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Capítulo 0

Narrador omnisciente

Muchas veces las personas son obligadas a hacer cosas que en otras circunstancias no harían. Así se encuentra una joven agente justo ahora. Cosas de la vida la llevaron a un lugar donde ha presenciado hechos que la marcarán profundamente, ella lo sabe pero no lo puede evitar. Es su trabajo lo que está en juego.

Meses de investigación no se pueden ir a la borda por sus escrúpulos, fue lo advertido por su jefe antes de enviarla a México. Esas palabras son las que la han orillado por tanto tiempo a yacer en el lecho del hombre más peligroso de Sinaloa y más que eso, a casarse con él.

Bajo otra identidad ha vivido no solo el tiempo que lleva ahi sino desde mucho antes, al capo de Sinaloa no se le podía llegar tan fácilmente y por eso se comunicó con él a través de las redes por varios meses. Esporádicamente hubo algún que otro encuentro en lugares que él escogía y ella debía viajar a dónde fuera sin poner excusas. Así poco a poco se fue metiendo en su vida y llegado el momento se mudó con él tras una boda en la que una vez más tuvo padres que no eran los suyos. No le costaba estar cerca suyo o aparentar lo que no era, sabía que lo que había en juego valía la pena y ella tras años detrás de una máscara era una perfecta actriz. Sin embargo y pese a que el narco se esmeraba por tratarla como una reina, las noches no eran tan llevaderas. Por fortuna esas noches de sadismo llegarán a su fin muy pronto, más pronto de lo que incluso ella piensa.

Decidida avanza por las calles de esa ciudad que ya conoce tan bien como cabría esperar después de vivir prácticamente un año allí. Tiene un objetivo en mente. Acomoda sus Ray Ban al llegar a su destino, el centro comercial de mayor envergadura en ese sitio. Un lugar donde podría reunirse sin que nadie sospechara, y es lo que ha hecho una vez cada semana del último año. Lo mismo que hará hoy.

Departamento por departamento va revisando, en busca de algo que le guste porque con las manos vacías a la hacienda no puede regresar. Vestidos, zapatos y perfumes compra y descarta con la seguridad de quién no tiene límites en la tarjeta. A medida que avanza mira su reloj inteligente hasta que frente al departamento de lencería se detiene. «15:40» Es la hora indicada, la misma en la que se produce el cambio de turno. Una mujer mayor sustituye a la joven guía de compras y la chica sabe que es momento de entrar. Sonriente se acerca a la nueva guía.

—Buenas tardes. ¿Desea comprar algo? —Pregunta la mujer como es usual.

Una vez por semana viaja desde el distrito federal para que suceda lo que ahora sucede. Nadie lo encuentra extraño porque cada día de la semana hay una trabajadora diferente, el centro trabaja las veinticuatro horas lo que ha facilitado mucho las cosas.

—Buenas tardes, señora —saluda con normalidad. —Quisiera ver el material nuevo de esta semana —pide tal cual lo ha hecho muchas veces. —Mi esposo está ansioso por verme en él —continúa con su actuación. Sabe que detrás suyo están dos hombres pendientes a todo. Su marido no es un estúpido.

No obstante, la seguridad no es por desconfianza hacia su mujer sino porque no confía en la gente. Cualquiera podría acercarse a ella con malas intenciones y eso no lo pensaba permitir. Después de todo no encuentras todos los días a alguien que deje todo por ti y te quiera en todas tus facetas. O eso es lo que él cree.

Según lo acordado pasan por delante de las cámaras rumbo a la sala VIP, estas registran todo y dan cuenta al jefe de la chica que aunque no está presente lo sabe todo o casi todo. Hay cosas que la agente no ha revelado ni planea hacerlo. El decirlo no añadiría peso a la investigación pero si la dañaría porque si se supiera lo que pasa entre las cuatro paredes de aquella habitación nadie se quedaría tranquilo. 

Al entrar a la sala una serie de modelos aparece. Elige a las de su misma complexión física y se sienta en un cómodo sofá dispuesto frente a una mini pasarela. Una botella de champagne es puesta a un lado suyo por una camarera y segundos después lleva una copa a sus labios.

—Pueden comenzar —habla y el desfile comienza en tanto la falsa guía se para a su lado. En ese lugar pueden hablar lo necesario, sin claves, pero con cuidado.

—Ya está por terminar todo —informa ganándose una mirada de reojo. —Con lo de la semana anterior es suficiente para nuestros fines —explica.

La nueva información sorprende a la agente. Sabía que llegaría el fin pronto pero no qué tan pronto.

—¿Cuándo? —Quiere saber. Necesita prepararse.

—En las fiestas populares, viernes —responde y la otra asiente. Tres días, solo faltan tres días. Permanecen calladas los minutos restantes y cuando la última modelo desfila todas las demás se paran a su lado.

La agente, llamada Arya en esta ocasión, las observa. Siempre elige a las mismas para desfilar. Todas pelirrojas y de ojos claros como ella misma en estos momentos. Sus números las identifican. Del 1 al 20. Veinte conjuntos diferentes, de diferente tejido, modelo y diseñador. Todos cuestan miles de dólares pero es lo de menos. Son la excusa perfecta siempre para estar lejos de los gorilas que tiene por escoltas.

—Uno, cuatro, ocho, diez, quince y diecinueve se pueden retirar —avisa. —Me quedo con los demás.

Minutos después sale acompañada de la mujer quien lleva más de diez bolsas en sus manos, una para cada conjunto. Llegan a la caja donde una sonriente chica las recibe y ahí son dejadas cuidadosamente cada una de las bolsas para registrar la compra.

—Buenas tardes, señora Santos —saluda amablemente. No se sorprende, ya es clienta habitual y muchos la conocen así que inclina la cabeza como saludo. —Veo que ha decidido comprar casi todo —nota ganándose un asentimiento.

—Ya conocéis mis gustos. Casi puedo asegurar que trajeron esos conjuntos pensando en mí como siempre —asegura con un matiz de superioridad en su voz.

—Bueno eso yo no lo sé pero sí sé que es una de las clientas más fieles de este departamento así que no me extrañaría que el gerente tenga esa deferencia para con usted —replica sin parar de sonreír. Una sonrisa tan falsa como la identidad de la misma agente.

—Lo sé —se limita a responder. Esa chica nunca le ha gustado.

—Bien —pausa. —Serán treinta mil dólares.

—No hay problema —nunca lo ha habido.

Le entrega la tarjeta que su marido le dió hace meses para sus gastos y después de unos minutos de espera puede marcharse.

La guia la acompaña a la salida, le extiende las bolsas a los escoltas que se miran entre sí antes de tomarlas. «Es una derrochadora» piensa uno de ellos. «Quien viera a la doñita con uno puesto» imagina el otro.

—Gracias por la atención —dice la esposa del narco y abraza a la otra. Sin que los demás se percaten un pendrive con información valiosa es entregado. «Con esto lo hundo» Se separa y su compañera desliza lo recibido en un bolsillo de su chaqueta marinera.

—No hay de qué. Ha sido un placer atenderla nuevamente —responde de vuelta.

Arya se retira acompañada de los hombres que con esfuerzo llevan las bolsas escaleras abajo. Antes de irse del lugar mira hacia una esquina y ve lo esperado. «Fase 00 3» lee en un anuncio que pasa desapercibido a los demás por estar en la promoción de un juego de milicia. Sonríe feliz ante la noticia porque fase 3 significa una sola cosa «Captura»

✪✪✪

Los días han pasado y es viernes finalmente. Ansiosa por terminar cuánto antes se despierta y observa dormir al hombre con el que está casada. Suspira. «Si él no fuera lo que es tal vez sería diferente» piensa y no se equivoca.

Lo más seguro es que, si Luis no fuera un criminal y ella la agente encargada de joderlo, su relación hubiera funcionado de alguna manera a pesar de que el tema de ser sumisa no le agradara. Ese ha sido su mayor problema todo este tiempo. Ser sumisa no le sale porque ella es lo contrario aunque para su fortuna el marido no lo ha tomado mal. Se ha dedicado cada noche a "domarla" y quizá ha funcionado un poco pues la agente al menos ya puede interpretar su papel sin equivocarse.

Los mechones negros del narcotraficante hacen contraste con la blanca almohada donde reposa su cabeza y como cada mañana ella pasa sus manos por el sedoso cabello para despertarlo. Es como un acuerdo al que llegaron sin necesidad de hablar. Ella lo despierta y él le prepara el desayuno, así ha sido desde el principio.

Pasan un par de minutos y él aún no despierta del sueno profundo en el que se encuentra sumido. Eso la lleva a pasar sus manos a lo largo del torso definido hasta llegar a la pelvis y es en este preciso momento que, sin avisar, la llevan contra el colchón. Un adormilado Luis sujeta sus manos con una de las suyas por encima de su cabeza mientras se apoya en la otra y enfoca sus ojos color verde en ella.

—Buenos días, esposa —dice para acto seguido besar su frente con ternura. Arya suspira sonoramente sin entender aún cómo es que la bestia que la encadena, amarra y azota en las noches puede ser tan tierna al despertar. «Será una duda con la que me quedaré» supone recordando que hoy es el día.

—Buenos días, esposo —responde tirando para liberar las manos que coloca alrededor del cuello de él acercándolo aún más. Lo besa en los labios sacándole un gemido y empujándolo se coloca a horcajadas.

«Hora de poner en marcha el plan»

Lo mira desde arriba, se muerde el labio inferior y las manos de él van a sus caderas desnudas las cuales masajea extasiado. Pocas veces su mujer toma la iniciativa y cada que lo hace es así. Sin avisar. Sin motivos ni razones aparentes.

Cualquier persona que los ve se lleva la impresión de que derrochan amor y lujuria cuando realmente no es ese el caso. Él la quiere y desea, sí, pero su amor no es nada sano porque quién te ama no lastima y eso hace él a menudo aunque no crea que es malo. Ella por su parte solo representa un papel como tantas otras veces a lo largo de su vida. Si alguien se pone a analizarlo no sabría quien tiene el papel de víctima y victimario. Él le hace daño a veces, sí, pero también es engañado. Ella es lastimada por él, sí,  pero también es el arma que se propone destruirlo.

Horas después, tras un día como otro cualquiera,  marido y mujer de la mano caminan por los puestos de venta a cada lado de las calles. Se detienen en varios, compran un cono de helado para cada uno y siguen su camino seguidos de cerca por casi veinte hombres y mujeres encargados de que nada en la salida del patrón salga mal. Mientras esto sucede, un escuadrón del ejército mexicano se despliega entre la gente con discreción.

Transcurren los minutos y la medianoche se acerca, «la hora cero» Arya se inquieta pero sabe esconderlo y Luis ni siquiera sospecha. Poco a poco la cantidad de personas detrás de la pareja disminuye hasta que prácticamente no hay nadie. La agente lo nota mirando de reojo, sabe que ya están actuando los demás y que su turno está próximo a comenzar por lo que se para en seco logrando que su acompañante también se detenga.

—¿Qué pasa? —Le pregunta extrañado.

Ella no responde sino que se planta frente a él y lo ve fijamente como si estuviera memorizado sus facciones. Desvía la mirada por unos segundos a las personas detrás de él y se da cuenta de que, a excepción de los militares, están solos. Los hombres del esposo han sido reducidos sin que este lo notara y sabiendo que falta poco para el final lo besa como no lo había hecho antes. Un beso que por extraño que parezca le sabe mal pero no puede ni quiere detenerse a pensar por qué. Las manos de él la acarician y es un toque entre delicado y brutal, esa combinación que sólo él sabe lograr. No se puede mentir, le gusta, le gusta muchísimo, pero el que él sea un sádico narcotraficante lo arruina todo.

—Ejército Federal Mexicano, levanten las manos —grita alguien y la pareja se separa.

La hasta hoy Arya observa todo con pánico, como si no entendiera lo que sucede y Luis evalúa la situación pistola en mano. No sabe cómo lograron llegarle y se jura que saldrá de esta como sea.

—Luis Santos Ochoa, baje el arma —habla otra voz. —Repito, baje el arma o abriremos fuego.

—Luis —lo llama Arya atrayendo su atención y lo que ve hace que se llene de ira y miedo. No puede dejar que le pase nada.

—Me entregaré pero dejen de apuntarle —dice para que lo escuchen, baja el arma y los puntos rojos que amenazaban a la mujer desaparecen.

Lo siguiente que sucede pasa muy rápido. Una atemorizada Arya es llevada por los militares lejos de él y se promete que se vengará de quién sea el responsable sin saber que la misma persona que lo motiva a vengarse es quien lo ha jodido.

«Malditos perros, me la pagarán» piensa antes de entrar en un camión blindado dándole comienzo a lo que tarde o temprano podría ser su final.

Uno de los reyes ha caído por tiempo indefinido tras haber sido puesto en jaque por la reina del tablero pero, ¿por cuánto tiempo? y, ¿cuánto tardarán en manifestarse el resto de los monarcas? Esas son preguntas que la capitana que lleva el nombre de la diosa griega de la guerra prefiere ignorar porque luego de tanto ansía descansar sin saber que lo que le espera en el futuro es el preludio del caos que próximamente será desatado.

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