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Capítulo 47

Narrador omnisciente

La arriesgada, y casi suicida, decisión de la comandante del ejército mexicano fue la gota que derramó el vaso para Maximilian. Impacientemente la espera afuera de la enfermería de la base mientras los médicos del lugar revisan a la niña, que aparentemente no sufrió daño físico alguno, a sabiendas de que lo primero que hará Atenea al llegar será buscar a su hermana. O al menos eso es lo que él piensa y, en cierto sentido, también desea a pesar de lo enojado que está.

Jamás se le pasó por la cabeza que Katerina fuera tan insensata como para poner su vida y el futuro de ambos en riesgo por una criatura que no es nada suyo pero una vez más la capitana lo sorprendió aunque en esta ocasión fue de mala manera. Sabe que si ella no logra regresar todos sus planes se vienen abajo; sin embargo, la preocupación que tal cosa le genera en nada se compara con lo que siente ante la posibilidad de no volverla a tener entre sus brazos nunca más porque finalmente reconoce que falló en el intento de no enamorarse de la que fue su mayor obsesión por mucho tiempo y ahora es víctima de peligrosas emociones que le queman el pecho. El enojo, el miedo y la angustia son quienes tienen el control de sus acciones en este momento y desconoce de qué forma le harán reaccionar si enfrente suyo apareciera la pelinegra de ojos grises con la que cada noche sueña mas si de algo está seguro es que México desaparecerá del globo terráqueo si su chica no logró salir con vida de esa maldita hacienda.

Los minutos van pasando, la quemazón en su pecho se incrementa y la intranquilidad que le gobierna es tanta que deja sola a Artemisa con los doctores, tras ordenar que después de la revisión fuera llevada a la guardería que hay en la base para los hijos de los efectivos, y se larga rumbo a la pista en la cual dejó el F-5. Quedan aún quince minutos para que se cumpla el plazo que le dió, lo sabe perfectamente, y es por eso que se queda de pie cerca del hangar sumiéndose en una silenciosa pero tormentosa espera por algunos minutos hasta que el sonido de una aeronave lo pone en alerta. Desplaza su mirada al horizonte y suspira aliviado mientras agradece mentalmente a quien sea que haya sido el responsable de que ella regresara a él.

La capitana FIEM le da un vistazo al bebé que reposa contra su pecho e inicia la aproximación a la pista con sumo cuidado para evitar cualquier posible accidente. El tren de aterrizaje hace contacto con el suelo y poco a poco el caza va aminorando la velocidad hasta que se detiene por completo a una distancia segura de las otras aeronaves. Es consciente de que ha escapado por poco de la muerte y aceptará cualquier reclamo que le hagan al respecto pero en ella no hay sitio para el arrepentimiento. Puso su vida en riesgo, sí, y a cambio logró evitar que el pequeño inocente sufriera tan trágico final así que, desde su punto de vista, tomó la mejor de las decisiones posibles porque actuó guiándose por su corazón. Eligió por primera vez en su vida un camino opuesto al de el egoísmo y la indiferencia poniendo el bienestar de otra persona por encima del suyo propio y cuando ese niño la miró tras el despegue supo que, si regresara al pasado, sin importar las consecuencias volvería a tomar la misma decisión.

Abre la cabina del F-5, asegura las correas del portabebé y de un salto desciende al suelo sabiendo que el rubio malhumorado a pocos metros se encuentra. Desconoce cómo la recibirá teniendo en cuenta lo que sucedió así que solo reza para que al menos la deje explicar el porqué de su elección y que no rechace al pequeño humano que carga. Duda por un instante sobre si debería acercarse a él o ir directamente a buscar a Artemisa porque no quiere una confrontación que pueda acabar con lo que sea que está comenzando a surgir entre ambos. Finalmente elige enfrentar la situación y que pase lo que tenga que pasar pues si algo la caracteriza es no huir del peligro.

«Maximilian Black es un ente muy peligroso», piensa mientras camina hacia donde él se encuentra parado. Lo cierto es que ella siempre fue plenamente consciente de esa verdad. Desde el día que lo conoció se dio cuenta de que un aura oscura le envolvía y eso no ha cambiado todavía. Puede que nunca cambie, en realidad.

Durante algunos minutos capitana y comandante se baten en un duelo de miradas sin pronunciar tan siquiera una palabra. Cada uno medita qué decir y qué callar para evitar causar un desastre y la tensión en el ambiente es tanta que podría ser cortada con un cuchillo. Es imposible adivinar quién dará el primer paso debido a lo semejantes que son sus personalidades. Ambos son necios, orgullosos y siempre pretenden ser los vencedores de cada contienda pero ahora que se enfrentan entre sí es difícil decir quién será el que ceda ante el otro o si realmente alguno de los dos obtendrá la victoria.

―Lo lograste ―es lo que pronuncia el rubio al cabo de un rato.

―Siempre cumplo mis promesas ―contesta ella sin vacilar un segundo. ―Te prometí que vendría y aquí estoy ―añade como si supiera que él necesita escucharla decir eso.

―Aquí estás ―murmura eliminando la distancia entre ambos y toma un mechón de negro cabello con su mano derecha como si necesitara tocarla para confirmar sus palabras. ―¿Por esa cosa nos ibas a cambiar? ―Cuestiona mirando la cabecita del bebé que sobresale del cargador.

Atenea resopla, lo mira ofendida por su atrevimiento y le da un manotazo cuando intenta tocar a la criatura.

―En primer lugar, no es una cosa, Maximilian. Es un bebé y tiene nombre propio, ¿te queda claro? ―Gruñe con molestia protegiendo con su mano izquierda la cabeza del niño que duerme plácidamente ajeno a lo que sucede.

―Ya, lo que tú digas. Mejor encárgate de darle ese crío a alguien que lo pueda cuidar porque realmente apesta y date una ducha que tú también hueles a basurero ―replica alejándose un par de pasos. ―Parecen mamá e hijo mofeta, por amor de Dios ―se burla ignorante de que el parecido va más allá del mal olor que emanan.

―Idiota ―dice la capitana poniendo los ojos en blanco pero sin llegar a enojarse en realidad. ―No te digo algo peor solamente porque hasta yo sé que huelo mal. Créeme que si no fuera así te iba a decir hasta de qué te vas a morir ―afirma en el preciso momento que su móvil más preciado suena con una llamada entrante proveniente de Tijuana y al responder escucha la voz de quien menos esperaba que se comunicase con ella.

―No sé dónde demonios estás metida pero tienes que ver las noticias. Urgentemente.

―¿Cómo estás? ―Interroga ella ignorando lo dicho antes.

Conoce perfectamente la naturaleza de las noticias a pesar de no estar frente a una pantalla. A fin de cuentas la artífice de todo es ella.

―Vivo ―responde sacándole una sonrisa a la que lleva el nombre de diosa griega de la guerra.

―Me alegra saberlo. Hablamos después ―le corta a sabiendas de que aún le queda mucho por hacer.

―¿Quién era? ―No puede evitar cuestionar el de apellido Black. De hecho, ya ni siquiera intenta esconder su tendencia a querer saber y controlar todo lo relacionado con la joven de veintiséis años de edad.

―Patrick ―contesta con total naturalidad. ―Dice que vayamos a ver las noticias ―agrega y esa frase provoca un pequeño click en el cerebro de Max.

―¿Hiciste lo que yo creo que hiciste? ―Indaga pensando en aquello que Atenea nombró Matarratas y obtiene un asentimiento como respuesta. ―¿Cómo? ¿En qué momento? Joder, si hasta hace pocos minutos estabas piloteando el caza y antes de eso estabas buscando la manera de salvar tu pellejo ―recalca sin entender cómo es posible que haya logrado dar la orden.

―El piloto automático, Maximilian. ¿Se te olvidó que existe? ―Contesta sonriente aprovechando la oportunidad de burlarse tal cual lo hizo él minutos atrás. ―En fin, hablemos de lo que hice o dejé de hacer en otro momento, ¿quieres? ―Interroga cambiando el tema al ver que su jefe e interés romántico no se ha tomado bien la burla.

―De acuerdo ―responde luciendo un poco molesto. ―Vámonos de aquí entonces ―añade y agarrándola de la mano comienza a caminar rumbo al edificio médico de la base militar.

El par avanza en un apacible silencio hasta que llegan a la enfermería y se separan pues cada uno tiene algo de lo cual encargarse. Maximilian va a la guardería para recoger a Artemisa mientras Atenea se encarga de que una enfermera cambie al bebé para que sea revisado por la pediatra del sitio y al cabo de varios minutos la familia que han creado finalmente se reúne. Solo que ahora hay un miembro más o al menos la capitana pretende que así sea.

Excusándose en que debe bañarse, Katerina huye del edificio médico dejando al rubio a cargo y corre rumbo a la oficina de la trabajadora social con una idea clara en su mente. Informa la situación del niño a la mujer contándole la manera en que lo encontró minutos antes de que la explosión acabara con la hacienda, villaniza a los padres de la criatura por el abandono resaltando su papel de heroína en la historia y argumenta eficazmente el porqué es imprescindible que él tenga una familia cuanto antes. Se ofrece voluntaria para hacerse cargo del bebé alegando la conexión que sintió desde el primer momento que cruzaron miradas y media hora después sale sonriente del local con el documento legal que la convierte provisionalmente en tutora del crío cuyo nombre es Matías. Sin detenerse a pensar en todo lo que implica su nueva decisión se dirige hacia los albergues de la base, toma prestado lo que necesita y un buen rato después ya está lista para volver a donde la esperan Max y los niños.

―Ya estoy lista ―comunica provocando el asentimiento de Maximilian en respuesta.

―Entonces supongo que ya podemos irnos ―asume y ahora es ella quien asiente. ―Artemisa, deja a esa cosa tranquila que ya nos vamos ―le reclama al escuchar que el bebé comienza a llorar.

La niña le mira confundida por la manera de referirse al crío pero rápidamente deduce el porqué demostrando una inteligencia superior a la de cualquier otra con su edad.

―No es una cosa, grandulote cabeza hueca. Es un bebé, se llama Matías y estás celoso de él ―afirma con tal seguridad que Atenea ríe con ganas ante tal ocurrencia pero ver la reacción del comandante la hace detenerse.

―¿Es cierto? ―Pregunta acercándose y el rubio desvía la mirada al verse acorralado por esos ojos color tormenta aceptando en silencio la acusación. ―Pues no deberías sentir celos porque a mí solo me interesas tú, Maximilian. Solo tú. A pesar de que no entiendas completamente lo que eso significa en realidad ―murmura solo para él sintiendo que el torbellino de emociones que la avasallan adquiere la fuerza de un tornado capaz de arrasar con todo.

Lo dicho por ella logra que se centre al darse cuenta de que sus palabras tienen un trasfondo más profundo del aparente y es por eso que decide callar incluso cuando la ve cargar al bebé y tomar una bolsa donde la enfermera había dejado biberones con leche y pañales. La quemazón de su pecho arde al observar cómo le profesa amor a otro que no es él y se torna insoportable cuando finalmente se da cuenta de los planes para la cosa pero logra fingir con naturalidad para ocultar eso que le está comenzando a anular el juicio y arrebatándole la poca paz que tiene. Sabe que tarde o temprano debe hablarlo para evitar perder la razón y no se equivoca.

Pasiones como la de Maximilian y Atenea son tan intensas que tienen la capacidad de arrasar hasta con su propia cordura. Ambos son conscientes de ello y por tal motivo mientras vuelan de regreso a Tijuana deciden que es momento de confesar lo que han callado. Con su decisión, a pesar de ignorarlo, sellan el destino de muchos a su alrededor e incluso el de aquellos que por ahora lejos están.

Al mismo tiempo; en otro lado del mundo tratados se firman, guerras se gestan y gente es sentenciada a morir sin importar su origen, etnia o nacionalidad por el simple hecho de que los números rojos son los que más ganancias generan. La paz poco a poco llega a su fin y con ella la felicidad de millones porque si hay algo seguro es que ninguno de los bandos que estarán en contienda va a izar la bandera blanca sin dar pelea.

Las cartas ya están sobre la mesa y los jugadores a la espera pero el futuro es incierto y por ende impredecible. Solo el tiempo será el responsable de revelar el rumbo de los acontecimientos. De momento solo queda esperar y rezar por un milagro.

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