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Capítulo 17

Maximillian

Es increíble el grado de estupidez que tiene la señora de derechos humanos defendiendo la vida de esa rata mexicana a quien tarde o temprano voy a ver bajo tierra. No fue suficiente para ella escuchar los testimonios de las víctimas o visualizar los vídeos y fotos recopiladas durante la investigación, tales cosas no la convencieron de dar su voto positivo ante la condena máxima que fue exigida por el ministro y apoyada por el resto del tribunal así que la posibilidad de mandar a esa alimaña a la silla electrica o suministrarle la inyección letal queda totalmente fuera del alcance.

En la FIEM no basta la mayoría de votos si de condenas se trata, es requerida la unanimidad, algo que resulta imprescindible en casos como este donde  gran parte de la comunidad internacional tiene intereses en juego.

Por eso, el resultado del juicio fue una sanción conjunta de 280 años, equivalente a casi tres cadenas perpetuas, que se deberán cumplir en una prisión de máxima seguridad en territorio ruso por decisión del juez quien tiene la facultad de modificar las sanciones ligeramente. Además, cabe destacar que la prisión elegida fue Siberia, única donde nadie ha podido escapar, hecho que yo mismo informaré a mi capitana más tarde pues desde que declaró en la tarde de ayer se esfumó.

No obstante, el veredicto del juicio no ha sido lo más remarcable el día de hoy porque finalmente estalló la bomba de la paternidad de Atenea con la declaración pública que ha dado el ministro ante los medios. Sin entrar en detalles dio a conocer que antes de conocer a su actual esposa ya había estado casado con, según él, una de las mejores agentes que ha tenido la milicia la cual está en posesión del puesto de Comandante de Las Américas y que juntos habían engendrado a una niña a la que criaron mientras fue posible y luego enviaron al extranjero a vivir con un tío, esa fue la historia que decidió contarle al mundo. Sé que es una historia porque la propia Atenea tuvo conmigo una conversación sobre ello ese día en que hicimos que Alyssa completara el circuito como castigo. Lo que no sé qué razones habrá tenido Christopher para mentir ni para revelar ese secreto ahora pero si lo hizo fue por conveniencia, no por complacer a la hija.

El sonido del teléfono sobre el escritorio me alerta sacandome de mis cavilaciones. Muevo mi cabeza escuchando el crujido de las vertebras cervicales resentidas por la falta de movimiento y estiro mis brazos antes de decidir tomar la llamada.

―Diga.

―Su esposa está aquí, señor ―habla la secretaria arruinandome el humor.

―Si no es algo urgente dile que se largue ―espeto. ―No tengo tiempo para tonterias. Estoy ocupado.

La escucho suspirar y la comprendo. A mí tampoco me gusta lidiar con esa mujer.

Pasan unos segundos antes de que hable nuevamente.

―Va camino a su oficina. No pude detenerla, comandante. Usted sabe mejor que yo cómo es la capitana.

No le respondo de vuelta, me limito a colgar cansado de todo esto. Estoy a nada de pedirle el divorcio a esa mentirosa. Lo único que me frena es la puta imagen de hombre casado que me conviene mantener pero como no acabe de entender que lo nuestro hace mucho que dejó de ser real juro que me las voy a arreglar para librarme de ella.

Respiro profundamente al ver la puerta abrirse.

―¿Qué haces aquí?

Cierra la puerta tras de si sin responderme y se acerca lentamente exhibiendo su cuerpo enfundado en un minivestido azul que resalta los atributos que tiene. Al llegar al borde delantero de mi escritorio se detiene y me observa de una manera que a su entender es seductora pero que a mí ya no me causa nada. Si me la he tirado de vez en cuando ha sido porque es un polvo fácil y de paso la mantengo tranquila.

―¿Acaso no puedo ver a mi esposo? ―Contraataca posando sus manos sobre mi escritorio, mirándome desafiante.

―Ya me viste, ahora lárgate y déjame trabajar ―replico.

Si cree que voy a caer en su jueguecito está equivocada.

―Antes no eras así. ¿Por qué es tan difícil para ti darte cuenta de que te amo y te necesito?

Sus palabras no me conmueven, al contrario. Lo único que me produce es lástima ver lo poco que se valora.

―¿Vas a hablar de amor tú, precisamente tú, que fingiste un embarazo para que me casara contigo y asi poder amarrarme a ti? ―suelto viendo como el color desaparece de su rostro produciéndole una palidez enorme. ―¿Creías que no me iba a enterar, Alyssa? ―Pregunto cruzandome de brazos aún sentado en mi silla. Veo un par de lágrimas escapar de sus ojos pero sigo sin sentir nada. ―Si Christopher no se enteró nunca que su casi hija es una maldita mentirosa es porque eliminé todo rastro del puto engaño. ¿Te imaginas lo que pensaría de ti? ―Cuestiono viendo una posible salida a mi problema con ella.

Instantáneamente sus facciones se endurecen y sé que he dado en el clavo.

―¿Me estás chantajeando? ―Deduce y niego con la cabeza.

―A diferencia de ti no necesito hacerlo ―replico poniéndome de pie.

Le doy la vuelta a mi escritorio hasta quedar detrás de ella, se da la vuelta y me observa interrogante con sus grandes ojos.

―¿Entonces qué quieres? ¿Por qué dices todo eso ahora?

Relamo mis labios antes de contestar.

―Solo quiero tranquilidad, Alyssa, y eso no lo puedo tener contigo rondandome como buitre así que limita tu trato conmigo a lo profesional si no quieres que ponga a mis abogados a tramitar el divorcio. Es tu decisión.

La sorpresa es palpable en sus ojos para segundos después dar paso a una mirada iracunda que me da igual porque bastante me había tardado en jugarme esa carta.

―Maldito hijo de puta, no te atreverías ―dice haciéndome reír.

―¿Apostamos?

Sonrío con superioridad al ver que se queda callada pero dura poco su silencio.

―Si me dejas te voy a dejar sin nada, Maximillian ―amenaza.

―Créeme que por librarme de tu insidiosa presencia te dejaría hasta a Thunder para que lo cuides ―replico. ―Sin embargo, no será necesario porque tengo muy buenos abogados. Además, no te mereces un centavo de mi dinero y ni hablar de Thunder que te odia ―expreso riendo recordando la manera en que mi lobo siberiano le ladraba al inicio de nuestra relacion. A él nunca le gustó y hoy en día pienso que en el fondo sabía la clase de persona que es ella, que por eso la trataba así, aunque a él casi nadie le agrada pero Alyssa menos.

―Esa bestia no quiere a nadie ―comenta con rencor.

―A mí sí ―respondo.

―Eres igual de desagradecido que él ―espeta y me encojo de hombros. ―Yo te di todo de mí, maldito, y tú no me supiste valorar. Gracias a mí es que mi padre te va a apoyar en las elecciones y lo sabes. No me puedes dejar ahora que falta tan poco tiempo para que anuncie a su candidato porque te juro que voy a dejar tu imagen por el piso.

«La gatita sacó las uñas»

―Mira, para empezar, tú no me diste absolutamente nada de ti. Yo tomé lo que me servía y lo que no lo deseché. Al principio eras un polvo fácil, siempre dispuesta a lo que se me antojaba y eso me gustaba, por eso te follaba cada vez que te me insinuabas y el que fueras hijastra del ministro no representaba nada para mí porque mis aspiraciones siempre estuvieron ahí y no te necesitaba para cumplirlas. El que te embarazaras, que en ese momento no sabía que era una farsa, solo fue un suceso inesperado que decidí aprovechar al ver que no abortarías así que me casé contigo, eras tolerable y de cualquier modo nunca dejé de tirarme a cuanta quise. Luego supuestamente perdiste el bebé mientras estabas en un operativo y ahí me di cuenta de que me habías mentido por lo que decidí irme de casa de tus padres fingiendo un gran dolor por la pérdida de un hijo no nato con la excusa de que también tú te recuperaras, pasaron los meses y de vez en cuando te complacía cuando venías a mí buscando sexo pero ya no te veía de la misma manera. Solo te lo hacía por satisfacer una necesidad fisiológica y para que no fueras a mi departamento a joder. Te mantenía tranquilita y yo seguía con lo mío hasta que comenzaste a usar la excusa del apoyo de Christopher para conseguir cosas conmigo, te lo dejaba pasar pero tú solita te ibas hundiendo más y más dejando ver que solo te interesa ser primera dama y el dinero que eso genera. Entonces apareció Atenea en el tablero, su llegada de México parecía haberte alegrado pero desde que volteó la espalda comenzaste a hablarme mal de ella y me di cuenta que ni como amiga servías, los datos me fueron útiles en su momento, no lo niego pero eso no te quita lo chismosa. Después se dió esa bendita cena y supe que eras una total hipócrita. Atenea no es mucho mejor que tú en ese aspecto pero al menos tiene justificación, en cambio tú eres venenosa por naturaleza y las personas como tú no me son útiles por mucho tiempo. Y, respecto a lo de mi imagen, podrías inventar lo que te venga en gana de mí que la opinión de la gente sería la misma porque a diferencia de ti, nadie puede decir que soy falso. Soy un hijo de puta, cruel, dictador y manipulador pero doy resultados y todos lo saben. En cambio tú, ¿qué has hecho para que alguien crea en ti? —Ataco con todo.

Su reacción a mis palabras es la más estúpida de todas, intentar darme una bofetada. Detengo su mano antes de que toque mi rostro y la miro con toda la amargura que tengo desde que descubrí la víbora que es. Sus ojos centellean ira pero me importa una mierda. Hace mucho quería soltar todo de una vez y aproveché la oportunidad. Forcejea buscando soltar su mano en vano, mi agarre es más fuerte y ella no tiene lo suficiente para lograr que la suelte. Es demasiado débil.

―¿Qué tiene que ver Atenea en todo esto? ―Pregunta y no me sorprende que haya sido lo único a lo que le presto atención en todo lo que dije. Tiene un sentimiento de envidia enorme por la pelinegra y justo ahora tengo ganas de usarlo.

―Atenea lo tiene todo que ver, Alyssa, precisamente porque es ella quien se está tornando la reina en este tablero y yo más que feliz de tenerla a mi lado ―comento soltando su mano. ―Ahora lárgate que estorbas ―espeto con frialdad.

Veo en su mirada un odio que antes no estaba ahí y quizá debería preocuparme pero ahora mismo no lo hace. Ya lo que pueda pensar de mí no tiene relevancia alguna porque si antes me contenía ha llegado el momento de dejar de hacerlo. No tiene caso darle importancia a quien no la merece y ha dejado de serme útil, como mismo le he dicho.

―Vas a pagar por lo que has dicho, Maximillian. Te lo juro.

―¿Ah sí? ¿Por cual parte específicamente, cariño? ―Me burlo.

―Te puedo perdonar todo menos que digas que ella es mejor que yo.

―La verdad duele, ¿cierto? ―Digo burlonamente. Me acerco y rozo con mis labios el lóbulo de su oreja derecha antes de pronunciar las palabras mágicas. ―Ella siempre va a ser mejor que tú, eso es lo que te duele, te duele que todos la prefieran antes que a ti ―me alejo nuevamente viendo su caparazón fallar y dejar ver toda su inseguridad. ―¿Sabes por qué eso pasa? Porque ella sí es real y sincera con los demás, no necesita mentir para obtener logros ni follarse a alguien para subir de puesto. Y si como persona es de las más jodidas que existen por lo que le ha tocado vivir, como agente es impecable, de las mejores que tiene la milicia y no lo es solo por la sangre que le corre en las venas sino por esfuerzo y mérito propio, algo que tú ni en mil años vas a tener pero no todo es insalvable en ti. Discúlpame si te he lastimado pero debes reconocer que te has equivocado demasiado como para pretender que te trate diferente. Ahora, por favor, vete de aquí ―pido esperando que tome algo de conciencia y haga caso.

―Te vas a tragar tus palabras algún día ―es lo que dice.

Se da media vuelta y sale de mi oficina con la cabeza erguida sin darme tiempo a replicar y lo agradezco. Espero no tener que verla a menos que se estrictamente necesario y en lo adelante que sea Miller quien se encargue de lo relacionado con la tropa que ella dirige porque yo he terminado ya con eso.








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