habitación.

Al tumbarme en la cama, siento que estoy desperdiciando un tiempo precioso, así que me armo de valor y llamo a Jensen, rezando que no me coja el móvil Carolina. No tengo nada que hacer y quiero pasar el tiempo con él. No es un secreto que disfruto de su compañía

—Jensen Williams —al oír su voz los pelos se me ponen de gallina.

—Hola Jensen, soy yo, Bárbara —escucho su carraspeo, cosa que me indica que como quería, le he sorprendido.

—Hola —le puedo imaginar sonriendo— ¿Pasa algo?

—Bueno, como no tengo absolutamente nada que hacer estoy más aburrida que tú en una conferencia de comida de perros, he pensado que podíamos quedar y hacer algo... por ahí, juntos —exclamo, enredando un mechón de pelo en mi dedo. Cuando me doy cuenta de que haciendo este gesto parezco una adolescente tonta, lo tiro y me concentro en la respuesta de mi afortunado.

—Ah, vale. Me parece genial —suelto el aire que ni siquiera sabía que estaba conteniendo—. Me has pillado más aburrido que un mono rascándose el culo —ríe, no puedo evitar hacer lo mismo, pues su exclamación me hace mucha gracia.

—Entonces, ¿cómo quedamos? —le cuestiono, rodando cual croqueta en la cama.

—¿Sigues en el hotel?

—Sí.

—Espérame allí, te recojo en media hora.

—De acuerdo, luego te veo —doy un beso al teléfono y él se carcajea. Es muy típico de mí que yo haga eso.

Cuelgo y decido al menos cepillarme el pelo. Repaso mi pintalabios rojo veinticuatro horas y me arreglo un poquito más, poniéndome un collar y unos pendientes. No sé porque pero me apetece ponerme accesorios hoy. Tampoco muchos, a ver si no voy ni a poder levantar el cuello. Camino hasta la cama para coger mi bolso, es cuando por la ventana veo aparcar el coche de Jensen frente al hotel.

Salgo, observando como él baja la ventanilla al verme caminar hacia allí. Apoyo mis manos en la ventanilla y cuelo mi cara bajo el coche, viendo como me observa con una sonrisa.

—¿Subes? —cuestiona, moviendo su cabeza hacia un lado. Me encojo de hombros, mientras ahora soy yo la que sonríe de manera divertida.

—No sé. A lo mejor me quedo aquí fuera y te vas tú solo —paso la lengua por mis labios cuando él finge un puchero. Ruedo mis ojos, abro la puerta del coche y me cuelo dentro.

No puedo evitar sorprenderme al verle con una camisa blanca ajustada y unos vaqueros, pues estoy acostumbrada a verle con traje. Tengo que admitir que esa camisa muestra sus brazos bien formados, cosa que me encanta. Jensen está de toma pan y moja. Santa madre de dios, ¿por qué lo hiciste tan bueno?

—¿Dónde te apetece ir? —me pregunta, al ver que me he quedado en babia mirándolo. Aunque si digo la verdad, no me importa que me vea así. Sabe que me gusta, no me importa demostrárselo.

—Quiero tomar algo —frunzo los labios y pienso—. Ya sé, un helado.

—¿Un helado? —niega con la cabeza, como si me estuviera ocultando algo.

—Sí, un helado —ante su risa me pregunto que pasará con comer helado. Por un momento me cruza por la espalda una corriente por la espalda que no me gusta un pelo, ¿qué habrá hecho él con el helado?— ¿Pasa algo? —no es por ser mal pensada, pero todos sabemos que el helado no solo lo utilizamos para comer. Gracias, cincuenta sombras de Grey.

—Te va a hacer gracia pero... yo nunca he probado un helado —abro los ojos de par en par y me agarro al asiento del coche. Por un momento me alegro, pues eso descarta por completo en lo que yo estaba pensando, pero casi no me lo puedo creer.

—¡¿Cómo has podido sobrevivir?! —grito fuera de mí. ¿En serio ha dicho lo que creo que ha dicho?

Por dios, ¿quién no ha comido nunca un helado?

—Nunca me han llamado la atención —se encoje de hombros. No puedo creerlo.

—Dios mío Jensen, ¿pero tú qué comes de postre en verano? —cuestiono, poniéndome el cinturón de seguridad.

—Cerezas.

—¡¿Cerezas?! ¡¿Y helado no?! —respiro hondo mientras él ríe— Pon en marcha este coche y ve a la mejor heladería de la que te hayan hablado nunca. Hoy vas a comer helado como que yo me llamo Jea... —mierda, joder que no paro de cagarla— Bárbara Holding —Jensen me mira extraño y yo sonrío, así que decide arrancar. Todo se queda en que tan solo me he equivocado y ya está. Supongo que ya ha acabado de darme por loca.

—¿Te apetece ir a Risheld? —pues cariño mío, no tengo ni puta idea de donde me dices. Pero que vamos, que yo con él ahora mismo mientras va así vestido me voy al fin del mundo.

—No lo conozco, pero sí, me parece bien —esto de ser tan finolis me hincha la yugular. Pero tengo que sosegarme un poco, tampoco es plan de ser tan bruta. O bueno, ser tan yo.

En la radio voy tarareando "Me too" mientras avanzamos por la carretera.

—Me gusta escucharte cantar. Por favor, canta —gira un momento su rostro, mientras que luego lo vuelve a la carretera.

—Bueno... la verdad, no canto bien. Pero puedo hacer que te rías un rato con mi preciosa pronunciación de inglés —levanto y bajo las cejas varias veces sonriendo, mientras me señalo a mí misma.

—Adelante —con mis artes innatas de chapurrear el inglés (que suena como si llevara una bola de chicles en la boca) y mi voz (más chillona que una tetera) nos echamos unas risas en el coche. Bueno, se las echa Jensen, añadiendo algunos comentarios como:
«Parece que le hayan pisado el pie a alguien». Yo estoy demasiado ocupada entregándome a la canción de Meghan Trainor.

Tras de ella viene "La bicicleta", y ahí se viene arriba Jensen. Le contesto a sus comentarios con: «Dejad de torturarlo ya, no le hagáis sufrir más» y «Jensen, tú en la música, ya has triunfado».

Así aparca en una cera que rodea una plaza bastante agradable. Los niños corretean de aquí para allá y hay varias terrazas de restaurantes repletas de gente. Bajamos, mientras que comenzamos a caminar hacia allí. Veo que Jensen coge aire y lo suelta poco a poco, mientras que sonríe ampliamente.

—De pequeño venía aquí a pasar algunas tardes. Quiero que si alguna vez tenga hijos, también se cuelguen como un mono de la jaula esa —señala un mini cuadrado de metal que está hecho de hierro. Efectivamente, hay un montón de niños colgados por todas las partes—. Me pasaba la tarde jugando ahí. En esa esquina en concreto, me abrí la cabeza.

—Ah, que recuerdo más bonito, ¿no? —río y él me da un empujoncito con su hombro.

—Idiota.

Me sorprende cuando su mano agarra la mía y caminamos así por la plaza. Tanto que incluso miro su rostro cuando hace gesto, y está muy relajado. Solo sonríe. Supongo que aquí no le importa, pues aunque él sea un gran empresario no es "famoso" en el sentido de que alguna gente le conoce, tampoco es tanta-

Nos sentamos en una terraza de una heladería y es entonces cuando pido mi helado favorito, el de frutas del bosque. El rubio que tengo en frente se fía de mí y pide el mismo, cosa que me cerciora que le va a encantar.

—Si no te gusta, me lo como yo. Para un helado siempre hay sitio —le guiño un ojo cuando él me sonríe. Solo he dicho la verdad y nada más que la verdad.

El camarero nos deja los postres, los cuales incluso van decorados con unas pequeñas frambuesas y arándanos. Ante mi atenta mirada Jensen coge la pequeña cucharita de plástico, observa su helado y coge un poco para llevárselo a los labios. La cara que pone es para grabarlo.

—Hotias, que bueno. Dan ganas de comer todo el día —dentro de mí siento como me animan con pompones diciendo cada letra de mi nombre.

—Bienvenido al mundo humano, donde todo lo bueno hay que comerlo en cantidades racionales —reímos y seguimos bromeando. Aunque tengo que admitir que solo puedo pensar en el sabor que tendrá su boca ahora que está comiendo mi helado favorito. Jensen, frambuesas, arándanos y moras... creo que es una combinación magnifica.

Cuando finalmente quito mis pensamientos lujuriosos sobre sus labios me fijo en una escena que está ocurriendo detrás de él, en un cruce que hay a unos metros. Veo a un niño de unos cinco años que va corriendo mientras juega al pilla-pilla con otro. La madre esta con el hermano pequeño de unos dos años, quien sale corriendo hacia un lado. Ella va detrás del pequeño, sin darse cuenta que el otro niño pisa la cera, con intenciones de cruzar la carretera. No cae en que un coche, que está dando la vuelta al parque, va demasiado rápido como para que le dé tiempo a cruzar.

Así que echo mi silla para atrás, corro hasta llegar a él y sujeto su cuerpo, pues ha dado unos cuantos pasos más llegando a la mitad del carril de la carretera. Cuando levanto la vista, el coche está demasiado cerca como para poder volver al lugar sin ser atropellados.

***

Santiago, Santiago... creo que vas por mal camino.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro