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34: ¿Niño o niña?

Recuerdo que podéis mostrar vuestro apoyo hacia esta novela y hacia mí con comentarios y votando este capítulo. La verdad es que me ayudaríais a crecer mucho :)

*** 

Cuando escucho el teléfono por tercera vez es cuando ya comienzo a preocuparme. Abro un ojo y después el otro, para ver que en mi despertador marcan las siete de la mañana. ¿Pero quién narices me llama a esta hora? ¿Habrá pasado algo?

Incorporándome un poco observo que en la pantalla de mi móvil sale una cara de Jade sonriente. El otro día tuve que cambiarme de teléfono, pues el mío murió repentinamente. Ahora este nuevo móvil me deja poner fotos a los contactos, así que descuelgo porque es mi mejor amiga y temo que le haya ocurrido algún suceso alarmante.

—¿Sí? —contesto, con la voz algo pastosa.

—Jeannette, sé que me vas a matar por llamarte a esta hora. Pero más me vas a matar cuando descubras la que he hecho —su confesión me hace abrir los ojos.

—¿Qué pasa?

—Necesito ir a tu casa. Ya. Ahora mismo —carraspeo, pues siento mi garganta bastante seca.

—Bueno, vente. Tengo ecografía y a las ocho he quedado con Jensen, pero mientras podemos hablar —musito.

—Ya voy para allá —y me cuelga, dejándome con toda la duda.

Maldita sea, Jade y su manía de dejarme siempre con el hype de las cosas. Es que no hay más rabia que me dé que eso, jolín. No le costaba nada darme un adelanto aunque fuera, ahora no sé que habrá hecho esta mujer y estoy asustada.

Me levanto de la cama a regañadientes, por lo menos para ir al baño y hacerme el desayuno. Tengo que ir con cuidado hasta que bajo, pues Ada está dormida en su cuarto y no quiero despertarla. Aunque tengo que reconocer que nuestras habitaciones están algo alejadas, pero de todas formas voy con cautela.

De repente, un pensamiento me inunda. ¿Y cuándo esté mi bebé? Porque sé que estará conmigo en mi cuarto durante un buen tiempo. Irá a su cuna, pero le tendré cerca. Ahí sí que deberé tener cuidado para no despertarle.

—Te quiero tener ya en mis manos, pequeño arándano —musito, llevándome una mano al vientre abultado—. Verte los ojitos, las manos, los piececitos... en serio, no puedo esperar a mirarte —susurro, sonriendo. Sé que resulta extraño que le esté hablando, pues parece que lo haga sola. Pero es algo que he descubierto que muchas embarazadas hacen.

Cuando llego a la cocina me dispongo a prepararme un zumo, junto con un bol de cereales y frutas. La verdad es que mi alimentación en el embarazo está siendo buena y voy mejorándola. Cuando estuve ese mes sola, y el anterior tiempo cuando pasó lo de León, perdí peso y estaba demasiado delgada. Ahora, que he engordado (tanto por mí como por el embarazo) me veo bastante mejor.

Observo que la máquina de café esté bien, para que cuando Jade venga pueda ponerse una cápsula y desayunar si quiere conmigo. Yo, obviamente, tengo la cafeína completamente prohibida.

Finalmente, el timbre de mi casa suena, haciéndome caminar hacia allí. Menos mal que arriba no se oye, porque habría despertado a mi hermana. Camino hacia el telefonillo, donde le abro la pequeña reja para que pase. Abro la puerta y la veo caminar hacia aquí, mientras que detrás suyo hay un taxi que se va.

—Hola —musito, sonriendo, mientras acomodo mi bata.

—Mírala, si tiene batita de seda y todo, como si fuera pija —su exclamación me hace reír. Mi mejor amiga viene y me da dos besos, a lo que yo contesto dándole un abrazo. Cuando nos separamos, me quedo mirándola—. La he liado, Jean.

—Anda, tira, a saber qué has hecho ahora —exclamo, apartándome para dejarla pasar.

Jade y yo caminamos hacia la isla de la cocina, donde he dispuesto mi desayuno. Como he dicho, ya sin preguntar porque ella sabe que tenemos la confianza más que necesaria, Jade coge una cápsula y se va a mi cafetera. Yo la espero, sentada, mientras bebo de mi zumo esperando a que me cuente qué ha pasado.

—A ver por dónde empiezo, porque esto tiene tela —musita, dándose la vuelta cuando el café termina. Camina hasta llegar a mí y se sienta al lado—. Ayer descubrí que Daniel me engaña.

—¡¿Qué qué?! —exclamo, dejando el zumo encima de la mesa.

—Muy fuerte todo. Resulta que le dije que me iba contigo y con Maggie a cenar. Yo le estaba preparando una sorpresa, compré entradas para el cine y reservé en un restaurante. Bueno, pues la sorpresa me la llevé yo cuando llegué a su piso y vi un sujetador encima del sofá —abro la boca, sorprendida. ¡Dios santo, y parecía bueno!—. La chica con la que estaba salió de la habitación y Dani se puso blaaaanco. Pero es que el idiota aun quería darme explicaciones. Menos mal que la chica y yo fuimos inteligentes y lo dejamos ahí, ale, que le den por culo —resoplo.

—Madre mía, ¡qué cabrón! —exclamo— Espero que no vuelvas con él, eh, Jade. No te merece. Una persona así no te quiere de verdad —musito. Pero me sorprendo, porque la veo bien.

—No, eso no es todo, Jean.

—¿Qué más? —cuestiono, intrigada.

—Ángelo me llamó y se ofreció a llevarme a casa. Ahí sí que estaba mal, me puse a llorar y todo. Pero llegamos a mi casa y le invité a pasar. Me di cuenta de que realmente lo de Dani no me dolía. O sea, le quise, pero creo que estaba más enamorada de lo que pensaba que sentía. Sabes que yo las infidelidades jamás podría perdonarlas —asiento. Normal, la verdad es que le entiendo—. Pues, bueno... me he acostado con Ángelo —y esto último lo dice con boca pequeñita, apartando la mirada y dejándome con la boca más que abierta.

—¡¡Hostia puta!! —cubro mi boca con ambas manos.

—¿Pero qué pasa? —la voz de Ada se abre paso en la cocina. Tanto mi amiga como yo pegamos un bote del susto que nos ha dado

—¡Joder, Ada, que pareces Casper! —suelta Jade, con una mano en el pecho.

—Estoy escuchando a mi hermana casi chillar y me he asustado —se excusa—. Si queréis me voy —musita.

—Qué va, qué va, tranquila. Ven, que así también me das opinión —le contesta Jade, haciéndole una seña para que se acerque.

—¿Qué ha pasado?

—Su novio le ha sido infiel, han cortado y se ha enrollado con Ángelo, ese del que te hablé —musito, haciéndole un resumen para que entienda todo. Mi hermana flipa al principio, para después hablar.

—¿Con el que me dijiste que acabaría? —las palabras de Ada hacen a Jade mirarme directamente. Yo me encojo de hombros.

—Lo siento, Jade, te conozco y se veía a leguas que había feeling —contesto. Observo que Ada camina hacia la cafetera para ponerse una cápsula.

—No, si no te culpo. Feeling tenemos. Mucho. Demasiado diría yo —mi hermana sonríe—. Lo hemos hecho casi toda la noche, en tantas posiciones que he perdido la cuenta. Te juro que tengo hasta agujetas. No me ha dado tiempo ni para pensarlo —yo le doy un manotazo.

—¡No cuentes eso delante de Ada, cochina! —musito.

—Uy, sí. ¡No me seas abuela, Jean! Tu hermana tiene que saber más de sexo que tú, ¡no veas como vienen las nuevas generaciones! —Ada resopla.

—Bueno, la verdad es que con chicos sé poco. No me gustan —ante esa confesión la verdad es que mi amiga y yo la miramos. No lo sabía, pero tampoco me importa. Es su vida y yo no soy quién para meterme—. Mis mejores experiencias han sido con chicas —musita, dándose la vuelta.

—Mírala, ¿lo ves? —cuestiona Jade— Además, es mayorcita. Sabe que esa tripa no te ha llegado por una blanca paloma —se encoge de hombros.

—Vale, en fin. ¿Y qué pasa con Ángelo? —cuestiono— ¿Le has dejado en casa?

—No por dios, estoy loca pero no tanto. Ángelo se despierta muy temprano. Tengo que decir que cuando le he visto a mi lado, después de la noche que hemos pasado, me he cagado completamente. Creo que casi lo he echado de casa —musita, mordiéndose una uña.

—Yo creo que le doy una hora más para llamarte —la exclamación de Ada me hace asentir.

—Concuerdo en eso. Conocemos a Ángelo, no le habrá sentado muy bien eso —Jade suspira—. ¿Pero qué te pasa?

—No sé... me siento un poco cabrona. Ya ves tú, que he hecho todo después de romper, soy tan tonta que me siento hasta culpable —confiesa.

—No eres culpable. Si tu novio te ha sido infiel, pues que le den por culo. Tienes todo el derecho de hacer lo que te dé la gana, porque durante la relación le has tenido respeto —musita mi hermana.

—Es que me parece un poco fuerte el haber cortado con Dani por la tarde y haberme acostado con Ángelo por la noche —confiesa mi amiga.

—Jade, ahora vamos a ser sinceras. Ángelo siempre te ha llamado la atención, eso lo sabemos tú, yo y todo el mundo. —voy a serle sincera. Porque soy su amiga y porque veo que lo necesita— Era cuestión de tiempo que ocurriera y lo sabes, te estabas engañando a ti misma —ella asiente, dándome la razón—. Pues mira, si ha pasado así, que pase. Daniel lo ha hecho mucho peor. Eres libre de acostarte con quien quieras y cuando quieras.

—¡Faltaría más! Es tu vida —me apoya la pelinegra, dando un trago a su café.

—Sí, tenéis razón —por fin cae en la cuenta.

—¿Ahora qué quieres hacer? ¿Hablar con él o no? —cuestiono.

—Me gusta. Y me ha encantado lo que hemos sentido esta noche. La verdad, y voy a serme sincera, estoy muriéndome por repetirlo. No sé qué somos, aun es prontísimo para definirlo. Pero sé que me gusta estar con él y que lo disfruto —Ada da un aplauso ante las palabras de la rubia.

—Pues ahí lo tienes, Jade —yo asiento.

—Es que no me creo que al final me haya tirado al corcho, ¡dios santo! —ella misma se ríe de su exclamación, mientras yo hago lo mismo.

—Oye, ¿y el trabajo? —se encoge de hombros.

—Ni idea. Ayer pensaba en presentarme, pero se me ha ido la idea de golpe. No le quiero ni ver la cara. Solo voy a ir a por mi finiquito y punto, que le den. No pienso aguantar su cara todos los días de mi vida —la escucho, mientras como cereales.

—Pues sí, es lo mejor. Puedes buscar algo de trabajo —le dice Ada.

—Sí, lo haré. Tengo ahorros, así que podré mantenerme hasta que encuentre algo. Seguro que en cualquier lugar voy a estar feliz, mientras no sea a su lado.

—En eso estoy de acuerdo. Yo no podría soportarlo —me sincero.

Como bien ha dicho Ada, el teléfono de Jade comienza a sonar. Ella nos mira a ambos, antes de meter su mano dentro del bolso y coger el teléfono. La sonrisa tontorrona que se le pinta en la cara es algo que nunca he visto en ella. Esto es a lo que me refería. Sí, Jade estaba contenta al principio con Daniel. Pero nunca la he visto como ahora y me alegro.

—Es él —ella se levanta, para caminar hacia el salón y descolgar—. Hola, Ángelo... —su voz se va perdiendo, mientras camina cada vez más lejos.

—Bueno, querida Dora, ¿estás lista para presentarte esta tarde a tu nueva agencia? —cuestiono. Gracias a Paulo, Ada va a entrar a una agencia muy buena de modelaje. Al parecer, él le echó unas cuantas fotos y las pasó a una amiga suya, que capta a este tipo de gente. Les encantó el perfil tan exótico de mi hermana y la quieren coger, así que yo no me negué.

—Estoy nerviosa. A ver, por lo menos que me consigan algo de trabajo. Además, sabes que me encanta posar —asiento, mientras ella camina para sentarse donde estaba Jade

—Y se te da muy bien. ¡Ay mi hermana, que es más guapa que todos los soles! —suelto, levantándome y dejando unos besos en sus mejillas. Por un momento veo que me observa fija, como si quisiera decirme algo. Yo ya sé qué es, así que intento facilitarlo— Ada, tranquila —musito.

—¿No te importa, verdad? —cuestiona.

—Ada, a mí me da igual tu orientación sexual. Yo solo sé que no haces nada malo y quiero lo mejor para ti. Si tú has decidido que eso lo puede hacer una mujer, ¡pues bienvenida sea! —ella me sonríe—. Me ha encantado que lo hayas dicho con esa naturalidad, porque no es un tema tabú para mí ni muchísimo menos.

—En serio, Jeannette, te quiero mucho, hermana —suelta, antes de abrazarme. Una sonrisa bobalicona se instala en mi rostro, porque estoy muy feliz de que esto ocurra. Ada diciéndome que me quiere como hermana me llena el corazón.

—Yo también te quiero, renacuaja —musito, abrazándola.

Finalmente, Jade vuelve tras un rato, cuando Ada y yo ya hemos casi acabado de desayunar. Ella nos cuenta que Steve también le ha llamado, para echarle la bronca por el concierto que le ha dado esa noche. No puedo evitar reír con mi amiga y con Jade, porque de verdad que en esos momentos tener a alguien al lado (y más tu hermano) es una putada. Luego nos confiesa que ha quedado esa tarde con Ángelo, para ir a la casa que tiene aquí en Orielsh.

Se despide de nosotras, argumentando que va a ir a la academia para hablar con Daniel y terminar de concretar su marcha. Yo subo para arreglarme, mientras Ada se cambia para hacer deporte en el jardín. La veo saltando y haciendo sentadillas desde mi cuarto, donde me visto y me maquillo, para estar lista cuanto antes. Me pongo cómoda, con unos pantalones negros anchos y una camisa blanca. Todo esto lo conjunto con una chaqueta negra y unos zapatos del mismo color. Solo voy a ir a la eco, pues hoy tengo el día libre, ya que tenía que ir al médico.

Mientras recojo mi plato escucho el timbre. Camino con una sonrisa viendo por la cámara del telefonillo a Jensen. Abro directamente, también la puerta, esperándolo a que venga. Cuando llega a la puerta ambos nos sonreímos. Soy yo la que se alza lo suficiente como para darle un beso en la boca.

—Hola, guapo —musito, haciéndole reír.

—Hola, mi rosa preciosa —contesta, devolviéndome el beso. Una sonrisa se instala en mi rostro cuando se separa de mí. Veo que esta recién afeitado y huele a su loción, así que eso me hace feliz.

—Pasa —musito, caminando hacia la cocina para dejarlo pasar.

Arreglo lo último que me quedaba de la cocina, para verle apoyado en la encimera.

—¿Y Ada? —pregunta.

—Haciendo deporte en el jardín —contesto—. Tendrá los auriculares puestos y no se habrá dado cuenta —asumo, secando mis manos con un trapo—. Bueno, ¿nos vamos?

—Sí. Ya tengo ganas de verle —exclama, caminando hacia mí y colocando una mano en mi vientre, a la vez que deja un beso en mis labios.

En ese momento, Ada aparece por la puerta, pillándonos. Pero no nos importa, así que Jensen la saluda, acabando el beso con una sonrisa. Ups.

—Voy sudada, te doy dos besos así a lo lejos —musita ella, haciéndole reír— ¿Os vais ya? —asiento.

—Sí. A ver si hay suerte y hoy vemos el sexo —musito. Efectivamente, a lo mejor hoy podemos saber si nuestro bebé será una niña o un niño si tenemos suerte. Espero que sí, más que nada por ir pensando un nombre ya.

—Pues ale, parejita, ya me contáis cuando volváis. Me voy a la ducha —mi hermana se acerca y deja un beso en mi mejilla, para caminar al piso de arriba para irse.

Jensen y yo vamos a su coche, donde nos conduce hacia el hospital. Llevo la americana y en el bolso todos los papeles. La ciudad hoy está muy bonita, pues el sol resplandece y brilla, iluminando cada parte de este hermoso lugar. Jensen rompe el "falso silencio", donde la música de la radio suena siendo el único ruido del vehículo.

—¿Estas nerviosa? —cuestiona.

—Un poco. A ver, me da igual lo que sea, yo solo quiero que venga bien —llevo la mano a mi vientre, sonriendo. Él también lo hace, porque ve mi gesto por el rabillo del ojo.

—¿Has pensado en nombres? —me pregunta.

—Estuve mirando, que empezaran por la jota. Pero no hay ninguno que me convenza. De niño aún hay un poco de cantidad, pero de niña solo está mi nombre, Jade y Jaqueline. El último no me gusta y no quiero repetir nombres en mi círculo —confieso.

—Yo tengo un nombre de niño que me gusta bastante. Lo leí en un libro el otro día y me quedé con él —le observo, cuando para el coche en un semáforo en rojo—. Me gusta Jared.

—Jared... —musito, susurrando— Me encanta, Jensen. La verdad es que me gusta mucho —confieso, sonriéndole.

—Entonces, ¿tenemos un nombre si es niño? —exclama.

—Sí. Jared es precioso —exclamo.

—Ahora nos falta uno para la niña, aunque a mí no me molestaría que se llamase como tú —niego.

—No, Jensen. Es algo que no me gusta. Es que me parece como quitarle personalidad, quiero que tenga su propio nombre —musito. Él asiente.

—Buscaremos alguno que nos guste. Ahora, a ver si hay suerte y descubrimos qué es —exclama, antes de volver a poner en marcha el coche cuando arrancamos.

La llegada al hospital se me hace más que eterna, pero de todas formas me siento muy nerviosa cuando pongo un pie fuera del coche. Juntos, caminando de la mano, llegamos a la consulta, donde nos pasan directamente. Me alegro de no tener que hacer esperas, porque estoy tan ansiosa que no podría ni saberlo.

La matrona, ya conocida, nos habla y cuenta sobre todo lo que voy a ir experimentando. Ya estoy prácticamente en mi semana diecinueve de embarazo, ya en el segundo trimestre desde las doce semanas. Además, me recomienda el participar en clases de preparación al parto, pero la verdad es que creo que las tomaré cuando coja las vacaciones. Ahora es algo imposible con todo el trabajo que tengo que hacer, pero sacaré tiempo de donde quiera. También me avisa que es probable que pronto empiece a notar que se mueve, así que no me asuste.

Por fin llega el momento de ponerme en la camilla, para que me pueda hacer la ecografía. Después de haberme puesto gel y ese pequeño aparatito en mi bajo vientre, la mujer comienza a moverlo encima de mí. Pronto le encuentra, aunque solo le vemos la cabeza.

—Vaya, está dado la vuelta —musita—. Nos lo va a poner difícil para saber lo que es —musita. Por un momento, Jensen y yo nos miramos. Yo quería saber hoy qué es, pero parece que no puede ser.

—Tranquila, mi rosa —musita Jensen, agarrando mi mano, mientras la médica intenta ver el sexo del bebé. Finalmente, desiste, pues prefiere no darnos algo que luego puede no ser correcto.

Es cierto que mi pecho se desinfla un poco por la desilusión, pero luego recaigo en el mismo pensamiento que he tenido en el coche: ¿qué más da lo que sea?

La verdad, cuando volvemos a escuchar su corazón, que late fuerte y con ritmo, toda pena se me va. Me da igual que sea un niño o una niña. Lo único que de verdad deseo es tenerle en mis brazos, mecerle y ver su cara de una vez.

***

—¡Ada, estamos en casa! —exclamo cuando llegamos, mientras Jensen pasa dentro detrás de mí.

Mi hermana, que supongo que estaba en el salón, llega corriendo.

—¡Te he llamado cuatro veces y no lo cogías! ¿Qué es, niño o niña? —pregunta. Jensen y yo nos miramos con una sonrisa algo triste.

—No lo sabemos. Estaba puesto de forma que ha sido imposible —le confiesa él. Ada desinfla su pecho, para después fingir un puchero.

—¡Jolín! Yo que quería saberlo. Pero bueno, ¿teníais nombres pensados? —nos cuestiona, mientras camino al perchero para dejar ahí mi bolso.

—De momento tenemos solo el de chico —me giro, mirando a mi chico. Dios, ¿lo acabo de llamar mi chico? ¡Pero si no sé ni lo que somos!—. Si es niño se llamará Jared. Me lo ha planteado Jensen y me encanta —le confieso. Él me sonríe, con complicidad.

—Oye, pues es precioso. Yo había pensado en Jacob, pero es como demasiado oído —musita.

—Me gusta más Jared —concluyo, caminando hacia Jensen y agarrándole la mano.

—A mí también —me contesta él.

—¿Y para niña? —vuelve a insistir Ada.

—No hay ninguno que llame mi atención, de momento. Quizá deba desistir con lo de buscar nombres que empiecen por jota —asumo.

—Encontraremos uno, seguro. No te preocupes —las palabras de Jensen me hacen mirarle. Dibujando una sonrisa, mientas mis ojos enfocan los suyos, sonrío. Dios mío, ¡que vamos a tener un bebé!

—Bueno, tortolitos, he preparado tortitas. Sé que habéis desayunado y todo, pero son... —a mi hermana no le da tiempo ni de acabar la frase, pues la interrumpo.

—¿Dónde están? —ellos dos comienzan a carcajearse, mientras camino a la cocina en busca de esas tortitas. A ella le salen genial, yo tengo muy poco arte para la cocina.

Los tres nos sentamos en la mesa del comedor, mientras tenemos platos con tortitas y siropes, así como un cuenco de frutos rojos que me he agenciado poco a poco. No me juzguéis, estoy embarazada y todo lo que sabe dulce llama mi atención. Mejor que sea por frutos y no por otro tipo de azúcares.

Ada y Jensen comparten una charla, mientras que yo continúo comiendo. Por un momento, el silencio reina en la mesa, hasta que mi hermana pronuncia mi nombre.

—Jean... ¿puedo preguntarte una cosa? —cuestiona.

—Claro —asumo, llevando una frambuesa a mi boca.

—¿Vamos a hacer algo este domingo? —casi al segundo sé a lo que se refiere. El domingo es día siete. Se cumplirán tres meses desde que Héctor murió. Esos días son los peores para mí.

Recuerdo que el primer aniversario de su muerte estaba sola en mi antiguo piso. Había huido de todo mi alrededor y me lo pasé encerrada, mirando nuestras fotos y llorando como una magdalena. El segundo lo disimulé bastante bien. Nadie se acordó y yo no lo rememoré. Estuve trabajando, porque recuerdo que caía viernes. Ya estábamos en casa de Jensen, así que no quería hacer nada para entristecer a nadie o levantar pena hacia mí. Aunque tengo que reconocer que me dormí llorando, deshecha, notando la falta de mi hermano.

Y ahora, que estoy más abierta a la gente, no quiero volver a cerrarme en banda, después de todo lo que ha pasado.

—Bueno, tenía pensado quedarme en casa. Sabes que se cumplen tres meses de lo de Héctor —contesto, respirando hondo. Jensen y Ada comparten una mirada.

—He pensado que... podríamos ir a verle. A Adeno —cuando esas palabras salen de su boca mi mirada se fija en ella casi al segundo.

El único día que fui a ver a mi hermano en una maldita tumba fue el día que lo enterraron. No recuerdo casi nada de entonces, yo creo que mi propio cerebro me ha ido bloqueando momentos por el gran dolor que sentí entonces. Si yo fuera consciente de lo que pasé, creo que seguiría ahogada en mis penas.

Solo de pensar que Héctor está bajo tierra, cerca de mí, sin vida... se me pone un nudo enorme en la garganta. No quiero ver su foto en una maldita lápida porque siento que el alma se me caería a los pies. Mi hermano tendría que estar vivo, conmigo.

—No —contesto, con la voz rota. Jensen pone su mano sobre la mía.

—Jeannette, creo que sería bueno que fueras a verle. No sé, dale una vuelta. Consúltalo con la psicóloga —me sugiere.

—No. Esto no tengo que consultarlo con nadie —trago saliva—. No puedo—y esas palabras salen hondo de mí, sin que yo las pueda controlar. Echo la silla hacia atrás y comienzo a caminar al jardín—. Perdonadme —musito, mientras casi corro para abrir la puerta y salir, tomando una bocanada de aire para sentir que mis pulmones se llenan.

Miro al cielo, intentando calmarme. <No llores> son las palabras que me repito una y mil veces dentro de mí. Pero luego recaigo, ¿y qué tiene de malo llorar, si me duele?

Así que me libero, soltando un par de lagrimitas primero, para seguir en aumento, conforme este terrible peso sale de mí. Cubro mi rostro, dejando que mi cuerpo comience a sacudirse por los sollozos.

Unos brazos fuertes me dan la vuelta, para abrazarme después. Sé que es él y me aferro a sus prendas, con desesperación, sintiendo cómo mi corazón duele mil demonios. Apoyo la cabeza en su pecho, rodeándole con mis brazos.

—Cariño... —susurra, acariciando mi pelo. Yo cierro mis ojos, aspirando su perfume.

—No puedo ir a verle, Jensen. Si yo le veo en una lápida voy a morir de dolor. No quiero —susurro, mientras mi voz se va cortando por el llanto.

—Ada solo quiere ver a su hermano, entiéndela.

—Lo sé. Pero no puedo.

—Haremos lo que quieras, Jeannette —la voz de mi hermana llega desde la puerta. La veo. Tiene lágrimas en sus mejillas. No me lo pienso cuando me aparto de Jensen y ella viene corriendo hacia mí para abrazarme—. Lo que tú quieras —musita, apretándome contra su cuerpo mientras se aferra a mí.

No puedo ser egoísta en estos casos. Es su hermano también. 

***

En serio que cada vez se va acercando más el final y yo no me lo puedo creer. No, chiquis, no habrá una tercera parte. Este libro será el final. :(

Os recuerdo que estoy escribiendo otra novela con mi amiga Érika, la que podéis encontrar en mi perfil de Wattpad bajo el nombre de Hasta que la vida nos separe. Es de romance sobrenatural. Si le dais una oportunidad, la leéis y me decís que os parece, nos ayudaríais un montón.

Un beso enorme. Os quiero :)

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