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Capítulo 20

Atenea

Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que pasé un día sin que los problemas me acecharan.

Hace mucho dejé de saber qué es estar tranquila y en calma por más de unos escasos minutos. Entre el peso de una verdad que nadie podía saber, las exigencias de un padre que más que amor daba; y sigue dando, órdenes y la presión usual de un trabajo como el mío, no he logrado vivir tranquila. No me quejo porque a fin de cuentas no sé que sería de mí sin la constante supervisión de mi tío y mi padre. Quizá sería más feliz pero lo más probable es que no, nadie que esté tan jodido como yo lo puede ser y no es que haya nacido jodida. Si soy cómo soy es porque a mí me jodieron.

El abandono de una madre que me tenía en cuenta solo cuando le convenía y me echaba en cara que era un error, una inútil para ella, fue el principal detonante. No recibir cariño de quien se supone te ama es algo que marca de por vida a un niño y yo no fui la excepción. Me esforzaba en ser la mejor hija y estudiante con tal de que me quisiera pero nada servía. Con el tiempo llegué a desear tener otra mamá y muchas veces se lo dije a Christopher, su única respuesta era decir que ya tenía una mamá y que de cualquier modo él me amaba por los dos. Luego, tras el abandono, vino la culpa, el pensar que me había equivocado y que había algo malo en mí, no fue fácil para mi yo de siete años entender que la culpa era suya por no saberme querer. Ahí empezaron las primeras terapias para luchar contra una depresión que ni sabía que tenía y así transcurrió el tiempo hasta que fui mejorando pero todo el avance se fue al traste cuando comenzó el dichoso juego.

No soy más que el resultado de las consecuencias de los actos de unos progenitores que no supieron actuar como tales y de una manera u otra, para bien o para mal, dañaron mi mente a un nivel que llegué a pensar era irreparable, hasta que apareció ella.

Mi hija.

Pensar en ella duele aún. Su muerte, a pesar de no haber llegado a nacer, sigue doliendome como aquel día en que el maldito italiano hizo que me dispararan arrebatándome la única cosa que me hacía feliz a cada momento. En aquella etapa Luis y yo estábamos en nuestro mejor momento como pareja y las cosas no iban mal para él en el negocio pero como bien dice el dicho, no hay paz para los villanos y por eso pasó lo que pasó. No es algo en lo que me guste pensar pero es el motor que me impulsa a acabar con esos hijos de perra hasta que no quede uno de ellos en la faz de la tierra y yo lo que me propongo lo cumplo.

Desde ese día tanto Luis como yo nos dimos a la tarea de darle caza a cualquiera que tuviera que ver con los Rinaldi pero en el fondo siempre culpé a mi esposo por lo sucedido y ello fue lo que me hizo decidirme terminar con la misión pocos meses después. Sin embargo, que haya terminado con la misión no significa que haya dejado atrás mi odio por los italianos porque eso no desaparecerá tan fácil. A Enzo Rinaldi le tengo guardado un sitio especial en la lista de gente que van a sufrir mucho antes de que los elimine y él lo sabe o al menos lo intuye aunque no se imagina lo peligrosa que soy.

Recordar el pasado es doloroso, demasiado. Me llena de ira revivir cosas que quisiera cambiar por imposible que sea. Sé que es enfermizo y dañino hasta para mí misma pero no por ello dejo de sentirme así. No puedo.

El pitido del ascensor me avisa que he llegado a la planta alta haciéndome consciente del estado autómata en que he estado sumida tras recoger el maldito paquete porque ni siquiera recuerdo haberme subido al elevador. Sacudo mi cabeza y me obligo a centrarme por mi propio bien. Sé que si sigo pensando en lo mismo él habrá ganado.

Salgo fuera de la caja metálica rumbo a la sala de estar y sigo de largo al ver que afortunadamente no están ni Alyssa ni mi padre. No paro hasta la sala de vigilancia donde creo se encuentra Sofía. Al llegar abro la puerta sin una pizca de cuidado y efectivamente la encuentro sentada enfrente de las computadoras. Avanzo hasta donde se encuentra y le lanzo el paquete que cargaba bajo el brazo sin molestarme en saludar.

―¿Pero qué… ―Comienza a decir mirándome con confusión pero levanto mi mano en señal de que calle y termine de abrir la dichosa caja. Cuando lo hace y ve el contenido de la misma abre la boca con asombro, suelta un par de risitas nerviosas que me hacer dar cuenta de mi posible equivocación pero ya es tarde. ―Son rosas. Rosas negras. De las auténticas ―dice lo obvio con una sonrisa que me saca de quicio. No es una situación para reír. Me obligo a tener paciencia porque su reacción es normal. Aún no sabe el trasfondo de las flores. ―Son hermosas. ¿Quién te las regalo? Unas así deben costar una fortuna ―asiento ante la última oración.

Respiro profundo para tranquilizarme y encontrar las palabras para hacerle entender el peligro que esta acechando. Me digo a mi misma que esto es por su bien, y también el mío. Necesita estar al tanto de todo, desde mi verdadera profesión a que Enzo me ha encontrado. Quién sabe lo que le podría hacer ese animal si se entera de que vive aquí, conmigo. Y está la posibilidad de que en determinado momento me quiera traicionar para salvarse el pellejo. Por eso esta drástica decisión.

―Necesito que me escuches atentamente, Sofía, y jures que nada de lo que te contaré lo hablarás con nadie. ¿Ok?

Ante la seriedad que es más que palpable en mis palabras asiente con la cabeza a la par que me observa interrogante sin saber qué es tan grave. Le entrego la nota arrugada que venía junto con las exóticas rosas para que la lea y rezo internamente para que esto salga bien porque de lo contrario solo me quedarían dos opciones al proceder con ella sin tener que matarla.

Estira la ya no tan fina y elegante cartulina de manera que su contenido es legible y lee lo escrito en voz alta.

Hola, bella. ¿Creíste que no te encontraría? Nos volveremos a encontrar pronto, pequeña asesina. E.R. ―casi puedo escucharle diciendo esas palabras con esa voz tan ronca y ese jodido acento italiano que lo caracteriza.

Mentiría si dijera que no me afecta porque sí que lo hace y demasiado. Entre nosotros lo único que ha existido no ha sido odio, no. Al inicio de la misión hubo algo mucho peor que eso y por lo cual estuve a punto de fastidiarlo todo, sin embargo Luis supo robar mi atención poco a poco desviandola del italiano. Ese fue el momento en que quedé embarazada inesperadamente.

No supe que hacer cuando me enteré que una vida se formaba en mi interior y tampoco tenía a nadie que me indicara como actuar porque si se enteraban de que estaba embarazada me sacarían del operativo o me obligarían a abortar. Ninguna era una opción. Ni estaba dispuesta a hacer de ese mi primer operativo sin éxito debido a que faltaban pruebas para apresar a Luis y no era una asesina de bebés, esa criatura era un ser inocente sin culpa de los actos criminales de quien la engendró junto a mi. Por eso el mismo día que supe de mi embarazo busqué a la única persona que hacía que me sintiera en confianza, el mismísimo jefe de la mafia italiana que en aquel momento estaba en un hotel del pueblo donde vivíamos por negocios con mi esposo, y le conté sobre mis dudas esperando que hiciera su magia de antes que tan segura me hacía sentir pero me llevé el chasco del siglo. Su reacción fue la peor posible, tanto que mis guardaespaldas tuvieron que intervenir, y días después se largó de México sin pedir perdón por todo lo que me dijo ni despedirse de mí aunque sin contarle al narco mexicano sobre mi estado.

A partir de ese instante fue que empezaron mis días más felices hasta que la guerra que poco después comenzó entre los italianos y los mexicanos terminó llevándose lo único que valía la pena en mi vida. El día que la perdí me juré no volver a cometer el mismo error y lo he cumplido.

La voz de mi compañera de apartamento llamándome me trae de vuelta al presente recordándome el motivo por el cual dejé que viera lo que me envió Enzo y respiro profundamente antes de empezar.

―Mira, Sofía, sé que en este momento debes estar preguntandote qué de importante tiene esa nota o sobre mis motivos para mostrartela, ¿cierto? Y responderé todas las preguntas que tengas en la medida de lo posible pero te pido que no me juzgues. Para lo que te revelaré debes tener la mente abierta a todo tipo de escenarios porque el trasfondo de esa nota y lo que encierran esas hermosas flores es peor de lo que puedas imaginar y una vez que lo sepas tendrás dos opciones si quieres seguir con vida. No puedo arriesgarme a que alguien mas lo sepa. Espero que lo entiendas ―hago una pausa, escaneo a la mujer que ahora se encuentra de pie frente a mí y me sorprende no encontrar miedo, recelo o algo similar. En vista de lo anterior tomo asiento sobre la mesa que hay justo al medio del recinto, será una explicación tan larga que no tengo ganas de hacerla de pie. Sofía se mantiene parada al frente mío atenta. ―Para empezar a entender debes saber a lo que realmente me dedico en el ejército alemán ―comienzo a decir pero soy interrumpida por su voz.

―Ya sé a lo que te dedicas, Atenea. Eso no me lo tienes que decir ―espeta descolocandome.

―¿Qué?

La confusión en mi rostro es evidente porque no hay manera posible que lo sepa según creo. Siempre he sido muy cuidadosa con lo que respecta a lo que realmente hago ahí. E incluso Dominic, Alaia, Nikolai, Mikhail y Sussie han evitado tocar cualquier cosa relacionada con nuestros trabajos cuando me han visitado.

Asiente con seguridad ante una pregunta que no le he hecho y también toma asiento pero lo hace un una de las sillas frente a las pantallas girandose hasta quedar frente a mí.

―Sé a lo que te dedicas desde el principio, Atenea.

―¿Cómo? ―Indago con desconfianza.

Así no es como tenía en mente que se desarrollara la conversación.

―Tu padre me contactó, bueno nos contactó a mi hermano y a mí, para cuidarte ―responde sorprendiendome por completo. Mi asombro debe ser tan obvio que continúa explicándose. ―Hace cinco años, cuando llegaste al país, se reunió con mis padres en busca de alguien que cuidara a su hija sin que se diera cuenta, en este caso a ti, pero quien lo hiciera debía hacerlo con total discreción porque nadie podía saber la filiación de la chica. También les dijo que buscaran a alguien que fuera o tuviera raíces latinoamericanas pues solía congeniar mejor con esas personas. En eso llegamos Andrés y yo a la casa y enseguida se interesó en nosotros. Fue cuestión de tiempo convencer a mis padres y poco después nos conocimos tú y yo en esa fiesta a la que evidentemente no fui por casualidad, lo demás ya es historia así que mejor ni explicártela ―finaliza dejándome estupefacta.

Es increíble a donde llego Christopher en su disque objetivo de cuidarme. Mentira, lo que estaba era controlandome el muy cabrón. Sin embargo no le encuentro sentido a meter a Andres en esta historia si él solo viene de visita por poco tiempo.

―¿Andrés qué pinta en todo esto? ¿Por qué dices que les contactó a ambos si la que vive aquí en mi casa eres tú?

La veo dudar antes de decidirse a responder.

―Te cuidaba en México.

―¿A qué te refieres? ―Exijo saber sintiendo los latidos acelerados de mi corazon.

―A la misión, Atenea. Andrés estaba ahí mientras vivías con el traficante.

―¿Ahí donde, Sofía?

Siento el color escaparse de mi cara. Espero que no se percate.

―En el rancho. Mi hermano se hizo pasar por un trabajador de las caballerizas ―pronuncia aumentando mi suplicio.

―¿Cuánto tiempo? ―Pregunto con la esperanza de que por las fechas que se me notaba el embarazo no estuviera.

Parece pensarlo un momento hasta que habla.

―Solo un par de meses, en la recta final del operativo.

El alivio que siento al escuchar esas palabras no tiene comparación y no puedo evitar suspirar.

«De menudo lio he salido»

―Bien. De acuerdo ―digo más tranquila.

―¿Por qué tanto interés repentino en lo de mi hermano? ―Cuestiona con suspicacia.

Me encojo de hombros restándole importancia al asunto.

―Nada del otro mundo. Sois espías de mi padre, es lógico que quiera saber cosas así ―mascullo y detengo con una dura mirada cualquier réplica. Puede que sea mayor que yo pero después de saber que ni mi amiga era en verdad ya perdió gran parte de mi respeto. ―En fin, vayamos a lo importante entonces. Supongo que correrás a contarle esto a mi padre pero ya no es que me importe, lo iba a saber en algún momento. Quien me ha enviado esas flores ha sido Enzo Rinaldi, jefe de la mafia italiana por si no lo sabes, y esas rosas negras significan muerte, dolor y caos para quien la recibe. La nota es un plus adicional para decir que ya conoce al menos dónde vivo. Te digo esto para que elijas qué harás, quedarte pese a las consecuencias o desaparecer del mapa sin dejar rastro yendote a lo más recondito del planeta, porque lo más seguro es que ya sepa que vives aquí. Piensa bien tu elección, no vas a tener otra oportunidad. Sin embargo te aclaro que si te quedas tienes que ser leal a mí, solo a mí —enfatizo. —Tú eliges, ¿vivirás entre las sombras, el peligro o la muerte?

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