PRÓLOGO
Afrodita
Toscana - Italia.
Me planto frente al espejo.
Nada.
No veo absolutamente nada, excepto la rabia brillando en el iris de mis ojos. Siento que el pecho se oprime y las vías respiratorias raspan bajo la piel pidiendo un ápice de oxígeno para funcionar bien, pero se lo niego. La garganta me escuece y ya ni lágrimas me quedan para derramar o quizá sea el hecho que ahora me estoy observando.
El uniforme de Campbell luce completamente un desastre bañado en sangre, puedo olerlo e incluso me atreví a probarla cuando aún estaba fresca. Mi aspecto es deplorable y me duele, me duele que mi apellido fuera mancillado de tal manera por unos imbéciles que no tienen ni una maldita idea de nada.
El hecho de seguir negando lo que soy, mis orígenes, nunca me llevarán a buen lado. Soy lo que soy y eso es inevitable. La sangre no es agua y no se niega, es evidente desde mi parecido con la abuela Kenna. Demonios, ni siquiera mi madre tiene tanto parecido como yo lo tengo.
Soy hija de asesinos. Nieta de asesinos. Sobrina de asesinos. Futura esposa de un asesino.
Por mis venas no corre más que veneno para mis presas, uno que a toda costa me he esforzado por mantener a raya. Sin embargo, luego de lo de hoy es completamente diferente. Se acabó. Nunca más será tan sencillo quebrarme, mucho menos dejarme en ridículo.
Mierda, soy una heredera del apellido Al Capone, se supone que deben temerme de la misma manera que a mis padres y tíos; en su lugar, toman cualquier excusa para burlarse de mí.
Algo en mi pecho se remueve aceptando el pensamiento que no abandonó mi mente desde hace un par de semanas. Es inaudito lo que voy a hacer, quizá y hasta la familia pida venganza, pero a la mierda.
Ellos se atrevieron a tocarme y yo no soy ni muda ni santa. Ya no.
Observo por unos segundos más el teléfono de tecnología antigua que saqué de mi caja fuerte, el aparato solo mantiene dos números en concreto. Uno de ellos está guardado como un contacto de emergencia.
—Hola, Damian.
Su nombre terminando de salir de mis cuerdas vocales me raspa. Podría hasta jurar haber visto las ventanas rechinar en advertencia. Esto es una jodida mala decisión, pero si hay una persona indicada para este tipo de cosas sé que es él. Respiro profundo evitando ser consciente de algo y atrayendo el enojo de mi sangre.
—Tengo un trabajo para ti.
Su risa fría me pone los pelos de punta. Hace seis años enteros no lo he visto, el muy imbécil se fue para estudiar la universidad en Cambridge y desde entonces recuerdo poco de su aspecto, sus redes sociales ayudan muy poco debido a que no publica nada desde que se fue.
Nadie en el negocio sabe algo de él desde que se marchó. Usualmente los asuntos de la Blackthrone que es un grupo especial para los herederos de los actuales jerarcas, siempre son tratados con Vladimir, su hermano menor. Damian es un hombre con demasiadas cualidades, pero sin duda alguna el amor y respeto no son alguna de ellas. Lo jodido del ruso es que se ha pasado la mayor parte del tiempo odiándome por ser una sombra para su alma líder, su estorbo en el camino a tomar el control de todo.
—¿Tus sirvientes no te son útiles y quieres que te haga un smoothie de fresa?
Aprieto mi mano sobre el teléfono mientras la otra se detiene con el paño húmedo sobre mis ojos. Maldigo mil veces antes de volver a componerme.
—Quiero que asesines a tres personas por mí.
Ni siquiera me tiento o voy con rodeos. Quiero gritos. Dolor. Sangre, preferiblemente la de ellos. Mis ansias de tener las manos bañadas en ese líquido carmesí aumentan cada segundo y sé que nada lo mermara.
Él es el único que puede darme lo que necesito.
—Vaya, vaya —escucho un ruido en el fondo, pero rápidamente se termina cuando él ladra algo en ruso— Creo que escuché mal ¿La princesita pacifista me está pidiendo que derrame sangre por ella?
—Sí.
—¿Qué obtendré a cambio?
Olvidé ese pequeño detalle, él siempre tiene que obtener algo a cambio. Especialmente algo que lo convierta en alguien con más poder.
—Eres mi segundo en la Blackthrone.
—Porque de esa manera dictamina las normas, así que eso no me sirve —hace silencio y espero impaciente—. Aunque siempre ha habido algo que quise y lamentablemente no pude.
—Considéralo tuyo —me apresuro a decir.
—Vale, te considero mía—suspira y me tenso—. Envíame los nombres y mañana tendrás sus cabezas a tus pies.
—Damian...
—¿Sí? Princesa.
—Quiero que se arrepientan de haber nacido.
Otro silencio en la línea me pone a maquinar mil formas de tomar el asunto en mis manos debido al alto precio, pero me detengo al observar el retrato de mis padres en la mesilla de dormir.
—Siempre seré el que te abra paso entre la sangre. Cambia eso y serás tú en el lugar de ellos.
—Eso no pasará —le aseguro—. La Bratva fue reconstruida con ese único objetivo, mover a los peones para los reyes— presiono el botón para colgar.
Listo.
Excelente.
Magnifico.
Acabo de entrar a la boca del lobo y ni siquiera seré consciente de ello hasta su regreso.
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