Capítulo 2
Comando británico de la FIEM, Londres
Maximilian
«Operación Arcoiris iniciada», son las palabras que recibí horas atrás en un mensaje cuya remitente es esa a la que me propongo hacer mía de todas las maneras en que sea posible.
Un mensaje escueto, pero claro y contundente, que quiere decir mucho más de lo que parece pues el inicio de la infiltración implica un obligatorio distanciamiento entre los dos. Sin embargo, aún disponemos de algunas horas para estar juntos antes de que cada quien deba meterse en su papel. Y esas horas me propongo aprovecharlas al máximo aunque no sea lo correcto querer cogerme a la capitana en las circunstancias actuales.
―Maldita cobra venenosa, ni siquiera estando a kilómetros de distancia sales de mi cabeza. ¿Cómo voy a arreglarmelas para estar tantos días sin ti? ―Me cuestiono a mí mismo en voz alta mientras contemplo desde mi oficina a los nuevos reclutas que arribaron a la sede británica a primera hora.
La mayoría de ellos provienen de fuerzas militares de élite reconocidas internacionalmente pero hay otros que, como Atenea y yo, han sido formados de una forma menos ortodoxa y más cuestionable desde el punto de vista ético. Son esos los reclutas a quienes personalmente deberé supervisar mientras se aclimatan a la vida de la milicia nivel uno pues son quienes más problemas podrían generar sin el adecuado control. A fin de cuentas el origen de muchos es lo suficientemente turbio como para que el alto mando quiera tenerlos vigilados mas no son lo suficientemente irrelevantes como para que se les deje vivir como personas normales. Todos tienen algo que la milicia y los propios gobiernos necesitan y eso los convierte en activos de especial importancia.
Es por eso que tanto el destino de Atenea como el mío propio estaban decididos incluso antes de que fuéramos concebidos. Los genes que llevamos fueron los que nos condenaron. Y esos mismos genes son los que van a decidir el rumbo que tomarán las vidas de nuestros hijos a menos que logremos estar en la cima… juntos indefinidamente.
Por esa razón es que resulta vital tener éxito con Arcoiris. Desmantelar una red de trata como la que manejan los hermanos Korolev en Irlanda aseguraría la estrella que le falta a la cobra para alcanzar el rango de coronel y así poder postularse a mi viceministra en las venideras elecciones del año que viene. Además, salvar niños y mujeres es una fórmula infalible para quedar como héroes ante la opinión pública y justo eso es lo que necesitamos para ganar.
―Comandante Black, ¿puedo pasar? ―Escucho preguntar a una mujer cuya voz no reconozco.
La interrupción a mis pensamientos me molesta pero aún así me siento en mi lugar detrás del escritorio para atender a la visitante.
―Adelante ―digo tomando uno de los expedientes de los nuevos reclutas, que se supone debería estar revisando, para fingir que no estaba perdiendo el tiempo hasta hace segundos.
La puerta es abierta y esa mujer avanza hasta detenerse frente a mí pero sigo en mi papel de trabajador dedicado. Mientras menos atención le preste mejor.
―¿Está ocupado? ―Se interesa la desconocida y me encojo de hombros. ―Si es así, puedo volver luego ―añade al notar mi desinterés.
Niego con la cabeza.
―¿Quién es y qué necesita? ―Indago levantando la vista del papel decidido a acabar rápido con esto para ponerme en marcha rumbo a Ekaterimburgo.
No obstante, me llevo una gran sorpresa al ver a quien se encuentra ante mí.
―¿Sorprendido? ―Cuestiona con esa sonrisa suya que la hace ver como dueña de todos los secretos del mundo.
Por unos segundos no logro articular palabra alguna y me odio a mí mismo por no prever esto.
―¿Qué haces aquí, Anna? ―Exijo saber poniéndome de pie mientras el enojo me recorre por completo.
―Aquí trabajo ―responde orgullosa y reparo en el uniforme que porta.
«Coronel Darkwater», leo en la placa dorada y maldigo haber elegido esta base para mi estancia durante la operación especial.
―Cuando me fui estabas en Manchester ―alego y sé que suena a acusación pero no me importa.
Se encoge de hombros restándole importancia.
―El general Black solicitó mi traslado a Londres y aquí estoy.
Mis manos se convierten en puños automáticamente.
―Ya veo ―me limito a decir.
No tiene caso interrogarla a ella al respecto cuando es cosa de mi padre que esté aquí.
―Soy su nuera favorita, lo sabes ―se jacta y, aunque no es momento para eso, me rio como si hubiera contado un gran chiste.
Ilusa. No sabe que detrás de tantas atenciones que recibe de parte del general de tres estrellas hay cualquier cosa menos afecto.
―Si yo fuera tú no volvería a decir eso, ¿sabes?
Esbozo una sonrisa de medio lado imaginando cómo se pondrá cuando sepa quién es, y siempre ha sido, la nuera favorita del general. No obstante, ya veré eso en poco tiempo.
―¿Por qué?
Luce confundida ante la seriedad con la que hablo y no la culpo. Gran parte de los últimos diez años los ha pasado creyendo que mi padre es una blanca paloma incapaz de tener intereses ocultos en cada paso que da cuando la verdad es todo lo contrario.
Ni siquiera nuestro noviazgo fue algo que ocurriera sin ser planeado pues el general fue quien estuvo detrás del suceso que propició que nos conociéramos y se diera todo lo que vino después. Sin embargo, si existe una cosa que pueda alegar a mi favor es que desconocía la verdad hasta poco antes de nuestra ruptura hace menos de dos años.
―Porque es mentira ―contesto luego de varios segundos en silencio y, contrario a lo que esperaba, sonríe.
Acorta la distancia que nos separa y, esos ojos azules que tanto llegaron a gustarme, rezuman algo que encuentro sumamente desagradable ahora.
―¿Es mentira? ¿Eso crees? ―Usa sus manos para jalar mi camiseta e intentar acercarme a ella pretendiendo seducirme pero es en vano. ―Que hayamos terminado hace casi dos años no significa que no podamos volver a ser lo de antes, ¿lo sabes, verdad? Sobre todo ahora que estás de vuelta en Londres y te separaste de la hijastra del ministro―insinúa descaradamente y no niego que si las circunstancias fueran otras ya habría aceptado entrar en su juego.
Anna es una mujer que sabe obtener aquello que desea… y ahora me desea a mí.
Sin embargo, después de probar el dulce veneno de mi diosa griega de la guerra el resto me parecen mujeres sin gracia, incapaces de hacerme sentir una cuarta parte de lo que ella consigue con una simple mirada y, además, tengo muy claro que de inocente mi ex-prometida no tiene ya ni un pelo en su rubia cabellera.
―Si sabes que Alyssa y yo ya no estamos juntos me imagino que también sepas entonces que ahora estoy con alguien más ―es lo que replico en respuesta a su ataque y a pesar de eso continúa aferrada a mí.
―La hijita pródiga del jerarca ―murmura despectivamente y asiento sin molestarme en negarlo.
A fin de cuentas yo mismo me encargué de restregarle al mundo, y especialmente a mis rivales, que la capitana ahora es solo mía. Y así será hasta que uno de los dos muera.
―Exactamente. Así que mejor ve despidiéndote de ese imaginario lugar que crees tener porque mientras más tardas en aceptar que ya no hay arreglo entre nosotros peor será después para ti.
Desplaza momentáneamente su mirada al techo antes de clavarla en mí.
―Ese lugar sigue siendo mío, Maximilian Black. Siempre serás mío, lo sabes. No importa con quien estés porque ninguna otra tendrá lo que yo poseo ni será lo que yo soy para ti ―rebate hundiendo su dedo indice en mi pecho.
Niego con la cabeza.
―Hace mucho tiempo dejaste de importarme, Anna. No te equivoques.
Es su turno de negar.
―No te creo.
Me encojo de hombros y doy un paso atrás para alejarme de ella.
―Eres libre de creer lo que quieras pero eso no quita que sea cierto. Ya no tienes un lugar dentro de mi mente y, mucho menos, en mi corazón. Por tu propio bien es mejor que lo aceptes de una vez antes de que te consuma porque si algo puedo asegurarte es que ya no hay un solo milímetro de mí que no tenga grabado el nombre de Atenea Katerina y así seguirá siendo durante mucho tiempo.
Su reacción al escucharme lo es todo y da cuenta del impacto que tienen mis palabras pero no hay una pizca de arrepentimiento en mí. Y tampoco dije algo que fuera mentira.
Retrocede dos pasos como si le hubiera dado una bofetada y me mira de una forma que me hace cuestionarme si aún sigue sintiendo algo por mí.
―La amas ―afirma observándome de un modo que no sé interpretar.
Asiento con la cabeza.
―Nunca dejé de hacerlo. Mi corazón le pertenece desde que era un niño sin la menor idea de lo que significaba la palabra amor. Soy suyo desde la primera vez en que clavó sus ojos en mí… y volví a serlo en el momento en que sus ojos volvieron a conectar con los míos hace cuestión de meses. Todo lo que he hecho ha sido por y para ella, Anna. Nada ha cambiado a excepción de que ahora finalmente tengo la oportunidad de demostrarle lo que siento sin reparos ―me sincero sabiendo que, a pesar de todo, a ella jamás le mentí.
Es cierto que Anna fue importante para mí en el pasado y que vivimos muchas cosas juntos pero nunca le prometí algo que no podía darle. Siempre fui claro respecto a que para mí solo existía una sola mujer a quien entregarle mi corazón… sin embargo, ahora reconozco que tal vez mis acciones pudieron hacerle pensar algo equivocado. Puede que el cariño demostrado por mí lo confundiera con amor.
Fuera como fuera ahora ya no hay vuelta atrás.
―¿Ella también te ama? ―Cuestiona al pasar un buen rato en silencio.
Medito la respuesta.
―Si no le amara como lo hago, tú ahora mismo estarías en la morgue con un tiro en la frente y él en camino al fondo del Mar Negro porque ni siquiera me habría tomado la molestia de quedarme escuchando a hurtadillas lo que hablaban después de haber visto la forma tan descarada en que te acercaste a él y cómo lo aceptó. Pero, por suerte o desgracia, amo tanto a ese imbécil de ahí que elegí darle un voto de confianza en lugar de un boleto al infierno así que si yo fuera tú dejaría de meterme con sujetos comprometidos si no quieres que esto acabe muy mal para ti ―su voz retumba y no tengo que ser adivino para darme cuenta de lo mucho que está conteniéndose para no arrancarle la cabeza a mi ex-pareja.
No obstante, la amenaza pierde cualquier relevancia frente a su confesión.
Anna palidece ante lo dicho por mi novia y, como si estuviera aterrorizada, gira lentamente buscando establecer contacto visual con Atenea. Por mi parte, no dejo de contemplarla sorprendido.
De todas los escenarios posibles, este es el único que no imaginé. Y reconozco que me cuesta creer que no es una alucinación.
―Retírese, coronel Darkwater ―exijo dándole inicio a un desafío de miradas con la capitana.
Anna, intimidada por la inesperada llegada de la hija del jerarca, no tarda en obedecer la orden. Desaparece de mi oficina como alma que lleva el diablo… o que huye de él, mejor dicho.
―No esperaba que vinieras ―confieso una vez estamos solos.
Atenea permanece en silencio por varios segundos. Su gris mirada escrutándome como si quisiera hablarme por telepatía e intimidandome levemente.
―Quise darte una sorpresa pero la sorpresa me la llevé yo ―responde con una acusación implícita.
Me reprocho el hecho de no haber mandado al diablo a Anna apenas pasó por la puerta.
―Lamento esa escena, Atenea, pero puedo asegurar que no he hecho nada que falte a nuestro compromiso como novios ―me defiendo sintiéndome acorralado por el peso de sus ojos.
―¿Quién es ella? ―Demanda saber mientras avanza hasta situarse a poca distancia de mi posición.
Se me pasa por la mente la idea de mentirle pero la descarto inmediatamente.
―Una ex-novia ―confieso paladeando el sabor de la incertidumbre.
Se queda callada al escuchar lo que seguramente ya intuía y, luego de varios segundos, me da la espalda como si fuera a irse.
―Bien ―asiente sin mirarme. ―Vayamos a Rusia entonces ―agrega y sale de mi despacho a tal velocidad que me cuesta darle alcance antes de llegar al ascensor.
No me dirige la mirada en lo que dura el descenso hasta el nivel inferior y tampoco me encara al subir al avión militar que nos conducirá al país más extenso del planeta Tierra pero apenas despeguemos sé que algo querrá saber al respecto, porque tonto no soy, así que simplemente me siento a esperar en mi puesto en el C-17. Por fuera luciendo cara de póquer. Por dentro sintiendo miedo de las cosas que hoy me va a tocar revelar.
Pero el arrepentimiento no lleva a nada bueno así que decido que lo mejor es enfrentar las decisiones que tome y encomendar mi alma al de arriba.
Que Dios me salve de su ira.
Nota de capítulo
¡Hola!
Espero estés bien y sepas disculparme por el retraso para actualizar ◉‿◉
Como ya sabes, la situación electroenergética en mi país es compleja y me limita bastante a la hora de editar capítulos y escribir pero ya tengo algunos capítulos escritos así que apenas tenga chance publicaré al menos dos o tres más. *Promesa de meñique.*
Ahora, respecto a este capítulo... ¿qué opinas en términos generales?
¿Crees que Anna será un problema entre Atenea y Max? Argumenta tu respuesta :-)
¿Atenea le reclamará al rubio por la escena que presenció? De ser así, ¿se salvará Maxito de la ira de la capitana?
¿Qué piensas que Maximiliam podría revelar en el siguiente capítulo?
Cualquier otra opinión, sugerencia o comentario también escríbelo y con gusto responderé.
Gracias por tenerme paciencia y sumergirte en este mundo de peligro, amor y venganza.
Hasta la próxima;
(✿^‿^)
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