1: Dobles.
Estoy en un bar, celebrando con mi mejor amiga Jade nuestro último triunfo. Doy gracias a que todo, al menos de momento, esté saliendo a pedir de boca. Suficientes desgracias tenemos ya, tanto juntas como separadas.
—Brindo porque somos las mejores perras de este universo, Jeannette —dice ella con una sonrisa curvada. Eleva su pequeño vaso de chupito mientras sonríe, aunque sé que detrás de ese gesto hay un poco de tristeza. Agradezco que me haga reír, porque con la vida que llevamos no tenemos muchas alegrías.
—Que así sea —exclamo, alzando la cabeza. Nuestros pequeños vasos chocan y al dar un trago siento como el alcohol baja, quemándome a su paso. Las dos hacemos un sonido extraño cuando sentimos que nuestras gargantas arden, creo que nunca me voy a acostumbrar a este sabor. Aunque con Jade, te aseguro que lo haces rápido, no he conocido a ninguna persona a la que le guste salir tanto por la noche. O bueno, también por el día... digamos que ella no tiene horarios.
—¡Otro! —grita, apoyándose en la barra del bar y levantando una mano para que el camarero de la barra la vea, pues hay un montón de gente y el pobre chico no da a más. Después vuelve a su silla. Al menos no se ha abierto la cabeza en el intento, que en mi caso hubiera sido lo más probable.
También hay que decir que en lo de equilibrio va servida. Ella es bailarina desde pequeña de tango argentino, concretamente el que se conoce como tango fantasía. Aunque siempre me ha dicho que también sabe bailar muy bien el tango nuevo. Su complexión es delgada, pero fuerte.
Observo como me mira, las dos sabemos perfectamente que todo esto vuelve a empezar. La rueda vuelve a girar. Comenzamos este horrible trabajo de nuevo... Pero por eso estoy aquí, porque las amigas de verdad te acompañan cuando necesitas tomar algo y librarte de esos sentimientos que te hacen sentir como una mierda. Ellas te escuchan y sufren contigo con tus penas e inseguridades. Pues eso somos Jade y yo, uña y carne.
Así que he decidido acompañarla en nuestro último día de vacaciones —un poco pobres, pues son de tan solo dos días— antes de ponernos a trabajar en el que será nuestro nuevo martirio durante unos mesecitos.
—Odio este puto trabajo —suelta, formando círculos con su dedo índice sobre la barra. Tras unos segundos, empieza a reír. Sí, así es mi amiga borracha, se descojona absolutamente de todo. A veces la envidio por tener ese carácter, en el que ve todo de forma positiva. Es de esas personas que siempre tratan de alegrarte el día. Lo bueno es que lo consigue.
—Te entiendo —digo suspirando. Digamos que no todos cuando somos pequeños pensamos en trabajar destruyendo matrimonios en el futuro, solo por una cantidad de dinero.
Pero aseguro que si yo no tuviera una buena razón, no lo haría. Pero que secuestren a la persona que más quieres es un muy buen motivo, créeme. Lo único que necesito es dinero para recuperarle y aquí ganas mucho en un solo mes. Mucho, lo digo en serio. No te creerías la increíble suma de dinero que es capaz de pagar alguien por cobrarse una venganza amorosa. Por eso siempre he creído que las heridas "del corazón" son las que más duelen.
Además, tienen que cubrirte prácticamente todos los gastos. Por eso, las personas que nos contratan son siempre de un alto rango social con una cuenta con muchos ceros.
Sobre esa persona que un día arrebataron de mi vida... ya te contaré más adelante. Ahora de verdad no quiero pensar en ello, solo disfrutar de la noche.
—No sé por qué dices eso, tienes suerte, siempre te tocan los guapos, cabrona —reímos como dos tontas por lo que mi amiga rubia dice, mientras me encojo de hombros como si no me diera cuenta de lo que me acaba de decir—. A mí siempre me tocan los depravados. ¿Te acuerdas de José?, ¡ese hombre quería que le atizara con mis zapatillas de ir por casa, las que tienen una ovejita! —he visto esas zapatillas, tengo unas iguales pero de flamencos. Al imaginar a Jade con la zapatilla de ovejita y la cara de besugo que se le tuvo que poner, exploto en una carcajada que hace que me atragante y empezar a toser como una loca.
Así que cojo el chupito que me ofrece el camarero y me lo bebo de golpe, a palo seco hasta acabarlo por la mitad. Saco la lengua y finjo una arcada que hace reír a Jade. Solo de pensar tremenda resaca que tendré que aguantar me asusto, ya llevamos unos cuantos tragos (muchos, llevamos muchos, pero me cuesta admitirlo). Si no paro ahora, mañana voy a acabar muy mal.
—Creo que será mejor que deje de beber, si no mañana voy a tener un dolor de cabeza monumental —aparto el chupito de mi alcance y Jade lo coge. Acaba con la mitad del mío en un trago y se bebe el suyo entero a continuación. Una pandilla de gente la ovaciona mientras ella lanza besos al aire. Por supuesto, el ardor le hace sacudir la cabeza varias veces, saca la lengua y me hace reír mientras alza el brazo.
—No quiero acordarme ni de como me llamo —al final, acabo aplaudiéndole como los demás. De hecho, dos avanzan hacia nosotras, con ilusiones de algo—. Estos se van a comer el dedo gordo del pie, lastimosamente —quita el pelo de su cara y se pone recta al ver que ya los tenemos demasiado cerca para mi gusto.
—Hola —dice el castaño dirigiéndose a nosotras— ¿Queréis un poquito de compañía? —menuda manera de ligar. Que alguien le tire un premio a este chico, pero en la cara.
—Iugh, no gracias. No me gustan los chicos que tienen dos cabezas, lo siento. Además, para compañía adopto un alimoche y arreglado —exploto en más risas al oír el comentario de la loca que tengo en frente. Por estos momentos amo todavía más a Jade.
El castaño pone una cara rara, ese es el efecto que tienen los comentarios de mi amiga. Él empieza a mostrar interés en Jade, mientras que el rubio me intenta conquistar. Seguro que piensan que como son más jóvenes vamos a caer rendidas a sus pies. Pobrecitos. Animalitos. Qué lástima.
Tengo que admitir que el chico es atractivo, pero de verdad es mucho más pequeño que yo. Y no quiero ni busco a nadie de quien enamorarme. Tengo una vida demasiado difícil como para complicarla más con amoríos. Aunque sea guapo, joven y saque temas de conversación que me hacen reír, no puedo fijarme en nadie.
—¿Cómo te llamas? —me pregunta, levantando la mano para que el barman le vea.
—Digamos que eso es un secreto que me debo guardar —exclamo, arrugando mis labios. Nunca debo decir mi verdadero nombre, solo a mis compañeros.
—Bueno, pues chica misteriosa, yo soy Giorgio. Puedes llamarme Gio, así es como me llaman mis amigos. —exclama sonriéndome.
Su camisa de manga corta es más ancha que su torso y tiene un estampado que no sé descifrar ahora mismo. Se gira, para pedir al camarero cuando este se acerca a él, y me muestra su perfil. Es joven y se nota, seguro que le saco unos cinco o cuatro años. Pero el niñito está muy bueno.
—¿Me conoces de dos segundos y ya me consideras tu amiga? —pregunto, cuando vuelve a dirigir su vista hacia mí. Una risa se escapa de sus labios.
—Pareces confiable. De ese tipo de personas que cambian las vidas y todo ese rollo. Es como que estaba esperando ver a alguien como tú —ahora sí que me está dando algo de miedito. Pero solo me sale una risa, este chico es muy bueno ligando, aunque conmigo no le va a funcionar.
La verdad, termina cayéndome bien cuando llevamos un rato hablando, aunque me sigue rondando en la cabeza lo que ha hecho.
—¿Vienes a bailar? —me pregunta tras estar un rato hablando. Me levanto de la silla, bailar no le hace daño a nadie. Necesito liberar un poco mi mente ahora que puedo.
—Acepto por dos razones. Una, voy un poco feliz. Y dos, quiero disfrutar de mi día de gloria —asiente riendo, como si entendiera algo de lo que he dicho y me agarra de la cintura para conducirme a la masa de gente bailando. Bailo a mi manera, dejando que vaya soltando mi energía poco a poco. Y lo disfruto, riéndome mientras una canción suena a todo lo alto en la discoteca. A veces necesitas liberarte de toda la mierda y solamente bailar al ritmo de la música, esto es como una medicina. En estos pequeños momentos es cuando comprendo a Jade.
Sigo bailando bastante rato entre la gente, cantando muchas canciones a pleno pulmón, disfrutando de dejar mi mente en blanco durante algo de tiempo, hasta que acabo de los pies machacada. Es lo que tiene llevar tacones, bailar con ellos y saltar como una cabra montesa. Decido irme, pues creo que ya he llegado a mi límite después de unas horas en la pista. Mi acompañante me agarra del brazo y se dirige a mi oído.
—¿Quieres que vayamos a un sitio más tranquilo? —susurra. Yo niego con una sonrisa.
—Lo siento, pero no estoy buscando compañía esta noche. Encantada de conocerte Gio, aunque no te vaya a volver a ver —me encojo de hombros, colándome entre la gente y dejándole allí, pues los pies realmente me piden que me siente o me caigo ahora mismo. Joder, me duelen un montón.
—¡Tienes mi número en tus contactos, por si quieres...! —ya no escucho nada más, pues la música comienza a subir y yo me giro para verle, pero la gente comienza a saltar. Toco mi bolso, para sacar mi móvil y caminar hacia Jade. Efectivamente, veo un contacto que antes no tenía, con el nombre de "Gio Disco". Inmediatamente lo borro. No pienso llamar a una persona que he conocido borracha, que ha cogido mi móvil y encima ha puesto su número en mis contactos. Me apunto poner una clave a mi teléfono, pues quiero evitar cosas como esta, por muy agradable que haya sido ese chico.
Las discotecas son así, con las luces distorsionan demasiado. Un recinto lleno de alcohol, por desgracia algunos cerdos que lo único que sabe hacer es tocar culos y de música a toda pastilla. Aunque no hayas bebido nada, el propio ambiente te emborracha. O a lo mejor decides no volver en tu vida.
Me dirijo hacia Jade que está con bastante gente. Están jugando a ver quien acaba antes (y si acabas) el beberse una fila de chupitos. Veo como mi amiga acaba el último antes que el chico que hay a su lado y esta grita de alegría junto con todos los demás. También veo como recoge el dinero que habían apostado en su contra, aplaudiendo y levantando los brazos con una sonrisa. Sí, aquí parece se juega con dinero.
Al verme, sin decir nada se tira a abrazarme. Y casi hace que se me salgan por la boca mis dos amigas de la fuerza con la que me rodea. Creo que me acaba de partir la espalda en dos.
—¡Acabo de ganar dosssssscientos euros, es el pedo más rrrentable de toda mi vida! —reímos, mientras escucho que arrastra las sílabas por causa del alcohol— ¿Nos vamos?
—He venido a buscarte por eso, los pies me están matando —le digo, apoyándome en su hombro. Aunque la verdad, pronto dejo de hacerlo, sobretodo cuando se inclina hacia un lado.
—¡Yo te defenddderé!—hipa— ¿Dónde está essse pie maligno-o eh? —Jade simula una pistola con su mano mientras yo ruedo los ojos.
—Anda, vámonos —la agarro, casi arrastrándola hacia fuera y camino con ella hasta la salida.
—¡Pium! —simula dar un tiro— He dddado en el blanco, querrrida MacccGregor. —sopla los dos dedos que hacen del cañón de la pistola e intenta ponerse recta. Si no la llego a sujetar creo que se habría puesto los dientes de peineta— Ssssiempre he querido decir MacGregor, ¡ssssería una passsada tener ese apellido! ¿No creeeees? —carraspea— Tenemos una m-misión impossssible, querida MacGregor —dice con una voz grave, alzando y bajando las cejas repetidamente.
—Vámonos ya Jade, estoy cansada —la arrastro riendo hacia fuera, mientras ella "dispara".
Salimos de la discoteca y nos sentamos un momento en la parada del autobús, donde después de pelearme un buen rato con mi móvil puedo alcanzar a llamar a Steve, el hermano de Jade. También conocido como mi mejor amigo y como el mote que le puse hace mucho tiempo, "oso guarroso".
—Steve, te necesitamos de vuelta —este bosteza a través de la línea telefónica, para después dejarme escuchar su risa ronca. El muy soso no nos ha querido acompañar cuando él en realidad es el más fiestero de los tres. Todo con la excusa de que mañana tenía que levantarse pronto.
—Son las cuatro de la mañana, pero por ti morena, hago lo que sea —río y Jade me arrebata el teléfono de las manos.
—Tú, bola de músculos sin cerrrebro, mennea el culo y ven a porrrr nosotras ya. Y por favor te lo suplico, ¡deja de ligar con mi mmmejor ammiga! —le da a varias teclas de mi móvil y me lo devuelve. Steve y yo nos hacemos bromas continuamente, somos como hermanos. Por eso sé que no estaba ligado. Sería como ligar con Jade y solo con pensarlo aparto la idea porque no me gusta nada.
Al coger el móvil me doy cuenta que la burra de mi amiga ha colgado y de paso también me ha abierto la cámara, pues una imagen de mi cara roñosa y medio borracha invade la pantalla de mi teléfono.
—Eres idiota, le has dado a la cámara —reímos las dos. Observo la cara en la pantalla que pone Jade, con los ojos bizcos mientras estira sus orejas con las manos. Mi risa se incentiva todavía más.
—¡Saca una foto! —pasa un brazo sobre mi hombro e intento atinar con el móvil hasta hacer un buen selfie. Pero casi ni se nos ve la cara.
—No hay luz —concluyo, mirando las farolas.
—Pues pongh el flash, lista —dice con voz grave, haciendo un poco la idiota.
—No tengo flash por la cámara interior, lista —la imito, poniendo la misma voz que ella.
—Pues hazlo por detrás —Jade comienza a reírse—. La foto ehhhhhh, lo otro n-no te lo recomiendo —ruedo los ojos con una sonrisa y hago la foto. Las dos acabamos pestañeando porque el flash nos ha dejado casi ciegas. Veo cositas grises por todos los lados. Ni miro como han quedado porque ahora mismo eso me parece misión imposible.
Pasamos un rato sentadas en la parada de autobús, hasta que mi compañera se levanta y fijo mi atención en ver cómo va a la carretera, que está completamente desierta. La discoteca está bastante alejada de la ciudad, así que no hay ni una sola alma por la calle.
—¡Ayyyyy tía, mi-miira, las hormigggas se van a chhhhocar! —me dice Jade señalando el suelo. Se agacha y las mira más de cerca, ¿ve las hormigas pero vio al chico doble? No entiendo a esta mujer cuando va como una cuba— ¿Es cosa mía o están potando arcoíris?
El sonido de un claxon nos sobresalta, haciendo que mi amiga que estaba en cuclillas caiga de culo, mientras que por mi parte doy tal respingo que acabo hasta de pie del susto.
—¡Sssssteve, te voy a-a matarrrrr! —grita Jade desde el suelo. Veo como intenta levantarse y se tambalea hacia delante, incluso da unos cuantos pasos rozando casi la barbilla con el suelo. Me levanto corriendo y la agarro como puedo para que no se haga daño.
—Pobrrre suelo —se agacha a tropezones y lo besa. Creo que piensa que es el Papa— me d-dice que le haga compaññññía.
—Vamos Jade, que Steve está esperando —la agarro del brazo y la levanto como puedo. Ir un poco bebida y con tu amiga a cuestas, no es muy recomendable. Steve sale del coche y me ayuda con Jade.
—Dios, ten hermanas para esto —la coge en brazos mientras yo consigo andar junto a él agarrada de su brazo. Me quitaría ya los tacones, pero me da miedo cortarme con algo.
—¿Sssabes qué Sssteve? —Jade levanta el dedo índice y le golpea varias veces en la frente— Eres un lllllorón —imita el llanto de un bebé y yo le abro la puerta del coche para que meta a mi mejor amiga. Y sí, sí que lo hace. Literalmente la lanza dentro como un saco de patatas— ¡Me cago en tu madre! —exclama ella. Ahora sí que no arrastra las letras. Creo que se le ha pasado el pedo y todo de la adrenalina.
Se intenta sentar, pues ha acabado con la cabeza en el suelo del coche y con las piernas en el reposacabezas del asiento.
—Es la misma que la tuya —contesta él.
—¡Pues me cago en ti! —grita. Me voy al lugar del copiloto en lo que mi mejor amigo ata a Jade y va al asiento del conductor. Logro atinar con el cinturón y después del «Clac» que me anuncia que estoy atada, el coche se pone a rodar.
—Ya veréis, cuando tengáis que ir mañana a por vuestro próximo afortunado no os vais a poder levantar de la cama —la voz grave de Steve irrumpe en el silencio del coche. Le miro. Su perfil se ilumina por la luz que entra de las calles, mostrando el principio de una barba. Además, su pelo está algo alborotado, demostrando que no se ha peinado para venir. Normal, yo tampoco lo haría.
—A puros ibuprofenos y ya está —oigo ronquidos y giro la cabeza para ver a mi rubia amiga desparramada en el asiento y dormida. Esta noche sé que la va a pasar mal, así que la dejo que duerma aunque sea un poco.
—Es una puñetera marmota, pero al final se le coge cariño y todo —me dice Steve con una sonrisa. Le devuelvo el gesto, dándole un golpe en su pierna—. Toca, toca, si no hay problema —me dice. Una carcajada sale de mí mientras le saco el dedo.
—Cállate, fallo de condón —farfulla Jade medio dormida. Es imposible que no me salga una de las risas más escandalosas de mi vida.
Pasamos por las calles de Orielsh en dirección a el hotel "Villa Playa" donde estamos hospedadas. Como su nombre indica, está en frente de la playa. No se lo pensaron mucho que digamos.
Abro mi ventanilla y dejo que la brisa que entra del mar acaricie mi cara. Orielsh es una ciudad bastante bonita, sé que me dará pena cuando me tenga que ir de aquí. Por lo poco que llevo he descubierto que tiene buen clima y una gente bastante agradable.
—Jeannette, deja de pensar, que ya hemos llegado —me informa Steve. Me quedo sorprendida de lo corto que se me ha hecho el viaje, supongo que no hay mucha carretera. O es que yo voy tan sumamente piripi como para no tener noción del tiempo. Más lo segundo que lo primero. Bajo del coche y cierro la puerta del coche con tanto ímpetu que hasta Jade abre los ojos— Ostias, menuda fuerza. ¿Tú qué, cuando estás pedo eres Hulk? —exclama riendo Steve.
—Si quieres peleamos, ves poniéndote el karategi —exclamo con una sonrisa.
—Casi haces la puerta giratoria —me giro hacia la ventanilla de donde proviene la voz. Mi amiga está apoyada en ella riéndose.
—Venga, culo gordo —Steve abre la puerta y Jade casi se vuelve a caer de morros por estar apoyada. Su hermano la recoge y pasa la mano por sus hombros para sujetarla y poder irnos cada uno a nuestra habitación.
Caminamos hasta el ascensor y la deja apoyada en una pared de este. Hasta que las puertas se abren y avanzamos hasta mi habitación, Jade no debe pasar esta noche sola porque sé que se va a levantar a vomitar.
Abro y sujeto la puerta para que Steve pueda dejar a Jade encima de la cama. Esta se tumba y adopta una pose fetal mientras se quita el pelo de la cara a manotazos. Y se tira tremendo pedo.
—Joder, ha cogido frío. Le ha tosido el culo —exclama Steve con una ceja levantada. Río y me acerco a Steve que abre los brazos para recibirme.
—Gracias oso guarroso —le doy un beso en la mejilla y él me lo devuelve.
—Nada, por mi morena lo que sea —me sonríe. Camina hasta la salida y se gira en el marco puerta—. Llamadme cuando estéis listas... sobretodo si te acuerdas porque casi lo estoy dudando —asiento y él desaparece tras la puerta, después de mandarme un beso y de pestañear exageradamente.
Giro hacia el ser viviente que hay encima de mi cama y suelto una carcajada al verla con la boca abierta y el cuerpo como si fuera a hacer un ángel de nieve. Su pelo rubio está desparramado por la almohada, mientras ella suelta un ronquido y se gira de lado. Yo me deshago de mi mini-vestido negro y lo dejo tirado en el suelo. Sentada en el borde de la cama me quito los tacones.
—Oish, esto es vida —digo mientras apoyo los pies en el frío suelo y estiro los pequeños deditos. El sentirlo contra mis pies logra aliviar un poco el dolor. Acabo de ponerme el pijama y me tumbo al lado de mi amiga después de desmaquillarme, quien al notarme a su lado se agarra a mí. Y así, al final, consigo dormirme.
***
—¡Oh Dios! —oigo como Jade se levanta y viene corriendo hacia el baño. Yo solo peino mi pelo frente al espejo, quitando los nudos que se han creado. Duelen demasiado.
Cuando mi mejor amiga entra corriendo, me giro hacia ella y me acerco al ver que comienza a vomitar frente al váter. Le recojo el pelo mientras ella se agarra a la taza con fuerza, hasta que después de un rato puede sentarse en el suelo. Mojo mis manos y las paso por su cara y nuca. Es la cuarta vez que vomita.
—Para qué están las amigas si no es para sujetarte el pelo mientras vomitas hasta tu primera papilla —ella ríe al escuchar mi comentario.
—¿Te he dicho que te amo? —sonrío y nos levantamos.
—Te he dejado unas pastillas junto con una botellita de agua en la mesita, tómatelas, eso es mano de santo —grito desde el baño, pues Jade se ha ido a la habitación.
—Que asco, ¿cómo te puedes comer la mano de un muerto? —aparece por el marco de la puerta. Le doy un empujón y esta ríe, su sentido del humor es el más raro que he visto en toda mi vida.
—Será mejor que empieces a vestirte, tenemos reunión con Niccol para conocer a los próximos afortunados —vuelvo a la habitación y pongo la maleta encima de la cama.
—Solo espero que esta vez a mí me toque el guapo —le oigo decir desde el baño—. Uno de esos que con solo mirarte se te hagan las braguis Coca-Cola. Como decía mi hermana; un cacho men —río ante la expresión de Jade— ¡Tía, parezco la novia cadáver! —el grito me sobresalta. Seguramente se haya visto en el espejo, tiene maquillaje corrido por toda la cara.
—¿Sabes que me vas a amar más? —grito desde la habitación para que ella me oiga. Su cabeza se asoma por la puerta del baño con una sonrisa de oreja a oreja.
—No me digas, ¿lo has traído? —asiento y saco el bote de agua micelar que compré hace una semana. Lo sacudo delante de ella— ¡Oh mi amor, cásate conmigo! —se acerca a mí y me quita el bote de las manos.
Sabía que se lo olvidaría, y por suerte compré uno antes de que llegáramos al hotel. La piel hay que cuidarla, y ya debería de haberse desmaquillado ayer, así que si no nos desmaquillamos (además de dejar la almohada negra) la piel se queda como un estropajo.
La conversación nuestra se ve interrumpida por unos gemidos que llegan desde la parte derecha de la habitación, estridentes y ocupando toda la estancia. Jade y yo nos miramos, mientras que aguantamos una risa.
—¡Ostras, sigue la fiesta tía! —exclama. Es lo que tiene estar en un hotel, que prácticamente sabes lo que ocurre a los lados— Aish, qué mal repartido está el mundo —susurra, cogiendo un algodoncito y pasándoselo por los ojos—. Unos tanto —señala la dirección en la que se escuchan los gemidos—, otros tan poco —se señala después—, otros directamente na de na —me señala. Le saco la lengua mientras niego divertida y continúo arreglándome secándome el pelo. Los ruiditos por fin acaban después de un rato, Jade se acerca a la pared y empieza a aplaudir para después musitar un "¡Bravo machotes, así se hace!" que me hace reír.
Termino de arreglarme secando mi pelo, maquillándome y colocándome alguna pulsera. Saco dos vestidos para decidir cual me pongo y elijo el de color turquesa. Llega por la mitad del muslo y tiene un escote en "V" que me apasiona. Es uno de mis favoritos. Junto con mis tacones, unas pulseras y un pequeño cinturón, voy al espejo para ver el resultado. La verdad, me encanta. Pero tengo que reconocer que mi estilo se ha vuelto demasiado básico.
Hace mucho tiempo, yo adoraba la moda. Me encantaba estar tardes y tardes diseñando prendas, las cuales soñaba ver en una gran pasarela algún día. Pero mi vida no es tan magnífica y por desgracia nunca he tenido los recursos suficientes para poder estudiar algo que estuviera relacionado con el diseño y la moda de alta costura. Actualmente, después de todo lo que estoy pasando, mi hobbie ha ido menguando y hago conjuntos básicos, en los que simplemente me vea bien. Pero ya nunca arriesgo y eso... me entristece.
—Hoy conocerás a tu próximo chico, Jeannette —sonrío a mi reflejo, viéndome tan cínica que borro el gesto automáticamente—, recuerda por quien lo haces, solo recuerda el propósito —cierro los ojos y hago memoria. Su sonrisa de pura felicidad, la piel se me pone completamente sola de gallina—. Lo haces por él —el corazón me bombea tan fuerte que casi siento que se sale por mi boca. Me sereno a mí misma recordándole.
Sus ojos, esos dos pozos grises que me llenaban de felicidad. Su risa es la única que al recordarla me calma y me hace respirar. Sí, no soy una zorra sin sentimientos que se divierte haciendo daño a la gente. Solo quiero librarlo de los cabrones que lo tienen secuestrado y... necesito el dinero para dárselo. Para tenerlo conmigo. Para saber de una vez si está bien.
Mi móvil suena sacándome de mis pensamientos y solo pueden ser tres personas las que me llaman (porque son las únicas que siempre tienen mis nuevos números). Al ver la pantalla descubro que es Niccol, una de las encargadas de la empresa. Ella nos indica con quien debemos ir y a quien debemos romper el corazón por una suma muy interesante de dinero. La verdad, demasiado grande.
—Dime Niccol —contesto.
—Jeannette, tenéis que estar aquí ya dentro de media hora, las personas a las que estáis asignadas están a punto de llegar, daros prisa por favor —trago saliva. Este proceso nunca me ha gustado y creo que nunca lo hará. Aunque sinceramente, me alegro que sea la última vez que tenga que trabajar aquí, porque me falta poco para conseguir el millón de euros.
—Está bien, ya vamos para allá —cuelgo y veo como mi amiga sale enrollada en una toalla del baño—. Tenemos media hora para estar allí —ella asiente, mientras se seca los brazos con un trocito de toalla que le sobra.
—No tardo nada, compañera MacGregor —me guiña un ojo y chasquea la lengua señalándome. Suelto una risotada en lo que me entretengo en acabar de arreglarme hasta que Jade por fin termina.
Mi amiga rubia y yo bajamos hasta la entrada del hotel, acaparando muchas miradas. Jade está cañón. Una con un vestido de una manga rojo y la otra con un vestido color turquesa... joder, llamamos la atención. Por eso trabajamos en esto, porque buscan gente con estas características. Son muy superficiales, cosa que tengo que admitir que me disgusta, pero de la que me aprovecho.
Dejamos las llaves en recepción y nada más salir, el coche de Steve está frente a la puerta. Frunzo el ceño ya que no habíamos quedado, según lo que pactamos yo le avisaría cuando estuviéramos listas (cosa que se me ha olvidado) y ninguna de nosotras le ha llamado.
—¿Qué haces aquí? —Jade se sube al asiento delantero junto a él mientras pregunta. Deja su bolso a sus pies y se ata.
—Hola hermana pesada, yo también estoy encantado de verte —le oigo mientras me adentro en la parte trasera del vehículo. Jade le da un puñetazo a su hermano en el hombro—. Vale, vale, Niccol me ha dicho que seguíais aquí y que os esperara —ahora se acerca a él y le da un beso en la mejilla—. Encima que acepto a llevar tu pesado culo hasta las oficinas te quejas. A la próxima vas andando.
—Mi culo es hermoso y precioso, jódete que salió mejor que el tuyo. Hasta vine de nalgas para que observaran esta gran obra de arte —señala sus caderas. Digamos que mis amigos son un tanto especiales. Sin ellos, mi vida no sería vida.
Steve arranca el coche y avanzamos por la ciudad. Me encanta ver la gente pasar y sobre todo cuando pasamos por una plaza céntrica y todo está lleno de niños y niñas, jugando mientras el chorro de las fuentes salpica el resto del agua que reposa tranquila sobre el mármol.
Paramos en un gran edificio de donde salen y entran mares de gente, supongo que esta serán las oficinas de Breaks his marriage de Orielsh, solo que estas empresas siempre están escondidas. No te van a poner en grande:
<Hey, ven aquí. Rompemos el matrimonio que te dé la gana. Eso sí, cobramos un pastizal de la ostia>.
Al menos son un poco discretos.
Entramos con una tarjeta que lleva Steve, y una recepcionista rubia nos guía hacia donde tenemos que ir. Camina delante de él moviendo excesivamente sus caderas y este ríe al darse cuenta de lo que la chica quiere conseguir. Sobre todo cuando nos indica la planta y le guiña un ojo a mi mejor amigo. Jade finge una arcada delante de ella, pero las puertas se cierran y su hermano explota en risas.
—Ogh, a veces odio a las rubias —exclama Jade.
—¿Te has dado cuenta que te odias a ti misma? —le pregunto agarrando un mechón de su pelo.
—La verdad es que no... —niego con la cabeza divertida, mientras ella rueda los ojos— ¡Pero da igual! —las puertas se abren, inmediatamente levanto la vista. Una mujer morena nos sonríe.
—Adelante, acompáñenme. Les están esperando —gruño internamente y miro a Jade, quien me sonríe de forma excesiva mostrando todos sus dientes. Odio llegar tarde, pero todo esto es culpa de mi querida compañera. Si se hubiera levantado antes seguro que hubiéramos estado justo a tiempo.
—Hemos llegado tarde Jade. Nos van a matar —susurro.
—No te preocupes Jeannette, llegar tarde da más personalidad —levanta su mano en el aire y después hecha su melena hacia detrás—. Además, que no se quejen, si no va a hacerles el trabajito su abuela —exclama. Más yo sé que ella interiormente estará pensando que tendría que haber sido más rápida.
La morena nos guía hacia una puerta, la cual nada más abrirse deja al descubierto una gran mesa de cristal acompañada con sillas negras, donde están sentados dos hombres y una mujer. De pie está Niccol con su traje negro ceñido y su cabello castaño recogido en un típico moño perfecto. No sé como esa mujer se puede peinar sin que se le escape un solo mechoncito. Yo me hago ese moño y por los pelos que se salen parezco un espantapájaros. Creo que gastará un bote de gomina por cada moño.
Me fijo en las personas que están sentadas a nuestro frente. Un hombre mayor, de unos cincuenta años, otro joven que no me quita la mirada de encima y una mujer con una cara un tanto...estricta.
—Buenos días, señor, señoritas —Niccol me saca de mis pensamientos con su saludo.
—Buenos días, sentimos el retraso —carraspeo—. Las calles de Orielsh están demasiado transitadas —anuncio mientras los tres tomamos asiento. Espero que la excusa sirva para algo.
Los tacones de Niccol repiquetean en el suelo, hasta que llega a una de las puntas de la mesa. Entonces, comienza a hablar, como tantas veces ha hecho.
—Les presento a la señora Henning y a los señores Brooks y Hamilton —señala con su mano a cada uno, haciéndome descubrir que el joven es el señor Hamilton. El otro es el señor Brooks.
—¿Quién está asignado a quién? —pregunta Jade rompiendo el silencio.
—Tú irás con el señor Brooks, Jade. Te encargarás del matrimonio de Robert Kent —aprieta un botón de un mando que tiene a su lado y ahora me doy cuenta de que a mi izquierda aparece la imagen de un hombre castaño de ojos marrones. Rondará a tener los treinta y está al lado de una mujer bastante guapa. Es rubia con ojos marrones y está abrazada a él—, un hombre de veintiocho años, casado y sin hijos. Es el jefe de la empresa de arquitectura de Orielsh. Es muy poderoso. Deberás hacer lo que el señor Brooks te diga. Tienes pagados los gastos de estancia del hotel, junto con los de transporte y los de gastados en prendas de vestir y todo lo que desees —Jade sonríe. Para trabajar en esto nos dan unas muy buenas condiciones, porque psicológicamente es un desgaste gordo.
—Parece simpático... —me susurra Jade al oído— Con este voy a tener marcha, amiga —da unas palmaditas silenciosas. Rio por lo bajini y presto atención a Niccol.
—Tú Steve, irás con la señorita Henning, te encargarás de Molly French —repite el proceso de darle al botoncito y aparece la imagen de una chica bastante joven, con el pelo pelirrojo y ojos azules. Está sola y en una piscina, posando con un bikini—, modelo de veinticinco años, casada y con una niña que no pertenece a su actual marido. Trabaja en la agencia de modelos My face. Tiene un contrato actualmente con la empresa de moda de Haz-zel. Tienes las mismas condiciones que Jade —recuerdo esa marca, ahora mismo llevo puestos unos tacones de ellos.
—Está bien —musita, como si tuviéramos otra opción. Dirijo mi mirada a la suya y con las manos hace la forma de que todo va bien. Pero sé que no. Steve odia hacer esto.
—Y por último tú Jeannette, irás con el señor Hamilton —no quito mi vista de la pantalla y de repente aparece la imagen de un hombre bastante atractivo. Sale de cuerpo entero y vestido con traje. Es rubio, y no puedo distinguir bien el color de sus ojos. Tiene unos labios carnosos y una sonrisa perfecta. Es muy guapo, e internamente... no me importa conocerlo—, este es Jensen Williams. Tiene veintinueve años, actualmente casado, no tiene hijos —doy un respiro. No me gusta dejar a los niños sin familia—. Trabaja en la empresa de tecnología de Willmatic, él es el director —¡Esa marca es una de las más famosas de todos los aparatos electrónicos en este país! Abro los ojos sorprendida—. Tienes las mismas condiciones que tus compañeros. Solo que tú tendrás que intentar trabajar con él en su oficina. No te preocupes, tienes la formación suficiente como para estar en ese puesto —suelto el aire despacio. Menos mal.
—Vale —carraspeo porque noto como me falla la voz—, estoy de acuerdo —Niccol sonríe.
—Pues ya está todo dicho. Espero que os vaya todo genial. Si tenéis algún problema, llamad a vuestro contacto —se refiere a Hamilton, Hennig y Brooks— o a mí. Espero que después de esto, tengáis una suerte estupenda —sonríe. Estos afortunados son los últimos que tenemos, ya que todos llegamos a la suma que necesitamos. Por eso vamos juntos desde el principio.
La sala se va vaciando, mientras yo me quedo mirando la imagen de Jensen Williams. Jensen... hasta el nombre es bonito. Me levanto, quedando frente al proyector y frente a la imagen, mientras todos van abandonando la sala.
—Siento tener que romper tu matrimonio, al igual que tu corazón, querido Jensen... —musito, observándole y tragando saliva. No sé el porqué, pero siento que esta vez algo diferente va a pasar, cosa que me aterra de manera descomunal. Ojalá nada pase. Ojalá acabe pronto.
***
Bienvenid@ una novela que a veces os sacará de quicio y otra os derretirá el corazón.
OS AMO CON TODA LA PATATITA.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro