Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 16

Atenea

Entrar a la sala fue el balde de agua fría que me hizo darme cuenta de que realmente estaba pasando. Hasta que no estuve de frente al juez no había tomado conciencia de lo que estoy a punto de hacer.

Ya es imposible dar marcha atrás. Tampoco es buena idea. Ni siquiera sé porque estoy pensando en esto.

―La fiscalía puede comenzar a interrogar a la testigo ―avisa el juez.

Muevo la cabeza de un lado a otro con la esperanza de volverme a centrar pero la suerte me juega una mala pasada cuando detengo mi mirada y casualmente es en la mesa del acusado. Su verde esmeralda se clava en mi gris tormenta acabando con la poca tranquilidad que tenía. Mi cerebro sabe que no es bueno pero no puede evitar el hecho de que Luis con todo lo criminal que es me descontrola a un nivel que por donde quiera que lo mires es peligroso. Él lo es, para mí mas que para cualquier otra persona.

Me cuesta un infierno pero desvío mi mirada de la suya, no sin antes verlo sonreír de esa manera que lo hacía cuando llevaba a cabo alguna de sus diabluras. Por unos segundos olvido lo que vine a hacer y me encuentro queriendo saber que habrá hecho y, como si fuera una señal del destino, mis ojos enfocan a la abogada de basura que tiene. Ella rehuye a mi mirada inquisitiva y quiero creer que lo hace por mi reciente amenaza, no por algún otro motivo. No obstante, algo me dice que debí ser más persuasiva.

―¿Lista? ―Pregunta la viceministra llegando a pocos metros del estrado haciendo que deje en pausa mis suposiciones. No articulo palabra alguna, me limito a asentir una vez.

«Basta de estupideces», me regaño.

―Comience ya, fiscal, No tenemos tiempo que perder ―apresura el juez Trujillo.

―De acuerdo, su señoría ―conviene encarandolo. Me observa detenidamente antes de empezar. ―¿Podría decirnos de dónde conoce al señor Santos?

No necesito pensarlo dos segundos para responder.

―Lo conocí como parte de una misión encubierta.

―Especifique y detalle lo más que pueda la misión, por favor ―pide y la miro confundida. Eso no estaba en las preguntas antes.

―Me tendrán que disculpar los señores del jurado y el juez aquí presente pero eso es información clasificada que no tengo razones de peso para revelar ―soy clara.

Con mi respuesta se extiende un murmullo por toda la sala. Me importa tres quintales de mierda si necesitan esos detalles pero para mí no son importantes y tampoco son cosas que quiera que se entere ninguna persona.

―Le recuerdo que esta bajo juramento, capitana ―habla una vez más sorprendiendome Samantha.
No puedo evitar desviar mi mirada hacia mi progenitor en busca de una respuesta, sin embargo me ignora.

«Cabrón. Esto seguro es cosa suya», asumo.

A cada minuto que pasa las cosas en este juicio se tornan más extrañas y eso no me inspira nada de confianza.

―El juramento no incluye revelar datos que no sean relevantes para la sentencia de este caso y esos que me pide no creo que lo sean ―rebato no muy segura de que quieren lograr.

―Déjenos decidir eso a nosotros ―responde.

―De acuerdo ―termino por aceptar con un suspiro. ―Sin embargo, debería reformular su pregunta ―exijo. Es mejor eso que tener que dar detalles que puedan conducir a cosas que deben seguir ocultas.

Dirijo mis ojos hacia Maximilian que permanece atento a todo al igual que los demás. Sus ojos son dos pozos negros que me engullen por completo cuando se da cuenta de que mi atención esta puesta en él. No sé porque recurro a él pero el encogimiento de hombros que hace en respuesta a la pregunta escrita en mi mirada me tranquiliza. Al menos está tan descolocado como yo lo que significa que no es parte de lo que sea que se esta cociendo aquí y que puedo confiar en que no me falle en caso de usar el plan B.

―Reformule la pregunta o le daré voz a la abogada de la defensa ―advierte Trujillo.

Turner se envara al escucharlo y la mirada que me dedica antes de hablar pretende ser tranquilizadora pero lo único que hace es darme mala espina.

―¿Quién la mando a esta mision en especifico?

―Mi jefe ―me limito a contestar.

―¿Cual de ellos? ―Se interesa.

―El ministro ―respondo con simpleza. ―Fue quién dio la orden.

Extrañamente la veo sonreír ligeramente.

―¿Y en ese caso por qué la aceptó?

―Dinero, reconocimiento, poder. Podrían haber decenas de motivos ―acepto. ―De todos modos eso a este tribunal no debería de importarle. A nadie en realidad. Lo importante aquí es que atrapé al tipo que ni la DEA, el FBI, la Interpol o cualquiera había logrado atrapar ―me regodeo.

―¿Uno de esos motivos podría ser ayudar a su pariente en su campaña electoral para la reelección como presidente de Mexico? ―Indaga y cada vez más me da la impresion de que hay algo que se me está escapando.

―Podría, en efecto, aunque como ya sabe también soy Comandante del Ejército Federal Nacional así que básicamente estoy bajo sus órdenes ―expongo sin saber aún por qué tantas preguntas que nada tienen que ver con lo ensayado horas antes.

Parece más un interrogatorio de la defensa que otra cosa.

―Entonces, ¿en tal cargo tendría usted autoridad para hablar por la milicia de ese país?

―Se supone que sí ―hablo sintiendo que gracias a esa pregunta los engranajes de mi cerebro empiezan a funcionar de una buena vez.

―Y, ¿como comandante mexicana donde cree que debería cumplir sanción el imputado?

―En dado caso le diría que en los Estados Unidos Mexicanos está vinculado a media docena de delitos o puede que incluso más ―revelo. ―Sin embargo, en virtud de mi cargo en la milicia europea estoy en pleno conocimiento de sus delitos fuera del país que abarcan desde el trafico y la comercialización de estupefacientes por todo el continente euroasiatico al lavado de dinero en empresas fantasmas o no cuya sede se encuentra en diversos sitios de este continente. Por ello creo que una solución ideal a los problemas que ocasiona el que una persona como él este libre sería que cumpla en terreno de Europa la sanción que se le imponga por sus delitos aquí y que en América luego pase el tiempo que corresponda por los delitos por los que se le solicita ahí de ser necesario.

Puedo ver claramente la satisfacción en el rostro de la viceministra por la respuesta que he dado y con eso da por terminada su intervención.

Mientras la defensa se prepara para su turno, busco a mis amigos en medio del público presente. La melena desenfadada de Alaia destaca al igual que los rizos de la brasileña Sussie o el pelo cobrizo del teniente Schmidt y el pelirrojo de Mika. Los ojos azules de la francesa Alaia son los primeros que se dan cuenta de mi escrutinio y por alguna razon me guiña un ojo haciendo un movimiento de cabeza que señala a cierta persona que no quiero ver.

«Y luego se hace la cuerda. Loca es lo que es.»

Uno a uno mis amigos se dan cuenta de mi atención y alzan los pulgares en señal de apoyo incluido mi coronel y Alec, mi mentor. Aunque hayamos estado separados por más de un año sé que nuestro lazo se mantiene intacto porque más que un vínculo de amistad es uno de hermanos y compañeros de guerra forjado en la academia y fortalecido en el infierno terrenal que fue Afganistán para todos nosotros. Eso es algo que con mi antigua mejor amiga nunca tuve.

Diez minutos más tarde Julia se para frente a mí pretendiendo representar el papel de perra empoderada pero sabe bien que conmigo no le resultará porque si no resultó antes, cuando tenía que fingir ser una santa frente a mi marido, menos lo hará ahora que conoce de primera mano cómo me las gasto si algo me jode mucho. Y ella lo hizo bastante tirándose a Luis cuando estábamos comprometidos, no una sino varias veces hasta que le puse el freno con una advertencia que hasta el día de hoy no debe olvidar. Después de todo nadie quiere quedarse privado de la visión, el gusto, el habla y el tacto, ¿o será que sí?

―Puede comenzar a hacer sus preguntas, licenciada Ramos ―indica Abelardo y la aludida asiente como respuesta.

―Ha dicho usted que entró a la vida de mi defendido como parte de una misión militar, ¿correcto?

―Si.

―Y le engañó haciéndose pasar por otra persona.

―Era parte del plan. ¿Le parecería logico que me presentara ante él con mi verdadera identidad sabiendo que podría darse cuenta de mi propósito lo que estropearía meses de trabajo investigativo de más de quince gobiernos? ―Cuestiono desviando mi mirada al techo por un instante.

―Innecesario el cuestionamiento, capitana ―protesta el juez. ―Abogada, si va a preguntar algo hágalo ya ―presiona.

―Disculpe, su señoría, pero a lo que quiero llegar es, ¿qué tan legal es engañar a una persona con premeditación traicionando su confianza a sangre fría? ―Plantea recorriendo con la mirada toda la sala y bufo.

―El operativo fue llevado a cabo en los marcos legales correspondientes amparado por el Código Etico-Militar de la FIEM en el acápite 2, capítulo 30 y artículo primero además del Codigo Judicial de los Estados Unidos Mexicanos con el código correspondiente a las fuerzas de orden militar del país americano, específicamente del Ejercito Federal que yo comando ―aclaro para evitar que su intento de salpicarme fructifique. ―Aparte de ello, debería de saber que tenía licencia para llevar a cabo cualquier acción necesaria tanto para mantener mi fachada como para la captura del señor Santos ―agrego desbaratando la que probablemente haya sido la base de su táctica de defensa.

―¿Tiene pruebas de lo que esta diciendo?

«Definitivamente esta mujer es imbécil.»

La viceministra cargada de carpetas sale de su sitio.

―Previendo algo así hemos traído copias de cada documento usado a lo largo del operativo que respaldan la legalidad de todo lo hecho por la testigo ―informa y procede a entregarle los folders al asistente quien a su vez los reparte entre los miembros del jurado, el juez y uno extra para la defensa tal y como está establecido. 

Al leer los documentos la cara le cambia a la ilusa. Sabe que está acabada, al menos si de mi testimonio se trata.

―La defensa no tiene más preguntas, su señoría ―expone y sonrío ante mi victoria.

―La testigo puede retirarse ―habla Trujillo y no necesito más para salir disparada rumbo a donde se encuentran mis amigos pero al pasar cerca de Luis me detengo involuntariamente.

Su muñeca se cierra alrededor de la mía con fuerza impidiendo que avance a pesar de que no podría hacerlo. Se pone de pie exhibiendo sus casi dos metros que sobrepasan por varios centímetros a mi metro setenta y cinco haciéndome sentir como una enana lo que empeora con su mirada que consigue intimidarme.

―¿A dónde tan rápido, muñequita? Esto no ha terminado.

Intento zafarme de su agarre pero me es imposible.
Siempre ha sido más fuerte que yo… Y no hablo de fuerza física.

―Dejame ir, Luis ―pido. ―Estás interrumpiendo la audiencia y eso no es bueno para ti ―hago notar con la esperanza que al menos eso lo detenga.

Su mirada se torna altiva, como si se sintiera superior por algo que no pillo.

―Continua preocupándose por mi, capitana, comandante o como quiera que prefiera que le llamen. ¿Qué cree que significa eso? ―Indaga cada vez más cerca de mí y me pregunto por qué nadie interviene.

―No significa nada. Deja de ser estúpido y suéltame de una jodida vez ―gruño y para mi sorpresa me deja ir.

―Algún día te darás cuenta, muñeca ―es todo lo que dice antes de volver a su lugar.

«Eso estuvo cerca», pienso continuando mi camino. Ni siquiera quiero seguir aquí y por eso me largo rumbo a la salida.




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro