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2: Enfrentados.

Él camina hacia mí para apoyarse en los pies de la camilla, donde hay una barra. Dirige la vista hacia mi pelo, para no apartar sus ojos de ahí. Sé que me está observando, sobretodo esa parte de mi cuerpo que he cambiado yo misma.  Echo para atrás mi corta melena porque me siento como expuesta a que vea las inseguridades nuevas que ahora mismo llevo conmigo. Bajo la mirada hacia mis manos cuando las entrelazo, evitando sentirme culpable. Dios, esto es horrible.

—¿Qué... qué haces aquí? —de todas las cosas que tengo que decirle justo me sale la que menos me importa ahora mismo. Supongo que soy masoquista de nacimiento. Sí, está comprobado.

—He venido porque anoche te llamé y tu amiga  me contó que estabas en el hospital —le miro fijamente, sin poder creerlo. Mi corazón ha golpeado mi pecho al escuchar esa frase... ¿Ha dicho lo que he escuchado? ¿Es real esto? ¿Jade le dijo eso?

—¿Me llamaste? —un silencio ancestral cruza la habitación. Él asiente, con la mandíbula apretada. La ilusión que se despierta es tal que hasta incluso puedo sentir como mi corazón comienza a latir tan fuerte como antes, solo de verle. Quizá él quiera saber todo. Quizá ha venido y esto por fin acaba— ¿Por qué?

—No... no lo sé —veo como muerde su labio, para después resoplar. Yo sí que no lo sé, pero aguardo una pequeña esperanza con que sea que quiere escucharme. Una pequeña sonrisa se me dibuja en la cara cuando le veo rascar su nuca, esa pequeña manía que me demuestra que está nervioso—. No. Yo solo... —su tono de voz va bajando, mientras que se acerca a mí, con sus ojos fijos en los míos y deja caer sus brazos de tal manera que hacen un ruido bastante estruendoso con el metal de la camilla— ¿Por qué quisiste destruirme? —su tono pasa a estar tan lleno de reproche que me duele. Lo noto, sé que está muy incómodo. Solo yo sé lo que me duele que piense eso de mí. Joder, duele mucho. Lo menos que yo quería era hacerle daño pero... me temo que era inevitable. Y eso es muy egoísta.

—Yo no quería hacert...

—Pues lo hiciste —trago saliva. Sus palabras son tan duras que no puedo ni contestarle. Me hace daño, y no quiero destrozarme más. Sé que está dolido, sé que ahora mismo todo lo que hay en él es resentimiento, pero yo también estoy cansada de sufrir. Mi cuerpo no aguanta más, pues me hundo sola cada vez que me pongo a pensar.

—¿Vas a querer escucharme? —pregunto, dudosa. Pero mi tono de voz se oye duro, al igual que el suyo. No puedo creer que nos estemos hablando así, y me duele. Es imposible que las lágrimas no rueden por mis mejillas.

—La verdad es que lo he estado pensando largo y tendidamente, no me veo con suficiente capacidad como para escuchar tus razones aún. Creo que no hay justificación posible como para hacerme lo que me hiciste —aprieto la mandíbula. De verdad que me está poniendo de mala leche—. Me destrozaste. Jugaste conmigo Jeannette... hasta me cuesta decir tu nombre porque solo me sale "Bárbara", aquella persona que no existe. Has fals...

—¿Has venido a tirarme toda la mierda en cara mientras estoy en un puto hospital?, te aseguro que no tengo ganas de discutir —suelto, mientras cierro los ojos y cojo aire. Sé que le hice daño. Pero de verdad que ahora no es el momento de discutir esto. No cuando acabo de descubrir lo que acabo de descubrir. Vamos a tener un bebé, estoy en el hospital por una amenaza de aborto y mi hermano está en condiciones deplorables. Este no es el momento de decirnos cosas así—. Si tú tienes, date la vuelta y vete por donde has venido. Cuando tengas ganas de hablar como dos personas, vuelves.

—No quiero oír tus explicaciones —asiento, intentando reprimir más lágrimas que amenazan con salir de mis ojos. Al verle noto que no le gusta lo que nos estamos diciendo, pero es el resentimiento lo que habla. Sé que por un momento se arrepiente de haber dicho eso y hacerme sentir así, pero lo dicho, dicho está.

—¿Y a qué has venido? —pregunto. Él, a los segundos, deja caer sus hombros, antes rígidos porque había cruzado sus brazos. Parece que se relaja un poco, aunque hay algo... hay algo enorme que nos separa.

—Quería saber que te ocurre —quito mis ojos de los suyos. Un nudo enorme se pone en mi garganta, evitando que salga ni una sola palabra de ahí. Creo que no voy a ser capaz de decírselo. ¿Cómo le digo que estoy embarazada? ¿Cómo le digo que no sé cómo voy a seguir adelante? ¿Cómo le cuento que estoy destrozada?

—Creo que es mejor que te sientes Jensen —es lo único que soy capaz de decir, antes de que siga la orden de que le he dicho. Se queda mirándome, esperando que le diga que es lo que me ocurra, mientras levanta sus cejas despacio al ver que no digo nada. Pero es que es imposible—. B-bue-e-eno... digamos que ha habido algo que no me esperaba. Pero nos envuelve a los dos porque-e... —cubro mi cara. Joder. DILO YA.

—¿Porque...? —continúa la frase.

—Estoy embarazada —exclamo, levantando la cabeza y cerrando los puños. Me sorprende incluso que yo misma sea capaz de hacerlo con los ojos abiertos, cosa que me permite ver como se queda completamente parado, observándome fijamente. Prácticamente ni parpadea.

—¿E-e-embarazada? —tartamudea. Asiento, tragando saliva. Su mirada ahora baja, la sigo, me sorprende que enfoque mi vientre. Está tan asustado que lo hace sin ningún deje de disimulo— ¿E-estás se-gura?

—He tenido una amenaza de aborto, por eso estoy aquí. Estoy completamente segura Jensen —exclamo, mientras mi voz se va apagando. Enterarme que algo ha venido tan pronto e inesperado a mi vida... y no sepa si se va a ir.

—¿Pe-e-ro está bien? —pregunta, refiriéndose al... al bebé.

—El médico me ha dicho que ahora vendrán a hacerme una ecografía, para corroborar que todo vaya bien, pero no sé cómo está nuestro... —no puedo continuar pues un nudo enorme se me crea con las palabras. Aún así, no me sale ni una lágrima más. No me sale nada más. Tan solo puedo cerrar los ojos, intentando respirar tranquila.

Cubre su boca con la mano y después la pasa a su nuca, la cual rasca nervioso. Intenta decirme algo, pero solo se levanta y camina hasta la pared de en frente, donde coge todo el aire que puede y lo suelta lentamente. Cuando se gira hacia mí, de verdad no sé que reacción va a tener.

—¿Quieres tenerlo? —me pregunta. Yo trago saliva.

—Sí. Quiero tenerlo, Jensen —asumo, mirándole fijamente. Él duda, en acercarse o no, duda en decirme algo, duda en si juntar sus manos o no. Pero finalmente habla.

—De acuerdo, lo tendremos —asiento. Esto es algo que nos envuelve a los dos, y la verdad me alegro de tener su apoyo—. Pero no quiero que tengamos más relación que la necesaria. Te ayudaré en lo que necesites en el embarazo, y luego tendremos un orden con la custodia. Pero no más Jeannette, no quiero tener más relación contigo que la necesaria.

—Va-vale —es lo único que soy capaz de decirme. Pero solo tengo ganas de gritarle que no me deje, que me escuche, que por favor no estemos así, que le necesito. Que le quiero. Que nada de lo que siento ha cambiado, ¡joder, que le amo!

¿Dónde está el Jensen que me sonreía, que me acariciaba las mejillas y dejaba un beso en mis labios? ¿Dónde está el hombre que se levantaba todas las mañanas a mi lado? ¿Dónde está el hombre que prometió quererme una noche en una isla, en nuestra isla?

«Lo destruiste» pienso. Y mi conciencia es tan certera que incluso me duele.

Pero cuando más destruida estoy, él se acerca a mí, colocando sus manos en el borde de mi cama. Y me mira, fijamente, de tal manera que un escalofrío me recorre entera. ¿Podré superar esto algún día? ¿Podré sonreír y tener la conciencia tranquila?

—Voy a estar contigo. Esto es cosa de los dos... Jeannette —he notado perfectamente como le ha costado decir mi nombre pero es lo que menos me importa ahora mismo. El estar aquí, juntos, trae miles de recuerdos a la mente. Pero solo los alejo de mí y coloco bien mi pelo, evitando que caiga sobre mi cara.

—No sé qué vamos a hacer Jensen, pero quiero que todo siga adelante. Quiero tener este bebé si de verdad llega a este mundo. Es mi decisión —asiente despacio. Y mirándole a los ojos me doy cuenta...

Sí, fui otra persona siendo Bárbara. Sí, no soy la misma. Porque aquella chica que reía y solo se preocupaba por su amor y su hermano ya no está. Yo, Jeannette, la verdadera, me siento más destruida que nunca. Porque hoy siento que todo el peso de mi mundo está tras mi espalda, aunque haya conseguido liberar a mi hermano. Estoy contenta de que él esté conmigo, pero simplemente no tengo ese sentimiento de euforia que pensaba tener. Y me noto derrotada, como si todo a mi alrededor solo dejase de importar, solo existo para respirar y ya.

—De acuerdo, seguiremos adelante —exclama, mientras me mira a los ojos—. Olvidémonos de lo que ocurre por unos momentos, hasta como sepamos el estado de... —para al momento. No sabe como llamarlo, porque hasta a mí me ha costado. Esto es algo tan difícil y a la vez tan extraño— del bebé.

Que acabe la frase me hace sonreír, pero por poco tiempo. Le observo, notando que la barba en él ahora es bastante más notoria, además de que unas ojeras se le marcan. Sé que ha estado preocupado, sé que se fue de aquí para olvidarme y parece que lo único que ha hecho es pensar en nosotros. Y eso le hace daño. Parece que ninguno de los dos está en su mejor momento.

—Madeleine me dijo que viniera, que lo que te pasaba era también asunto mío —suelta una risa irónica—. La verdad es que tenía mucha razón.

—Ehm... Jensen, la que tú conoces como Madeleine también trabajaba en lo mismo que yo. Y Agustín también. Ellos se llaman Jade y Steve —exclamo, tragando saliva. Él abre los ojos sorprendido, justo en el momento en que mi mejor amigo abre la puerta y entra.

Me sorprende ver que Jade lo sostiene de la parte trasera de la camisa, pero no puede hacer tanta fuerza como para retenerlo. Trastabilla y se come toda la espalda de su hermano, quien parece que pasa con toda la ímpetu del mundo. Es una escena tan ridícula que me hace sonreír. Un poco de alegría en toda esta... vorágine.

—Ya estamos aquí —anuncia Steve. Dirige su vista directo a mí, porque me ve que mis ojos están más enrojecidos al haber llorado. Y el gesto con el que mira a Jensen demuestra que está más que serio. De verdad, ahora mismo no está muy amigable— ¿Ocurre algo?

—No Steve, no pasa nada. Ya le he contado a Jensen —concluyo, mirándole. El sigue con sus ojos tan fijos en el rubio que incluso lo podría atravesar. 

Doy gracias que una enfermera entre, sonriente, con un traje de color completamente blanco y unos crocs del mismo color. Lleva una silla de ruedas, la cual deja a un lado de la camilla, poniéndole el freno.

—¿Jeannette Burgos? —pregunta señalándome. Asiento— Te llevo a una ecografía, ¿quieres ir andando o con la silla de ruedas?

—Mejor con la silla —contesto. Me da miedo hasta caminar por si me pasa algo.

—¿Puedo acompañarla? —le pregunta Jensen a la mujer, tomándome de sorpresa. Aunque me parece normal y lógico que quiera acompañarme, al fin y al cabo se trata de su hija o hijo. Todavía sigo flipando.

—Claro, puede ir una persona —contesta la mujer, mientras coge el palo de donde cuelgan mis goteros y me lo da, para que lo lleve a un lado de la silla.

Y con la enfermera empujando la silla y Jensen a mi lado ponemos rumbo al ascensor. Bajamos unos pisos, para seguir adelante por todo el recorrido. Cuando entramos a la sala de ecografías, un médico nos recibe con una sonrisa, mientras se pone unos guantes. La enfermera se va, despidiéndose y deseándonos suerte, cosa que la verdad agradezco con todo el corazón. Suerte es lo único que necesito ahora.

—¿Muchos nervios?, es lo primero que se siente —pregunta el médico. Pues sí, muchos. Creo que se nos nota hasta en la cara—. Tranquilos, respirad. Lo peor que puede pasar es que se os quede en casa hasta los cuarenta —frunzo el ceño, pero lo dejo pasar. Es cierto que ahora mismo no puedo sentir nada más que ganas de saber qué pasa con el bebé. Ni siquiera puedo reírme. Me saldría demasiado falso.

Él me indica que levante la bata del hospital, así que le hago caso. Me quedo con la parte de abajo interior expuesta, y la bata arremangada hasta el pecho. También me hace unas cuantas preguntas, las cuales respondo de lo que me acuerdo. Por ejemplo me pregunta el último día que tuve la regla. Pero bueno, al menos podemos llegar a concretar bien las fechas, pues es algo que siempre tengo pendiente.

—Voy a ponerte un gel. Estará frío, pero no hace nada —asiento. Cuando me operaron de apéndice también me hicieron una ecografía para saber si efectivamente tenían que quitármela. Así que ya me sé el proceso.

El doctor deja el gel, y después agarra un aparato que comienza a mover sobre la parte baja de mi estómago. Nadie dice nada, solo miramos a la pantalla, mientras siento como la tensión se adueña completamente de mi. Estos segundos se me hacen eternos, donde solo los nervios dominan mi vida. Y es Jensen quien coge y agarra mi mano, para apretarla. Le miro por unos segundos, pero él no aparta la vista de la pantalla, donde yo la llevo al ver como él abre los ojos.

—Bueno, pues aquí lo tienes —intento distinguir algo en la imagen, hasta que lo veo. Es una cosita pequeñita, a la que puedo distinguir la cabeza. Mi mano va directa a mi boca, pues un sollozo escapa de ella. El corazón me da una sacudida y la temperatura de mi cuerpo me cambia. Es... es mi bebé. Mi pequeñín—. Ahí tenéis la cabecita, y eso que se mueve ahí es su corazón. Estáis de siete semanitas. ¿Queréis escuchar el latido? —nos mira. Los dos asentimos. ¿Cómo no íbamos a querer?

Nunca he escuchado un sonido tan bonito como el corazón de mi pequeño bebé. Lloro como una magdalena cuando eso me hace sentir que sí, que el bebé es real. Muy real. Jensen se acerca a mí, puedo observar como también se le escapan unas lagrimitas. Además, tiene un gesto de felicidad en el rostro que jamás he visto.

—Vuestro pequeño arándano mide diez milímetros —río al escuchar el apodo que le ha puesto el médico, pero tiene razón. Es como un pequeño arándano. Tan chiquitito y tan lleno de vida.

—¿Está todo bien? —pregunta Jensen cuando el médico comienza a observar más la pantalla. Además, el latido deja de sonar. Supongo que eso lo ha hecho él.

—Veo un hematoma intrauterino, pero es muy pequeño. Puede que eso te haya provocado el sangrado. El hematoma es como un coágulo de sangre. Supone un riesgo de aborto, pero es muy bajo dado que este no es muy grande, sabiendo que además el sangrado ha parado. Con unas cuantas indicaciones y medicamentos se reabsorberá o lo expulsarás. Eres una chica joven y sin problemas, así que lo más probable es que avance bien y el embarazo se desarrolle de manera correcta —él nos mira a ambos, yo asiento con la cabeza—. Mucho reposo, nada de cargar peso y por el momento no debéis mantener relaciones sexuales hasta nuevo aviso —Jensen y yo nos miramos, al momento que él separa su mano de mí. La verdad, es un momento algo incómodo, pero no podemos hacer nada.

Al volver a la habitación no puedo estar más feliz en el sentido de saber que dentro del riesgo, lo más probable es que todo vaya de manera favorable. Ahora que ya he visto por mi misma que voy a ser madre, no quiero que a mi bebé le pase nada. Porque sí, porque para mí ya es mi pequeño arándano. Y escucharle ha sido el momento más mágico de toda mi vida.

Steve y Jade se acercan a mí al ver que la enfermera arrastra la camilla hasta la habitación que me ha sido asignada. Doy gracias de no tener compañero o compañera en la habitación, pues me habría visto llorando como una magdalena todo el rato.

—Ahora te traeré yo lo que te ha recetado el médico. Seguramente tendrás que quedarte unos días, pero bueno —anuncia la enfermera, mientras me conduce al sitio que estaba ocupando anteriormente. Es la única auxiliar que me está atendiendo en todo el rato, pero me alegra. Parece simpática.

Ahora en la habitación volvemos a estar los cuatro... bueno cinco. Jensen se me acerca, ha vuelto a tener ese semblante serio que portaba cuando ha entrado, pero ahora parece que está como más ido. Ver a nuestro hijo y escucharle ha sido algo chocante, porque le hemos hecho los dos. Es nuestro.

—Jeannette, yo voy a irme. Necesito dormir un poco y... bueno, ir al hotel. Volveré cuando haya descansado algo y... eso. Nos vemos —asiente con la cabeza, desde la puerta. Veo que su voz sale cortada, sé que esto le ha afectado. Pero es él quien ha decidido esto. No habrá nada entre nosotros. Ni un beso, ni una caricia... todo es tan frío que me duele.

Entiendo que Jensen no quiera saber nada de mí, entiendo que solo esté aquí por... por el pequeño arándano. Pero me duele como el infierno. Porque vuelvo a ver los mismos ojos, los mismos labios, a oler la misma piel... solo que esta vez no puedo tocar ni besar. Y eso me está matando por dentro.

Cuando cierra la puerta me es un imposible levantar la mirada. Es Steve quien se sienta en la camilla, conmigo, y me levanta la cabeza.

—No estés mal Jeannette, todo va a salir bien. Y si no, vamos a estar aquí —exclama, dejándome sorprendida. Le sonrío, para después asentir.

—Tengo que estar bien, aunque me cueste. Ahora ya no soy yo sola —con la mano temblorosa, acaricio mi vientre.

Será por este pequeño arándano, será por mi hermano o será por mí. Pero tengo que enfrentar esto sea como sea. Y esta vez espero no flaquear, sacar fuerzas de donde sea y seguir adelante. Por Héctor, por el bebé... pero sobretodo por mí.  

***

Lo séééé... es cortito. Pero sentía que me lo pedía Jeannette y Jensen, y no me he podido negar.

Creo que ahora mismo me siento un poco mal, es algo diferente a lo anterior. Y sí, habrán cambios bruscos, pero es como quiero que vaya la novela. Espero que no me odiéis demasiado. Gracias.

OS AMO CON TODA LA PATATITA.

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