Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

17: Recuerdos.


PENSAMIENTO DE JEANNETTE.

—Lo siento —Jensen se separa de mí y me rechaza. Otra vez—, a veces no sé lo que me pasa. Que sí, que puede tener a su mujer y todo. Pero joder, como fastidia que te dejen con las ganas.

—Ya... nunca sabes lo que te pasa. Pero nunca pasa nada —escupo. No puedo evitarlo.
¡Joder, que se nota a kilómetros que no la quiere!

Ya se me está empezando a acabar la paciencia, vaya que sí. Si tengo poca ya de serie, ahora es milimétrica. Cojo impulso y me giro hacia el ascensor, intentando borrarlo de mi vista.

—Bárbara —su voz grave suena en toda la oficina. Me giro para mirarle, con la mala hostia que llevo encima—, entiéndeme. Tú harías lo mismo que yo en mi situación. No pararías de meditarlo —vale. Me giro, aprieto los dientes y me dispongo a irme. Meditar. Pensar, Reflexionar. Como lo quieras llamar.

O sea, primero es él el que me besó como si le fuera la vida en ello y ahora me deja con ganas de él. Además, acepta que quiere besarme. Pues va ser que no mira, voy a darle yo en que meditar.

Me vuelvo y voy tan decidida que me tiro encima de él y rodeo mis manos en su cuello.
Da unos pasos hacia atrás y se apoya en el escritorio, justo en el mismo momento que agarro el cuello de su camisa para acercarle a mí. Abro mi boca y él no declina mi invitación. Su lengua se enreda con la mía, y lo único que se oye en la oficina son nuestros besos y respiración. Estamos deleitándonos uno del otro, dejándonos sentir. La sonrisa que dibuja me demuestra que se lo está pasando perfectamente. Me separo de él de repente mordiendo su labio inferior.

—Medita esto también rubio sexy —intento no reírme al verle con los labios como el payaso de micolor y la cara que pone de "¿Qué ha pasado aquí?".

Camino otra vez hacia el ascensor quitando el resto de pintalabios que sale de su sitio, con una sonrisa. Las ideas espontáneas que se me ocurren son las mejores, sin dudarlo.

—¿Rubio sexy, eh? —le oigo. Giro y asiento efusivamente. Las puertas del ascensor se abren y entro, me despido con la mano con una sonrisa radiante en mi boca.

—Ya te he dejado algo en lo que pensar, ocúpate de eso. También te he dejado unos hermosos labios de color rojo pasión, ocúpate de eso también —le oigo reír y muerdo mi labio inferior. Me aplaudo mentalmente y me doy una palmadita en la espalda, pues ahora mismo sé que no estaba pensando en la supuesta amistad que nos unía. Olé tus narices Jeannette. Se acabó la friendzone, amiga. Aunque pensándolo bien, nunca la hemos cumplido. Las miradas que nos dedicábamos no eran amigables que digamos. Más bien desnudables.

Saco el móvil y marco el número de Josh, a quien llamo con una sonrisa. No me puedo quitar de la mente el beso. Incluso ahora, para enfrontar lo del robo me siento más que capaz. Joder, qué subidón.

—Josh, tenemos que vernos.

Si dieran premios por tener heridas en los pies me lo darían a mí. Toda la culpa la tienen los tacones, los cuales son unos asesinos. También tengo que reconocer que me los pongo por decisión propia, en la empresa no hay ninguna política de vestimenta. Bueno, pero tampoco es que puedas aparecer en pelotas, pero digamos que no hay una obligación o una conducta fija que seguir.

—¡¡Nena, baja el aire acondicionado que se me va a congelar hasta el choto!! —oh si, el premio de la que mejor habla como una camionera se lo darían a Jade, adjudicado.

—Llama a Robert y que te caliente —un zasca sale directo de mi boca. Al igual que un cojín de la cama va directo a mi cara, cortesía de mi mejor amiga. Ella suelta una carcajada.

—Zorra.

—Me amas —levanto las cejas— y lo sabes concluyo, lanzándole el cojín de vuelta.

—Si me traes mi móvil todavía te voy a amar más —es una convenenciera de cuidado la rubia. Le llevo el móvil a la vaga que tengo aquí y me cambio de zapatos.
Benditas zapatillas planas.

—Ya podemos irnos —le digo.

—Pues venga, Josh estará esperando —se levanta y me doy cuenta que ha dejado una gran mancha de agua sobre mi cama. La muy cochina se ha tumbado sobre mi cama recién duchada, así que ha dejado un manchurrón enorme. Espero que se seque pronto, pues soy de las que no puede dormir con el pelo mojado, menos aun con las sabanas mojadas.

—Joder, ya te podrías haber secado el pelo, me has chopado la cama —digo mientras me pongo unos pendientes frente al espejo.

—Eso es agua. Se seca. Encima que te dejo olor a champú de melocotón —la miro mal. Sabe que odio el melocotón—. Vale, vale, no me mates. Si te reconforta, esos vaqueritos me ponen perraca mi amor. Vas a provocar que se le salgan los ojos de las órbitas a Josh.

—Me reconforta, pero no por Josh —le doy una palmada en el trasero y cojo mi bolso. Miro por última vez mi reflejo, comprobando no tener pintalabios. Hago el truquito de chupar un dedo y ya me quedo tranquila— ¿Vamos?

—Vamos.

Cierro la habitación y bajamos por el ascensor, junto con más gente. Todos nos miran, mientras que una musiquita suena por los altavoces. Es la primera vez que subo en un ascensor que tiene música, una cosa más que tachar de la lista de cosas que hacer antes de morir.

—Mierda, me he olvidado mi móvil arriba, encima de la cama —exclama Jade, mientras rebusca en su bolso.

—Ves anda —le dejo la llave y vuelve a subir mientras yo salgo del hotel para esperarla en la puerta.


Las calles ahora mismo están poco transitadas, pues todo el mundo estará comiendo.
Pero como mi amiga es una jodida lenta, pues comeremos prácticamente a la hora de cenar. Tengo un hambre que me devoraría a un león ahora mismo. Me apoyo en la esquina del hotel y me fijo en un niño de unos cinco años que está en la cera. Va acompañado de una mujer y camina feliz, hablándole a ella. A veces echo mucho de menos esa inocencia que tenemos de niños. Aunque, si soy sincera, a mí no me dio tiempo a experimentarla. No tuve una infancia muy normal.

—Vamos Jeannette —Jade aparece por mi lado y sonríe al verme embobada con el crío. Me coge de la mano y me da un beso en la mejilla—, venga puti.

—Vamos —andamos hasta un taxi.

Mientras vamos en el coche voy pensando en demasiadas cosas. Debo concentrarme en acabar mi trabajo, en conseguir mi objetivo y así lograr lo que quiero. Entonces sí, podré ser feliz, o al menos eso espero. Al menos dejaré de vivir en este martirio constante, donde la vida no se puede llamar vida Es un estado de estrés continuo que no se borra.

Entro al restaurante y divisamos a Josh, quien nos espera sentado en una de las mesas, con una copa y una botella de vino. Tiene esa pose de superioridad que siempre he aborrecido en las personas, odio que te miren por encima del hombro. Así que para hacerle ver que no soy menos que él, levanto la cabeza y voy caminando firmemente. No hacen falta los tacones para esa confianza, hasta con unas manoletinas las puedes tener. No es la prenda la que te da la confianza, lo debes tener por ti misma.

Se levanta al vernos y nos da dos besos a cada una, para después sentarnos los tres. Escucho un carraspeo de su parte, mientras no aparta la mirada de mis ojos. Es algo incómodo, pero me mantengo en todo momento firme.

—Ya me enteré de lo que te ha pasado en casa, debí haber puesto alguna alarma o algo para garantizar tu seguridad Jeannette —exclama. Para mi sorpresa, adopta un tono de disculpa.

—No... no pasa nada —toso. Levanto la mano para llamar al camarero y pido una botella de agua, pues siento que mi garganta ahora mismo es una lija. Se me ha secado.

—Que sepas que mañana ya podrás volver a casa, por supuesto yo pagaré el impuesto del hotel —frunzo el ceño, ¿Por qué es tan servicial?

—No hace falta Josh. En serio —sí que hace falta, pero quiero hacerle creer que no estoy tan necesitada. Si no, podría meterme más presión al chantajearme con el dinero. No es la primera vez que me lo hacen.

—Ha sido culpa mía que entraran, es lo menos que puedo hacer. Además, no importa. Te he contratado, y quiero que tengas una buena estancia mientras trabajes para mí —se inclina hacia delante, cogiendo mi mano por encima de la mesa. Es algo que me hace borrar todo tipo de expresión de mi cara, pues sé lo que pretende. Él sonríe—. Todo lo que necesites, solo debes pedirlo.

—No seas boba, y dile que sí —insiste Jade. Puede parecer que ella está de su lado, pero no me paso por alto que ella coge mis brazos, arrebatando mi mano de la de Josh, como si no se hubiera dado cuenta. Sé que no le gustan las intenciones de este hombre, pero tengo que ser un poco malvada y aprovecharme de esto un poco.

—Bueno... vale —Josh sonríe a mi amiga y Jade le devuelve la sonrisa, cortés. Por dentro ahora mismo está pensando que es un imbécil de primera. La conozco perfectamente, sé cuando le cae bien alguien y cuando no. Menuda tarde me espera.

—¿Cómo vas con Jensen? —sonrío al instante de oír su nombre, pero lo oculto mordiendo mi labio. Vamos, yo aprendí a dejar de ser una adolescente.

—Vamos bastante bien, todo marcha de maravilla —no tengo ganas de hablar. Sinceramente solo quiero dormir y alejarme de él. No me gusta ahora mismo estar a su lado.

—Me alegra oír eso —contesta— ¿Has tenido algún problema?

—Sí. Tu antigua prometida es un poco... especial —no sé como se tomaría si dijera algo malo de Carolina.

—¿Especial? —da un trago de vino, echándose hacia detrás— No te entiendo.

—Tocapelotas de primera, cari —exclama Jade, levantando las cejas y robándome el vaso de agua. La madre que la parió.

Le doy una patada por debajo de la mesa causando que de un saltito y choque sus rodillas con la superficie, cosa que me provoca una pequeña risilla. Pero parece que no soy la única, pues Josh también ríe.

—Te recuerdo de aquel día en que nos presentaron a todos, ¿qué tal con tu caso? —le pregunta a Jade, quien lo mira con los ojos entrecerrados. No, su don a veces no es disimular.

—Ah bien. Vamos genial —oh vaya. A él no le menciona que "chinga hasta ponerte los ojos en blanco". Que fina de repente, ¿no?

—También había otro chico que se llamaba...

—Steve. Es mi hermano —sonríe, como toda hermana orgullosa.

—Ajá. Lo vi en una portada de una revista, junto con la modelo —mi mejor amiga y yo nos miramos ¿Se está exponiendo?

—Bueno... es lo que tienen las modelos —ríe desganada. Sé que interiormente quiere ahogar ahora mismo a Steve por lo que ha hecho, está poniendo en peligro a que alguna de las antiguas afortunadas lo reconozca.

—Supongo que los pillaría algún paparazzi —añado yo, intentando quitar algo de hierro en el asunto. Estando al lado de alguien famoso, es normal que los fotógrafos te persigan hasta para ir a mear.

—¿Puedo preguntaros algo?

—Ya lo estás haciendo, morenito —Josh sonríe al oír el apodo de mi amiga. Por fin, alguien le devuelve el decir el motecito con el que tanto me nombra y molesta.

—¿Cuantas veces habéis trabajado como esto?

—Yo unas doce o así. En menos de nueve meses. Jensen es el afortunado que más me está costando —contesto, dando un trago de mi vaso, recuperándolo de Jade.

—Yo unas veinte. Empecé antes que ella, pero en realidad solo llevo un año aquí —concluye Jade.

—¿Y no es complicado? Digo, los nombres, apellidos, números de teléfono...

—Te acostumbras —suspiro. Es normal meter la pata algunas veces.

—No te queda otra.

—Parece muy difícil —exclama, mirándonos con curiosidad—. Debéis ser muy espabiladas para no meter la pata —le miro fijamente, ¿pero qué se cree, que somos gilipollas o qué?

Dejo que se vaya pasando la comida, pues sinceramente quiero irme de aquí pero ya. También se me acaba pasando la tarde por completo, pues la pasamos entretenida. Vamos al centro de estética y de ahí al gimnasio, pues teníamos ganas de ir para pasar el rato. La verdad es que estos meses habíamos cogido la costumbre de hacer ejercicio todos los días porque la verdad, no teníamos nada que hacer. Además, uno de los requisitos de la empresa es que mantengamos un aspecto físico "optimo" según ellos. La verdad es que cuando me termine estabilizando no pienso hacer ejercicio, solo y cuando me apetezca. Lo suficiente como para estar saludable.

Por fin acabamos y puedo volver a mi habitación, donde me ducho y me acurruco en mi cama, sintiendo el frio de las sabanas contra mi piel. Es algo que siempre me ha gustado, incluso por la noche, aunque sea invierno, a veces me muevo para encontrar un cachito de sabana fría.


Abro el cajón de la mesita y saco un pequeño maletín, el cual está lleno de fotos. Son las únicas que tengo de nosotros. Me siento en la cama y las reviso una a una, viendo como hay fotos mías, de él, de los dos juntos...

Nuestras sonrisas en la fotografía demuestran que nadie imaginaba lo que iba a pasar. Y menos él. Aunque vivíamos en un infierno, éramos felices a nuestra manera porque teníamos algo que nos daba fuerza para superarlo todo; estábamos juntos. Pero no puedo parar de recriminarme que todo esto en parte es mi culpa. Debimos habernos ido de allí antes de que todo explotara. Pero yo no podía dejar a mi madre, a pesar de todo. Aún sabiendo que ella quizás no fue la mejor progenitora del universo, jamás la hubiera dejado sola. Nunca.

Millones de recuerdos se cuelan en mi cabeza y solo soy capaz de sonreír mientras las lágrimas caen en mis mejillas, hasta aterrizar en la colcha de la cama. Siento tanto dolor dentro de mí que creo que estoy hecha pedazos. Me rompí el mismo día que me lo arrancaron de mi lado. Me rompí el día en el que no le tuve al lado. Ahora ya no me voy a poder recomponer si no le vuelvo a ver. Si él está conmigo, sé que todo va a estar bien.

Tocan a la puerta y guardo todo en el maletín que dejo encima de la cama. Paso las manos por mi cara y retiro las lágrimas que hayan quedado, para después darme aire con las palmas directamente.

—Adelante —la puerta se abre dejándome ver a mi oso amoroso— ¡Hola Steve! —voy corriendo hacia él y me tiro como un koala. Intento ser lo más agradable posible, porque no quiero que él note que estoy mal. No quiero preocuparle más.

Él me sujeta fuerte, dando varias vueltas conmigo encima. Mi carcajada se escucha por toda la habitación, al igual que la suya.

—¿Y este recibimiento? —cuestiona, con la cabeza en mi hombro. Se separa un poco para mirarme, dejándome observar las pequeñas arruguitas que se muestran a los lados de su boca cuando sonríe. Las pecas de su cara son preciosas. Un día se las tengo que contar.

—Por haberme pasado a mi cama el otro día, si no habría muerto de dolor de espalda —me deja en la cama y se sienta conmigo.

—¿Qué estabas haciendo? —pregunta, observando toda la habitación. Su vista recae directamente en el maletín que hace unos segundos he tenido en mis manos.

—Nada —suspiro. Él lo coge, para después abrirlo. No le digo nada, no tengo ningún secreto que ocultarle.

—Con que nada eh... —coge una foto y empieza a reírse. No se cual ha cogido, pero por la pinta que tiene seguramente sea una mía— ¡No tienes piños! —se carcajea, llenando la habitación de ese sonido.

—Y tú los dejarás de tener si te sigues riendo —todavía se ríe más. Cojo la foto y la guardo, fingiendo una mueca de enfado.

—No, no. Va te prometo que me porto bien —me quedo observándole durante unos segundos, hasta que él me levanta la mano y alza sus cejas. Desisto, pasándole la foto otra vez. La observa un rato, para después dejarla y pasar a otra. Esa la he visto yo tantas veces que hasta la conozco por detrás.

—¿Es él? —pregunta, levantando su mirada hasta mis ojos.

—Sí —sonrío y miro la foto. Los dos estamos cogidos de la mano, frente a un árbol que había delante de casa. Era enorme, así que cuando en otoño se le caían las hojas eran tan grandes que incluso se podían hacer caretas con ellas.

—¿Cuándo la hiciste? —por un momento le observo, dejando escapar el aire de mis pulmones poco a poco. Recordar todo esto sin él a mi lado me duele.

—El día de su cumpleaños. Después de esa foto lo celebramos en casa con una gran tarta casera. Acabé del frosting hasta por los pies —rio al recordarme. Él me dijo que parecía Papá Noel porque tenía crema hasta por la barbilla.

La mano de Steve me retira un mechón de pelo de la cara y agarra mi rostro. Levanto la mirada hacia sus ojos marrones, los cuales me miran con un sentimiento de compasión.

—No te me pongas triste, recordar nunca tiene que ser malo. —Intento darle la razón mentalmente. Quizá no sea malo, pero sí doloroso. Es como echar sal en una herida.

—No lo haré —mentira. Ya lo estoy. Pero no puedo dejar que me vean siempre así.
Sonrío falsamente. No quiero que descubra que he estado llorando, así que trago saliva y con ello el enorme nudo que se me había formado en la garganta.

—He venido para decirte que dentro de una semana me tendré que ir. Mi chica firma los papeles del divorcio dentro de tres días —abro la boca sorprendida.

—¡¿Ya?! —asiente.

—Me ha sido muy fácil. No soy el primero con el que le ha puesto los cuernos, pero sí el primero con el que la ha pillado... —muerde su labio en un gesto divertido y rasca su nuca. Todo un pillín que está hecho mi mejor amigo.

—¿Pillado qué? —me hago la tonta para hacerle sufrir un poquito. Steve levanta la vista y rueda los ojos.

—Ya sabes —claro que lo sé, pero sigo disimulando.

—No, quiero que me lo digas, ¿jugando al twister? —continúo haciéndome la inocente, poniendo un dedo en mi boca. Esto es divertido.

—¿En serio?

—Ya sabes, soy muy inocente —hago un puchero y pongo mis manos bajo mi barbilla, para agitar las pestañas varias veces. Consigo hacerle reír, mientras frota sus manos.

—Muy bien, te voy a quitar la inocencia en un momento —se reacomoda remangándose, coge aire—. Follando. Follando como dos locos. Ella a cuatro patas y yo tirándole del pelo. Imagínate cuando entró y la vio ahí y con la mano en...—le tiro un cojín a la cara y me tapo los oídos. Demasiada información, repito, DEMASIADA INFORMACIÓN.

—¡Basta! —las carcajadas de mi amigo resuenan por la habitación —esto me pasa por cotilla y por idiota, ¿pero en qué narices estaba pensando? ¿Acaso no sabía que el era capaz de decirme todo con pelos y señales?

—¿No querías saberlo? —cuestiona, alzando las cejas con una sonrisa pícara. La madre que lo parió, que a gusto se acaba de quedar el tío.

—Eres un cerdo. Menuda imagen tengo en la cabeza ahora mismo —finjo una arcada, provocando que ría más y yo le acompañe al pasar unos segundos—. Cochinote —se levanta y me da un beso en la frente, para después reacomodar mi pelo de nuevo.

—Voy a ducharme. Cuando ya no tengas los ojos tan inflados me vas a contar porque has estado llorando —y tras esto desaparece. Puñetero. Le odio por conocerme tan bien.

La puerta no termina de cerrarse cuando escucho un ruido como una bofetada acompañado con un quejido de Steve, y aparece Jade. Ella y su maraña de pelo rubio se mueven hasta cerrar la superficie de madera que separa mi habitación del pasillo del hotel.

—¿Qué ha sido eso? —le pregunto, refiriéndome al golpe que he oído.

—Mi mano en el culo de mi hermano. La afortunada se pondrá celosa cuando vea la marca —pongo los ojos en blanco y me tiro encima del cojín. No pueden negar que son hermanos, tienen un carácter súper parecido—. Están echando capítulos repetidos de Lucifer, ¿los vemos? —asiento y se tumba a mi lado. Quizás odie las películas de miedo, pero las series como Sobrenatural y Lucifer siempre tendrán un huequecito en mi corazón. Aunque tengo que reconocer que cada vez que sale sangre —muy a menudo en ambas— aparto la mirada porque me entran arcadas.

Mi mente cae en Jensen, recordando lo que he hecho esta mañana. Sonrío al recordar la sensación de sus suaves labios sobre los míos. Paso mi dedo por ellos, casi como si pudiera rememorar la pasión con la que me ha respondido a ese contacto. Jensen me enciende. Hacía mucho que no sentía algo así, y lo gordo es que no lo puedo asemejar a nada porque es treinta veces más intenso que todo lo que he experimentado.

Es inevitable que coja mi móvil para enviarle un mensaje, ¿estará pensando en mí?. Quiero que lo haga. Quiero que me piense, que no me pueda borrar de su mente, así como me pasa a mí.

«¿Has meditado suficiente?😥» —le envío, con una sonrisa picarona. Dejo el móvil a mi lado pero me toca desbloquearlo cuando suena, casi al instante. La emoción que me recorre es algo que no llego a comprender.

«No sé. Ya sabes, solo soy un rubio sexy, no tengo cerebro😉» —río y niego. Mentiroso.

«Pues yo creo que sí que lo tienes e incluso lo usas demasiado. Piensa más con tu corazoncito Jensen ❤»—contesto. Ojo, que se note la doble intención que hay ahí. Debe volverse loco por mí.

«Trato hecho 😊 ¿Haces algo? No tengo nada que hacer hoy» —mierda. Mis nervios afloran cuando me doy cuenta de que quiere quedar conmigo. A solas y de noche. Una idea nada inocente se me cruza por la mente. ¿Y si me llegara a acostar con él? ¿Me sentiría mal?

Jade ve mi cara y frunce el ceño, pues sabe que algo está ocurriendo.

—¿Qué te pasa? —cuestiona, dejando el mando a un lado.

—Jensen quiere ir a cenar conmigo Jade. Me acaba de decir que no tiene nada que hacer y... —suspiro— quiere que quedemos ahora. De noche y los dos solos —ella abre los ojos de par en par y sonríe.

—¿Qué hay de malo? —suspira— No tiene por qué querer estrictamente querer acostarse contigo, Jeannette —nota mental: descubrir si Jade lee el pensamiento. Yo pienso que sí.

—Le voy a decir que no —cojo mi móvil y empiezo a teclear, desbloqueándolo. No me atrevo a quedar con él de noche porque... porque no sé si los dos aguantaremos. No por él, sino más por mí. En el momento en el que besa mis neuronas se van a Marte, y lo único que controla mi cuerpo son las hormonas. Y no, no les voy a dejar el timón a esas cochinas.

—Le vas a decir que sí —me quita el móvil y corre hacia el baño. Mi cuerpo reacciona al minuto y voy tras ella, pero llego tarde pues se ha encerrado con pestillo en el cubículo.

—¡Ni se te ocurra Jade, te mato! —aporreo la puerta, intentando hacer que me abra. Incluso intento abrir la manivela, pero me es completamente imposible. La muy cerda ha conseguido su cometido.

—¡¡Correré el riesgo!! —le oigo decir— Mira escucha; "Esperar a que me invites ya a cenar, mal caballero ¿Cómo puedes no invitarme a cenar? Abre los ojos pelele, y mira que cacho mujer estoy echa cari". Aquí, al final, le pongo un besito, para que no suene tan rudo.

—¡¡Ni se te ocurra, te juro que te...!! —continuo dándole golpes a la puerta, como si con eso pudiera abrir la puerta.

—¡¡Enviar!! —la puerta se abre y la veo salir triunfante con mi móvil en las manos. Lo cojo y veo que efectivamente ha mandado ese mensaje. Lo ha visto y me está escribiendo. Justo me llega uno de él.

«Trato hecho, iré a por ti a las nueve» —muerdo mis uñas nerviosa. Mierda. Mierda. Mierda. Mierda.

Jade se asoma a mi móvil y sonríe. Yo estoy demasiado ocupada mirándola con rencor. Me cago en ella.

—Ya tienes plan para cenar. —¿Alguien sabe algún sitio donde torturen a las mejores amigas?, pero con amor.

—Me las vas a pagar —ella sonríe.

—¡Pero mírate! Estás roja y encima estás sonriendo como una boba. ¡Tú tenías más ganas que él!, además, ves arreglándote ya, así ganas tiempo —da una palmada y me mira de arriba abajo—. Ponte algo dorado. Que reluzcas como la bola de cristal de una pitonisa.

Resoplo y voy a mi armario con la garrapata de Jade pegada a mi culo. Reniega de muchos de los vestidos que le enseño con argumentos como: «¡Mucha tela!» «¡Poca tela!» «Con este pareces una monja de clausura» «Si te pones eso vas a enseñar hasta el DNI si viene aire». Ella y sus ideas tan claras que me ayudan justo cuando más lo necesito.

Al final me coloco un vestido dorado y con la espalda descubierta, a juego con unos tacones. Jade me plancha el pelo y yo me maquillo para mirar la hora y darme cuenta de que falta poco. Voy al baño, escuchando como los tacones repiquetean en el suelo de mármol, tragando saliva.

—¡Dile que me he cambiado de donde vivo! No sabe que estoy aquí alojada —le comunico a mi amiga desde el baño.

—¡Vale! —le oigo contestar.

Acabo de arreglarme y me llevo un bolso donde meto de todo por si cualquier catástrofe pudiera pasar. Tampones, toallitas, un estuche de costura, unas tiritas... y dos preservativos. No todo tiene que ser catástrofes. Yo ya voy con la mente abierta. Si me acuesto con él, no quiero ningún bebé en camino.

Tras darle un beso a mi amiga bajo a recepción. Mi móvil suena y lo cojo mientras camino, seguramente sea Jensen

—¿Sí? —pregunto.

—TIC, TAC, TIC, TAC, el reloj avanza. Y el tiempo se va acabando —mi piel se pone de gallina y tapo mi boca, deteniendo mis pasos al segundo de lo helada que me quedo. La voz distorsionada se hace paso por la línea del teléfono, haciéndome saber que son sus matones lo que me están llamado. Él no sería tan cobarde como para usar una voz así, lo haría directamente porque sabe que no soy capaz de llamar a la policía por el miedo que le tengo— En menos de dos meses te volveremos a llamar para fijar un día y una hora. Y como no tengas listo el dinero —una risa suena por el teléfono— sus sesos saldrán volando por todos lados.

—Lo tendré listo —contesto angustiada, tragando saliva. La garganta se me acaba de quedar completamente seca—, pero no le hagáis nada por favor. Él no tiene la culpa de nada. Haced lo que queráis conmigo, pero no con él.

—Tu madre si la tenía. Pero como ahora ya no está, estás tú, perra. Con alguien tendrá que saldar la deuda —ríe y las lágrimas caen por mis ojos. El miedo de que le puedan estar haciendo algo me reconcome—. Adiós, niña estúpida. —y cuelga, dejándome con la palabra en la boca.


Mi pecho se infla una y otra vez, nerviosa. Detengo las lágrimas antes de que salgan, pues Jensen está a punto de llegar y no se tiene que enterar de nada. Me toca tragar ahora mismo todo esto, haciéndome sentir fatal. Como si el mundo ahora mismo se me cayera a los pies. Creo que la felicidad nunca ha estado hecha para mí y en momentos así me doy la razón a mí misma. Odio tener que pasar por esto.

Creo que todo el mundo en mi situación estaría tan cagada como yo. Saber que una persona que amas tanto está sufriendo por culpa de tu madre no es bueno, es de cajón. Se gastó todo el dinero para pagar sus vicios. Bebía y se pasaba la vida en el casino. Sin importarle nada más. Justo metió la pata cuando se endeudó con un hombre muy peligroso. Pero a ella no le importó nada, tan solo le interesaba el dinero para poder seguir jugando. Incluso se "enamoró" de él. De ese hijo de la gran puta. El que hizo que perdiéramos la casa, los ahorros y todo lo que teníamos. Yo por suerte ya era mayor de edad cuando a mi madre le diagnosticaron Alzhéimer, y pude cuidar de ella. Porque a pesar de todo, era mi madre. Cuando ella faltó, la deuda recayó en mí. Me arrebataron lo que más quería en la vida. La fuerza se va acabando y tengo ganas y miedo a la vez para cuando llegue "El día". Si le hacen algo, sería capaz de cualquier cosa.

Busco en mi bolso para ver si hay algún pañuelo, pero es entonces cuando al levantar la vista me quedo mirando a un hombre, vestido con traje y con algunos botones de la camiseta desabrochados. Sus ojos verdes están fijos en los míos mientras avanza por el salón y me mira sonriendo. Su pelo rubio como rayos de Sol se mueve a cada paso que da, y mi mano pide a gritos enredarse entre ellos. Mi corazón se acelera más en cada paso que se acerca a mí.

—Hola —su mirada brilla cuando me enfoca por completo, a la vez que me dirijo a su mejilla para darle un beso. Él me devuelve el gesto, para agarrar mi mano después.

—Hola, Jensen —sonrío embobada cuando nos separamos. Tengo que tener una cara de idiota que no veas—. Vas muy guapo.

—Créeme que, a tu lado, me quedo corto —no puedo evitar bajar la mirada, pues me he convertido en un flan. Está como un puñetero tren con ese traje.

—Gracias —da un paso hacia mi lado y de repente noto su mano cálida, haciendo contacto con mi espalda.

Algo por dentro se me remueve y mi cuerpo empieza a pedir que quiere ser acariciado por esas manos en toda la espalda. Solo de pensarlo me sube un caloret que me saca una sonrisilla que solo yo entiendo.

—¿Vamos? —me pregunta. Yo tan solo asiento. Al subir al coche me abre la puerta y echo de menos su mano en mi espalda. Pero solo de ver su perfil mientras conduce mis neuronas le perdonan ese hecho. Tararea las canciones, mientras rodamos en el coche. Al salir a la autovía se mete en un desvío y aparca en un amplio aparcamiento, el cual es de gravilla. Me dispongo a bajar cuando la puerta se abre sola y le veo a él, con una sonrisa.

—Gracias —me contagio de su gesto y bajo. Tengo que reconocer que tengo un miedo de narices, pues con la gravilla temo partirme la nuca por culpa de los tacones.

Por suerte logro llegar a la entrada agarrada del brazo de mi acompañante. Jensen habla con el maître, el cual nos conduce a una sala íntima, donde solo estamos nosotros. Tan solo hay una mesa en medio. Me fijo en las vistas del mar que hay a través de un cristal y suspiro, es hermoso. Los muebles son de un color caramelo, las paredes son completamente blancas.

Nos sentamos, para poder disfrutar de la cena tranquilamente. Jensen pide un vino para beber y no le declino la invitación, creo que ahora mismo me hace mucha falta. Al preguntarle cual es la especialidad de este restaurante me recomienda un plato con caviar, cosa que declino amablemente. Odio el caviar, así que pido rape.

Al irse el camarero me alegra que nos hayan dejado solos. Suspiro al observar como el rubio lleva su copa a los labios y da un trago. Creo sinceramente que yo también lo necesito.

Aún así no puedo evitar que mi mente se vuelva una y otra vez a la llamada que he recibido hace poco. Incluso se me crea un enorme nudo en el estómago que creo que no me dejará cenar tranquila. Incluso tengo ganas de vomitar de los nervios que llevo encima.

—¿Estás bien? —Jensen me saca de mi estado de babia.

—Sí... sí —retiro un mechón de mi pelo y me acomodo en la silla, carraspeando para aclarar mi garganta.

—¿Y eso que estás alojada en un hotel? —me pregunta. Sus cejas se juntan en un gesto de duda, mientras que apoya su cabeza sobre la palma de su mano.

—Entraron a robar a mi casa y la dejaron echa un desastre. Hasta que no pongan la alarma no me atrevo a pasar allí otra noche, no sé que hubiera pasado si... hubiera estado dentro —la sonrisa más falsa de mi vida aparece y trago saliva, las lágrimas amenazan con rodar por mis mejillas. Siento que todo lo que me ha ocurrido en parte es mi culpa por no haber huido de allí antes de tiempo.

—Si quieres puedes quedarte en la casa en la que estuvimos —no sé como coño se le ha ocurrido esa idea de bombero. Imagino que quiere ayudarme, pero creo que se ha pasado.

—No, de verdad estoy bien —bebo vino. Dios, creo que necesito otras cinco botellas.

Me traen mi rape y le contesto a todas las preguntas que me hace, mientras yo pienso en como estará él. Siento como el corazón se me encoje al darme cuenta que mientras yo estoy aquí cenando tan tranquilamente, él lo estará pasando muy mal. O quizás... quizás muerto. Destierro eso último, intentando tranquilizar a mi corazón acelerado.

Al acabar de cenar salimos fuera y una ráfaga de viento helada recorre mi cuerpo, haciendo que me intente tapar conmigo misma. En este momento me arrepiento de haberme puesto un vestido corto con espalda al aire, me estoy muriendo literalmente de frio.

Es entonces cuando noto sus manos en mis hombros y de pronto la calidez de su chaqueta en mi cuerpo. Su olor me invade, pues toda la prenda huele a él.

—Gracias —le doy un beso en la mejilla y me giro para ir al coche, pero él me frena de la cintura.

—Vayamos a dar un paseo por la costa, ahora no hay nadie y se estará bien —asiento y camino a su lado, intentando dejar de pensar por unos minutos. Tal vez el mar logre borrar mis pensamientos.

—Bárbara —Jensen me gira hacia él, pues me he quedado clavada en el suelo— ¿Qué te pasa, cariño? —Cariño. Esa es la palabra que me faltaba para que le abrace y empiece a llorar desconsoladamente en su pecho, rodeada de sus brazos y de su olor.

Hoy ha sido lo que viene siendo un día de mierda, yo ya no puedo más. Siento que mi armadura ya está muy magullada de tanto golpe. Siento que tengo ganas de librarme de ella ya. 

***


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro