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15: Terror.

Como palomitas en mi nueva habitación, mientras Steve a mi lado pasa el brazo por mi hombro y Jade por la otra parte está más pegada a mí que una lapa. En la tele hay una película de miedo y... no soy muy fan de que me vayan dando sustos. Realmente no me gustan porque para esas cosas soy muy, pero que muy miedica. Además, odio la sangre. Si la veo prácticamente me desmayo. A Jade le encantan, pero se caga de miedo siempre. Es algo que nunca voy a entender, como una relación de amor-odio que jamás comprenderé.

Esta película se llama "Reflejos", aunque sea viejita según mis amigos está chulísima. Yo me abrazo a Steve y rezo porque no aparezca nada raro en la pantalla.

Y justo aparece una mujer en llamas y gritando, lo que provoca que Jade me apriete como si estuviera pariendo y yo me abrace a Steve hasta sacarle las joyas de la familia por la boca.

—¡¡AHH!! —grita mi amiga mientras no quita ojo de la pantalla. Yo escondo mi cabeza en el pecho de mi compañero mientras la otra se tira encima de mí para abrazarme asustada— ¡¡Oh dios, qué cague!! ¡Me encanta! —la empujo lejos, pues casi me va a asfixiar. Tengo todo su trasero en mi hombro.

—Tú eres tonta del culo —le contesto mientras sigo cerrando fuertemente los ojos. Maldito sea el momento en el que he aceptado a hacer esta idiotez, me estoy meando encima y no quiero ir al baño porque pienso que el reflejo del espejo me va a matar.

—Madre mía, que caguetas —ambas le damos una colleja a Steve, que se encoje e intenta protegerse con las manos— ¡Hey, vale ya! ¿Acaso os ponéis de acuerdo en darme de guantazos? —suelto una carcajada para darle un besito en la mejilla después. Le pego y luego le beso, menuda amiga estoy hecha.

—Nunca subestimes el poder de telequinesis de dos mejores amigas —después de decir eso Jade alza una mano y yo se la choco. Me vuelvo a acurrucar entre los dos, haciéndome hueco entre sus brazos. Ahora mismo parecemos un nudo gigante de pies y manos.

—Oye Steve, a la próxima no te eches litros de colonia, que huele hasta aquí —le dice mi amiga a su hermano.

—Al menos no vuelvo oliendo a tío recién... —tapo su boca con mi mano antes de que acabe esa frase. No, eso no se debe decir.

—No, prefieres venir oliendo a cho... —con los brazos en cruz logro callar las bocas de ambos. Reconozco que es un poco incómodo y algo cómico el vernos ahora.

—A callar —exclamo, para después destaparles la boca a ambos. Los dos tienen los morros apretados y miran algo cabreados la televisión. De refilón, veo una mancha en el cuello de Steve. Bueno mancha no, manchurrón. Y manchurrón tampoco... ¡Es un...!—¡¡Chupetón!! ¡¡Tienes un chupetón!! —señalo el cuello de mi mejor amigo y río como una cría.

—Ostias, a ver —Jade se tira por encima de mí, aplastándome y aparta la cabeza de su hermano para verlo. Suelto varios quejidos, pero parece que a mi amiga no le importa perforarme un pulmón—. La ostia, hacia años que no te veía con uno —saca su móvil aún encima de mí y peleando con su hermano le echa una foto, con flash incluído—, esto para el recuerdo —la empujo provocando que ruede como una croqueta y caiga al suelo, causando que se haga daño en el culo— ¡Auch! —me tira un cojín en la cabeza. Pero se lo merece, casi me aplasta. Paso de ella y miro el chupetón de Steve.

—Esa chavala es una aspiradora o una vampira, échale ajo hasta a la pasta de dientes —exclamo mirando la enorme marca. Realmente lo va a matar si sigue succionando así la piel de mi amigo.

—Venga va, dejadme en paz ya ¿A que me voy? —advierte levantando las cejas. Sus mejillas están completamente rojas, pues sé que está algo avergonzado.

—¡¡No!! —grito y me abrazo a él.

—A mí me da igual —Jade se encoje de hombros— eres mi hermano, te veo todos los días. Ya te tengo algo aburrido —Steve le saca el dedo, mientras mi amiga le lanza un beso.

—No me quieres —este finge un puchero—. Pero yo tengo a Jeannette, chúpate esa —me achucha y yo sonrío. Es como un gran oso amoroso, notas como sus brazos te rodean y me siento en un lugar calentito y seguro. Los abrazos de Steve son los mejores.

—Perdona, pero esa perra que espachurras es mi mejor amiga, ¿lo pillas? —se levanta y se pone frente a él— Mi, de mío, solo mía, ¿te lo deletreo? —se tira sobre mí y me abraza. Solo les falta expulsar espuma por la boca mientras se pelean con dos churros gigantes.

—Creo que ahora tu hobbie es aplastarme —le digo a la rubia que tengo encima de mí. Intento apartarla, pero es imposible.

—Es que estas muy blandita —le doy una palmada en el trasero bien fuerte, hasta me pica la mano. Por su gesto puedo saber que poco no le ha dolido. Le he arreado con todas mis ganas, pues la muy cabrona me hace daño.

—¿Te levantas ya, o te ato a una silla? —exclamo separándome de ambos.

—Átame, grrr —me abraza, y después (POR FIN) se sienta en su sitio. Conforme avanza la película mis ojos se van cerrando sobre el pecho de Steve, hasta que me quedo completamente frita.

Un ruido molesto suena. Una. Dos. Tres. Cuatro veces.

—Me cago en el ruidito de las narices —abro los ojos perezosamente y me topo con que es la alarma del móvil. ¿La alarma? ¡Ostias, qué es miércoles!

Me levanto y me doy cuenta de dos cosas. Una, Steve y Jade son unos cerdos, las palomitas están por el suelo. Dos, me he dormido en el sofá y he aparecido en la cama del hotel mágicamente. Y llego a la conclusión de que tengo que echarle la bronca a este par de cerdos y después abrazar a Steve por dejarme en la cama.

Tras recoger las palomitas me meto en la ducha, con el mogollón de cosas en la cabeza e intento que desaparezcan bajo el chorro de agua, lo que es imposible. Salgo y lo primero que hago es vestirme con unos vaqueros y una camisa azul, para después darme algo de color en la cara. Hoy opto por unas manoletinas color azul marino. Cojo mi bolso con mi móvil dentro y me dirijo fuera, donde me topo con Jade en el pasillo.

—¿Ya te vas? —le pregunto después de abrazarla.

—Sí, hoy me toca madrugar —coge la llave de su habitación en la mano y nos encaminamos al ascensor.

—¿Pudiste hablar con Josh? —Jade asiente. Ayer antes de coger una habitación para mí, me di una ducha en la de mi mejor amiga. Ella se ofreció a hablar con mi contacto, pues yo no estaba realmente bien en esos momentos. Después, se me olvidó preguntárselo, pues con la dichosa película estaba más preocupada en que no me diera algo de tanto susto. Creo que ayer se multiplicaron por mil las probabilidades de que sufriera un infarto.

—Me dijo que él te pagará la estancia, pero que quería quedar contigo para hablar de todo esto. Llámale hoy y queda con él —me anuncia.

—¿Podrías acompañarme? Es que... —ella levanta la palma de su mano frente a mi cara.

—Sí tranquila, sabes que estoy aquí. No te va a pasar nada Jeannette —me da un beso en mi mejilla y continuamos andando.

Nos metemos en el ascensor y se llena de gente. Voy pegada a Jade, prácticamente vamos cerrados herméticamente. Un hombre de unos cuarenta le sonríe a Jade y le manda un beso. Mi mejor amiga (con toda su generosidad) le enseña su dedo de en medio, para después murmurar un «Cerdo». El hombre avergonzado borra su sonrisa y mira al suelo. Hay cada desesperado por ahí que es para flipar, no te dejan ni dar un paso sin estar mirándote como un baboso perdido.

Entramos en el comedor del hotel y nos sentamos en una mesa que es bastante grande para ser solo de dos personas. Para desayunar me cojo un zumo de naranja y unas tostadas con mermelada. Al mirar el reloj me levanto y me despido de Jade, tengo poco tiempo para llegar. Lo bueno es que ahora estoy más cerca de la empresa, así que puedo ir andando. Tras comprarle el café a Maggie entro. Ella está con unas ojeras de muerte, hasta la encuentro bostezando.

—Menuda cara me llevas —le anuncio mientras dejo la bebida frente a ella. Realmente esto le va a venir muy bien.

—No he podido dormir hoy, en realidad no sé si lo he hecho —pequeñas bolsitas se han creado bajo sus ojos, junto con el color morado de sus ojeras.

—Ajá —sonrío coqueta. A lo mejor no ha dormido porque ha pasado una noche algo animada con alguien más— así que has dormido poco eh ¿Algún... motivo en especial? —subo y bajo las cejas varias veces, mostrándole evidentemente mis pensamientos.

—No tengo ningún maromo en casa, así que borra esa cara de pervertida —suelto una carcajada, para contagiársela a ella—. Solo es que anoche me echaban una película a las tres de la noche y... quería verla —abro los ojos de par en par.

—La madre que te parió —río y subo un poco por encima de la isleta que nos separa para darle un beso en la mejilla, después me posiciono recta de nuevo —. Te veo en el almuerzo —ella asiente y yo camino hacia mi oficina.

Subo en el ascensor y me topo con algo que alegraría a todos las mañanas (nótese la ironía). Carolina y Jensen están dentro de la oficina. Tras unos minutos bajo a recepción a por unos papeles, para cuando estoy de vuelta en mi puesto me topo como que Jensen ya no está en su lugar, tan solo está Carolina. Pienso en hacerme un poco la tonta, así que toco a la puerta (muy flojito) y abro directamente. La veo sentada en el sofá y hablando por teléfono.

—Está bien. Esta tarde te veo, ya tengo ganas de que... —por mi puta buena suerte se gira y al instante pone mala cara— Te tengo que dejar, luego hablamos —cuelga el móvil y me mira— ¿No sabes llamar a la puerta? —esbozo una sonrisa de lado.

—He tocado dos veces señora William —me apoyo en el marco de la puerta, ¿qué culpa tengo yo de que esté más sorda que una tapia?—, y no creo que tengamos la suficiente confianza como para que me tuteé ¿No cree? Ya se lo dije una vez, pero parece que se le ha olvidado —aplano mis labios mientras ella se levanta con esa cara de idiota que siempre tiene al verme. Dios que asco le tengo.

—¿Te recuerdo que eres mi empleada? —entonces sí, suelto una risa amarga.

—Ahí se equivoca, soy la secretaria de su marido, no de usted —sonrío triunfante, para al igual que ella, dar un paso al frente.

—Muchos aires me parece que tiene usted, señorita Holding —lo mal que le caigo lo grita con sus gestos y el veneno que destila mientras habla. Es más obvio que decir que la Tierra gira.

—Vaya que sí, hoy me siento muy digna —muevo mi melena y ella coloca los brazos en jarras.

—¿Se puede saber a qué venías? —ahora sí que ha dado en el clavo. Parece que hoy quiere ir directa al grano.

—Asuntos privados entre el señor Williams y yo —cojo un mechón de mi pelo y lo enredo entre mis dedos.

—¿Acaso está tan ciega que no lo ha visto salir? —escupe mientras se acerca todavía más.

—Estaba en recepción, y como puede ver mi vista es perfecta. Tanto que le puedo decir que tiene un pelo negro en la barbilla que lo puedo observar desde aquí —sus manos van dirigidas directamente al lugar que le digo—. Es para que se lo pueda quitar, no creo que quiera parecer un Papá Noel moreno —me encojo de hombros.

—Bueno —vuelve a esa postura tan arrogante—, dime que quiere decirle a mi marido —pregunta con retintín. Esta la lleva clara.

—¿Acaso a usted no la enseñaron a no meterse en cosas que no le importan? —levanta la ceja y aprieta los morros de mona que tiene— Con permiso, señora Williams —me voy de aquí con una sonrisa maligna. Esto es contestar. Realmente, si no eres así con ciertas personas, te comen.

Me acomodo tan ricamente en mi silla para que tras de mí venga la señorita Barbie Malibú (la susodicha Carolina). Cuando desaparece de mi vista, lo agradezco realmente. Nunca me habrá llevado tan mal con alguien. Jensen aparece después de unos minutos y me saluda sonriendo, demostrándome que las mañanas sí que pueden ser algo agradables.

—Buenos días, todavía no he tenido tiempo para nada —se apoya en mi escritorio con una sonrisilla que me hace imitarle el gesto— ¿Me haces un favor? —asiento.

—Para eso estoy —contesto. Tras pasarme unos datos arreglo unas cosas que me dice, lo que me sorprende es que no se va. Coge una silla y se sienta a mi lado, a mirar como resuelvo todo. Tras acabar cuelgo el teléfono con el que estaba hablando con un agente y doy una palmada—. Solucionado —veo como pone la mano en alto y se la choco con una mueca divertida.

—Eres la mejor —se levanta y se abrocha la corbata (ni si quiera me había dado cuenta de que se la había quitado)—. Ya eres indispensable aquí, no me faltes —rio y me levanto. Es mi hora de almorzar, me he tirado tres horas con el problema de Jensen. Así que me dispongo a coger a mi fiel acompañante de mano, mi bolso.

—Ya no puedes vivir sin mí —asiente y me detiene de la mano junto cuando comienzo a caminar.

—Te admito que me da miedo llegar a ese punto —y no sé el porqué, pero no lo dice en modo de broma. Su seriedad en cada palabra comienza a asustarme.

—Lo sé, que haría el mundo sin mí —me encojo de hombros y hago que sonría y niegue con la cabeza mirando el suelo.

—Sí... será eso... por eso ya... no sé que haría si no te hubiera conocido —le miro a él y a su corbata un poco mal puesta. Y sin darme cuenta mis manos van a ella y la van arreglando.

—Simplemente habrías contratado a otra, el mundo está lleno de chicas inteligentes y chicos que sabemos hacer este trabajo —acabo el nudo y dejo mis manos apoyadas en sus clavículas. Nuestros ojos conectan al instante, haciendo que mi corazón se acelere de un segundo a otro.

—No...no quiero a otra —abro un poco los ojos, sorprendida. Sus manos se dirigen a mi cintura involuntariamente y nos acercamos un poco, realmente sin darnos cuenta. Nuestros ojos no dejan de conectar, y eso nos transporta a otro mundo—. No. Es porque eres tú, y ya está. No otra, yo te quiero a ti —levanto la mirada al darme cuenta de lo que acaba de decir. Ay la ostia, quien me mandaría meterme aquí

***

Gracias a Raquel por el precioso dibujo que hizo de como se imaginaba a Jeannette :).


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