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8: Todo se arregla.

Me quedo tan estupefacta que no puedo ni mover los labios. Solo suelto mis puños, que no sabía que tenía cerrados. Y me dejo hacer por su boca, que comienza a moverse sobre la mía, llevándome a ese maravilloso ritmo. Dejo que sus manos se enreden en mi cintura, mientras dirijo las mías a su nuca.

Volver a sentirle me hace estar feliz, soy sincera. Cruzan tantas cosas en mi mente ahora mismo que no las puedo ni describir. La añoranza, el deseo, las ganas de gritar de emoción... pero no hago nada, solo sigo el beso.

Enredamos las lenguas una y otra vez, en un baile lento, sensual. Con este beso nos estamos diciendo todas las cosas que nos hemos callado. El tiempo que hemos estado echándonos de menos ha sido demasiado, no quiero que haya más. Así que solo me dejo hacer, notando ese fuego que se despierta en mi pecho al estar con él.

—Jensen —exclamo, poniendo las manos en su pecho y separándome de él. Cuando sus ojos se abren tienen un brillo y una sombra de lujuria, me come mirándome. Y no le culpo, yo tengo tantas ganas como él.

—Tú no tuviste la culpa de nada Jeannette. Debiste contármelo —musita, pasando su pulgar por mis labios. Dejo un beso en la yema, haciéndole sonreír de lado.

—No podía. Si lo hacía, no conseguiría el dinero y... tenía mucho miedo de que me dejaras. No fui consciente de que la otra opción era aún peor.

—Nunca te habría dejado Jeannette. No sabes cuanto te he echado de menos —me da un beso corto, dejándome sin palabras. 

—Yo también te he echado de menos —y ante mi total estupefacción le abrazo. Al separarme de él, me quedo mirando sus ojos verdes. Le recorro lentamente, mientras cierro los ojos y apoyo mi nariz en la suya. Hemos pasado por tanto que ni me creo que ahora mismo le tenga aquí, con el corazón acelerado y ganas de amarnos.

—Dime una sola razón para que no vayamos a tu cama y hagamos el amor. Solo una... —musita, tan cerca de mis labios que incluso siento su aliento. Claro que quiero hacerlo con él, no hay nada que desee más en estos momentos. Sentir sus besos, las caricias, su piel sobre la mía...

—No escucho ninguna queja —susurro con una sonrisa. Sus manos se dirigen a mis muslos, me alzan sin ningún reproche. 

Caminamos, chocándonos con una mesilla pequeña que tengo, cosa que nos hace reír, pero no desviarnos de nuestro camino hasta la cama. Una vez allí, me bajo, y me dejo caer en la superficie. Con una sonrisa, me levanto un poco y agarro a Jensen del jersey, para acercarlo a mí. Y su cintura queda en medio de mis piernas.

—No sabes lo que te deseaba tener así cada vez que te veía —musita, mientras va dejando besos en mi cuello. Yo solo echo la cabeza hacia el otro lado, dejándose espacio para mi total disfrute.

Me coloco encima de él, sentada sobre su cadera. Mis manos van a su camisa, la retiro con mis manos y la lanzo a algún sitio de la habitación. Sus ojos brillan, pone ese gesto que solo puede significar una cosa entre nosotros. Sexo. Al menos sé como hacer que disfrute de un buen orgasmo, y no me apetece nada más que hacerle gemir.

—¿Te he dicho alguna vez lo que me gusta tu pecho? —cuestiono, abalanzándome sobre él y acariciando toda su piel con mis manos.

Comienzo repartiendo besos por su cuello, hasta llegar al lóbulo de su oreja. Le doy un mordisco justo en el momento que sus manos van a mis nalgas, para apretarlas en las palmas de sus manos.

—¿Y yo lo que me gusta tu culo? —río en su cuello, provocando que mi aliento choque con su piel. Puedo ver como se le eriza el vello.

Dejo un beso húmedo en la zona bajo su oreja, para después ir dando lametones por todo su cuello. Sé que le gusta por el simple hecho de que su respiración comienza a acelerarse. Escucho perfectamente como sus zapatos caen al suelo, se los ha quitado con los pies.

Llevo mis manos a sus pantalones y los bajo, para después arrodillarme al borde de la cama y deshacerme de ellos. También aprovecho para quitarme todo, excepto el sujetador y las braguitas, dejándome expuesta a sus ojos, que no se apartan de mi cuerpo ni un solo segundo. Solo con esa mirada me hace arder.

—¿Qué vas a hacer? —exclama, con una ceja alzada y divertido. Como si no supiera lo que cruza por mi mente ahora mismo.

—Hoy estás algo... gruñón —exclamo, subiéndome a la cama y trepando, hasta sentarme sobre él. Puedo notar que una pequeña erección se hace notar, y me froto contra ella, haciéndole morder su labio.

—¿Gruñón? —pregunta irónico.

—Tranquilo, yo te entiendo —me acerco a su boca, quedando a milímetros de ella—. Tan solo necesitas... —deslizo poco a poco mi mano por su vientre, hasta colarla por debajo del bóxer que aguanta su bulto— liberar tensiones.

—¿Y tú m-me vas a-a ayudar?

—Uy sí, conozco un muy buen método —sonrío traviesa, para después juntar nuestros labios. Su lengua juega con la mía, enredándose con ella y retándola. Muevo mi mano, acariciando su grande pene con mi mano, despacio de arriba a abajo. Jensen suelta un gemido en mi boca, cosa que hace que me excite aún más.

Me separo de él, para mirarle con una sonrisa que solo él entiende. Con ambas manos, deslizo fuera el bóxer que lleva y le dejo completamente desnudo ante mí. Relamo mis labios mirando su erección, cosa que le hace soltar aire.

—Es hora de poner en práctica ese método —concluyo, para agacharme, apartar el pelo hacia detrás y meterme su pene en la boca. No le quito ojo, cosa que le pone mucho más.

Agarro su pene con mis manos, para después deslizarme parte de él hacia dentro y fuera de mi boca. Las manos me acompañan, arrancándole gemidos y palabras que son imposibles de descifrar.

Después, reparto lametazos en su glande, dejando que el líquido preseminal se deslice por su envergadura. Vuelvo a meter su erección en mi boca, cubriendo los dientes con los labios. Succiono mientras comienzo a bajar y subir sobre su erección una y otra vez, acompañándome de mis manos.

—Qué bueno... —musita, echando la cabeza hacia detrás y soltando un ronco gemido.

Sus manos van a mi cabeza, sujeta mi pelo y guía a lo más hondo de mi garganta sus estocadas, haciendo que alguna que otra vez tenga que aguantar las arcadas. Ladeo la cabeza para que desaparezcan y continúo dándole toda mi atención.

Cada vez entra y sale de mi boca más rápido, mientras que su respiración no para de acelerarse. Cuando abre los ojos se topa directamente con los míos, porque no paro de mirarle ni un segundo, cosa que le pone mucho más.

—P-para, ven aquí, ven conmigo —musita, agarrando mis brazos. Le hago caso, pasando el dorso del brazo por mi boca y sonriendo. Damos la vuelta, de forma que es ahora él quien está encima de mí. Su lengua comienza a lamer la piel que el sujetador no llega a tapar. Sus manos van a mi espalda y lo desabrocha, para deshacerse de él, dejándolo dios sabe donde.

—Quiero estar dentro de ti... —musita. Con una mano, va bajando desde mi pecho hasta mi abdomen, y llega a mi zona íntima. Se cuela bajo el tejido de mis bragas y palpa mi humedad, mientras tiemblo de anticipación.

—Tócame —exclamo, llevando mis manos a su pelo. Y lo hace, arrancándome gemidos que solo él puede conseguir. Cuela un dedo dentro de mí, después va a mi clítoris y comienza a masajearlo lentamente— A-ah —musito, mordiendo mi labio inferior, justo cuando mete uno de mis pezones en su boca.

El ritmo que comienza a coger me hace sentirme en el paraíso por segundos, dejo escapar cada sonido que sale de mí, notando sus caricias en mi intimidad.

No decimos nada cuando separa su mano de ahí abajo y comienza a bajar la pequeña tela, hasta quitarla de mí. Después agarra mis piernas, colocándose completamente en el medio y mirándome a los ojos.

—No sabes cuanto tiempo he querido estar así contigo —musita, antes de dirigirse a mi entrada y de una sola estocada entrar en mí. Sentirle de nuevo me hace soltar toda la respiración que estaba reteniendo.

Al principio me cuesta sentir placer, pero luego soy capaz de tocarlo con mis dedos. Mientras mis manos están en su espalda, su cadera se mueve una y otra vez para unirnos, arrancándome gemidos y haciéndonos delirar. Todavía más cuando su mano se dirige a mi intimidad y acaricia mi botón, ahí es cuando llego al orgasmo, sintiendo como una corriente me recorre, mientras echo la cabeza hacia detrás. Poco después Jensen se corre, con los dientes apretados y su cabeza en mi cuello. Al separarnos, cojo todo el aire que puedo.

—Ven aquí —musita, mientras que con su brazo me arrastra a su lado. Apoyo mi cabeza en su pecho, sus dedos acarician mis costillas, mientras que con la otra mano levanta mi barbilla para que le mire. Sus ojos verdes me hacen sonreír, justo después de dejar un casto beso en sus labios.

—Te amo Jensen. No quiero que nos volvamos a ocultar nada, los secretos son los que nos han hecho daño —musito, tragando saliva.

—Yo no lo haré. Nunca. Te amo mucho —musita, dejando un beso en mi frente.

Y sí, remoloneamos en la cama, haciendo el amor todas las veces que nos apetece, hasta acabar hambrientos y sudados. Comemos mirándonos a los ojos, y nos despedimos a duras penas, con un beso en mi puerta, y otro, y otro...

—Jensen... —exclamo, separándolo de mí— Es mejor que te vayas ya, tienes trabajo con Angelo —le digo mirándole a los ojos, intentando no retenerle. ¿Por qué no cierro la puerta y me lo llevo conmigo?

—Está bien —me dice, apoyando su frente en la mía y dejando un beso en mi nariz, gesto que me hace sonreír—. Te llamo mañana —asiento. Me da un beso y se agacha, para dejar otro en mi vientre—. Cuidaros —exclama, levantándose, dejándome observar como se da la vuelta y se mete al ascensor. Todavía siento las emociones a flor de piel.

Al cerrar la puerta, no puedo evitar soltar un grito de emoción y hacer un mini baile, mientras me dejo caer de espaldas en el sofá. Por dios, ¡Jensen y yo hemos vuelto! ¡Y de qué manera!

—Papi vuelve a estar en nuestras vidas —musito, para mi bebé. Ya se me ha hecho costumbre hablarle, y compartirle toda mi felicidad. Porque es lo único que este bebé necesita, felicidad y amor.

No me lo pienso cuando vuelvo a ducharme y me visto, saliendo disparada de casa. Esto merece celebración, y sé de una persona que se va a alegrar mucho de verme, al igual que yo de verla. Así que no lo pienso mucho cuando me presento en la academia de baile, donde nada más entrar me encuentro con Daniel. Su pelo castaño y rizadito está suelto, mientras que dibuja una sonrisa al verme.

—¡Hola! —le digo, mientras él, algo sudado, se dirige a mí.

—Hola Jeannette, Jade ahora mismo está dando clase —me dice, acercándose a mí para darme dos besos. Sabe perfectamente que vengo a buscar a mi amiga. Sé que Jade le contó todo sobre nosotros, ella no quiere ningún secreto en su relación. Me lo dijo por videollamada. Pero no estoy segura de que sepa lo de Héctor.

—¿Puedo ir a verla? A ver si me echan la bronca o algo —exclamo, agarrando mi bolso.

—Puedes verla, tranquila. Está en el segundo piso, pasa, nadie te dirá nada —me dice, dirigiéndome con la palma de su mano hacia el ascensor. Me sorprende bastante cuando veo que me acompaña a entrar y durante el trayecto.

—Seguro que se va a sorprender al verme, hace mucho que no quedábamos —susurro, casi más para mí que para él— Entre unas cosas y otras... la verdad es que la echo de menos.

—Ella me contó todo lo que os ocurrió, y bueno... siento mucho lo de tu hermano —me sorprendo muchísimo de que Daniel sepa eso. Jade es de esas personas que solo cuentan las cosas importantes a gente que de verdad le inspira confianza.

—Gracias —dibujo una sonrisa algo triste, pero es el único gesto que me sale antes de salir del ascensor.

Me encuentro con una imagen preciosa a mi parecer, con Jade dirigiendo el baile de un montón de niñas y de niños, marcándoles algunos pasos de baile mientras está frente a ellos. Hay una chica que se equivoca, pero Jade se coloca a su lado y la ayuda, hasta que el paso le sale y puede re-engancharse a la canción, la cual no reconozco.

Pero me parece algo maravilloso, sobretodo ver la risa de la chica al ver que al final es capaz de acabar la canción. Y como ella y Jade se chocan la mano.

—¡Muy bien grupo, hemos mejorado mucho! Ahora, tomad vuestras toallas y agua, la clase ha acabado —todos se dirigen a ella y hacen un círculo. Juntan sus manos y las lanzan hacia arriba gritando un "Star family". Al parecer, es el nombre de su grupo.

Decido caminar hacia mi amiga, quien se queda con los ojos totalmente abiertos y viene corriendo hacia mí, no sin antes lanzar un grito y saltar de una forma muy rara, moviendo los brazos. Mi amiga sigue siendo como siempre.

—¡Joder, Jeannette, que estás aquí! —suelta, abrazándome— Sé que huelo a tigre, ¡pero qué más da!

—¿Eso no debería decirlo yo? —pregunto con burla. Ella se separa de mí y dirige una mano a mi vientre.

—¡Mira, que si tocas ya se nota! ¡Joder qué fuerte! —grita, haciéndome reír. Todos los niños van bajando por la escalera, hasta que nos quedamos Daniel, Jade y yo solos en la sala. Mi amiga rubia se dirige al muchacho y le da un beso. Sí, ellos ahora son pareja, por si no había quedado claro— ¿Y eso que estás aquí? —me encojo de hombros.

—Quería verte, además de saber si te apetece ir a tomar algo —si soy sincera, me siento extraña. Distanciarme de ella me ha hecho sentirme mal, es como mi hermana. Y tenerla en frente ahora es como muy guay, aunque me siento como si la hubiera desplazado de mi vida—. Tengo que contarte algo.

—No me jodas que esperas gemelos, que ya me caigo de culo —suelta, haciendo reír a Daniel.

—¡No, Jade! —río.

—Venga, me ducho y nos vamos.

—Yo me voy ya chicas —musita Daniel, con una mano en la cintura de mi amiga. Él le da un beso—. ¿Te veo luego? —Jade asiente con una sonrisa. Ay por favor, son adorables. Ya hasta los shippeo. Jadiel es su nombre como pareja.

—Claro que sí, te llamo —musita ella. Yo le doy dos besos al chico, hasta que se va bajando por las escaleras— Amonos, vente —me dice Jade, agarrándome de la mano. Y nos metemos en una especie de vestuarios que tienen aquí, donde no hay nadie. Jade se mete a la ducha mientras yo estoy sentada en un banquillo, en frente— ¿Y qué me tienes que contar? Si no me lo cuentas ya, de la presión se me va a escapar un pedo —ruedo los ojos. Siempre tan gráfica.

—A ver... pues...

—Venga Jeannette, ¡tu puedes decir más de tres palabras! —anima, mientras se ríe de mí.

—Que te den, idiota —exclamo riéndome. Después cojo aire y lo suelto—. Le he contado todo a Jensen —un grito proveniente de ella se escucha.

—¡¡¡Aleeeluuuuuyaaaaaa!!! —canta, mientras veo sus manos por encima de la cortina de la ducha. Está bailando— Seguro que lo habéis celebrado como es debido eh —se ríe.

—¡Jade, por favor! —grito, dándole un golpe a la cortina. Sigo escuchando su risa.

—¿Qué? ¿Acaso el pequeño arándano ha llegado a ti así, por gracia divina? —pregunta, con sonra.

—No, de virgen tengo lo mismo que tú.

—Pues eso, que vamos al caldero de satán de cabeza amiga —me encojo de hombros—. Vamos a estar en una olla con agua hirviendo, ahí, en su caldero, como si fueramos una pata de pollo.

—Bueno, no pasa nada, yo soy más de agua calentita que fría —la hago reír— ¿Y tú qué, cómo va con Daniel?

—Pues avanzando. A ver, nos lo hemos tomado con calma. Pero es un cielo, siempre se preocupa por mi, me quiere y trisca como nadie —ala, lo tenía que soltar—. No puedo pedir más...

—¿Pero? —musito. Sé que tiene un pero. La conozco.

—Pero nada —musita, poco convencida.

—Jade... —susurro, medio regañándola.

—A ver, me encanta. Pero el otro día me soltó un "te quiero" y... sinceramente, se me bajó todo. No las bragas, sino que casi me da un patatús porque no podía decirle lo mismo. —sabía que pasaba algo.

—Bueno, pero eso es normal Jade, no todos sentimos de la misma forma y a la misma velocidad. Puede que a ti te cueste decirlo, pero no significa que un día no puedas llegar a sentirlo —abre la cortina de la ducha y asoma la cabeza.

—Joder tía, qué reflexión. Es que tú ibas para filósofa o algo así —rio ante su expresión. Además, con todo el pelo pegado a la cara parece un perrito mojado.

—No creo. Yo no tengo una voluntad de poder fuerte —musito, refiriéndome a Nietzsche.

Sale y con una toalla se seca, mientras se viste con unos vaqueros y una camisa de manga larga. Después caminamos fuera y decidimos darle una sorpresa a Steve, yendo a su cafetería. Eso sí, llamo y paso a por Maggie cuando me dice que tiene la tarde libre.

Mientras conduzco en el coche, Maggie se va retocando el maquillaje y Jade hablando por teléfono. Intento no hacer ningún ruido, pues mi intención es ir a ver a Steve, dándole una sorpresa.

—Dice que se tiene que quedar a trabajar hasta las ocho. Ya verás la sorpresa que se va a dar al verte, a parte de llamarte me pregunta todos los santísimos días por ti, a ver si me has contado algo que a él no —rio. Mi oso guarroso es un puñetero amor.

—¿No te han dicho de comprarte un adaptador de estos para el cinturón? —me pregunta Maggie, mientras cierra el espejo que llevaba en la mano.

—Sí, no he ido aún a comprarlo, pero ya me lo han dicho.

—La verdad es que no se te nota nada —me contesta.

—Pero ahí está, para deformarle el cuerpecito a su mami y amar a su tía con todo su pequeño corazoncito —musita Jade, hablando con voz aguda a mi tripa. Maggie se ríe.

—Gracias por el apoyo moral Jade —le contesto, mientras sigo conduciendo.

—Por nada. Si quieres luego le echamos una foto a tus pies, para cuando los eches de menos por no verlos —sonrío fingiendo que me cuesta.

—La primera vez que te quedes embarazada Dios o lo que sea que haya te tiene que bendecir con trillizos. Verás entonces la gran alegría —escucho las risas de mis amigas, mientras no puedo evitar unirme a ellas.

Llegamos a la cafetería, que está ubicada en una avenida bastante concurrida. Logro encontrar aparcamiento y casi bailo el aserejé al ver que no está muy lejos. Así que camino, con mis amigas a los lados. Me sorprende ver que en la pequeña estancia todos los muebles son de madera. Absolutamente todos. Parecen de una de estas cabañas en las que reservas con la familia en las montañas... aunque yo nunca lo hice.

El olor a limón entra por mis fosas nasales y me sorprende ver que casi todas las mesas están llenas. En una de ellas, donde están sentados una pareja, hay un chico que me da la espalda y les está tomando nota. Sé que es Steve, así que me espero a que acabe de coger el pedido y me pongo detrás de él. En el momento que se gira, va a esquivarme, hasta que se da cuenta de quien soy.

—¡Jean! —exclama emocionado, sacándome una sonrisa. Él me abraza, y yo me alegro de volver a sentirle cerca. Su perfume, que ya me es familiar, invade mis fosas nasales.

—Hola osito —le contesto. Me separo de él, notando a Jade y a Maggie a mis lados. Steve se acerca a ellas para darles dos besos.

—Ya hacía tiempo que no te veía, estás más guapo —le dice Maggie, con una sonrisa.

—No se lo digas que se lo cree de verdad —le contesta Jade, agarrándole la cara a su hermano y apretándola.

—Quita, idiota —musita Steve, quitándose a Jade. La verdad, Maggie no miente. Mi amigo se ha cortado el pelo, así como también se ha dejado un pequeño rastro de barba. Ella no es la única que lo mira en esta cafetería—. Sentaros donde queráis, acabo con esta mesa y le pido a mi compañera un descanso, a ver si me cubre.

Y efectivamente, la compañera le hace el favor. Me doy bastante cuenta de que Steve no me quita el ojo de encima, sé que está preocupado por mí. Aunque hemos mantenido el contacto, no es lo mismo tenernos al frente y poder adivinar las sensaciones del otro.

Bebo de mi taza de cacao caliente, mientras mis amigos conversan sobre sus trabajos. Y todos se quedan mirándome durante un momento, hasta que Jade suelta la pregunta que todo esperan hacerme.

—¿Y tú, vas a trabajar? —asiento, dejando la taza en la mesa.

—Obviamente. El millón de euros no se extiende eternamente, tengo que administrarlo. Además, quiero tener una vida normal. Creo que ya me lo merezco —la mano de Steve en mi rodilla me hace mirarle, pues se que me está dando "apoyo" con ese gesto.

—Voy al baño —musita Maggie, dejando su bolso en la silla. Es cuando Steve pregunta.

—¿Cómo estás? —me dice, mirándome con una sonrisa triste. Sé que se refiere a lo de Héctor.

—Bien, dentro de lo que cabe. La muerte de él no es algo que superaré en dos días... —exclamo— Pero tengo que seguir viviendo y luchando.

—Ahora con más razón —musita Jade, señalando a mi pequeño arándano, cosa que me hace sonreír.

—¿Has visto a Jensen? —me pregunta Steve. Levanto la mirada, algo incómoda. No sé porque me siento así, pero no puedo evitarlo. La verdad... me gustaría saber si Steve sigue sintiendo algo por mí. Porque ahora mismo no sé qué decirle.

—Sí, hoy hemos ido a una ecografía. Ya estoy de once semanas y... no me lo puedo creer —desvío un poco el tema, intentando que no se dé demasiada cuenta.

—¿Cuándo se sabe el sexo? —me pregunta Steve.

—Sobre la semana veinte, más o menos. A veces incluso antes —le contesta Jade. Me sorprende mucho.

—¿Y tú cómo lo sabes?

—Porque quiero saberlo la primera. He estado cotilleando muchas páginas de embarazo. ¿Sabes que te va a salir una línea de pelos en la barriga? —frunzo el ceño. Ella ríe— Además, seguramente estarás cachonda como...

—Vale, demasiada información —le corta Steve.

—Mira quien lo dice, ¿te acuerdas del día que me explicaste lo que hacías con Molly? —contesto a mi amigo. Él se ríe y para no hablar bebe de su taza— Anda el señorito, ahora se le han comido la lengua.

Maggie vuelve y nos encuentra riendo. Ella se une.

—¿De qué habláis?

—De los follamientos de mi hermano —musita Jade. Steve le pisa un pie, pues la otra no se queja muy disimuladamente— ¡Pero qué haces, imbécil! Si con Maggie hay confianza, no pasa nada. Ella puede conocer donde metes la...

—¡Jade! —exclamo yo. Ella se ríe.

—Iba a decir las narices, tranquila —le quita importancia con un gesto de su mano.

—Todavía no me acostumbro a que os llaméis así de diferente. A ver, tú me pegabas mucho como Madeleine, pero tú como Agustín... —se echa a reír. Steve la acompaña— Tenías nombre de viejo de pueblo.

—Y ahora de guapo y seductor caballero —le guiña un ojo a Maggie, quien le devuelve el gesto más exageradamente. Jade finge una arcada de broma.

—¿Mañana tenéis algo que hacer? Podríamos comer en mi casa —exclamo, cambiando de tema completamente— Echaba de menos teneros reunidos otra vez —ellos me miran.

—¿Mañana qué es? —pregunta Maggie.

—Sábado —contestamos mi amiga y yo a la vez.

—Yo no trabajo los sábados —musita Jade.

—Ah, yo tampoco —le contesta Maggie.

—Pues yo sí, cabronas. Me toca turno por la tarde —exclama Steve.

—Puedes comer con nosotras y luego venirte —le contesto. Él asiente.

Tras pasar un rato más con ellos, llevo a mis amigas a sus respectivas casas, y me voy a mi piso. Caminando por la calle, me encuentro con una tienda en la que no puedo evitar pararme. Es ropa de bebé, de recién nacido y más.

Sonrío viendo la ropa tan chiquitita, y entro. Siempre he sabido que la primera prenda para mi bebé la iba a hacer yo sola, notando la tela del que será su primer body. Y es lo que hago, comprar un body de cero meses, en el que se puede leer un "I love my dad". Sé que le hará mucha gracia a Jensen cuando lo vea.

Llego a casa y me preparo algo para cenar, después me dejo caer en la cama. La verdad, este mes de soledad me ha dado para muchas cosas. He llorado, he renovado mi armario, he hecho algo de yoga, me he escuchado y... he recurrido a ayuda psicológica. Porque sé que sola, era imposible que superara todo esto. Aún no lo hago, esto no es cuestión de días.

Pero por primera vez en mi vida, aquí, tirada en mi cama, me siento bien. Muy bien. Y tener por fin a Jensen a mi lado me hace sentirme feliz.

—Parece que todo se arregla, pequeño arándano —musito, acariciando mi vientre. 

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